Tentaciones Prohibidas 1ra Parte

Dentro de los placeres prohibidos la infidelidad es la que me ha dejado más deliciosas satisfacciones... Quien diría que un momento nos haría presas de una incontrolable pasión...

Hace algún tiempo que trabajo en un nuevo lugar; un museo para ser mas precisos y como en todos los nuevos lugares también me he encontrado con nuevos amigos. Desde el principió me entendí muy bien con cierto compañero de nombre Miguel, y aunque desde el principio también me sentía atraída hacia él decidí no hacer nada al respecto en cuanto supe que era casado. Lo cual por cierto fue una gran decepción ya que estaba decidida a conquistarlo. Total que la conciencia pudo más que le deseo, ya que el me hablaba de lo mucho que quería a su esposa a pesar de que como todos tenían algunos problemas.

Nuestra relación siguió creciendo y con ella la confianza, que cada vez se hacía más latente ante los compañeros que nos rodeaban, hasta algunas veces llegaron a preguntarnos si es que había algo más entre nosotros. Cosa que claro negábamos pues eramos más que buenos amigos. Para mi desgracia y porque no decirlo un poco también para mi decepción después de un par de meses de estar trabajando juntos otra chica se fijo en él. Ella una chica por demás tierna y atenta, absolutamente lo contrario de mi intempestivo carácter. Lo conquisto a base de halagos y cuidados mientras yo tras bambalinas tenía que darle consejos acerca de como llevar esta nueva relación.

Ellos comenzaron una relación, y me dije "valla que mala suerte, creo que debí haberlas jugado cuando tuve la oportunidad". Pero el daño estaba hecho, él si había decidido engañar a su esposa, pero con alguien más. Tuve por cierto que ocultar mi decepción y seguir fiel e inquebrantable a su lado, creo que un poco debido al masoquismo de verlo en brazos de otra y otro poco motivado por el cobarde miedo de salir lastimada.

Las cosas siguieron su curso, él con esta nueva chica, y yo a su lado como una buena amiga. Realmente no estoy segura de cuando empezaron a cambiar las cosas. Todo fue al principio como una broma, él me decía piropos y yo lo provocaba, pero solo quedaba en eso. Con la confianza comenzaron también las confesiones y estas se fueron subiendo de tono. Finalmente cierta noche mientras esperábamos a su hermana en la parada de los camiones, me comento como casualmente las cosas que le parecían atractivas de mi: Me dijo que le encantaba mi cabello rizado en especial cuando lo llevaba suelto, la contorneada forma de mis labios y la intensidad penetrante de mi mirada. También me pregunto como en un asunto meramente hipotético que pensaría de él si decidiera robarme un beso. La sangre abandono mi rostro cuando lo escuche preguntar eso mientras la emoción invadía mi vientre. Pero nada paso, solo una cantidad innumerable de mutuas provocaciones.

Casi todas las noches al salir del trabajo su "amiga" se iba con nosotros hacia el metro, lo cual aprovechaban para darse furtivas caricias. Nos acompañaban otra pareja de compañeros que hacían lo mismo. Yo por otro lado me conformaba con su compañía y esperaba pacientemente a que ambas parejas se despidieran. Pero esa noche fue diferente, esa noche "ella" no venía con nosotros, así que mientras la otra pareja se entregaba a sus caricias nos quedamos platicando aparte.  Y fue entonces cuando dio inicio el juego. Primero con sutiles caricias, besando lentamente su cuello, mordiendo despacio su oreja, mientras él aseguraba que mis caricias no surtían efecto. Pero el color de sus mejillas lo contradecía. Luego se dedico a recorrer con sus dientes mi cuello, ya serca uno del otro las manos tomaban partido en el juego. Pero nuestros labios parecían prohibidos, seguimos jugando a provocarnos mientras el calor iba creciendo en nuestro interior. Hacia mucho que un hombre no hacia que se me acelerara tanto el pulso.

Luego bajamos al metro, la otra pareja nos seguía de cerca observando de cuando en cuando como al fin nos entregamos a nuestros deseos. Sin importarnos la gente que miraba, ni que fueran nuestros propios compañeros nos fundimos en un beso tan ardiente como el calor que por dentro nos consumía. Nuestros cuerpos se iban amoldando a la forma del otro sin importar quien estuviera. Sin importar el riesgo que corríamos. Ese viaje termino en nuestra parada usual, con besos de esos que roban el aliento y calientan la sangre. Nos mirábamos como si fuera la primera vez pero el momento era efímero y teníamos que separarnos.

Al día siguiente en el trabajo la tentación de aban donarnos a nuestros impulsos fue apartada por la inconveniencia del lugar. Alli estaba "ella", esa mujer que creía un pecado el estar con un hombre casado, y ahí estaba yo esa que estaba en proceso de arrancarlo de sus brazos. Nos miramos él y yo, con el deseo escrito en los ojos pero con la precaución atándonos las manos. La fiesta de fin de año iba a ser ese día, justo en unas horas, y la suerte parecía sonreirnos cuando "ella" se quedo tarde. Tendríamos al menos algunas horas para estar juntos.

Nos acomodamos en lugares uno a lado del otro, lo cual por nuestra marcada amistad a vista de todos, no parecía nada raro. La mesa era la cubierta perfecta para nuestras caricias. Nos descaramos un poco sentándonos cada vez más cerca con mi pierna sobre la suya, mientras sus manos recorrían mi suave pantorrilla y yo dejaba que mis dedos rozaran juguetones su entrepierna, de tan gran bulto que parecía a punto de romper su pantalón. Esas furtivas caricias me encendieron a niveles insoportables, y lo exitante que era el estar a plena vista lo hacia aun mejor. Nos anunciaron que el resto de nuestros compañeros estaban por llegar, dentro de media hora aproximadamente; entre ellos claramente "Ella" el tiempo se nos agotaba. Me miro un momento para luego susurrar en mi oído

-"¿Quieres ir a la tienda?"

-Sí, vamos

Claramente la idea no era ir a la tienda, era solo salir de ahí para entregarnos a nuestra pasión antes de que los otros llegaran. Salimos juntos casi a punto de correr en dirección a la tienda, después de todo tendríamos que comprar algo para guardar las apariencias. Tomo lo primero que vio y luego me llevo a una apartada esquina donde nos entregamos a frenéticas caricias, casí con la intención de penetrar la piel con nuestros fuertes apretones. Con avidez recorrían sus manos mi cuerpo, apretando mis caderas y frotando su duro miembro contra mi entrepierna. Yo me perdía en el sabor de sus labios y en el delicioso sonido que hacía mientras se perdían mis dientes en su cuello. Seguíamos entregados al deseo, olvidando nos de todo lo demás. Pero el tiempo estaba en nuestra contra, se acercaron dos amigos

-Oigan, mikey ya llego tu "Señora", y no se le ve nada contenta. Te esta buscando, más vale que se den prisa si no quieren que la gente comience a hablar

Él me llevo aparte de nuevo me miro a los ojos y se fundió conmigo en un nuevo beso colmado de urgencia y arrebato para luego decir en mi oído

-"Sabes que cuando ella llegué todo va a cambiar"

-Lo se

-Estas de acuerdo

Lo mire lo bese y le dije -Haz lo que tengas que hacer que aquí espero

Nos miramos decididos a alejarnos de ahí, no sin antes despedirnos con un beso. Teníamos que "enfriarnos" un poco así que tomamos un poco de aire. Al checar mi atuendo para ver si todo estaba en orden faltaba uno de mis aretes, me quite el otro y entramos en la fiesta. El resto de la velada él estuvo al lado de ella casi evitando mirar en mi dirección pero yo sabía que él ya no le pertenecía, ni un poco a ella ni otro tanto a su esposa. Él era mió y no iba a permitir que se quedara con "Ella" aquella noche. Bailamos; él con ella y otras tantas con migo, yo con otros y al final de la noche, cuando teníamos finalmente que irnos algunos compañeros y yo. Me dirigí hacía él con determinación convenviendolo de que ya nos fueramos. Finalmente lo saque de la fiesta.

Pero esa noche me aguardaba aun un mayo regalo, me aguardaba aun el evento principal.

En casa de una amiga...

...Continuara