Tentaciones Prohibidas 2da Parte
Una noche intensa... Sin poder gritar... Sin poder ser libre de entregarnos a la desenfrenda pasion que nos consumia...
Salir de la fiesta fue un poco complicado, todos insistían en que nos quedáramos un poco más. Pero tanta espera había logrado encenderme de una manera casi insoportable, lo único que quería era sacarlo de ahí y perderme en su cuerpo.
Al sacarlo mire a mi alredor buscando la reacción de aquellos que observaban, pero solo hubo una por la que valió la pena girar la cabeza. “Ella” estaba mirando justo en nuestra dirección con algo muy parecido a la furia rondando en sus ojos. Una vez afuera no pude evitar sonreír, el sabor del triunfo me quemaba los labios.
Tomamos un taxi, el destino: La casa de mi amiga (y jefa), que iba acompañada de su novio y otro compañero que también se fue con nosotros. Al subir al taxi íbamos un poco apretados y para estar mejor acomodados Miguel se sentó en mis piernas. Claro que aprovechamos al máximo la oportunidad de estar tan juntos. Besándonos con acalorada pasión, y con el urgente deseo de entregarnos por completo.
-Y ¿A dónde vamos?- me pregunto luego de una larga tanda de caricias
-A mi casa- respondió mi jefa antes de darme tiempo de contestar
Me miro con la curiosidad pintada en el rostro, al notarlo me acerque un poco más a su oído
-No iba a dejarte ahí- le asegure con determinación
-¿Porqué, que me vas a hacer?- me dijo como retándome con la mirada, como única respuesta lo bese con fogosidad mordiendo sus labios y acercando su rostro al mío. No se necesitaba más respuesta que esa.
Finalmente llegamos a casa de mi jefa, la cual por cierto no estaba del todo vacía, su mamá salió a recibirnos, colmándonos de las usuales atenciones que las mamás suelen tener con los amigos de sus hijos. Nos dijo luego que descansáramos y que viéramos como nos íbamos a acomodar.
Aparte, platicando con mi jefa, me dijo que si quería les bajaba cobijas a los chicos para que se acomodaran en la sala y que ella y yo podíamos dormir en su cuarto. Cuando me dijo esto, la mire con suma intención y de reojo voltee a ver a Miguel. Me sonrío, me guiño el ojo y me dijo que estaba bien que si quería nos quedábamos todos abajo.
Los preparativos para dormir fueron rápidos, varias cobijas puestas en el suelo y otras tantas para taparnos, un para de almohadas y al cama estaba puesta.
Nuestro compañero que iba solo, se acurruco junto a la pared, envolviéndose por completo con un par de cobijas, al lado de él Miguel se quito la camisa dejándose solo una camiseta de tirantes que llevaba abajo para luego acostarnos tan cerca como nos fue posible, seguidos de mi jefa y su novio.
Estábamos casi a punto de consumirnos por el intenso deseo que nos embargaba, pero no era un lugar del todo conveniente para hacer “algo más”. A los pocos minutos escuchamos que mi jefa y su novio hacían lo propio, besos caricias, etc., etc. Así que ya estando en ambiente ignorándolos lo mejor que pudimos comenzamos nuestro propio juego.
Primero los besos, tan sublimes, tan profundos que parecía que en cada uno intercambiábamos un pedacito de alma, luego poco a poco las manos, sus manos que lentamente se abrían camino por mi espalda, por mis piernas. Esas lentas caricias que me arrancaban suspiros, luego sus labios en mi cuello, primero despacio encendiendo el calor hasta puntos insospechados. Un pequeño suspiro que escapaba de mis labios y la conciencia de tener que hacer todo en silencio.
Luego fue mi turno de besar su cuello, de dejar que mi legua provocara escalofríos en su oreja, mientras tanto mis aventureras manos se encaminaban al gran premio, su miembro duro y palpitante. Al sentirlo deseé más que solo el juego de caricias, así que primero con lentitud comencé a recorrerlo de arriba abajo y luego cada vez más rápido, él con los ojos cerrados disfrutando de cada rose de mi cuerpo con el suyo. Cesé un poco las caricias, momento que aprovecho para hundirse en mi escote, tan descubierto y dispuesto a sus deseosos labios. Con mis manos detrás de su cabeza tiraba de su cabello, al tiempo que sus caricias me hacían gemir en el placer de aquellos labios prohibidos y en fugaces arrebatos mordía sus hombros con intensidad, pero con la precaución de no dejar marcas.
De pronto el calor fue demasiado y el deseo incontenible, él bajo sus manos y desabrocho mi pantalón, bajándolo con el único propósito de poseerme, de poseernos mutuamente, fue un poco complicado pues claramente no podía subir en mi. Había ojos y oídos a nuestro alrededor que aunque “dormían” seguro que se percatarían de tal movimiento. Así que lo más cerca que nos fue posible con una de mis piernas sobre las suyas recibí ese miembro que me hizo temblar al simple contacto con mi sexo. Poco a poco iba entrando mientras yo sentía que el aire me era insuficiente mientras me mordía los labios para no gritar del inmenso placer que me consumía.
Al ver en su rostro el enorme placer y escuchar de sus labios esos breves sonidos de éxtasis, hacían que la lenta tortura de tenerlo sin poder gritarlo hiciera el momento más excitante y más intenso. Y así con nuestros cuerpos entrelazados encontramos el orgasmo hundiendo la cara en el cuerpo del otro para que el sonido no nos delatara. El fuego urgente poco a poco se fue sosegando para darle lugar a un calor apacible, que nos ayudo a dormir enlazados, cuerpo con cuerpo.
El día amenazaba con llegar, y con él la realidad de nuestra condición, quedaba aún por ver a donde llegaría esa situación. Pues luego de haber probado las mieles de nuestra intensa y mutua pasión era poco probable que decidiéramos separarnos...
... continuara