Terapia Sexual Intensiva (09).
Julieta le cuenta a su psicólogo qué ocurrió la tarde que pasó con su hermana en la casaquinta, junto a Claudio y Rubén.
Capítulo 9
Charly, aquí Julieta, reportándose otra vez. Te prometí que te iba a contar el resto de lo que pasó en la quinta de Rubén, con mi hermana y ese rubio hermoso de Claudio. Pero también te tengo que contar sobre sesión de terapia que tuve hoy con Germán, porque fue muy interesante. De paso me va a servir para contarte lo de la quinta, porque hablamos justamente sobre ese tema.
Como siempre, Germán me recibió con un beso en la mejilla. Con mucho profesionalismo, me pidió que pasara. Al caminar junto a él lo miré de reojo, y me pareció notar que me estaba mirando el culo. Puede que se deba a que yo tenía puesto un pantalón de jean muy ajustado, que me moldeaba las nalgas a la perfección. Tal vez yo no estoy tan buena como mi hermana, pero tengo buen culo, carajo. Y estoy muy orgullosa de eso.
Germán tomó asiento, y yo, que aún seguía parada, di dos vueltas en mi lugar.
―¿No notás algo diferente en mí? ―Le pregunté, con una alegre sonrisa.
―Mmm… bueno, tenés un pantalón bastante ajustado. Normalmente no usás ese tipo de ropa. ¿Se debe a una ocasión especial?
―Se podría decir que sí…
―¿Pensás salir con alguien?
―Nah, lo especial es que estoy contenta… porque me cogieron. Me pegaron una cogida tremenda, y me hicieron feliz.
Pocas veces vi reacciones en el rostro de Germán, casi siempre parece un robot insensible. Pero esta vez sus ojos se abrieron tanto que creí que se le saldrían de las cuencas y romperían sus anteojos.
―¿Tanto te sorprende saber que me cogieron? ―Le pregunté.
―Este… no, no es eso… me sorprendió la forma en que lo dijiste.
―Puede que me haya zarpado un poquito, perdón.
―No, está bien… últimamente estoy notando que querés ser más directa a la hora de hablar de sexo.
―Sí, eso es muy cierto, creo que se debe a las cosas que escribo en mi diario ―¿Ves Charly?, otra vez la culpa es tuya―. Me gusta narrar mis experiencias sexuales, y usar términos muy explícitos… me calienta.
Esta vez sí me senté, Germán me miró en silencio durante unos segundos, con una mano apoyada en el mentón, y las piernas cruzadas. Volvía a estar tan sereno como siempre.
―¿Y te calienta hablarme a mí de manera tan explícita?
Charly, ¿te acordás que te dije que Germán era buen psicólogo y sabía leerme muy bien. Bueno, casi me meo encima cuando dijo eso. No le iba a decir la verdad, porque hubiera quedado como una una pajera… sé que lo soy, pero no era la forma de comunicárselo a mi terapeuta.
―No, nada que ver, ―le dije―. Lo que pasa es que me cansé de andar con tantas vueltas en el sexo. Desde ahora en adelante lo voy a encarar de otra manera. De una manera mucho más directa. Si quiero coger con alguien, lo voy a hacer… o al menos lo voy a intentar.
―¿Y a qué se debe ese cambio de actitud?
―A la cogida que me pegaron. No me hice tanto drama, me invitaron a coger y accedí… me dejé coger. Sin vueltas. A disfrutar y listo. La pasé genial. Me metieron la pija todo el día.
Noté que él se movía incómodo. ¿Le calentará lo que yo le digo? ¿O solamente le causará incomodidad? Como sea, estaba haciéndolo reaccionar.
―¿Y con quién fue? Si se puede saber.
―Sí, fue con un amigo de mi papá, que se llama Rubén.
No voy a empezar el cuento desde cero, porque acá me limité a narrarle lo mismo que te conté la otra vez. Y sí, usé prácticamente los mismos términos explícitos, incluso cuando me llenaron la cara de leche. Él se movió incómodo todo el tiempo, posiblemente tenía la pija dura y no sabía cómo disimularlo.
―¿Y qué más pasó? ―Preguntó Germán, luego de que le narré la parte del semen.
―Después de eso seguimos nadando, pero esta vez lo hicimos desnudos. Nunca en mi vida había nadado desnuda, y hacerlo en una casa quinta, con una mujer y otros dos tipos, me hizo sentir re puta. ¿Nunca te contaron anécdotas de “partuzas” que se arman en las casa quinta, y que las putas terminan desnudas nadando en la pileta?
―Escuché cosas así, claro…
―Bueno, yo nunca me imaginé que sería una de esas putas… de mi hermana sí lo creía; pero no de mí.
―¿Y cómo te hizo sentir eso?
―¡Muy bien! Al fin pasó algo emocionante en mi vida. No te digo que vaya a ser una puta todos los días. Pero no creo que tenga nada de malo portarme como una puta al menos una vez. Y fui bien puta, te lo aseguro.
―¿Por qué lo decís?
―Porque cuando salimos de la pileta, listos para coger otra vez, no fui a buscar a Rubén, sino que me agaché delante de Claudio, y empecé a chuparle la pija, sin pedirle permiso. Obvio que él no se quejó. Al contrario, me agarró de la cabeza y me hizo tragar toda su poronga. Se le puso dura enseguida, me cogió la boca como si estuviéramos grabando una película porno.
―¿Te gustó que fuera tan rudo con vos?
―¡Sí! Me hubiera enojado mucho si no me hacía eso, después de la forma en que se cogió a mi hermana. Yo quería el mismo tratamiento que ella. Si a ella se la iban a coger duro, entonces yo quería lo mismo. Pensé que me ibas a decir algo más acerca de Claudio.
―¿Algo como qué?
―No sé… o sea, se llama igual que mi ex novio.
―Pero no es tu ex novio.
―No, para nada… este tipo hace quedar a mi ex como un impotente. Y no creas que lo busqué porque se llama así, porque nada que ver. Si me fijé en él fue por la pija que tiene. Además, no había mucho más de dónde elegir, yo quería probar otra poronga y la única alternativa que tenía era la de Claudio.
―Entiendo. Es un tipo muy distinto a tu ex novio, solo da la casualidad de que se llaman igual.
―Así es.
―Entonces, la estabas pasando bien chupándosela a Claudio.
Tengo que admitir, Charly, que me dio mucho morbo que Germán me dijera eso. Es un tipo muy correcto y profesional, para él no debió ser nada fácil expresarse con esos términos. Y vos sabés muy bien que últimamente me cuesta resistirme al morbo. En un acto de locura temporal, separé las piernas. Noté que la mirada de Germán bajaba. El pantalón era tan ajustado que me marcaba la división de los labios de la concha. Para ponerlo más nervioso, yo también miré hacia abajo, efectivamente, se podía ver muy bien cómo el pantalón se me encajaba en toda la raya. Con dos dedos apreté uno de mis gajos vaginales, algo que me calentó mucho, y dije:
―Este pantalón me marca mucho el papo. Creo que no lo debería usar demasiado. ¿A vos te parece sexy que a una mujer se le marque la concha así, o pensás que resulta desagradable?
―Emm… no creo ser la persona más apropiada para responder eso ―dijo, rojo de la vergüenza… o tal vez de la calentura, o un poco de ambas.
―¿Por qué no? No te estoy pidiendo tu opinión como psicólogo, sino como hombre. ¿Acaso no sos hombre?
―Sí, claro…
―¿Hombre heterosexual?
―Así es.
―Entonces te gustan las mujeres.
―Sí.
―Eso te hace la persona indicada para responder. ―Me puse de pie, di media vuelta, dándole la espalda, y me agaché lo suficiente como para que mi culo se viera completo y además se notaran mis gajos vaginales, bien marcados por la tirante tela del pantalón―. Decime ¿este pantalón me queda sexy o vulgar? Me gustaría mostrar en la calle que me siento sexy y que estoy dispuesta a iniciar una aventura sexual… pero tampoco quiero verme vulgar. Así que respondé con sinceridad, yo no me voy a ofender ―para rematar, me acaricié toda la raya de la concha con dos dedos.
―Em… a ver… em… siendo totalmente honesto, creo que es algo vulgar. Vos sos una chica muy bonita, tenés un cuerpo… llamativo. No creo que te haga falta usar ropa que te marque tanto la…
―La concha ―respondí por él.
―Claro, eso.
―Bueno, gracias por tu sincera opinión ―dije, mientras volvía a tomar asiento.
Te juro, Charly, que ni por un segundo se me cruzó por la cabeza la idea de cerrar las piernas. Me senté como se sienta mi papá en el sofá, cada vez que mira un partido de fútbol. Con las piernas bien separadas, y los brazos por encima del respaldo. Los ojos del psicólogo se quedaron fijos en mi entrepierna.
―Así de abierta lo recibí a Claudio ―le dije, sacándolo de su trance. Él me miró intentando mantener la calma, pero me dio la impresión de que estaba asustado y avergonzado.
―¿Cómo dijiste?
―Que así de abierta lo recibí a Claudio… el de la quinta. Pero claro, ese día yo no tenía nada de ropa, estaba con la concha al aire… bien dilatada, por la cogida que me había dado Rubén. Así que cuando Claudio me clavó la pija, entró entera de una vez… y yo me puse a gemir como una puta… total, ahí nadie podía escucharnos. A mí hermana también se la estaban cogiendo… Rubén empezó a montarla de la misma forma que lo hizo la vez que los sorprendí juntos.Verla coger a Gabriela siempre es un espectáculo. ¡Qué hermoso cuerpo que tiene esa pendeja! ¡Me encanta!
―¿En qué sentido lo decís?
―A ver, entiendo que es mi hermana, pero me produce morbo verla desnuda, es muy hermosa. Me gustaría tener el cuerpo que tiene ella… esas tetas, ese culo… esa concha… porque sí, hasta la concha de Gabriela es más linda que la mía. Bueno, vos nunca me viste la concha, tampoco te imagines que la tengo horrible… la tengo bastante linda. Pero la de Gabi es todavía más linda. Te lo puedo asegurar. Tal vez algún día te muestre una foto de las dos, para que decidas cuál es la más linda.
―Eso no es necesario, Julieta. No sería apropiado que me estuvieras mostrando esas cosas tan íntimas.
―¡Era un chiste, tarado! ―Exclamé, y empecé a reírme―. Pero fuera de bromas, te aseguro que Gabriela no tendría ningún problema en mostrarte la concha. A ella le encanta el exhibicionismo. ¿Te conté que ella me tiene bloqueada en Twitter?
―No sabía nada de eso.
―Bueno, así era. Yo pensé que bloqueó para que no me metiera en su vida; pero ahora sospecho que tal vez se deba a otra cosa. Después de lo que pasó en la quinta de Rubén, ella ganó mucha confianza en mí, y se animó a desbloquearme… de Instagram. No de Twitter. Me dijo que si seguíamos llevándonos tan bien, tal vez me desbloquee en Twitter también. Mirá las fotos que subió a Instagram. ―Me levanté, con el celular en mano, mientras buscaba el Instagram de mi hermana―. Movete un poquito ―le pedí a Germán. Él se acurrucó contra uno de los costados del sillón, y yo me senté pegada a su lado. Pude ver que tenía una erección, la cual intentaba disimular cubriéndose con su carpeta de apuntes. Ni siquiera estaba tomando notas, esa hoja estaba en blanco―. Te presento a mi hermana ―le mostré una foto en la que Gabriela sonreía a cámara, con sus grandes ojos negros. Estaba preciosa―. Esta es de las fotos más “normales” que sube… pero las que realmente te van a interesar son estás ―deslicé el dedo por la pantalla y bajé para mostrarle otra foto de Gabriela con cara de “bebota”, y un escote que prácticamente no cubría nada de sus imponentes y firmes tetas. La dejé visible durante unos segundos y pasé a la siguiente. Esta vez no se veía la cara de gabriela, sino que era un primer plano de su enorme culo, con la piel tersa, sin una sola marca que lo arruinara. Tenía puesta una diminuta tanga que le encajaba en la concha, marcándole todo el papo―. ¿Ves cómo se le marca toda? A ella le encanta subir este tipo de fotos a Instagram, jugando con el límite de lo permitido, porque te aseguro que si separa un poco más las piernas, se le ve media concha. Esa tanga le queda chica. ―Pasé a la siguiente foto y acá se veía a Gabi de espalda, girando la cabeza hacia atrás, para mirar a la cámara. tenía las manos apoyada en el borde de una mesa. Era obvio que no tenía corpiño, porque su espalda estaba completamente desnuda; pero no se le veían las tetas. Sin embargo lo más llamativo de la foto eran sus macizas nalgas en pompa. Tenía puesta una tanga blanca y, una vez más, se le marcaba toda la concha, incluso se podía notar la división de sus labios vaginales―. Esta foto me encanta ―aseguré―. Sé que se la tomó mi mamá, Gabi me lo dijo. Es una foto un poco vieja, en esa época a mi mamá le molestaba que Gabriela subiera este tipo de fotos a su Instagram, pero sabe que no puede evitarlo. ―Pasé a la siguiente imagen, acá se veía el culo de Gabi en primer plano, ella estaba en cuatro patas, y la tanga apenas le tapaba la concha―. Esta foto ya está el límite de lo permitido en Instagram, fijate que hasta se le ve un poco el agujero del culo, esa tanga no le tapa nada ―Germán se movió incómodo a mi lado―. ¿Te imaginás metiendo la verga en ese culo? Si yo fuera hombre, me encantaría poder hacerlo… o sea, es mi hermana, pero… ¡mirá el orto que tiene!
Cuando la agarró Rubén, en la quinta, pude ver desde muy cerca cómo la pija le entraba por el culo. ¡Si hubieras escuchado los gemidos de gata en celo de Gabi! Hasta vos te la hubieras querido coger en ese momento. Lo que me sorprendió es la forma en la que se deslizó la pija dentro de ese agujero… pensé que iba a costar más; pero al parecer Gabi ya tiene el culo bien trabajado… y se ve que Rubén tiene experiencia en el asunto. Le fue enterrando la pija despacito, pero de forma constante… ella ronroneaba de placer. Hasta que le entró toda… ahí Rubén dejó de ser tan cariñoso. La agarró con fuerza de la cadera y empezó a darle unos pijazos tremendo. A mí me estaban cogiendo en cuatro, por la concha, y tenía el culo de Gabi a menos de un metro de la cara. Pude ver perfectamente cómo se la hacía agua la concha y cómo la pija le abría el orto. Un espectáculo hermoso. De lo más caliente que vi en mi vida. Jamás me había imaginado que me encontraría en una situación como ésta… me estaban dando una de las mejores cogidas de mi vida, y además podía ver cómo le rompían el orto a mi hermana.
En ese momento lo que más me interesaba era verla a ella, en pleno desempeño sexual. Por eso le dije a Claudio “Andá a darle vos también, quiero ver cómo se cogen a esa puta”. Él me hizo caso, se acercó a Gabi por delante y le metió toda la verga en la boca. Ella le dio dos chupones y dijo algo que me provocó un morbo tremendo: “Mmm, qué rico gusto a concha que tiene esta pija”. ¡Se refería a mi concha! La verga de Claudio estaba bien cubierta por mis flujos vaginales, los cuales habían terminado en la lengua de mi hermana. Ahí nomás empecé a hacerme tremenda paja ―mientras le contaba esto a mi psicólogo, iba pasando las fotos del Instagram de Gabi. En la mayoría de las mismas pudimos ver su culo, o su concha apenas cubierta por una diminuta tanga. Germán se movía incómodo y yo le miraba el bulto sin disimulo. Él ya no podía cubrirlo. En un arrebato de locura y calentura, estiré la mano y le agarré la pija por encima del pantalón. Estaba super dura―. Se ve que te está gustando la anécdota ―le dije, con una sonrisa picarona―. Se te puso re dura la chota.
―Em… este… no es apropiado que me estés tocando de esa manera, soy tu terapeuta.
―Tampoco es apropiado que se te pare la chota mientras yo te cuento cosas de mi vida. ¿Alguna vez te cogiste una paciente? Ojo, no pienses mal. No te estoy pidiendo que me cojas ―al decir esto, estrujé la punta de su verga con mis dedos, él se movió como si hubiera recibido una descarga eléctrica―. Solo pregunto por curiosidad.
―No, nunca lo hice ―respondió, con la voz ronca―. Los terapeutas no podemos relacionarnos de esa manera con nuestras pacientes. Va contra la ética profesional.
Ahora, mientras escribo todo esto, me cuesta saber por qué me comporté de esa manera. No me juzgues, Charly. Sé que obré mal y estoy muy avergonzada de mis actos. Pero no puedo hacer nada para deshacerlos. Tal vez quería mostrarle a Germán la “nueva yo”, una Julieta segura de sí misma que sabe que es capaz de provocar a un hombre. Una Julieta sexualmente activa que tiene ganas de experimentar más. Pero en el fondo sigo siendo la misma Julieta insegura de siempre. Me cuesta horrores narrar lo que ocurrió en el consultorio porque me avergüenzo de mí misma. Me calienta sí, porque no puedo evitar el morbo que sentí. Pero al mismo tiempo me siento como una estúpida. Me comporté como una puta barata con Rubén y Claudio, eso lo disfruté mucho. Fue algo propio del momento, me habían invitado a una quinta a coger. Sin vueltas. Sin embargo no tengo forma de justificar mi comportamiento con Germán… y la cosa no quedó ahí.
Él estaba soltando un discurso de por qué un psicólogo no debería intimar con sus pacientes, hasta que yo le dije:
―Calmate, Germán… no te estaba invitando a coger. Solo pregunté por curiosidad ―saqué la mano de su bulto―. Pero me alegra ver que se te puso dura la pija, eso demuestra que no sos un robot. Que te afectan las cosas que te cuento. ―Esperé por su respuesta, pero no dijo nada―. Te sigo contando lo que pasó después. ¿Alguna vez viste, en persona, a una pendeja que se la garchan entre dos? Nunca había visto algo así. Me acosté en el césped, con las piernas bien abiertas, y empecé a pajearme. En otro contexto me hubiera muerto de la vergüenza al hacerme la paja delante de Rubén y Claudio, pero ya me habían metido la pija los dos… me calentó que me vieran colándome los dedos. Por su parte, Claudio se acostó debajo de Gabi y ella acomodó la pija para que le entrara en la concha. Rubén se apartó un ratito, mientras ellos se acomodaban, y pude ver cómo le había dejado el culo abierto a Gabi. Cuando ya estuvieron en posición, él le clavó el orto una vez más. Y ahora sí, le pegaron tremendo garche entre los dos. Me di cuenta que ésta no era la primera doble penetracion de mi hermana, ella estaba muy cómoda y sabía cómo moverse para que las pijas hicieran su trabajo sin abandonar los agujeros. ―Miré el bulto de Germán y después lo miré a los ojos―. ¿Alguna pregunta?
―Este… no, creo que no.
―¿De verdad? ¿Eso es lo mejor que podés decir? Siempre me hacés un montón de preguntas… ¿y ahora nada?
En retrospectiva puedo decir que, por alguna razón, lo estaba desafiando. No sé… es como si estuviera enojada con él. Te juro, Charly, que le dije todo eso con un poco de bronca. ¿Por qué? ¡Qué se yo! Me salió así. Tal vez se deba a que me jode que él siempre me vea como la frágil paciente que no sabe nad de la vida; pero ahora era yo la que estaba por encima de él. Lo tenía atrapado, mental y físicamente, porque él no se podía mover ni un milímetro conmigo sentada en el mismo sillón.
Germán hizo algo que me sorprendió mucho: se agarró la verga. Pero fue algo de un segundo. Tal vez él ni siquiera se percató de su acción, y si lo hizo, probablemente se arrepintió. Agarró su paquete, con total naturalidad, y lo acomodó. Una vez escuché que a los hombres les puede llegar a doler tener la pija parada dentro del pantalón, especialmente si éste es muy ajustado. Puede que a él le estuviera doliendo un poco, por eso buscó una posición más cómoda para su verga.
―Podría hacerte algunas preguntas ―dijo, con tono profesional. Él tenía una evidente erección, yo le estaba mostrando fotos del orto de mi hermana mientras le contaba cómo a ella se la recontra cogieron entre dos tipos; pero Germán parecía empecinado en mantener su papel de “Psicólogo respetable”―. ¿Sentís que tu hermana te ayudó a liberarte?
―Sí, definitivamente. Si ella no me hubiera llevado a esa quinta, yo seguiría con ganas de coger y lamentándome porque nadie quiere hacerlo conmigo. Gabriela me demostró que Rubén y Claudio estaban encantados de poder cogerme… y bueno, especialmente de poder cogerla a ella. Porque con ella se tomaron más tiempo. Y no lo digo por celos. A mí me encantó ver cómo se la cogían, fue maravilloso. Es más, mientras me colaba los dedos y me frotaba toda la concha, les pedía que se la cogieran más fuerte… y durante más tiempo. Y lo hicieron. Si yo hubiera sido hombre, y hubiera estado en el lugar de esos dos, también me hubiera dedicado más a cogerme a Gabriela. La hubiera agarrado de los pelos y le hubiera clavado toda la pija en el orto, para hacerla gemir como a una puta.
―Me da la impresión de que pasaste de odiar a tu hermana a admirarla.
―Puede ser… a ver, es mi hermana, una siempre se pelea con la hermana. Sé que algún día me voy a pelear con Gabi, por cualquier boludez… porque así es la vida, y a veces ella es tan egoísta que me desespera. Pero desde que ella leyó mi diario nuestra relación cambió mucho. Nos volvimos más confidentes, más amigas. Empezó a mostrarme otras facetas de su personalidad. Ahora sé que puede ser egocéntrica, pero también se preocupa por su familia… al menos a su manera. Ella podría haber ido sola a la quinta, y que los dos se la cogieran solamente a ella; pero me invitó a mí, para que pudiera pasarla bien.
―En más de una ocasión dijiste que Gabriela es una puta… ¿te agrada que ella sea así?
―Puede que sí… la admiro, por ser tan libre, por disfrutar del sexo sin acomplejarse demasiado.
―¿Pensás que te quedaste con algún complejo después de lo que pasó en la quinta?
―Sí, totalmente. Para Rubén y Claudio ahora yo soy tan puta como mi hermana. Hasta me dieron a entender que cuando quisieran cogerse a alguna puta que se los dejara fácil, me llamarían a mí. O sea, ahora me ven como “La puta fácil”. La puta que pueden invitar a coger cuando quieran, porque siempre les va a decir que sí.
―¿Y eso es cierto? ¿Les dirías que sí?
Me quedé pensando un segundo.
―Tal vez… puede ser. Depende… si me agarran con muchas ganas de coger, les diría que sí. Sé que jamás voy a poder cambiar la imagen que tiene de mí, a esa me la tengo que bancar. Pero creo que es mejor que ellos dos me vean como una puta, antes de que todo el mundo me vea así. Admiro a Gabriela, por toda su actitud; pero me daría miedo ser como ella. Yo soy una boluda muy básica. Quizás algún día pueda conocer al tipo indicado, me casaría y formaría una familia… y no me gustaría que mi marido tuviera que aguantar comentarios como: “Te casaste con la puta barata del barrio, a esa la cogimos todos”. Algo que, definitivamente, le pasaría a cualquier hombre que decida casarse con Gabriela. Ella ya tiene fama de puta fácil. Pero no le importa… y eso es lo que más admiro de ella: Que no le importa lo que piensen los demás.
―Entiendo. Uno de los problemas que más suelen tratarse en estos consultorios es la presión social. Lo que la gente dirá.
―Sí, es una mierda ―aseguré―. De a ratos puedo pensar: “Que el mundo se vaya a la mierda, yo voy a hacer lo que me dé la gana”; pero al otro día me arrepiento y me pregunto qué consecuencias tendrán mis actos. Por suerte lo que pasó en la quinta solamente lo saben tres personas… bueno, ahora vos también lo sabés. Pero sos mi psicólogo, y no le vas a contar a nadie.
Ahora que lo pienso, vos también estás al tanto de todo, Charly. Esta vez no te voy a amenazar, ya me quedó claro que no le vas a contar nada a nadie… al menos no a propósito. Y si mi hermana lee esto, no me molestaría tanto.
Dije “Tanto”. Si estás leyendo esto, más te vale dejar el diario donde lo encontraste, porque te voy a cortar las tetas. ¿Te quedó claro, Gabi? Si querés que nos llevemos bien, no te metas con mis cosas.
―¿Qué más pasó en la quinta? ―Me preguntó el psicólogo, acomodándose los anteojos.
No hizo ni el menor intento por cubrir su erección. Se comportó como si eso fuera lo más normal del mundo. Tal vez estaba tan avergonzado que prefería hacer de cuenta que eso no estaba ocurriendo. Le di una tregua, no lo molesté por ese asunto.
―Después de que le estuvieron dando a mi hermana un largo rato… yo empecé a sentir la necesidad de que me metieran una pija en la concha, y así lo pedí. Los dos tipos dejaron descansar a Gabi, ella estaba cubierta de perlitas de sudor… bajo el sol brillaba como una diosa. Estaba preciosa… y con el culo bien abierto. Claudio y Rubén se me acercaron y me pidieron que me pusiera de rodillas. Me ofrecieron sus vergas y cuando las vi, tan firmes y venosas, se me cayó la baba. Nunca había tenido la oportunidad de hacer algo así, y estaba tan caliente que me mandé sin dudarlo. Primero chupé la verga de Rubén, lo mejor que pude. Intenté tragarla toda, pero me resultó imposible. Sin embargo le di un buen tratamiento, no se puede quejar. Después chupé la pija de Claudio, mientras pajeaba a Rubén. No te voy a mentir, a veces miro porno… soy bastante pajera… y me calienta ver videos de una chica chupando dos pijas. No podía creer que ahora eso fuera una realidad. Ya no se trataba de una mujer anónima en un video, la que estaba comiendo dos pijas a la vez era yo.
Me dediqué a eso durante un buen rato, hasta que Rubén me pidió que me pusiera en cuatro. Lo hice y apuntó la verga hacia mi culo. Ahí lo tuve que frenar. Le aclaré que nunca me cogieron por el culo y que no me sentía preparada como para empezar con eso. Él aseguró que no había problema y ahí nomás me clavó la pija en la concha, hasta el fondo. Grité como una trola. Empecé a pedir más y escuché a Gabi diciendo: “Metele la pija en la boca, a ver si se calla un rato”. Claudio le hizo caso, me dio pija para chupar. Unos segundos más tarde caí en la cuenta de que estaba cogiendo con dos tipos a la vez, uno me daba por la concha y el otro por la boca. Estaba haciendo algo propio de Gabi. Algo que jamás pensé que me animaría a hacer.
A ver, tengo que admitir que Rubén coge muy bien, se nota que el tipo tiene mucha experiencia en esto. A pesar de que estuvo dándole duro a mi hermana por el orto, no mostraba signos de estar cansado. A mí me cogió igual de bien. Pero más allá de la buena cogida, lo que más me calentaba era el morbo de la situación, porque mientras chupaba pija, podía ver como Gabriela se hacía una hermosa paja. Dejó las piernas abiertas, con la concha apuntando hacia mí, creo que quería mostrarme cómo se colaba los dedos… y cómo le habían dejado la concha abierta.
Después Claudio intercambió lugares con Rubén. Ahora él era quien me metía la pija en la concha, y yo empecé a chupar la otra, con mucho gusto. Ahí sí que me sentí una puta fácil que se deja usar. En ese momento esa sensación me encantó, me dio un morbo tremendo. Pero bueno...
―Pero después empezaron las dudas ―dijo el psicólogo, con tranquilidad.
―Así es.
―¿Te da miedo volver a comportarte así otra vez?
―Sí, totalmente. Especialmente si eso ocurriera con otras personas…
Sí, Charly, ya sé lo que estás pensando. Sé que me comporté como una pajera con Germán y que por lo que le conté y por haberle agarrado el bulto, él ya debe estar pensando que yo soy una puta fácil. Eso es mi culpa, debí controlar mejor mis acciones… y mis palabras. Al escribir todo es que me doy cuenta que tal vez fui demasiado gráfica en muchos puntos. Pero en ese momento solo pensaba en ser lo más detallista posible, en hacerle entender que estaba muy feliz por la morbosa cogida que me dieron… y lo estoy. Sin embargo debería quedar en una aventura de una sola vez. Como la excepción de la regla. Yo no me comporto así todo el tiempo. No soy una puta.
―Sin embargo ―continuó Germán―, imagino que en ese momento… cuando ellos intercambiaron lugares, vos no te sentías para nada mal. Estas dudas que te invaden ahora ni siquiera tuvieron cabida en ese instante. Supongo que habrás disfrutado mucho el momento, por lo sexualmente atrevido que era.
―Eso es muy cierto. Yo pedía más pija, quería que me partieran al medio. Para colmo, mientras Claudio me montaba, Gabi hizo algo que no me encantó. Se puso justo entre mí y rubén, dándome la espalda. Agarró la pija del tipo y se la metió en la concha. Yo pude ver la penetración en un primerísimo primer plano. Fue espectacular… la forma en que se le abrió la cajeta para que toda esa verga entrara… ¡Me encantó!
―¿Estaba muy cerca de vos?
―Sí, con decirte que podía sentir el olor a concha… pero era un lindo olor a concha. El olor de una linda mujer en celo. Además yo no me quedé quieta. Se me revolvió todo del morbo y Claudio estaba penetrándome con muchas ganas. Empecé a chuparle los huevos a Rubén, mientras él se cogía a mi hermana. Así que la concha de Gabi directamente me rozaba contra la cara y la nariz.
―¿Y qué te generó estar tan cerca de la vagina de otra mujer?
―No sé, fue raro… a mí no me gustan las mujeres. Pero no puedo evitar reconocer que Gabi está re buena y la forma en la que le entraba esa verga… ¡uf! Se me moja la concha de solo recordarlo ―esta vez yo fui la que se tocó. Pasé mis dedos por mis gajos vaginales, como si estuviera masturbándome. Lo hice durante unos pocos segundos.
―¿Te produjo alguna sensación especial el que esa chica fuera tu hermana?
―Y… no te voy a mentir, da un poquito de morbo. O sea, me crié junto a Gabriela, nos peleamos y nos amigamos mil veces. Sé que ella es bastante promiscua, pero nunca me imaginé que la vería coger desde tan cerca. Pero más morbo me dio lo que pasó después.
―¿Qué pasó después?
―Nos cogieron un rato más, en esa misma posición, y después Rubén dijo: “Es hora de que estas pendejas se tomen la lechita”. Y ya te imaginarás qué pasó después… nos hicieron poner de rodillas frente a ellos y nos pusimos a chupar las pijas. Yo agarré la de Rubén, que por cierto, tenía un sabor a concha importante… a la concha de Gabi. Ella se la chupó a Claudio, pero después cambiamos. Así estuvimos unos minutos hasta que ellos, al mismo tiempo, como si se hubieran puesto de acuerdo, empezaron a tirarnos todo el semen en la cara. A mí me calienta mucho el semen, lo recibí con mucho gusto, con la boca abierta. Igual me salpicó por todos lados, hasta en las tetas. Era la segunda vez que me acababan en la cara, en un mismo día. Estaba en la gloria. Además nunca había recibido semen de dos tipos a la vez. Fue super morboso. Cuando estaban saliendo las últimas gotas de semen, empezamos a lamerles la punta de la chota… y entre las lamidas nuestras lenguas se encontraron varias veces. No me jodió lamer la lengua de mi hermana, por loco que te parezca, hasta me calentó. Para colmo Gabi, que es tan dada para el sexo, empezó a lamerme toda la cara. Las mejillas, el puente de la nariz, la frente… y los labios. Me pasó la lengua por los labios y fue muy raro…
Claro, yo no me quedé atrás, hice lo mismo con ella. La acicalé, como si fuéramos dos lindas gatitas. Le lamí toda la leche de la cara y me la tragué… sí, sé que eso es muy de puta; pero me encantó hacerlo. Y cuando le lamí los labios… ¡uf! Ella tiene una boca preciosa. No sé por qué lo hice, pero la besé. La besé de la misma forma que hubiera besado a un novio. Con pasión, metiendo mi lengua en su boca, dando algunos pequeños mordiscos a sus labios. Ella me abrazó y se unió más al beso. Su lengua también se puso muy juguetona y… ¡Dios! ―Me acaricié la concha otra vez―. Es que Gabi es como una diosa sexual… ella bajó la mano y empezó a acariciarme la concha. Bueno, “acariciar” no sería el verbo más indicado. Directamente empezó a pajearme… sí, porque me frotó el clítoris y me metió los dedos, como lo había hecho con su propia concha un rato antes. No dejó de besarme en ningún momento. Hacerse una paja es hermoso, pero que te la haga otra persona es una maravilla. Para colmo se nota que Gabi tiene tanta práctica como yo en este asunto de hacerse la paja. Y quise demostrarle que yo también sé hacerlo muy bien, por eso, mientras mi lengua luchaba contra la de ella, empecé a tocarle la concha.
No sé cuánto tiempo estuvimos haciendo eso, pero sí le metí los dedos durante un buen rato. Fue muy extraño sentir mis dedos entrando en esa cavidad tibia y húmeda. Esa “humedad viscosa” me fascina cuando yo misma me meto los dedos. Te juro que si ahora mismo me metieras los dedos en la concha, sentirías lo mismo que yo sentí al meterlos en la de mi hermana. Estoy así de mojada. No veo la hora de llegar a casa… me voy a hacer una paja tremenda.
Sí, Charly. Si te estás preguntando si lo hice, la respuesta es sí. Apenas llegué a casa me saqué toda la ropa, tenía la bombacha toda mojada. Me tiré en la cama y estuve como una hora colándome los dedos, casi sin parar. Tuve un orgasmo muy intenso, casi tanto como el que me provocó mi hermana en la quinta, y eso también se lo conté a Germán.
―Las dos acabamos casi al mismo tiempo ―le dije―, fue super lindo. Porque no dejamos de comernos las bocas en ningún momento, y los dedos empezaron a moverse muy rápido. Fue la escena más lésbica en la que estuve involucrada en mi vida… ¡y con mi propia hermana!
―¿Tenés algún arrepentimiento por haber hecho eso?
―Puede ser… sé que no excedimos un poco, pero bueno, tampoco es que hayamos terminado cogiendo. Fueron unos besos y algunas caricias extremas en la concha. Una vez que acabamos ya nos quedamos más tranquilas.
―¿Después de eso volvieron a su casa?
―No, porque todo esto que te conté pasó en relativamente poco tiempo. Nos quedamos unas horas más, aunque fueron mucho menos intensas. Nadamos desnudas, tomamos cervezas, nos dejamos manosear… te juro que ni nos pedían permiso. Nos metían los dedos en la concha, así de una… pero no nos molestaba, porque nosotras también le tocábamos a las vergas a ellos. A veces las chupábamos durante un rato… Gabi chupó bastante pija durante toda la tarde… y bueno, yo también; pero no tanto como ella. También nos cogieron otra vez, primero me cogió Rubén, ahí nomás, al costado de la pileta. Después, un poco más allá, mientras yo tomaba sol en concha, se me acercó Claudio y sin pedir permiso, me clavó toda la pija y me cogió un rato más.
A Gabi sí que le dieron para que tenga, incluso le hicieron doble penetración dos veces más… ¡y ella chocha! Pidió pija y le dieron pija… le rompieron bien el orto.
No volvimos a tocarnos entre nosotras, y bueno… después sí nos fuimos. Nos quedamos dormidas apenas llegamos a casa, estábamos agotadas.
―Tuvieron una jornada muy intensa.
―¡Sí, totalmente! La pasamos de maravilla.
―Está bien, entonces, si eso fue todo, podemos dejar acá la sesión de hoy… incluso nos pasamos un poco de hora.
―¡Uy, perdón por eso!
―No te preocupes ―me dijo, con una sonrisa tímida―. Creo que hoy hicimos un gran avance, nunca te habías abierto tanto en una sesión.
Me pregunté si esa frase tenía otro significado, me abrí emocionalmente, pero hubo un momento en el que me abrí de piernas. Tal vez Germán fue un poquito picarón y me hizo un comentario de doble sentido.
Después de eso me fui…
¡Ah no, pará! Me estaba olvidando de algo importante. Muy importante.
Antes de irme le di un abrazo, me nació hacerlo así. Y cuando estuve bien cerca de él, le agarré el bulto otra vez. Lo miré a los ojos y con una sonrisa picarona le dije:
―No te pongas mal por tener la pija dura, esto me demuestra que también tenés sentimientos y que de verdad estuviste prestando atención a lo que te conté. Si no se te hubiera puesto dura después de ese relato, hasta me sentiría ofendida.
Ahí fue cuando él hizo lo más sorprendente de toda la sesión, bajó su mano y la posó sobre mi concha. Me dio una descarga eléctrica en todo el cuerpo. Movió los dedos y por un momento creí que me iba a masturbar o algo así, pero en realidad solo intentaba acomodar el pantalón, para que no se me encajara tanto en la raya.
―Y no te ofendas por esto ―dijo, sin dejar de tocarme la concha para acomodar la tela―. Pero deberías evitar salir a la calle con la vagina tan marcada. Está bien que uses pantalones ajustados, te quedan lindos y te hacen sentir linda; pero fijate que no te marquen tanto.
―Está bien, lo voy a tener en cuenta ―le respondí, con la concha toda mojada.
Dejamos de tocarnos nuestros genitales y me aparté de él. Nos quedamos mirando unos segundos en silencio, hasta que me dijo que me abriría la puerta. Ahí sí, me fui.
Bueno, eso es todo lo que ocurrió durante la consulta con Germán. Espero que no te hayas quedado con una mala impresión de mí, Charly. Yo no te juzgo por ser un objeto inanimado, vos no me juzgues por haber sido un poquito… puta.
Prometo hacer el intento de portarme mejor.
Pero por otro lado… voy a intentar llevarme un poquito mejor con Gabi, sí mejor de lo que me estoy llevando ahora. Me intriga mucho saber qué tipo de cosas publicará en Twitter. Tal vez solo anda haciéndose la misteriosa y sube las mismas fotos que vi en Instagram… pero viniendo de ella, lo dudo mucho.
Después de vivir una gran aventura, lo más difícil es volver a la rutina diaria. Mañana el mundo seguirá girando normalmente y yo tendré que ir a trabajar. No me queda otra.
Me despido hasta la próxima. No le cuentes nada de esto a nadie, Charly… en especial a mi hermana.
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