Tengo metido un cepillo en el coño.
Jamás he mantenido relaciones sexuales, soy virgen por necesidad, pero puta por vocación.
Jamás he mantenido relaciones sexuales, soy virgen por necesidad, pero puta por vocación. Tengo un amigo cercano; él es muy guapo, es alto, delgado, más o menos marcadón, tiene unos ojos enormes de color azul turquesa y unas nalgas de infarto, para mi infortunio no le gusto. Sé que él me quiere porque a pesar de que sabe que me gusta me sigue llamando como cuando todavía no le decía nada. Sé que no le gusto porque no soy guapa. Él ha tenido novias realmente hermosas, mujeres con senos redondos, turgentes, duros, al correr no se mueven para nada de su lugar, y cuando llueve se transparentan los pezones obscuros, algunos grandes, otros pequeños. De culo no se quedan atrás, son chicas que hacen mucho ejercicio, se nota porque sus nalgas tienen forma, generalmente redondeadas, casi siempre usan licras para correr y entonces si se agachan se puede entrever la tanga escondida entre los pliegues de la flor perfumada que esconde el placer todavía en botón.
Un día me contó cómo con la novia en turno se perdió el fin de semana entero. Lo imaginé en la playa, con el sol brillando sobre su torso desnudo, sin un solo vello, bajando por el vientre marcado ligeramente por los abdominales que a diario hacía, mi imaginación no paraba y seguía bajando poco a poco, hasta llegar a la preciada apéndice endurecida por la imagen de aquella mujer con las extremidades inferiores abiertas a merced de su cristalina mirada enardecida por la pasión contenida hasta el próximo chubasco dentro de sus entrañas.
Recuerdo sus palabras y me gusta imaginar que no es a ella a quien besa, que en realidad es a mí, que sus hermosos labios delgados me besan, que por primera vez un hombre me pierde el asco y por fin… Del casto beso en la frente al que ya me he acostumbrado a recibir de su parte, por primera vez él decide descender, besar mis labios, sentir su lengua cálida en mi cavidad bucal, sus labios recorriendo la hondonada de mis orejas, sus dedos en mi espalda serpenteando por el camino de mi columna vertebral y como quien no quiere la cosa, de pronto y sin previo aviso, su dedo medio se introduce cuidadosamente en medio de mis nalgas, que para nada son como las de sus novias, mi culo no es así de pequeño y bien cuidado, en realidad mi trasero es grande, yo sí tengo grasa en el cuerpo y eso me acompleja, sin embargo me gusta seguir imaginando.
Su dedo, aquél dedo que busca en el interior de mi recto el más mínimo alcance de placer va más allá porque lo saca y entonces decide jugar con mis tetas y mis pezones, que no son como las de sus chicas, mis tetas son suaves al tacto, pero no son tan redondas como si de silicones se tratara, a veces me paro frente al espejo y las cojo con ambas manos, las meneo para un lado y para el otro, siento la dureza de mis pezones a causa de la excitación que me provoca ver mi propia desnudez que a nadie más ha provocado, pero en mi mundo de sueños él por fin encierra uno de aquellos interruptores redondeados de placer entre sus dientes. Lo toma con cuidado al principio, lo besa, lo chupa y entonces le encuentra el sabor, se prende a él como si fuera un pequeño lactante que de allí puede obtener el preciado alimento, mil sensaciones recorren mi cuerpo y hasta en el más recóndito recoveco de mi cuerpo despiertan las terminaciones nerviosas.
Él nota el buen trabajo que ha hecho, porque con toda la calma del mundo se deshace de mis jeans, observa satisfecho la mancha de humedad que he dejado en mis calzones mata pasiones, sin embargo a él le gustan a pesar de que tiene que hacer uso de toda su imaginación para darse una idea de lo que hay debajo de la tela. Primero recorre con el dedo índice la huella de excitación sobre el algodón de mi prenda íntima, después lo acerca a su rostro y con gesto extasiado sorbe el aroma de mi interior, después ese mismo dedo lo saborea con deleite y lleva aquella mano nívea de largos dedos dentro de la prenda, se sorprende un poco al encontrarse con la cantidad de pelo que tengo entre las piernas, no es mi culpa, siempre consideré un gasto innecesario las navajas para rasurar si nadie podría ver lo que mi vello guarda.
Él sigue adelante, acaricia la humedad que lo lleva sobre mi botón del placer, todo el flujo lo vuelve resbaladizo. Sus caricias son calientes, siento que sus dedos me queman, pero entonces mi imaginación me da más poder del que debería. Imagino de nuevo ese dedo dentro de mí, ahora dentro del coño, mientras su pulgar sigue acariciando mi clítoris, mis caderas se mueven compulsivamente y tengo que abrir y cerrar los dedos de los pies para no subir en ese instante hasta el séptimo cielo.
Yo también quiero ver, con la mano que tiene desocupada libera al monstruo que guardaba la bragueta del pantalón, es una de las cosas más bellas que he visto. Es grande, como la de los actores porno, llena de venas y es tanta su necesidad que le veo las venas circundando con la cabecita de hongo, ha adquirido una tonalidad violácea, es obvio que tiene muchas ganas de mí ya que sus testículos marrón claro cuelgan pesados, se separan de manera antinatural de su arma.
Le suplico entre jadeos que me otorgue el honor de ser suya por primera vez, que me regale su semilla de descendencia, aun cuando no sea para procrear. Me hace caso y suple el dedo que no había estado allí gratuitamente. Mi orificio es pequeño y él demasiado grande, a pesar de la excitación le cuesta trabajo entrar, poco a poco va introduciéndose, siento que él es grande, filoso y me quema, sin embargo mis ganas de él me llevan a ayudarlo, empujo las caderas, él imprime fuerza y casi escucho un imperceptible “clap”. Ya está adentro.
Espera un momento, guarda silencio, se limpia el sudor de su frente perfecta y me besa con cariño los labios. Entonces toma vuelo. Se mueve un poco, saca dos centímetros de su nabo, lo vuelve a introducir entero, vuelve a sacar ahora cuatro centímetros aproximadamente, me lo deja ir enterito. Siento todo inflamado por dentro, por eso él dentro de mí me completa más de lo que había soñado. Con esta nueva experiencia siento que el piso ya no me sostiene más, sino es su mirada sobre mis ojos lo que se ha convertido en mi nueva gravedad.
El mete saca se ha convertido en un acto frenético, la fuerza que imprime al envestirme me quita el aliento para gritar su nombre a los cuatro vientos, pero es delicioso, el estrepitoso final se ve en puerta, él se mueve con mayor vigor, mi vagina parece que va a reventar, al parecer la verga me ha llenado hasta el fondo del útero porque lo siento hasta dentro, tan mío, no lo quiero compartir nunca más.
Mi cuerpo se prepara para el glorioso final, estrujo con fuerza las sábanas y espero que se desparrame de placer dentro de mí, pero entonces llego a la cima del séptimo cielo sola. Abro los ojos y busco entre la obscuridad de mi habitación, estoy sola y el mejor orgasmo de mi vida no me lo ha dado mi eterno amor, sino el mango del cepillo que tengo metido hasta el fondo del coño. Casi me deprimo al saber que es el mango del cepillo lo que me ha desvirgado cuando vi la mancha de sangre sobre las sábanas blancas.