Terapia Sexual Intensiva (15).
Capítulo 15.
Capítulo 15.
¡Charly! Tengo un montón de cosas para contarte, estoy muy emocionada. Pero lo mejor va a ser contarte todo de forma ordenada, así que vamos de a poco. Tengo que escribir sobre lo que hice con mi mamá… y también lo que me contó Gabriela, sobre su salida con mi papá. Estoy muy ansiosa. Todo esto pasó el domingo, sin embargo te lo estoy contando el martes. Fue todo muy intenso y necesitaba tomarme un pequeño descanso para procesar todas las emociones, porque fueron muchas y muy fuertes.
En fin, sin dar más vueltas, procedo a narrar lo que te prometí.
Lo primero sería terminar de contarte lo que pasó entre mi mamá y yo… mientras estábamos en la cama con Roberto. Solo escribir esas palabras se me hace sumamente raro. Participé en un trío… ¡con mi mamá! Bueno, ya estuve en una pequeña fiesta sexual, en la casaquinta de Rubén, junto a mi hermana… pero con ella es diferente, al fin y al cabo siempre supe que Gabriela es muy puta (y no lo digo de en tono despectivo). Con mi mamá fue totalmente diferente, primero porque Zulema es la madre que me parió, eso hace que el vínculo familiar sea mucho más fuerte… y que se sienta aún más “prohibido”; lo segundo es que no sabía que ella podía ser tan puta como Gabriela.
Ya te conté como mi mamá se lanzó de cabeza a chuparme la concha, mientras Roberto le metía la pija. La vi realmente emocionada, parecía feliz… y noté una sonrisa de puta viciosa que me dejó pasmada, nunca imaginé que vería a mi propia madre con esa expresión en la cara.
Tengo que admitir que cuando me enteré que Zulema le comía la concha a mi hermana, sentí celos. Eso de que una madre le ande chupando la concha a sus hijas está mal, lo sé… pero... ¿Por qué lo hacía con una de sus hijas y con la otra no? ¿Por qué yo no podía recibir la misma atención? ¿Por qué la privilegiada era Gabriela?
En ese momento, con las piernas abiertas y la cara de mi mamá pegada a mi concha, lo entendí todo. Entendí que Zulema llevaba tiempo con ganas de chuparme la concha, quizás para demostrarme que a mí me quiere de la misma forma que a Gaby… o tal vez por pura calentura. Quizás un poquito de ambas. Si no lo hizo antes fue porque yo no se lo permití, pocas veces le di señales de estar de acuerdo con estas “prácticas incestuosas”, porque no hay otra forma de llamarlas. El día que me depiló la concha sirvió para romper una gran barrera, al menos en parte. Esa barrera terminó de caer con la llegada de Roberto. Se dio el momento perfecto para que Zulema y yo dejáramos de lado nuestros prejuicios y nos metiéramos de lleno a disfrutar.
¡Y sí que disfrutamos!
Roberto empezó a darle con fuerza a mi mamá, como si hubiera entendido que la muy puta no se iba a quejar si se la garchaban bien fuerte. Y yo… empecé a menear la cadera, podía escuchar los gemidos ahogados de Zulema, le estaban dando una cogida tremenda y se notaba que cada gemido era auténtico y que provenía de lo más hondo de su líbido; pero como tenía la boca muy pegada a mi concha, no podía dejarlos salir. Me imaginé que esto le debería estar dando uno de esos pequeños “sufrimientos” sexuales que son tan ricos… querer gritar y no poder. Para que ella pudiera disfrutar más de este momento (y yo también), apreté su cabeza contra mi concha, obligándola a chuparla. Fue maravilloso, Roberto le ensarto la pija con fuerza, ella quiso gritar… y pude sentir la vibración de su gemido contra mis labios vaginales. Al parecer esto le gustó mucho, su forma de dármelo a entender fue darle un intenso chupón a mi clítoris… esta vez la que gimió fui yo, y se escuchó en toda la habitación.
―Parece que la estás pasando bien ―dijo mi mamá.
―Y vos también, se nota que te gusta mucho esa pija.
―Me encanta… tu amigo Roberto es todo un encanto. Pero no pienses que vas a zafar, nena. Dijiste que él vino para que vos lo recompenses por un error que cometiste… así que, abriendo esa concha.
Mi mamá se colocó sobre mí y me abrazó con fuerza, sus tetas quedaron pegadas a las mías… y nuestras conchas se rozaron. Las dos quedamos con las piernas abiertas y Roberto tomó su lugar justo en el medio, tenía nuestras conchas a total disposición.
―Roberto, ¿qué te parece si nos das un ratito a cada una? ―Preguntó Zulema, con picardía.
―Lo voy a intentar, señora… no sé si a esta edad estoy para estos trotes.
―Yo diría que sí… se te nota muy… vigoroso.
Esta vez la que recibió esa gruesa verga fui yo. Gemí, suspiré y clavé las uñas en la espalda de mi mamá. Al verme tan apasionada, ella me besó en la boca, como si fuéramos amantes. Te juro que fue el beso más morboso de mi vida, Charly… incluso más que los besos que me dio mi hermana. Jamás imaginé que mi mamá podría calentarme tanto. Apenas sentí su lengua contra la mía, me volví loca de excitación. Roberto me dio fuerte durante unos segundos y luego volvió a meterla en la concha de Zulema, durante los siguientes minutos repitió eso unas cuantas veces, mientras mi lengua se entrelazaba con la de mi mamá.
Después a Roberto se le ocurrió algo, quizás fue para descansar un poco… o bien por puro morbo. El tipo se nos acercó por un costado y nos ofreció su verga erecta. ¡Fue hermoso! Entre las dos lamimos ese hinchado glande, era como besarnos, pero con un obstáculo en el medio… un obstáculo que no intentábamos evitar. Esa gran verga a veces entraba en la boca de mi madre, mientras yo recorría con la lengua todo lo que quedaba afuera, en otras ocasiones se metía en mi propia boca, casi hasta la garganta. Yo chupaba con mucho gusto lo que podía y Zulema se encargaba del resto. Un buen rato después de iniciar este delicioso pete doble, recibimos nuestro tan ansiado premio. El semen de Roberto comenzó a saltar con fuerza, cayendo principalmente en mi cara, porque yo estaba abajo; pero mi mamá también recibió unas cuantas descargas, e incluso buscó algunas, para que terminasen dentro de su boca.
Mientras la pija de Roberto soltaba cargados escupitajos de leche, nosotras nos lamíamos las caras una a la otra… sin dejar de lamer la verga, por supuesto.
El semen estaba delicioso y me lo hubiera tomado todo yo solita de no ser por el tremendo morbo que me dio ver a mi mamá tragando leche. Además era medio difícil no compartir con ella, ya que los besos continuaron.
―Si no les molesta, me voy a sentar un ratito a descansar ―dijo Roberto―. Ustedes sigan, se las ve muy entusiasmada.
Ni siquiera le respondimos, no hizo falta. Él se sentó en la misma silla en la que yo estoy sentada ahora, escribiendo estas palabras, y nos miró a mi madre y a mí besándonos apasionadamente.
La mano de mi mamá encontró mi concha y comenzó a acariciarla, decidí hacer lo mismo y a pesar de que no soy ninguna experta en sexo lésbico, sí que sé mucho de pajas… vos sos testigo de eso, Charly.
Le acaricié el clítoris, pero no me limité a esa zona, recorrí todos sus labios, de abajo hacia arriba, ida y vuelta, e incluso le metí dos dedos. Ella también me tocó muy bien, al parecer estuvo practicando mucho con Gaby, cosa que me dio aún más morbo.
―Mamí ―le dije―, me encantó cómo me comiste la concha… y te quiero devolver el favor. ¿Puedo?
―Claro, hija… a esta altura ya no me voy a poner quisquillosa con ese tema. Si yo te la chupé a vos, creo que estás en todo derecho de hacer lo mismo conmigo. Y se me ocurre una buena idea…
No alcancé a preguntarle de qué se trataba, ella misma me respondió al darse la vuelta. Donde antes estaba su cara, ahora podía ver su concha… y su cabeza volvió a quedar entre mis piernas. La muy puta me estaba invitando a hacer un 69.
No te voy a mentir, Charly, sí tuve fantasías con este momento, y me imaginé que me iba a costar mucho más convencer a mi mamá de que nos chupáramos las conchas mutuamente. Supuse que tendría que pedírselo de forma muy sutil, quizás después de algún toqueteo previo medio “inocente”, como los que tuve con Gaby. Sin embargo se dio así, de forma mucho más directa… gracias a la participación de Roberto. Bueno… y también gracias a la propia Gabriela, que nos preparó mentalmente a las dos para poder estar de acuerdo con estas prácticas incestuosas. Mi psicólogo tiene mucha razón al decir que mi hermana es manipuladora, y creo que Germán ni se imagina qué tanto poder puede tener Gaby. Pero no me quejo, al contrario, se lo agradezco un montón; gracias a ella estoy viviendo estas experiencias tan morbosas.
Tenía la concha de mi mamá a pocos centímetros de la cara, lo cual era morboso de por sí, y además teníamos un testigo que, siendo sincera, ni siquiera conocíamos. Creo que las dos estuvimos de acuerdo en que Roberto participara de este momento por la calentura que nos daba ser vista por otra persona… y por su enorme verga.
Por suerte tuve algunos momentos para practicar con mujeres, eso me ayudó a perderle el miedo a las conchas. Sí, me calienta chupar una concha ¿y qué? No significa que deba salir a la calle con un cartel que diga “Lesbiana” pegado en la frente. Solo pretendo disfrutar del sexo y gracias a mi hermana aprendí que romper con los prejuicios puede ser sumamente excitante.
Recibí los labios de la concha de Zulema con la sangre hirviendo de emoción, sus jugos me hicieron delirar de placer. Le estaba comiendo la concha a mi propia madre. No sé cómo podría explicar, Charly, la mezcla de emociones que me invadió en ese momento. Era demasiado. Actué por puro instinto sexual y chupé esa concha de la misma forma en que lo hice con Beatriz. Mi mamá volvió a chuparme sin hacerme esperar y así quedamos las dos, unidas en un espectacular 69, mientras Roberto nos miraba. No podía ver lo que hacía el tipo, el gran culo de mi madre y su carnosa concha ocupaban todo mi campo visual, pero imagino que se habrá masturbado mientras miraba como una madre y su hija cogían entre ellas. Un espectáculo digno de ver. Estoy segura de que él nunca imaginó que terminaría envuelto en una situación tan morbosa.
El tiempo pasó volando, Charly. No sé cuánto estuve chupándole la concha a mi mamá, pero sé que fue lo suficiente como para memorizar cada rincón de su vagina y para enamorarme de su clítoris. Me encantó escucharla gemir mientras yo movía rápidamente la lengua sobre ese botoncito de placer. Sí, es exageradamente morboso escuchar a tu propia madre gimiendo de placer, especialmente si vos le estás provocando esas sensaciones. Esto sí que es un caso típico para ser analizado en terapia; sin embargo en ese momento lo que menos hice fue preocuparme, simplemente me dejé llevar, aplicando la filosofía de Gabriela.
―Roberto ¿Creés que ya estás como para seguir? ―Preguntó mi mamá, mientras yo le comía la concha.
―Por supuesto, verlas a ustedes tan… cariñosas, es el mejor estímulo que se pueda pedir.
―Si no entendí mal, mi hija tiene que recompensarte por un error que cometió. Así que, vení… acá tenés tu recompensa. ―Me abrió la concha con ambas manos y se la ofreció al tipo de bigotes.
―Su hija ya no me debe nada, señora; pero sería un boludo si rechazo la oferta.
Agradecí en silencio que él hubiera accedido. Se acercó a mí y a pesar de que no pude ver lo que ocurría, sé que mi mamá le chupó la pija un rato, luego la apuntó a mi concha y empezó a metérmela.
―¿Sabés una cosa, Roberto? ―Dijo mi mamá―. Mi hija se pasa el día trabajando y vuelve siempre muy cansada y estresada. Lo que ella necesita es disfrutar un poco de cosas lindas como esta. Quiero que sienta esta verga hasta el fondo de la concha.
Tuve unas ganas locas de besar a mi madre; pero como su boca estaba tan lejos, me conformé con darle un fuerte chupón en la concha. Me mantuve así, succionando su clítoris, mientras Roberto me penetraba. El tipo nos demostró que sí tenía energía para seguir. Me agarró las piernas y empezó a darme con fuerza. Creí que me iba a partir la concha al medio. Mientras él me daba, Zulema se encargó de estimular mi clítoris con la punta de su lengua.
Quise agradecerle el gesto a mi mamá y la mejor forma que se me ocurrió fue empezar a chuparle el culo. Recordé que a ella le gusta el sexo anal, así que una linda lamida en esa zona debería ser muy placentera para ella. Además estaba el morbo de chuparle el orto a mi madre. Sé que Gabriela hizo esto antes que yo, y eso me ayudó a quitarme los miedos y los prejuicios.
Acá es donde llegó uno de los momentos más lindos, y que jamás voy a olvidar (una hija nunca podría olvidar algo así). Roberto estuvo dándome con fuerza durante un largo rato; pero era de esperar que el tipo llegara a su límite tarde o temprano… por suerte fue más bien tarde, dándome un buen margen para el placer físico. Me dejó la concha bien abierta con sus potentes embestidas y también me la llenó de leche. Ya tuve el placer de ver cómo acaba ese tipo, y esta vez fue mágica, ya que lo sentí en mi interior; sin embargo lo mejor llegó cuando él sacó la verga y mi mamá se prendió a mi concha con pasión, tragándose toda la leche de Roberto. La succionó como si se tratase de un dulce néctar. Me sacudí, víctima de fuertes espasmos sexuales y chupé su concha con más fuerza, como si le estuviera diciendo: “Así, mamá… así quiero que me la chupes”. Ella entendió el mensaje, intensificó sus lamidas de la misma forma en que lo había hecho yo, y con sus gemidos ahogados me dio a entender que ella también estaba llegando al clímax.
Quisiera decir que acabamos juntas, no sé si fue exactamente así, a veces la memoria juega malas pasas; pero si no lo hicimos al mismo tiempo, apenas hubo unos segundos de diferencia. Me encantó tragarme los jugos que salieron de su concha.
Poco a poco nos fuimos calmando hasta que, satisfechas las dos, nos sentamos en la cama. Roberto nos miraba con una gran sonrisa, él ya tomaba su trabajo como concluido, porque se había puesto el pantalón.
―Muchas gracias por todo, Roberto ―le dijo mi mamá―. Podés venir a visitar a Julieta cuando quieras.
―¿No cree que eso lo debería decidir la chica?
―Conozco a esta chica como si la hubiera parido ―respondió Zulema―. Sé que le va a dar tantas vueltas al asunto que no se va a animar a pedir que vuelva a verla, a pesar de que se muera de ganas de coger otra vez.
―Mi mamá tiene razón ―aseguré―. Prefiero que hagas más caso a lo que ella dice.
―Entendido.
―Y aclaro que mi marido no es celoso ―Zulema le guiñó un ojo―, así que si un día me querés visitar a mí también, yo encantada.
―Si me asegura que no habrá problemas con su marido…
―Le aseguro que no los va a haber. Es más, si él nos llegara a sorprender en la cama, su primera reacción sería sumarse a la fiesta ―Zulema soltó una carcajada. Al parecer mis padres cambiaron mucho más de lo que yo me imaginaba, jamás pensé que ellos quisieran participar en tríos.
―Tiene una familia de lo más interesante, señora.
―Y eso que todavía no conociste a mi otra hija, Gabriela.
―Gaby es la más puta ―dije, sin pensarlo―. Cuando ella vea el pedazo de pija que tenés, te va a dejar seco. Además está re buena, tiene un orto tremendo. No me voy a ofender si algún día preferís cogértela a ella.
A Roberto le brillaron los ojos, de pronto tenía invitaciones para coger con tres mujeres muy cachondas que querían succionarle la pija hasta sacarle la última gota de leche.
―Les prometo que volveré a visitarlas ―dijo, con una simpática sonrisa―. Ahora las dejo solas, algo me dice que ustedes quieren tener un pequeño momento “madre e hija”.
―Sí, sería lo más apropiado ―dijo Zulema.
Ella acompañó a Roberto hasta la puerta y se despidió de él. Espero que no la haya visto ningún vecino, porque si una mujer casada despide a un hombre de su casa… completamente desnuda, daría mucho de qué hablar en el barrio.
Cuando Zulema regresó a mi pieza, le dije:
―Mamá. Tenemos una conversación pendiente… creo que este es el mejor momento.
―Juli, después de lo que pasó, creo que las cosas quedaron más que claras.
―Sí, lo sé… pero aún así, me gustaría que habláramos de eso… hace mucho que no charlo con vos, a solas.
―Eso es cierto, desde que empezaste a trabajar, nos quedó poco tiempo de “madre e hija”.
―Creo que esto que pasó con Roberto nos sirvió para recuperar mucho del tiempo perdido ―dije, con una gran sonrisa.
―Estoy de acuerdo. Gabriela me había advertido sobre algunos cambios en tu actitud… pero aún así me sorprende que te hayas animado a…
―¿A traer un tipo a casa para que me coja? ¿O a chuparte la concha?
―¡A todo! Sé que esas cosas podrían ser típicas en tu hermana, especialmente eso de andar cogiendo con tipos más grandes que ella; pero nunca lo imaginé de vos. Me pone muy contenta ver que estás disfrutando un poco del sexo, porque sinceramente me tenías preocupada.
―¿Por qué?
―Porque estabas todo el día deprimida, Juli ―me acarició una mejilla con gesto maternal―. Para mí era muy doloroso verte así. Cuando Gabriela me dijo que ella iba a hacer todo lo posible para que vos te sintieras mejor, no creí que funcionaría; pensé que terminarían peleando.
―Bueno, hubo momentos en los que discutimos, especialmente el día que ella leyó mi diario íntimo.
―No sabía eso… definitivamente ahí se pasó de la raya. Es meterse en tu intimidad sin permiso.
¿Viste, Gabriela? Mamá opina que leer el diario íntimo de otra persona es invadir su privacidad. Si estás leyendo esto, me voy a enojar con vos (otra vez) y ahora sé que tengo a mamá de mi lado. Así que más te vale mantenerte alejada de este diario.
Le expliqué a mi mamá que ya perdoné a Gabriela por lo que hizo… pero eso no significa que la vaya a perdonar si lo hace otra vez.
Después de eso nos pusimos a hablar de Roberto y de su hermosa pija, le conté cómo fue todo el asunto de mi error con la heladera que él compró. A mi mamá le pareció muy divertido (y hasta excitante) que una de sus hijas anduviera haciendo petes en el baño de su trabajo para compensar sus errores. Debo admitir que es una aventura de lo más divertida y me alegro mucho de haber hecho eso, especialmente por lo que pasó después. Nunca me imaginé que invitar a Roberto a mi casa podía terminar en un trío con mi mamá. Pero así fue, y no lo voy a olvidar nunca.
Hola de nuevo, Charly. Tuve que hacer una pausa después de escribir los últimos párrafos. Necesitaba tiempo para pensar… y sí, también para hacerme una paja. Ahora ya estoy un poco más calmada; pero sé que mi calentura se va a incrementar cuando empiece a contarte lo que pasó con Gabriela, por eso escribo estas palabras totalmente desnuda.
Como te adelanté la vez pasada, mientras escribía en estas páginas y te contaba la primera parte de mi aventura con mi mamá y Roberto, llegó mi hermana, quien había ido “al cine” con mi papá. Lo digo entre comillas porque nunca me creí que fueran a ver una película.
Apenas los escuché llegar salí de la pieza, tan desnuda como estoy ahora, y sentí un calorcito muy peculiar cuando los ojos de mi papá se clavaron en mi concha. Lo dejé mirar e intenté actuar con total naturalidad.
―¿Cómo les fue? ―Pregunté.
―Em… todo muy lindo ―dijo mi papá, sin poder dejar de mirarme.
―¿Qué tal la película?
―Estuvo bien ―respondió Gabriela, restándole importancia al asunto.
―Bueno, me alegro. Che, Gaby ¿puedo hablar con vos un ratito?
―¿Sobre qué?
Si le decía “sobre el cine”, seguramente se hubiera negado, por lo que busqué otra alternativa.
―Te quiero contar algo que me pasó en el trabajo… fue algo muy… interesante ―le guiñé un ojo y sonreí con picardía. Pude notar el entusiasmo en su cara.
―Está bien. ¿Vamos a mi pieza?
Entramos en su cuarto y decidí ser sincera con ella:
―Mirá, Gaby, lo que yo quiero saber es qué pasó con papá en esa supuesta salida “al cine”; pero sé que no me lo vas a contar ―ella me miró con ojos inexpresivos―. Por eso te voy a contar lo que me pasó a mí, y después, si querés, podés contarme lo que pasó con papá.
Me acosté en su cama y Gaby no tuvo ningún problema en desnudarse, me encantó ver una vez más esas grandes y firmes tetas, y esa concha perfectamente depilada. Creo que nunca me voy a cansar de ver a Gaby desnuda, y menos ahora, que estoy empezando a asumir que las mujeres me calientan. ¿Cómo no calentarse con una chica como Gaby? Hasta la más heterosexual de las mujeres querría tocar esas tetas.
Ella se acostó a mi lado y sin que yo le dijera nada, comenzó a acariciar mi pubis suavemente. Toda la sangre de mi cuerpo comenzó a hervir, es increíble lo que ella puede provocar en mí con tan poco.
Comencé a contarle todo, con lujo de detalles. No lo voy a repetir, porque es lo mismo que escribí acá; sin embargo puedo agregar que mientras hablaba, Gabriela me tocó toda. Pasó de acariciar mi pubis a hacerlo con mi clítoris, y cuando los detalles sexuales de mi narración se incrementaron, me metió dos dedos en la concha, y eso no fue todo, de vez en cuando me chupó una teta. Mis tetas no serán tan grandes como las de ella, pero sentí que Gaby realmente disfrutó al chuparlas.
Cuando terminé de contarle la parte en que mi mamá me sacó el semen de la concha, Gabriela explotó. Se lanzó contra mi boca, me besó con pasión y sin darme tiempo a decir nada, bajó hasta encontrarse con mi concha. ¡Ay, Charly! ¡Lo que fue eso! No quiero entrar en comparaciones injustas, ya que el momento que pasé con mi mamá fue super morboso, sin embargo se nota mucho que Gabriela tiene un talento muy especial para comer conchas, probablemente le chupó la concha a un montón de amigas, y no solo a Beatriz. Ella me mintió más de una vez, no me extrañaría que haya mentido con eso también; quizás Gaby lleva tanto tiempo comiendo conchas como chupando vergas… o puede ser que su talento sea natural y que con unas pocas chupadas haya aprendido a hacerlo como una lesbiana experta.
Me hizo retorcer de gusto. Fue fantástico… pero no me llevó al clímax, de hecho, se detuvo justo antes de que yo fuera a acabar, negándome el orgasmo. Estuve a punto de quejarme, cuando ella dijo:
―Si me chupás la concha, te cuento todo lo que pasó con papá.
¿Cómo podía negarme a semejante oferta? Si obtengo una recompensa por hacer algo que me gusta.
Sí, Charly, lo admito y sin arrepentimientos: me calienta chupar conchas, quiero comerme muchas conchas en la vida; pero la que más me gusta es la de mi hermana.
Dejé que ella se acomodara y antes de mandarme por el plato principal, me entretuve un buen rato amasando y chupando sus grandes tetas. ¡Qué delicia! Son un vicio, una vez que te metés esos pezones en la boca, no podés parar… además, al ser tan grandes, hay que chuparlas por sectores.
Después comencé a bajar, no porque ya estuviera cansada de chupar tetas, sino porque me esperaba algo mejor. Metí la cabeza entre las piernas de mi hermana y absorbí el aroma de su sexo. Tenía la concha húmeda y quiero pensar que le quedó así por haberme comido la concha a mí, y por lo que hice con sus tetas. Y ahí nomás me lancé, a comerme la segunda concha en un día. Por eso puedo reconocer que el sexo lésbico me gusta, sería una hipocresía no admitirlo.
Mientras yo ponía empeño en lamer el clítoris de Gabriela, ella empezó a contarme lo que yo tanto quería saber. Y no solo me lo contó, sino que además me lo mostró.
Sí era cierto que fue al cine con mi papá, me mostró fotos de ellos dos justo antes de entrar a ver la película, y luego algunas fotos dentro de la sala. Lo más interesante fue ver el video, aunque si hubiera sido paciente, lo hubiera visto en Twitter, porque Gabriela lo subió. En ese video pude ver cómo ella le comía la pija a mi papá ¡dentro de la sala de cine! La muy puta no solo le hace petes a su propio padre, sino que además es tan loca como para hacerlo en público. A pesar de que me aclaró que la sala estaba prácticamente vacía y que nadie los vio, no se puede negar que fue un gran riesgo.
Me calenté mucho viendo cómo ella se tragaba esa gruesa verga con total devoción, una puta amante de las buenas pijas.
―Demoraron mucho como para ver una película ―le dije, mientras le acariciaba la concha―. ¿Qué hicieron? ¿Miraron otra y se la volviste a chupar?
―No. Después de eso nos fuimos a otro lado.
―¿Adonde?
―La idea me la diste vos, Julieta.
Abrí mucho los ojos.
―¿Fueron a un hotel?
―No estaba en mis planes; pero vos insististe tanto con el tema que me picó el bichito de la curiosidad, así que todo lo que pasó después del cine es tu culpa.
―¿Es mi culpa que vos seas una puta incestuosa? ―Aclaro que lo pregunté sin malicia. Al verlo escrito puede parecer una pregunta fuerte, chocante; pero yo se lo dije hasta con un poco de gracia. Y ella no se lo tomó a mal.
―En parte sí es tu culpa ―dijo, con una sonrisa―. Me hice muchas pajas pensando en vos, Juli… incluso antes de empezar a hacer cosas con mamá y papá. Siempre soñé con un momento como este… las dos desnudas en la cama, chupándonos las conchas. Es hermoso. Vos tenés la culpa de que el incesto me caliente tanto. Vos despertaste esas fantasías.
―¿Yo? Pero si nunca hice nada.
―No necesitás hacer nada para calentar a alguien, Julieta. Sos hermosa, con eso es más que suficiente.
Ay, Charly… vas a pensar que soy una boluda, una romántica desquiciada, o vas a pensar que estoy completamente loca… y probablemente todo eso sea cierto. Las palabras de Gabriela fue lo más lindo que escuché en mi vida, más al venir de alguien como ella. Esta vez sentí algo diferente, mucho más intenso. Al inmenso morbo se le sumó una incómoda sensación romántica. No puedo describirlo de otra manera. De pronto empecé a sentir por mi hermana cosas que nunca sentí por otra persona (o que creí sentir por otra persona, pero ahora me doy cuenta de que no era así). Quizás podría decir que sentí amor por ella; pero no hablo de un amor que puede tener una chica normal por su hermana. No, lo que me pasó fue mucho más fuerte… y vergonzoso. Te lo cuento a vos, porque sé que vas a guardar el secreto; pero no me animaría a decírselo a nadie más. Ni siquiera a la propia Gabriela.
Creo que me estoy enamorando de mi hermana.
¡Ya está, lo dije!
Siento una fuerte opresión en el pecho.
Desde que pasó eso, cada vez que pienso en Gabriela termino excitada, y además me vienen unas ganas locas de abrazarla, de besarla, de tenerla a mi lado. Me gustaría que estuvieramos abrazadas, las dos desnudas, mirando una película en el living de casa, como si fuéramos novias. Eso es preocupante, lo sé. Pero no me puedo quitar esas ideas de la cabeza. Estos últimos días me pasé muchas horas fantaseando con que Gabriela es mi novia.
¿Cómo sería eso? Me refiero a ¿cómo se adaptaría a la realidad una relación amorosa entre dos hermanas?
Sé que no va a pasar nunca, pero me sirve como ejercicio mental.
Evidentemente no podríamos hacerlo público, tendríamos que esconder nuestra relación del mundo. Aunque, por la forma en que mis padres aceptaron las relaciones incestuosas, quizás ellos puedan aceptarlo. ¿Y qué haríamos? Sí, podríamos salir juntas… pero nunca podríamos besarnos en la vía pública, o andar muy abrazadas y cariñosas, a menos que estemos muy lejos de casa, donde nadie pueda reconocernos.
¿Tendríamos que tener novios para disimular nuestra relación? Probablemente al principio no sería necesario; pero serviría si alguien empieza a sospechar que entre nosotras pasa algo raro.
En fin, de momento no le voy a dar más vueltas al asunto, y no te tomes muy en serio todo lo que dije, fue un simple ensayo hipotético.
Lo que sí es cierto es que le comí la boca a Gabriela cuando me dijo esas palabras tan lindas. Me abalancé sobre ella y nos pasamos largos minutos entrelazando nuestras lenguas. Nunca besé a nadie de esa manera, ni siquiera a mis novios. Nos metimos los dedos mientras nos comíamos las bocas, fue hermoso, mágico… espectacular… y sumamente morboso.
Gabriela se apiadó de mí y me permitió disfrutar del resto de sus videos mientras ella me comía la concha. Me pasó su celular y me dijo: “Ahí tenés todo lo que pasó en el hotel”.
En el primer video pude verla chupando pija… otra vez. No sentí ni un poco de incomodidad al verlo, no después de lo que hice con mi mamá. ¿Cómo le voy a reprochar a Gaby chuparle la pija a papá si yo le comí la concha a dos mujeres de mi familia? Este pete también terminó en su cuenta de Twitter, porque a mi papá no se le ve la cara en ningún momento. Obviamente a mí no me quedan dudas de que era él, esa pija ya la conozco bastante bien. Después llegó el momento que yo tanto estaba esperando, y lo disfruté con la lengua de Gabriela estimulándome el clítoris.
En el video ella se puso en cuatro sobre la cama y meneó el orto, ofreciéndoselo a mi papá. Yo sabía que él la iba a clavar, ya no tenía dudas… y sé que esa pija hizo más que meterse ocasionalmente en la concha de Gabriela; aunque mi hermana no lo quiera reconocer, sé que antes del momento del hotel ella recibió más de una buena cogida por parte de mi papá, incluso puede que mi mamá también haya participado de esos momentos. La principal prueba de eso me la dio este mismo video. Mi papá no hizo lo que tendría que haber hecho si ésta fuera la primera vez que se cogía a su hija. No fue por la concha de Gabriela, apuntó su gruesa verga al culo y con la ayuda de una buena cantidad de lubricante (proporcionado por el mismo hotel), empezó a enterrarle la pija en el orto. Ella gimió como una gata en celo y meneó el culo, ayudando a que la verga se le clavara más y más. Como a la muy puta seguramente le rompieron el orto muchas veces, la verga le entró con bastante facilidad. En ese momento me calenté pensando en las veces que mi papá le habrá dado por el culo a Gabriela. Sí, es que no tengo dudas de eso tampoco. Porque le enterró la verga en el orto sin siquiera pedir permiso, lo hizo con total naturalidad, casi como si estuviera diciendo a gritos: Al culo de mi hija ya lo clavé varias veces.
Él la agarró de los pelos y empezó a darle con fuerza… se me mojó la concha al ver a mi papá tan agresivo, sexualmente hablando. Puede que haya sentido un poco de celos… no me animo a hacer algo así con mi papá, mucho menos por el culo; pero… ¿y si me diera de probar un poquito su pija? Al fin y al cabo yo también soy su nena. Si le da pija a Gaby, ¿por qué no me la puede dar a mí también?
Se me revuelve todo al pensar en esto... creo que me animaría a chuparle la pija a mi papá. Aunque sea una vez, como para probar. Sí, Charly… sé que es una locura… ¡Pero Gabriela le entregó el orto! Se dejó clavar toda la pija por el orto ¡en un hotel! Eso es lo más incestuoso que puede haber. Yo solo quiero dar una probadita, sentir esa verga dentro de la boca y… tal vez hasta podría probar la lechita. Aunque no sé, quizás eso sea demasiado. Pero es que vi cómo le llenaba el orto de leche a Gaby… y cómo ella ponía la boca para recibir los últimos chorros de semen… y bueno, me dieron ganitas.
Es posible que me haya vuelto un poquito loca al ver estas imágenes mientras mi hermana me provocaba un tremendo orgasmo al chuparme la concha, fue una mala combinación. Por culpa de lo que vi y de las cosas que experimenté el domingo, ahora tengo la cabeza llena de ideas incestuosas… y me tengo que clavar como cuatro pajas al día para bajar la calentura que tengo. Intenté no acercarme tanto a mi familia en estos días, pero estoy segura de que pronto voy a cometer alguna otra locura. Tengo unas ganas locas de coger con mi hermana, de chuparle la concha a mi mamá… y de comerme la pija de papá.
Por ahora lo dejo acá, Charly, necesito tocarme… otra vez. Te prometo que si llego a hacer alguna de esas cosas, te voy a contar todo. Gracias por escucharme siempre.