Tenía Que Pasar - Como me convertí en un cornudo 3

Esta es la historia de una pareja feliz, y de cómo a lo largo de los años un amigo íntimo entró en la relación.

Preámbulo

Pasaron dos años hasta que David volvió a visitarnos al pueblo. Su economía había empeorado, y no podía permitirse viajar tanto como le apetecía. Aprovechó que tenía dos semanas de vacaciones de verano, y se vino con nosotros. Le ofrecimos amablemente quedarse con nosotros, ya que por aquel entonces ya teníamos un piso y una habitación para ofrecerle.

Recuerdo una tarde que fuimos los tres a una playa tranquila. En un momento determinado, mi chica se puso boca abajo y se quitó la parte de arriba del bikini. David me miró y me giñó, como diciéndome que estábamos en confianza. Más tarde, David y yo nos fuimos a darnos un baño. Allí estuvimos hablando, y como siempre, recordando viejas anécdotas. Se alegraba de que a Marta y a mí nos fuese tan bien la relación. Cuando íbamos de vuelta hacia las toallas, pude ver que Marta se había dado la vuelta y estaba sentada. A David se le pusieron los ojos como platos. Estaba sentada en la toalla, y sus pechos colgaban con mucha naturalidad. Tenía los pezones con la punta mirando ligeramente hacia arriba. El resto de la tarde pasó con normalidad, como tres amigos en la playa, con el único detalle de que Marta tenía los pechos totalmente al descubierto, y que David lo estaba disfrutando de lo lindo. Los dos hablaban con normalidad, pero lo cierto es que a mi cada vez me daba más morbo esa situación. David, que es un pícaro, le propuso jugar a las palas, cosa a la que Marta accedió. Por supuesto, David perdía siempre, ya que era incapaz de concentrarse en la pelotita, teniendo delante los pechos de Marta botando. Yo empecé a reflexionar sobre la relación que tenía con Marta. Me había dado cuenta de que no me importaba llegar a tener un papel secundario en determinadas situaciones, siempre y cuando ella estuviese a gusto. Es más, empecé a pensar que quería mucho a Marta, y que también quería mucho a David, y que yo disfrutaba viendo que ambos disfrutaban.

El momento

Unos días después, organizamos una pequeña fiesta en el piso. Vinieron algunos amigo que hacía tiempo que no veíamos y estuvimos cenando y tomando copas. Lo cierto es que es agradable estar en esas reuniones, pero al final cada uno va a lo suyo, y más pronto que tarde, empezaron a irse todos, hasta que volvimos a quedarnos los tres: David, Marta y yo. Lo verdad es que aunque teníamos mucha confianza, no habíamos tenido ocasión de hablar los tres abiertamente de la ruptura de David con Patricia. Él comenzó a auto compadecerse, y tal vez por el efecto del alcohol, se vino abajo y casi echó a llorar. Nosotros estuvimos consolándolo como pudimos, y a ratos haciéndole bromas para ver si se animaba. Ya se sabe cómo es el alcohol, a veces te da por las alegrías y a veces te da por las penas. En un momento determinado, David empezó a detallarnos lo mal que estaba, e incluso llegó a confesar como había parado su vida sexual desde que rompió con Patricia. Empezó a recordar el día que jugamos al juego de las prendas, y como ella se había enfadado absurdamente. Al recordar ese día, Marta miró involuntariamente hacia la entrepierna de David. Él seguía hablando, y hablando, hasta que llegó a decir la frase clave: “…y al final de todo, me quedaré con la ganas de no haber sentido una paja cubana”. Marta no pudo evitar reírse un poco. Ella decía que le resultaba curioso que estuviese tan frustrado con eso. Él nos dirigió la mirada completamente serio. Ante esa situación, que se había puesto un poco rara, Marta se levantó y se dirigió a la cocina. Yo la seguí, porque intuía que era de esos momentos que teníamos que hablar algo en privado. Cuando estuvimos a solas, me preguntó que qué podíamos hacer, que le daba pena verlo así tan deprimido. Estuvimos un rato hablando y volvimos al salón con una solución.

Cuando nos volvimos a sentar, David ya estaba más tranquilo. Entonces Marta le dijo que nosotros dos podíamos ayudarle, si para él era tan importante practicar y sentir eso. Yo también hablé, y le dije que Marta y yo le teníamos mucho aprecio y confiábamos mucho en él, y que los amigos estaban para ayudarse. Así que, poco quedaba por decir, y Marta dijo que estaba dispuesta a hacerle sentir una buena paja cubana. David se quedó petrificado, con cara de sorpresa y de excitación. Lo primero que hizo fue decir que no hacía falta, que no quería que hubiese malos rollos por su culpa. Yo le dije que no se preocupara, que ya lo habíamos hablado, y que todo quedaba entre amigos. Tardó un minuto en dudarlo, hasta que finalmente accedió. Ahora lo siguiente era hacerlo.

El bóxer ya le abultaba, lo que quiere decir que solo de pensarlo ya se estaba poniendo a tono. Ya podíamos hablar sin tapujos, y Marta empezó a comentar lo bien servido que iba, cosa que nos hizo gracia a los tres. Cuando David se bajó el bóxer, la risa se nos cortó a los tres, sobre todo a Marta. Tenía el pene semi erecto, y ya media bastante más que el mío en plena erección. David se sentó en el borde del sofá, y yo le facilité un cojín a Marta para que se pusiese de rodillas frente a él. Ella comenzó a quitarse la camiseta, y mientras David no perdía detalle. Tenía los ojos clavados en sus pechos, sin embargo, las manos las tenía apartadas, apoyadas en el sofá. En ningún momento nadie había dicho que se podía “tocar”, solo que se le iba a hacer un “trabajito”. Cuando Marta se desabrochó el sujetado, y sus pechos quedaron al descubierto, David estuvo a punto de babear. Por fin tenía a menos de medio metro dos enormes pechos que iban a cumplir con su fantasía de disfrutar una paja cubana. Yo estaba absorto, contemplando toda esta escena. Me daba muchísimo morbo y me ponía muy caliente, sin embargo, no terminaba de empalmarme. Me pene seguía pequeño y arrugado, y ni siquiera quería atreverme a comparar con la herramienta que gastaba mi amigo. Concentrado como estaba, entre la visión de la escena y los pensamientos de mi pene, mi chica me llamó la atención y me dijo “cariño, hará falta que traigas papel… ya sabes qué pasa cuando se hace esto”, y me giñó un ojo.

Me fui al cuarto de baño, y los dejé allí. Iba pensando en lo mucho que me ponía esta situación. Me sentía como un pequeño cornudo consentido, pero es que me encantaba la idea de ver a mi amigo David y a mi novia Marta disfrutar. Me gustaba la idea de poder ayudarle a él, y me gustaba la idea de que ella disfrutara un pene que normalmente no podía disfrutar. Cogí un buen trozo de papel, pero finalmente opté por llevarme el rollo entero. Cuando entré de nuevo al salón, la imagen que vi me impactó más de lo que había pensado en la teoría. David ya no estaba sentado, sino en pie, y tenía media polla metida en la boca de mi chica, que ya no daba más de sí, mientras le aguantaba su cabeza con las manos. Me vino a la mente decir “creo que no habíamos hablado nada de mamada…”, mientras mi chica intentaba excusarse, aunque claro, con la cantidad de pene que tenía en la boca, su lengua solo pudo emitir un “hummf humf bummf”. David se encargó de traducirlo con un “había que lubricarlo primero para que deslice bien entre los pechos. “

Es verdad que no habíamos hablado nada de hacer ninguna mamada, pero todavía no sé cómo pude ser tan ingenuo de pensar que quedaría en una simple “cubana”. Lo de lubricar el miembro me pareció una excusa razonable, pero no sé de qué manera contribuía que mi chica mientras le hacía la mamada, le estuviese agarrando y acariciando los testículos. La estampa hay que reconocer que era altamente sexual: mi chica, con sus pechos dando vaivenes al compás de su mamada, y sobre los cuales estaban chorreando restos de saliva que salía de su boca a medida que el pene de David entraba y salía, al menos parcialmente. Es cierto que ella ya me había practicado a mí anteriormente varias mamadas, pero, hablando claramente: nunca había visto tanta carne entrando y saliendo de su boca. Es más, juraría que demostraba cierta técnica que quizá conmigo nunca había llegado a apreciar. David seguía sin tocar directamente los pechos de ella, se limitaba a acompañar con las manos el movimiento de su cabeza, y de vez en cuando simplemente a apoyarse en el sofá.

El giro que estaba tomando la situación, aunque al principio me impactó, me estaba excitando increíblemente. Jamás pensé que pudiera darme tantísimo morbo, ver a mi Marta satisfacer a David, y viceversa. Me acerqué un poco más a ellos, para dejarles a mano el papel que había ido a buscar. Aprovecharon ese momento para empezar lo que realmente se suponía que iban a hacer. David se sentó y acomodó, y mi chica se incorporó sobre él, y agarrando cada uno de sus pechos con sus manos, abrazó el miembro de mi amigo entre ellos. Visto así, parecía más impresionante, el pene de David quedaba enterrado entre sus pechos, sin embargo sobresalía lo suficiente como para que la punta de su pene quedase a la altura prácticamente de sus labios. De hecho ella solo tenía que girar un poco la cabeza para que automáticamente el pene volviese a entrar en su boca. La imagen me contrastaba cuando mi chica me hacía ese tipo de paja a mí, ya que mi pene también quedaba enterrado, solo que la punta apenas sobresalía del escote.

La maquinaría empezó a funcionar, y mi chica comenzó a mover los pechos, dándole movimiento al prepucio de David, que iba escondiendo y dejando al descubierto la punta de su pene. Este movimiento iba rozando siempre con la barbilla y labio de mi chica, que prácticamente estaba babeando con el morbo que la situación le producía. Mientras seguía con este ritmo, mi chica se giró hacia mí y me pregunto “prácticamente la tengo en la boca, no te importa que se la chupe, ¿verdad?”. Yo realmente en ese punto veía absurdo negar lo evidente, que se me estaba yendo de las manos, cosa que me daba aún más morbo. Asentí con la cabeza, y ella obedeció inmediatamente. La verdad es que conectaban a la perfección, el tamaño de los pechos de ella, el tamaño del pene de él, todo quedaba en el sitio perfecto.

Después de estar un buen rato con la sesión de paja cubana, noté por los gemidos de David que ya le quedaba poco para correrse. Mi chica ya lo había notado también, porque se ve que estaba sorbiendo bastante líquido pre-seminal, ya que la saliva que le iba sobresaliendo cada vez era más espesa. En ese momento, David le dijo a mi chica que preparase el papel, ya que él avisaría antes de correrse, y Marta podría poner el papel y no manchar nada. La situación se complicó, ya que mi chica con el papel en la mano no podía agarrarse ambos pechos; David por su parte no quería participar en la situación, solo aportando su pene. El resultado es que yo me declaré completamente sumiso y cornudo, y fui yo el que agarré los pechos de mi chica para terminar la paja cubana que le estábamos haciendo a David, mientras mi chica aguantaba el papel y la punta del pene de mi amigo. Yo, al estar en cuclillas detrás de ellas, no veía nada, solo su espalda. Me limitaba agarrar sus pechos y moverlos de arriba abajo a lo largo del pene de David. Cuando mi amigo empezó a emitir gemidos cada vez más fuerte, y a tener unas pequeñas convulsiones, supuse que ya se estaría corriendo. En ese momento vi que el papel se había caído a un lado, y aparentemente no vi ni el suelo ni los pechos de Marta manchas, por lo que ya sabía dónde había ido ese semen.

David se quedó tumbado en el sofá, en pleno éxtasis. Marta se levantó, con la boca cerrada, y se dirigió al baño. Pude percatarme de que le chorreaba un hilillo de semen por la comisura de los labios. Mi amigo me miró y me dijo que había sido la corrida más extraordinaria de su vida. Me dijo que era muy afortunado de tener a Marta, y me dio las gracias por el detalle que había tenido con él, al compartir a mi novia. Marta salió del baño al poco rato, con un camisón blanco muy fino, que dejaba ver claramente como tenía los pezones muy marcados. Nos fuimos cada uno a su dormitorio, y no hicimos más comentarios de lo que había pasado, al menos de momento. Al llegar a la cama, como ya preveía yo, mi chica seguía muy caliente y empezó a abalanzarse sobre mí. Se ve que tenía ganas de más. Sin embargo, como he dicho antes, a pesar de que toda la situación me daba muchísimo morbo y me excitaba increíblemente, no conseguía que mi pene se pusiese erecto, estaba como bloqueado. Mi chica me echó mano a la entrepierna, y noté en sus ojos una pequeña decepción al palpar eso tan decaído. Sobre todo teniendo en cuenta el pene que había tenido en la boca apenas 15 minutos antes. Intentó reanimarme y se agachó a hacerme una mamada. Pero era ridículo, en ese momento tenía el pene tan encogido que prácticamente tenía las mismas dimensiones que mis huevos. Mi chica se dio por vencida, y optó por dejarlo para otro día. Se conformó por darme un morreo en la boca, en el que por cierto me vino un sabor distinto, ácido y extraño. Recordé entonces que David había inundado con su semen toda la boca mi chica.

Continuará…