Terapia sexual 4 de 12
Mi hijo tuvo razón. Follé con él y me sentí más mujer que nunca entre sus brazos, pero sin querer también le fui infiel con Gerardo
Marcos regresó cuando ya estábamos preparando la mesa para cenar. Se fue a su habitación y se cambió de ropa, cuando lo vi aparecer con tan solo un pantalón corto, con aquel enorme bulto entre sus piernas mojé las braguitas. Después de cenar yo me retiré a fumar a la cocina para que el humo del tabaco no le molestara a mi marido, aunque me quedé mirando sin que ellos me vieran a mí. Marcos pasó un brazo por los hombros de su padre, se miraron un momento y Pablo se recostó en su pecho, Mi hijo le besaba la cabeza de vez en cuando y su padre le acariciaba el pecho, verlos así, tan cariñosos me emocionó y a punto estuve de entrar y abrazarlos, pero no lo hice porque de repente me quedé de piedra. Mi marido había metido una mano por la pernera del pantalón de Marcos, era obvio que le estaba tocando la polla. A su vez, mi hijo le sobaba el paquete a su padre. Lejos de ofenderme o escandalizarme curiosamente me sentí un poco celosa, pero no de mi marido, sino de mi hijo. El muy cabrito nos daba placer a mí y a su padre. Estuvieron un buen rato tocándose y yo observando retirada de la puerta para que creyesen que no le veía, no llegaron a más.
Un rato después de entrar al salón Pablo se fue a acostar y mi hijo y yo nos quedamos solos en el salón. Me senté en el sofá al lado de Marcos ocupando el sitio aún caliente que su padre había dejado y él me rodeó los hombros con su brazo, me recosté sobre su pecho como lo había hecho su padre y enseguida recibí los mimos de mi hijo, al segundo beso que me dio en la cabeza no pude resistirme más y alcé la cara buscando sus labios. Nos besamos sin intentar meternos la lengua, solo aplastándonos los labios mutuamente. Yo me moría de ganas por saborear su aliento, por degustar su saliva pero me aguanté. Metí la mano despacio a través de la pernera de su pantalón y comencé a tocarle la polla, jugando con ella noté como su pene se estiraba y endurecía con mis caricias. Mi hijo estaba sorprendido y yo sabía perfectamente que actuando de esa forma le impedía ejercer su dominio sobre mí. Cuando sentí que su pene ya estaba duro me anticipé de nuevo. Se lo saqué con un poco de dificultad por lo tieso que lo tenía. Lo agarré con mis manos, me agaché y empecé a besárselo, desde la punta hasta la base, le alcé una pierna que él apoyó sobre el asiento, me escurrí por debajo y liberé su escroto para besarle también los huevos. Disfrutaba tanto haciéndole sexo oral a mi hijo que deseaba hacérselo completo. Estuve una media hora besando y lamiendo sus genitales y como ya estaba que ardía, le empujé contra el brazo del sofá y le ahuequé la pernera del pantalón dejándole una nalga al aire, de esa manera gocé lamiéndole el culo primero y después metiéndole la puntita de la lengua por el ano como una marrana, por lo menos me entretuve en eso veinte minutos.
Marcos estaba que explotaba, gemía y jadeaba mucho. No decía nada me dejaba a mí toda la iniciativa de esa manera yo no me sentía chantajeada por mi hijo y podía gozar mucho más de sus atributos sexuales. Era consciente de que me excitaba comportarme como una puta cerda con mi hijo. Cuando empecé a chupársela y mamársela tuvo estremecimientos y convulsiones. No deseaba que descargara todavía así que abandoné lo que estaba haciendo y le busqué la boca con la mía. Mientras nos besábamos los labios, fui quitándole el pantalón corto, después volví a echarlo de lado sobre el brazo del sofá, levanté su pierna hasta apoyarla en lo alto del asiento y me agaché sobre su entrepierna.
Primero le lamí las ingles de arriba abajo luego jugué con el esfínter de su culo. Le mordí y lamí las nalgas, tras un breve toque en su escroto regresaba a su sabroso culo y le metía la punta de la lengua en el ano, cuando miré el reloj en la librería del salón vi que llevaba ya más de una hora dedicándole mis caricias, no sé como el pobrecito se aguantaba tanto, pero aguantaba, seguro que el muy cabrito lo hacía para torturarme obligándome a entretenerme más tiempo del debido. Pero yo seguí cebándome con su sexo y cuando vi que ya no podía aguantarse más le atrapé el capullo con los labios y le meneé la polla con las dos manos mirándole con cara de viciosa, seis meneos bastaron para que se tensara y me diera lo que tanto deseaba. Su abundante y deliciosa corrida, solo que esta vez su pollaza arrojó más cantidad de semen que la habitual, seguramente por culpa de mi abnegada dedicación. Mejor para mí que pude jugar con mi lengua con todo el semen que expulsaba y una vez que se apelmazaba con mi saliva, lo saboreaba y me lo tragaba.
Mientras se recuperaba volví a besarle los labios y hasta me atreví a acariciarlos con mi lengua, metiendo la puntita lo justo para tocarle los dientes. Entonces pasó lo que tenía que pasar. Marcos me metió la lengua hasta el fondo recorriendo cada rincón de mi boca y yo le correspondí morreándole apasionadamente. Dejé que metiera la mano por dentro de mis braguit6as y me tocara el coño, sabía que eso me iba a encender pero me aguanté, después de unos minutos así le deseé buenas noches y me levanté dejándole una buena calentura. Lejos de protestar, mi hijo dejó que me fuera a mi cama con su padre sin molestarme, lo que pasa es que antes tenía que pasar por el baño para masturbarme como una fiera. Cuando más a gusto estaba entró mi hijo y cerró la puerta, pero sin cerrojo (no tenemos).
--- Estoy meando Marcos, ahora mismo termino. –le dije.
--- Te estás masturbando mamá, no soy tonto. –contestó dándose cuenta de lo que en verdad hacía.
--- Pues entonces vete y déjame sola. –le pedí pero ni se fue ni me dejó sola, se acercó hasta mí.
--- Quiero follarte mamá. –me dijo de sopetón.
--- Eso es una locura que no estoy dispuesta a hacer. –le contesté.
--- ¿Por qué me niegas lo que le das al vecino ese? –dijo.
--- No es lo mismo, tú eres mi hijo por eso no me dejo hacer lo que pretendes.
--- Pero si ya me la chupas ¿qué más te da? –dijo desarmando mi argumento.
--- He dicho que no, por favor hijo no insistas. –dije manteniéndome en mis trece. Me levanté y me subí las braguitas ya que me había cortado todo el rollo.
--- Mamá por favor, déjate follar, te juro que jamás sentirás nada igual ni siquiera con el vecino. –insistió.
--- ¿Y tú qué sabes lo que yo siento?
--- Tienes razón pero de lo que estoy seguro es de que si lo hacemos, serás otra, te sentirás más mujer conmigo que con nadie. Míralo por el lado bueno no necesitarás ir a buscar al vecino y así no engañarás más a papá. –su oferta era de lo más tentadora, mi hijo me estaba poniendo cachonda.
--- Ya me siento mujer con tu padre, que por cierto, he visto que os tocáis mutuamente. –dije esperando una explicación.
--- Lógico. El pobre papá se siente abandonado, solo y falto de cariño. Tú no te enteras porque llevas casi tres meses enganchada al vecino y ahora conmigo. Como estás satisfecha te olvidas del pobre papá. Yo intento consolarle cuando tiene un bajón, por que los tiene, y muy a menudo. Se siente atraído por mí y yo le dejo que disfrute tocándome o chupándome, como prefiera. –me reprochó haciendo que me avergonzara.
--- Lo siento, no me había dado cuenta. –me disculpé.
--- Eso deberías decírselo a papá, no a mí, de todas formas solo te pido una cosa mamá: deja de follar con el vecino, tarde o temprano papá se enterará y entonces ¿qué?
--- No sé qué decirte hijo, pero creo que tienes razón. Esta locura ya ha durado demasiado.
--- Entonces déjame que te folle mamá. Si lo haces solo conmigo todo será más fácil. Papá lo comprenderá y como soy vuestro hijo no se disgustará.
--- Ya, pero eso que me propones está muy lejos de mis posibilidades. Hijo no puedo hacerlo contigo. Mi educación no me lo permite.
--- Vale, lo entiendo, pero hazme un favor, corta con el vecino, hazlo por papá.
Mientras hablábamos no me había dado cuenta de que mi hijo había dejado caer al suelo su pantalón corto, lo supe cuando noté la punta de su polla rozándome el pubis.
--- Marcos esto es una locura. –dije al tiempo que buscaba su boca para besarle.
--- No mamá deja que folle. -segundos después me alzó en vilo y yo enlacé mis piernas en su cintura.
A partir de ahí ya no fui consciente de nada. De pronto me vi sobre la cama de mi hijo en su habitación. Él estaba encima de mí rozándome el sexo por encima de las bragas y yo con las piernas abiertas deseando que me penetrara de una maldita vez. Cuando me sacó las braguitas, de mi boca solo salió una petición: --- no me folles hijo, recuerda que soy tu madre. Méteme la puntita nada más por favor ---. No sé por qué lo dije, me sentí una idiota, menos mal que Marcos no me hizo caso afortunadamente y al tiempo que me besaba su pene se fue metiendo por mi vagina hasta llegar al fondo, gracias a dios yo ya estaba empapada y eso facilitó la penetración que si no me hubiera hecho daño de verdad. Gemí de placer al sentirme llena de polla pero no me corrí como con Gerardo, estaba un poco tensa y nerviosa.
Él se quedó quieto y nos miramos a la cara. Marcos me miraba con mucho deseo y yo a él igual. Se agachó y nos besamos con pasión, yo ya estaba preparada para que empezara a follarme pero él me la sacó entera dejándome desconcertada. Cuando separamos las bocas le miré tratando de adivinar por qué me hacía eso. Mi hijo enganchó sus dedos a los míos y estiró de mis brazos hacia atrás. Esa postura me hizo sentir muy indefensa y me excité como nunca. Marcos me metió el glande, se agachó, me besó y de un golpe seco me empaló hasta los huevos. El grito que solté se ahogó en la boca de mi hijo, ¡menos mal! Esta vez sí que me corrí con fuerza, mi hijo tuvo que sentir las convulsiones de mi vagina ¡qué manera de darme polla señor! Mientras nos morreábamos empezó a follarme con penetraciones lentas y muy profundas, mucho más que las que me daba Gerardo. Mucho más placenteras. Notaba perfectamente como la polla de mi hijo reptaba por mis entrañas despertando sitios que hasta ahora siempre habían estado ocultos, provocándome unas sensaciones que jamás había experimentado. Me llevó a un nuevo orgasmo en un santiamén. Al ver que me había corrido otra vez mi hijo me dio la vuelta dejándome tumbada boca abajo. Se echó sobre mí apoyando su pene en mis nalgas. Se dedicó a darme besitos cariñosos en los hombros, primero uno y después el otro. Se apoyó sobre sus codos y me separó las nalgas, por un momento temí que quisiera metérmela por el culo, pero no, mi Marcos me besó en la nuca con tanta delicadeza que los deliciosos escalofríos que me provocaba me erizaron la piel. Y así, volvió a penetrarme el coño. De una sola vez y hasta los huevos. Yo solté un ronco gemido y me abandoné al orgasmo jadeando descontroladamente y, mientras lo disfrutaba me folló metiéndome solo la mitad de su maravilloso pene con rápidas embestidas, logrando que mi orgasmo se prolongara más tiempo. Al ver cómo me follaba pensé que quería correrse ya, pero la que lo hizo fui yo otra vez minutos después. Los espasmos de mi vagina y de mi ano me mataban de gusto, no era capaz de controlarme. Era como si mi cuerpo fuera independiente de mi persona.
Me quedé tendida bocabajo resoplando sin fuerzas. Marcos no paraba de darme tiernos besos desde los hombros hasta las nalgas, multiplicando mis escalofríos. Encima el cabrito no paraba de halagarme musitando en mi oído: ---Tienes un cuerpo precioso y muy dulce de sabor, eres maravillosa mamá. Qué fácil es perder la cabeza contigo---. Mi hijo me dio un pequeño masaje muy relajante que me sorprendió gratamente, desconocía por completo que tuviera esa capacidad. Tras unos minutos de descanso Marcos me ayudó a ponerme a cuatro patas sobre el colchón. Estuvo un rato frotándome su poderoso capullo por toda mi rajita, insistiendo en el clítoris, logró que me excitara mucho; yo moví mi culo hacia atrás deseando empalarme pero él me lo impedía retirándose, aumentando mi deseo sexual a cotas insospechadas. Ni siquiera a Gerardo he llegado a desearle tanto como a mi hijo; cuando se cansó de jugar conmigo me penetró profundamente, seguía empujando aún cuando sus huevos presionaban contra mi vientre, sentí como un pinchazo desagradable y se lo dije.
--- Estás tensa mamá, tienes que relajarte. –me dijo.
--- Pero si acabo de tener varios orgasmos, no puedo relajarme más. –le contesté.
Bueno, pues Marcos me ayudó a relajarme más acariciándome la espalda y las nalgas. Dándome besitos tiernos por toda la espalda hasta que yo misma apoyé mi pecho sobre la cama quedando con mi culo ofrecido, entonces, mi hijo desde atrás me volvió a montar. Esta vez la follada fue muy distinta ya que alternaba las penetraciones rápidas con otras más lentas pero muy profundas. Después de llevar así un rato, mi hijo me incorporó y se montó sobre mí literalmente, con una pierna a cada lado de mi cuerpo, me agarró los pechos apretándolos con suavidad y firmeza y me la clavó hasta el fondo. No volví a sentir aquel molesto pinchazo, en su lugar, noté que la polla de mi hijo alcanzaba rincones desconocidos por mí dentro de mi cuerpo. Por más que traté de controlarme, por más que traté de mantener el control, no pude. La sensación era tan placentera, tan extraordinaria que sin poder controlarme volví a correrme por tercera vez y acabé por derrumbarme sobre la cama. Estaba agotada, desfallecida y sin fuerzas.
Marcos que seguía dentro de mí me puso de lado, me alzó una pierna y continuó follándome de esa maravillosa manera: profunda, lenta, sin prisas, como si el tiempo no existiera para nosotros. Más tarde, se tumbó él para descansar y me invitó a cabalgarle. No rechacé la invitación y me monté encima de mi hijo. Ahora iba a ser yo quien controlara la situación. Yo marcaria el ritmo y decidiría cuando acabar. Marcos me miraba con una preciosa sonrisa en su cara. Mientras le montaba suavemente me di cuenta que mi hijo parecía otra persona, como si no fuera mi hijo visto desde esa perspectiva. Me dejó montarle un rato antes de incorporarse para abrazarme. Traté de apartarle de mí pero no pude, no paraba de lamerme los pezones y sobarme las tetas precipitando mi clímax: conseguí correrme dos veces seguidas.
Rota y sin fuerzas definitivamente me dejé caer sobre su pecho. Abrazándome y besándome tiernamente en la cabeza mi hijo me dio la protección que tanto necesitaba en esos momentos. Mis sentimientos de madre se mezclaban morbosamente con los de mujer, y esa mezcla era explosiva, me sentí en la gloria en ese momento. Pasados unos minutos Marcos se incorporó conmigo encima, de nuevo empezó a besarme los pechos, lamiéndome los pezones de una manera que me derritió. Mi hijo quería gozarme más. Se giró de lado arrastrándome con él y sin saber cómo me vi tumbada de espaldas sobre la cama. Marcos me abrazó con mucha fuerza pero con delicadeza. Con ese contacto de nuestro cuerpos sudados percibí todo el cariño que sentía por mí. Cuando le miré a la cara supe que esta vez me iba a hacer suya, como se le hace a la mujer que amas. Eso me puso nerviosa, por un lado me halagaba muchísimo pero por otro yo no deseaba tener esos sentimientos y menos con mi propio hijo. Sabía que me despertaría aún más esos sentimientos nuevos y maravillosos que tenía con él. Después de una pequeña lucha dentro de mi mente tomé la decisión de no impedírselo. ¿Hasta dónde estaba dispuesto a llegar mi hijo conmigo? Me dije.
Con esa sensación embargándome el corazón, Marcos me besó en la boca con una dulzura desconocida y al mismo tiempo me empaló muy despacio con su enorme polla. Permaneció quieto y mirándome a la cara me dijo: --- Vas a ser mía mamá ---. Mis jadeos se mezclaron con emociones y sentimientos contradictorios y me corrí por la emoción, sintiéndome llena de mi hijo. Al ver mis gestos de felicidad y satisfacción, mi hijo me miró con la misma ternura que a su padre. Me sonrió, me besó los labios y abrazándome con fuerza empezó a poseerme. Se metía dentro de mí con decisión, con firmeza, penetrando profundamente para que yo descubriera esos rincones de mí que ni sabía que tenía. Marcos me hincaba su virilidad dejándome claro que yo le pertenecía. La manera de follar de mi hijo convirtió mi cuerpo en un volcán que entró en erupción irremediablemente. Cuando un orgasmo acababa inmediatamente nacía otro, y otro más… no sé las veces que me corrí. Solo sé que yo no era capaz de reaccionar, ni siquiera era capaz de enfocar la cara de mi hijo con mis ojos porque me hallaba en un éxtasis total. Definitivamente estaba en el paraíso gracias a mi hijo.
Marcos dejó pasar unos minutos besándome y chupándome las tetas y después reanudó el coito. Esta vez con más ritmo, dándome penetraciones muy profundas. Ahora sí notaba perfectamente como su pene me entraba en el útero. A la media hora más o menos cambió el ritmo de las embestidas haciéndolas menos profundas. Poco a poco incrementó la velocidad yendo cada vez más deprisa. Aguantó así un cuarto de hora hasta que de pronto me la clavó empujando con mucha fuerza, tuve la impresión de que mi hijo se quería meter de nuevo dentro de mí, su cuerpo se tensó, yo le agarré del culo y le empujé contra mí para sentir mejor la explosión de placer que se iba a producir. Mi hijo intensificó su abrazo y comenzó a descargar su semen abundantemente dentro de mi coño jadeando en mi cuello. Noté sus lechazos perfectamente estrellándose contra mi carne. Sentir su corrida me excitó tanto que le acompañé con otro delicioso orgasmo. ( Hasta ahora era Gerardo el único que me había hecho sentir sus corridas dentro de mí, a partir de ese momento supe que nadie se podía comparar con mi hijo. Su sabiduría, añadida al vigor y potencia juvenil lo convertían en el amante perfecto, el macho que toda hembra quiere tener para sí. Hacerlo con él era una sensación única y maravillosa, justo en ese momento supe que solo follaría con mi Marcos, con nadie más ). Nos abrazamos besándonos con pasión. Luego jugamos. Él me lamía los labios lentamente, saboreándolos y después se lo hacía yo, también nos chupamos la lengua y nos bebimos la saliva de cada uno. Estuvimos mucho tiempo comiéndonos la boca. Al separarnos comprendí que mi hijo tuvo razón. Ahora me sentía más mujer que nunca y todo gracias a él. Ni si quiera con su padre o con Gerardo había sentido nada igual. Minutos después nos quedamos dormidos. Yo con la excitante sensación de que le pertenecía a mi hijo y él con su virilidad dentro de mí.
No sé qué hora sería cuando me desperté con la vejiga a reventar. Me levanté a oscuras, caminé hasta el baño y milagrosamente logré sentarme en la taza sin darme ningún golpe. Estuve un minuto meando con un potente chorro cuando vi que se encendía la luz de la mesilla en la habitación de mi hijo. Seguramente se había despertado por lo mismo que yo pensé. No me equivoqué porque segundos después lo tenía delante de mí esperando turno para mear. Mientas esperaba se agachó y me besó en la boca, yo le metí un poco la lengua. Me levanté cediéndole el sitio pero él me lamió antes el sexo, luego se puso frente a la taza pero fui yo quien poniéndome detrás de él le agarró el pene y se lo sostuve para que meara. Me asomé por su costado para ver el chorro potente que soltaba mi hijo. Lo dirigí certeramente al interior de la taza sin derramar o salpicar una sola gota gracias a la experiencia que tenía de hacérselo a Gerardo. Las últimas gotas se las lamí yo directamente, se la chupé un poco, le besé la punta y le solté. Regresamos a la habitación cogidos por la cintura como dos novios, besándonos sin parar.
Nada más echarnos sobre la cama, Marcos me dijo que iba a gozarme otra vez, yo no tenía ganas pero me dejé hacer. Me chupó los pechos, me los sobó, me acarició todo el cuerpo mientras yo jugaba con su polla para estimularle y me echó un delicioso polvo lleno de cariño. Apagamos la luz y volvimos a dormirnos. Durante la noche, mi hijo, haciendo gala de un vigor y una potencia que yo desconocía en los hombres me despertó dos veces para follarme. Marcos era insaciable. No sé cuantos polvos me echó en total porque yo estaba entre dormida e inconsciente y no llevaba la cuenta. Casi de madrugada acabé en la cama junto a mi marido. Mi sexo rebosaba del semen de mi hijo que se resecó por el interior de mis muslos. Eso sí, ¡Dormí mejor que nunca en mi vida!
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Al día siguiente me desperté hecha polvo. Había dormido muy poco y estaba cansada pero eso no impidió que hiciera mis quehaceres. Como cada mañana se la mamé a mi hijo en la cocina hasta que se corrió en mi boca, él también quiso corresponderme y me sentó sobre la encimera pese a mis protestas por si nos pillaba su padre. Marcos me apartó las braguitas y empezó a comerme el coño sin importarle que no me hubiera lavado aún. Me lo chupó deliciosamente con su maravillosa lengua haciendo que me corriera dos veces y eso que no me apetecía.
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Después de comer, como era habitual los viernes, mi marido me había confeccionado una lista con la compra que necesitaba para la semana, el problema es que no me apetecía meterme en el súper ese día yo sola, si al menos me acompañara mi hijo pensé. Dicho y hecho, se lo pregunté y aunque él estaba encantado de poder acompañarme se disculpó diciendo que ya había quedado, total que me quedé yo sola y como no tenía ganas, decidí posponer la compra al día siguiente, sábado.
Salí a comprar lo justo para la cena y al entrar en el portal de mi casa me topé con Gerardo, mi otro follador, esperando el ascensor. Nos saludamos con educación y nos comunicamos con la mirada. Entramos en la cabina del ascensor en silencio, pulsó su piso directamente y tres minutos después entré a su casa. No quería follar con él sólo tener una charla tranquila y poner punto final a nuestra aventura. Ya tenía decidido que me quedaba con mi hijo y el encuentro me facilitó las cosas. Le acompañé a la cocina y mientras se preparaba el café no sé por qué dejé que me besara, sería por la costumbre supongo, lo hizo con la intensidad de siempre, pero yo no le respondí, estaba tensa y nerviosa.
--- Dime lo que tanto te preocupa. –me dijo separando su boca de la mía.
--- Gerardo ya no quiero seguir con esto, lo siento. –dije intentando dar la apariencia de la casada arrepentida.
--- Me lo temía, ¿es por tu marido o por otro hombre? Sara sé sincera conmigo, no merezco que me mientas. –me reprochó.
--- Hay otro hombre. –admití avergonzada sin saber muy bien de qué, yo no le debía nada en absoluto.
--- ¡Vaya! Y dime ese otro hombre, supongo que te hace gozar más que yo. –dijo tocado en su orgullo.
--- Sí, mucho más y créeme que no quiero ofenderte pero me has pedido que sea sincera y lo estoy siendo.
--- Hombre algo sí que me ofende, es la primera vez que una mujer rechaza mi cantidad y mi calidad. –dijo orgulloso.
--- Ya, lo que pasa es que la calidad y la cantidad como tú dices, es mucho más con éste hombre y de nuevo te pido perdón si te ofendo.
--- Le quieres ¿no?
--- Sí, muchísimo. –contesté sin vacilar.
--- ¡Eh! estás enamorada de él. -dijo mirándome a los ojos.
--- No, eso no. Tengo sensaciones extrañas con él que de momento no sé interpretar, nada más. –admití sinceramente.
--- Vaya con mi rival, te prometo que me estoy poniendo celoso al escucharte, supongo que sabes que a tu marido le puedes perjudicar mucho cuando se lo digas. –me advirtió.
--- No, esto no. Lo que perjudicaría seriamente a Pablo es saber que me follas cuanto quieres y haces conmigo lo que te da la gana.
--- Un momento Sara, no me gusta oírte decir eso. Jamás te he obligado a hacer nada contra tu voluntad. Todo lo que hemos hecho es porque en el fondo deseabas hacerlo.
--- Lo sé y te pido perdón, no era mi intención culparte de nada. Solo yo soy la culpable de que esto sucediera por no saber pararme a tiempo. Escucha Gerardo, tú eres un hombre muy abierto de mente, no tienes derecho a sentirte ni celoso ni nada, nunca nos hemos prometido nada, ni tú a mí ni yo a ti. Debía haber cortado esto hace mucho, no sé por qué no lo hice, pero ahora estoy más que decidida. Además. Siento decirte que no eres rival para este hombre porque se trata de mi hijo Marcos, creo que no te escandalizaras por esto que te estoy diciendo.
--- No Sara, a estas alturas ni me escandalizo ni me sorprendo. No te imaginas la de casos como el tuyo que conozco ---oírle decir eso me sorprendió mucho--- sólo te diré una cosa: tarde o temprano tendrás remordimientos por follar con tu hijo, es inevitable, los sentirás por culpa de la educación recibida. Lo he visto otras veces. Pero si eres capaz de superar esos remordimientos, libera tu mente y acepta lo que te venga como algo maravilloso. Si logras eso serás la mujer más feliz del mundo junto a tu nueva pareja. Yo te deseo todo lo mejor porque eres una mujer extraordinaria y sé que lo lograrás, te mereces ser feliz en medio de tanta desgracia. Me apena un montón que me dejes. Me tienes loco Sara, sé que si seguimos con esto un poco más terminaré enamorándome de ti como un adolescente. En fin ---dio un largo suspiro---, al menos, supongo que me dejarás follarte una última vez ¿no? –su declaración me emocionó y su petición era justa, lo que Gerardo no sabía es que yo ya tenía decidido concedérsela antes de entrar en su casa; la acepté sin problemas.
--- Por supuesto –dije apoyando mis brazos alrededor de su cuello y besándole los labios añadí- te concedo dos polvos en vez de uno y como sé que te gusta mucho mi culo puedes follármelo todo lo que quieras, creo que es justo. Nunca te olvidaré Gerardo. Siempre te estaré agradecida, por haberme escuchado, por haberme enseñado tantas cosas sobre el sexo y por haberme matado de placer todo este tiempo. Yo también me temo que si seguimos con esto acabaré enamorada de ti. –le confesé sin sentir vergüenza. Emocionado, él me besó apasionadamente.
Me empezó a acariciar todo el cuerpo y respondí a su beso de la misma manera que él. Cuando quise darme cuenta me vi tumbada en su cama, con Gerardo a mi lado desnudándome y yo a él, comiéndonos la boca apasionadamente y acariciándonos. Le dejé los calzoncillos puestos y con la luz del atardecer que entraba por la ventana le comí los genitales por encima de la tela. Jugué un buen rato a morderle y lamerle el pene por encima de la tela. Me encanta hacerlo porque me siento muy puta. Gerardo me detuvo, se desnudó y me tumbó de espaldas sobre la cama. Me miró un momento, como atesorando mi imagen con sus ojos y se me subió encima. Yo le abracé los costados con mis piernas como siempre hago pero al ver que se agachaba y me abrazaba con fuerza me puse nerviosa y le dije que así no.
--- No Gerardo, así no, me siento incómoda. –le dije tratando de apartarle con mis manos sobre su pecho.
--- Venga Sara, no me vayas a soltar ahora el rollo de que no te haga el amor y todo eso. –dijo burlándose.
--- No, no es por ese rollo como lo llamas tú, es que así es como me lo hace mi marido cuando el pobre puede. Me abraza con fuerza transmitiéndome su amor, me besa con mucho cariño y me hace el amor. Por eso no quiero hacerlo así, esas sensaciones solo quiero tenerlas con él, con nadie más.
Gerardo lo comprendió en el acto y me pidió perdón. Charlamos un rato relajando la tensión, pero el muy cuco me embaucó con sus comentarios y sus caricias y cuando menos me lo esperaba me penetró. Empezó a follarme dándome profundas penetraciones unas veces, otras, cortas y muy rápidas. En muy pocos minutos tuve un intenso orgasmo que casi me dejó sin fuerzas. Gerardo se aprovechó de mi estado, me abrazó apretándome contra él con fuerza y empezó a tomarme dándome profundas penetraciones, con las que yo no paraba de gemir como una loca.
--- Eres un cabròn Gerardo me has prometido que así no me lo harías. –le dije al recobrar la cordura un momento.
--- Lo sé Sara perdóname. Lo siento por tu pobre marido no quiero hacerle daño, pero ahora eres mía y te voy a poseer como si fueras mi mujer. –me dijo.
--- Eres un cerdo Gerardo, no tienes derecho. –le dije cabreada con él.
--- Lo siento –dijo apartándose de mí y sacándome su pene de mi interior- si te he ofendido perdóname pero es mejor que te vayas Sara.
--- No me eches de tu lado, es nuestra última vez. –le rogué.
--- ¿Es que no ves que si te quedas no podré controlar mis sentimientos? –me gritó. Al ver su desesperación comprendí lo que le pasaba.
--- Gerardo estás enamorado de mí ¿verdad?
--- Sí. Me vuelves loco Sara, no puedo remediarlo. –contestó de rodillas con la cabeza agachada para no mirarme. Caminé de rodillas sobre la cama hasta llegar a su lado y le abracé emocionada.
--- Gerardo tómame cuanto quieras porque soy tu mujer ahora mismo. –dije y le besé.
Y mientras nos besábamos él me tumbó de nuevo sobre la cama y yo volví a abrazarle con mis piernas. Me abrazó y al tiempo que me apretaba contra él me penetró con decisión. Fue un polvo largo, sin prisas. Lleno de amor y cariño, en el que yo disfruté como una perra en celo corriéndome varias veces. Gerardo gozó de mi sexo todo lo que quiso y cuando se hartó me inundó con su caliente semen bombeándome ocho potentes lechazos.
Los espasmos de su polla los noté unos minutos. Estuvimos un rato charlando apartando de nosotros las emociones y los sentimientos, besándonos y metiéndonos mano hasta que él se repuso y volvimos a follar. Esta segunda vez, estuvo más de media hora dándome por el culo en todas las posturas que se le antojó. Llegó a ponerme haciendo la carretilla sobre la cama, mientras me daba por el culo sosteniéndome por las piernas. Después me la sacó y yo le lamí la polla un rato. Cuando acabé mi trabajo oral me penetró y me folló el coño mucho rato. Gerardo cambiaba de postura cada pocos minutos, no porque se cansara, si no para gozar de mi cuerpo por última vez desde todos los ángulos posibles. Así estuvo casi tres cuartos de hora hasta que me lo llenó con su leche caliente. Yo me había corrido ya muchas veces quedándome sin fuerzas y tuve que descansar antes de empezar a vestirme. Gerardo estaba tendido de lado en la cama mirándome. No sé cómo se las apañó, pero me desnudó y volvió a joderme. Ahora a cuatro patas, estirándome del pelo y dándome muy duro, ensartándome con violentas penetraciones haciéndome sentir como una guarra. Este tercer polvo me dijo que lo iba a culminar corriéndose en mi boca para que saboreara su semen por última vez. Saboreé su corrida y me la trague después, luego le limpié la polla y entonces me dejó vestirme. Nos morreamos despidiéndonos y me fui para mi casa. Sonreí al darme cuenta de una cosa: Al final, el muy cabrito me había follado mucho más de lo convenido, pero no me importaba, había disfrutado como una cualquiera. Me sentí un poco avergonzada cuando me di cuenta de que también le había traicionado a mi hijo, pues le había prometido que no volvería a hacerlo más con el vecino, pero si no se enteraba no pasaba nada y yo no pensaba decírselo desde luego. Me sentía tan golfa que casi me echo a reír al reconocer que me gustaría joder con Gerardo y mi hijo a la vez.