Terapia a domicilio

Cuando encuentras un profesional tu vida cambia. El doctor Anejo en acción.

Me han llamado de la clínica, el doctor Anejo me visitará en mi domicilio esta vez, realmente esto no me lo esperaba pero parece lo más adecuado para mi evolución. Después de una vida de médicos, se agradece tanta dedicación. Aunque es imposible ocultar cierta excitación recordando la visita a su clínica y ese 69 del todo inesperado y muy excitante que aun no me podía explicar. Mi alter ego literario había vivido aventuras mas fuertes pero mi vida real no era tan excitante como cabía esperar. Soy liberal y no me han faltado amantes pero la discapacidad sigue siendo una barrera estúpida para muchas cosas….¿El doctor Anejo en mi casa? Realmente no era algo que me resultara indiferente, algo me decía que no sería una visita convencional pero sabía que su lista de espera era interminable y la pericia en casos como el mío estaba sobradamente demostrada. Así que, sopesando todo un poco, realmente me interesaba captar la atención del profesional y, siendo sincera conmigo misma, la visita a la clínica había resultado del todo satisfactoria.

El día anterior a la cita recibo un wassapp de un contacto desconocido que se identifica como el doctor Anejo, lo cual es muy curioso, ya que siempre había hablado con su secretaria, el mensaje me indicaba que acordaríamos un tratamiento mensual o quincenal, que fuera eligiendo la música ambiente y mi gel de masaje favorito. También especificaba que debía recibirle recién duchada y con un simple albornoz como atuendo. Lo primero resultaba obvio pero lo segundo me pareció una auténtica desfachatez aunque mi diablilla interior estuviera saltando de alegría. A veces, me resultaba odiosa. ¿Esperarle completamente desnuda con solo un albornoz? Esto me pasaba por no saberme controlar en la clínica, quizás el doctor Anejo había entendido mis necesidades…. A la perfección. Evidentemente, después adornaba el mensaje con buenas voluntades y propuestas de terapias pero el mensaje había llegado alto y claro: Recibirle completamente desnuda salvo un albornoz. Que una cosa es escribir sobre estas cosas y otra que le pasen a una…. Pero realmente la idea me nublaba la mente y me excitaba en sobremanera.  El día de mañana nunca llegaba hasta que llegó…..

Seguí las instrucciones al pie de la letra, hay oportunidades que no se deben dejar escapar. No quise entretenerme demasiado en la ducha, me depilé mínimamente tal como indicaba el  mensaje y me puse un albornoz algo tupido, que aunque una sea muy caliente, diciembre sigue siendo diciembre.  Él acudió como  había prometido, con su camilla y toda su experiencia. No resultó fácil actuar con total normalidad estando desnuda delante de él. Que una es escritora, no actriz…. Pero la conexión era evidente y su profesionalidad a la hora de subirme a la camilla cubierta por una cálida manta como si fuese una pluma. Estando boca abajo me quitó el albornoz sin  mucha dificultad y untando sus manos con un gel de masaje empezó a masajear mi espalda, lenta y cálidamente. Fugazmente, sus manos rozaban mis senos aplastados contra la camilla, lo cual aumentaba mi excitación. Me estaba quedando claro que, aparte de las habilidades ya demostradas, sabía cómo dar un buen masaje.  En un momento  dado se inclinó sobre mi y sus labios rozaron mi oreja. Sentir todo su peso sobre mí me hizo tomar la decisión al instante de despedir a mis anteriores masajistas. Mi espalda se relajaba bajo su presión y aun no sabía todo lo que me quedaba por disfrutar. Sus manos focalizaron su atención en mi culo, un culo magnífico según su definición. El frio gel cayó en mis nalgas pero pronto sus manos se encargaron de calentarlo. El masaje no descuidaba ni mi ano ni mis labios vaginales, empezando a llevarme a experimentar un gran placer. Sentir sus dedos jugueteando en mi vulva y en mi ano alternativamente me estaba llevando a un nivel de excitación próximo al orgasmo, pero no había ninguna prisa.

Me propuso entonces ponerme boca arriba. Ya no había lugar para el pudor, estaba demasiado excitada.  La maniobra de cambio de posición resultó asombrosamente fácil. Allí estaba yo, completamente desnuda delante de un casi desconocido que, sin embargo, comprendía mi cuerpo a la perfección. Un cuerpo atrapado por la espasticidad en ocasiones pero deseoso de caricias y atenciones como el de cualquiera. Como un profesional, movilizó mis piernas pero no se olvidó que estaba delante de una mujer deseosa de sus caricias. Y así continuaron sus manos masajeando mis pechos y mordisqueando mis pezones. No parecía dispuesto a dejar ni un centímetro de mi piel sin su atención. Mis gemidos se empezaron a multiplicar cuando su mano atendió a mi clítoris y mi vulva sin descanso. Ahí ya perdí completamente el control y mis orgasmos se multiplicaban sin que mi espasticidad apareciera por ningún sitio, como solía suceder a menudo.. En ese momento decidí dejar de ser sujeto pasivo, mi cuerpo pedía acción. Como buen terapeuta masajeó mi mano mas afectada por la espasticidad, chupando mis dedos relajándolos mientras metía sus dedos en mi boca para que mi lengua los rodeara, en ese momento, supe que deseaba chupar algo mas. Me preguntó si deseaba algo y yo, bajo el estado de excitación que me embriagaba le pedí una de mis fantasías, que me pegara. No estaba en situación de especificarle zona ni fuerza y el doctor fue probando pequeñas palmaditas en el culo y en mis pechos, fue breve pero realmente excitante.  Se puso detrás de mi cabeza amasando mis pechos cuando mis manos buscaron su entrepierna, deseaba devolverle algo de todo el placer que me estaba regalando. El mensaje fue captado al instante y pronto tuve su polla delante de mi cara cuidadosamente depilada. No lo dudé un instante la saboreé con hambre, sus huevos llamaron mi atención y los chupé con ansia. Pero realmente, la postura no era nada ergonómica y antes de estropear todo el trabajo del masaje, me alzó en brazos y me puso en mi silla de ruedas. Sentada, podía cómodamente hacerle la mamada que deseaba y también volver a saborear sus huevos y su polla que parecía hecha para mi boca.  El solo hecho de sentir su excitación continuaba estimulándome y excitándome como si sus manos siguieran torturándome. Mis fluidos vaginales no dejaban de fluir mientras su pene pedía explotar. Se retiró levemente y su leche cayó en mis pechos, inundándome de su olor penetrante. Había resultado muy satisfactorio para ambos.

Solo entonces me habló de la terapia convencional a seguir y de las siguientes sesiones como todo un profesional después de recomponernos de todo lo vivido. Realmente, ha sido la mejor terapia contra la espasticidad que he tenido en mi vida.