Terapia Sexual Intensiva (18).

Capítulo 18.

Capítulo 18.

Hola, Charly. Soy yo, Gabriela. ¿Te acordás de mí? Hace rato que no paso por acá, pero Julieta me dio permiso para hacerlo. Al principio creí que sería una trampa, creí que me encontraría con alguna historia inventada, para “trollearme”, pero cuando vi que Juli contó todo lo que pasó, me emocioné.

Pero lo que más me emocionó fue su declaración de amor. Te juro que no sé cómo reaccionar a eso. Es decir, yo también la amo, ella es preciosa y me encantaría pasarme el resto de mi vida cogiendo con Juli; pero somos hermanas. Ella habla de tener una relación, similar a la que tendría una pareja. ¿Cómo funcionaría eso? No podríamos contarle a nadie, más que a nuestros padres, y eso, a la larga, podría ser muy desgastante. Además me da miedo que Julieta se ponga celosa. Es decir ¿vos viste lo buena que estoy, Charly? ¿Sabés la cantidad de gente que me escribe por semana diciendo que se mueren por coger conmigo? Por supuesto que no voy a aceptar todas las propuestas; pero sí voy a aceptar las que más me interesen.

¿Cómo va a reaccionar Julieta si un día le digo que me voy a encontrar con un tipo para que me lleve al telo? Quizás entienda mejor si se trata de coger con un hombre… pero ¿y si la que me invita al telo es una mujer? ¿Ella va a estar de acuerdo?

No quiero que sientas que me estoy negando, Juli. A mí me encantaría pasar más momentos lindos con vos, y quizás, si lo hablamos bien, esto pueda funcionar. Vamos a ver cómo funciona nuestra relación durante un tiempo, si todo sale bien, podemos hablar de una relación formal. Bueno, formal a ojos de nosotras, porque para los ojos del mundo vamos a ser dos hermanas que se quieren mucho.

Dejame decirte que estoy orgullosa de vos, me fascinó leer, con lujo de detalles, todo el evento con Roberto. Estás aprendiendo, hermanita. Te estás soltando cada día más. En cuanto al pelotudo de tu psicólogo ¿qué se puede decir de un tipo así? Es un imbécil. ¿Cómo se va a negar a coger con vos? Ya te tenía lista… entregada… no puedo creer que sea tan idiota. Algo vamos a hacer con él, todavía no sé qué… pero algo se me va a ocurrir. Estoy segura de que el tipo te rechazó por hacerse el psicólogo profesional. Pero ya vamos a encontrar la forma de que se olvide de su profesionalismo.

Aprovechando que estoy acá, escribiendo en tu diario, te voy a contar cómo fue la vez en la que cogí con papá y mamá…

Te conté que hice cositas con ellos, como la vez que entre Zulema y yo le chupamos la verga a papá. También te hablé de los lindos arrimones que me pegaba papá cada vez que podía. Se divertía mucho clavándome la pija en la concha… y a veces yo la apuntaba hacia mi culo. Me acuerdo de una vez que hice eso. Estábamos en la cocina, yo lavaba los platos. Él se me acercó por atrás, empezó a masajearme las tetas y me arrimó la pija. Yo le agarré la verga, la apunté a mi culo y de a poquito me la fue clavando. Cuando consiguió que la verga entrara y saliera cómodamente… el tipo se emocionó. Me apretó fuerte las tetas y empezó a darme duro por el culo. Tuve que dejar los platos. Me agarré del borde de la mesada, dejé la colita en pompa y disfruté. ¡Uf! ¡Qué rico que fue! Lo que más me calentó es que todo surgió de él, sin que yo se lo pidiera. Me dio una grata sorpresa y me castigó lindo el culo. Papi coge fuerte… pero eso ya lo sabrás, a vos también te taladró la cola.

Me acuerdo que ese día, mientras papi me daba por el culo, apareció mamá. Creí que ella se iba a enojar, porque había visto algunos arrimones y siempre decía cosas como: “Che, a ver si se calman ustedes dos, que con esos jueguitos van a terminar mal”. Y esta era la prueba de que terminamos mal, papá no podía parar de enterrarme la verga y mi culo le pedía más. Era delicioso sentir esa verga dentro de mí. No sé qué pasó por la cabeza de Zulema, pero no dijo nada. Simplemente se quedó ahí, mirando cómo su marido me clavaba la pija entre las nalgas.

Dejé que papi siguiera durante unos segundos más, después me puse de rodillas y recibí toda su lechita en la cara y en la boca. Después me fui gateando hasta donde mamá estaba parada… y empecé a chuparle la concha. Ella puso un pie sobre una silla y simplemente se dejó. ¿Se habrán puesto de acuerdo entre ellos? ¿Zulema le habrá pedido a Oscar que me la metiera por el culo? ¿O bien fue todo una simple casualidad?

No lo sé. Solo me quedo con lo lindo que fue vivir ese momento.

Lo que pasó en la cocina allanó el terreno para lo que vino después.

Mamá y yo estábamos desnudas, en su cama. Charlábamos mientras nos acariciábamos las conchas. Justo cuando entró Oscar, yo le pregunté a Zulema: “¿Y cómo van con el temita del sexo anal?”

―Muy bien ―me dijo―, a tu papá le gusta cada día más. Ya perdí la cuenta de las veces que me dio por el culo.

―Y me imagino que andarás contenta por eso.

―Sí… aunque se sufre un poco, no te lo voy a negar. Es que tu papá es bastante brusco para coger, y eso lo agradezco, porque me gusta; pero a la larga, no hay culo que aguante. Lo que él necesita es un culo joven y firme…

―¿Uno como el mío? ―Le pregunté―. Podría presentarle a alguna amiga…

―No creo que haga falta ―dijo mamá―. ¿Vos tendrías algún problema en prestarle un ratito tu culo?

Eso es lo que me hizo sospechar que quizás la vez anterior fue idea de mamá. Zulema es muy puta, Juli, creo que eso ya lo descubriste; pero acá te va otro detalle: una de las cosas que más le calienta en la vida es ver a sus hijas cogiendo. Es una pervertida, y me encanta. Así que imagino que la habrá pasado de maravilla con vos y Roberto. Para ella habrá sido morbo puro ver cómo ese tipo te metía la pija. ¿Sabías que mientras mamá coge o se hace la paja mira mis fotos y videos de Twitter? A ella le encanta ver cómo me meten pijas o cómo chupo conchas. No te digo que hagas lo mismo en tu Twitter, pero si le pasás a mamá algunos videos tuyos cogiendo, ella te lo va a agradecer mucho… y yo también. Me encantaría tener algo de material extra para las pajas… porque yo amo coger, y siempre tengo con quién hacerlo; pero la paja es sagrada. Eso lo voy a hacer siempre. Aunque creo que si de pajeras hablamos, vos te llevás la corona. ¡Amo que seas tan pajera!

Ese momento con mamá y papá fue muy especial para mí, porque me moría de ganas de coger con ellos. Además que ellos también quisieran hacerlo me dio esperanzas de que algún día vos también te sumarías.

En tu diario leí muchas veces que vos y tu psicólogo se refieren a mí como una “manipuladora”. Puede que lo sea, no lo voy a negar, sin embargo todo lo que hice fue para que vos estés bien. Te quiero un montón, Julieta, y me parte el alma que no seas feliz… aunque, por lo que leí en las últimas páginas, creo que ya estás empezando a ser feliz en serio. Sé que todavía tenés algunos pequeños prejuicios con el sexo, pero acordate que mamá y papá también los tenían, sin embargo mamá me chupó el orto para que papi me clavara la pija. Los prejuicios se pueden superar, y creeme que disfrutar del sexo sin tabúes es sumamente liberador. La manipulación también se puede usar para hacer feliz a una persona. Quizás suene un poquito enfermizo, pero así lo creo yo. Nunca tuve malas intenciones.

Ese día, cuando papá empezó a garcharme por la cola, mamá filmó todo… con su celular. Si querés pedile el video, es muy lindo. Si bien la pija de papá estuvo varias veces dentro de mi culo antes de ese momento, se puede decir que esa fue la primera vez que le dio rienda suelta a sus instintos masculinos. Me garchó con una ganas tremendas, yo gemí y grité como putita y le pedí más. No sé qué hubiéramos hecho si justo en ese momento vos volvías del trabajo… porque en aquel entonces todavía no estabas lista para ver algo así.

Pero ahora sí lo podés ver… en el video. Y fijate en la parte en la que mamá se abre de piernas para mí y me pide que le coma la concha. Eso era lo que esa puta quería: ver cómo me rompían el orto al mismo tiempo que yo le chupaba la cajeta. Te dije que mamá es una pervertida. Seguramente se muere de ganas de compartir más momentos morbosos con vos.

Ahora que estuvimos en la cama, cogiendo con mamá y papá, nos esperan unos días muy lindos en casa. Espero que los disfrutes mucho.

Yo también te amo.


Volví, Charly. Aquí Julieta otra vez. Todavía estoy fascinada con las cosas que escribió Gabriela, ya leí todo tres veces y me encanta que ella esté dispuesta a probar, de a poquito. Tiene dudas, y me parece lógico, yo también las tengo… y que ella tenga dudas solo me demuestra que se está tomando el asunto en serio. No sé en qué va a terminar todo esto, quizás lo que me pasa con ella es solo una etapa… aunque no lo creo. No creo que estos sentimientos desaparezcan ni a corto ni a largo plazo.

De momento no tengo mucho más que decir, si llega a ocurrir algo interesante en mi vida, vas a ser el primero en saberlo, Charly. Nos vemos pronto.


Holiiisss… soy yo, Julieta otra vez. Te prometí que volvería si pasaba algo interesante, además necesito hacer un poco de tiempo, porque estoy muy ansiosa por algo que va a pasar esta noche. En fin, procedo a contarte lo que pasó hoy.

Es sábado y me tocó descansar (sí, porque a veces también me toca trabajar los sábados, media jornada). Mi familia y yo arrancamos una especie de “nueva normalidad”. Para empezar, justo después del desayuno, mi papá se fue a su pieza acompañado por Gabriela y a los cinco minutos ya pude escuchar a esa puta gemir. Me acerqué a espiarlos durante un ratito, ella se lo estaba montando como una profesional. Uf… si hubieras visto cómo le entraba toda la pija en la concha, y cómo se sacudían esas nalgas. Ver eso me puso a mil, pero no quería interrumpirlos, por lo que fui a buscar a mi mamá.

Ella entendió lo que yo quería hacer apenas me vio. Le hice señas para que me acompañara hasta mi pieza y nos quitamos la poca ropa que llevábamos puesta: un sencillo camisón, sin nada de ropa interior. Nos tiramos en la cama y estuvimos un buen rato chupándonos las conchas.

Coger con mi mamá quizás sea una de las cosas más raras que hice en mi vida, y espero que nunca deje de sentirse así de raro, porque eso es lo que lo vuelve tan interesante. Mientras le paso la lengua por el clítoris no dejo de pensar en que este es un acto prohibido, pero que nosotras nos permitimos disfrutar.

Y a pesar de lo lindo que la pasé con mi mamá, no es esto lo que realmente te quería contar. Lo interesante pasó unas horas después.

Mi mamá, Gaby y yo estábamos tomando un té mientras mi papá dormía la siesta, en ese momento tocaron timbre.

Me acerqué a la puerta, espié por la mirilla y me encontré con una cara familiar: Beatriz.

Llevaba varios días sin tener noticias de mi vecina.

―¡Hola, Beatriz! ―La saludé al mismo tiempo que abría la puerta―. Pasá, por favor.

Ella se apresuró a entrar, probablemente porque no quería que algún vecino curioso viera que yo estaba en tanga y con una remerita sin mangas. Mis pezones parecían tapitas de dentífrico que amenazaban con romper la tela.

―Hola, Juli ¿cómo estás? ―Saludó tímidamente.

―Muy bien, ¿y vos?

Caminé hacia la mesa del comedor moviendo mucho las caderas, al girar la cabeza  hacia ella pude notar que hacía un gran esfuerzo por no mirarme las nalgas. Me siguió y saludó a mi mamá y a mi hermana con aún más timidez que antes.

―¿Cómo estás Beatriz? ―Le dijo Zulema―. ¿Querés una tacita de té?

―Em… no, te agradezco. Vine para…

Se quedó muda al instante, sus ojos se centraron en el espectacular culo de Gabriela, ella iba completamente desnuda de la cintura para abajo, ver esos gajos vaginales rozándose con cada paso, era la gloria.

―Ay, disculpen ―dijo Beatriz, poniéndose roja―. No les di tiempo a vestirse…

―No te preocupes ―le dije―. Gaby siempre anda así… cuando mi papá no está en casa ―tuve que mentir un poquito para que la situación no sea tan extraña―. Ella nos deleita con sus hermosas nalgas ―esto lo dije con un ligero tono humorístico. Al mismo tiempo me puse delante de Gaby, llevé mis manos hasta sus nalgas, y las abrí. Ella se agachó un poquito. Seguramente Beatriz pudo verle el agujero del culo… y el de la concha. Una imagen grotesca y pornográfica―. Gaby dice que tenemos que aprovechar estos momentos de libertad femenina.

―Ah… qué bien… ―Beatriz habló sin mucha convicción―. Em… este… yo vine porque quiero hablar con vos Juli… sobre el temita de la computadora. ¿Te acordás?

―Sí, claro ―le dije, con simpatía―. Vení, vamos a mi pieza, ahí vamos a poder hablar tranquilas.

Pasé junto a ella, la tomé de la mano y nos dirigimos hacia mi pieza. Antes de salir del comedor le guiñé un ojo a mi mamá.

Entramos a mi cuarto, y mientras yo cerraba la puerta, Beatriz dijo.

―Este… espero que entiendas que lo de la compu no es cierto…

―Sí, ya lo sé… vos viniste por otra cosa.

Decidí tomar la iniciativa. Beatriz tenía puesta una calza blanca bastante normal, que le marcaba bien el culo y la hacía parecer de diez años menos. Me arrodillé detrás de ella y sin darle tiempo a nada, le bajé la calza junto con la ropa interior. Pude ver su concha esperando por mí.

―¡Ay, Juli! ―Exclamó ella, justo antes de que mi lengua comenzara a deslizarse por sus labios vaginales―. Que está tu mamá… y Gabriela…

―Entonces dejá de hablar tan fuerte… y pará la colita, que tu concha está muy rica.

―Juli, yo vine a hablar…

―¿Querés que te chupe la concha, o no?

―Sí… ―dijo en voz baja.

―Entonces ponete en cuatro en el borde de la cama… y te la como toda.

Ella caminó como pingüino, con la calza por los tobillos, y luego se subió a la cama, como yo le pedí.

Mi lengua volvió a recorrer toda su vagina, de abajo hacia arriba. Repetí la acción como si estuviera lamiendo un helado. Tener a una mujer entregada en mi propio cuarto me hizo delirar del morbo. Esto es algo que la Julieta anterior al “tratamiento intensivo” de Gaby jamás hubiera hecho… ni siquiera me lo hubiera planteado. ¿Yo? ¿Chupándole la concha a una mujer que me dobla en edad? ¿Dentro de mi propio cuarto, con mis padres en la casa? Era tan inverosímil que me dio la sensación de estar viviendo un sueño… un sueño muy húmedo.

Mi concha también empezó a sentir los estímulos de la situación, tenía unas ganas increíbles de abrirme de piernas ante Beatriz, pero sabía que ella se negaría, como lo hizo la última vez.

―Si querés podés contarme para qué viniste ―le dije, mientras se la chupaba.

―Em… es que… quería preguntarte si esta noche querés ir a mi casa.

―¿A chuparte la concha?

―Em… a comer algo…

―¿A comer concha?

―Este…

―Prefiero que seas honesta, Beatriz. Si me decís que querés que vaya a chuparte la concha, voy encantada. Pero no me vengas con excusas.

―Está bien… lo admito. Sí, quiero que vayas a chuparme la concha.

―¿Y vos me la vas a chupar a mí?

Silencio.

―No…

―Mmm, me parece una transacción poco justa; pero no te preocupes, voy a ir igual.

―Bien…

Estaba disfrutando de pasar la lengua por sus labios vaginales cuando ella se apartó, se subió la calza y dijo:

―Mejor me voy, no quiero que tu mamá piense algo raro. Mientras más tiempo esté en tu pieza… más difícil va a ser explicar la situación.

―No te preocupes por eso, mi mamá es una mujer de mente muy abierta.

―Espero que no le hayas contado nada de lo que pasó en mi casa ―me miró con severidad.

―No le conté nada, quedate tranquila, Beatriz.

―Bien… em… bueno, me voy.

―Te acompaño hasta la puerta… y espero que esta noche nada nos interrumpa, de verdad tengo muchas ganas de comerte la concha.

―¿Ya tenés asumido eso?

Me encogí de hombros.

―Sí, chupar conchas me calienta. Ya lo tengo asumido.

Salimos de mi cuarto, yo me lamenté que esta aventura haya durado tan poco; pero tengo la posibilidad de reanudarla más tarde. Por eso estoy acá, haciendo tiempo. Beatriz me dijo que me esperaba para eso de las diez de la noche, falta un montón. Los minutos duran horas.

Antes de sentarme a escribir, tuve una charla con mi mamá.

Cuando Beatriz se fue, me di cuenta de que Gaby no estaba por ningún lado. Imaginé que había ido a despertar a mi papá de la siesta. Volví a mi cuarto y mi mamá me siguió.

―¿Qué quería Beatriz?

―Que le chupe la concha ―le respondí.

Sí, sé que falté a mi promesa de no contarle a nadie, pero no me siento mal, porque mi mamá no va a juzgar a Beatriz, ni le va a decir que ya conoce su secreto.

―Me imaginé que pasaba algo entre ustedes… y me sorprendió la forma en que miró a Gaby…

―¿Viste? Fue como si le hubiera comido la concha con los ojos.

―Sí, totalmente. Y si Beatriz se acuesta con vos… no me extrañaría que también lo haga con Gabriela.

―¿Viste que en el Twitter de Gaby hay varios videos de ella chupando conchas?

―Sí… ―respondió con una sonrisa libidinosa.

―Bueno, algunos de esos videos los grabó con Beatriz.

―Uy… interesante… así que esas dos ya vienen haciendo de las suyas.

―No exactamente.

―¿Por qué lo decís?

―Porque Beatriz solo acepta que le chupen la concha… pero no quiere saber nada con chupar una.

―Ah… ya veo. No quiere admitir que las mujeres le gustan.

―Sí, creo que le da miedo aceptar que se puede excitar con una mujer. Gabriela se cansó de eso, y dejó de verse con Beatriz. Aunque me pidió a mí que fuera a visitarla…

―¿El día que fuiste a conectar su computadora?

―Sí, lo de la compu resultó ser solo una excusa… al final terminé chupándole la concha… y me gustó. Gabriela se dio cuenta antes que yo que me calientan las conchas.

―Conmigo hizo lo mismo. Un día me dijo: “Mamá, vos te morís de ganas por coger con una mujer”. Yo no le creí, le dije que estaba hablando boludeces, hasta que un día…

―¿Qué? ¿Qué pasó? Contame…

―Hasta que un día se puso a acariciarme la concha… me excité tanto que no le pude decir que pare… y cuando se lanzó a chupármela. ¡Uf!

―Sí, sé cómo se siente que Gaby te chupe la concha. Es imposible decirle que no.

―Un par de días después de eso se abrió de piernas y me dijo: “¿Querés probar un poquito? Queda entre nosotras”. Y no pude negarme… la vi tan hermosa, tan erótica… me la quería comer toda.

―Y lo hiciste…

―Sí, lo hice… como después lo hice con vos. Fue gracias a Gaby que entendí el morbo que se siente al chupar una concha. Y si no me animé antes fue por miedo a que Gaby contara algo. Cuando ella me prometió que sería nuestro secreto, accedí. Creo que a Beatriz le pasa algo similar. No se anima porque tiene miedo a que vos o Gabriela le cuenten a alguien.

―Mmmm… interesante. No se me había ocurrido ver las cosas de esa manera. Gracias, mamá. Me ayudaste un montón.

Le di un fuerte abrazo y después me puse a escribir esto.

Zulema me dio la clave para que esta noche las cosas con Beatriz se pongan mucho más interesantes.


¡Llegó el gran momento, Charly!

Bueno, en realidad ya pasó… anoche. Hoy es domingo.

No quiero adelantar nada, así que te voy a contar todo lo que pasó, de a poquito.

A las diez de la noche toqué el timbre en la casa de Beatriz, pero no estaba sola. Cuando abrió la puerta mi vecina se llevó una gran sorpresa. A mi lado estaba Gabriela y las dos teníamos ropa sumamente sensual. Gaby tenía un vestido negro super corto que a los lados de las piernas solo tenía una red, y esto dejaba en evidencia que no estaba usando ninguna tanga. Si se agachaba un poquito mostraba toda la concha, y el escote cubría sus tetas hasta el borde de los pezones, todo lo demás estaba a la vista. Por mi parte yo tenía puesta una minifalda tableada tan corta que no tapaba mi tanga… bueno, solo por eso me puse la tanga, porque era visible a simple vista. Arriba tenía un top que me cubría todas las tetas, pero marcaba mucho los pezones.

―¿Qué hacen vestidas así? ―Preguntó Beatriz.

―¿Y qué te parece que hacemos? ―Le respondí.

―Ay, alguien las puede ver… pasen… pasen…

Nos permitió entrar y después escudriñó toda la cuadra, en busca de algún vecino chismoso que nos haya visto. Cuando estuvo convencida de que nadie nos había visto, se apresuró a cerrar la puerta.

―¿Ustedes están locas? ¿Cómo van a salir a la calle vestidas así?

―Solo hicimos una cuadra ―le dije―. Queríamos darte una linda sorpresa.

―Vos le querías dar una sorpresa ―dijo Gaby―. Yo me quería quedar en casa. Al fin y al cabo te invitaron a vos, no a mí.

―Gaby tiene razón, Juli; yo te invité a vos…

―¿Pueden dejar de discutir? ―Dije, mostrando que yo también puedo tener algo de carácter―. Le pedí a Gabriela que viniera para que hagan las paces. Por lo que tengo entendido, ustedes se llevaban de maravilla, y me gustaría que vuelvan a llevarse así.

―Lo veo difícil ―aseguró Beatriz―. Gaby me pide cosas que yo no estoy dispuesta a dar.

―Y vos querés recibir todo sin dar nada a cambio ―le respondió mi hermana.

―Gaby ―intervine―. Sé que vos sos una chica muy liberal en lo que a sexo se refiere, pero no podés pretender que todo el mundo vea el sexo de la misma forma que vos. Cada quien tiene su perspectiva, sus miedos y sus inseguridades. Quizás algún día Beatriz se anime a darte lo que vos le pedís… o quizás no; pero eso no significa que no puedan pasar un buen momento juntas. Y yo vine a pasarla bien… ¿vamos a la pieza, Beatriz?

―¿Ella también va a estar? ―Preguntó, señalando a Gaby.

―¿Te molesta que mi hermana mire?

―Em… no; pero es raro… es tu hermana…

―Sí, y es de mente muy abierta, no creo que le moleste ver cómo chupo una concha.

―No me molesta, para nada ―dijo Gaby, con una ligera sonrisa.

―Em.. está bien, esto me pone un poco incómoda, pero…

―Pero estás caliente y querés que te coman la concha ―la interrumpió Gabriela.

―Dicho de esa forma suena muy brusco.

―No te enojes, Beatriz. No hay nada de malo en admitir que estás excitada… yo también lo estoy, y de verdad me muero de ganas de chuparte toda.

Estas palabras hicieron sonreír a la anfitriona. Nos condujo hasta su dormitorio y apenas entramos le pedí que se quitara toda la ropa. Dudó unos instantes, pero imagino que se habrá dado cuenta que las dos ya la habíamos visto desnuda, por lo que accedió.

Se acostó sobre la cama y abrió las piernas. Me lancé de una y sin darle tiempo a arrepentirse, empecé a lamerle el clítoris. Gabriela no tenía otro lugar para sentarse, por lo que tuvo que hacerlo en el borde de la cama, muy cerca de mí. Al doblar las piernas toda su concha quedó a la vista… justo apuntando hacia Beatriz. Levanté la mirada y pude ver cómo los ojos de la dueña de casa estaban clavados fijamente entre las piernas de mi hermana. Beatriz tiene miedo e inseguridad, sin embargo es evidente que la anatomía femenina le atrae.

Intensifiqué la chupada que le estaba dando, para obligarla a gemir… inconscientemente ella abrió más las piernas, lo que me permitió meterle la lengua por el agujero de la concha.

―Hermana, ya te podés recibir de lesbiana ―dijo Gaby―. La estás chupando como una experta.

―Aprendí de la mejor ―le dije.

Estoy segura de que este comentario dejó confundida a Beatriz, sin embargo ella no preguntó nada.

―Estás haciendo que a mí también me den ganas de chuparla ―dijo Gaby.

―¿Y por qué no venís? No creo que a Beatriz le moleste tener una lengua más jugando con su concha.

―Mm… bueno, está bien.

Sabía que no sería difícil convencer a Gabriela, la primera parte de mi plan había salido a la perfección; pero a partir de este momento empezaba lo más difícil.

Mi hermana y yo nos concentramos en la tarea de comerle la cajeta a nuestra vecina. Mientras yo jugaba con sus labios vaginales, Gaby usaba la punta de su lengua para estimularle el clítoris.

Entre tantas lamidas pasó algo que era inevitable: nuestras lenguas comenzaron a tocarse. Al principio fue sutil, sin querer; pero de a poco fuimos dándole más énfasis a estos roces que empezaron a ser intencionales.

―Ay, chicas… se están pasando la lengua por la cara…

―¿Y eso te molesta? ―Le pregunté.

―No… pero… son hermanas…

―¿Nunca viste a dos hermanas besandose?

―No…

―¿Te gustaría verlo?

―¿Ustedes hacen eso? ―Preguntó Beatriz, con los ojos muy abiertos.

―A veces… ¿se lo mostramos, Gaby?

―Por mí no hay problema.

En ese instante nuestras lenguas se entrelazaron y comenzamos a besarnos de una forma muy exagerada. Una vez vi a dos chicas lamiéndose las lenguas la una a la otra en una discoteca y tengo que admitir que esa imagen me calentó un poco. Ahora lo estaba haciendo con mi hermana y lo más lindo era tener a Beatriz de público. La pobre mujer no cabía en su asombro.

―Ustedes están locas…

―Bueno, según mi terapeuta, no estoy muy cuerda ―le comenté, mientras le acariciaba la concha―. ¿Querés que te chupe las tetas?

―Dale… ―dijo, con timidez.

Me lancé sobre sus grandes pechos, agarré uno y me lo llevé a la boca. Al mismo tiempo Gabriela bajó su cabeza y siguió chupándole la concha. Por la posición mi culo quedó cerca de la cara de mi hermana, y la muy morbosa empezó a acariciarme las piernas. De a poco su mano fue subiendo hasta que se perdió dentro de mi corta minifalda.

―¿Siempre son tan cariñosas ustedes dos? ―Preguntó Beatriz.

―¿Por qué lo decís? ―Hablé mientras mi lengua jugueteaba con su pezón―. ¿Te calienta ver a dos hermanas tan cariñosas?

―Es… intenso.

―¿Eso significa que sí?

―Puede ser…

―¿Y te gustaría vernos haciendo otra cosita?

―Tal vez…

―Podemos hacer algo más… interesante ―le dije―; pero si vos prometés que nunca se lo vas a contar a nadie.

―Por supuesto. Jamás le contaría a nadie lo que pasó acá.

―¿Escuchaste, Gaby? ¿Estás dispuesta a ir un poquito más lejos con estos jueguitos?

―Sí ―dijo mi hermana―. Vamos a mostrarle lo que hacemos cuando estamos aburridas en casa… vení.

Gabriela se acostó boca arriba, al lado de Beatriz, y abrió las piernas. Su corto vestido se levantó y toda su concha quedó expuesta. Yo empecé a acariciársela suavemente con los dedos.

―¿Se tocan así?

―Un poquito ―le dije―; pero no es esto lo que te queremos mostrar… esto es apenas el precalentamiento.

―¿Por qué? ¿Qué tan lejos pretenden llegar?

―Vamos, Beatriz ―dijo Gabriela―, no te hagas la tímida ahora. Sé que sos muy morbosa, te morís de ganas de ver como mi hermana me come la concha. ¿O no?

Beatriz no dijo nada… y el que calla otorga.

Entendí que ella quería verlo, pero no se atrevía a decirlo. Me moví en la cama hasta quedar con la cara a pocos centímetros de la vagina de mi hermana. Rocé su pubis depilado con mis labios y poco a poco fui bajando. Cuando mi boca estuvo a la altura de sus labios, le pasé la lengua. Inmediatamente Beatriz comenzó a masturbarse.

―¿Ves qué rico es cuando la otra también te la chupa? ―Le dijo Gaby―. Mi hermana lo entiende bien, por eso no tiene problemas en chupármela cuando se lo pido… y yo le devuelvo el favor encantada.

―Pero… son hermanas.

―Y eso lo hace todavía más picante. Es un secretito que tenemos entre nosotras… y ahora lo sabés.

Quizás Gabriela entendió hacia dónde estaba dirigido mi plan, o puede que lo haya dicho solo por casualidad, la cuestión es que su comentario fue muy oportuno.

Mientras le lamía la concha hice una pequeña pausa para decirle a Beatriz:

―Si vos quisieras hacer lo mismo con nosotras, también te guardaríamos el secreto.

Volví a chupar, esta vez centrándome en el clítoris de Gaby. Te juro, Charly, que nunca me voy a cansar de comerle la concha a mi hermana, es demasiado linda. Me produce demasiado morbo. Especialmente si otra persona nos está mirando.

Hice otra pausa, y le dije a la anfitriona:

―¿Alguna vez fantaseaste con chuparle la concha a Gaby? Y no me digas que no, porque no te voy a creer. Se nota que le tenés ganas… y como para no tenerle ganas. Mirá lo que es esta concha, hasta yo, que soy la hermana, me caliento al verla desnuda.

―Quizás alguna vez lo pensé…

―¿Y qué te impide hacerlo realidad? A nosotras nos encantaría que lo hicieras, y nunca le contaríamos nada a nadie. Sería nuestro secreto. Todo lo que pase acá adentro lo vamos a saber solamente nosotras.

―¿Me prometen que no le cuentan a nadie?

―Sí, te lo prometemos ―dijo Gaby―. Pero con una condición…

―¿Cuál?

―Que seas sincera… ¿nos tenés ganas? ¿te calentás con nosotras? Solo tenés que responder eso… y podemos pasar la mejor noche de sexo de tu vida, las tres juntitas, sin prejuicios.

Beatriz hizo unos segundos de silencio, luego dijo:

―Sí, las dos me parecen muy atractivas. Lo admito. Me excitan las mujeres… en especial las que son tan jóvenes y hermosas como ustedes. Solo me da miedo que la gente lo sepa… me daría mucha vergüenza que la gente en el barrio me señale diciendo: “Ahí está, la tortillera a la que le gusta acostarse con pendejas”. Pero desde que empecé a hacer estas cosas con Gaby veo a las mujeres con otros ojos.

―Gabriela es así ―le dije―, te puede cambiar la forma de ver el mundo. Mirame a mí… yo apenas si me animaba a disfrutar del sexo… y ahora le estoy chupando la concha a mi hermana… y no es la primera vez que se la chupo.

―Ustedes dos me van a volver loca ―aseguró Beatriz―. No puedo creer que hagan estas cosas… pero ya que estamos hablando en secreto, les tengo que decir que me gusta mucho verlas tan… cariñosas. Me produce… no sé… algo…

―¿Morbo? ―Preguntó Gaby.

―Sí, eso, morbo… y mucho.

―Y a mí me va a dar mucho morbo ver que se la chupás a mi hermana ―le aseguré―. Con Gaby te podés olvidar de todos tus miedos y prejuicios. Disfrutá un poco de la vida.

―Tenés razón…

Con determinación Beatriz se movió en la cama y se colocó justo a mi lado.

―Arrancá cuando quieras ―le dije.

Volví a lamer la concha de Gaby mientras mi vecina juntaba el coraje para lanzarse ella también. Mientras yo usaba mi lengua para mover el clítoris, Beatriz decidió que ya era el momento de entrar en acción. Acercó su boca, sacó la lengua y retrocedió un poco… pero apenas un segundo después se lanzó hacia adelante otra vez. En esta ocasión sí le dio una buena lamida a esa preciosa vagina, a la que le siguió otra y otra.

Yo la ayudé y chupé donde ella no estaba lamiendo, y así estuvimos por un rato, pero fue solo cuestión de tiempo que nuestras lenguas se cruzaran. Nos besamos de la misma forma en que lo había hecho antes con Gaby. Me encantó. Es muy probable que este haya sido el primer beso de Beatriz con una mujer, y me alegra haber tenido ese privilegio.

Después de esto Beatriz nos pidió que intercambiáramos de posición, yo me puse en el lugar de Gabriela y recibí las lamidas de ellas dos. Con Gaby fue aprendiendo cómo hacerlo mejor y de a poco sus chupadas fueron más seguras y certeras. Entre las dos me hicieron vibrar el clítoris.

Le prometí a Beatriz que pasaría una noche inolvidable y creo que cumplí con esa promesa. La vi desatada. Hizo cada cosa que le pedimos. Fue hermoso ver cómo le chupaba el orto a Gaby mientras mi hermana y yo hacíamos un 69. El culo de Gaby apuntaba al techo y Beatriz metió la cara entre esas nalgas y le dio una buena chupada al agujero.

Otra cosa que descubrí es que a Beatriz le calentó que mi hermana subiera a Twitter un video en el que le estaba comiendo la concha a ella, así que grabamos el siguiente capítulo de esa serie porno. Gaby le comió la concha y yo grabé toda la acción, teniendo mucho cuidado no de no grabar la cara de Beatriz. Cuando el video estuvo completo, mi hermana lo subió a su cuenta de Twitter junto al mensaje: “¿Qué les parece la concha de mi amiga? ¿Ustedes también se la comerían?”. Esto puso a mil a Beatriz y prometió que durante la semana se masturbaría mientras leía los comentarios calientes que, seguramente, dejarían en la cuenta de mi hermana.

No sé cuántos orgasmos tuvimos entre las tres, pero estoy segura de que tuvimos más de uno cada una. Fue una noche increíble, Charly.

Me alegro mucho de haber hecho esto con Beatriz, siento que le di un poquito de la libertad que Gabriela me ayudó a ganar. Siento que apliqué con ella los métodos que aprendí de mi hermana. También tengo que agradecer los consejos de mi mamá. Ella entendió perfectamente que el miedo de Beatriz estaba en el “¿Qué dirán?”. Cuando estuvo segura de que todo quedaría en secreto, se soltó más.

Aunque no pierdo la esperanza con Beatriz, que le caliente tanto aparecer en el Twitter de mi hermana me da a entender que algún día se animará a blanquear la situación. Me causaría mucho morbo verla en Twitter chupándole la concha a Gabriela. Eso sería genial.

Bueno, Charly. Esto es todo por ahora. Si llega a pasar algo interesante en mi vida, vas a ser el primero en saberlo. Te lo prometo.