Ten amigos para esto
Unos amigos me brindan una gran oportunidad mi difícil de rechazar
Dicen que quien tiene un amigo tiene un tesoro pero si es amiga, y juguetona ya es la bomba. Hace unos años entré a trabajar en una empresa de limpieza gracias aun enchufe (sé que no está bien pero el trabajo escaseaba y escasea). Allí nos tenían tan explotados que no podíamos ni hablar entre nosotros por lo que las relaciones sociales eran complicadas. Por suerte, poco a poco fui entablando amistad con un compañero de trabajo, Lucas se llamaba y se llama si no ha cambiado de barrio. Nos fuimos haciendo amigos y al poco de conocernos descubrí que su novia trabajaba en el mismo sitio que nosotros, los noviazgos en la empresa estaban prohibidos. Paula era entonces (y doy fe que lo sigue siendo) una chica que a primera vista no llamaba la atención pero cuando te fijabas en ella descubrías que pese a no tener mucho pecho lo tenía bien colocado y además un culo de infarto, de esos que piden a gritos ser amasados, palpados y explorados. De pelo negro, ojos achinados, sonrisa modelo, ropas anchas con un aire hippie. Tirando a delgada con sus 1.75-1.80 de estatura lucía unas piernas de escándalo, de esas a las que casi no se les ve el final, con unos muslos de depotista pese a no conocérsele ejercicio alguno. Pero no os llevéis a engaño que no lo hiciese fuera de casa no significa que no los ejercitase. Eran una pareja muy muy fogosa y, lo mejor de todo, muy liberal. Ella por aquel entonces andaba cerca de los 30 y él la seguía de cerca. Recuerdo a Lucas como un tío del montón, 1.70, sin barriga, simpático y bondadoso, pero al lado de Paula pasaba desapercibido. Fue creciendo mi amistad con ellos hasta el punto de hablar de sexo sin tapujos. Me enteré que habían hecho varios tríos m-h-m y que les iba el anal pero ellos también supieron que por aquel entonces yo aún era virgen.
Dejadme hablaros de mí que ni siquiera me he presentado. Me llamo Leonardo pero todos me llaman Leo. Mido 1.73 y pese a haber adelgazado 20kg aún tenía que bajar de los 90kg. Esto, unido a una sobreprotección paterna (maldito pasado) tenía mi autoestima por los suelos. Tenía 27 años y nunca había besado a una chica. Los magreos ni me los imaginaba. Siempre me fustigaba psicológica y abiertamente delante de todos diciendo que era virgen e iba a serlo mucho tiempo pues niguna chica se fijaba en mí y eso me entristecía. Pero para eso están los amigos.
Un lunes, al salir del trabajo, me dejaron blanco cuando me preguntaron: “Te apetece que te ayudemos a conocer el cuerpo femenino y si cuaja llegar hasta el final?” Solo con deciros que se me cayó el móvil en el café ya os podéis imaginar la cara que puse. Los sabía liberales, abiertos y bondadosos pero nunca hasta ese extremo. Dada mi incredulidad, inoperancia, falta de reacción; Paula esperó hasta el miércoles para citarme en su casa junto a Lucas el mismo sábado para “cenar” terminando el whatsapp de este modo: “si te portas bien puede que yo sea el postre” (whatsapp que obviamente aún guardo). Iniesta, a mi lado, parecía nativo de Nigeria de lo blanco que me quedé. Las horas parecían días y los días meses. El tiempo y los nervios estaban acabando conmigo. Todo mi entorno me notaba raro, alicaído y eufórico. En 3 días gasté más papel higiénico que en toda mi vida junta. Mi imaginación volaba a una velocidad superior a la de la luz. Si hubiese convertido mi imaginación/fantasías en libros podría haber llenado la biblioteca de Alejandría, pero el tiempo no pasaba.
Pero, como todo en la vida, llegó el momento dado. Me duché 3 veces antes de llegar a su casa. Me costó mucho elegir la ropa adecuada pero al final me decanté por unos vaqueros que disimulasen la erección que ya llevaba antes de salir y una camisa oscura que disimulase el sudor nervioso que no era capaz de contener. Si quedamos a las 21.30 horas yo estaba en la puerta del patio a las 20.45. No podía permitirme el lujo de llegar tarde y esa espera se me hizo eterna e infernal. No paraba de imaginar el desenlace de los acontecimientos pero ello podía conmigo. Entre fantasía y fantasía se hizo la hora y subí muerto de miedo. Me abrió Paula con uno de sus ceñídísimos vaqueros desgastados (nunca lo olvidaré) y un top ocre ancho que dejaba poco a la imaginación. Llevaba el pelo recogido y una sonrisa a medio camino entre los nervios y el morbo. Ni estuve seguro ni lo estoy ahora. Lucas me esperaba en el salón fumando con Totti, su precioso pastor alemán.
Se hizo un incómodo silencio. Todos sabíamos para lo que habíamos quedado pero nadie se atrevía a dar el primer paso. Por suerte para todos, Paula consiguió romper el silencio proponiendo un juego que nos ayudaría a desinhibirnos. No estaba yo muy seguro de que fuese a funcionar pero todo era cuestión de probar. Improvisó una especie de juego de la oca en el que se podían encontrar premios como “prenda de Paula a elegir”, “beso donde elijas”, “pico”, “morreo”, “tetas” y demás áreas de mi interés. Además de los premios había “castigos” como darle un trago largo a sus cubatas (yo soy abstemio). Antes de empezar llevaba una erección que hasta el día de hoy no he conseguido alcanzar ni de lejos.
Empezamos y mis alcohólicos castigos los pagaban ellos por lo que poco a poco se fueron soltando pese a que el que lo necesitaba realmente era yo. Lucas y Paula se daban mutuamente los premios y yo miraba. Los pocos besos que me tocaron fueron directamente al cuello y orejas de Paula (con tantos relatos leídos había aprendido que varios puntos erógenos femeninos) a los que ella respondía llamándome malo o bien gimiendo. “Dios, que burro me estaba poniendo. Qué ganas de arrancarle la ropa y violarla ahí mismo” . Los picos pasaron como si nada y llegó el turno de los morreos, éstos me intimidaron pues la sensación de una lengua extraña en mi boca me paralizó. No era capaz de juguetear con su lengua. Pero el juego seguía y Paula acabó desnuda. Qué culo tan trabajado y moreno. Esas tetitas blanquecinas se mantenían erguidas coronadas por una areola casi inexistente y un tímdo pezón bien duro. Mis ojos iban de un sitio a otro sin prestar casi atención a su depilado pubis. Tanta sensualidad me tenían hipnotizado. "Esta es la mía" me repetía constantemente pero todo mi ser se había paralizado. Lucas y yo seguíamos vestidos. Mi temperatura corporal en cuestión de minutos había subido tanto que el rojo era mi color de piel y el sudor mi segunda piel. Pero la noche aún no había acabado. Después de su desnudo tocaba reconocimiento de sus zonas erógenas (y, ¿qué mejor reconocimiento del terreno que el tacto?). Lucas ya la estaba pajeando cuando yo me decidí a palpar uno de sus pechos. Iba con tanta delicadeza que parecía temer que se rompiese. Las llemas de los dedos y los nudillos rozaban su pezón que reaccionó adquiriendo mayor dureza de la que ya tenía. Con mi otra mano comencé a masajear su otro pecho suavemente pero mis ansias lo convirtieron en algo brusco, así que viendo su cara de dolor preferí desistir. En el cielo me creía yo cuando Lucas me hizo ver que aún no había llegado al mismo. Me cogió una mano y la llevo hacía el pubis de su novia. Viendo mi cara de terror me dijo “tranquilo que no se rompe”. Suspiré aliviado mientras con mi dedo índice empecé un lento mete-saca. Me había puesto en modo automático pues me veía en una nube, no era consciente de mis actos ni era capaz de tomar decisiones pero en la vida todo se acaba. Lucas había dejado de pajearse salvajemente bajo el chándal para clausurar la velada. Nunca le pregunté si fue por celos, por mi falta de iniciativa o vete tú a saber porqué.
Lo primero que hice fue olfatear y lamer mi dedo índice que había estado en su interior. Era y es difícil de definir. Olía a mujer, a poderío con alguna reminiscencia a almizcle. Si no lo has probado es algo complejo.
Me quería morir. Tenerlo tan cerca y que de golpe a porrazo te dejen con la miel en los labios (concretamente en mi dedo índice). Se hizo un silencio incómodo. Les pedí permiso para entrar al baño mostrándoles la más que considerable tienda de campaña que se había formado en mis vaqueros. “Así no puedo ir por la calle. Termino y me voy” les dije ya que en cuanto me fuera iban a pegar un polvo salvaje. Entré al baño lleno de furia dispuesto a acabar en 3 sacudidas y volverme a casa lleno de arrepentimiento por la que podía haber sido la mejor noche de mi vida. Pero entré tan cegado que me olvidé cerrar la puerta y cuando noté que una mano se posaba en mi hombro me di cuenta que la fiesta aún no había acabado.
En el próximo relato os contaré que pasó.
PD: Sé que esta primera parte anda algo escaso de sexo explícito pero veía necesario un relato algo introductorio de cara a las secuelas. Gracias por leerlo