Tengo que contarte una cosa...

Durante un aburrido trayecto en tren un anónimo personaje escucha una singular historia

-Tía tengo que contarte una cosa…

La mezcla de expectación y confidencialidad que contenía aquella frase no pudo por menos que llamar mi atención, mas cuando mi MP3 hacia ya varios minutos que se había quedado sin batería y había confirmado que era incapaz de pasar de la página 100 de El castillo, demostrando que aquella no era una buena lectura para un largo y monótono viaje en un tren regional que transitaba tal vez por la zona con menos atractivo paisajístico y más aridez geográfica de Catalunya.

La frase en cuestión había sido expresada por una de las tres personas que ocupábamos aquel vagón, e iba dirigida a la tercera persona, que se encontraba sentada a su lado. En concreto se trataba de dos jovencitas que, según el breve vistazo que había podido echarles al acceder al tren, reflejaban esa edad indeterminada entre el último año de instituto y los primeros años de universidad.

No vestían de forma llamativa. Digamos que vestían como cualquier persona que sabe que va a pasar varias horas en un tren en esa época del año en que según la parte del día puedes congelarte de frío o asarte de calor, pero al mismo tiempo eres lo suficientemente joven e inmaduro para no querer vestir mínimamente a la moda.

En ese contexto, y ante la perspectiva de tener que pasar horas contando las grietas del ¿sky, polipiel, piel…? del respaldo del asiento de enfrente decidí dejarme los auriculares puesto, fingir que leía y prestar atención a la historia de aquella chica.

-Tía tengo que contarte una cosa…

-¿Qué pasa? No me asustes… Ha pasado algo malo?

-No no… bueno, no se… estamos solas aquí?

-Bueno, hace un rato ha subido un hombre… espera… tranquila está ahí con la música y un tocho de libro. Cuenta, cuenta, que me tienes de los nervios. Ya te había visto que llevabas unos días rara…

-Joder, es que… bueno, mira, pues hace un par de semanas, el viernes me fui de fiesta con M. a su pueblo. El tenía ganas porque desde que estamos saliendo y con eso de estar estudiando y compartiendo piso lejos de casa, casi no ve a sus amigos. Así que ese finde en vez de quedarnos en el piso, pillamos el tren y nos fuimos para alla…

-¿Y pasó algo?

-No, bueno por la noche no. Estuvo bien. Salimos de fiesta por allí, conocí a algunos amigos suyos que no conocía… sobre todo rollo ir de bar en bar en bebiendo hasta que se hicieron las tantas…

-Aham…

-El que caso es que él no quería que nos quedáramos en su casa a dormir, porque estaban sus padres, así que pillamos el primer tren que pasaba, que no eran ni las 6, con un sueño que nos caíamos.

-¿Os pasó algo en el tren..?

-Si…

-Si ¿qué? ¡¿Qué pasó?!

-Bueno, nos sentamos y entre el sueño, el frío (imagínate, yo con la faldita “de salir”, esa negra lisa corta, una camiseta escotada y una chaquetilla) y el alcohol, íbamos ahí acurrucados en el asiento… y nos empezamos a enrollar…

-¿A enrollar?

-Sí, bueno, a morrearnos, a meternos mano… Yo iba muy caliente y le empecé a sobar bien la… con la mano derecha… por encima del pantalón.

-¿La polla?

-Sí, la polla, si quieres tantos detalles. El también me tocaba, metiendo su mano por debajo de mi falda, tocando mis piernas, las caderas, intentando meter la mano entre mis piernas…

-Joder, ¿y si alguien os veía?

-¿Quién querías que nos viera? ¿Has visto como va ahora este tren en hora punta? Pues imagínate un sábado a las 6…

-Vale, vale… Ya me imagino por donde va. Os lo montasteis en un tren… No es para tanto si ya me contaste que lo habéis hecho en el ascensor, en los baños del bar ese que vamos, en…

-Que no va por ahí… El caso es que cuando estábamos ahí en todo el tema, de repente me doy cuenta que tenemos enfrente al revisor…

-¿Un revisor? Joder, que cortada de rollo…

-No un revisor… EL revisor… un tío alto, bien formado, de unos cuarenta y tantos, con el pelo y la barbita cana…

-Joder, no sabía que te iban los maduros…

-El caso es que ahí estaba yo con M., con su lengua en mi boca y yo con la mía en la de él, con la saliva casi resbalando por nuestros labios y nuestras barbillas… con su polla marcándose claramente en el pantalón, hasta el punto que notaba su calor y su humedad con mi mano derecha mientras mi mano izquierda en su nuca atraía su cabeza hacía mi (como si hiciera falta), y mientras sus manos tocaban mi culo por encima de la falda al mismo tiempo que la otra se perdía casi entre mis piernas…

-…

-Y… y yo no podía parar… M. tenía los ojos cerrados, pero yo miraba fijamente al revisor, mientras seguía montándomelo con M. Y entonces lo vi…

-¿El qué?

-Su polla, la polla de ese tío… no, ese tío no,  ese hombre, que me miraba sonriéndome como quien ha pillado a una niña en plena travesura, a su hijita cogiendo una galleta de chocolate justo antes de cenar,  su polla marcándose en el pantalón oscuro…

-…

-Mi respiración se aceleró, sentí como me excitaba y me… me… [suspiro] mojaba… como nunca… y no pude evitarlo…dirigí mi mano derecha a su pantalón y a tocarle por encima, mientras atraía aún más la cabeza de M. hacía mi para que no viera lo que hacía…

-Tía, ¿en serio? ¿Estás loca?!

-No se… en ese momento no pensaba. Solo sabía que necesitaba sentirla, tocarla… No se como conseguí desabrochar el cinturón… y el botón del pantalón, y la cremallera… de repente ahí la tenía, dura, grande y caliente… en mi mano…

-Joder, y… y el tío, digo el hombre, no dijo nada?? Y M.?

-El revisor, seguía mirándome, con esa sonrisa condescendiente, como dispuesto a guardar el secreto, a no contar a mama lo de la galleta… M. se dio cuenta de lo que pasaba… dejó de besarme y vio al revisor, imponente de pie frente a nosotros, mi mano en su polla, sobándola…

y solo pudo sacar su mano de entre mis muslos y dirigirla a mi mano para apartarla de su polla… sin decir nada, supongo que aturdido aún por el sueño, el alcohol y el impacto de lo que acababa de ver, trato torpemente que la soltara. Pero… uf… fui yo quien cogí su mano… e hice que agarra la polla del hombre, haciendo que empezara a pajearla, sosteniéndola para que no pudiera soltarla…

-ostia… no me jo…

-Aquello me puso a cien, a mil, a… no pude evitar preguntarle: “¿te gusta?”

-Y que… que dijo…?

-Dijo… uf… dijo “no se, está caliente… no se…” Era increíble, tenías que haberlo visto, estaba hipnotizado, con los ojos en esa polla, mientras nuestras manos la pajeaban, notaban su calor, su palpitación, se mojaban con sus primeros líquidos…  Yo no sabía a donde mirar, a los ojos desorbitados de M., a nuestras manos ya humedecidas, a los ojos de el revisor, con esa mirada que decía “venga, adelante, comete la galleta, no le diré nada a mamá…”…

-Sigue… [suspiro]… dime que más pasó…

-De repente, pero suavemente, el revisor apartó nuestras manos de su polla… M. quedó desconcertado, avergonzado como un muchacho al ser pillado rebuscando en el mueble bar de sus padres… pero rápidamente el revisor nos dedicó de forma simultánea a ambos con sus manos una caricia tranquilizadora el cabello… pero no quitó sus manos de nuestras cabezas…

-No…?

-No… agarró suave, pero firmemente nuestros cabellos, hizo girar nuestras cabezas, hasta que no encontramos cara a cara… y entonces nos “obligó” a besarnos… No hizo falta que nos dijera lo que teníamos que hacer, empezamos a besarnos otra vez, pero aún más calientes que antes,   mientras sus manos nos mantenían uno frente al otro… variando la distancia entre nosotros a su voluntad, obligándonos a sacar nuestras lenguas y a entrelazarlas o rozarlas fuera de nuestras bocas…  y entonces… lo hizo…

-Qué… [tragando saliva]… qué hizo?

-Dio… dio un paso adelante… y metió su polla… [suspiro] entre nuestra bocas… entre nuestras lenguas…

-No!

-Si… nosotros seguimos “besándonos”… rozando nuestras lenguas al mismo tiempo, que… que… lamiamos su polla…  ver la lengua de M. lamiendo, saboreando, esa polla, sin resistirse…

fue demasiado… creo que me corrí allí mismo… viendo su saliva dejarla brillante, mientras el líquido preseminal impregnaba su lengua y se introducía en su boca…

Me quedé paralizada, con la boca abierta, jadeando…. Necesitaba tomar distancia y ver esa escena en toda su dimensión… El revisor lo entendió y soltó mi pelo, sonriéndome otra vez. Yo me recosté contra la pared del vagón, y él paso a emplear sus dos manos en la cabeza de M., met… uf, metiéndole la polla en la boca y… y…

-Y qué?!

-Y… follandosela!

-Qué?!

-Empezó a follarle la boca, sujetándole la cabeza y moviendo las caderas suavemente… follandosela como… como [suspiro], como a una… putita…

-Tia!

-Allí estaba M., suspirando, moviendo la cabeza atrás y adelante, con los ojos cerrados… y dije en voz alta lo que pensaba, susurrándoselo al oído: “¿Te gusta? ¿Te gusta tener esa polla en la boca? ¿Lamerla con tu lengua? ¡A mí me gusta verlo! Como te folla la boca… !Como a una putita! ¿Vas a dejar que se corra en tu boca? ¿Te vas a tragar su semen, como hago yo con el tuyo? Quiero verlo, como llena tu boca y lo saboreas… si lo haces haré lo que tu quieras”

-[tragando saliva] ¿y lo hizo…?

-Si… cuando el hombre se quedó tenso, corriéndose, sujetando la cabeza de M., él ni siquiera intentó apartarse o sacarse la polla de la boca… se quedó allí quieto, recibiendo su semen… que se le empezó a escurrir por las comisuras de los labios y a mancharle su barbilla…

-¡Joder!

-Si… joder. El revisor se apartó dejando a M. recostado contra el asiento, con sus labios y barbilla manchados… No puede resistirme y le lancé a besarle, lamerle, limpiando los restos que aún quedaban en su cara, y compartiendo con él los restos, notando, al jugar con nuestras lenguas, el sabor amargo.

-[suspiro]

-Cuando nos separamos estábamos solos. El estaba rojo, respirando con dificultad y podía ver su polla marcándose en el pantalón, húmedo. Le desbroché el pantalón y se la saqué, más dura y húmeda que nunca. No hizo falta decir nada, sabía perfectamente lo que él quería… lo que me había pedidos muchas veces y yo aún no estaba segura de darle… se puso de pie, y de forma casi brutal me obligó a ponerme de pie apoyándome en el asiento, arranco mi ropa interior y me folló… mi culo, de golpe, haciéndome saltar las lagrimas pero disfrutando al mismo tiempo. Creo que tardamos apenas unos segundos en corrernos, no creo siquiera que llegara a meterme entera su polla. Necesitábamos corrernos y lo hicimos, casi en silencio, solo respirando muy fuerte.

-Tía que fuerte…

-Ya…

-Y como lo lleváis… quiere decir… ¿desde entonces que tal?

-No se… hemos estado unos días casi sin vernos ni hacer nada… Aún tenemos que hablarlo… ahora he quedado con él y...

Justo en ese momento la megafonía del tren pronunciaba la última sílaba de mi estación. Me levanté como resorte, provocando un sobresalto en las chicas que se giraron hacia mí. No tuve tiempo de fijarme en sus caras, y creo que tampoco podría haberlo hecho. Abrí la puerta que permitía el acceso al especio que separaba los vagones y en el que se encontraba la salida al andén. Justo en ese momento me tropecé con revisor. Tras disculparme pude fijarme en su aspecto: un hombre de unos cuarenta y tantos, alto, bien formado, con el pelo corto y la barba perfectamente recortada y ligeramente blancos… Me giré para dar un último vistazo al interior del vagón que acababa de abandonar, y dejé el tren, pensando que pasaría ahora…