Tenía Que Pasar - Como me convertí en un cornudo.

Esta es la historia de una pareja feliz, y de cómo a lo largo de los años un amigo íntimo entró en la relación.

Somos una pareja de Málaga, y estamos juntos desde hace ya más de 10 años. Yo, Pablo, soy un chico de 28 y ella, Marta, de 26. Nuestro aspecto físico es bastante normalito, si bien es cierto que de ella hay que destacar que tiene bastantes curvas, y, especialmente, un pecho voluminoso y muy bien puesto.

La historia comienza hace unos diez años, cuando empezábamos a salir juntos. La historia es la habitual: grupo de chicos conoce a grupo de chicas, y empiezan a surgir relaciones. En mi grupo, siempre contaba mi amigo íntimo David. Con él me llevaba especialmente bien, ya que nos conocíamos desde hacía ya varios años. Él era de Madrid, motivo por el cual normalmente estábamos separados, ya que solo venía en fechas especiales: navidades, vacaciones, verano, etc. Sin embargo, nuestra amistad sobrevivía a la distancia, y en ningún momento perdíamos un ápice de confianza. Cada reencuentre era como si nos hubiéramos visto el día anterior. Por supuesto que, ante esta situación, las veces que venía aprovechamos para montárnoslo a lo grande. Nuestra confianza era tal, que no tenemos reparo en desvelarnos nuestras intimidades e inquietudes.

Recuerdo cuando empecé a salir con Marta. Siempre que lo hablaba con David me decía que esa era la chica ideal para mí, y que creía que podía congeniar perfectamente conmigo. Además, entre bromas siempre me decía que tenía una delantera impresionante. Mis primeros años con Marta estuvimos enamoradísimos, y la relación nos iba fenomenal.

Verano.

Habían pasado ya tres años, y por aquel entonces Marta con 19 años. Mi amigo David nos llamó, y nos dijo que se bajaba a nuestro pueblo para pasar unos días de vacaciones. Se alquiló una casa en el campo para hospedarse, y así de paso, al ser un sitio amplio y apartado, poder organizar alguna que otra fiesta.

Un sábado decidimos ir de fiesta a un pueblo cercano, en donde habían programado un concierto. Fuimos con un grupo de varios amigos y parejas. Como era de esperar, nos pasamos toda la noche bebiendo, bailando y pasándolo bien. A la hora de coger los coches de vuelta, David nos propuso ir en su coche, y que incluso nos quedáramos a dormir en su casa de alquiler, que había habitaciones de sobra. Como andábamos algo mareados, y para no coger más coches, optamos por hacer eso. Una vez llegado allí, a pesar de ser las 3 de la madrugada, David se empeñó en enseñarnos la parcela y la casa. Vimos que tenía una piscina, y dado el nivel de borrachera que llevábamos encima no tardó en salir la propuesta “a que no hay cojones de meterse”. Ya que era algo imprevisto, obviamente no teníamos bañadores preparados, así que nos metimos los tres, David, Marta y yo, en ropa interior. Ni siquiera nos importó que estuviera todo oscuro, ya que ni siquiera había luces en la piscina. Además, al contrario de lo que pueda parecer, al ser verano y de noche, el agua de la piscina estaba razonablemente caliente. Estuvimos un buen rato bañándonos, y chapoteando como críos. En un momento dado, me di cuenta de que David no paraba de mirar disimuladamente a Marta. Ella tenía un sujetador blanco que, aunque no transparentaba nada, sí que marcaba lo suficiente sus atributos. Además, los saltos y bromas de agua que nos gastamos los unos a los otros, producían en los pechos de Marta un movimiento hipnótico. En un momento determinado, David pasó un poco más a la acción, y aunque nos salpicaba a ambos, empezó a ensalzarse más con mi chica. Empezó a cogerla por la espalda, mientras cerraba sus manos a la altura de su estómago, o quizá más arriba. Marta se restregaba intentando liberarse, y pude comprobar como los tocamientos “sin querer” de su pecho y culo se estaban produciendo descaradamente. Marta, que dado su nivel de borrachera, lo único que hacía era quejarse pero a modo de juego.

Como parte final de esta situación fue cuando decidimos salirnos. Queríamos dejar la ropa mojada colgada para que se fuese secando para la mañana siguiente. Marta, tan alegre como estaba, dijo que no tenía ganas de cambiarse y tener que volver a salir de la casa luego a tender la ropa. Así que aprovechó que nosotros dos aún seguíamos en el agua y, ocultándose con la oscuridad de la noche, salió de la piscina y se quitó sujetador y bragas y los colgó del árbol más cercano; y acto seguido se fue directa a la casa para secarse y vestirse con la ropa seca. A pesar de que con la oscuridad de la noche no se pudo ver nada, la luz de la luna sí que dejaba intuir la silueta de sus curvas y apreciar los movimientos. Pude ver como se movían sus pechos al correr hacia la casa, y por supuesto, mi amigo David también. Después de esto, mi amigo no me dijo directamente nada, solo repetía lo que bien lo habíamos pasado y que borrachera llevábamos encima.

Continuará…