Terapia de Conciliación (serie suegras y yernos)

Un joven esposo tiene problemas matrimoniales a causa de las constantes desavenencias con su suegra. En el afán de intentar solucionar el conflicto, se apuntan a un novedoso “programa de reconciliación familiar de fin de semana”.


Nota del Autor:

Ésta una entrega de una serie de capítulos unitarios basados en el tema “affaires suegra-yerno”. Incluirá un poco de todo e irá alternando con otras series.

Un título publicado por mi hace tiempo y que está dentro de la temática de la serie es “Esposa convalesciente, Suegra complaciente”. Pueden encontrarlo en mi lista de relatos publicados en 2017.


En febrero de 2020, luego de 3 años de casados, la situación matrimonial de Andrés era insostenible. Se llevaba genial con su esposa. El problema era con la suegra. Durante los 6 años que había pasado con su ahora esposa (3 de noviazgo y 3 de casado) las desavenencias entre Andrés y la señora Ivanna habían ido de mal en peor y obviamente la que más sufría era Marianita (Manny para la familia), la esposa/hija del par en discordia.

Cómo había sucedido aquello nadie se lo explicaba bien. Tanto Andrés como Ivanna eran personas educadas, respetuosas, y que amaban a Marianita. Sin embargo, no podían acordar portarse civilizadamente cuando estaban juntos. Y ahora, con Mariana embarazada de 6 meses, la cosa iba de mal en peor. La jovencita futura mamá tenía pánico que el nacimiento de su hijo trajera más problemas a la familia y había expresado su preocupación entre llantos tanto a su esposo como a su madre.

Digamos que esta historia comienza un sábado de febrero en que Andrés recibió una llamada telefónica de su suegra. Estaba semi-acostumbrado a recibir llamadas de ella, en general de reproche o reclamo por cosas banales, por lo tanto la atendió con profundo malestar, pero intentando sonar lo más neutro posible. El diálogo que siguió fue francamente sorprendente para él.

—Holaaaa, Diga. —Andrés fingió no saber quién llamaba. Lo cual era absurdo en la era del “caller ID”.

—¿Hola Andrés, soy Ivanna, tenés un minuto para hablar? —Inquirió la suegra

El hombre aceptó lo más cortésmente posible e intentó mantenerse callado dejando que la mujer se explaye.

—Andrés, estaba pensando en toda la situación de conflicto constante que vivimos y no es bueno para nadie, especialmente para Manny. Yo lo he intentado y creo que vos también. Pero esto nos supera. Me supera, realmente. Pero no quiero darme por vencida. Pienso que debe haber una forma en que podamos congeniar por el bien de ella… y del bebé.

Aquello era diferente de otras llamadas, al menos la mujer reconocía que ella tenía algo de responsabilidad en la mala relación entre ellos.

—Gracias por llamarme, Ivanna, realmente lo aprecio. Yo también lo he pensado mucho. Manny no está bien con esta situación y yo tampoco. Y créame que le entiendo lo que dice al declararse superada. Me siento igual…—Ensayó un conciliador Andrés

—Bueno. Sí—Interrumpió Ivanna, tal cual era su costumbre de no dejarlo terminar las oraciones—Pero convengamos que sólo reconocernos superados no va a ayudar mucho. Algo tenemos que hacer distinto. ¿NO?

—Sí, Ivanna, Sí. ¿Pero qué? —respondió el yerno preocupado

—Ése es el punto de mi llamada. Te llamo porque… creo que hay algo que puede ayudar. Algo… distinto. De hecho, me lo recomendó una amiga que tenía muchísimos problemas con su yerno, como nosotros, bah: peleas por todo. Por pavadas, por cosas serias…. y finalmente consiguieron superarlo gracias a….

—¿Quiere que leamos un libro? Yo lo intenté y no es tan fácil, ahora… si los dos leemos lo mismo…—Ahora interrumpía atropelladamente Andrés.

—NO. Dejame hablar—Protestó la vieja—No es un libro. Yo también lo intenté. Eso no sirve. Se trata de un programa de reconciliación familiar—Explicó la vieja.

—¿Sesiones con psicólogos, Ivanna? —Preguntó Andrés.

—Sí. Ya me imaginaba que no te iba a interesar—Prejuzgó la vieja.

—No, Ivanna. En este momento me interesa todo. Estoy dispuesto a todo para mejorar las cosas. —Explicó Andrés—Y si se trata de algo recomendado por personas de su confianza, me parece incluso mejor.

La mujer también se sorprendió gratamente y propuso pasar por la casa de la pareja para explicarle lo poco que su amiga le había contado. Lo cual realmente no era mucho más que lo que había explicado por teléfono.

Se trataba de un programa de fin de semana en una lujosa finca en Pilar en el que suegra y yerno pasaban desde el viernes por la tarde hasta el domingo por la mañana. El costo era elevadísimo pero los folletos indicaban 10 años de experiencia en resolver conflictos suegra-yerno con alta efectividad y la tentadora oferta de regresar el 100% del importe si luego del retiro de conciliación no acababa el conflicto familiar.

Obviamente todos (Manny, Andrés e Ivanna) pensaron que seguramente había algún tipo de trampa en esa oferta porque sería imposible evitar que la gente se aprovechara de eso para recibir un reembolso siempre. No obstante, y debido a las recomendaciones de la amiga de Ivanna, decidieron afrontar el gasto e intentar completar el programa.

Manny con lágrimas en los ojos les dijo que estaba emocionada por el esfuerzo que hacían y dejó que su madre se encargara de los arreglos. Aparentemente la cosa no era tan simple: una pre-entrevista a solas con cada persona en conflicto era el paso previo a que la terapeuta aceptara el caso o no.

—Debe ser todo circo—Pensó para sí Andrés—Seguro que hacen la pantomima de la evaluación previa pero después aceptan a todos con tal de cobrar mucha guita.

Pero a pesar de todos los escepticismos, al final de aquella misma semana se encontraros Ivanna y Andrés conduciendo cada uno su propio vehículo al punto de la terapia.

Ivanna dejó encargado a su pachorriento esposo ocuparse de cualquier cosa que necesitara Manny.

—Mirá que ni yo ni Andrés vamos a estar disponibles si Manny necesita algo. Vos tenés que ocuparte. Dejate de joder con el golf y la pesca con mosca y quédate al pie de tu teléfono por si la nena necesita algo. ¡Por una vez en tu vida ocupate, che! —Sentenció como una harpía. Realmente si la relación entre Ivanna y Andrés era mala, la relación de la madura mujer con su esposo era peor. Pero había una diferencia: A Ivanna no le importaba llevarse bien con su esposo y en cambio, por el bien de su amada hija, quería poder congeniar con su yerno.

Andrés se despidió amorosamente de su mujer

—Vos tranquila, aprovecha a pasarlo con tus amigas, cuidá la pancita y pasalo bien, yo te prometo que todo va a estar bien. Vas a ver que después de esto vamos a llevarnos mejor con tu mamá—Aseguró el futuro papá que odiaba que su esposa tuviera disgustos mientras gestaba.

Manny se abrazó a él y lo besó con pasión. De hecho, lo besó de una manera en que no lo había besado hace meses, cuando la obsesión por el embarazo y los crecientes disgustos familiares habían hecho que Manny comenzara a rechazar toda obertura sexual de su esposo. Andrés no pudo evitar una fuerte erección, pero no pudo hacer mucho con ella porque debía partir para no llegar tarde a la sesión de bienvenida al programa. Debía empezar con el pie derecho.


Viernes por la Noche.

Los coches llegaron a la finca casi a la vez a eso de las 5 PM del viernes. Y fueron recibidos por personal de maestranza del lujoso complejo que les indicaron el sitio de estacionamiento y los acompañaron caminando hasta que divisaron la entrada principal de la casa donde los esperaba una exuberante psicóloga, y los dejaron avanzar solos.

Todo estaba planeado. La idea era dejarlos caminar solos en los metros finales, sin servidumbre ni guías para poder observar cómo se movían.  Camila, la observante terapeuta de 42 años, era una diosa. Delgada, alta y elegante. Con un voluptuoso pero proporcionado cuerpo y una sonrisa de enorme boca pintada y blancos y parejos dientes que la hacían ver como una sexy villana de Hollywood. Ella vio a yerno y suegra aproximarse. El muchacho llevaba ahora las dos maletas con rueditas, luchando con la grama para poder arrastrarlas y la mujer madura lo miraba pujar pero no atinaba a ayudarlo. En eso la mujer levantó la cabeza, divisó a Camila y le dijo algo a su yerno que miró también a la sexy mujer que los esperaba en el porche de la mansión.

—Esa es Camila, la terapeuta— murmuró Ivanna a su yerno que luchaba arrastrando las maletas de ambos, como cortesía para su suegra.

—Está buenísima—Pensó Andrés, pero su boca emitió una frase más correcta— Sí, ella me entrevistó en las oficinas de Buenos Aires.

Cuando llegaron a la puerta de la casona, la anfitriona los recibió con un abrazo y un beso formales, guardando un aire de profesionalidad, pero a la vez mostrando la calidez de la sesión terapéutica residencial que iba a comenzar.

Siguió el obligado tour por las instalaciones. La casa era espaciosa y lujosa, decorada con estilo de estancia campestre Argentina. Las habitaciones con baño en suite eran amplias y estaban lo suficientemente separadas para proporcionar privacidad. Tenía un aire de destino romántico, más que terapéutico.

El patio era dominado por una enorme pileta (piscina) de aguas transparentes rodeada por sitios para descansar a la sombra o para asolearse a gusto. Un fogón con cómodos bancos insinuaba relajadas e íntimas tertulias vespertinas.

Más allá estaban las caballerizas completamente equipadas. Y cerca de la vivienda principal, canchas de tenis. El enorme prado convertido en curso de golf de 18 hoyos se extendía hasta el confín de la propiedad y sendas cortinas de álamos y de pinos estratégicamente plantados brindaba sensación de privacidad sin que los huéspedes se sintieran aprisionados entre muros amenazantes. Aquello era un paraíso realmente.

—Los que venga acá a pelearse no tienen arreglo—Bromeó Andrés y las dos mujeres rieron ante la ocurrencia.

Luego de eso, Camila sugirió que cada cual se retirara a su habitación a “instalarse” y que los tres ser reunirían a las 7 PM para la sesión introductoria con “wine and cheese” en el estar de la casa. (la psicóloga alardeaba de sus posgrados en el exterior forzando palabras extranjeras donde no eran necesarias).

En la media hora disponible, Andrés dispuso la poca ropa que había traído en los closets: unos pares de medias, pantalón elegante sport, 2 camisas, sweater, shorts, etc. Luego se miró al espejo y consideró que estaba lo suficientemente elegante para agradar a Camila, en quien casi no podía dejar de pensar.

Por otro lado, Ivanna había traído una maleta más grande con bastante variedad de ropas. Miró el reloj y decidió darse una ducha rápida sin mojarse el pelo. Es que lucía un corte “bob” recién hecho por su estilista.

Se duchó en pocos minutos, salió de la ducha, se quitó la cofia impermeable y se acomodó el pelo con los dedos. El corte estaba preparado para eso juntamente: máxima elegancia con mínimo mantenimiento.

Se puso un juego de tanga y corpiño de encaje y sobre eso unos pantalones short cargo color ocre y una camisa blanca de la que dejó los 3 botones de arriba desprendidos facilitando que sus enormes pechos resaltaran separando el cuello de la blusa. Las elegantes chatitas completaban el atuendo “de campo” como ella lo bautizó.

Se maquilló y se perfumó con cuidado y se vio en un espejo de cuerpo entero mientras sus manos alisaban el pantalón a la altura de las caderas y redondos glúteos.

—Nada mal para una vieja de 59…— pensó la suegra comparándose automáticamente con la sexy terapeuta y sintiendo una pequeña punzada de celos.

Andrés e Ivanna fueron tan puntuales que se encontraron en las escaleras que iban de la planta superior al estar de la casa y bajaron conversando animados por el imponente marco de la sesión. Los dos estaban nerviosos, obviamente, pero no lo suficiente como para no notarse el uno al otro.

Ivanna de inmediato se dio cuenta que su yerno estaba muy elegante. Si bien no se había cambiado desde el arribo, ella recién ahora se fijaba en él. Los pantalones khaki, la camiseta de marca con cuello polo, el elegante calzado del mismo color que el cinturón y la malla del reloj eran detalles que resaltaban el alto porte del joven yerno. Al menos no era necesario decirle a su yerno como vestirse y arreglarse.

Andrés notó que Ivanna se había cambiado e intentó por todos los medios de no mirarle mucho las tetas. Sí. Era una mujer de casi 60. Sí. Era su suegra. Pero qué delantera impresionante llevaba. Además, no cabían dudas que era toda una señora elegante, sexy y orgullosa de sí misma.

—Al menos no es tan obvio para mirarme las bubies—Pensó entre halagada y molesta la mujer que estaba acostumbrada desde su adolescencia, en que desarrolló aquellas enormes tetas, a las miradas libidinosas de los hombres y, peor aún, a los comentarios irrespetuosos y soeces.

Al llegar a la sala vieron un sillón de 2 amplios espacios frente a una mesita ratona con una imponente tabla de quesos y tres copas y del otro lado de la mesita una silla cómoda, evidentemente para la psicóloga.

La iluminación era buena, pero no brillante. Y había suave música ambiental de bossa nova brasilera.

—wow—pronunciaron a coro los pacientes por la simpleza y elegancia de la ambientación.

En ese momento emergió de la cocina Camila, en todo su esplendor, con una botella de vino en la mano, los invitó a sentarse, llenó las tres copas y se sentó en su silla de donde previamente recogió una libretita y un bolígrafo que parecían esperarla.

Suegra y yerno se sentaron en el sillón de 2 espacios con cierto pudor, intentando no rozarse mucho. Por suerte el tamaño era tal que no era necesario estar amontonados. Se miraron entre sí con cara de “a ver si esto funciona” y luego miraron con cara de signo de pregunta a la terapeuta que ya los estaba observando.

—Bienvenidos nuevamente a este programa de conciliación o re-conciliación familiar. Ésta primera sesión es para que cada uno se presente y que hagamos un primer intento de “evaluación positiva mutua”

Los términos pretendían ser académicos, pero sonaban a chantada, al menos a Andrés que era un tipo bastante leído. Pero eso no desalentó a los pacientes a intentar poner lo mejor de sí. Camila prosiguió leyendo de las notas de su cuadernito.

—Ivanna, 59 años, ama de casa de Recoleta (un coqueto barrio porteño) casada hace 30 años, mamá de Mariana de 26. Andrés, 31 años, ingeniero ambiental, esposo de Mariana. 3 años de casados y antes de eso, 3 de novios. Están acá porque no pueden “congeniar” — Leyó la terapeuta y usó sus manos para simular comillas al pronunciar la palabra congeniar que había sido tomada textual de la entrevista con Ivanna.

Los pacientes no atinaron más que a mirarse, mirar a Camila y asentir.

—Parece que los dos están preocupados por el tema y que el conflicto perdura a pesar de que ambos reconocen que cada uno, e incluso la otra parte intenta evitarlo. —Resumió Camila y miró a sus pacientes haciendo una pausa para invitarlos a hablar.

—Los dos lo intentamos, Camila. Pero algo nos supera y siempre terminamos discutiendo o peleando ¿Cierto Andrés? —Respondió Ivanna.

—Cierto. Tal como Ivanna ha explicado, eso pasa—Corroboró Andrés. Coincidiendo con su suegra por primera vez en meses.

—Brindo entonces por el primer acuerdo entre ustedes y, modestia aparte, como ha ocurrido en mi casa, me asigno el mérito de semejante logro—Bromeó Camila levantando una copa.

Suegra y yerno rieron y tomaron sus copas para brindar.

Cuando se disipó el momento de risas, chinchines y degustación de vino, Camila siguió hablando mientras se servía un platito con quesos y sus pacientes la imitaban sin dejar de prestarle atención.

—Comencemos entonces con el primer ejercicio. No vamos a hablar de lo que los hace discutir o de las diferencias. —Disertó Camila bajo la atenta mirada de sus paciente-comensales y prosiguió:

—Ahora nos enfocaremos EXCLUSIVAMENTE en las coincidencias y cosas positivas que cada uno observa en el otro. ¿OK?

Las partes en conflicto se miraron y volvieron a asentir mirando a su terapeuta. Andrés observó cómo Ivanna tomaba un pedacito de queso con sus finos y arrugados dedos coronados por sus largas uñas decoradas y se lo metía en la boca abriendo los labios pintados para no tocar con ellos la comida que aprisionaba con sus perfectos dientes antes de tragarla elegantemente. Las dos mujeres notaron complacidas cómo Andrés observaba a Ivanna con cierto brillito de lujuria en sus ojos. Y Andrés sintió un cosquilleo en su entrepierna observando embobado a su madura pero atractiva suegra comiendo pedacitos de queso.

—Vamos a empezar con Andrés—Dijo Camila sacando a todos del trance momentáneo—Quiero me digas alguna cualidad positiva que observes en Ivanna en este mismo momento.

Antes que Andrés abriera la boca, la terapeuta dio más instrucciones.

—Escuchame bien. No quiero que digas algo que vos pienses por tu experiencia y conocimiento de los últimos 6 años. Quiero que digas algo que sea obvio en ella AHORA, incluso para alguien que, como yo, recién la conoce.

—Ufff… Qué difícil —dijo Andrés, torciendo el cuerpo para mirar a su suegra que de inmediato se puso rígida de los nervios al sentirse escrutada por el muchacho.

Se miraron los dos y por la mente de Andrés pasaron varias cosas, como flashes. Pero todas eran “inapropiadas”: Las enormes tetas, la cara de mamadora madura (realmente tenía una cara hermosa y provocadora con labios carnosos y ojos vivaces adornados de patitas de gallo que despertaba bajos instintos en su yerno), hasta el culo redondo enfundado en los apretados shorts eran en su mente masculina cualidades positivas de su suegra. Pero no las podía confesar, claro. Entonces Andrés se volvió a la terapeuta le dijo mansamente:

—El… el… el perfume. Ivanna huele espectacular.

Camila sonrió y miró a Ivanna en obvia espera de una reacción… o acaso de una respuesta.

—Bueno… Gracias. Eso es muy… considerado y respetuoso—Respondió casi sorprendida Ivanna, que esperaba algún tipo de comentario grosero o acaso libidinoso sabiéndose arreglada para competir con Camila por la atención masculina.

—¿y vos qué tenés para decir de Andrés? —Azuzó Camila

—Emmm… y bueno. Qué voy a decir… lo obvio: que es un hombre de buen porte, alto, buenmozo… y cortés, claro—Dijo casi desconcertada Ivanna que no estaba acostumbrada a alabar a su yerno pero no quiso quedarse atrás.

—Gracias, Ivanna—reaccionó con sinceridad Andrés que ahora no podía dejar de mirar a su suegra.

—¿Algo más para decir de Ivanna, Andrés? Ivanna dijo no una, sino TRES cosas positivas de vos. ¿Crees poder hacer lo mismo con ella? —Desafió la terapeuta

Andrés, escaneó a su suegra con la mirada y respondió:

—Es una mujer muy elegante. Y bella. Extremadamente atractiva…— Ensayó Andrés.

—Claro, especialmente para mi edad… —Interrumpió belicosa la suegra, incapaz de recibir un cumplido sincero de su némesis

—¡Para su edad y para cualquier edad, Ivanna! Mírese usted al espejo si no me cree. Ese exquisito, pero discreto maquillaje y su atuendo, que resalta lo mejor de su figura sin ser vulgar. ¿O no, Camila? —contrarrestó el yerno atropelladamente intentando refugiarse en la terapeuta para “ganar” la improvisada discusión.

Cuando terminó la frase, Andrés se sintió arrepentido. Acababa de confesar que su madura suegra lo atraía físicamente.

—OK. OK. Paremos un momento. Yo no puedo tomar parte por uno de ustedes. Y ustedes no deben discutir aquí, sino escucharse. Andrés parece tener un punto válido. Escuchémoslo, Ivanna—Invitó la psicóloga y luego animó a Andrés a continuar—¿Podés ser más específico, Andrés, y describir qué es lo mejor de la figura de Ivanna?

—Eeehhh… no sé qué más decir. Mirala, Camila. Mírese al espejo, Ivanna. Es claro que usted es una mujer madura. Pero a la vez es hermosa, coqueta y atractiva independientemente de su edad. Por el amor de dios, si hasta cuando come queso con tanta elegancia y sensualidad, despierta pasiones, Ivanna—Confesó estúpidamente el yerno.

Camila empezó a reír y a aplaudir ante la sorpresa de sus pacientes e Ivanna comenzó a reír también.

—Me vas a hacer sonrojar, Andrés, debo reconocer que me he han piropeado bastante… pero… ¿por comer queso? Eso sí que es nuevo JAJAJA—Se tentó Ivanna

Andrés no sabía cómo reaccionar. Y la terapeuta vino a su rescate

—jajaja. Desde un primer momento supe que, conflictos aparte, ustedes dos iban a ser un caso interesante. Y después de 10 años de experiencia, debo darle a Andrés el premio al cumplido más sincero y original que he escuchado en estas sesiones.

Eso relajó a yerno y suegra y el hombre decidió probar su suerte adulando más a su conflictiva parienta política.

—Quiero compartir el premio al cumplido más original con Ivanna…. Y con… el wine and cheese.

Las dos mujeres estallaron en risas y la suegra decidió no quedarse atrás.

—Mi turno, ¡mi turno! Más allá de todas las diferencias y enemistades pasadas, quiero confesar que Andrés me parece un hombre MUY divertido y ocurrente. Y que comprendo perfectamente cómo una mujer como mi hija puede pasárselo bien con él. Un hombre bello y que hace reír tanto a una mujer, obviamente… “termina entrándole a una”.

Era ahora la suegra la que estaba confesando su atracción por el yerno al que tanto siempre criticaba.

—Bueno, bueno. Paremos un poquito ahí—Intervino Camila—Me parece buenísimo que hablen en positivo el uno del otro. Pero el objetivo del ejercicio es enfocarse en sentimientos personales y no en la relación con Mariana. Eso es un tema totalmente distinto.

Los pacientes aceptaron gravemente y miraron a Camila con expectativa.

—Pasemos a otro ejercicio de refuerzo positivo. Ivanna, quiero que piensen en una cualidad FISICA de Andrés que no es obvia en este momento pero que vos considerás positiva y que conocés de antes. No vale repetir el tema del porte y la apariencia, que ya usaste. Eso es obvio. Quiero que digas algo que yo no pueda ver.

Ivanna dudó un momento, miró a su yerno con dudas y luego, tomó aire inflando el de por sí abultado pecho y habló mirando fijo a la terapeuta.

—Una característica física de Andrés es su…. Musculatura. ¡Ay! Que calor me da decirlo…. Pero… si es parte de la terapia…

—Lo es. Adelante. —reaseguró Camila.

—La musculatura de sus brazos, de su torso… los abdominales. Aunque vos no los veas, Camila, yo lo sé porque Andrés y Manny suelen venir a la pileta en casa… ¡Ufff! Disculpá, Andrés, pero una no es ciega—confesó la suegra para sorpresa del yerno y no tanto de la psicóloga mientras nerviosa e innecesariamente se arreglaba con los dedos las capas de su espectacular pelo corto.

—Gracias—Dijo Andrés visiblemente nervioso y sintiendo que el cosquilleo íntimo se incrementaba —Es halagador que lo hayas notado, Ivanna.

— ¿Y vos, Andrés? ¿Algo similar para decir de Ivanna? — Camila intercedió hábilmente.

—Uhhh…. Lo tengo claro, pero no me resulta fácil. No quiero ser desubicado….

Ivanna le puso la mano en la rodilla y le dio aliento:

—Tranquilo. Prometo no usarlo en tu contra, no importa lo que digas.

Todos rieron porque era claro que hasta entonces cada palabra usada por aquellas dos personas en conflicto podían ser usadas en su contra.

—ufff… Bueno. Sin dudas… los… los… los pechos de Ivanna. O sea… ufff… no lo tomen como una falta de respeto, pero…. Yo también la he observado en la pileta, en bikini y realmente, usted tiene unos pechos muy… atractivos. Y no es por la edad. Serían atractivos en una chica de 30 como en una señora de 60.

—Si. Atractivos y enorme. ¿no? Todos los tipos son iguales—Dijo la suegra burlonamente

—Enormemente bellos. Sí. Lo dije, que joder. Y es verdad. —Confesó el yerno aguantando la mirada a su suegra.

—¡STOP! —intervino Camila sorprendiendo a ambos.

—Ivanna. ¿Cómo te sentís al escuchar eso de un hombre? Olvidate que es Andrés.

—emmm… me sientoooo…. Mmm… me siento genial, no lo voy a negar. Que un hombre joven haya notado eso y que lo pueda decir tan respetuosamente, me hace sentir bien. Una está acostumbrada a escuchar cada barrabasada de esta bubies, que lo que dijo Andrés me sonó a gloria. —Confesó la suegra para sorpresa del yerno.

La conversación siguió distendidamente. Yerno y suegra se agradecieron por las palabras sincera y se piropearon “inocentemente”. Era claro que los pacientes pasaban todo el tiempo mirándose entre sí sin prestarle atención a la psicóloga.

—Bueno… ahora pasemos a algo más físico—Dijo impasible la terapeuta sorprendiendo a Ivanna y Andrés. —Andrés, proponé una actividad de interacción física con tu suegra. Algo que vos puedas realizar cómodamente ante mi presencia. Pensá en algo que los saque a los dos de su zona de confort sin llegar a ser escandaloso o inaceptable.

—uhhh…. Ehhh…—Andrés estaba desconcertado, pero se tomó unos segundos para evaluar posibilidades.

¿Besarla? Ganas no le faltaban, realmente, pero Ivanna iba a pegar una espantada que arruinaría todo el resto del fin de semana. ¿Abrazarla? Demasiado soso. ¿Tomarse de las manos? Ridículo y cobarde. La opción era obvia.

—No es fácil proponer algo que sea aceptable y a la vez desafiante. Pero… propongo que bailemos un tema lento de los 80. O sea… no lo tomen a mal, pero es algo físico y sin dudas está fuera de nuestra zona de confort, pero es divertido y… aceptable. ¿NO?

—No lo sé. ¿Es aceptable, Ivanna? —Preguntó Camila mientras Andrés era consumido por el arrepentimiento y la duda ante la posibilidad del rechazo.

—Y… hace mucho que no bailo. Además. ¿Por qué lento? O sea… adoro la música de los 80 pero…—Ivanna dudaba mientras se moría de ganas por ser convencida de hacerlo.

—Cada vez que respiras de The Police—Propuso intempestivamente Andrés.

Camila miró a los pacientes y notó la duda en Ivanna y decidió forzar la situación.

—Ivanna. ¿Te gusta ese tema?

—Me ENCANTA. Pero… ¿cómo sabías, Andrés?

Andrés se paró y estiró la mano invitando a “salir a las pistas”.

—jajaja ¡Qué tontería! Si no hay música. —Intentó resistirse Ivanna.

Andrés impasible tomó su celular y buscó la canción, la hizo sonar y la interrumpió mirando a su suegra con la mano extendida.

Ivanna se levantó intentando ocultar los temblores de su cuerpo. ¿Por qué estaba tan nerviosa si aquello no era más que un ejercicio terapéutico?

Andrés reinició la canción en su celular, lo puso en máximo volumen y lo dejó junto a la bandeja de quesos. Los improvisados bailarines se abrazaron al estilo “adolescente”, con brazos estirados y guardando enorme distancia, Ivanna enlazaba sus manos detrás del cuello de Andrés y el yerno tomaba a la suegra de la cintura. Pero estaban tan separados que entre ellos dos hubiera podido alojarse la voluptuosa Camila.

—Vamos, chicos, somos grandes, eso no es manera de bailar un lento, no me jodan—Sancionó chabacanamente la capciosa psicóloga.

Yerno y suegra se miraron a los ojos, el hombre cabeceó en dirección de la terapeuta como diciendo: “escuchala” y la mujer asintió sonriente en silencio en una actitud que tácitamente decía: “vamos a taparle la boca a esta cargosa”.

Los dos bailarines se abrazaron pegando sus cuerpos con respeto, pero sin mezquindades. Y Andrés habló en voz alta cerca del oído de su suegra.

—Es uno de mis temas lentos favoritos. Gracias por aceptar bailarlo conmigo—

—Gracias a vos. Creo que la última vez que me sacaron a bailarlo era la década del 80 jajaja—respondió la suegra.

—¿Venís muy seguido a bailar por acá? —preguntó el yerno imitando conservadores códigos ochentosos. Los dos rieron.

La canción acabó demasiado rápido. Ivanna deseó que durara más. Realmente se sentía a gusto en brazos de su yerno. Cuando se iban a sentar, Ivanna permaneció de pie y emitió su propuesta sin ser preguntada.

—Mi Turrrrno. ONE de U2—Sentenció.

Ante la duda de Camila y Andrés, la suegra insistió que era su turno de proponer algo físico y pidió bailar One.

—Señorita… ¡Ivanna se copia de mí! —denunció jocosamente y con vos aniñada Andrés, sorprendiendo a las mujeres por un segundo antes de hacerlas estallar a carcajadas con la ocurrencia.

—Mirá que sos payassso— Dijo la suegra golpeándolo coquetamente en el brazo antes de seguir—Dale. Busca ONE en tu teléfono. No me contradigas más.

El tono ahora era de burla al propio conflicto que los había empujado a buscar la terapia. Y en menos de lo que canta un gallo estaban yerno y suegra abrazados bailando mientras la terapeuta se relamía por el progreso que iba observando.

Ivanna pensó que aquello era mucho mejor que discutir con el hombre. Especialmente sentir el duro pecho y los fornidos brazos del yerno le hicieron aflojar las piernas por un instante, pero se mantuvo erguida. Andrés estaba en las nubes sintiendo las mullidas tetas de su suegra. Y agradeció tener una suegra tetona porque, si él no empujaba la pelvis, esas enormes tetas separaban sus cuerpos la distancia perfecta para estar pegaditos sin que ella sintiera la incipiente erección que él sufría.

Cuando la música terminó los improvisados bailarines regresaron a sus asientos. Andrés se acomodó su bulto de la manera menos obvia posible mientras Ivanna se abanicaba acalorada.

—uffff ¡cuanto hace que no bailaba! —confesó la casi sexagenaria suegra.

Camila aprovechó para hacer que sus pacientes expusieran lo que habían sentido y cada uno confesó tímidamente el gusto por haber bailado esos temas. Al ser empujada por la terapeuta, Ivanna reconoció que le gustaba bailar con un hombre que fuera a la vez fuerte y respetuoso, como Andrés.

—No se vos, Camila. Pero cuando bailo lentos, yo quiero un hombre que me sostenga en sus brazos y que me hable con dulzura, pero sin pasarse de baboso… Como hizo Andrés, bah.

Y el yerno reconoció que, para bailar lentos, una mujer con los atributos físicos de Ivanna era ideal.

—No quiero quedar como un pervertido, pero cuando de bailar lentos se trata, prefiero abrazar a una mujer con los atributos bien puestos, como Ivanna. Y que sea una mujer segura, que no se sienta intimidada, pero que tampoco permita cualquier cosa. Me sentí muy a gusto, realmente.

—¿A qué atributos te referís exactamente? —provocó la psicóloga.

—¡Cuales van a ser! A ESTOS jajaja—bromeó sorprendentemente Ivanna usando sus manos para simular que levantaba sus pechos

—Jajaja esos, y la cintura y las caderas, y todo—Dijo el yerno sintiéndose envalentonado y prosiguió—Además está el aroma de su perfume, como dije antes. Todos esos atributos….

—Basta. Paremos acá. Ufff… Qué calorrr—dijo la suegra avergonzada pero también orgullosa de sentirse adulada por su apuesto yerno.

—Bueno. Creo que es todo por hoy, esto es un GRAN progreso. ¿No les parece? —Preguntó retóricamente Camila para sorpresa y desilusión de las partes en conflicto que querían “seguir avanzando”. Acto seguido la terapeuta sentenció: —Propongo que se queden ustedes un rato más conversando, pero no mucho, porque mañana vamos a salir a caminar temprano. Nos vemos acá a las 8 AM traigan ropa cómoda ¿Si? —

Yerno y suegra aceptaron a regañadientes. Y mientras la terapeuta se retiraba, les aconsejó:

—Pueden terminar de comerse el queso, pero cuidado, Ivanna, moderate, especialmente ahora que sabemos el efecto que eso causa en tu yerno.

El chiste movió a todos a la risa y ni bien se quedaron solos, Ivanna tomó un trocito de queso edam entre sus gráciles dedos y, mirando provocadoramente a su atónito yerno, lo devoró sugestivamente sin aflojar la mirada.

Andrés quedó boquiabierto sintiendo como se le endurecía la verga e Ivanna estalló en risas tomando el brazo de su yerno que, contagiado, también empezó a reír.

—jajaja. Que pava soy. Disculpame, Andrés. Estuve re desubicada jajajaa— se excusó la madura mujer.

—jajaja el pavo soy yo. Que me quedé embobado mirándote—reconoció el joven yerno. —Pero insisto que verte hacer eso provoca un no-se-qué

—a verrr…— Dijo Ivanna y repitió mirando al yerno y éste no pudo sostener la mirada al sentir que la verga inflamada pujaba en sus pantalones.

Risas mediante, continuaron conversando distendidamente e Ivanna se sinceró.

—Te confieso que en un principio las actividades de hoy me parecieron desubicadas. Incluso si las pienso en frío, lo son. Pero acá y ahora me siento feliz de estar haciendo esto con vos. Creo que enfocarnos en lo positivo es la manera de cortar el circulo vicioso en que estábamos sumergidos.

—Totalmente de acuerdo con vos. No quiero pasar por irrespetuoso o lanzado. Pero realmente haber podido decirte cómo te veo sin pensar en la negatividad del pasado ha sido liberador para mí—Reconoció Andrés.

—Mirá que te ha llevado seis años de desnudarme con la mirada para venir a reconocer que mis pechos son uno de mis mejores atributos jajaajaj—Bromeó inapropiadamente Ivanna.

—ufff… qué vergüenza. — dijo Andrés, pero fue interrumpido por su suegra tocando su codo.

—No te avergüences. Vergüenza es ser soez e irrespetuoso. Vos lo dijiste como todo un caballero. Además, yo dije que tus abdominales y tus músculos son tu mejor atributo físico. Así que… ¿empatados? —propuso la suegra estirando la mano en señal de pacto sellado.

—Empatados y con gusto—dijo el yerno sacudiendo la mano de la suegra mientras los dos pensaban en cuán atractivo era el otro.

—Bueno— dijo ella levantándose y haciendo levantar automáticamente al yerno como si estuvieran conectados por un hilo invisible—¿Nos vamos a la cama?

—¿ehhh? —preguntó desorientado el yerno haciendo reír a la coqueta suegra

—Cada uno a SU cama, quise decir, ¡bailarín de lentos! ¿O qué te pensás? jajaja—Intentó fingir enojo la mujer, pero no pudo aguantar la tentación de su propia broma.

Cómo le gustaba “ganarle” de esa forma a su yerno. Era más divertido (y menos estresante) que intentar ganarle en discusiones familiares.

Los dos pacientes se retiraron riendo y bromeando. Flirteando. Coqueteando. Tonteando, bah. El yerno acompañó (innecesariamente) a la suegra hasta la puerta de su cuarto, como si fuera una especie de guardián que acompaña a la doncella a cruzar un peligroso bosque encantado. Se dieron un (inapropiadamente) prolongado beso de buenas noches en el cachete y cada uno se fue a su cuarto.

El hombre cerró la puerta tras de sí y pensó:  —¿qué mierda? No puede ser.

Se frotó la entrepierna y confirmó sus sospechas: su miembro estaba a completamente endurecido. Y empezó a masturbarse.

En su mente recordó la primera vez que conoció a su suegra, lo guapa que le había parecido. Luego saltó a los acontecimientos de esa noche, las miradas, el baile, las risas. La sexy madura provocándolo al comer el queso, justo antes de retirarse a dormir. Con cada recuerdo aumentaba el ritmo de su paja. Flashes de recuerdos de su esposa llorando después de una pelea yerno-suegra le desinflaron un poco la verga, mitad por culpa, mitad por bronca. Pero recuerdos de su confesión reciente sobre las impresionantes tetas de Ivanna sin que ésta se enojara, lo sacaron de la culpa a la lujuria en microsegundos.

Finalmente, recordando la mirada penetrante de la vieja y su boquita pintada diciéndole “¿vamos a la cama?”, lo hizo eyacular como un cerdo entre estertores de placer. Los trallazos del denso semen que llevaba acumulado por casi una semana le adornaron los pectorales y abdominales que Ivanna había confesado admirar.

Ivanna cerró la puerta detrás de ella y se apoyó en la misma con su corazón galopando agitadamente y pensando una y otra vez en lo mismo:

—Me miraba a mi todo el tiempo, no a ella. Me miraba a mí. Me miraba a mí.

Ivanna también recordó cosas. Recordó el jugueteo casi adolescente de esa noche con quien se suponía llevaba una relación de perros y gatos.

La suegra reconoció que estaba caliente. Desprendió su cargo shorts y metió la mano entre la tela de estos y de su tanga. Recordó el baile y los murmullos de su atento yerno. Seguía recostada con la espalda en la puerta, resoplando y acariciándose. Recordó la mandíbula dislocada de Andrés mirándola comer sensualmente bocadillos de queso. Y comenzó a reírse y a tocarse con más velocidad. Se quitó la ropa y se acostó en la cama sin parar de estimularse, al verse en el espejo se preguntó qué diría su yerno si la viera con aquel conjunto sexy de ropa interior de encaje. Y ese pensamiento le provocó una descarga de placer que corrió como un rayo por su espina desde la nuca hasta la cadera.

En medio de aquella paja, pensó en su hija y en los disgustos que le habían ocasionado discutiendo y sintió culpa. Jadeante y agitada paró de tocarse y se agarró la cabeza. ¡Aquello era una locura! No podían hacerle esto a Manny.

Pero los vívidos recuerdos de la primera tarde del “tratamiento de reconciliación” la inundaron otra vez cuando recordó la mirada embobada de Andrés al verla salir cambiada de su habitación.

—Le gusto. Lo atraigo—Pensó. Y su mano, cobrando vida propia fue a estrujar sus propios pezones apenas cubiertos por la tela de encaje del sexy corpiño. —Le gusto vestida y si me viera así ahora, se volvería loco. Se le pararía la verga otra vez, como cuando bailamos.

Los auto-tocamientos arreciaron con una mano, mientras Ivanna buscaba desesperada en su celular el Instagram de su yerno y pasaba sus fotos con la otra mano. Su mirada era de rabia y de lujuria por partes iguales.

—¿Te gusta tu suegra, degenerado? ¿No te importa que sea de la edad de tu madre, eh? ¿no te importa que sea la mamá de tu esposa? ¿o acaso eso te pone masssss?—preguntaba irracionalmente a las inmutables fotos de Andrés mientras aceleraba la paja, ya con la braguita de encaje movida a un lado y con el dedo empapado de sus propios flujos dibujando círculos alrededor del clítoris y metiéndose de vez en cuando en la raja viscosa.

—Mirá cómo me ponés, Andrés. ¿Vos tenés idea de cuanto hace que no lubrico así? —hablaba sola la madura suegra.

En ese pasar de fotos apareció una de Manny bellísima y panzona de su embarazo abrazada por detrás por su esposo que descansaba las dos manos sobre la panzota en un clásico gesto de orgullo paterno.

Ver esa imagen familiar en plena paja shockeó a Ivanna que la pasó rápidamente para encontrarse con otra similar. Y otra más. Rechazó varias hasta que sucedió lo inesperado. Ivanna comenzó a regresar mirando las fotos de su hija embarazada con su yerno y empezó a murmurar barbaridades con creciente lujuria.

—Te creés el gran semental, ¿eh? ¿Te parece que podés preñar todo lo que se te cruza, animal? Vení, carajo, vení, preñame a mí. Preñá a esta vieja si sos tan fértil, ¡HIJODEPUTAAAA AGGGHHH!

Y embargada por esos pensamientos tabú e imaginándose absurda y violentamente inseminada hasta ser preñada por su yerno, a pesar de su infertilidad menopáusica, Ivanna estalló en un orgasmo sin precedentes.

Varias oleadas de placer salvaje la invadieron haciéndola arquearse como una posesa sobre la cama hasta permanecer apoyada por sus pies y su cabeza, para desplomarse temblando y volver a arquearse en la siguiente onda orgásmica.

Finalmente se despatarró agotada. Que locura. Llevaba más de una década acostumbrada a tibios, superficiales y abrasivos orgasmos post-menopáusicos, pero éste había sido un orgasmo como los de sus años mozos. Lúbrico. Resbaloso. Intenso. Profundo. No era un orgasmo concentrado en sus labios vaginales y en la cabecita del clítoris sino que era un orgasmo sentido en lo más profundo de su vientre.

Después de sendas acabadas, yerno y suegra se durmieron culposamente complacidos. Mientras desde una sala en la misma casa, Camila observaba lo que ocurría en cada habitación vía un oculto circuito cerrado de TV.

—Mañana va a ser un gran día—Pensó la terapeuta.

Sábado por la mañana.

Andrés amaneció temprano, pensando en lo ocurrido la noche anterior. Especialmente en el pajote que se había hecho pensando en su suegra. No era la primera vez que lo hacía. Porque desde que la había conocido, durante su noviazgo con Manny, Ivanna le había servido de inspiración para pajearse de lo lindo. La enorme diferencia es que esta vez la paja no había sido 100% fantasía, sino que había comenzado rememorando las interacciones entre ellos la tarde anterior.

Para despejarse, Andrés se duchó y en la ducha, tuvo que hacer un esfuerzo sobrehumano para no volver a pajearse. Necesitaba pensar y la ducha siempre le servía para tener las mejores ideas matutinas. Luego, mientras se secaba y cambiaba en un elegante sport, decidió que iba a continuar el juego con su suegra hasta donde diera la cosa. Siendo realista decidió no ponerse límites ni condiciones a priori.

Ivanna, en cambio, se despertó desorientada. Para ella sí era la primera vez que se masturbaba pensando en su yerno. O sea: no es que no le resultara atractivo. Siempre lo vio así. Pero de ahí a pajearse…. NO. Permaneció boca arriba en su cama tomándose la cabeza y recordando las barbaridades que había proferido mientras se masturbaba la noche anterior. Pensó en su hija y en su yerno. No podía culpar al muchacho por su propia calentura, obviamente. Y además él se había comportado bastante ubicado. El tema era la terapeuta que los había empujado constantemente hacia el doble sentido.

¿Qué hacer? ¿Abandonar la terapia y la estancia? ¿Seguirla pero negarse de lleno a cualquier tipo de sugerencia “picante”? La segunda opción era absurda: si el tratamiento consistía en “eso”, ¿Qué sentido tenía seguir en la estancia sin seguir las instrucciones de Camila? Y la tercera opción era seguir con todo. Ponerse a disposición de la psicóloga sin condiciones.

¿Y si escalaba? ¿Y si de bailar pasaban a querer morrearse, tocarse, o quién sabe qué otra barbaridad?

La suegra se levantó atontada y se vio al espejo. No se vio sexy. Estaba con el maquillaje corrido, con los pelos enredados y con la cara demacrada. Necesitaba sentirse mejor, así que se duchó, se arregló el pelo, se puso ropa interior nueva y se maquilló. Después eligió ropa sexy y cómoda. Si alguien la hubiera visto hubiera pensado que iba a jugar al tenis y no a caminar. La falda tableada arriba de la rodilla le marcaban su cola trabajada en los gimnasios y una camiseta cuello polo blanca con rayas horizontales rosa que se le pegaban al cuerpo y le resaltaban los globos el pecho. Medias ¾ y zapatillas blancas. Estaba realmente sexy. Se sentía sexy.

Reflexionó nuevamente sobre el camino a tomar y decidió continuar con la terapia. Pero necesitaba hablar con Andrés para aclarar ciertas cosas. Flirteo y coqueteo estaba bien. Decirse cosas atrevidas también. Admirarse y confesarse atracción no tenía nada de malo, realmente. Especialmente si los ayudaba a comportarse mejor el uno con el otro. Pero tenía que quedar entre ellos. Tenían que proteger a Manny a toda costa.

Una vez más los dos pacientes casi chocaron entre sí al abandonar sus habitaciones a las 8 AM.

—Buenos días, Andrés. ¿Descansaste bien? —Preguntó cortésmente Ivanna observando cómo su yerno la devoraba con la mirada.

—ho… hola, Ivanna. Qué bien se te ve hoy. ¿Eh? Si. Dormí bien, gracias. ¿Y vos?

Andrés era un manojo de nervios. Hablaba atropelladamente mientras su mente pensaba mil cosas a la vez, incluidas: “qué buena está la vieja”.

Es que realmente era una atractiva mujer de 59 años. Su atractivo residía en que se notaban todos sus años, pero se notaban espléndidamente bien.

—Bueno, gracias, ¡piropeador oficial! Jajaja. Yo dormí más o menos. Es que me cuesta dormir si no es mi cama, pero no me quejo, a veces es bueno cambiar de cama por un fin de semana. —flirteó descaradamente la suegra al saberse admirada por su tímido (¿?) yerno.

—ah… sí. Me pasa igual, realmente. Uno se acostumbra a dormir en su cama y después no es lo mismo—Se solidarizó el yerno que en otro contexto hubiera salido a discutirle que si la cama era cómoda no había diferencias.

—Y eso que vos llevás apenas 3 años, imagínate mi caso: son 30 en la “misma cama” —bromeó la señora aludiendo con doble sentido a dormir con el mismo hombre en vez de la cama en sí.

Andrés no dudó en seguirle la corriente con un chascarrillo:

—Entonces ya va siendo hora de que cambies el colchón, Ivanna

La suegra estalló en coquetas risas e insinuó redoblando la apuesta de la provocación que más que colchón le vendría bien renovar otras cosas. Ni ella se reconocía a si misma ni su yerno daba cabida a lo que escuchaba, pero los dos siguieron la corriente.

Cuando el diálogo iba terminando se encontraron en el estar de la casa con una risueña (y elegante) Camila que los esperaba para asignarles una “tarea”.

—Buenos días, pareja—Dijo Camila sorprendiendo con esa palabra a los pacientes. —Espero que hayan descansado porque hoy toca un día a tope de actividades. Empezamos con el desayuno.

El desayuno era una actividad “a solas” tal como llamaban a cosas que realizaban yerno y suegra sin la presencia de Camila.

La terapeuta los instruyó a seguir un pintoresco sendero que iba al hoyo 1 del campo de golf donde había un pabellón en el que encontrarían servido el desayuno. Y la consigna era que caminaran juntos conversando de cualquier tema, pero en contacto físico. Como siempre, quedaba en ellos decidir los detalles: Caminar de la mano, caminar abrazados, lo que fuera.

Ivanna tragó saliva y pensó “ya empezamos desde tempranito” en clara alusión a Camila forzando ciertas acciones íntimas entre ellos.

Suegra y yerno se miraron y la mujer desafió al muchacho.

—Bueno, joven, usted dirá.

Andrés venía maquinando a mil. Si por él fuera la llevaba todo el camino tomado de la cintura. Pero no podía tirarse así a la pileta. En cambio, ofreció su codo a la suegra en clara alusión a ir tomados “estilo bracete”. La cara de Ivanna se iluminó mientras pensaba que su yerno era un genio para cumplir con las consignas zafando de situaciones embarazosas.

—Menos mal que no atinó a llevarme de la cintura. No sé qué hubiera hecho—Pensó para sí la vieja temblando de ganas por ser tomada de esa forma y a la vez aliviada de no tener que decidir entre darle cabida o rechazarlo por inapropiado.

—ah bueeeno. Pero que tenemos acá, ¡una parejita del siglo 19! —bromeó la psicóloga en clara alusión a lo anticuado de la movida.

—jajaja No se él, pero yo soy de ese siglo—bromeó la suegra mientras se colgaba del brazo del esbelto yerno.

—No prestes atención, Ivanna. ¿Vamos? —invitó el yerno vuelto protector de damas maduras.

Los pacientes se alejaron conversando juguetonamente simulando pelear sobre si Ivanna era vieja o madura.

Camila los vio alejarse. La suegra iba casi colgada del brazo del yerno al que miraba desde abajo embobada. El tipo iba riendo y arrancándole fugaces miradas al escote y a los ojos de la suegra. Simulaban empujarse con los hombros y cuando se separaban a veces se mantenían de la mano brevemente, pero siempre volvían a tomarse del brazo.

—Ya están a punto—Pensó maliciosamente Camila.

Caminaron unos 10 minutos y llegaron al pabellón donde había servido un simple desayuno: Un termo de agua caliente, un mate, galletitas de salvado, pan multi-granos, queso blanco y mermelada diet.

Ivanna se sorprendió al ver su desayuno favorito: —¿Cómo supieron que esto es lo que yo desayuno? —preguntó en voz alta.

—jajaja Lo sacaron de la hoja de datos—Explicó Andrés.

—¿Que hoja de datos? ¿a vos te preguntaron eso? A mi no. Pero… si éste no es tu desayuno favorito, Andrés.

—No. no. Me preguntaron en mi hoja cual era TU desayuno favorito y cuál era el mío también. —Explicó y luego reconoció el detalle—Lo raro es que solamente pusieron el tuyo, no mi café con leche con medialunas.

—¿Y vos cómo sabés mi desayuno favorito? —Preguntó la suegra sorprendida.

—Y… no se… de cuando fuimos a veranear a Pinamar, ¿te acordás? Vos todos los días desayunabas esto.

En efecto el primer verano de casado Andrés había invitado a sus suegros a veranear con ellos en una gran casona de la costa. Grave error: la convivencia había sido tensa.

—ahh… si. Si. Wow. Qué observador—Dijo impresionada la suegra sintiendo picazón en el estómago (o tal vez más abajo).

Se sentaron juntos en el banco y ella se volvió a tomar del brazo a su yerno.

—Bueno, dale, qué esperás, cebame un mate. —Coqueteó la mujer.

Nuevamente la proximidad física, el coqueteo y el aroma de la suegra hizo que se revolucionara la entrepierna del muchacho. Pero reponiéndose del trance, procedió a desengarzar el brazo suavemente y a cebar un mate que probó primero para testear temperatura y sabor. Mientras él cumplía con el ritual rioplatense, la mujer se preparó una galletita y mirándolo a los ojos la mordió sensualmente.

Andrés estaba cebando el segundo mate (que iba a ser para la suegra) y quedó tan bobo por el deliberado gesto de la vieja que rebalsó el mate y al sentir el agua caliente resbalar por su mano abrió abruptamente las piernas para evitar mancharse y quemarse más. Esa movida súbita causó el desbande de su compañera de asiento que se paró dando espacio, casi perdiendo la media galletita que le quedaba en la mano.

—Pero me cag… —sofrenó la puteada el muchacho

—¿Andrés estas bien? —Dijo la suegra parada al costado, pero mirando insistentemente entre las piernas del muchacho, buscando la mancha de agua caliente que no halló, y encontrando solamente un respetable bulto que iba en decadencia por los nervios del chico.

La mujer volvió a sentarse junto al avergonzado yerno y para romper el hielo hizo un chiste subido de tono.

—Andrés, no voy a poder comer más con vos, porque te pones como un tonto, querido jajaja—disfrutaba la suegra

—jeje que vergüenza, Ivanna, que nabo soy.

—jajaja dame un mate como la gente, dale. Y no me mires, a ver si te quemás de verdad.

El desayuno continuó más distendido. Pero luego se pusieron más serios y hablaron de las consignas a las que los sometía Camila. Y sobre esa búsqueda constante de la provocación mutua.

—En cierta forma me gusta. Aunque me sienta incómodo a veces—Confesó Andrés—Y me doy cuenta de que al someternos a esto nos obliga a pensar positivamente. Creo que esta terapia puede funcionar, ¿NO?

—Acá sin dudas está funcionando. No hemos tenido un sí o un no desde que llegamos. Pero me pregunto cómo lo vamos a mantener cuando dejemos la Estancia. O sea… este lugar es especial, la hace a una comportarse distinto… igual vos… pero…. Y en ¿casa? No voy a poder estar mordiendo bocaditos guiñándote un ojo delante de Manny o de mi esposo para dejar de pelear con vos.

Yerno y suegra hicieron silencio reconociendo el dilema. Y Andrés propuso una hipótesis.

—Yo me juego a que esto es una parte y luego vendrán otras donde aprenderemos a comunicarnos diferente después de hacernos resetear toda la negatividad con que llegamos.

—Tenés razón—Concluyó la suegra colgándose del brazo de su yerno como una adolescente esperanzada—Esto es un reset. Y después viene la construcción de algo nuevo y que vamos a poder mantener en nuestras vidas cotidianas

—Y dale, no te duermas y dame otro mate. Y mirá para el otro lado que me voy a comer una tostada con mermelada y tal vez tenga que limpiarme el labio con la lengua jajajaja—bromeó sugestivamente la suegra.

Luego la mujer explicó que su amiga íntima, Elba, le había recomendado el lugar porque ella había completado el programa con su yerno y estaba muy satisfecha. Pero que se había negado terminantemente a darle detalles del programa de tratamiento.

—Claro. Esta parte da un poco de cosa contarlo por ahí— dijo Andrés.

—Ni hablar. A mí lo que más cosa me da es pensar en tener que explicar las actividades a Manny… o sea… no tiene nada de malo, pero… podría malinterpretarse, ¿verdad? —preguntó la madura Ivanna

—Totalmente de acuerdo. Yo sé que esto no suena muy bien que digamos, Ivanna, pero quería pedirte que nos pongamos de acuerdo en qué vamos a decir cuando salgamos de acá. Más que nada para evitar problemas. Imagínate que resolvamos nuestros conflictos y se genere un lío innecesario con Manny— propuso el yerno.

—Si. Suena feo. Pero debemos hacerlo así. Ya cuando tengamos más tiempo a solas y veamos cómo evoluciona el tratamiento, vamos a arreglar algo, ¿te parece? —Invitó la cómplice suegra.

La conversación tan simple pero tan sincera tranquilizó a ambas partes y levantó cierta barrera de pudor o de contención que existía en ambos por miedo a hacer algo que el otro pudiera delatar frente a Manny. A partir de ese momento las miradas provocadoras, los empujoncitos de coqueteo y las palabras con doble sentido empezaron a volverse más descaradas.

Después de varios mates la mujer se recostó sobre el muchacho observando el prado de golf y el chico aprovechó a abrazarla fraternalmente.  Se mantuvieron así por un buen rato. A Andrés se le paró el miembro e Ivanna no pudo evitar un cosquilleo íntimo que le sabía a gloria.

—Bueno, bueno—Interrumpió Ivanna—tanto como me gustaría quedarme acá con vos todo el día, creo que debemos regresar. Camila nos debe estar esperando.

Ya no volvieron del bracete sino tomados de la mano, riendo, tironeando, empujándose hasta que divisaron el patio de la casona donde los esperaba Camila expectante y se soltaron abruptamente de la mano para retomarse formalmente del brazo.

—Me parece que ya nos vio—Dijo el muchacho

—vos fingí demencia y negá todo— provocó con un coqueto guiño de ojos la suegra que ya se sentía una diosa traviesa.

Ellos no sabían que habían sido espiados por Camila durante todo el desayuno y gran parte de la caminata con cámaras inalámbricas.

Una vez en el formidable patio de la casa, la terapeuta los invitó a sentarse con ella bajo una enramada de glicinas, cada uno en su propia “reposera”, y cerca de la piscina. Camila ojeaba sus notas en el cuadernito de siempre y explicó la “próxima fase” del programa a los expectantes pacientes.

—Bueno. Noto un enorme progreso en ustedes y quiero que pasemos a la siguiente fase. Es una etapa crucial, que puede resultar chocante al principio pero que a la larga resultará instrumental en lograr armonía permanente entre ustedes—Sentenció la terapeuta y continuó: —La actividad inicial se llama “confesar sin juzgar”.

La palabra confesar erizó los pelos de los brazos a ambos pacientes.

—Ahora les voy a hacer una serie de preguntas que requiere que cada uno cuente intimidades muy serias. Les pido sinceridad, paciencia, respeto y compromiso con el programa al responder.

La cara de pánico de suegra y yerno eran un poema.

—Empecemos con Andrés. —Dijo Camila—¿Cuándo fue la última vez que tuviste sexo y con quién?

—Pero eso que tienn… —interrumpió la suegra, queriendo proteger a su yerno y a ella misma, porque si Andrés contestaba ella iba a tener que contar sus cosas también.

Camila alzó la mano con autoridad y la paró en seco. —Como dije. Es importante que cada uno cuente intimidades al otro. De hecho, algunas de estas preguntas las he hecho en la entrevista personal.

Andrés miró a Camila y luego a Ivanna y respondió manteniendo la mirada alternadamente a cada una, como lo hace cualquier atento interlocutor.

—La segunda pregunta es fácil. La última vez que tuve sexo fue con mi esposa, obviamente—Explicó

—Y si hubiera sido con otra no lo dirías acá, frente a tu suegra, ¿no? —De repente Ivanna estaba de regreso a sus modos belicosos, pero Andrés la confrontó con cortesía.

—No Ivanna. No es así. Ahora siento que puedo confiar en vos. Y si hubiera estado con otra mujer lo diría. Pero no ha sido así. En cuanto a la pregunta de cuando… uffff…. Fue hace como 5 meses. Es que prácticamente no hemos tenido intimidad alguna en lo que va del embarazo.

Ivanna estaba perpleja. Se sintió avergonzada y no hizo falta la invitación de Camila para decir lo que pensaba.

—Te pido mil disculpas. Estuve horrible. Y vos sos todo un hombre. Gracias por confiar en mí. Y… ahora me siento un poco culpable de lo que contás—confesó la suegra y prosiguió.

—Desde que supe del embarazo de mi hija me he puesto muy cargosa y conflictiva. He traído mucho estrés a su vida y nosotras, las mujeres, sabemos bien que el estrés nos deja sin ganas de sexo. ¿Verdad Camila? —Hipotetizó Ivanna.

Camila dejó correr la pelota que ahora estaba en poder de Andrés.

—Tampoco es tan así. O sea… Manny está estresada por nuestros desacuerdos. SI. Es Innegable. Eso afecta su lívido. En parte tal vez sí. Pero creo que es normal que las mujeres durante el embarazo pierdan ganas de tener sexo. ¿No?

—No todas. —Sentenció Ivanna—Yo me volví insaciable

Andrés la miró, los dos se sonrojaron y el hombre intentó sacarla del apuro.

—Comprendo. Pero Manny es diferente. Ella en realidad nunca tuvo lívido muy alta—explicó Andrés

—Sale al padre, a mi seguro que no—aseguró Ivanna revoleando los ojos, mitad en chiste y mitad en serio haciendo estallar a todos en carcajadas.

—Bien. Suficiente por el lado de Andrés. Tu turno Ivanna—Ordenó la psicóloga.

—Bueno… en mi caso, también con mi marido. Pero no se bien que es lo que querés saber. Si la última vez que él tuvo sexo conmigo o la última vez que yo tuve sexo con él—dijo con sarcasmo Ivanna, lanzada a contar sus intimidades para empatar a su yerno.

—Las dos, por favor—Dijo Camila.

—El martes pasado mi esposo tuvo sexo conmigo. Bajó a la noche, tarde, de su oficina donde simulaba trabajar, pero en verdad miraba porno. Se metió a la cama y empezó a manosearme. Así que cedí para que no se pusiera cargoso, se me subió encima, y pim-pam-pum en 3 o 4 minutos había acabado y estaba roncando. —Confesó sin pudor alguno la lanzada suegra ante el boquiabierto yerno.

—¿Y el otro caso, Ivanna? —preguntó la terapeuta

—ahhh… sí. ¿La última vez que YO tuve sexo con él… mmm… dejame sacar la cuenta?… ¿en qué año estamos? Jajaja. Dejalo así. Ya perdí la cuenta. O sea: ganas no me faltan, sexualmente sigo siendo un volcán. Pero mi marido me genera poco y nada, así que tengo que recurrir a mi amiguito, el vibrador de siliconas.

—Andrés—habló Camila—Qué pensás de la situación sexual de tu suegra.

—¿Es necesario? —Interrumpió la madura y escucharon un SI rotundo de la psicóloga.

—ehhh…. No sé qué decir. Es algo íntimo. No quiero meterme en eso—intentó zafar el hombre.

—Por eso te tenés que meter. Se llama “intimidades compartidas” y es la mejor manera de conectar después de una relación difícil. —Disertó Camila.

—Bueno. Con todo respeto… me parece una locura. No se… digo yo… con semejante mujer, perder el tiempo mirando porno cuando podría estar enamorándola y seduciéndola como se debe. En fin… no quiero meterme en kilombos.

Ivanna puso su mano sobre el brazo de su yerno para darle confianza.

—No te estás metiendo en problemas. Lo que acabás de decir es lo mejor que podría escuchar. Continuá, por favor.

—Yyy… Eso. Si me dicen que dentro de 30 años voy a seguir casado con una mujer sexy y fogosa, como Ivanna, yo le firmo donde haya que firmar. —reconoció Andrés

—Y del vibrador qué pensás, Andrés—Azuzó Camila mientras Ivanna ponía cara de hartazgo con la terapeuta.

—¿Qué voy a pensar? Nada. Bah… dichoso de él—Bromeó el muchacho para zafar

—JAJAJAAJ ¡No sean tonto! —Jugó la suegra que sintió un escalofrío pensando que el chiste de su yerno no era tan chiste para él.

—Andrés, vos dijiste que hace meses que no tenés sexo porque tu esposa no tiene ganas. La pregunta obvia es: ¿Te masturbás? —Intervino Camila

—PERO PORRR FAVORRR no hay necesidadddd. Es obvio que se debe masturbar. Pobre. ¿Qué otra nos queda a los que no nos satisfacen en casa?  Es eso o la infidelidad—interrumpió indignada la suegra haciendo causa común con las pajas del yerno.

—Está bien. NO hay drama. SI. Me masturbo. Obvio—Dijo Andrés.

—La masturbación es tanto cuestión de estimulación física como de fantasía. ¿Cuándo te masturbaste por última vez y cuál fue la fantasía? —Preguntó la taimada psicóloga que ya conocía la respuesta.

—BASTA NOS VAMOS—Se paró la suegra. Andrés vio la oportunidad y decidió tomarla.

—Calmémonos. Sentate, dale. Yo lo voy a contar. Me masturbé anoche.

—No Andrés—Rogó la suegra que imaginó de inmediato lo que venía. Pero de todos modos se desplomó en la silla del patio.

—Y la fantasía fue con Ivanna. Y no. No es la primera vez que me masturbo pensando en vos. Lo hago bastante seguido. Te pido perdón. Soy un canalla—Explicó mirando al piso.

—Una canallada es hacerte decir eso. Es algo íntimo que no tiene nada de malo si son tus fantasías, pero nadie tiene el derecho a forzarte que lo cuentes—Dijo con autoridad la vieja que ahora acariciaba el fornido brazo de su yerno intentando consolarlo a pesar de la tremenda confesión.

—Gran parte de las pajas que me hago—Confesó con crudeza el muchacho—son pensando en vos. Especialmente desde que empezó el embarazo.

La suegra quedó muda. Pero Andrés continuó:

—Y por eso cada vez que te veo estoy irritable, molesto y adusto. No con vos, sino conmigo. Porque sé que después de verte tan sexy, tan voluptuosa… me voy a pajear pensando en vos… o en hacer cosas con vos, mejor dicho. Y me siento culpable. Perdón.

—No es tu culpa. Las ganas son ganas, Andrés—Se solidarizó la vieja.

—Pero anoche fue diferente—Continuó el yerno ignorando a la suegra—Anoche por primera vez me masturbé pensando en vos sin sentir luego culpa. No sé por qué.

Camila seguía sin interrumpir, acababa de voltear una ficha de dominó y las otras iban cayendo una tras otra solitas en una cascada imparable.

—Bueno… si te va a hacer sentir mejor, es mi turno “confesar” —encomilló en el aire Ivanna. —Anoche me masturbé pensando en vos por primera vez en mi vida.

Andrés miró sorprendido.

—Era tal la calentura que tenía, hablando mal y pronto, que no tuve que usar el vibrador. Fue a dedo limpio. Y lo más feo de todo, lo más repugnante, es que lo hice mirando fotos de Manny embarazada a tu lado e imaginándome que me embarazabas vos a mí.

Nadie osó interrumpir a la madura que seguía confesando como un arrepentido judicial.

—De hecho, y pensando en eso, creo que mi malhumor y mi enojo constante es por celos. Celos de Manny por estar con vos. Se ven perfectos juntos. En cambio, yo estoy empantanada con el impotente de mi marido mientras ustedes cogen a mansalva buscando un embarazo y contándolo a los cuatro vientos. Y no me podría enojar con mi hija, entonces he proyectado en vos esa frustración.

La estrategia de Camila había dado frutos. Era hora de actuar.

—Bueno. Paremos acá—Dijo Camila llamando la atención de sus pacientes— Está claro que el origen del conflicto ustedes es tensión sexual mutua negada por ambos. ¿Cómo lo piensan solucionar?

—Si es eso no hay cómo—Dijo Andrés—A menos que yo pueda tener sexo con mi esposa e Ivanna con su esposo, para no pensar más en estas cosas...

—Eso no creo que suceda— dijo Camila—Y aunque suceda no hay garantías que dejen de desearse entre ustedes. Por algo se gustan y se atraen.

—Entonces no hay cómo—Apoyó la suegra.

—Si que hay. Y ustedes lo saben—Sentenció la terapeuta.

—NI EN PEDO—Retrucó Ivanna.

—Sería una putada hacerle eso a nuestras parejas—Razonó el muchacho.

—A Manny— Corrigió Ivanna— Mi marido que se joda. Pero a Manny no le podemos hace eso.

—¿Hacer qué? ¿Encontrar la manera de dejar de pelear? ¿Regalarle una vida de armonía? —provocó Camila.

—Gorrearla. Engañarla—Dijo Andrés

—Hacerla feliz—contrarrestó la terapeuta.

—¿Y cómo? Echamos unos cuantos polvos el resto del finde y chau, ¿todo bien? —Increpó furiosa la suegra—¿O salimos de acá y seguimos cogiendo a espaldas de mi hija hasta que nos hartemos?

—Eso lo van a tener que decidir ustedes. —razonó Camila

—Yo les digo una cosa: Si ustedes piensan que voy a poder acostarme con Ivanna este fin de semana, “sacármela del sistema” y después seguir muy tranquilo por la vida, están MUY EQUIVOCADAS. Porque si llego a probar de esta fruta prohibida no va a haber forma de parar la bola de nieve—Confesó desesperado el chico.

—¡Eso no es nadddda querido! A vos se te va a pasar antes que a mí. —Dijo Ivanna—En unos años, cuando yo avance en los 60s te va a ser fácil rechazarme. Pero… ¿Y yo? ¿Vos te imaginás Camila? ¿Te imaginás renunciando a este pedazo de hombre de treintialgo? Yo ni en pedo. Si lo llego a probar, no lo largo más.

—Bueno. Basta. Esos detalles son cosas que habría que ir trabajando—Declaró la psicóloga—Lo que yo escucho acá son dos personas en conflicto porque se desean bestialmente al punto de reconocer que no quieren iniciar nada porque no lo podrían parar.

—Y yo digo. Si les gusta tanto. ¿Para qué parar? Si éste flaco se nota que tiene energía para cumplirle de vez en cuando a la frígida de tu hija y a vos diariamente, Ivanna. ¿Qué? ¿Tienen miedo de ser descubiertos? Esa no es razón para no intentarlo. Podrá ser razón para tomar precauciones, pero no para privarse.

Yerno y suegra no sabían qué responder. La mujer tenía razón. Pero ellos se sentían acorralados. Camila no les dio tregua.

—Bien. En todo caso no lo tienen que decidir ahora. Lo podemos trabajar. Ya son las 11 y media. Tiempo libre en la pileta. Vayan y cámbiense a sus trajes de baño y vuelvan acá para tomar sol, nadar, conversar, yo les hago dejar una picada y junto con ella un material de lectura sobre nuestro programa que es oportuno que miren dado lo que acabamos de discutir. Pórtense bien (guiño), vuelvo por la tarde, tipo 7 PM a hacer otro ejercicio guiado.

Los pacientes se retiraron mudos a cambiarse en sus habitaciones. Estaban aturdidos. El deseo era mutuo. Y también coincidían en que era una locura actuar sobre ese deseo. El verdadero problema no era que no congeniaban, sino que ahora congeniaban demasiado.

Andrés se quitó la ropa y se miró a espejo. Sus músculos le recordaron lo que su suegra había dicho de él la noche anterior y sintió un temblor íntimo. Se puso la ropa de piscina y después de descansar y meditar un rato decidió bajar a ver dónde estaba parada su suegra con todo el tema.

Al llegar a la piscina Andrés se encontró con comida fría en la mesa del patio y unos folletos del programa que se puso a leer con curiosidad.

Ivanna demoró más que él. Cuando llegó a su cuarto estaba en shock por las revelaciones. Andrés se pajeaba pensando en ella. Semejante bombón fantaseaba con ella, una mujer de 59 años. Se probó varios trajes de baño (exagerada, había llevado seis para menos de dos días). Se dejó el más sugerente. Un bikini amarillo que marcaba todas sus redondeces. Se miró al espejo y no le importaron la incipiente celulitis ni las arrugas. Se concentró en las enormes tetas y los pezones parados que se marcaban en los triangulitos de tela. La tanga se le metía en la cola. Se retocó el maquillaje y se acomodó el pelo. Nunca se había sentido tan sexy en su vida. Sin dejar de mirarse en el espejo se dio un chirlo fuerte en la cola y le habló desafiante a su propio reflejo.

—¿Ese pendejo se quiere pajear con vos, Ivanna? Vamos a darle material para que lo haga. Se va a hacer tantas pajas que va a quedar inconsciente.

Sábado por la tarde.

Cuando Ivanna bajó al patio, Andrés ya estaba sentado en un banco largo frente a la mesa de madera donde estaba servida una fuente con frutas, quesos, fiambres y jugos. Andrés leía algo. El muchacho estaba sin camiseta con su musculosa espalda, su viril pecho y sus marcados abdominales a la vista. Reconociendo su debilidad, Ivanna se dijo a sí misma. —Creo que la que va a terminar desmayada a pajas voy a ser yo.

La suegra se acercó a Andrés en puntillas de pie (aunque él la vio por el reflejo en un ventanal lateral, simuló no percibirla) y se abalanzó sobre él abrazándolo, clavándole las tetas en la espalda, tapándole los ojos y preguntándole al oído infantilmente:

—¡Si adivinás quien soy te doy un premio!

El yerno creyó desfallecer con semejante cuerpo pegado a él, se sentía fresco, untuoso por la crema que se había puesto Ivanna. Las tetas se proyectaban en su espalda firmes, con pezones casi perforantes. Y las manos huesudas de la mujer mayor eran finas, suaves, levemente arrugadas y estaban perfumadas de la misma crema que el resto del cuerpo. Simulando intentar adivinar, estirando las manos hacia atrás el yerno palpó descaradamente el cuerpo prohibido de la madre de su esposa. Estaba firme para ser un cuerpo casi sexagenario.

—mmm… a ver…. Es… ¡mi suegra celosa! —Dijo el manoseador impúdico mientras se quitaba las manos de los ojos.

—¡SIII! Te ganaste un beso—Dijo la madurona—y le estampó un beso en la comisura de los labios que hizo temblar a ambos familiares.

Después con el dedo pulgar, la provocadora suegra intentó fregar la cara del muchacho para limpiarle el pintalabios de la esquina de la boca mientras reía burlonamente por haberlo marcado.

—¿Qué leés? Contame, le dijo la suegra volviéndose a abrazar al yerno, clavándole las tetas en la espalda y apoyándole la pera en el hombro.

Andrés sintió como la verga morcillona por la lectura del folleto se empinaba a lo bestia. Se acomodó el miembro sin disimulo alguno y empezó a pasar las hojas para que Ivanna las viera, a medida que él disertaba sobre el contenido.

—Son folletos que explican los resultados del programa y otros servicios que brindan. Aparentemente este programa comenzó hace 9 años y ha atendido a más de 100 binomios yerno-suegra. Las estadísticas son sorprendentes. Aparentemente la totalidad de las parejas, salvo UNA, eran casos en que había algún tipo de atracción sexual, sentimental o física entre ellos previa a la consulta.

—nah. Me estás jodiendo—Intervino Ivanna que no podía leer los folletos porque estaba sin lentes, pero, coqueta, no quería admitirlo.

—Eso dice acá. Pero claro. Dice que ellos hacen una preselección con los formularios y las entrevistas y sólo admiten casos donde parece haber algún tipo de atracción previa, aun cuando los pacientes no lo reconozcan o acepten. Se especializan en eso. —Razonó Andrés.

—ahhh claro. Que vivos… los eligen—dijo Ivanna como si ella no fuera el caso.

—Si. NOS eligen—corrigió Andrés. —Y lo más sorprendente es que dicen que hacen un seguimiento constante de los graduados del programa y la totalidad de ellos menos un caso han sido exitosos en todo sentido: han dejado de pelear y el matrimonio del yerno y su esposa continua sin problemas.

—¿Será cierto? —preguntó escéptica Ivanna.

—Puede ser. —especuló crédulo el muchacho.

—¿Y dice en algún lado si las parejas yerno-suegra siguen manteniendo algún tipo de… contacto físico después del programa?

Andrés explicó que aparentemente la inmensa mayoría lo hacía y ahí vino la segunda parte. La más inesperada.

—Lo más increíble es que esta organización ofrece programas para que suegra y yerno continúen sus affaires—Explicó Andrés totalmente empalmado—Resulta que hacen unos retiros una vez al año, disfrazados de “actualización” donde cada yerno y su suegra pasan básicamente un fin de semana romántico en la finca. También organizan viajes cortos a destinos románticos que también pasan por actualizaciones y esos incluyen a más de una pareja que se muestran con total libertad frente a otros graduados. Dice que es necesario para no reprimirse porque el andar siempre escondido desgasta la “pareja de amantes”.

—¿Vos me estás jodiendo, Andrés? Eso es burdamente ridículo— La suegra no podría creer eso.

—Leelo vos, Ivanna, acá dice eso—Se defendió el muchacho.

—Disculpame, discúlpame, es que esto es increíble—se excusó la mujer mientras le daba un beso en la mejilla y le palmeaba los musculosos brazos en gesto de disculpas.

—Y, por si fuera poco, ofrecen un servicio permanente, para los que no tienen donde verse. Les hacen sacar turnos de terapia semanal y en vez de ir al terapeuta van a apartamentos privados por sesiones de una a tres horas para que “se pongan al día” —Explicó el chico que luego confesó mientras se acomodaba el bulto: —Me vas a disculpar, Ivanna, pero leer esto me ha puesto como una moto

—jajaja y tu suegra abrazada y clavándote las tetas en la espalda no ayuda, ¿verdad? jajaja—bromeó descaradamente la vieja y volvió a preguntar curiosa y excitada—¿Dice algo de las diferencias de edad?

—No dice mucho, pero aclara que el caso de mayor diferencia de edad fue atendido hace 3 años. Él 21 y ella 62 y aparentemente la cosa sigue hasta hoy y la boda del muchacho con la hija de la mujer se acaba de realizar. O sea… empezaron cuando el tipo estaba de novio, no casado. —describió embelesado el muchacho.

—Quehijosdeppp…—Intervino Ivanna—Se la deben pasar bomba. Imaginate ella, tener un chico así disponible todo el tiempo.

—¿Y él? Si la mujer llega a estar tan buena como vos, el flaco se sacó la lotería— aseguró Andrés y estallaron los dos a carcajadas.

—¿No hay fotos? —pidió Ivanna, borracha de lujuria

Claro que no las había. La práctica de Camila hacía de la privacidad la prioridad número 1.

Siguieron mirando los folletos que bajo la excusa de contar “historias de vida” eran una flagrante publicidad de otros servicios ofrecidos por Camila. Conforme leían todo, suegra y yerno se iban calentando. Ivanna se mantenía abrazada al muchacho, lo acariciaba e incluso le daba piquitos en la mejilla o le mordía el hombro simulando (¿exagerando?) excitación cuando en los trípticos leían sobre algún caso especialmente provocador.

Al cabo de un rato, Andrés arrojó los papeles al costado de la mesa en torno a la cual se sentaban e intentó girarse en el banco para enfrentar a Ivanna, pero ella se le adelantó y se sentó en el otro lado del banco a horcajadas y enfrentando a su yerno.

La cara de bobo del hombre era un poema. Se quedó viendo a la madura Ivanna de frente, enfundada en un bikini, sentada en el banco con las piernas abiertas, un codo apoyado en la mesa, el enorme pecho en full display (incluidos los protuberantes pezones marcados en la tela). Eso le indujo una confianza inusual a la vieja. Por si fuera poco, y ya conociendo uno de los fetiches de su yernito, tomó una enorme frutilla de la fuente de frutas y con sus carnosos labios pintados de un rojo idéntico a la fresa, la mordió+chupó quiñandole un ojo. Andrés sentía cómo le latía la verga y no pudo sostenerle la mirada.

La vieja estalló a carcajadas y le ofreció la otra mitad de la frutilla al muchacho que, con tal de hacer algo para salir del embarazoso trance, se la sorbió de los dedos como un desaforado.

—¡ay! ¡Bruto! ¡Casi me mordés! —Se quejó la vieja juguetona y luego aclaró innecesariamente que era broma.

El flirteo había ya pasado toda raya de pudor y sensatez y los dos parientes sabían que aquello no podía ser otra cosa que la antesala del sexo abierto y descarado. Pero, con Manny rondando en sus conciencias, pasaban por ciclos en que la cosa se enfriaba (apenas) antes de volverse a calentar (más que antes).

La conversación de los pacientes se enfocó en las historias y programas promocionados en los folletos y entonces Ivanna cayó en la cuenta de una implicancia muy seria.

—Pero… parate un poquito. Si este programa me lo recomendó mi amiga Elba, después de asistir con su yerno, eso quiere decir que entre ellos…

Andrés se limitó a sonreír pícaramente mientras miraba a la suegra desencajada.

—¡Wow! ¡No lo puedo creer! ¡Con razón han cambiado tanto las cosas entre ellos! —Comentó Ivanna.

Andrés, que disfrutaba tanto leer como escuchar de esas pícaras historias, invitó a su suegra a compartir lo que sabía e Ivanna, viendo en su yerno el cómplice perfecto le relató la historia.

Elba era una señora de 55 años muy culta, de buen pasar y físicamente “menuda”: metro sesenta y bien delgada gracias a su actividad de gimnasio (obsesión que compartía con Ivanna). El yerno era un muchacho de 30ypoco, físicamente grandote por donde se lo mire (metro ochentipico, mas de 180 Kg, fornido) y que trabajaba de transportista de cargas (camionero, bah). Habían tenido muchas desavenencias con él porque Elba lo consideraba (sin evidencia alguna realmente) un mujeriego. Después de idas y vueltas habían dado con la terapia de Camila y habían emergido del programa, en otros términos. Lo que más les había llamado la atención a todos era que ahora Elba estaba mucho más contenta y casi nunca hablaba de su yerno, mientras que antes vivía quejándose de él. Y a Ivanna le había llamado poderosamente la atención que ahora Elba mencionaba de vez en cuando a su yerno cuando éste la llevaba a visitar a su hermana. En efecto, aparentemente, Elba tenía una hermana en córdoba a la que rara vez visitaba, pero desde que había terminado el programa de conciliación, Elba iba a visitar a su hermana una o dos veces al mes y, oh sorpresa, lo hacía “aprovechando” los viajes del camión de su yerno.

Al escuchar esa historia Andrés estalló a carcajadas.

—jajajaja. ¡Imaginate esos viajes en camión de capital a Córdoba lo que deben demorar! Jajaja Esos dos deben parar a darse unas biabas tremendas jajaja

—¡Cayate! Qué SIEMPRE Elba llega de regreso más tarde de lo previsto y culpan al tráfico en la ruta. ¡DIOS MIO! —Finalmente la realidad caló profundo en Ivanna.

Ivanna se imaginó a su grácil amiga enfiestada en la cucheta del camión con el gorila del yerno. Y con una mezcla de envidia, celos y desagrado, le describió lo que imaginaba a Andrés, que viendo cómo se excitaba su suegra contando eso, aprovechaba a meter bocadillos para estimularla a tomar aquello como algo “normal”.

—Se la deben pasar bomba los dos. Y con la total seguridad y cobertura de un viaje familiar. Eso tiene que ser algo genial, disfrutar tanto sin ser descubiertos ¿no te parece, Ivanna?

—No sabés lo que ha cambiado Elba. No solo está mas tranquila y coqueta. Está mucho mas segura de si misma. Flirtea con tipos mucho mas jóvenes en el gimnasio y ha dejado de quejarse del esposo (que es un viejo de casi 70 lleno de achaques) y del yerno, obvio. Como para que no. Si ahora recibe atención de lujo…

—Lo bueno es que todo lo ha hecho sin levantar una sola sospecha en nadie. Por lo que me contás ni su esposo, ni su hija, ni siquiera vos, su mejor amiga, han sospechado absolutamente nada, a pesar de los cambios. Es “el crimen perfecto” —acotó Andrés con clara intencionalidad de sembrar una semilla de lujuria impune en su suegra.

—Bueno. Bueno… basta de hablar de eso. Es su vida privada y bien por ella si lo soluciona de esa manera—Cortó Ivanna que sabía que si seguían hablando de esas cosas iba a empezar a tocarse entre las piernas porque estaba muy caliente.

—No se vos. Pero yo voy a tomar sol en las reposeras aquellas—Dijo Ivanna apuntando con el brazo extendido y apuntando al borde de la piscina— ¿Me acompañás?

Andrés miró primero cómo se bamboleaban las tetas de su suegra al extender el brazo y luego su mirada subió a la cara, al cuello al hombro y siguió el brazo hasta divisar dos reposeras junto a una sombrilla al borde de la piscina. Estaban separadas por una pequeña mesita donde había un canasto con cosas que no alcanzó a distinguir.

El yerno se paró acomodándose con gran pompa su respetable bulto y dijo —Vamos.

Los dos caminaron juntos y Andrés llevaba a Ivanna tomada de la cintura con total naturalidad conversando tonterías sobre el agua, el sol y la estancia. Cuando llegaron al sitio de las reposeras Andrés notó que el canasto de la mesita tenía varios potes de crema y unos termos de agua fría para hidratarse.

Ivanna se desplomó de panza sobre una de las reposeras extendidas a modo de cama. Andrés tragó saliva cuando vio temblar los cachetes del culo de la madura al caer boca abajo. Se iba a sentar en su lugar cuando la suegra lo sacó de su libidinoso ensimismamiento.

—Poneme crema, dale, que no me quiero quemar—Dijo Ivanna señalando la canasta con el dedo índice y luego su propia espalda con el pulgar. El corazón de Andrés comenzó a latir al mismo ritmo de su verga erecta. Pero disimuló lo mejor posible y se embadurnó las manos con crema. Iba a tocar los ya bronceados y pecosos hombros de la mujer cuando ella lo sorprendió con otro pedido.

—Desatame las tiritas de la parte de arriba. No quiero marcas— Explicó Ivanna ocultando su cara para no mostrar su tentación de risas y lascivia

Andrés se arrodilló junto a su suegra y obedeció, desprendiendo con la punta de los dedos encremados el moño de las tiritas del bikini y luego comenzó a embadurnar los hombros intentando ocultar su emocionado temblor

—Así me vas a poner la crema toda despareja, Andrés—Sancionó la vieja al tiempo que juntaba las piernas y se acomodaba en el centro de la reposera bamboleando su cola sexy, actuando con la seguridad de una modelo veinteañera. —Dale, subite a mi reposera y pásame bien esa crema.

Como un autómata Andrés subió con su suegra. Puso una rodilla a cada lado de su cadera y se sentó sobre los muslos de la mujer cuidando de no depositar todo el peso en ella. Ignorar la verga se iba convirtiendo en una tarea titánica para el muchacho, pero haciendo de tripas corazón comenzó a untar la desnuda espalda de su suegra.

—Mmmm… Siiii— Exageró la suegra para empujar al muchacho a soltarse. Y tuvo efecto. Porque en poco tiempo las resbalosas manos de Andrés, seguras y exploratorias, recorrían a Ivanna. Cuello, hombros, espalda, incluso pasó crema insistentemente en sus costados aprovechando a rozar y encremar el costado de las abultadas y aplastadas tetas de la madura. La vieja gozó aquellos toqueteos cremosos ronroneando y suspirando aparatosamente.

—Bueno, ahí ya está bien. Ahora la cola y las piernas—Comandó la suegra y el yerno aprovechó la oportunidad para dar otro pasito más.

Ante la esperada directiva, Andrés se levantó sobre sus rodillas y se inclinó hacia adelante, apoyando la mano derecha junto a la cabeza de la suegra y estirando la mano izquierda hacia la mesita.

—Necesito más crema—avisó el yerno mientras se movía deliberadamente hasta alcanzar el pote al precio de recostar suavemente (sin volcar todo el peso) parte de su torso sobre la espalda de la suegra, rozando su paquete en todo el trasero de Ivanna. Andrés se mantuvo en esa posición un par de segundos más de los necesarios. lo suficiente para hablarle con los labios pegados al oído de la vieja.

—Es que ya se había absorbido todo y no quiero que te quemes la cola.

Ivanna se estremeció reconociendo que aquello que se posaba sobre ella eran las partes mas viriles de su yerno. Pero se limitó a emitir un sonido afirmativo mientras se mordía el labio inferior —MhM—

De vuelta a su posición de encremador oficial Andrés comenzó a magrear (otro término no cabe) los cachetes del culo de Ivanna, y a bajar por las piernas, cuidando de no dejar sitio sin untar (o, mejor dicho, sin toquetear). Y eso incluyó la cara interior de los muslos. Al hacerlo, el yerno pudo notar que las bragas de Ivanna estaban mojadas.

—Bueno, bueno, listo, gracias—finalmente logró decir la mujer sacando fuerzas de lo más íntimo de su ser para poder interrumpir los impropios pero deliciosos tocamientos de su yerno.

Pero Andrés, imparable, sabía qué hacer para no dejar enfriar la situación.

—Ahora me toca a mí, ¿NO? —preguntó retóricamente mientras se arrojaba de panza en su reposera.

—Mmm… claro. Obvio, pero no mires que estoy sin corpiño—Provocó la vieja.

Ella repitió lo que había hecho su yerno con ella y los dos disfrutaron el momento. Ivanna estaba enloquecida por la dureza de la musculatura del muchacho. Hacía décadas que no tocaba un cuerpo así. Cuando iba terminando, el muchacho redobló la apuesta

—Ahora de adelante, para dejarlo listo—Propuso intentando levantarse.

Ivanna, instintivamente lo apretó con las dos manos para que no se levantara.

—¡No te podés dar vuelta! ¡Estoy desnuda! — sentenció y siguió hablando sin liberar al joven por miedo a que se levantara. —Además de adelante te podés dar vos.

—¡No! Me queda todo desparejo y me quemo que parezco mal pinceleteado de rojo—Bromeó Andrés y propuso una alternativa—Dame vos, dale, yo prometo no mirar e hizo un ademán de taparse los ojos con la mano.

Ivanna aceptó dudosa y abrazando con sus brazos sus enormes pechos, se levantó de la espalda del yerno mientras este con una mano cubriendo los ojos se volteó trabajosamente boca arriba. Qué espectáculo era aquello. Un chico de treintaipocos acostado boca arriba, con una carpa de circo brutal en sus pantalones, cubriéndose la cara con una mano. Y parada admirándolo, una mujer de casi 60, agarrándose sus propias tetas con un brazo y sintiendo cómo se le humedecía la vulva.

—¿Y? ¿Ivanna estás ahí? —preguntó jocosamente el muchacho levantando la mano libre y dando atolondrados manotazos al aire cual ciego nuevo.

—si jajaja. PERO NO MIRES—Desafió, más que ordenó la mujer sentándose sobre el hombre. El bulto de Andrés quedó a milímetros de la entrepierna abierta de la suegra y cuando ella se inclinó a buscar mas crema, no solo se rozaron las partes inferiores (doble tela mediante) sino que los pezones de las enormes tetas pendulantes de la mujer rozaron los peludos pectorales del hombre.

Un escalofrío corrió por los dos infieles parientes e Ivanna intentó sacarle dramatismo al roce con una frase casi cantada: —¡uups! ¡Buscaando creeemaaa!

Pasar crema por los pectorales y abdominales de su yerno puso a Ivanna en otro planeta y no contuvo sus pensamientos.

—wow. ¿De qué estás hecho? ¿de piedra? —Bromeó al sentir la dureza muscular del muchacho y provocando risas.

—mmm… no pares, Ivanna, seguí así— fue lo único que atinó a decir cuando la mujer se detuvo en seco y separó las manos del cuerpo del muchacho. El silencio y la inacción se prolongaron eternamente par el chico

—¿Pasa algo? —Atinó a preguntar el chico sin destaparse la cara.

Ivanna se debatía internamente y en ese momento tomó una decisión y agarró la mano que cubría la cara del hombre y la retiró.

—Mirá, dale. Mirá si eso es lo que querés—Invitó la suegra mientras el muchacho achinaba los ojos encandilados por el sol. Cuando pudo acostumbrarse al resplandor, Andrés miró boquiabierto el espectáculo que le ofrecía la mujer. Escaneándola de abajo hacia arriba y viceversa varias veces.

Ivanna estaba subida a horcajadas, con su abultada vulva apenas cubierta por la tela amarilla del bikini. Estaba con la espalda totalmente erguida y los brazos caídos al costado, como entregada, rendida. Las tetas enormes pendulaban un poquito, es verdad, pero considerando semejante tamaño y la edad de la mujer, aquellas eran unas señoras tetas de campeonato. El cuello y el semblante serio de Ivanna reflejaban su nerviosismo.

—¿Ésto querías ver? ¿Los pechos caídos de una vieja tetona? ¿Eso te pone? ¿Conforme ahora? —Espeto en un hilo de vos y con cara de humillada intentó levantarse. Andrés automáticamente la tomó de la cintura y la hizo sentar de golpe, haciendo que su bulto se pegara a la vulva de la suegra. Mientras ella, en un arrebato de pudor atinaba a abrazar sus propias tetas para taparlas, pero lo único que lograba era que rebalsaran mas sensualmente por entre sus finos brazos.

—No te salgas ahora. No te tapes. Estás sencillamente espectacular. Dale. Déjame ver, porfa—Rogó el muchacho y a medida que hablaba, las manotas que atenazaban la cintura aflojaban la presión y subían acariciando suavemente el costado de la mujer que le llevaba más de 30 años.

—¿Así me querés ver? —Dijo Ivanna poniendo los brazos en jarra y soltando las tetas que se bambolearon impunemente frente al chico. Andrés volvió a aferrarse de la mujer, como si temiera que escapara. La mirada boquiabierta del yerno convenció a la suegra que la admiración (o lo que fuera que sintiera él) era genuina.

—No me vas a decir que preferís esto, todo caído, antes que las tetas de Manny. —Aseguró Ivanna comparándose dolorosamente con su hija veinteañera.

—Las tuyas son espectaculares. Diferentes. Me encantan—Balbuceó el muchacho eludiendo inteligentemente tomar partido en la asimétrica comparación

Ivanna se apretó las tetas de los costados que se volvieron dos sensuales globos ante la mirada babosa del yerno.

—Tus pezones no tienen comparación. Son los mejores del mundo—Ahora sí, comparó el muchacho.

Ivanna sintió un escalofrío en la concha porque se sabía poseedora de unos pezones mucho más lindos que los chatos “huevitos fritos” de su hija.

—Esas areolas grandes y oscuras, granulosas y los pezones gordos, casi cuadrados son lo mejor que he visto en mi vida, Ivanna—Explicó Andrés sin ser preguntado.

Ivanna estalló en risas, se soltó las tetas, se inclinó sobre su yerno poniendo los brazos estirados sobre la reposera a cada a cada lado de la cabeza del hombre. Ahora sus pezones se pegaban a los varoniles pezones de Andrés y las caras de ambos estaban a meros centímetros de distancia.

— Te juro que no puedo pensar en una sola razón por la cual un tipo joven y buen mozo como vos va a querer tener algo con una vieja como yo. Dame UNA SOLA razón. Convenceme—Dijo provocadora y a la vez insegura de sí misma.

Andrés vio la oportunidad y tomó a Ivanna de la cintura y la atrajo con fuerza hacia él, forzándola a colapsar y a abrazarse, pegando los dos cuerpos. Ivanna, emitió un gritito juguetón y esquivó la boca del libidinoso yerno, hundiendo su cara junto a la oreja del muchacho, pero exponiendo su cuello a la boca del desesperado yerno que le hablo rozando los ávidos labios contra la piel algo arrugada de la señora.

—Es todo lo contrario. Con lo buena que estás, dame VOS una razón para que no te coma—Sentenció y procedió a besar y lamer el cuello de la vieja que, en pocos segundos, reaccinó ofendida separándose del acosador.

—¿Una razón para no coger conmigo querés, atorrante? ¿Estar casado con mi hija no es una razón válida? —Gritó en un peculiar ataque de conciencia la mujer que había iniciado aquel affaire mordiendo quesos y frutas

Los dos se miraron serios y Andrés, recurrió a la broma para pasar el momento de tensión.

—Bueno, entonces dame DOS razones, para que no te coma—Espetó de sorpresa abrazando otra vez a la suegra que esta vez se dejó besar en la boca por primera vez.

La vieja reía y entre beso y beso intentaba zafar jugando a encontrar la respuesta que ella deseaba no existiera: —jajaja segunda razón es que voy a la ser la abuela de tu bebé jajaja.

—No vale. Esa es la misma que la primera— Sentenció el besuqueador incestuoso

Los labios se rozaban y mordisquieaban, las lenguas se chocaban, se lamían, se buscaban. Las manos de la mujer acariciaban el pelo del hombre. Las manos del hombre se bajaron a los cachetes del culo y los magrearon con las pesadas palmas abiertas.

El beso era húmedo e interminable. O tal vez eran miles de lúbricos besos encadenados. Los besantes ya no hablaban sólo se besaban, rozaban y manoseaban. Cuando la lengua de Andrés exploró la boca de Ivanna ella respondió pasando una de las manos por atrás de la nuca del yerno forzándolo a estampar los labios con más presión. Como pidiendo que la lengua masculina penetrara su boca lo más profundamente posible.

Las manos del yerno, con la punta de los dedos vueltos garras, se clavaban en la carne semi-firme de los maduros glúteos femeninos y separaban los cachetes para volverlos a juntar haciendo que la mujer sintiera la floja piel del perineo y del ano estirarse y volverse a relajar repetidamente. Uno de los dedos del hombre exploró más abajo, hasta desplazar la tela de la tanga y llegar a la comisura inferior de la vulva en la que se mojó en un hilo de jugosa secreciones femeninas. El beso no amainaba, pero las manos del hombre se volvían más atrevidas. Ahora el dedo masculino, lubricado de jugos vaginales, dibujaba círculos en el perineo y el ano de Ivanna mientras la otra mano aplastaba la cadera para que la mujer sintiera entre sus piernas el latente bulto del hombre.

Todo aquello hizo que la mujer se volviera consiente de las demandas del hombre que prácticamente se asomaba por todos sus agujeros e Ivanna quiso poner un freno a aquella vorágine hablando entre beso y beso con sus los labios semi-pegados a los del yeno.

—Mmmm… Esto me encanta, pero no quiero sexo—propuso absurdamente la suegra.

—Esto YA ES sexo, Ivanna—Explicó el cuñado volviendo a devorar la boca y metiendo media falange en la vulva mientras que con la otra mano estiraba la tanga a un costado, como queriendo arrancársela.

—Si. Si. Si. Lo que no quiero es que me penetres con essssto—Dijo la mujer moviendo la pelvis dando conchazos e intentando usar su monte de venus para señalar la verga del hombre que aún estaba bajo los pantalones.

—Por favor, así no. Ahora no. —Rogó la mujer, cerrando (sólo temporariamente) la puerta a la penetración.

El diálogo continuaba entre jadeos, besos, lamidas y magreos cada vez más descontrolados.

—Te prometo que no. No lo vamos a hacer así si vos no querés. Pero quitemos la ropa para sentirnos mejor sin penetrarnos. Te lo prometo. Sin penetrarnos. Confiá en mí. —Sugirió convincente el desesperado yerno.

La mujer se incorporó hasta arrodillarse erguida. El hombre la siguió como pudo sin romper el beso. Ella lo sostenía de la nuca mientras le devoraba los labios. Cuando estuvieron semisentados la mujer se paró de la reposera, pero quebrando la cintura y manteniendo el contacto de las bocas y se quitó la parte de abajo del bikini. Andrés hizo lo mismo con sus shorts y luego hizo sentar a la mujer nuevamente a horcajadas sobre sus muslos. Recién entonces rompieron el beso, se separaron y se miraron. Andrés apoyado sobre sus codos y ella arrodillada frente al yerno. Él mirando sus tetas infladas y su vulva inflamada e Ivanna mirando el miembro erecto.

—Madre mía—Dijo la mujer tomando el falo entre sus manos—Es grande y… está durísimo.

El hombre, fanfarrón, se apoyó sobre sus codos y se deleitó con la reacción de la sexualmente hambreada suegra que con mirada de hipnosis comenzó a pajearlo a dos manos.

—No quiero me lo metas ahora, por favor, Andrés. Todavía no—Rogó la vieja insegura de a quien tenía que convencer: al desesperado yerno o a ella misma.

Andrés la abrazó y la tranquilizó: —No dejaremos que se meta. Sólo quiero que lo sientas por afuera. Vení, ponente más abajo y recostate sobre mí, así no se va a meter.

La vieja se dejó hacer. La entrada de su vulva quedó a la altura de la base de la pija del hombre. El tronco se puso sobre la parte superior de la raja, tocando el clítoris, y la cabezota inflamada justo por debajo del ombligo.

—Así ¿ves? La vas a sentir y no se te va a meter—Murmuró el yerno al oído de la suegra que parecía estar bajo los efectos de un hechizo.

Retomaron la posición anterior besándose, magreándose y frotando las pelvis, pero ahora eran los genitales los que rozaban directamente lubricados por los jugos sexuales de los amantes.

—¡Oh Por Diossssss! —Blasfemó la suegra al sentir el duro tronco fregando el clítoris y los dedos de la mano colándosele en la vagina y/o frotando el esfínter anal. El espectáculo era brutal. La obvia diferencia de edad, la evidente calentura mutua. Los jadeos de placer. El ritmo que iba aumentando. Aquello era digno de una final de película erótica.

—Me vengo. Me vengo. Me vengo. Así me vengoooooo. — Aulló Ivanna al cabo de unos minutos de ser estimulada sin descanso.

Las convulsiones y los gritos de la suegra confirmaron la explosión orgásmica al yerno que fue aflojando el ritmo y la presión hasta que la mujer se desplomó como un flan sobre el viril cuerpo del macho prohibido.

Los temblores de Ivanna continuaron mientras murmuraba sorprendida.

—Acabé.  Acabé. Me hiciste acabar Andrés. Qué genial. Que espectáculo. Acabé.

Al recuperarse la mujer se incorporó para dar otro intenso beso de agradecimiento que en pocos minutos se prolongó en una segunda ronda de besos y frotamientos genitales. Hasta que la vieja se paró en seco y miró a los ojos del yerno con la mejor cara de provocadora que pudo poner

—Decime como te hago acabar yo a vos. Menos cogerme, pedí lo que sea— Arriesgó la vieja

Andrés manoseó los pezones de Ivanna y le dijo la respuesta mas obvia. —Quiero una cubana. ¿Sabés lo que es?

Riendo la suegra se incorporó y se acomodó el elegante pelo corto antes de responder: —¿Vos qué te pensás que soy yo? ¿Una monja? ¿Una vieja mojigata de 60 que no sabe lo que es una cubana jajajaja? Vení, grandote, ponete acá.

Andrés estaba maravillado, Ivanna lo puso con la verga en ristre y se la rodeó con los globos que sostenía con sus manos de costado. Dejó caer un hilo de saliva para renovar los resecos jugos vaginales que embadurnaban el falo y comenzó con una magistral cubana. La mujer, juguetona, intentó mirar la verga, pero lo único que logró fue golpearse la pera con el glande

—¡Uuupps! ¡Demasiado largo! —Bromeó la vieja levantando la cabeza para mirar a su yerno y dejar que la verga asomara por entre las tetas a placer.

—¡ah! ¡Ah! ¡Ah! — Jadeaba Ivanna haciendo todo el gasto energético —Es tan grande que si no tengo cuidado me la clavás en la garganta. —bromeaba la suegra

¿Quién era aquella mujer, desatada, impúdica y segura de sí misma? Era la Ivanna que acababa de tener el mejor orgasmo en años.

La cara de Andrés revelaba que no iba a poder contenerse. Ivanna sabía qué hacer para precipitarlo.

—¿Y dónde me vas a acabar? —Provocaba la emputecida suegra

—¿En la cara? —sugirió con un guiño y poniendo boquita de pato

—¿En las tetas? — prosiguió aumentando el ritmo de la cubana

— ¿En la boca? —propuso parando y dando un lametón a la cabeza que hizo arquear el lomo de Andrés al grito de: —AGGGHHHIMEVIENEEEEE

Ivanna intentó alternar el bombeado de sus tetas con lametones, pero en la segunda lamida sintió el primer chorro se semen en la lengua y riendo volvió a meter la verga entre las tetas alentando soezmente a su yerno

—SIIII quiero lecheeeeee

Varios chorros fueron a parar a las tetas y cuello de Ivanna y cuando parecía haber terminado todo, la suegra se pasó la verga aún latiente por la pera y el cachete consiguiendo arrancar dos supuraciones menores que permanecieron conectadas entre sí por un tenue hilo seminal sobre el cutis de la mujer.

Andrés se desplomó y la suegra se abrazó apoyando su cabeza en el peludo pecho, embadurnando los abdominales masculinos con sus inseminadas tetas. En esa posición la mujer escuchó con beneplácito el galopar del corazón de su yerno y le anticipó lo que podía esperar de ella.

—ufff estuvo espectacular. La próxima me cogés, ¿Sí?

Una sonrisa se dibujó en la cara de Andrés que no atinó a responder y los dos amantes se quedaron dormidos en el patio de la casa.

Después de la sienta, se la pasaron como dos novios, jugando (desnudos) en el agua, besándose, fregándose, saliendo a picar cosas de la mesa. Andrés sugirió enguagarse los pegotes de semen, saliva y jugos vaginales en la piscina y Ivanna aprovechó los juegos de manos para sobarle la verga hasta que el yerno rogó que se la mamara.

Yvanna hizo sentar a su suegro al borde de la piscina, en la parte menos profunda de la misma y ella parada dentro del agua procedió a hacerle una felación sin precedentes.

—Ahh que mamadora increíble sos, Ivanna, dale, dale, no pares, yo te aviso—Prometió el yerno mientras le acariciaba la cabeza con la mano.

Ivanna no paraba de mamar, salvo para decirle alguna grosería al yerno, pero al hacerlo lo pajeaba a dos manos para mantenerlo caliente.

—No hace falta que me avises, de todos modos estoy con hambre—Aseguró la putona suegra mientras volvía a mamar sosteniendo la mirada y guiñando un ojo al yerno que no demoró en eyacular como un animal en celo:

—Ahiiii vieneeeaaaahhhhh

La mujer se tragó todo y le lustró el sable a lengüetazos limpios y luego empezó a reírse y besó a su yerno en la boca. Pero cuando Andrés intentó arrastrar a su suegra nuevamente a las reposeras con obvias intenciones penetratorias, la mujer, pidió tregua.

—Andrés son casi las 6. Tenemos que bañarnos cambiarnos para la próxima sesión con Camila. Esta noche sí… lo prometo—propuso Ivanna comiendo la boca del muchacho, pero evitando ser empujada a dejarse penetrar.

A los manotazos y besos se retiraron a sus habitaciones a bañarse y a descansar. Andrés era notablemente el más lanzado, intentando afirmar el bulto en la cola de Ivanna o abrazándola para manosearle las tetas mientras caminaban por la casa al tiempo que la vieja simulaba quitarse y pedirle recato con juguetonas palabras, pero de vez en cuando tocándole la verga o dándole chirlos en el firme culo del muchacho.

Una vez en la puerta de la habitación de Ivanna, Andrés insistió mientras la apretaba contra la pared: —Dejame entrar, te hecho uno rápido y me voy a bañar.

—QUE GROSSEROOO—respondía entre risas la vieja que parecía una adolescente enamorada. —Ahora no. Esta noche. Sin falta.

Aseguró la vieja con un mordiscón de labios, y dando un empujón a su yerno se metió en su cuarto y trabó la puerta.

Los amantes se bañaron intentando infructuosamente bajar la calentura. La caja de pandora estaba abierta. Se habían entregado a la lujuria desbocada. Habían incursionado en un nuevo mundo y habían quemado las naves tras de sí.

Camila y varias de sus ayudantes habían seguido todo lo ocurrido desde un cuarto de control en un edificio anexo. Cámaras y micrófonos estratégicamente dispuesto habían revelado todos los secretos de la pareja y ahora llegaba la fase final: Había que vender más servicios a la nueva pareja infiel.

A las 7 en punto salieron los amantes de sus habitaciones y se encontraron en la escalera que bajaba a la sala. Los dos estaban vestidos elegantes, especialmente Ivanna, que lucía un vestido negro arriba de la rodilla con mangas cortas y amplio escote cuadrado que resaltaba las tetas paradas por el ínfimo corpiño push-up, medias negras con costura, aros, pulseras y collar de perlas (genuinas) y zapatos taco alto.

Ni bien se encontraron, se abrazaron y se comieron la boca a besos mientras Ivanna se colgaba del cuello de su yerno y Andrés la tomaba descaradamente de los glúteos. Cuando se soltaron, la mujer se arregló el pelo, se acomodó el vestido hacia abajo y se aseguró de no haber dejado marcado al muchacho.

No creyeron ver a nadie en la planta baja así que descendieron la escalera tomados de la mano. Pero al llegar a la sala se dieron cuenta que Camila estaba observándolos sentada silenciosamente en su silla. Ivanna reaccionó de inmediato soltando la mano de su amante.

—Tranquilos. No hace falta ocultar nada frente a mí. —Aseguró la terapeuta y continuó: —Como deben haber leído en el material que les dejé, este es un espacio seguro construido para parejas como ustedes.

Andrés tomó a su suegra de la cintura y la llevó al sillón mientras ella se abanicaba la cara pudorosa

—Uffff. No puedo creer que esté pasando esto. Que calorrrr—reaccionó Ivanna.

—Es que por la tarde…. Nosotros…— Intentó explicar Andrés mientras se sentaba y a la vez acomodaba su perenne erección

—No hace falta decir nada. Imagino lo que pasó. Es normal en esta casa, como ya se enteraron—Dijo Camila.

—No pienses mal. No llegamos a…—Intentó atajarse la vieja.

—No aclaren que oscurece, chicos. No importa a qué llegaron. Lo que importa es que “dieron el paso hacia la estabilidad familiar”—concluyó hipócritamente entre chabacana y falsamente solemne.

Realmente era obvio lo que pasaba. Habían pasado de suegra-yerno en conflicto a amantes desatados. Así que los amantes asintieron. Se miraron y estallaron en risas.

Camila tomó una de las tres copas de vino ya servida y habló adulona: —Brindo por quienes se atreven. Por ustedes.

Varios Chin-chin y varios Ja-ja más tarde comenzó el ejercicio formal de la psicóloga facilitadora de affaires.

—Mi trabajo no está terminado. En esta sesión debo hacerlos explorar escenarios de corto y largo plazo.

Los dos amantes se miraron algo sorprendidos.

—En primer lugar, ¿alguna preocupación que quieran compartir… Andrés? —Invitó Camila

—¿eh? Y bueno… Me preocupa cómo vamos a continuar sin ser descubiertos, pero… en fin… le damos para adelante y ya veremos eso…—Dudó el hombre que en verdad quiso decir que pensaba aprovechar para cogerse a la suegra sin pensar mucho en el futuro.

—A mí me preocupa otra cosa además de eso, claro.— Interrumpió Ivanna capturando la atención de los otros dos—Me preocupa emmm… mi rol

Camila tomó vino asintiendo. En su amplia experiencia había visto éste mismo patrón 100 veces: El yerno desatado, dispuesto a voltearse a la suegra sin miramientos y la suegra estaba caliente, pero angustiada por tener que competir con su propia hija.

—A ver si me explico. —Continuó Ivanna nerviosa— Tengo 59, estoy teniendo un affaire con mi yerno de 31. Tengo que… ejem… ¿compararme? Con mi hija de 26…

—No tenés por que compararte, Ivanna— Intentó reconfortarla el yerno, pero le salió el tiro con la culata.

—¡NO CLARO! Yo no, pero vos sí tenés que comparar, querido.  Sos vos el que en cierto instante vas a tener que elegir compartir un rato con una o con la otra—Dijo la suegra impaciente e intentando alejarse de su yerno moviéndose en el sillón.

El lenguaje corporal de los amantes lo decía todo. Hasta el momento del intercambio estaban pegados, acaramelados, y al estallar la discusión, la mujer se volvía arisca.

—Pero no, linda, no es así—Dijo el tipo zalamero y volviendo a acercarla a sus brazos con caricias y abrazos aparentemente inocuos—Ya te dije que son diferentes, no mejor o peor. Diferentes.

—A ver. Decime una cosa en que yo voy a tener la ventaja sobre mi hija. UNA COSA. ¡Ahhh! ¡Si! Ya se: yo tengo ganas de coger con vos y me comporto como una putita, pero y ella no. ¿Y entonces? ¿Qué va a pasar cuando la pendejita de veintipico vuelva a tener ganas de coger? Simple: la vieja putona se va a tener que conformar con el consolador.

En pocos segundos la suegra vomitó una serie de supuestos y creencias que ella no había preparado ni repasado exprofeso pero que evidentemente estaban en alguna parte de su conciencia. La madura mujer, fuerte por naturaleza, se esforzaba por no llorar, pero los ojos vidriosos la delataban.

—No va a ser así— balbuceó indefenso el yerno que pensó que se le acababa el affaire sin haberse podido coger a la vieja sexy.

—BUEEENO. Minuto, por favor—Dijo Camila— La preocupación de Ivanna es genuina y razonable. Y vamos a centrarnos en eso de manera objetiva, pero antes de continuar quiero volcar mis años de experiencia en casos similares y asegurarles dos cosas: UNO. Casi todas las suegras que he atendido tienen tarde o temprano esta preocupación. Y DOS ninguna de las suegras que se ha ido de acá con un joven amante a la rastra ha sido dejada de lado, independientemente de cómo la hija se lleve con el esposo.

—¿En serio? —Preguntó Ivanna con ojos de esperanza, y al escuchar el SI de la asertiva terapeuta sonrió, abrazó y besó a su yerno murmurando palabras de vergüenza—Qué pava soy, discúlpame.

—No es ninguna pavada, hablemos del tema. —Invitó Camila— Andres, contanos desde cuando te sentís atraído sexualmente por Ivanna y por qué.

—Bueno. Creo que lo dije hoy por la mañana. Desde que la conocí que me la como con los ojos. Ella a veces se daba cuenta. Y ya he perdido la cuenta de las pajas que me he hecho. ¿Y por qué? Porque está buenísima. Es muy segura de sí misma, elegante, atractiva…

—Tengo unas tetas tremendas—Interrumpió la vieja riendo.

—Tetas tremendas, unos pezones increíbles, grandes, gordos, sensibles. Una cola parada a pesar de la edad, firme. Una boca divina. Estás buenísima—confesó mirando a su amante y se abalanzaron a comerse las bocas hasta que se separaron y pidieron disculpas a la risueña terapeuta.

—¿O sea que ya te atraía antes que tu esposa dejara de tener sexo con vos? —Preguntó incisiva la psicóloga.

—Mucho antes. Si bien, claro, Manny nunca fue sexualmente muy activa, nunca me consideré insatisfecho hasta hace unos meses. Y eso ha hecho, obviamente, que me obsesione un poco más con Ivanna.

Nuevamente una andanada de besos y caricias debieron ser interrumpidas por el carraspeo de la psicóloga que invitó a explorar una dimensión que entusiasmó al hombre y preocupó a la mujer.

—Una cosa que escucho mucho en mis pacientes es que la suegra siempre se mantiene vigente como amante independientemente de la lívido de la esposa porque la suegra está siempre dispuesta a hacer cosas que su hija a lo mejor rechaza o que no disfruta, y eso se debe a que las suegras que yo atiendo suelen tener una lívido potente y son muy lanzadas.

—Eso me preocupa un poquito. —  Confesó Ivanna— O sea, no caben dudas que yo soy sexualmente más activa que mi hija. Mi libido no ha disminuido con los años. Al contrario. Pero me da cosita volverme una especie de… atorranta… la putita que mi yerno use para hacer todo tipo de chanchadas solamente porque me animo a hacer lo que no hace mi hija.

Andrés no atinó a responder porque en cierto modo se sintió un poco descubierto.

—Bueno. Tampoco el extremo—Dijo Camila consiente de su propia mentirita piadosa—Eso depende más del tipo de persona que sea tu yerno. A mi Andrés me parece un hombre decente…

Se quedaron todos mudos y Andrés intentó zafar.

—eeeh… no soy un santo, pero tampoco te voy a pervertir, Ivanna. No sé bien qué querés que te prometa, pero no quiero que pienses que voy a abusar de vos y de tus ganas de estar conmigo—Respondió vagamente el yerno libidinoso que quería comprometerse lo menos posible y dejar la puerta abierta al máximo.

—No. Claro. Qué se yo… son miedos de una que es medio tonta—Dijo la vulnerable suegra.

—De tonta nada, mejor precavida—Aseguró Camila engatusando a la vieja: —Ahora mirale el lado positivo. ¿No te excita sentir que vos vas a llegar a donde tu hija no se anima?

Ivanna pensó unos instantes e infló el pecho orgullosa y sonriente.

—Preparate para ser sorprendido—Dijo la suegra mirando pícaramente al yerno antes de estamparle un beso y empezar a frotarle el paquete impunemente delante de la terapeuta que los dejó hacer.

Cuando finalmente se dignaron a mirar a la psicóloga, Ivanna permaneció acaramelada junto a su amante, abrazándolo con un brazo mientras que la otra mano permaneció rasguñando el paquete hinchado sin importar la testigo presente.

—Excelente ejemplo, Ivanna—Afirmó Camila mirando cómo la suegra sobaba sin pudor al yerno. —Estoy segura de que Mariana nunca pajearía a Andrés delante de una terapeuta

—Ufff— dijo el tipo recostándose en el sillón gozando de una singular “paja con hinchada” —Que va. Si no me lo hace cuando estamos solos.

—jajaja Esa hija mía, que tonta—Se burló la suegra— les apuesto a que lo puedo hacer acabar acá mientras respondo las preguntas de Camila ajajaja

—Les apuesto que si— Dijo Andrés— pero por favor, dame tregua, no puedo pensar si se me va toda la sangre ahí abajo jajaja

Las risas los hicieron reacomodarse en un toqueteo menos sexual que les permitía hablar con la terapeuta.

Luego Camila los hizo hablar del matrimonio de Ivanna y cómo podía ser afectado. Era una estratagema que dio los frutos esperados cuando Ivanna se refirió repetidamente a su esposo como “el cornudo”, o “anciano impotente”. Porque a medida que la mujer criticaba duramente a su esposo, Andrés se volvía más osado, fanfarrón y atractivo para la suegra.

El siguiente paso fue rebajar respetuosamente a Mariana. Ahí la psicóloga caminaba por la cornisa entre la lujuria de la suegra infiel y la madre protectora.

—Una cosa que raramente observo en parejas como ustedes es culpa por engañar a la hija/esposa. Es decir, al principio sí, especialmente antes de dar los pasos firmes, pero después, una vez que le agarran el gustito, suelen encarar todo muy naturalmente y sin pena alguna, ¿vos qué pensás, Ivanna? — Invitó Camila

—y… bueno… no te voy a negar que me da un poquito de cosa pensar en Manny. Pero bueno… No es que le estoy robando el esposo o que estoy arruinando su relación, todo lo contario, ¿no, Andrés? —Dijo la mujer algo preocupada y buscando el apoyo de su yerno.

—Totalmente—Saltó el galán incestuoso—De hecho, esto va a mejorar mucho la nuestra vida matrimonial. No solo que nos vamos a llevar mejor a los ojos de Manny, sino que yo ya no voy a pedirle sexo ni nada, y voy a enforcarme en ser un esposo comprensivo y un buen papá. Me parece un win-win

—Win-win para vos, que te vas a coger a las dos, degenerado— Dijo juguetona la vieja, a lo cual el yerno respondió con otro chiste

—Si, a las dos, pero a vos más, hermosa.

—Salí, salí, atorrante, no me beses diciendo que te cogés a mi nena—Jugó la suegra simulando rechazar al yerno caliente.

—un temita que deben tener cuidado—intervino oportuna Camila— es en ser descubiertos. Mi práctica brinda todo tipo de servicios para ayudarlos con eso, como vieron en los folletos.

La suegra se mostró interesada por saber detalles de los retiros, de las diferentes actividades-fachada que organizaba Camila. Ivanna incluso empezó a preguntar precios. Pero el yerno estaba dubitativo y prefería no comprometerse indicando que, si bien eran cosas muy interesantes, a lo mejor ellos podían arreglárselas sin gastar tanto.

—Pero, Andrés—Dijo la vieja seductora —Por eso no te preocupes. Que lo paga todo el cornudo de mi esposo jajajaja.

Camila aprovechó para asegurarle que contaba con una serie de empresas de servicios aparentemente inocuos como consultorios, spa, decoración de interiores, venta de ropa, etc., que se usaban para facturar todo a los esposos de los infieles, en general, al marido de la suegra.

Acto seguido la terapeuta los invitó a un segundo recorrido de la casa, indicándoles que mientras les mostraba algo en la planta alta, la servidumbre iba a servir la cena íntima para los dos amantes en el comedor principal. Sorprendidos y curiosos Andrés e Ivanna aceptaron y Camila los condujo a una habitación que se ubicaban entre las dos habitaciones que ocupaban los amantes.

—Bueno, chicos, ahora que han dado el paso crucial en la relación entre ustedes, quiero ofrecerles un “upgrade” en este programa—Ofreció Camila abriendo la puerta a la habitación vedada—Es sin compromiso, pueden seguir como están, claro, pero a lo mejor les interesa pasarse los dos a esta suite por una noche.

Entraron todos a la suite matrimonial de la mansión. Que era una estancia enorme, glamorosa y morbosamente decorada, con baño con jacuzzi en suite y que contaba no solo con un frigobar sino también con un “sexobar”. Se trataba de un mueblecito con juguetes sexuales, cremas íntimas y cosas por el estilo cada una lista para romper el envoltorio y ser usadas a cambio de exorbitantes precios. Incluso había un guardarropa con diferentes talles de ropa femenina sexy que, al igual que los ítems del sexobar, se pagaban aparte. Los amantes estaban anonadados porque aquello era el templo de la perdición. Ivanna estaba visiblemente mas entusiasmada y propensa a aceptar el ofrecimiento. Pero Andrés dejó entrever su escepticismo.

—Y… ¿cual sería el costo extra? —preguntó con algo de pena el muchacho.

—¡OLVIDDDATE, Andrés! ¡Nos mudamos para acá, Camila! ¡Paga el cornudo! —Gritó emocionada la suegra.

Camila explicó casi-académicamente que la mayoría de las suegras de su programa experimentaban un placer especial en hacer pagar el costo del programa a sus esposos. Ivanna, confianzuda, se colgó del brazo de la terapeuta riendo para explicar que a partir de ese momento ella pasaba a formar parte de la inmoral estadística. Andrés, lejos de amilanarse, sintió como le corcoveaba el miembro erecto. Aparentemente hacer ese tipo de cosas repudiables a él también lo excitaban.

Camila les dijo que en el costo extra de 350 dólares estadounidenses estaba incluido el “tiempo de mudanza” de parte de la servidumbre y los invitó a pasar a cenar mientras las empleadas de la mansión se ocupaban de mover las cosas de cada paciente a la nueva suite. También les recordó que, si usaban artículos del sexobar, iban a ser cobrados al precio marcado y que los podían conservar porque dichos artículos no podían ser re-vendidos una vez roto el envoltorio. Los ojos de los amantes (especialmente de la suegra) brillaron ante la posibilidad de hacerse de un pequeño arsenal de juguetes morbosos para usar en sucesivos encuentros.

No relataremos los pormenores de la cena entre Ivanna y Andrés. No porque no hubiera habido alguna que otra interacciones y manoteos eróticos, sino porque de relatar eso deberíamos pasar a relatar cada segundo de las vidas de los osados amantes a partir de aquel momento.

Después de la cena, los novatos amantes corrieron a la habitación y la encontraron maravillosamente preparada. Todas sus pertenencias, desde ropas hasta enseres de aseo personal de cada paciente habían sido movidas a la suite y estratégicamente dispuestas en esquinas opuestas de la estancia y del baño.

Ni bien se repusieron de la sorpresa de verse instalados en esa nueva estancia de la lujuria, Ivanna y Andrés cerraron la puerta tras de si y se abalanzaron a comerse las bocas desaforadamente. Las garras (ya no eran manos) del desesperado yerno subieron el dobladillo inferior del corto vestido de la mujer hasta descubrir las bragas y portaligas de la mujer y luego de eso, pasaron a estrujar los cachetes del firme culo de la madura suegra.

Ivanna se colgó del cuello de su joven amante para morrearlo bestialmente mientras era desnudada y magreada por las ávidas manotas del yerno. Y a los pocos segundos la suegra bajó las manos para desprender la camisa del muchacho. El desnudamiento mutuo fue breve, efectivo y primitivo. La desesperación y el apuro de la desigual pareja no respetó demasiados botones, cierres o costuras. Algunas prendas sonaron al rajarse y auditivo desgarro de tela fue acompañado por un “¡uuups!” y las risas de la mujer o por un “essso” y un gruñido masculino.

La mujer terminó completamente desnuda acostada de espaldas sobre la enorme cama y el yerno sobre ella, con la verga en ristre frotando, otra vez externamente, la vulva inflamada de la mujer.

—Ahora sí me la podés meter, Adrésssss—Exclamó la mujer mientras movía la pelvis desesperadamente buscando ensartarse ella sola en el rígido falo. El hombre, sabiéndose dueño de la situación, prefirió posponer el coito y aprisionando a su suegra contra la cama comenzó a bajar comiéndole y manoseándole las enormes tetas, luego el abdomen y finalmente la vulva.

—Aggghhh SIIII no paresss—Exclamaba la mujer mientras se dejaba hacer por el musculoso yerno.

Las manotas de Andrés se ubicaron entre las piernas para abrirlas y luego para acariciarlas. La boca masculina, babosa de saliva propia y ajena y de flujos vaginales, se amorró a la afeitada e inflamada vulva de la suegra.

Las manos de la mujer se pusieron sobre la cabeza del ávido cunilingüista, no para presionarlo egoístamente sino para acariciarlo y alentarlo con dulzura.

—ohhhhpppporrrrdioossssss —exclamaba entre jadeos y estertores de placer la madura hembra mientras el joven yerno, metódico y deliberado, se dedicaba a sorber, lamer, mordisquear y tironear de las distintas partes de la vulva.

Los dedos de Andres, prestos y habilidosos buscaron la profundidad de la cavidad vaginal de Ivanna. Primero los dedos de una de las manos se metieron tentativos y exploratorios procurando más la auto lubricación que la penetración profunda. Luego, cuando esos dedos salieron chorreantes de la concha empapada, se colaron dos dedos de la otra mano ya con el único fin de penetrar y hacer un movimiento llamatorio al estilo de la seña del “vení para acá”.

De esa forma, las yemas de los dedos penetrantes y flexionantes acariciaban el techo interior de la cavidad vaginal mientras la boca se apoyaba en la parte exterior de la concha y la lengua flameante largaba suaves estocadas al clítoris.

Cuando Ivanna ya creía que no podía sentir más placer, los dedos lubricados de la mano libre de Andrés comenzaron a tironear de la comisura inferior de la vulva y a circular el perineo y el orificio anal.

Al percibir todo eso la mujer estalló en un orgasmo animal. Profundo. Sus gritos podían escucharse claramente en toda la casa. Y los espasmos orgásmicos duraron varios minutos.

Cuando el placer acabatorio de Ivanna fue cediendo, lejos de dejarla reponerse, el yerno la tomó brutalmente de los glúteos, le levantó el culo de las sábanas y acomodándose entre sus piernas la penetró a fondo y de un solo empujón con su grueso miembro, para de inmediato comenzar un mete-saca frenético.

Los dos amantes apoyaban las frentes entre si y se miraban, vizcos por la cercanía de los ojos, mientras la mujer se dejaba hacer como si fuera un contenedor inerte y el hombre la bombeaba con una furia inusitada.

Pasados pocos minutos, las manos de ella tomaron vida y comenzaron a apretar y largar los brazos del yerno al ritmo del mete-saca.

Sintiéndola recobrar vida el yerno sonrió lascivo y le dio aliento.

—¡Eso! ¡VAMOS! ¡Eso! Vos sí que te la aguantás, Ivanna.

Sin necesidad de nombrar a Mariana, Ivanna se sintió favorablemente comparada y empezó a reír y a gritar

—¡SIIII NO PARESSS! ¡QUE POTENCIA! ¡QUE MACHO! DAMEEEE

Las risas regresaron a los dos amantes que se dedicaron a coger sin parar riendo y pronunciando soeces frases ofensivas hacia sus respectivas parejas, especialmente al esposo de Ivanna, pero algunas también a Mariana.

Sin parar los empujones se morrearon, la mujer se aferró del cuello del amante y lo besó en la boca sintiendo su propio sabor.

—¿Manny te besa después de comerle la conchita? —Preguntó la vieja.

—NO. NO. Dice que me queda gusto feummmm—Intentó responder el yerno y fue interrumpido por otro morreo.

Desde ese momento Ivanna supo que ya tenía una ventaja, de tantas que iba a descubrir, por sobre su recatada hija.

La cogida bestial continuó por varios minutos en los que la suegra gritaba y decía barbaridades mientras el yerno se concentraba en aguantar. La vulva sorprendentemente resbalosa para tratarse de una mujer postmenopáusica y las expresiones de placer de la mujer hacían que el yerno se empeñara más y más en penetrarla. Los empujones pélvicos y las penetraciones profundas de Andrés hacían que Ivanna sintiera un terremoto interno. Y a pesar del dolor o incomodidad que provocaba el salvajismo con que el yerno la cogía, el placer pudo más y en medio de gritos y avisos los dos amantes alcanzaron un orgasmo brutal.

Andrés pegaba alaridos con cada chorretón de semen que escupía su falo e Ivanna se los correspondía con gritos de aliento y placer. Cuando terminaron quedaron los dos tirados, abrazados casi inconscientes por un buen rato. Más tarde, sin tener mucha idea del tiempo transcurrido, fueron reaccionando y comenzaron a besarse tentativamente y a toquetearse.

La suegra se sentía totalmente satisfecha y realizada después de dos orgasmos intensos, pero los besos impúdicos de su yerno y el magreo de tetas y nalgas le hizo sentir un renovado cosquilleo vulvar.

Juguetona, la mujer buscó a tientas el falo de su joven amante y se lo encontró totalmente erguido.

—Mmmm… ¿listo de nuevo? ¿Cuántos polvos te aguanta mi hija? — Preguntó Ivanna teniendo la certeza que no le iba a decir tres.

—Jajaja Uno y gracias, Ivanna. Manny no te llega ni a las rodillas—Aseguró el taimado yerno que sabía el efecto que causaban esos comentarios en la suegra.

—Pues yo quiero mi tercera acabada—Dijo la vieja mientras se acomodaba sentándose a horcajadas del hombre acostado boca arriba.

Andrés la tomó de la cintura y se incorporó para comerle la boca mientras la obligaba a sentarse en su miembro erecto.

La madura infiel movió la cola en círculos mientras las manotas del yerno la tomaban de la cintura y la mantenían en el aire, hasta que la cabezona de la verga se calzó en la raja. En ese momento Ivanna se sentó de golpe y su yerno, anticipando la sentadilla, la empujó hacia abajo con fuerza al tiempo que levantó su pelvis para hacerla clavar con inusitada violencia.

—AAAYYYYPORDIOSSSSS—exclamó la vieja aferrándose del cuello de su impetuoso penetrador. Y en pocos segundos los dos parientes se encontraron envueltos en otra cogida antológica.

Andrés se mantenía con la pelvis hacia arriba y la verga en ristre, con sus manos sostenía la cintura de su amante madura para que no callera y la mujer, sacando energías de donde no tenía, rebotaba sobre la verga como si estuviera cabalgando un potro indomable.

—¡AGH! ¡UH! ¡SI! ¡SI! ¡AY! ¡AGH! —exclamaba sin cuartel la suegra al compás del chas-chas-chas de sus carnes golpeando las carnes del yerno. De cuando en cuando, si ella intentaba mermar la velocidad, un cachetazo de la manota de Andrés en el culo de Ivanna la hacía retomár la faena con más ímpetu.

—¡PLAF! —Golpeaba con la fuerza justa Andres. —¡AYYY!!! Respondía Ivanna acelerando el decadente sube-y-baja y se quejaba juguetona:—BRUTOOOO!

—¡PLAF! ¡VAMOSSS MOVETE! Que me volves locoooo — ordenaba el muchacho vuelto un amante demandante.

—Si SI SI,Me canso, pero tomá tomá tomá—Gritaba Ivanna mientras estrellaba su pelvis contra el regazo del hombre que la penetraba. Pero iba sintiendo que las piernas y brazos la abandonaban.

—Me canso, Andrés, soy vieja, no doy mássss—Imploraba la mujer

El yerno la fue forzando a quedarse quieta y él desde abajo arreció el movimiento de sus caderas. Ahora ella estaba montada e interte mientras él la hacía subir y bajar coordinando los empujones de su pelvis con el movimiento de las manos que tenían a la suegra por la cintura.

—Qué vas a ser una vieja, aguantás más que una pendeja de menos de 30, sentí, sentí como tu concha se traga mi verga, quédate quieta y sentilo, Ivanna—aullaba alentador el yerno.

La mujer madura pensó que el tipo la partía en dos, pero se aferró al hombre y se dedicó a sentir las embestidas desde abajo gimiendo y dando grititos de dolor-placer. Cuando al cabo de varios minutos el yerno dejó entrever que estaba cansándose, la vieja renovó con ímpetu la cabalgata que había iniciado.

—Siiiii sentilo, sentí como me clavo sola en tu verrrrgaaaa—aullaba Ivanna.

Repitieron la operatoria de intercambiar quien llevaba la parte activa varias veces hasta que Ivanna acabó como una cerda, profiriendo gritos y clavando las uñas en la carne de los hombros de su yerno. Cuando se desplomaron los dos en la cama el hombre no había acabado.

—Esto no termina acá, necesito acabar—Sentenció el muchacho moviéndose de debajo de la vieja.

—ufff ahhh dame un minuto, Andrés, estoy destruida—Imploró, sin suerte, Ivanna.

—De eso nada. Estás toda cogida y llena de leche, te voy a duchar y te voy a acabar adentro mientras lo hago—Aseguró el impetuoso amante que la arrastró como a un trapo hasta la ducha y comenzó a bañarla.

El cuerpo de Ivanna tenía la motilidad de un flan que ha permanecido 3 horas fuera de la heladera. Andrés la limpió cuidadosamente y luego la apoyó contra la pared, la forzó a quebrar la cintura y le anunció lo que venía.

—Estoy re caliente. Te voy a coger acá para después enjuagarte y llevarte a dormir a la cama.

La vieja se limitó a asentir y a mover burdamente la cola intentado provocar, pero mostrando que no tenía mucha energía.

Cuando el muchacho la ensartó violentamente, ella apenas tuvo fuerzas para un ahogado grito de aceptación.

—UGGH Seeeejjj—Expresó en un hilo de voz la suegra.

Andrés se sirvió de la vulva de Ivanna como si fuera un juguete de goma y después de muchos empujones empezó a gritar: —TE LLENO DE LECHEEEE

La mujer apenas atinó a empujar el culo hacia atrás, indicando que quería que se la echaran adentro y eso fue lo que hizo su yerno.

Después de varias escupidas seminales, el hombre se desenganchó, se incorporó tambaleante y procedió a enjuagar el cuerpo de su amante madura.

Cuando llegaron a la cama, la mujer en vez de dormir comenzó a tocarse la concha.

—No puedo creer que quieras mas, sos insaciable—Dijo maravillado el joven yerno y luego confesó su preocupación—No sé si te voy a poder cumplir, se me está achicando la verga, Ivanna.

—Agghhh no tengo fuerzas para moverme, pero estoy desesperada, necesito una acabada más, Andrés. —Explicó la vieja y enseguida sugirió la solución—Andá al sexobar y traete un par de vibradores y la crema lubricante.

Andrés obedeció y regresó con un vibrador de siliconas grande y con un pequeño vibradorcito que imitaba un lápiz labial. El muchacho destrozó los envases de los productos sobrevaluados en 189 dólares y se dispuso a untar los falos artificiales con crema.

Ivanna tomó posesión del vibrador largo, lo encendió en el máximo seteo, y empezó a fregarse la vulva. Andrés la abrazó por detrás, apoyando la flácida verga en el culo y usando el vibrador mas chico para recorrer su perineo y su ano mientras mordisqueaba la nuca, hombros y cuellos de su madura “novia”.

No demoró mucho Ivanna en venirse como una cerda metiendo y sacando el vibrador más grande de su vulva y sintiendo cómo Andrés le penetraba el culito apenas usando la punta del vibrador más chico. Ivanna corcoveaba sobre la cama gritando y temblando de placer.

—Viene otro, otroo, otroooo.

Después del orgasmo, la mujer cayó casi desmayada con los dos falos aún vibrando en su interior. El hombre se los sacó, los apagó y se durmió junto a ella.

Domingo por la mañana.

A la mañana siguiente, la primera en despertar fue la mujer, sintiéndose completamente satisfecha, pero a la vez dolorida y cansada. Se miró al espejo que estaba frente a la cama y casi entró en pánico. Sus pelos cortos estaban totalmente enredados y pegoteados fruto de haberse dormido con la cabeza mojada y de la transpiración del orgasmo. Su cara estaba demacrada, sin maquillaje y con sendas ojeras de cansancio. Sus pechos colgaban enrojecidos luego de haber sido retorcidos y mordisqueados por su amante. La concha le ardía y le latía y las piernas le dolían en las articulaciones.

Intentando no despertar a su joven amante, y sin querer ser vista en esas condiciones, la mujer se deslizó al baño para trabar la puerta y sumergirse en el jacuzzi y comenzar así su recuperación.

Le llevó casi una hora sentirse mejor como para poder salir, secarse el pelo, peinarse y maquillarse. En el baño había ropa interior sexy que usó sabiendo que pagaría a precio de oro. En 20 minutos mas salió a la habitación sintiéndose esplendida por fuera y destruida internamente. Sabiendo que los achaques eran de la brutal cogida que le había dado el esposo que su hija, se limitó a sonreír provocadora al muchacho que apenas se iba despertando.

El amante intentó jugar, pero la suegra lo paró y le dijo que no quería desarreglarse porque tenían que juntar todo para regresar a buenos aires, pero rascándole la verga con las largas uñas y tirándole besitos con pico de pato le dio a entender a su yerno que le podía dar una última mamada de despedida.

Obviamente el muchacho no la rechazó y en pocos minutos, la elegantísima señora mayor estaba arrodillada chupando la pija de su yerno como si se fuera a acabar el mundo.

Estaba tan arreglada y elegante en su ropa interior y con su renovado peinado bob que Andrés no le quiso poner las manos en la cabeza y se las puso en el cuello y en el hombro para marcarle el ritmo. Y a Ivanna no le tomó mucho hacerlo acabar como un cerdo en su boca.

—Dame leche, dale que tengo hambre, lléname la boca, Andrés, aprovechá daleee

—Siiii tomá tomá tomá—gritaba el muchacho y acrecentaba el ego de la madura tragaleches comparándola con su hija—Eso si es una hembra, no como Manny que no quiere tragarrrr

La vieja no cabía en si misma de orgullo.

Levantarse, juntar todo y arreglarse no les llevó mucho. Tampoco les llevó mucho la entrevista de despedida con Camila, casi a mediodía. Camila ofreció otro servicio que consistía en valet parking del vehículo de Ivanna en la cochera cercana a su domicilio para que los amantes pudieran regresar juntos. Cosa que ambos aceptaron y pagó (sin saberlo) el esposo de la suegra.

Después del “tratamiento”.

El regreso de Pilar a Buenos aires llevó mucho mas de lo normal, pero no debieron dar explicaciones porque mintieron en sus casas sobre la hora de partida. La prolongación del tiempo fue suficiente para que Ivanna hiciera una felación más a su yerno en un parador de la ruta y el muchacho la hiciera acabar metiéndole dedos de una mano en la concha y rasguñándole el ano con la otra mano.

Una vez en casa del joven matrimonio, dieron una vaga explicación del retiro y contaron que habían resuelto casi todos los conflictos. Manny estaba feliz e incluso flirteó con su esposo insinuando que por haber sido tan dedicado le iba a tocar una “recompensa”.

Tanto la vieja como el muchacho rieron por la ocurrencia sabiendo que ninguna recompensa que pudiera dar la frígida esposita iba a igualar las recompensas que brindaba su mamá.

Ha pasado mas de un año desde entonces y Andrés e Ivanna continúan “levándose bien”.

Camila ha hecho grandes negocios con Ivanna. La suegra por ejemplo asiste a un gimnasio de la terapeuta donde comparte con otras mujeres como ella ejercicios y anécdotas para “mantenerse vigentes”.

Los amantes siguen viéndose periódicamente y armando salidas juntos. La última ocurrencia de Camila ha sido una excursión de “Turismo vacunatorio” a Miami para señoras mayores de algo poder adquisitivo. De a dos mujeres (en el caso de Ivanna fue con Elba) viajaban cada 3 semanas a Miami con la excusa de “recibir la Pfizer”. Los yernos viajaban con otra excusa. Por ejemplo, Andrés simuló tener un congreso en Europa (pero en realidad fue a USA) y el camionero yerno de Elba dijo que tenia un viaje de 4 semanas por todo el país pero en verdad la pasó en la florida con su suegra.

Lo mejor de ese viaje fue cuando los yernos se cogieron a cada una de sus amantes a cuatro patas lado a lado en la misma cama King. Mientras las mujeres gritaban y competían tontamente para ver quien de las dos acababa primero. (Ganó Ivanna).

La esposa de Andrés, después de tener el bebé siguió sin mostrar interés alguno por el sexo. Culpó al cansancio de la maternidad. Ivanna, por supuesto, le dio la razón y se dedicó a ocuparse de todo lo que su hija no pudiera atender bien.

Camila sigue ofreciendo servicios a mujeres como Ivanna a pesar de las restricciones de la pandemia. Es que una alta funcionaria nacional, que recibió su tratamiento en la finca de Camila, se encargó de conseguirle salvoconductos para sus actividades por considerarlas “esenciales”.

Y si lo piensan bien, realmente lo son.

¿Qué puede ser más esencial que ayudar a la harmonía familiar?

FIN

Nota del Autor: Espero que este relato les haya gustado. Es larguísimo, pero la idea de una serie de capítulos unitarios, es justamente que todo vaya en una entrega.