Tengo que confesarte algo

Cuando me dijo "Tengo que confesarte algo", supe que ya nada sería igual. Mi novia me relata su aventura de una noche.

  • Tengo que confesarte algo.

Al escuchar esas palabras inmediatamente se apoderó de mí una horrible sensación. Algo me decía que esta vez realmente había algo. Sus ojos distantes mirando hacia algún punto fijo en el techo, su voz tenue pero decidida, la seriedad de su expresión, todo me lo indicaba.

Estábamos en la cama. Yo despertando de un corto sueño después de la deliciosa sesión de sexo que habíamos tenido; ella despierta no se desde cuándo, quizás sin haber llegado a dormirse.

Hacía casi dos meses que no estábamos juntos, desde aquél día en que habíamos decidido terminar nuestra relación de cuatro años. Pero el momento de la reconciliación había llegado. El momento de aceptar que no podíamos vivir el uno sin el otro. Empezamos charlando como cualquier día y (lágrimas y sonrisas de por medio) terminamos en la cama declarándonos nuestro amor eterno con el cuerpo y con el alma.

No se si fue su voz lo que me despertó, pero definitivamente fueron esas palabras las que hicieron que mis ojos no pudieran volver a cerrarse ni siquiera para pestañear.

  • Tengo que confesarte algo.

Es difícil de explicar lo que pasó por mi mente entonces. Solamente atiné a mirarla, intentando pronunciar una pregunta que no pudo salir de mi boca, quizás porque de alguna manera imaginaba lo que seguiría y le temía a la confirmación. Pero ella siguió:

  • Hace dos semanas hubo una fiesta en la casa de Iván, un compañero de la uni. No te hablé nunca de él porque no es del grupo que va siempre conmigo, pero organizó esta fiesta en su casa y nos invitó, a mí y a varios compañeros más. En fin, iré al grano, no tiene caso hacerlo demasiado largo… en esa fiesta… - dicho esto se produjo un corto silencio que no pude resistir por mucho tiempo así que tomando aire pregunté:

  • ¿Qué pasó?

  • Pues… había bebido, estaba pasándola bien, mis amigas bailaban con sus novios, yo bailaba con Iván y

  • ¿Qué pasó? – volví a preguntar, ahora mirándola más fijamente y sintiendo cómo se me iba haciendo un nudo en el estómago. Ella no despegaba la vista del techo, no cambiaba la expresión seria de su rostro y el tono de su voz se mantenía igual. Solo dijo:

  • Me acosté con él.

En ese momento me invadió una serie de sensaciones encontradas. No sabía cómo reaccionar, si insultarla, si quedarme callado, si salir de allí… mientras me debatía estas cosas ella agregó:

  • Sentía que tenías que saberlo. Si vamos a empezar de nuevo no quiero que haya secretos entre nosotros.

Entonces caí en la cuenta de que no había habido infidelidad. De que eso sucedió cuando nuestra relación estaba terminada de común acuerdo. Supongo que esto debería haberme hecho sentir al menos un poco mejor, pero no fue así, ya que el nudo en el estómago seguía y ahora no podía acusarla de haberme puesto los cuernos.

  • Quiero saber cómo fue -esto fue lo primero que salió de mi boca.

  • ¿Qué quieres saber?- preguntó ella sin inmutarse, como dispuesta a responder cualquier pregunta que yo tuviera para hacerle.

  • Todo. Quiero que me cuentes todo.

  • Está bien- dijo ella, como resignada.-Antes de la fiesta me reuní con Carla, Daniela y sus respectivos novios para comprar las bebidas. Cuando llegamos a la casa de Iván nos dimos con que la cantidad de alcohol era desproporcionada con respecto a la poca gente que había ido, así que pronto sucedió que estábamos todos alegres y no pasó mucho hasta que algunos cuantos quedaron knock out durmiendo por los rincones.

Los únicos que quedábamos más o menos en pie éramos mis dos amigas con sus novios, Iván (el dueño de casa), un par de chicos más, y yo. Pusimos música e hicimos espacio en la sala para improvisar una pista de baile. Al principio bailábamos todos juntos pero al cabo de un rato las parejas se fueron apartando del grupo y yo quedé bailando cerca de Iván y los otros dos chicos. No se qué me pasó, supongo que fue el alcohol y además el hecho de que quería disfrutar de mi soltería por primera vez, no lo se, el caso es que me sentía provocadora, sensual, y eso me gustaba. Los tres estaban pendientes de mí, bailábamos muy pegados por momentos, me abrazaban, me rozaban, me miraban con deseo en los ojos y yo me divertía… y me excitaba-.

Debo decir que esa última confesión me hizo estremecer. No podía creer lo que me contaba, pero un poco también la comprendía. Ella con apenas 21 años sólo había tenido un novio en su vida, y después de una relación de cuatro años no parecía tan extraño que tuviera esta clase de impulsos. Además es una mujer más que deseable, no me extraña que la miren con deseo en los ojos. La describo: es morena, de 1.70m de estatura, ojos miel, delgada, con una bonita figura, un culito bien formado y unas tetas de buen tamaño que hacen difícil mirarla a los ojos. Yo seguía su relato atentamente, y aunque trataba de verla a ella en la situación que describía, me costaba mucho. Parecía que se debía tratar de otra persona.

  • Después de una rato los dos chicos decidieron irse de la fiesta- continuó, -entonces yo pensé que el jueguito acabaría ahí. Empecé a buscar a mis amigas para ver si nos íbamos nosotros también y vi que estaban muy entretenidas, cada una con su novio, besándose en el sofá. Iván me dijo que no los interrumpiéramos y que siguiéramos bailando nosotros dos. Todavía quedaban algunas personas más en la casa pero iban a su aire, bastante borrachos. Yo también estaba algo mareadilla y pensé que moviéndome un poco se me iría pasando así que acepté bailar con Iván. Bailamos un rato, nos acercábamos bastante, él me abrazaba, nos mirábamos… Yo empecé a ponerme muy nerviosa, sabía lo que él estaba deseando y la verdad es que… yo también lo estaba deseando. Se acercó para besarme y en ese momento dudé, pero entonces me pregunté "¿por qué no? Soy libre ahora", así que recibí su beso. Y ahí fue como un clic, dejé de pensar. Solo me dejé llevar. Empecé a sentir su lengua en mi boca, sus manos en mi cuerpo, me tocaba y yo solo quería que me tocara más. La verdad es que me puse muy caliente-.

Me desconcertaba la serenidad con que contaba todo lo sucedido. Yo siempre había imaginado que si algún día ella tuviera que confesarme algo como esto, lo haría con lágrimas en los ojos, implorando perdón cada dos palabras; especialmente ella que tiende a sentir culpa por todo. Pero hoy parecía no estar arrepentida de nada. Mantenía el tono de su voz, la mirada fija en el techo… de hecho me parecía percibir un extraño brillo en sus ojos a medida que avanzaba en su relato.

  • Sin decir nada me cogió de la mano y me llevó a una habitación- dijo. -Yo no puse objeción, solo le seguí. Cuando lo vi cerrar la puerta me entró un poco de miedo, pensé que había llegado demasiado lejos y que lo frenaría ahí mismo. Pero cuando volvió a besarme me olvidé de todo. Cuando puso sus manos en mi cuerpo, en mi culo y me apretó contra su paquete me sentí morir de deseo. Yo… no se cómo decirte esto…- me dijo volteando su cara para mirarme a los ojos. Por primera vez en el relato noté que se incomodaba un poco con lo que me estaba contando.

-Sentí deseos de verle la polla, de tocársela- dijo volviendo a mirar al techo. -No sé qué me pasó ni cómo me atreví. Solo le desabroché el pantalón, estiré la goma del bóxer y se la cogí. Se sentía grande, venosa, dura, caliente… no pude contenerme, me senté en la cama y… me la metí en la boca así sin más.

A esta altura estaba algo tentado a preguntarle si el chico le parecía guapo, si su polla le gustó más que la mía, si pensó en mí en algún momento… pero sabía que todas estas eran preguntas inútiles. Por otro lado, si bien aun me jodían mucho los hechos, el imaginarme a mi novia en esa situación estaba empezando a excitarme de una manera extraña, y sentía la necesidad de que siguiera contándome. Además se hacía evidente que ella también se estaba excitando con su relato. Trataba de mantenerse impasible, pero podía percibir que ya no tenía la misma serenidad del principio.

  • Después de chupársela un rato me acosté boca arriba en la cama. El desnudó mi torso por completo y empezó a comerme las tetas mientras metía la mano dentro de mi pantalón y mis bragas para darme placer con los dedos.

Al decir esto cerró los ojos y permaneció en silencio. No sé cuánto tiempo, no sé si siguió hablando, solo sé que la miraba ahí acostada en la cama y por fin pude visualizarla en la situación que narraba. Me la imaginé y la veía ahí, boca arriba, con los ojos cerrados, gimiendo excitada mientras ese extraño le chupaba las tetas. Pude imaginarme cómo él disfrutaba del tacto de su conchita, que a esa altura estaría tan mojada y caliente como tantas veces la había sentido yo. Vi cómo se mordía el labio inferior mientras su respiración se hacía más sonora y jadeante, y empezaba a repetir descontrolada frases como "sí…sí… sigue… quiero más…".

Estaba empezando a mirar a mi novia como una verdadera puta en celo y lo peor es que eso me estaba calentando sobremanera.

No se en qué instante sucedió, no se cómo, pero en algún momento tomé el lugar de ese extraño. Ya no era Iván el que la hacía gozar sino yo. La besaba, la masturbaba, ella solo gemía y disfrutaba. Aún estaba lleno de celos, de rabia, pero me desbordaba la lujuria y el deseo por ella.

  • Te gusta que te toquen la conchita, no?- le decía mientras la pajeaba

  • me encanta… - respondió ella con los ojos cerrados

  • Te calienta recordar cómo te metía los dedos ese hijo de puta, no? Reconocelo- le preguntaba. Nunca me imaginé teniendo este tipo de trato hacia ella, siempre nos habíamos tenido mucho respeto, y esperaba que se ofendiera pero sus gemidos era todo lo que recibía por respuesta. Se excitaba más a cada momento y yo también.

– Qué puta que sos- le dije mientras desnudaba mi verga que ya estaba como un mástil, dura, firme apuntando al cielo. Ella no abría los ojos. Solo terminó de quitarse la ropa esperando a ver qué hacía yo, mientras jadeaba de excitación. Tomé su mano y la dirigí a mi sexo.

  • Tomá, agarrame la pija. Te encanta, verdad? Claro que te encanta! Si sos una calentona! – Mis palabras me sorprendían a mí mismo. Estaba caliente de ira, de celos, de rencor; pero también estaba muy caliente de deseo, de excitación. Empezó a masturbarme con violencia, movía su mano en mi verga como si le fuera la vida en ello, entonces por fin habló:

  • Eres un cabrón!

  • ¿¡Yo!? – exclamé. –¿Vos te cogés a un tipo en una fiesta y el cabrón soy yo?

  • No era tu novia en ese momento! Tú no me puedes acusar de nada, ni siquiera si me hubiera follado a todo el curso podrías!!-

Me daba mucha rabia que tuviera razón. Me puse encima de su cuerpo, sujetándole los brazos contra el colchón, mirándola fijamente y con mi verga en la entrada de su vagina le contesté:

  • Sos tan perra que si no te los cogiste a todos seguro fue porque no tuviste más tiempo!

  • Sí, cabrón, sí!!- me dijo gritando.-Soy una puta y me encanta follar ¿contento? Cuando bailaba con esos chicos tenía muchas ganas de que los tres me hicieran de todo! Ahora métemela, fóllame de una vez, idiota!!-

Estas palabras me perforaron como una daga, me hirieron pero sabía que yo me lo había buscado. Así que no le respondí, solo empujé con furia mis caderas contra su cuerpo y mi verga se deslizó hacia el interior de su húmeda cavidad como una estaca enterrándose en la arena mojada. Ella lanzó un grito de dolor mezclado con placer y empecé a moverme sin piedad, entrando y saliendo de su cuerpo con toda la fuerza que podía. Nunca me la había cogido así, pero estaba descontrolado, y ella también.

-Ah… ah…Dame! Dame duro! Así… - gemía ella.

  • Sos mía, verdad? –le decía entre jadeos mientras le perforaba la conchita con violencia. –Sos una putita hermosa y sos toda mía, decime que sí!

  • Sí… mmmmm… soy tu puta… soy tu puta… no pares! –gritaba ella, mientras me abrazaba con sus piernas por la cintura y clavaba sus uñas en mi espalda. Nunca la había sentido así. Yo estaba a punto de correrme, mi calentura era extrema y no iba a aguantar mucho más. Entonces escuché su orgasmo, el más intenso que la había oído tener. Su grito de placer debió escucharse en todo el edificio. Eso fue demasiado para mí y exploté en su interior en un orgasmo no menos intenso. Me verga escupía chorros de leche en el interior de su cuerpo, era fenomenal. Caí rendido sobre ella y nos quedamos inmóviles los dos.

Luego de un momento (no se si un momento o una eternidad) nos separamos sin decir ni media palabra. Me di la vuelta en la cama y me puse de costado dándole la espalda. Empecé a notar algo en mis ojos, no sabía qué era, hasta que esa gota comenzó a recorrerme la cara. Eran lágrimas.

  • Lo siento – la escuché decir en un sollozo. Supe que ella también lloraba. Entonces me di la vuelta, la enfrenté, la miré a los ojos, sequé sus lágrimas y le dije: Te amo.