Tentaciones 2. Capítulo 3: Amienemigos (I)

Después de unos meses de crisis creativa, volvemos a la carga con esta historia. Aquí entra en escena el tercero en discordia entre Florián y Abdullah... ¿Acaso habrá alguien aparte de éste? ¡ Estad atentos porque se avecinan curvas!

Se ajustó la corbata delante del espejo, y se alisó algo más el traje recién planchado. Causaría buena impresión delante de sus nuevos socios. Lo sabía.

Al igual que se sabía bien atractivo.Musculos perfectos, un cuerpo divino que alimentaba los sueños más profundos, una polla bien dispuesta a dar los mayores placeres del sexo gay. Y tenía un objetivo en mente.

Recuperaría lo que era suyo.

Sin importarle nada. Sin contemplaciones. Tenía más que claras sus metas.

Sonrió, recordando en ese instante aquella primera vez de su contrario.


Sábado por la tarde, en verano, hacía ya doce años. Nueva York. Los dos solos en su habitación compartida de hotel. Llevaba meses queriendo poseer ese cuerpo tan escandaloso que le hacía vivir en la intimidad de su piso las corridas más brutales.Habían disfrutado de un bonito paseo por Central Park y tomado un buen almuerzo en un restaurante de Rockefeller Center.

Malicioso y ardiente, vio que empezaba a desnudarse para ir a la ducha.Y aprovechó la oportunidad.

Se le abalanzó encima. El otro ni se inmutó. Sabía que aquello pasaría, pues su acompañante lo estaba buscando. Se dejó llevar. Se dejaron llevar por las caricias, los besos con lengua, las palabras de deseo. Querían follarse, hacerlo escandalosamente.

Y vaya si lo hicieron.

Ya desnudos, el tío dominante le hizo una de las mamadas que por su intensidad, dejaban muy, muy cortos a los mejores actores porno. El otro tuvo que taparse la boca. Menudo placer.

Como si no quisiera que acabara nunca ...

En el fondo deseaba que su primera vez durara eternamente. Después lo penetró tras una lubricación intensa. Las embestidas eran brutales. Los gemidos, intensísimos. Tan intensos eran los dos en el acto que a punto estuvieron de romper la cabecera de la cama.

Liberaron su semilla con velocidad sorprendente y se quedaron abrazados.

Todo había ido como la seda.


Volvió en sí. Tenía que ir a su nuevo puesto de trabajo. Ya era un hecho.

Volvería a verle. Sabía que ahora él estaba casado y era padre de familia. No le importaba. Se metería en medio de ese matrimonio.

Le daba igual. Recuperaría a su hombre. Lo deseaba.

Él, Sandro Martirelli, recuperaría a Abdullah El Hakim.

Sólo sería para él. Y para nadie más.