Te veo
Una mirada indiscreta, inesperada, morbosa, desde el otro lado de la puerta de los deseos.
Te veo
Si sólo con mirar se peca, lo confieso, he pecado de manera repetitiva y sin propósito de enmendarme. ¿Por qué lo hago? Porque lo disfruto, porque me excita, porque está mal y tiene un morbo supremo, saber que robo cada día un pedazo de tu intimidad. Tú me crees dormida, te levantas y vas al baño, yo finjo dormir, cuando el rumor de tus jadeos siento, estoy ya a la puerta y te observo, cada vez como la vez primera. Tus dedos se abrazan a tu miembro, cuatro suben, cuatro bajan, en un cinco contra uno, la cabeza roja, se asoma y yo que no pierdo detalle de tu intimidad; tus ojos se cierran, te muerdes el labio inferior, tu sexo apunta al techo y veo como brilla.
Humedezco mis labios, paso por ellos mi lengua, los muerdo, cierro mis ojos y respiro profundo, escondiendo mi anhelo.
En mi mente empieza a rondar la pregunta, "¿en quién o qué piensas cuando te la cascas?", pensarás en mi, pensarás en otra, qué perversión rondará tu mente. Imaginar lo que tú imaginas, me pone. Y entonces llega mi momento, bajo los dedos a mi sexo, lo acaricio, busco la raja, separo los labios y hundo mis dedos directo al clítoris, lo masajeo, cambio de ritmo, lo lubrico son mi propia saliva y tú permaneces absorto en tus propios pensamientos imágenes vienen a mi mente, de lo que creo que pasa por tu mente. Imaginas, acaso, un par de pies hermosos, los chupas dedo a dedo y eso te excita. O quizás sea la enfermera voluptuosa, con el uniforme ceñido, que te atiende y te mima, mientras sus pechos rozan tu barbilla, o aquella colegiala que vende galletas a la salida de la escuela, con su falda a cuadros y su camisa blanquita. Pensarás acaso en mis amigas, cuál de ellas te gusta, a cuál de ellas reconstruyes sin ropa, te muestra en sueños sus senos y tú te la cascas pensando en ella o pensando en ellas.
Tu excitación no es la mía, es sólo tuya, pero al verte al verte yo me excito, pienso en ti con otra en la cama y pensar que eso me excita, me da rabia y también deseo. Deseo de competir con esa imagen en tu mente, deseo de ti, de ser tu mano que sube y baja; baja y sube por el tronco de tu polla, pero es tu momento y es también el mío más egoísta, me deleito en mí misma viéndote.
Es tal el morbo de la situación, que imagino que es a otro a quien miro, y mi cabeza vuela por la fotografía de cada hombre que he deseado y lo veo en tu rostro congestionado. Es él quien se muerde los labios, quien se aprieta los cojones delante de mí, quien me muestra su cabezota roja, como flecha apuntando a su objetivo. El pene congestionado, con venas a reventar, palpitante ariete, que se yergue en medio de tus piernas atrevido, mientras tú cierras los ojos y elevas la barbilla.
Recuerdo, la primera vez que escuché a mi hermano hablar de sexo, y los colores se me subieron al rostro al oír cómo se acercaba a la chica y la colocaba contra el escritorio, le abría las piernas y se la enterraba. Entonces lo sustituyo a él, te coloco a ti y eres tú quien la penetra y yo quien observa y quien escucha tus gemidos. Mi respiración se agita y mis dedos se resbalan por mi sedosa raja y tropiezan con mi abultado botón, una y otra vez. Imagino entonces que eres uno de mis hermanos, el más cercano y que es él quien se pajea, es su miembro, es su mano y soy yo escondida detrás de la puerta, observándole. En este momento, eres cualquier hombre y todos me pasan por la mente. Siento un placer indescriptible de sólo verte.
Me pellizco un pezón e imagino a un extraño acariciando mi cuello, mientras aprieta mi pezón, me giro y lo beso, no tiene rostro, pero si boca y labios y entonces imagino que me ves pero tú sigues en lo tuyo, sin prisa de arriba abajo y tu verga crece como levadura y mis piernas escurren el néctar cremoso de mi excitación. Mi amante imaginario me sostiene y ambos te vemos a punto de correrte, pero tú, absorto en tu placer individual y egoísta, te concentras en darte placer. No sé en qué piensas, pero estas a punto de correrte y yo aprieto la marcha para acompañarte en la corrida.
¿Te gustaría que las historias que escribo fueran ciertas "cariño"? Cada uno de mis personajes, se sucede en mi cabeza, las escenas más morbosas, de todas soy protagonista, y tú observador. Porque también te encanta ver. Incluso cuando me maquillo, mientras el lápiz perfila mis cejas y el contorno de mis ojos, tú observas. Si me pinto la boca de rojo, tu verga da un saltito y cuando me quito el albornoz para ya vestirme, me observas paso a paso, aun con más atención que cuando me desvisto.
Estoy a punto, ya no aguanto más y por la presión de tus bolas, creo que tú tampoco. En efecto, un quejido nace en tu garganta, tu leche aflora por la punta y yo me muerdo la mano para no ser escuchada, cuando me corro. Mojo mi pijama, las mejillas arden calientes, las tuyas y las mías. Respiro agitada y me apresuro a volver a la cama. Abres la llave, llenas la bañera y cómo si te viera, yo te imagino, cuando escucho que te hundes en el agua, cierro los ojos. Grabo en mi mente las imágenes que me he robado, me burlo de mí misma, lo que he visto lo has hecho delante de mí, pero cuando lo haces a solas, tiene otro significado, no se cómo explicarlo, pero me excita demasiado saber que te masturbas a unos cuantos pasos de mí, mientras yo duermo, ahora mismo, con tu hermano.