Tecnica Agresiva de ventas

Es mi primera experiencia en una historia de D/s lesbiana. Está dedicada a una amiga mia que la ha disfrutado pero que luego le perdí el rastro. Se trata de una vendedora bastante traviesa y revoltosa que es puesta en forma por su jefa.

Era lunes por la mañana. La ciudad recien comenzaba a moverse y todo el mundo parecía medio dormido. La oficina comercial de la empresa había abierto puntualmente y todas las vendedoras estaban en sus puestos atendiendo sus pendientes. Los teléfonos empezaban a sonar cada vez mas y el movimiento se volvía cada vez mas intenso.

Todas las vendedoras estaban muy ocupadas. Todas excepto una. En el extremo de la linea de escritorios, una silla vacía y una PC apagada daban cuenta de que Bárbara todavía no había llegado a trabajar. Con sus auriculares colgando de sus oidos y una amplia sonrisa en su cara caminaba sin mucho apuro hacia su asiento. Llegó, acomodó su saco en el respaldo de la silla, apoyó su mochila a un costado en el piso y procedió con la ceremonia de enrollar nuevamente sus auriculares. Saludó con una sonrisa a su compañera en el escritorio de al lado y se sentó encendiendo la PC.

-Bárbara, pasó la bruja preguntando por vos.- le avisó la compañera de trabajo

-¿No me digas?- dijo Bárbara riendose despreocupada

-No se la veía muy contenta.- acotó seria su compañera

-¿Y cuando la viste sonreir Gaby? En tres semanas que está no le conozco una sonrisa.- le respondió burlonamente Bárbara

-Si, pero es la jefa...- acotó Gaby mientras acomodaba unos papeles

-Jefa o no jefa, me parece que hace rato que nadie le dá una "alegría".- volvió a burlarse Bárbara

Gaby se sonrió entendiendo la broma, pero siguó con su trabajo. El teléfono y un cliente que habían preguntado por ella le impidieron seguir la charla. Bárbara miró su PC y empezó a ordenar un poco el desorden arriba de su escritorio mientras leía los correos. Uno, especialmente marcado con el sobre rojo de Urgente se destacaba del resto. Estaba remitido por su jefa Maria Esther Rulles. Bárbara lo abrió y leyó sorprendida el contenido.

"Vega a mi escritorio en cuanto llegue"

Sin perder la calma Bárbara se puso de pie y con la misma sonrisa de siempre y con total desenfado caminó hasta el despacho de Maria. Cuando llegó tocó la puerta y pasó directamente.

-¿Se puede?- preguntó mientras ya estaba adentro

Su jefa estaba hablando por teléfono y con una seña le dió indicaciones de que pasara. Su rostro era impasible y su mirada no se apartaba de Bárbara. Con monosílabos y frases breves y cortantes terminó de hablar por teléfono y cortó.

Un silencio de varios minutos inundó la habitación. Los ojos de Maria no se apartaban de la cara de Bárbara. Seria, como una penetrante inquisidora la miró por mas de dos minutos sin decirle palabra. Bárbara comenzó a sentirse un poco incómoda, pero con total indiferencia a lo que sucedía apartó la silla frente al escritorio de María y se sentó. La que rompió el silencio fue ella.

-¿Me llamaste?- le preguntó dejando la silla de costado y estirando las piernas

-Hace como media hora le mandé un correo señorita Bárbara.- le dijo en una seria reprimenda

-Si, lo ví, por eso estoy acá.- respondió Bárbara sin amedrentarse

-¿Y a Ud. le parece que siendo las 9:45 recien llegue acá?- le recriminó Maria

-Tuve un retraso. Hubo un paro sorpresivo en la linea de subterraneos y me demoré un poco.- se defendió Bárbara

-¡Quince minutos! ¡Casi veinte! ¡Ud es un desastre en puntualidad!- le gritó Maria

Bárbara sintió el tono de voz de su jefa y por primera vez se sintió algo atemorizada. Otro silencio largo y árido cruzó la habitación. Maria miraba de costado una planilla impresa mientras la miraba a ella.

-¡Tengo un problema serio de conducta con Ud. señorita!- agregó

-¡Muy serio!- continuó

-¡No respeta horarios, no respeta las normas de conducta y es un malísimo ejemplo para las otras vendedoras!- le recriminó

-¡Pero soy una de las pocas que llega a la cuota!- se defendió airadamente Bárbara

-¡¡Ud es una insolente!! ¡¡Eso es lo que es!!- le respondió de inmediato Maria

-¡¡Y no me interrumpa cuando estoy hablando!!- agregó golpeando sobre su escritorio con la palma de su mano

-¡¡A partir de hoy va a hacer las cosas que yo le diga, cuando yo se las diga, y como yo se las diga!!- le gritó nuevamente

Bárbara prefirió callar. La situación se estaba poniendo muy tensa en ese momento. Pensó en sus amigas que le comentaban lo dificil que estaba conseguir trabajo hoy día. Por un momento olvidó la felicidad de su cuota de ventas cumplida y pensó en que era mejor congraciarse con esa bruja antes de que se le volviera un real problema. Con la mirada baja y asumiendo un rol pasivo y de una supuesta sumisión murmuró por primera vez la frase que ella quería escuchar.

-Si señora.-

-¡Pongase de pie inmediatamente!- le ordenó ella

-¡Marta, traigame la carpeta de quejas!- pidió por teléfono sin dejar su voz de mando

Durante unos minutos nuevamente reinó el silencio. La vista de Maria esta vez recaía sobre la cintura de Bárbara. Por fin alguien tocó la puerta y recien cuando Maria le dió permiso entró al despacho. En sus manos Marta traía una gruesa carpeta con muchos papeles dentro.

-Su nueva tarea señorita Bárbara.- le dijo mirándole a los ojos

-Llamará uno por uno a todos estos clientes, averiguará por qué motivos estan disconformes con el servicio de la empresa e intentará por todos los medios recuperarlos. ¿Esta claro o debo repetirlo?- dijo Maria

-Esta claro, señora Maria - le dijo con cara de odio Bárbara

Bárbara tomó la carpeta en sus manos y dió media vuelta para salir de la habitación cuando un grito de su jefa la hizo congelarse en el lugar donde estaba. Bárbara dió media vuelta y la miró.

-¡No le he dicho que se fuera aun!- le recriminó María

-Perdon señora- se disculpó Bárbara

-Son las 10:00. Quiero esto resuelto sobre mi escritorio hoy a las 17:00hs. Tendrá tiempo mas que suficiente, y si no lo tiene, use el tiempo de su almuerzo, quizas con eso recupere la hora que le robó a la compañia hoy por la mañana.-

-Si señora- respondió Bárbara rabiando entre dientes

-Y no se va de la empresa hasta que yo lo haya visto. Tengo otra tarea que encomendarle luego de esta.- le recomendó

-Puede irse, apurese... que me quiero ir temprano a casa hoy.- le dijo

Bárbara dió media vuelta y abriendo la puerta del despacho salió al salon de vendedoras. Todas miraban hacia ella. Evidentemente los gritos de la bruja habían sido lo suficientemente fuertes como para que todas lo notaran. Bárbara puso entonces su mejor sonrisa y caminó desenfadadamente a su escritorio otra vez.

-¡Vieja bruja.... te hace falta verle la cara a Dios de vez en cuando...!- murmuró mientras se sentaba

-¿Estas bien?- le preguntó Gaby sin dejar de hacer lo que hacia

-Por supuesto...- le respondió Bárbara

Inmediatamente Bárbara tomó el teléfono, abrió la carpeta y comenzó a trabajar con los clientes que le habían asignado. No era fácil, pero ella era una gran vendedora y con gran facilidad los iba cerrando uno por uno. No había objeción para la que ella no tuviera una solución, no había plan de marketing que se le escapara. Muy pronto, cerca de las 13:00hs ya había resuelto los 20 clientes de la carpeta y continuaba con los clientes propios que tenía agendados para ese día.

Luego de eso se tomó su horario de almuerzo. Salió de la empresa y se fué a la plaza mas cercana con sus compañeras riéndose y bromendo. Pasaron un buen rato bajo el cálido sol primaveral mientras conversaban de todo un poco. No pudo faltar en la conversación el tema de la nueva jefa. Hacía apenas quince días que había llegado y había revolucionado la oficina. Con su carácter fuerte, sus órdenes inapelables, su sentido del trabajo y un poder que nadie sabía bien de quien provenía de arriba, era una piedra en el zapato para mas de una de ellas. Acostumbradas a trabajar mas relajadamente, con ciertas libertades que habían perdido ahora, se sentían incómodas ahora.

Bárbara siempre había sido la lider en el grupo. Su humor chispeante, su forma de ver la vida y de sonreirle a cada paso era algo que la hacía indudablemente la conductora y consejera para todas las amigas de la oficina. Obviamente en ese almuerzo todo el mundo le preguntó intrigadas por lo que había sucedido dentro de la oficina de Maria. Sin darle mucha importancia al tema Bárbara lo relató a grandes rasgos, obviamente poniendo su punto de vista personal y arreglando las cosas a su favor. Para cuando terminó, todas ellas sonreían. Seguía siendo la ídola de todas, la rebelde que las ayudaría a pasar por ese momento dificil.

De repente, Gaby miró el reloj en su muñeca y asustada comenzó a juntar todo. El resto de las amigas tambien juntaron todo y salieron corriendo hacia la oficina. Bárbara reía, como si a ella no le preocupara. Para cuando llegó de regreso a la oficina sus amigas estaban en perfecto silencio, sus rostros rojos embebidos en sus trabajos sin darle importancia a su regreso. En el medio del salón, moviendo la punta de su zapato con inpaciencia estaba María. Su mirada se había clavado en Bárbara cuando entraba por la puerta, pero ella caminaba hacia su escritorio como si nada pasara.

-Asi no va a llegar a cumplir con lo que le dí hoy a la mañana señorita Bárbara.- le recriminó Maria

-Le dije que no se tomara almuerzo si era necesario. Pero Ud. le sigue robando tiempo a la empresa- agregó despectivamente

Bárbara sonrió y con lentitud y tomandose su tiempo abrió la carpeta con los pendientes, los acomodó y se los entregó allí mismo en mano a Maria. El rostro de María cambió de inmediato, sorprendida y algo ofendida por el descaro de Bárbara abrió la carpeta.

-Todos están confirmados como clientes nuevamente.- dijo Bárbara mientras sonreía

A su alrededor, las compañeras de trabajo sonrieron y miraron de reojo la escena deseando vitorear a su amiga Bárbara. A lo lejos se escuchó algúna risita que se escapó sin permiso, pero en cuanto María levantó la mirada todas se pusieron serias nuevamente y siguieron con lo que estaban haciendo.

-Estoy sorprendida señorita Bárbara.- dijo Maria

-Se nota que Ud. tiene un don especial. Pero no abuse.- agregó

-No señora, claro que no.- contestó Bárbara sonriendose

-Acompañeme. Tengo mas tarea para Ud.- dijo María

Maria caminó hacia su despacho con Bárbara siguiéndola muy de cerca por detrás. Mientras que iba, y aprovechando que Maria no la veía Bárbara se dió vuelta y levantando el pulgar saludó a un par de sus amigas que le sonreían y le hacían ademanes de aliento.

Cuando llegaron al despacho Bárbara esperaba otra carpeta de pendientes, y ya comenzaba a sentirse irritada de ser la que iba a tener que hacer el trabajo duro. Pero no. Maria abrió el cajón de su escritorio y sacó una regla y un par de llaves de adentro.

-¡Acompañeme!- le indicó firmemente mientras salían del despacho pero esta vez hacia el fondo del local

Bajaron por una escalera encendiendo luces y abriendo un par de puertas cerradas con llave. El lugar tenía un ligero olor a humedad y era un completo desorden. En cuanto María encendió las luces el caos las inundó por todo su alrededor. Era un depósito de materiales de venta. Había folletos y papeles por todos lados. En algunas cajas había banderas de promoción, en otras había calcomanías, todo en completo desorden.

-Ya se imagina lo que quiero ¿no es cierto señorita Bárbara?- le dijo mirándola a los ojos

-Pero... yo... - balbuceó Bárbara

-Quiero todo esto bien ordenado para ultima hora de hoy.- dijo señalando las diferentes pilas de papeles con su larga regla de madera.

-Yo soy vendededora...- dijo Bárbara cruzándose de brazos

-Y le sobra el tiempo. Asi que será mejor aprovecharlo si quiere seguir siendo vendedora.- le dijo apoyandole la regla sobre el pecho de Bárbara

-Le quedan 3 horas para poner esto en orden. Cuando termine pasa por mi oficina y yo diré si está bien ordenado o no.- dijo mientras se iba

Bárbara miró a su alrededor y no podía creer lo que estaba viendo. Iba a ser un duro trabajo. Esta vez no le simpatizaba nada la tarea que Maria le había encomendado. Se sentó sobre un monton de folletos aun empaquetados y miró a su alrededor. Con muy pocas ganas acomodó un par de papeles, pero sin levantarse de la silla que se había improvisado.

De repente, entre los papeles, destapando algunos de ellos encontró un monton de revistas de moda. Bárbara sonrió. ¿Acaso iba a echarla por hacer una tarea para la que no la habían contratado?. No. Tenía las de ganar otra vez. Se acomodó mejor las cajas de folletos e improvisó un sillón con varias cajas de respaldo sobre el que se recostó levantando las piernas para leer plácidamente las revistas.

Hacía calor ahi abajo y la luz de los tubos fluorescentes se hacía molesta para los ojos. Entre los ojos entrecerrados y el zumbido constante de la iluminación, poco a poco a Bárbara le fue dando una dulce modorra, sobre todo despues de haber almorzado. Recostada y cómoda como estaba se quedó dormida

Los ruidos de unos zapatos de mujer bajando por las escaleras del sótano despertaron a Bárbara nuevamente. Miró su reloj entreabriendo los ojos como podía. ¡No podía ser! ¡Eran mas de las 19:00hs! Sus compañeras se habían ido hacía ya una hora al menos. Bárbara se paró y miró a su alrededor.

-¡Al carajo con este depósito... yo me voy a casa!- dijo acomodándose la ropa y sacudiendose el polvo pegado a su minifalda

-¡¡Que bien!! ¿no?- escuchó que decía Maria mientras bajaba las escaleras

-¿Para eso la mando a hacer orden? ¿Para que duerma tranquilamente toda la tarde?- agregó amenazando con la regla

Bárbara la miraba desconcertada ¿Cuanto hacía que la estaba observando desde ahi arriba? La pollera de Bárbara estaba arrugada sin remedio y por mas que la intentaba estirar no había forma de que no se notara los pliegues de cuando se había quedado dormida.

Maria bajó los escalones que quedaban hasta llegar casi al lado de Bárbara. La mirada estaba fija en los ojos de ella, mas firme que nunca. Sus manos sostenían la regla con fuerza mientras empezaba a mirar a su alrededor con cara de preocupada.

-¡¿A ud le parece que esto está ordenado?!- preguntó

-¡¡Mire esto!! ¡¡Los folletos de la última promoción de ventas tirados por el piso!!- la regañó

Bárbara, sin palabras, sin saber qué hacer, se agachó a juntar los folletos. Estaba casi llegando a tocarlos con sus manos cuando un duro golpe de plano con la regla en sus nalgas le hizo dar un grito.

-¡¡Aaaaauuuuch!! - se quejó Bárbara sobándose el golpe

-¡¡Saquese las manos de ahi!!- le gritó ella levantando nuevamente la regla

-¡¡Eso es lo que a Ud. le hace falta!! ¡¡Una buena tunda!!- continuó diciendo

Mientras que las manos de Bárbara cubrían su trasero, el siguiente reglazo aterrizó sobre sus desprotegidos muslos. El golpe aterrizó de plano dejando una amplia zona de sus muslos colorada y ardida con el impacto. Trastabillando, sin saber qué hacer con semejante tunda Bárbara se agarró de los estantes. En ese momento Maria sacó un rollo de cinta del estante de al lado y con un gran trozo dió un par de vueltas alrededor de las manos de la muchacha. Bárbara miraba y no entendía nada. Intentó tirar de la cinta, pero era demasiado fuerte. Era la cinta que usaban para embalar los pesados paquetes que enviaban a las promociones en el interior del país.

-¡¡Nooo!! ¡¡¿Que hace?!!- gritó Bárbara

-Lo que alguien debía haber hecho contigo hace tiempo, mocosita engreida.- le respondió Maria

-¡Te voy a dar una tunda como para que no te la olvides en toda tu vida!-

Diciendo esto Maria levantó el borde de la falda de Bárbara y lo enrolló sosteniendolo en la cintura del traje.

-No, la pollera nooo.- suplicó Bárbara

Pero María en lugar de detenerse continuó, y deslizando sus dedos por la cintura de la joven muchacha empezó a bajar su bombacha blanca hasta dejársela justo arriba de sus rodillas. Bárbara no podía creer lo que estaba viviendo. Su cara se había puesto roja de verguenza, sus manos tiraban de la cinta que las sostenía, pero apenas si movían la pesada estantería sin lograr zafarse.

Con su mano Maria comenzó a darle uno tras otro una seguidilla interminable y rápida de chirlos en el culo de Bárbara. Las nalgas de ella temblaban como un flan con cada golpe y empezaban poco a poco a ponerse mas y mas coloradas. La verguenza seguía ganando terreno en el rostro de Bárbara, que no podía escapar de los pesados golpes en su trasero.

Para cuando Maria empezó con la regla otra vez, Bárbara saltaba en una y otra pierna sintiendo los duros golpes impactando directo sobre su piel, sin ninguna protección esta vez. Uno tras otro, veinte primero, otros veinte cuando Maria cambió de mano la regla, los azotes hicieron brotar las lágrimas de los dulces ojos de Bárbara que pataleaba contra el piso desesperada. Sus anteojos comenzaban a empañarse y su cuerpo sentía como poco a poco las fuerzas para resistir la iban abandonando.

-¿Te crees que porque tenes un lindo cuerpo y sos mas pícara que las demás vas a ser mejor?- le recriminó Maria

-¡Eso conmigo no va!- agregó puntualizandolo con un doloroso azote en al borde de sus muslos

-¡No maaaaas.... por favoooor.! suplicaba Bárbara

-¡Deja de lamentarte... un lamento mas y te amordazo!- amenazó María

-¡¡Sos una vieja bruja!!- le respondió casi llorando Bárbara

-¡¡Vos te lo buscaste!!- le respondió firmemente María

Cuando Bárbara vió que Maria dejaba la regla sobre la estantería delante de sus propios ojos, un frío le corrió por la espalda. ¡¿Que había hecho?! ¡¡Ella y sus bravuconadas!!. Se maldecía a si misma por no haberse dado cuenta que no estaba en posición de decir esas cosas. Ahora había puesto mas fuego en manos de la bruja, y vaya uno a saber en qué iba a terminar eso. Miraba de reojo tratando de ubicarla pero no podía, estaba justo atrás de ella. Escuchó ruidos. Pensó que seguramente ella estaba buscando algo en algua caja, revolviendo cosas, y su sangre se heló nuevamente. ¿Que busca? ¿Que me va querer hacer?. Una sensación extraña había estado creciendo en el vientre de Bárbara, algo raro, inexplicable que la llevaba a pensar y a sentir cosas que no entendía muy bien.

Cuando el ruido cesó y los pasos se acercaron en silencio a ella nuevamente, Bárbara casi dejó de respirar. Totalmente tensa sintió e tirón en su rodilla derecha mientras escuchaba como ayudada por una cuchilla cortante de embalajes María estaba destrozando su bombacha.

-¡¡No... la bombacha no que es nuevaaa...!!- se quejó Bárbara

Sin darle la menor importancia, como si no la escuchara, María cortó el elástico de la bombacha de ambas piernas. Despues de eso metió su pierna entre las piernas de ella y las forzó a abrirse más aun sin que ella pudiera resistirse. Para cuando sintió que su propia bombacha se deslizaba por su sexo Bárbara se dió cuenta que se había mojado con todo esto. Su rostro se puso mas rojo que nunca mientras cerraba sus ojos.

-¡Te mojaste huachita!- le dijo Maria en voz baja al oido

-Olé como estas...- le dijo acercándole su propia bombacha a su cara

Bárbara miró para otro lado y evitó que ella le refregara sus propios jugos por su cara pero no pudo evitar sentir el aroma inconfundible que emanaba de esa prenda.

-Abrí la boca.- le pidió Maria con voz autoritaria

Bárbara sacudió la cabeza de un lado al otro negando con sus ojos bien abiertos por la sorpresa del pedido de su jefa.

-¡¡Te dije que abrieras la boca!!- dijo ella dándole un fuerte chirlo en su culo

Por un largo rato Bárbara siguió resistiendo y negándose, pero cada vez los azotes en su trasero eran mas fuertes. Con los dientes apretados, la muchacha no quería dejarse vencer. Miraba desafiante a María mientras aguantaba como podía los azotes sobre sus nalgas.

-¿¿Asi que sos dura??- le dijo al oido Maria mientras le tiraba un poco del pelo para atrás para que la mirara

Bárbara no se inmutó. La siguió mirando a los ojos fijamente mientras Maria acariciaba su barbilla. Parada atrás de ella empezó a acariciarle el cuello mientras se acercaba a la blusa blanca del uniforme.

-Te queda muy bien el uniforme Bárbara.- le dijo mientras abría el primer boton de la blusa

-Desde el primer día que te ví usándolo y desafiándome quise abrirtelo para ver tus pechos.- siguió

Lentamente la blusa se fué abriendo, dejando ver los pechos de Bárbara detrás de un delicado sosten blanco. La muchacha mirába incrédula lo que le estaban haciendo, sin poder hacer nada por evitarlo, sin poder siquiera decir que no porque le meterían su propia bombacha en su boca. Nerviosa y respirando agitada vió como María tomaba el cortante en su mano y le acariciaba sus pechos suavemente con el metal. Su respiración era entrecortada y su cuerpo traspiraba copiosamente. Sin despegar los ojos del filo de la herramienta vió cuando María la deslizó por abajo de uno de los breteles de su sosten y lo cortó. Pocos segundos despues cayó el otro y con ojos desconcertados y sorprendidos vió deslizarse la herramienta por el medio de su sosten, justo donde las dos copas se unían y en un rápido movimiento cayó al piso.

Los dos pechos de Bárbara habían quedado disponibles. Desnudos ante los ojos de María se veían redondos y erguidos. En el extremo, sus dos pezones estaban bien erguidos y duros, apuntando hacia adelante como dos duras flechas. María apoyó el cortante sobre un estante bien lejos de Bárbara y comenzó a sobar sus pechos con ambas manos. La muchacha se sentía avergonzada, humillada de que le estuviera manoseando su propia jefa.

De repente, los dedos de María tomaron el pezón derecho de la muchacha y luego de masajearlo un buen rato la sorprendieron apretándolo fuertemente. Bárbara chilló y gritó retorciéndose en su atadura mientras los dedos de su jefa apretaban cada vez mas duro su parte sensible.

-¡¡Nooo.. ayyyy... dueleeee!!!- gritó Bárbara

Con una rapídez digna de un rayo María tomó la bombacha en su mano y la hundió hasta el fondo de la boca de Bárbara. Luego tomó la cinta y dando dos vueltas por alrededor de su cabeza la amordazó por completo. Solo se escuchaban los largos gemidos y la respiración agitada de Bárbara. Dentro de su boca ella sentía el gusto de su propio sexo y maldecía haber gritado.

-¡Ahora vas a ver!- amenazó María

De otra de las cajas que había en la habitación María sacó un carrete de hilo sisal. Era bien burdo y barato, tal como ella buscaba. Parada detrás de Bárbara la tomó por la blusa mientras pasaba dos hilos justo por debajo de sus pechos desnudos. El acabo burdo del hilo molestaba sobre los pechos de Bárbara que se retorcía maldiciendo detrás de la mordaza, pero eso no impidió que la mujer diera dos vueltas completas sobre sus pechos y los amarrara bien fuerte por arriba y por abajo apretándolos duramente. No conforme con eso, siguió dando vueltas con el hilo, y pasándolo por entremedio de debajo de sus axilas apretó aun mas los hilos uno contra el otro sometiendo al suplicio a los pechos de Bárbara en medio de ellos. Sonriendo perversamente se colocó a un lado de ella y pasando la mano por debajo de las axilas comenzó a dar suaves sopapos a los pechos de Bárbara que vociferaba y enrojecía su rostro en desesperación. Un último hilo atado en el medio de sus pechos bajó entre sus piernas y llevado por los dedos de la perversa jefa se hundió dentro de sus labios vaginales para terminar apareciendo del otro lado oprimido por los enrojecidos gluteos de la desesperada muchacha.

Sin darle descanso María planeó el siguiente paso. Miró hacia atrás de ella y vió la otra pesada estantería. En cuclillas amarró un extremo del hilo a uno de los tobillos de Bárbara tirando hacia atrás y hacia el costado provocándole que tuviera que sostenerse con la punta de su pie para no caer. Bárbara gritaba desesperada mientras sentía su cuerpo colgando de sus muñecas y de su tobillo. Para cuando Maria repitió la operación con el otro tobillo Bárbara comenzó a gruñir desesperada sin poder evitar quedar en una incomodísima posición. Mirando casi al piso, con sus pechos colgando hacia abajo y sus piernas abiertas y estiradas al máximo se dió cuenta por primera vez de su total indefensión. En ese momento María podía hacer lo que deseara con su cuerpo sin que ella pudiera hacer nada por evitarlo.

Pero la situación empeoraba. Maria estaba atando un hilo a la parte mas alta de la estantería y tensándolo bien lo amarraba al amarre de sus pechos en su espalda. Bárbara se irgió un poco al sentir que su propio peso apretaba y torturaba aun mas sus pechos. Otra vez Maria estaba atando algo. Para cuando la muchacha lo sintió tirando del hilo justo arriba de su culo su desesperación llegaba casi a la histeria. Debía mantener su cuerpo erguido todo cuanto pudiera. Cualquier debilidad implicaba que los hilos se hundieran salvajemente entre sus piernas o que apretaran sus pechos dolorosamente.

Una vez que la vió en esa posición María se agachó debajo de ella y le sonrió perversamente. Sacó su lengua afuera y lamió uno y otro pezón de la muchacha hasta lograr ponerlos bien duros y que Bárbara entrecerrara sus ojos y gimiera muy suavemente. Las manos de Maria entonces recorrieron los muslos de la indefensa víctima. Un sudor frio y una sensación inexplicable recorrieron el cuerpo de Bárbara. Un suave azote con la regla cruzó la cara interna de sus muslos. Bárbara dió un respingo y luego gimió. Sentía el aliento de María sobre su vientre y su mano acariicando y buscando las zonas para los nuevos impactos.

Durante mas de media hora María la sostuvo al borde de la locura. Alternando entre los agudos gritos y respingos y los gemidos entrecortados por su respiración agitada Bárbara fue excitándose tanto y mojándo tanto su entrepierna que muy pronto su mente perdió el control. Solo deseaba que la dejaran llegar al orgasmo. Su cuerpo se fregaba contra las rústicas cuerdas en busca de la estimulación necesaria para lograr lo que tanto anhelaba, pero no podía. La frustración la invadía y casi lloraba desesperada.

-¿Queres acabar huachita?- le preguntó al oido María

Bárbara enrojeció su rostro y no respondió. Pero sus ojos dieron la respuesta. Mientras María seguía estimulándola y dejándola reposar los ojos de Malí llenaban de brillo.

-Vamos a hacer un trato Bárbara...- dijo Maria mientras comenzaba a desatarle las manos

-Vos te ocupas de mi y yo me ocupo de vos.- continuó mientras se las volvía a atar a la espalda cortando el hilo que la sostenía desde arriba

Bárbara miraba sorprendida mientras María se subía la pollera y apartaba su bombacha negra dejando a la vista su sexo perfectamente depilado y adornado por un anillo de piercing en uno de sus labios. Antes que pudiera decir nada María ya la había levantado de los pelos y sentada delante de ella acercaba su rostro hasta su entrepierna. Bárbara no dudó en lo que tenía que hacer. Con los ojos puestos en el rostro de su jefa, sacó su lengua y la extendió apuntando hacia el enrulado sexo de Maria. Su cabeza viajaba por el aire hacia el rosado destino, y en cuanto la lengua se apoyó suavemente sobre uno de los labios, Maria tembló y sus ojos se entrecerraron. Fue como un relámpago que recorriera el cuerpo de María. Bárbara supo en ese momento que su jefa estaba tremendamente caliente y excitada. Hundió aun mas su lengua, y con suaves movimientos comenzó a separar los labios de la vagina, sintiendo el aroma creciente de la excitación, la humedad presente entre ellos. Ella tambien se estaba excitando, y se sentía humedecer al tiempo que deseaba tener sus manos libres en ese momento y poder jugar con ellas en ese cuerpo que demandaba toda su atención. Pero no se lo habían permitido, quizas eso la excitaba mas aun. El sentirse indefensa, totalmente dominada y controlada, el saberse objeto de la voluntad de otro.

-¡¡Eso es .... cometela bien... hmmm... !!- murmuraba Maria

Ya un poco mas cerca, Bárbara pudo usar otras artes para con ella. Con la punta de sus dientes estiraba de costado los labios externos del sexo, mientras con la punta de la lengua acariciaba todo el recorrido de carnes rosadas. Maria se retorcía debajo de ella, sus muslos temblaban y jadeaba agitadamente. Era evidente que hacía un tiempo que no recibia esas atenciones, y su cuerpo estaba tan caliente que podía explotar en cualquier momento. Bárbara se decidió a hacerlo sin demora. Cuanto antes terminara con ella, antes podría quedar libre. Pero... ¿era eso lo que quería? ¿o quería que ella volviera a hacerle las cosas que hasta hacia un rato le habían sorprendido?

-¡No tan rápido! .- le recriminó ella de repente levantándole la cabeza

Con el dedo le acarició sus labios brillantes, mezcla de su propia saliva y los jugos de la excitación. Luego se acarició su sexo, metiendo dos dedos dentro, dándoselos a chupar y refregándolos por la lengua de Bárbara que sentía esta vez el inconfundible aroma de sus flujos.

-Te gusta chupar, huachita..- le dijo con una sonrisa perversa en el rostro

-Y me parece que no es la primera vez que lo haces.- agregó mientras le tiraba un poco del pelo

Bárbara no contestó, solo se dejó bajar nuevamente sobre ella y abriendo la boca engulló uno de sus labios. La lengua de Bárbara se movía como enloquecida, haciendo bailar el anillo dorado del piercing que brillaba muchisimo mas ahora, totalmente empapado. Maria nuevamente comenzaba a respirar entrecortado mientras que Bárbara aceleraba aun mas su lengua buscando que se produjera la inevitable explosión. Pero María mantenía todavía el control, acercando y alejándole la cabeza. Era una lucha desigual de poderes, Bárbara esforzándose y usando todas sus habilidades para terminar con esto, y Maria controlándola y usándola, siempre conciente de su propia excitación.

Cansada y abatida por no poder lograr el orgasmo de su jefa, Bárbara comenzó entonces a lamerla de mala gana y sin entusiasmo. Maria la levantó y la miró fijamente a los ojos.

-Sabes hacerlo mucho mejor que eso.- le recriminó

Bajó nuevamente la cabeza de Bárbara, pero la actitud de la muchacha no cambió. Por mas que María apretara su cara contra su sexo, no lograba que Bárbara le diera el placer de unos momentos atrás.

-¡¿Asi que sos rebelde?! ¿No?- dijo enfurecida Maria

Tomando la regla que había quedado a un costado, María sostuvo a Bárbara con una sola mano mientras que con la diestra le acertaba fuertes y sonoros planazos sobre su culo. Bárbara comenzó a saltar y a gritar al ritmo de los azotes.

-¡¡No..!! ¡¡Basta...!! ¡¡Paráaa por favooor!!- pedía Bárbara saltando de un pie al otro, pero sin poder acomodarse mucho a causa de las ataduras.

-¿Vas a hacerlo como sabes hacerlo?- le ordenó mirandola a los ojos

Bárbara miró hacia abajo. Mascaba su bronca y no estaba dispuesta a rendirse tan fácil. Sentía como María la acercaba otra vez a su sexo empapado, pero continuó con sus lamidas cansinas y desinteresadas. De repente abrió los ojos de par en par. Había sentido la regla acariciándo la parte delantera de sus muslos. Mirando de costado corroboró que la mano de María se perdía debajo de ella. El primer azote en esa zona vírgen de sensaciones la hizo sacudirse como una hoja. No había sido tan fuerte, pero en esa zona parecía dolerle el doble. Uno tras otro, una seguidilla de azotes moderados en esa zona la iban desesperando. Podía sentir el calor que le subía por el múslo, tan cercano a su sexo que en pocos segundos lo había encendido en un fuego total. Bárbara no podía chupar ni lamer el sexo de Maria por mas que quisiera. Su boca entreabierta gemía descontroladamente. La regla cambió de muslo y se dedicó a calentarle la otra pierna. Bárbara creía que iba a volverse loca. No podía aguantar mucho mas.

-¡Nooo.... bastaaaaa....!- suplicaba ella desesperada

-¡¡Chupa bien!!- le ordenó Maria

Con todas las fuerzas que le quedaban Bárbara empezó a lamer y a chupar descontroladamente el sexo de Maria. Los muslos y el culo le ardían y la desesperaban de las sensaciones de la tunda que le estaban dando. Sin detenerse, Maria seguía azotándola mientras arqueaba su espalda y gemía entrecortadamente al borde del orgasmo. De repente María explotó, sintiendo como Bárbara le seguía comiendo mientras ella se retorcía gozando cada espasmo, cada oleada de calor y electricidad que recorría deliciosamente su cuerpo.

-¡¡Uhhhhh... siiii.... ahhh... !! dijo ella mientras apretaba con ambas manos la cabeza de la muchacha refregándola sobre su sexo

Unos mintutos mas tarde, cuando Maria soltó un poco la cabeza de Bárbara, ella la miró hacia arriba sonriendo. Había logrado su objetivo, y el rostro de su jefa, relajado y sonriente era una gratificación a sus ojos. Maria la miró y observando su cara chorrando de babas y flujos le acarició el cabello.

-Lo hiciste muy bien.- le agradeció

-Soltame ahora.- pidió Bárbara con cara de felicidad

-No todavía huachita...- le respondió con una sonrisa pícara Maria

-Ahora descansá un rato, despues seguimos. Todavía no terminé con vos.- agregó

-Pero...- protestó Bárbara

Antes que pudiera decir nada, María le había puesto una gran bolsa de tela sobre la cabeza y la apretaba hacia abajo como forzándola a acostarse. Despues de intentar inútilmente sacudirse la bolsa de la cabeza, mareada y cansada, Bárbara supo que no tenía muchas alternativas. Decidió dentro de ella que lo mejor era descansar un rato si es que Maria pensaba seguir con ella. Todavía sentía el ardor y el palpitar de los azotes que había recibido en su trasero y en sus muslos, pero tambien sentía extrañamente como se había mojado entre las piernas con todo este castigo.

Los pasos de Maria subiendo las escaleras fueron lo ultimo que escuchó Bárbara por un rato largo. Sin idea del tiempo, a oscuras dentro de la bolsa y con cierta excitación, Bárbara se ponía nerviosa pensandoen qué seguiría a continuación. Sola y silenciosa, durante los minutos que Maria la dejó, pensó en mil formas de escapar de eso, pero ninguna la convencía. Su cuerpo comenzaba a cansarse de esa posición y los musculos de las piernas se sentian algo resentidos de tanto esfuerzo.

-¡¡Mariaaaaa...!!- llamaba desesperada

-¡¡Mariaaaa..!! ¡¡Soltame, por favooor!!- pedía Bárbara

Los pasos se María bajando las escaleras le devolvieron las esperanzas. Gemía y se quejaba moviendo las piernas como podía tratando de zafar de la incomodidad, pero sin poder. De repente, un duro chirlo en la cola la sobresaltó.

-¡¡Habias aprendido a mantenerte callada y a obedecer !!- le recriminó enojada Maria

-¿¿Tengo que enseñarte otra vez??- le preguntó pasando suavemente la regla de plano por sus labios vaginales

Bárbara se estremeció al sentir el contacto tan conocido directo sobre su sexo. El solo hecho de pensar que Maria pudiera subir su regla y azotarla ahi sobre su sexo, la hacia temblar y traspirar. Se quedó absolutamente quieta, como congelada, sin atreverse a mover un músculo.

-No señora... no es necesario que me enseñe mas.- dijo Bárbara tratando de sonar lo mas convincente posible

-¡¡Eso vamos a verlo!!- le recriminó

En ese momento sintió la mano de Maria acariciando su trasero caliente por los azotes y bajando por sus piernas. Un ruido de rasgadura y las ataduras en sus pies desaparecieron, dejándoselos en libertad. Despues de eso escuchó otros ruidos y sintió la mano de Maria que la ayudaba a pararse derecha. En cuanto Bárbara se puso de pie y empezó a mover sus piernas, sintió como el hilo sisal que pasaba entre sus piernas raspaba su sexo y sus nalgas, pero cuando Maria tiró de el hilo para obligarla a caminar, la presión del mismo sobre su clítoris la hizo dar un pequeño salto antes de moverse.

-¡Seguime!- le ordenó

Acompañandola por las escaleras hacia arriba, Bárbara subió a ciegas hasta el piso de arriba. Sabía perfectamente que Maria la estaba llevando a las oficinas. Caminó un poco detras de ella hasta que la hizo parar. Empujándola hacia adelante desde la espalda con la palma de su mano la acercó hasta lo que ella sintió como un borde de un escritorio. La mano continuó empujando obligándola a doblarse y a apoyar su cara sobre el escritorio. Bárbara no sabía bien en que parte de la oficina estaba, y solo se repetía mentalmente que a esa hora todas sus compañeras ya se habían ido. Era lo único que la mantenía al borde de la verguenza total. De repente la bolsa subió un poco, dejando sus ojos tapados pero su boca libre.

-¡Abri la boca!- le ordenó María

-¡Chupá bien!- le ordenó a continuación mientras le metía algo en la boca.

Bárbara chupaba lo que le habian puesto en la boca. Era grueso y cilíndrico, algo venoso y

... ¡¡ Era una verga de hule!! se dio cuenta de inmediato. Intentó dejar de chupar, pero un reglazo en su trasero no le permitió cambiar de opinion. Despues de que lo hubo chupado y humedecido un buen rato, María lo saco, y corriendo la soga que pasaba por el medio del sexo de la muchacha, lo fue empujando adentro.

-¡¡Uhhh... nooo.. nooo... con eso noooo!!- se quejaba Bárbara mientras se sentía penetrada poco a poco

-¡¡Silencio, huachita!!- le ordenó reciamente Maria dandole otro reglazo en la dolorosa union de los muslos con las nalgas.

-¡¡¡Auuuch!!!-

Un rato despues, María le ordenaba chupar otro pene de hule a Bárbara. A regañadientes y a fuerza de reglazos y azotes logró que lo chupara.

-Chupalo bien, dejalo bien mojadito... porque ya te imaginas donde va...- le dijo perversamente Maria

-Noo... ahi no... por favooor.- suplicaba Bárbara

Sin que Bárbara pudiera impedirlo, y pese a que no dejaba su cuerpo quieto, Maria terminó penetrándola por detrás con ese otro pene de hule hasta que desapareció casi todo dentro de ella. Bárbara sentía que no se podía mover. Los dos orificios completamente llenos le estaban empezando a provocar una excitación que no conocía. Debajo de la bolsa que cubría su cabeza Bárbara mordía su labio inferior tratando de asimilar la situación en la que se encontraba.

De repente se hizo la luz nuevamente. Maria le había sacado la bolsa de la cabeza. Bárbara trató de ajustar sus ojos a la brillante luz de los tubos fluorescentes y poco a poco se dió cuenta que la vista le era conocida. ¡¡Estaba sobre su propio escritorio!!. Miró de costado y vió que efectivamente era así. Pero a uno de los costados vió algo que le hizo contener el aliento. Un grueso cinturón, doblado al medio parecía listo para entrar en acción.

-¡¡¡Noooo!!! ¡¡¡Con eso nooo!!!- gritó Bárbara

Antes que pudiera hacer nada, el primer azote le cruzó las nalgas al medio. Bárbara gritó como condenada, pero antes de terminar su grito, otro azote le cruzaba nuevamente. Luego de ese vino otro, y otro, y otro mas. El dolor y el ardor ya eran inaguantables en su trasero, pero su cuerpo exhausto no tenía mas fuerzas para resistir. Traspirada y con sus ojos llenos de lágrimas fue sintiendo como uno tras otro los azotes la seguían sacudiendo por detrás. En determinado momento Bárbara se sorprendió de que el dolor comenzaba a hacerse distinto, mas dulce, intenso y ardiente, pero sensualmente estimulante. Sin saber cómo ni porqué, su cuerpo comenzó a temblar. Cerró los ojos fuertemente deseando que Maria no se detuviera con lo que fuera que estaba haciendo, y explotó en un orgasmo único, tan fuerte e intenso como nunca había sentido. María continuaba azotándola y cada impacto era una nueva fuente de intensas sensaciones para ella. Por fin, cuando no aguantó mas, se desmayó y cayó rendida sobre el escritorio.

Un rato despues despertó. Las ataduras se habían ido, sus manos estaban libres y su cartera estaba sobre el escritorio. Miró para todo lados y pensó que todo eso había sido un extraño sueño. Miró su reloj y se dio cuenta que era tardisimo. Intentó sentarse para acomodar las cosas e irse, pero un millon de sensaciones como espinas y fuego se agolparon en su trasero.

-¡¡Auuuch!!- se quejó

-¡¡A casa ya Bárbara!!- escuchó decir a Maria desde su oficina

-¡Mañana hay que empezar temprano otra vez, y la quiero puntual!- agregó

-Si señora.- le respondió Bárbara sin saber porqué

Bárbara tomó su cartera y salió corriendo hacia su casa. Esa noche, despues de ducharse, se miró al espejo una y otra vez. Su cuerpo era mudo testigo de lo que le había pasado. Se acomodó en la cama boca abajo y durmió placidamente toda la noche.

A la mañana siguiente Bárbara se presentó al trabajo perfectamente en horario. Seguía escuchando musica con sus auriculares cuando llegó a la oficina, pero curiosamente en el viaje no se había sentado en el colectivo pese que varias personas le habían cedido el asiento.

Cuando llegó a su escritorio, saludó a sus amigas, y muy lentamente se sentó en su silla, tratando de no expresar con su rostro lo que estaba sintiendo. Iba a ponerse a trabajar cuando observó un objeto que había quedado sobre su escritorio. Se levantó y caminó hacia la oficina de Maria. Una vez alli tocó la puerta y cuando ella le permitió entrar pasó a la oficina.

-Esto creo que es suyo María.- dijo dejando sobre el escritorio una regla de madera

-Quizas lo necesite para usarlo un dia de estos.- agregó

-Y no quiero que le falte....- completó la frase Bárbara

Antes de irse, dejó caer unas hojas que llevaba en las manos delante de ella. Inclinandose hacia adelante y levantando su trasero se agachó a recogerlas, dejando a la vista de Maria todo su trasero. Sonrió pícaramente y volvió a su escritorio.

-No se preocupe Bárbara. Nos volveremos a ver. Tengo mucho que enseñarle aun.- dijo Maria con una sonrisa en la boca

-Si señora.- le respondió Bárbara

En silencio caminó hacia su escritorio. Se sentó y comenzó a saborear las sensaciones que le llegaban de su trasero azotado. Como siempre, con una sonrisa en el rostro Bárbara empezó a trabajar. Era la mejor vendedora, y algo especial para su jefa.

-FIN-