Tentación verde

La pasión es un animal difícil de domesticar

Éramos amigos y nos entendíamos bien. Aquella tarde no era muy distinta de cualquier otra: vivíamos cerca y era invierno, estábamos encerrados en su habitación huyendo del frío. En penumbra, con la única luz del flexo de su escritorio, parecía distraído arrancando notas a su guitarra mientras yo le observaba perdida en mis propios pensamientos. Estábamos fumados, como tantas otras tardes, estábamos juntos como tantas otras tardes, y sin embargo, aquella no era una tarde cualquiera.

Él estaba sentado en el borde de su cama y yo en el borde de una mesa, ambos frente a frente. En cierto momento, dejó la guitarra en el suelo y clavó en mi unos chispeantes ojos verdes y una sonrisa boba a la par que sensual. Mi mente confusa por la marihuana no podía sino mirarle y cuanto más le miraba, más le deseaba. Su sonrisa torcida, elevando una esquina de la boca, sus ojos verdes clavados en mí. Esos ojos que siempre parecían querer decir más de lo que esa boca de sonrisa gatuna decía. Yo ya no le escuchaba, las piernas me temblaban ligeramente y empezaba a sentir un cosquilleo entre ellas mientras intentaba mantener la compostura y dominar el manojo de nervios de mi pecho. Por mi mente las imágenes más perversas cruzaban mientras yo intentaba en vano seguir el hilo de una conversación que hacía tiempo había dejado de escuchar. Solo podía imaginarnos a los dos en esa cama, desnudos, sudando, gimiendo en su oígo mientras subía y bajaba arrancándole jadeos y temblores. Mi corazón latía cada vez más rápido, mis bragas se empapaban, las piernas me temblaban. Miraba para todos los lados buscando dominar mis instintos primitivos pero aquello era en vano.

Entonces se calló y clavó en mí una vez más esos ojos cautivadores y esa sonrisa ladeada.

No encontré tema alguno de conversación, presa del fuego interno que me consumía por follármelo hasta dejarle exhausto.

Le miré de vuelta, fijamente. Una mirada que hablaba por mí y que pareció confundirle momentáneamente. No pude controlarme más y me incliné sobre él y le besé.

Aquello desató una espiral de instintos animales que pocas veces en mi vida he experimentado.

Me bajó de la mesa con lo brazos y me subió sobre él, que seguía sentado en el borde de la cama. Empecé a sentir que algo crecía en sus vaqueros mientras le mordía los labios y le rozaba la lengua. La respiración se nos aceleraba, los besos cada vez eran más mordiscos suaves que besos. Su camiseta desapareció por encima de su cabeza: La mía también. Continuamos besándonos como fieras mientras él me apretaba contra su cuerpo agarrándome por el culo y yo sentía cada vez más dura su polla bajo los vaqueros. La deseaba. La necesitaba. Le empecé a lamer el cuello, despacio, mordiéndolo suavemente de vez en cuando y gimiéndole al oído mientras él me apretaba contra sí cada vez más fuerte y me quitaba el sujetador. Le iba besando y lamiendo la mandíbula hasta llegar a su garganta donde continué hasta su pecho.

Le empujé contra la cama para tumbarle, pero al estar tumbados de manera perpendicular a la cama, solo conseguí que se arrastrase hasta apoyar su espalda en la pared y quedarse con las piernas estiradas. No importaba. Nada importaba. Le quité el cinturón con el tintineo característico que le acompaña, me deshice de sus vaqueros. Se notaba perfectamente su ereccion contra los calzoncillos. Apoyé mis labios a través de la tela, dejé que sintiese el calor de mi boca y que la desease. Acaricié con los labios siempre por encima de la tela toda su envergadura mientras él suspiraba esperando.

Se la saqué de los calzoncillos y la lamí lentamente por la punta mirándole a los ojos. Él tenía la mirada nublada por la expectativa y las ganas de más. Empecé a lamerla a lo largo, lentamente y sin dejar de mirarle, de arriba a abajo y cuando volví a llegar a la punta, le retiré la mirada y empecé a metérmela en la boca. Trazaba círculos con la lengua y zigzageaba por toda su longitud, en especial por el frenillo y la punta mientras él atrapaba en su mano mi pelo y la cerraba en un puño que prentendía guiarme, pero yo sabía bien que tenía que hacer. Continué desquiciándole, acelerándole la respiración y cada vez se ponía más y más dura en su boca. El se mordía el labio lo más fuerte que podía y respiraba entrecortadamente pero no le di tregua alguna. Yo estaba empapada y necesitaba que me la metiese entre las piernas. Lo necesitaba.

Trepé sobre él mientras él se liberaba de los calzoncillos y yo de los pantalones pero no me dejó liberarme de las bragas. Como una furia, me subió sobre él y apartando mis bragas a un lado me metió la punta. Yo jadeaba preguntándome confusa porqué no continuaba pero él solo clavaba su mirada en la mía mientras me agarraba con fuerza por las caderas y yo me abrazaba a su cuello. Entonces me besó y con mi boca atrapada entre sus labios me la empezó a meter despacio pero con determinación, sin parar un solo momento. En ese momento creí morir. Mi coño se derretía según su polla iba entrando, caliente y dura y un cosquilleo insoportablemente placentero me inundaba el cuerpo arrancándome un gemido que quedó ahogado entre sus labios y que se manifestó en un arañazo en sus hombros. Las piernas me temblaban, toda yo temblaba mientras él seguía abriéndose camino en mi, ahogando mis gemidos en su boca y yo respirando entrecortadamente por la nariz. Cuando entró entera dio un fuerte empujón que casi consigue que me corra del placer, sintiéndole en mi, derritiéndome, literalmente: Sentí que me derretía mientras empapaba su polla y me vibraba el cuerpo entero.

En ese momento soltó mi boca y me lamió el cuello mientras yo empezaba a subir y bajar, lentamente pero sin pausa. Me estaba muriendo ahí mismo, subiendo y bajando contra su pecho, con su boca en mi cuello y sus manos en mis pezones. Me dirigí a su boca y empecé a lamerla suavemente sin dejar nunca que atrapase mis labios, lento, le iba lamiendo los labios mientras subía hasta la punta la rozaba unos instantes y volvía a bajar sin freno. Estábamos sudando, gimiendo, muriéndose él entre mis piernas, derritiéndome yo entre las suyas. No podía mucho más, aquello era desquiciante. Estábamos los dos cerca, muy cerca de corrernos, en esa espiral de subir y bajar, lamerle los labios, gemirle al oído; cuando me quitó de encima y me tumbó en la cama. Cuando pensé que iba a ponerse encima me giró con determinación pero sin violencia, y colando una mano por debajo de mi cadera derecha me obligó a levantar el culo con el resto del torso aún sobre la calma.

Se agarró a mis caderas mientras volvía a meterme la punta y empezaba a follarme utilizando solo la punta. Yo gemía de placer y de desesperación, necesitaba más pero así me encantaba, pero la necesitaba entera en mí. Pero él no parecía tener ninguna intención de metérmela entera por el momento y yo cada vez estaba más desesperada hasta el punto en el que se me saltaban las lágrimas de pura rabia, frustración y placer y empezaba a golpear el colchón con las manos con furia. Aquello se estaba alargando y yo tenía los ojos húmedos de placer y desesperación cuando me penetró de golpe arrancándome un gemido brutal y empezaba a follarme con rabia. Yo me sentía morir cada vez más, cuando empezó a darme lento pero intenso, penetrándome todo lo que podía, intenso sin furia. Ya no pude más, me vino un cosquilleo interno sobrehumano mientras sentía mi coño contraerse y reventar en una explosión de placer. Gemí sin poder evitarlo, se me cayó una lágrima del placer acumulado y la frustración anterior fruto de la desesperación, mis uñas se clavaban en las sábanas, en el colchón, mientras pegaba mi culo a sus caderas y empezaba a moverme yo de delante hacia atrás metiéndomela yo sola buscando continuar con aquel brutal placer.

Logré recuperar a duras penas las riendas de mi conciencia y huí de su cuerpo. Me levanté de la cama y él volvió a sentarse en el borde, mirándome una vez más con los ojos verdes cargados de pasión y ansia. Me puse frente a él, de pie, y entonces me giré. Me senté sobre él metiéndomela, mientras el me agarraba por las caderas otra vez y me guiaba subiendo y bajando. Empecé a arquear la espalda, a trazar círculos y zigzags suaves pero intensos con las caderas, mientras él liberó una de mis caderas para agarrarme por el pelo y tirar suavemente mientras me lamía la espalda. Empecé a subir y bajar cada vez más rápido según notaba que volvía a correrme sientiéndola tan dentro y su presencia moviéndose a mi espalda y mientras yo volvía a gemir, él empezó a jadear y yo subía y bajaba cada vez más fuerte ante su frustración y placer de verse atrapado entre el colchón y mi culo. Eso le impedía moverse bien por lo que yo llevaba el ritmo y seguía y seguía mientras sus dedos se crisparon en mi cadera y con un jadeo final se corrió dentro de mí mientras yo gemía cada vez más fuerte su nombre y nos moríamos por momentos el uno contra el otro.

  • Joder, ¿me estás escuchando? Que, ¿Qué pongo?

Confusa con el porro aún entre los dedos le miré al otro lado de la habitación, sentado ante el ordenador. ¿Cuánto llevaba hundida en mis pensamientos? Fui hacia la silla contigua y me senté a su lado.

  • Lo quieras joder, no te pongas así - respondí mirándole con una sonrisa.

Sonrisa que empezó a tambalearse por las comisuras como un andamio a punto de venirse abajo cuando le vi acercarse un poco, clavando su mirada verde en la mía y poniéndome la mano en la pierna me susurraba:

  • ¿Y qué quieres tú?