Templos del morbo
Esto no es un relato, sino una opinión
Supongo que casi todos conoceréis los locales liberales y tendréis experiencia en ellos, pero yo voy a tratar de plasmar las sensaciones, el morbo, que despiertan, a través de una especie de ‘visita guiada’.
Una vez cumplido el trámite de ‘presentarse’ en la barra, pasas al interior y te sientas en alguno de los cómodos sofás, en los que, según la hora, ya hay algunas parejas. Aclarar que no dejan entrar a hombres solos… Bueno, sí dejan, pero no pueden estar en la sala de los sillones de las parejas, sino en una habitación aparte; que yo no he visto nunca, por lo que no puedo describirla; que tiene una especie de mirillas por sonde se les puede ver por si alguna pareja quiere elegir a alguno para un trío, en cuyo caso ya le dejan entrar.
Enseguida notas el cruce de miradas más o menos insinuantes, los susurros al oído para que, evidentemente, los demás se den cuenta de que están hablando de ellos.
Suele haber, colindante con la sala de los sofás, una habitación pequeña por si alguna pareja o grupo tiene una ‘urgencia’. Casi siempre está ocupada, aunque por ‘inquilinos’ de paso, pues salen unos y entran otros. Los gemidos de placer que salen de allí van ‘calentando el ambiente’ de fuera. Obviamente, como no hay ningún sitio ‘privado’, cualquiera puede asomarse a ver lo que está pasando dentro, o entrar, e incluso participar si es su gusto y de quienes la ocupan en el momento.
En función de que alguna de las parejas sea más experimentada en estos ‘lances’, es posible que se dirijan a otras ya casi al principio, pero si no es así da lo mismo, si allí no se deciden, terminan yendo por su cuenta a la llamada sala de baile.
La tal sala es un cuarto, más o menos amplio, con menos luz que la ya no muy intensa del otro lado, y en la también hay una cama adosada una pared, o algo que cumpla las mismas funciones.
Allí se dejan en la puerta todas las inhibiciones. Las mujeres se desnudan, o casi; los hombres más o menos. Si bien al principio pueden verse parejas aisladas magreándose por su cuenta, enseguida se forman grupos de unas cuantas chicas con unos cuantos hombres haciéndose de todo. Los gemidos de placer inundan el ambiente. No tienes más que ponerte en la ‘cama’ con tu pareja, para que al momento tengas allí a unas cuantas chicas meneándotela, mamándotela, poniéndote el coño en la boca; y unos cuantos hombres haciendo lo propio con tu chica.
No es común que allí haya penetraciones, eso se deja para la parte de arriba, pero sí más de una corrida, tanto femenina como masculina…
Desde allí, ya todos a más de mil, se va al piso de arriba. En el vestuario abres tu taquilla, numerada, con la llave que previamente has ‘comprado’, y te encuentras con toallas y zapatillas de un solo uso, además de sitio para dejar tu ropa y enseres personales que, por otro lado, ya no vas a volver a utilizar hasta que te marches. Apuntar que, normalmente, en la taquilla se dejan las pocas inhibiciones que podían quedarles a todos.
Entonces, mal tapados con las toallas porque nadie tiene el menor interés en taparse, se pasa a las habitaciones. En principio las hay para tríos, para dos parejas… Pero en realidad todas se usan para lo mismo, sobre todo una, la más concurrida, con una cama de unos 6 x6 metros, donde todas las parejas hacen cama redonda. En un primer momento casi todos suelen empezar con la pareja con la que han ido, pero no pasan dos minutos hasta que alguna se te aproxima pidiendo permiso para hacerte una mamada mientras su compañero le come el coño a tu chica, poco a poco se van sumando más ‘efectivos’ a cada grupo.
Lo que te están y estás haciendo, sumado al coro de gemidos de placer, de palabras excitantes, de ver a los demás; lo poco que tu propio ‘trabajo’ te permite ver; gozando de manera salvaje, proporciona un morbo que jamás se consigue sólo con la propia pareja.
Normalmente se intentan retrasar las penetraciones, aparte de por prolongar lo más posible el disfrute previo, por el pequeño ‘parón’, quieras o no, de tener que ponerse los condones. Pero claro que llega…
Tras haber hecho de todo en las habitaciones de arriba se vuelve a bajar al salón para tomarse otras copas, normalmente. Ya todo el mundo va cubierto únicamente con las toallas, que tampoco tardan demasiado en caer al suelo. Entonces empiezan las mamadas, las comidas de coño, las cabalgadas en penetración… De modo que las pocas parejas que entran nuevas ya no tienen el problema de romper el hielo, pues se topan de narices con la orgía, y se suman a ella, que para eso se va a estos sitios.
Luego ya son subidas y bajadas, cambiando de pareja, en grupo, retozando en los yakuzzis, disfrutando del sexo en libertad y del sexo por el sexo.
Algunas veces se queda con alguien para encontrarse en otro sitio, pero lo normal es despedirse, exhaustos y satisfechos, quedando en verse cualquier otro día en el mismo sitio, cosa que casi nunca ocurre, porque siempre son nuevas ‘amistades’ las que se encuentran en la siguiente visita.
Y por descontado que nadie obliga a nadie a nada que no quiera. En esos ambientes un “NO” es un no, más que en cualquier otro.
Si os atrae este tipo de relaciones y no lo habéis probado, hacerlo, os aseguro que vuestra pareja resultará fortalecida con la experiencia, contra lo que algunos piensan.
FIN.
© José Luis Bermejo (El Seneka).