Terapia sexual 3 de 12

El chantaje de mi hijo continúa, me obliga a darle placer tres y cuatro veces en el mismo día

A la mañana siguiente del incidente en el baño, me levanté la primera como es mi costumbre y preparé café. Marcos fue el siguiente en levantarse, ya que mi marido al no tener que madrugar se queda durmiendo más tiempo. Mi hijo sabía que su padre estaba durmiendo, por supuesto. Al verme en la cocina se acercó a mí. Me puse nerviosa en el acto, estaba segura de que me iba a meter mano y a saber qué más cosas desearía de mí y al final su padre nos pillaría.

Me equivoqué completamente. Me abrazó por la cintura cariñosamente y me besó en la mejilla dándome los buenos días como si nada hubiera pasado entre nosotros; ni siquiera me rozó con su entrepierna. Yo reaccioné enseguida girándome para ponerme frente a él, mirándole a los ojos en actitud desafiante. Marcos me colocó las manos en los hombros sonriendo inocentemente, dijo que me tranquilizara y me preguntó qué íbamos a desayunar, ¡encima se cachondeaba de mí! Como si yo no supiera a estas alturas cual iba a ser mi desayuno desde ese momento. Supe lo que tenía que hacer desde un principio. A mí no me la iba a dar con su actitud de chico bueno. Empecé a agacharme hasta que me puse de rodillas en el suelo. Intenté resistirme, lo juro, no quería escapar a esa situación, solo resistirme a sus deseos para que supiera que no le iba a ser nada fácil doblegarme, pero mis deseos de mujer me traicionaron.

Me quedé de rodillas quieta un momento, cogiendo ánimo, me agarré a sus caderas con la intención de impulsarme y levantarme otra vez, pero al ver su tremendo paquete tan cerca de mí no pude resistirme. En ese momento recordé lo que Gerardo me había enseñado a hacerle la última vez que había estado con él y que a mí tanto me excitaba.

Comencé morderle el pene a mi hijo por encima de los calzoncillos, desde la base de su polla hasta la punta, con suavidad, sin precipitarme, controlando mis impulsos como me había enseñado Gerardo. Así estuve un rato. Como Marcos mantenía las piernas juntas y me apetecía jugar con sus huevos le di unos toques con mi lengua en el escroto y las separó inmediatamente. Así en esa postura me fue más fácil meter la cabeza entre sus piernas y lamerle los huevos hasta humedecer la tela de los calzoncillos ¡qué ricos me sabían! Después avancé por el tronco de su pene arrastrando la lengua lentamente. Disfrutaba sintiendo como se le ponía dura. Sentía como aquella polla palpitaba dentro del calzoncillo y yo me derretía de deseo. Minutos después tenía la polla dura, completamente empalmada y lista para ser devorada. Entonces le bajé los calzoncillos hasta las rodillas, abrí la boca y le atrapé el pene chupando con deleite. Me sentía horrorizada por lo que estaba haciendo, pero me ponía muy cachonda cada vez que le chupaba la polla a mi hijo; es tan gorda, tan sabrosa, tan maravillosa…

Comprobando mi sumisión, mi hijo me arrastró consigo hasta sentarse en la encimera, en cuanto le vi espatarrado y con la polla tiesa, no lo dudé y como todo me daba igual ya, no me importó darle lo que tanto deseaba. (A fin de cuentas también se lo daba al vecino que es un extraño). No supe si hacía lo correcto pero era mejor así. Me agaché y restregué mi lengua en su escroto un rato. Me metí un huevo en la boca y lo succioné con delicadeza unos segundos (más tiempo no es agradable, me lo dijo Gerardo), luego lo escupí y le atrapé el otro. De nuevo tuve las mismas sensaciones que el día anterior en el baño, descubrí que me encantaba chuparle los huevos a mi hijo, me ponía mucho más cachonda que haciéndoselo a Gerardo. Mi coño me ardía y la vagina me goteaba mojando las braguitas, hasta deseé que mi hijo se atreviera y me tocara el coño, pero no lo hizo, quizá no se atrevía aún.

Cuando le mamé el pene estaba tan excitado que de la punta ya le manaba un poco de semen transparente, se lo chupé golosamente y enseguida le froté el frenillo con la lengua cinco o seis veces, mi hijo jadeó con fuerza, se tensó y sin avisarme se corrió en mi boca llenándomela de semen con la misma abundancia que el día anterior. Me lo tragué todo pero como aún le quedaba algo me pidió con todo el descaro que mantuviera la boca abierta, yo le obedecí como una tonta. Él se masturbó hasta sacarse la última gota de lefa. Todo lo que le salió del capullo fue a parar a mi boca abierta, (mi hijo utilizaba mi boca como recipiente de sus corridas y yo como una imbécil se lo consentía) . Aguantándome las lágrimas vi como se marchaba al baño dejándome muy caliente, no tuve más remedio que masturbarme en la soledad de la cocina llegando al orgasmo rápidamente.

Terminé de arreglarme y salí de mi habitación. Mi marido ya se había levantado, le di un beso en la boca sin haberme lavado los dientes aún y él ni siquiera se percató de que mi aliento sabía a la polla de su hijo. Desayunamos los tres y poco después nos despedimos, yo a mi trabajo, mi hijo a la universidad. Esta situación se repite los siete días de la semana.

…/…

A las tres y media de la tarde los tres volvimos a juntarnos para comer, como mi trabajo es de jornada continuada no podía venir antes y los dos me esperaban para comer juntos. Lo primero que tenía pensado era cambiarme de ropa, pero cuando miré a mi hijo y vi el brillo de deseo en sus ojos supe en el acto que debía complacerle primero. Mientras mi marido estaba entretenido terminando de preparar la comida, me acerqué a Marcos y con disimulo le susurré al oído:

--- Sé lo que deseas pero si piensas que lo vas a conseguir aquí estás loco, tendrás que obligarme a ir a tu habitación a la fuerza- mi hijo pasó una mano por mi cintura y me arrastró a su habitación.

Cerramos la puerta y sin perder tiempo le agarré el paquete. Tiré de él hasta sentarme a los pies de su cama, le abrí la bragueta y le saqué el pene fuera del calzoncillo sin llegar a bajárselos. Allí se la volví a chupar de nuevo. No pude dedicarle mis atenciones a los huevos por que el tiempo apremiaba, justo cuando me estaba llenando la boca de lefa oímos a mi marido avisándonos de que la comida estaba lista. Saboreé su corrida, me la tragué y le lamí bien la polla. Luego le besé la punta del capullo repetidas veces hasta que mi hijo me apartó. Los dos salimos de la habitación y mientras caminábamos hacia el salón Marcos me tocó el culo apretándome una nalga, le miré con la intención de matarle con la mirada y en vez de eso le guiñe un ojo como una tonta ¿qué me pasaba con mi hijo? Me dije. Nos sentamos a comer charlando tranquilamente.

Cuando terminamos de comer entre los tres recogimos todo. Como siempre tomamos café mi hijo y yo, mi marido no, solo se toma la medicación y una manzanilla, luego se echa en la cama, el pobre está ya cansado y necesita descanso. Yo me quedé fumándome un cigarrillo sentada en el sofá con mi hijo al lado. Sabía perfectamente que me miraba las piernas de reojo, empecé a excitarme y me moví disimuladamente para que se me subiera más la falda y me viera un poco mis braguitas también, minutos después mi hijo empezó a tocarse la entrepierna, él pensaría que no me daba cuenta pero yo le tenía calado, cuando un hombre hace eso sé lo que viene a continuación. Ni dos minutos después, mi hijo me pasó su brazo por los hombros cariñosamente, me sonrió y me dio un beso en la mejilla, pero yo sé que no es cariño precisamente lo que desea.

Me agaché sobre sus vaqueros y le besé despacio todo el paquete, Marcos suspiró y se escurrió un poco en el asiento, entonces le abrí la bragueta, le saqué el pene y me lo metí en la boca empezando a chupar. En ese momento me sentía muy dispuesta y se la mamaba como una verdadera puta lo mismo que me pasa con Gerardo, de no ser así, le hubiera dado una mamada normal, como las que le hago a mi marido. Pero Marcos no es como ellos afortunadamente. El cabrón de mi hijo controló la situación perfectamente, cuando vio que me podía el ansia me sacó la polla de la boca, y me ofreció sus huevos, esperó unos minutos viendo como se los chupaba y me la volvió a arrimar, cuando se la fui a atrapar con mis labios me la retiró de nuevo, el desgraciado disfrutaba haciéndome de rabiar.

--- Estate quieto Marcos por favor. –le dije desesperada.

--- Estás muy ansiosa mamá y eso no es bueno. –me dijo como si fuera un experto.

--- ¿Qué sabrás tú de las ansias de una mujer? –le dije.

--- Más de lo que tú crees, te lo aseguro. –contestó con aires de suficiencia.

--- Bueno ¿te vas a estar quieto de una vez? –le dije un poco irritada con tanto juego.

--- Si tanto la quieres pídemela. –me dijo rozándome los labios con la punta de su pene.

--- Estás loco si crees que me voy a rebajar a eso.

--- Muy bien, entonces se acabó. –dijo aguardándose el pene. Al ver eso me sentí horrorizada y sintiendo mucha vergüenza se lo pedí.

--- Dame tu polla hijo, sácatela por favor y deja que te la coma. –le pedí tragándome el orgullo.

Marcos se la sacó y me la ofreció, inmediatamente me lancé sobre su pene y di un suspiro de satisfacción al sentirla llenándome la boca ¡qué hermosura! Daba gusto chupársela. Hay veces que tarda un cuarto de hora en correrse y otras hasta media hora, según lo que tenga que estudiar, yo prefiero que tarde más, porque así me brinda la posibilidad de disfrutar como una guarra mientras se la chupo. El final siempre es el mismo: me llena la boca de lefa.

Esa tarde, cuando terminé de chupársela, se la guardé cariñosamente dentro del calzoncillo y le subí la bragueta con cuidado, como lo haría una madre amorosa con su niño, él ni siquiera hizo un gesto de agradecimiento hacia mí. Nos entretuvimos viendo la tele y charlando de temas diversos, como si nada hubiera pasado minutos antes. Miré el reloj y vi que eran las cuatro y media nada más, sabía que a las cinco y media Marcos se iba a su cuarto a estudiar una hora o dos, según, esa costumbre la cumplía a rajatabla porque es muy disciplinado. De repente descubrí a mi hijo otra vez mirándome a mí y a mis muslos. Me puse nerviosa, no había pasado ni media hora y ¿ya quería más? Para asegurarme me moví con disimulo poniéndome casi de frente a él y separé las piernas para que me viera las bragas, la respuesta fue automática: su entrepierna empezó a crecer descaradamente. Como estaba cansada y me apetecía dormirme la siesta decidí adelantarme a los deseos de mi hijo y volví a agacharme para chupársela otra vez, justo media hora después se corrió abundantemente en mi boca y se fue satisfecho a estudiar, yo me dormí la siesta en el sofá. Así fueron los primeros tres días después del incidente del baño, siempre después de comer.

El cuarto día hubo un acontecimiento nuevo. Cuando me hallaba durmiendo la siesta, Marcos no tuvo inconveniente en despertarme dándome un cariñoso beso en la frente. Abrí los ojos un poco asustada porque estaba adormilada, sólo eran las seis y media.

--- Tranquila mamá, perdona por haberte despertado, solo quería que supieras que voy a salir, vendré a la hora cenar, anda sigue durmiendo. –me dijo.

¿Pero es que se cree que soy tonta? Pensé indignada , que fuera a salir solo era una excusa, Marcos se creía que disimulaba muy bien pero yo sabía que quería otra mamada. Me incorporé en el asiento sin importarme a estas alturas que la falda se me subiera, él me separó las piernas e intentó apartarme las braguitas a un lado para verme el coño pero le detuve inmediatamente.

--- Eso no Marcos, confórmate con lo que te doy. –le dije.

No obstante mi hijo me rozó el coño con su dedo por encima de la tela de las braguitas y enseguida me arrepentí de haberlo dicho que eso no. Yo deseaba que se atreviera a más con todas mis ganas. Le agarré por la cintura de los vaqueros y lo atraje hacia mí, mi hijo intentó soltarse preguntándome sorprendido que qué hacía ¡como si no lo supiera! , en cuanto le eché mano al paquete dejó de forcejear y se quedó quieto. Le bajé los pantalones y se la chupé; primero por encima del calzoncillo y luego se la mamé con vicio, como Gerardo me había enseñado. Yo estaba excitada y atacada por el morbo de que mi marido me pillase en plena faena ¡Qué pensaría el pobre mío si me viera comiéndome el pollón de su hijo por dios! Pero mi hijo que no es tonto se dio cuenta enseguida de mi angustia. Gracias a mi sugerencia buscó una solución para el día siguiente.

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Esa tarde me quedé muy cachonda y sentí la necesidad de follar salvajemente con Gerardo. Nada más marcharse mi hijo esperé unos minutos y subí a su piso. En cuanto me abrió la puerta me sonrió y nada más cerrarla nos empezamos a besar como si el mundo se fuera a acabar. Allí mismo me sujetó en vilo apoyándome contra la puerta y sin desnudarnos me echó un polvo de antología con el que yo me corrí dos veces. Apagada nuestra ansia inicial me llevó en sus brazos hasta el salón. Nos desnudamos despacio. Yo a él y él a mí. Juntos hicimos café entre besos y caricias. Al final nos pusimos como motos, me agachó sobre la encimera y me dio por el culo un buen rato, no me la sacó hasta que vio que yo me había corrido. Se acopló conmigo sobre la encimera y en esa precaria postura hicimos un 69 de lado. Como él no se había corrido, se bajó, me cogió por los tobillos y me atrajo hasta él.

--- Relájate Sara -me pidió- porque te voy a hacer mía. Te la voy a meter profundamente y es posible que mi polla te entre por el cuello del útero. Te voy a poseer como nadie te ha poseído jamás. -Aquello, lejos de asustarme encendió más mi excitación y le pedí que me la metiera toda entera.

Apoyé los talones en sus hombros y me relajé como me había pedido. Gerardo me penetró empujando fuerte y efectivamente noté su polla muy adentro. No sé si me llegó al útero o no, lo que sí sé es que a mi marido jamás le había sentido tan hondo. Gerardo me puso una mano en la nuca y la otra en los hombros y me atrajo contra su pecho con fuerza. En esa postura me jodió con desesperación. Tomó completa posesión de mi cuerpo y de mi ser.

--- Eres mía Sara, siempre serás mía no lo olvides. -me dijo y lo repitió constantemente hasta correrse dentro de mi coño.

Así es como me sentía cuando lo hacía con él ¡Suya! Mientras notaba los espasmos de su pene bombeándome semen caliente me corrí yo con fuertes jadeos.

--- Follas de maravilla. –le dije besándole los labios.

--- Y eso que ni siquiera hemos tomado café. –contestó él haciéndome reír.

--- Tengo que irme ya. –le dije.

--- Espera un poco que tomemos café, te prometo que te entretendré cinco minutos. –me dijo.

--- Sólo cinco minutos. –le recordé empezando a vestirme.

Gerardo logró impedir que siguiera poniéndome la ropa. Empezó a besarme, encendiéndome de deseo hasta que consiguió tumbarme sobre mi pecho en la alfombra del salón, él se subió encima de mí y por detrás me penetró el ano matándome de gusto. Yo alcé la cara para besarme con él y él me morreó acariciándome las tetas. Luego puse el culo en pompa todo lo que pude para que lo gozara mejor. Gerardo estuvo media hora dándome por el culo. Yo me corrí dos veces y él ninguna. Me la sacó del culo y se sentó en el sofá. Sin que me dijera nada me arrodillé entre sus piernas abiertas, le limpié la polla y se la mamé un buen rato. Sentía la necesidad de darle placer, lo deseaba, por eso le pedí que se pusiera a gatas sobre el sofá. En esa postura le chupé el culo y le lamí los huevos mientras le acariciaba la larga polla con las dos manos.

Gerardo se puso muy duro en pocos minutos. Se incorporó, me alzó en vilo y me la clavó profundamente por el coño pero en vez de follarme así, me transportó hasta la mesa del comedor. Allí me tumbó de espaldas, me abrazó con fuerza por la cintura y la nuca y empezó a tomarme como él sabe: poseyéndome como lo hace un verdadero hombre, haciéndome perder el juicio a pesar de que sabe que no me gusta follar así. Me folló durante mucho tiempo haciéndome vibrar, temblar, gemir roncamente y sentirme una auténtica hembra entre sus brazos. En ese momento perdí los papeles. Deseé ser su mujer, estar casada con él para que estuviera todo el tiempo jodiéndome de esa forma. Menos mal que recobré la cordura enseguida y me avergoncé de mis pensamientos, no podía permitirme tener sentimientos con este hombre que me hacia suya maravillosamente.

No sé como lo hacía Gerardo, pero los cinco minutos se transformaron por arte de magia en hora y media de fabula. Nos tomamos el café y cuando terminamos de beber, me enlazó por la cintura y enfilamos a su habitación, pero estábamos tan calientes que en mitad del pasillo me echó al suelo y allí volvió a joderme bastante rato. Gerardo cambiaba de postura cuando le apetecía pero al final terminamos en mi postura favorita: yo a gatas y él detrás de mí, agarrándome por los pechos mientras me monta con fuerza. Yo me corro hasta tres veces así. Más tarde lo noto ponerse tenso, empuja con fuerza hundiéndome su larga polla y descarga un torrente de semen inundándome el coño. Normalmente yo le acompaño con un orgasmo suave y muy placentero mientras siento los espasmos de su polla. Me encanta que me lo haga así. Nos recuperamos de ese polvo en la cama. Antes de marcharme de su casa volvió a tomarme de nuevo dejándome totalmente satisfecha.

Cuando entré en mi casa, Pablo que se había despertado me preguntó donde andaba. Le dije que había ido a cambiar el aceite al coche, fue lo primero que se me pasó por la mente. Se puso cariñoso conmigo pero con tacto no le dejé, antes tenía que ducharme. Pero no pude evitar que me metiera la lengua al besarme, menos mal que no notó nada. Palidecí al decirme Pablo que sería él quien me iba a lavar, me puse muy nerviosa pero no pude negarme. Pablo me metió un dedo en la vagina, menos mal que eché mucho gel en la esponja, gracias a eso el semen de Gerardo que escurría de mi ano y mi vagina se camufló con la espuma. Mi marido supuso que sus caricias me excitaban, me acarició el sensibilizado clítoris hasta lo que él supuso mi orgasmo, ese día descubrí una cosa: que se me da muy bien disimular.

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Marcos esperó dos días para buscarme ¡menos mal! , sin saberlo me dio tiempo a recuperarme de mi maratón sexual con Gerardo. Esa tarde me llevó a su habitación como yo le había sugerido, así no nos vería su padre, aunque claro, tampoco existía el morbo del peligro. Tampoco importaba mucho la verdad, a esas alturas yo prefería esa intimidad. Estaba ardiendo de deseo porque mi hijo me tomara de una vez. Quería comprobar lo que se sentía con una polla tan grande como la suya. Si lo lograba, iba a disponer de dos machos increíbles y bien dotados para mí solita.

Ese era mi deseo pero la educación recibida me lo impidió, dejándome frustrada. Estando allí solos le pedí que se quitara la ropa y él se desnudó por completo. Se quedó quieto sabiendo que yo me lo comía con los ojos, intentó desnudarme a mí también pero me negué rotundamente, sabía que si cedía ahora luego querría más cosas y acabaría pretendiendo tener sexo conmigo y eso sí que no. ¡Por ahí no paso! Ya era suficiente con lo que le hacía, aunque bueno, tengo que admitir que viéndole desnudo no me pude resistir y le acaricié el pecho despacio hasta llegar a su pubis para mirar embobada los saltos que daba su pene mientras se empalmaba. En ese momento supe que había sido una gilipollas al negarme a que me desnudara. No sé por qué lo había hecho si tanto deseaba follar con él. Quizá ese ridículo tabú que nos meten en la cabeza desde niños fue el que me impedía dar el gran paso. Al menos consentí que mi hijo me sacara las tetas al aire y me las sobara a su antojo, cuando se cansó yo me dediqué a lamerle los pezones al tiempo que le manoseaba la polla con una mano y los huevos con la otra, mis estímulos le pusieron la polla escandalosamente dura.

Un rato después dejé que me colocara a su gusto: o sea, tumbada todo lo larga que soy sobre la cama, con la cabeza en un pico de la cama, casi al borde, mi hijo se puso encima de mí formando un 69 y me dijo que me iba a comer el coño. Yo no quería eso, no debía consentirlo pero tampoco podía resistirme. Mientras yo le chupaba los gordos huevos, mi hijo empezó a pasarme la lengua por el interior de mis muslos derritiéndome de gusto. Me empezó a bajar las braguitas y mi excitación creció hasta desesperarme. Marcos iba a ver el chocho de su madre por primera vez en su vida. Se lo iba a comer y a saborear también por primera vez el flujo de su madre.

--- Hijo por favor no me hagas esto. –le supliqué.

--- Lo estás deseando tanto como yo. –me dijo.

--- Eso es lo que crees pero te equivocas. –le dije intentando por última vez que recapacitara.

No, no se equivocaba mi hijo. Cuando me sacó las braguitas me espatarré como una cualquiera dispuesta a que empezara cuanto antes. Nada más sentir su boca en mi vulva pegué un gemido alto, no me corrí de milagro. Su voraz lengua recorría mi hendidura desde el clítoris hasta la vagina, luego el perineo y acababa cebándose con el esfínter de mi culito. Así una y otra vez provocándome fuertes escalofríos y convulsiones muy intensas. Todas esas sensaciones eran nuevas y desconocidas para mí, ni siquiera con Gerardo las había experimentado. Marcos me estaba matando de gusto con el morbo añadido de que era mi hijo. En ese estado de excitación permanente tuve dos orgasmos seguidos y como es lógico mi hijo se bebió todo el caldo que manaba del coño de su madre. Mientras me recuperaba, Marcos se dio la vuelta mirándome pensé que iba a besarme y me preparé para recibirle entreabriendo la boca pero no se atrevió. No sé porqué. En cambio me chupó las tetas maravillosamente.

Una vez recuperada volvimos a hacer el 69. Yo empecé a chuparle la polla dándole mi mejor mamada para corresponder al placer que él me había dado. Mi hijo se dejó chupar la polla y los huevos por lo menos un cuarto de hora, transcurrido ese tiempo volvió a inclinarse para atacar mi coño con su boca. Me lamió toda la hendidura otra vez y jugó con mi ano todo lo que quiso dejándome siempre a las puertas del orgasmo. Yo pensé que o no sabía llevarme al clímax otra vez o no quería hacerlo sintiéndome desconcertada por lo que me hacía mi hijo que me estaba matando de placer.

Empecé a excitarme a cada minuto que pasaba y al poco tiempo estaba ya que me abrasaba. Con tanta calentura le chupé el culo. Cuando más entretenida estaba sentí de repente su lengua en mi clítoris endurecido. ¡Señor, qué manera de jugar con él! Mi hijo me estaba llevando a la cima del placer a cada segundo que transcurría. Cuando me atrapó el clítoris con sus labios y empezó a succionármelo tuve la impresión de que me lo estaba mamando. El gusto que sentí era tremendo, brutal, sentí un vacio en el estomago al tiempo que una bola engordaba en mis ovarios llegando hasta mi coño, se centraba en mi clítoris y amenazaba con estallar de un momento a otro. Y estalló. Menos mal que tenía su pollaza en mi boca que si no, mis gritos los hubiera escuchado todo el vecindario (incluido mi pobre marido). Marcos me provocó cuatro o cinco orgasmos encadenados no estoy segura, pero con una intensidad tan brutal que hasta se me escapó el pis, mi hijo rápidamente aplicó la boca a mi uretra y se bebió todos mis meados poniéndome más cachonda aún. Así estaba cuando empecé a recibir su cálido semen en mi boca. Su corrida fue una tremenda catarata de semen. Fue un verdadero placer degustar y tragarme esa exquisitez.

Marcos se quedó encima de mí, sin fuerzas, igual que yo. El clímax nos había sacudido a los dos con la misma intensidad. Yo había entrado en éxtasis por primera vez en mi vida. Marcos me besaba la vulva de vez en cuando provocándome fuertes espasmos en el pubis. Un rato más tarde empezamos a levantarnos. Como él se levantó primero al pasar por encima de mi cabeza le retuve agarrándole por las caderas. Agradecida le besé el culo varias veces y también los huevos, mi hijo se dejó hacer encantado.

Sentada en la cama me excité viéndole vestirse, le llamé, se acercó y le guardé yo misma la polla dentro de los calzoncillos pero antes se la besé varias veces, cuando ya se iba a marchar hizo la intención de besarme en la mejilla y maniobré con rapidez para que lo hiciera en mis labios permaneciendo así algunos segundos ¡señor! Qué cálidos, que suaves y que ricos los tenía. Los de Gerardo o los de mi propio marido no se le podían comparar. Tenía que probar los besos de mi hijo como fuera.