Te vas a enterar
La vengaza es un plato... que a veces nos sale mal.
"No sale" pensaban las chicas, "No sale y lleva dentro una hora". Las dudas se acumulaban en las tres cabecitas. Ya no había risas desde hacia muchos minutos, y las miradas eran más de preocupación que de complicidad. - Quizás haya sido mala idea dejarla sola ahí dentro - Dijo una de ellas mirando a la puerta del local. - Quizás haya sido una mala idea desde el principio - Respondió otra mirando a la misma puerta. - Callaros, joder!. Seguro que sale ahora - Sentenció la tercera. Irene es un bellezón, a sus 18 años es alta, rubia, pelo largo, cuerpo precioso, culito perfecto y pechos más que bonitos, una envidia andante. Irene tiene solo un pero, y muy grande, es imbécil, creída, orgullosa. Irene tiene amigas, por supuesto, a esa edad por muy idiota que seas, tienes amigas... y por desgracia suelen ser parecidas. Y así ocurría con nuestras otras protagonistas, hermosas pero idiotas. El problema añadido viene cuando una de ellas (Irene) consigue más chicos que las otras; entonces el orgullo y la envidia se abren camino. Un camino cuyo final puede ser peligroso. Irene la había acabado de cagar cuando comenzó a tener una "relación con derecho a roce" con un ex de una de sus amigas. Carla, Cris y Ana estaban realmente enfadadas con ella, pero Ana, la ex del nuevo amante de Irene, quería algo más. Quería venganza. - Se va a cagar esa zorra - Repetía Ana dando caladas a su pitillo. - La verdad es que se ha pasado mogollón - La secundaba Carla. - Camarero, la cuenta - Pidió Cris. Ana era una chica lista, mucho, pero se dejaba llevar fácilmente por sus otras amigas. Cris, Cris era un verdadero cerebro, fría, calculadora y muy inteligente. - Ya sé lo que vamos a hacer - Dijo Cris - No os preocupéis que a esta no le van a quedar más ganas de tío en mucho tiempo. Cris sentía cierto odio hacia su amiga Irene. Esta le había levantado en más de una ocasión a algún chico por el que ella llevaba mucho tiempo trabajando. Sí, es curioso como cuatro personas que son amigas, pueden odiarse tanto entre ellas, pero la juventud es así de extraña. Cris envió sendos SMS a sus dos amigas Carla y Ana para quedar con ellas en su casa. Sabía que Irene estaría con su nuevo "amigo" y que poco le importaba lo que hicieran sus amigas... hasta que e cansara de la lengua y atributos sexuales de su amante. En la habitación de Cris la venganza se puso en marcha: La idea era llevar a Ire a un pub de parejas swinger o intercambio, resumiendo, un club liberal. Cuando a Cris le preguntaron por que conocía ella ese lugar, ella respondió que lo conocía y punto. Unos días antes las tres pasaron por delante del lugar, querían asegurarse de que el local no daba impresión de puticlub mugroso y no era así. La entrada estaba iluminada con luces muy naturales, nada de neones azules, había un portero de 4x4 negro y muy bien vestido y para nada aquel local parecía lo que en realidad era. La idea fue tomando forma los días siguientes. Era verano, las tres chicas salían por las noches de jueves a domingo, enrollándose con todo lo que les gustaba y dando negativas a ciertos gañanes que les pedían un morreo con lengua. Los días pasaron y por fin Cris se enteró de que a Irene ya no quería seguir lamiendo el cuerpo de su amante. Con una sangre fía mejor que la de Kaiser Soze la llamó compungida y le comentó la posibilidad de salir ese sábado con sus tres amigas. La idea de tener tres hombros para que la consolaran y le recordaran lo guapa que era agradó a Ire, que inmediatamente quiso poner ella el lugar y la hora. - No, espera. Estos días hemos encontrado un pub fantástico, copas baratas, tíos guapísimos y música más que decente - Le respondió Cris mordiéndose el labio llena de ira. - Sí? pues no se hable más... una mancha de mora, con otra se quita - Respondió Irene. En cuanto se despidieron, Cris llamó a sus dos amigas-cómplices y les dijo que se pasaran por su casa 2 horas antes de la hora de la cita para aclarar varias cosas. - ¿Pero no crees que puede olerse el ambiente y salir de allí? - Preguntó Ana - Esa es una zorra y cuando vea los chicos mayores que hay, seguro que se queda para tratar de comerse alguno. Para ella será un reto - Dijo Cris - ¿Y nosotras? - Volvió a preguntar Ana. - Nosotras entramos, tomamos algo rápido y con la excusa del baño nos piramos. Cris estaba muy convencida de su plan. Las cuatro se vieron en la plaza donde solían quedar todas las noches. Monísimas de la muerte podría ser la palabra que mejor las definiera. Aunque para no engañaros Irene era la más espectacular. Su melena rubia contrastaba con su tostada piel, sus ojos claros pintados de negro hacían su cara mucho más atractiva y los pantalones cortos que llevaba apenas dejaban nada a la imaginación, el inicio de sus nalgas anunciaba el final de la tela. Solo una camisa blanca ocultaba vaporosamente ese detalle. Casi sin hablar entre ellas, llegaron al lugar planeado. En la puerta el negro enorme hablaba con una joven pareja de unos 35 años. Las cuatro jóvenes se presentaron en la puerta y Cris comenzó a subir los tres peldaños que había hasta la entrada. Una voz grave interrumpió su escalada. - ¿Donde os creéis que vais? - Preguntó el armario ropero. - Dentro.... - Murmuró Cris - ¿Dentro?..... a ver esos DNI Las chicas extrañadas sacaron sus carnets de los pequeños bolsos que llevaban y se los mostraron al portero. Este miraba sus documentos y las miraba a ellas. Su cara no era de desconfianza, era más bien de confusión: "?Qué coño van a hacer estas niñatas aquí?" pensaba. - Vale... todo en orden. Pero sin tonterías eh? - Dijo el hombre devolviendo los carnets a las chicas. La música comenzó a abrirse camino mientras ellas recorrían un estrecho pasillo que daba a una gran sala de baile. Instintivamente Carla y Ana se dieron la mano, estaban asustadas y muy nerviosas. Cris seguía la primera con paso firme e Irene no paraba de mirar a todas las personas que estaban en la sala. Llegaron a la barra y un atractivo camarero de unos 32 años les preguntó que qué tomarían. Las chicas pidieron las tres un Malibú con piña. El camarero encogiéndose de hombros se los sirvió. - Chicas... esto es un poco deprimente - Dijo Irene llevándose el vaso a los labios. Justo cuando acabó su trago dos hombres de unos 35 y 40 años se acercaron a ellas. - Hola jóvenes. ¿Qué hacéis aquí? - Les preguntó el canoso mayor. - Pasando el rato, pero no hay mucho movimiento aún, ¿verdad? - Respondió Carla - Esto se llenará un poco más tarde, pero ahora la pista de baile está muy bien para darse unos meneos - Dijo el otro señor. Con un gesto muy galán el mayor ofreció su mano a Irene y está con media sonrisa se la acepto para salir a bailar un poco. "No hay chicos que bailen..." Pensó distraída. El otro señor se quedó hablando con las tres chicas. - ¿No sois muy jóvenes para estar en un sitio como este?... ?O no sabéis de que va esto? - Les preguntó - Mmmmm, lo sospechamos, ¿pero nos lo explicas tu? - Cris, valiente y estúpida le responde El hombre se acerca a las tres, y susurrando cerca de sus cabezas les suelta: "Aquí se viene a follar mucho" Ninguna risa, caras de poker y vasos a los labios. - Y vuestra joven amiga lo va a conseguir muy pronto - Dijo señalando con la mirada a la pareja que bailaba sin pudor alguno en el centro de la pista. Irene se acercaba con su trasero a la entrepierna del caballero, al ritmo de la música. Este la tomaba cuidadosamente por la cintura y le seguía el ritmo. Irene subía los brazos y los entrelazaba con los de su acompañante. "Zorra" "Puta" "Calientapollas" Son quizás algunos de los pensamientos más suaves que pasaron por la cabeza de sus tres sorprendidas amigas. - ¿Alguna de vosotras se anima a bailar conmigo? - Pregunto el caballero. - Todas nosotras nos vamos al baño - Respondió Cris. De la mano y sin ser vista por su cuarta amiga, emprendieron camino al aseo. - No si al final le habremos hecho un favor al traerla aquí - Dijo Carla - Calla, joder, calla, a ver si la violan de una puta vez - Gritó Cris roja de ira. De camino al baño (siempre al fondo a la derecha) se toparon con una escena un poco... complicada: Una mujer de unos 40 años estaba sentada en un sofá, entre dos hombres. Mientras besaba a uno apasionadamente, apretaba la entrepierna del segundo que a su vez buscaba el sexo de la mujer debajo de su falda. Solo Ana se quedó parada delante del trío, sin apenas poder respirar. El hombre que buscaba el sexo de la mujer giró la cabeza y con un gesto de su mano le invitó a que se acercara. Ana echó a correr hacia la puerta del baño donde sus dos amigas acababan de entrar. - Vale, ahora nos piramos y dejamos que esa puta se las apañe sola - Dijo Carla - Con cuidado y pegadas a las paredes, no quiero que nos vean salir - Dijo Cris mirándose al espejo. Así salieron, el local se había ido llenando considerablemente desde que habían entrado y no les fue difícil salir sin que nadie las viera. Ya en la calle y sintiendo esa mezcla de ira, envidia, miedo y nerviosismo las tres se miraron. Las cartas estaban sobre la mesa y solo había que esperar que Irene saliera corriendo como una loca asustada por lo que pudiera ver allí dentro. Las tres chicas se sentaron en un banco del parque que había enfrente de la entrada del local y esperaron.... y esperaron. A Ire le estaba cansando el baile con el atractivo hombre y justo cuando se iba a separar y a buscar a sus amigas, sintió como por detrás algo comenzaba a acariciarla. Eran las manos del amigo de su bailarín. Esta algo más gordito y un poco más entrado en años. Irene se dejaba llevar un poco más de tiempo. Solo de pensar la envidia que sentirían sus tres amigas de verla bailando con dos hombres maduros (y seguramente casados) le hacia aguantar el aburrimiento que para ella era estar en ese lugar. Irene levantó la vista para buscar a sus amigas, pero no vio ninguna cara conocida, lo que si vio fue como el local se había llenado casi al completo. La gente bailaba, todos eran más o menos de la edad de sus acompañantes y eso la incomodó un poco. Aunque las manos de sus dos amigos recorriendo su cintura y espalda hacían que se olvidara de ese detalle de la edad de la gente y se centrara más en intentar que no se sobrepasaran. Irene comenzó a asustarse cuando después de buscar y buscar con la mirada, no encontró señales de sus amigas por ningún lado. Al sentir que la impaciencia se hacía con ella trató de darse la vuelta y preguntar al mayor de los dos si sabía donde estaban. Al hacer esto y tratar de acercarse a su oído, Irene se encontró con los labios del señor encima de los suyos. - We, we, we, señor, ¿Qué haces? - Dijo separándose rápidamente. Sin esperarlo dos manos se posaron sobre los hombros de nuestra amiga y a escasos milímetros de su oído alguien le susurra "besarte". Un escalofrío le recorrió la espalda. Irene se dio la vuelta para ver (de sobra ya lo sabía) quien le había dicho eso. En cuanto su mirada se cruzó con la del hombre más joven, los labios de este le sellaron cualquier palabra que fuera a decir. Este beso fue más allá y la lengua de su amante se abrió paso entre los labios y los dientes de nuestra joven amiga. Las manos del segundo seguían acariciando su cintura y espalda, la fina tela de la camisa que llevaba no amortiguaba en ningún caso las caricias que le daba el veterano hombre. El beso se prolongó más de lo que Irene pretendía. El hombre era un experto besador y sentir el mareo de saberse acariciada por otras manos la hizo desvanecerse en sus pensamientos de defensa. En ese momento el más joven la tomó de la mano y caminando entre la gente se la llevó fuera de la pista de baile. El otro hombre más mayor les seguía de la mano de ella. En un esfuerzo por controlar sus emociones y excitaciones el miedo tomó el mando: - Esperad, esperad, donde vamos. ¿Y mis amigas? - Preguntó Irene intentando detener la marcha. - Tus amigas se fueron al baño, creo que te tenían bastante envidia - Respondió detrás de ella el mayor. A través del pasillo que Irene estaba atravesando a gran velocidad, ciertas imágenes se mezclaban en su mente: Dos hombres besándose, una mujer masturbando a dos hombres. Dos hombres comiendo los pechos a una mujer. Las imágenes iban tan rápido como desaparecían, pero ahí estaban e Irene no las estaba imaginando, las estaba viendo según iba pasando por las diferentes habitaciones que daban al pasillo. - Ya tarda - Dijo Ana mientras apuraba su tercer cigarrillo. - Nos está buscando como una desesperada - Aseguró Carla. - O se la están follando como nunca en su vida - Terminó Cris. Aún no. Irene llegó de la mano de sus dos acompañantes a una sala semi oscura, con un sofá de tres plazas. Allí sin dejar que preguntara por nada, el hombre mayor la abordó con pasión, pero con mucho cuidado. Sus labios comenzaron a comer los de Irene, que aún en estado de shock no sabía si seguir, parar, gritar o echar a correr lo más rápido que sus bonitas piernas la dejaran. Pero no, sus piernas ahora estaban siendo acariciadas por el más joven, que arrodillado en el suelo, se las acariciaba y besaba con delicadeza. Irene estaba en las nubes. Pero eran unas nubes inestables... inseguras. Su lengua no se movía, solo e dejaba hacer, sentía más miedo que otra cosa y era tal su grado de incertidumbre, que apenas podía pensar. Solo las manos en sus piernas, subiendo despacio la inquietaban. La lengua de su adulto amante, apenas la inquietaba, había besado muchas bocas y esa sería una más "muy mayor" pero lengua al fin y al cabo... y no lo hacía más. Las manos de su segundo amante seguían subiendo por sus muslos y ya estaban muy cerca de sus nalgas. Los mini pantalones que llevaba apenas ofrecían resistencia a las manos expertas del caballero. Justo cuando los dedos del hombre se introdujeron en su pantalón y comenzaron a descubrir que Irene solo llevaba un tanga, de repente esta despertó. Con un rápido movimiento se separó de los dos hombres. - A ver, os estáis pasando bastante, ¿Qué coño creéis que soy? - Preguntó mientras trataba de bajarse su mini pantalón. Los dos hombres se miraron y estallaron en una sonora carcajada ante la incrédula mirada de Irene. Cuando las carcajadas cesaron el mayor se acercó a ella y le preguntó: - ¿Tu sabes que clase de local es este? - Ni puta idea, pero no me está gustando nada - Dijo Irene con su pose más diva. - Pequeña... este es un local de intercambios. - ¿De qué? - pudo decir Irene - Un local liberal, donde la gente viene, se conoce y hace cosillas - Respondió el más joven con una pícara sonrisa en su cara. - Hijas de puta..... HIJAS DE PUTAAAAA! - Gritó Irene con todas sus fuerzas Los dos hombres se sentaron en el sofá dándose cuenta de lo que había pasado. - ¿Es que te casas enseguida o algo así? - Preguntó el mayor de los dos. - No. Seguro que esas putas me la han jugado para asustarme metiéndome aquí. Ambos se miraron y sonrieron entre si. Se levantaron a la vez y tomando a Irene por la mano se la llevaron de la sala. Esta, en su creída inocencia, les espetó: - Yo solo me lo haré contigo (señalando al canoso más joven) Siguieron caminando. - Esta es la sala de intercambios. Aquí vienes con tu pareja y dejas que otras personas la posean... mientras tu, si quieres, posees a la cuarta persona que queda libre - Le explicó el más mayor. En la sala dos matrimonios entrados en años y semi desnudos se acariciaba despacio y amorosamente. Por supuesto Irene no pudo distinguir cuales eran las parejas "originales", pero sintió que la situación le estaba dando bastante morbo. Siguieron caminando. - Esta es la de los "desconocidos". Aquí entras y si te gusta alguien vas y lo pescas. Pero hagas lo que hagas, no puedes salir de la habitación. En ella una mujer de no más de 40 años, cabalgaba con la blusa puesta y la falda en la cintura, sobre un hombre bastante mayor. Mientras una mujer a su lado, se masturbaba mojándose los dedos continuamente con su lengua. Irene se descubrió cruzando sus piernas, apretando sus muslos y agarrando la mano del más joven de sus dos acompañantes. El mayor, viendo la reacción de la joven, la tomó por los hombros en un gesto más de protección que sensual. Ella respondió mirándolo y tratando de sonreír.... nerviosamente. - Y aquí la última sala, la sala oscura. Aquí entras desnuda o solo con ropa interior.... apenas puedes ver lo que vas a besar, comer, chupar... o follar. Si quieres entrar a verla, nosotros te protegeremos - - No sé, la verdad, este sitio me está poniendo muy nerviosa - Dijo Irene escapándose una risita. - Hacemos una cosa - Dijo el mayor - No hace falta que te quites la ropa, solo la camisa, esos pantalones tan cortitos podrán pasar por braguitas. Nosotros te protegeremos. Irene mirando al más joven, comenzó a desabrocharse la camisa. "Estas tres zorras se van a enterar" pensaba mientras, furiosa y nerviosa, se desprendía de la blusa dejando al aire su precioso y fino sujetador. Los tres entraron en la antesala de la habitación. Allí los dos hombres se quedaron en ropa interior. El más joven tenía un cuerpo aceptable para su edad, el otro estaba gordito y tenía pelos por todo el cuerpo. Irene tomó la mano de los dos y entraron en la sala. - Pero si le ha pasado algo... algo malo de verdad? - Preguntó ya preocupada Ana - No creo que en un lugar tan serio como parecía este puede pasar algo malo - Respondió Carla Cris no dijo nada, solo clavaba los ojos en la puerta del club, deseando que Irene saliera a medio vestir, con la ropa hecha girones y gritando como una posesa. La habitación era oscura, pero tenía justo la luz para ver cuerpos y reconocer partes de la anatomía las las personas que había allí dentro. Irene temblaba, solamente el hecho de estar haciendo lo contrario de lo que esperaban que hiciera, la mantenía firme para seguir adelante con aquella locura. Qué nadie pensara que ella iba a follar o ser follada, no, en cualquier caso si le apetecía tener algo con su "menos viejo" acompañante. Aunque era el otro bajito y gordo el que le tomaba por la cintura detrás de ella. El trío se sentó en un cómodo sofá, era más pequeño que el anterior y esta vez Irene sintió las piernas de sus dos amigos pegadas a las suyas. Al poco tiempo los ojos se acostumbraron a la penumbra de la habitación. Delante de ellos una pareja jodía frenéticamente, el sentado en un sillón, ella subida encima de el cabalgaba sin parar, moviendo su melena en cada salto. Irene comenzó a sentirse extrañamente asustada, justo en el momento en el que notó como las dos manos de sus acompañantes se posaban casi al unísono en sus rodillas. "Ahora tendría que salir corriendo, pero seguro que esas hijas de puta están esperándome fuera para verlo". Irene se daba ánimos como podía. Su experiencia en el territorio sexual se basaba en polvos con chicos de su edad o incluso un poco más mayores, pero en ningún caso un trío o una orgía, eso solo lo había usado alguna vez para masturbarse, pero no entraba en sus planes. Por su cabeza le iba pasando todo lo que había hecho. Recordó como un antiguo novio le había metido un par de dedos en el cine y como ella se había dado cuenta de que el señor que tenía 4 asientos más a la derecha la había mirado con ojos de lujuria. Recordó al ver en un sofá a su derecha a dos mujeres besándose, como una noche de borrachera ella y Cris se habían besado y como sus lenguas se tocaron durante un breve instante... y no le había desagradado. Imágenes y recuerdos se agolpaban en su cabeza. Irene se descubrió autoconvenciendose de que aquello le gustaba, pero lo que también descubrió es que la mano del mayor de sus dos acompañantes ya estaba en su pierna... y subiendo. Irene le miró, pero este solo miraba a un trío donde dos hombres daban buena cuenta de una chica, quizás la más joven que Irene había visto hasta ese momento. Ella estaba en el suelo a cuatro patas, con un hombre detrás de ella penetrándola muy despacio, mientras ella comía el pene de otro hombre mayor que estaba delante de su cara. Un acto reflejo e inesperado hizo que Irene abriera sus piernas un poco más. Ahora eran las dos manos de sus dos acompañantes las que acariciaban sin pudor alguno a nuestra joven amiga. "Sí, recuerdo una noche, una noche hace poco, me estaba morreando con un chico y este se tuvo que ir al baño y en su lugar apareció un amigo y me puse ciega de lengua por unos momentos hasta que volvió el primero, mierda no recuerdo el nombre, y picándole en el hombro pidió permiso para seguir comiéndome... y los dos me sobaron bien" Irene buscaba excusas a la desesperada para que aquello le gustase. Pero la excusa se la dio uno de los dos acompañantes. El más joven le giró la cabeza y le plantó un beso profundo, húmedo y muy caliente. Irene se dejó llevar, mientras el mareo de sentir cuatro manos en su cuerpo cada vez la llevaba más lejos. El hombre más mayor se arriesgó y bajando su cabeza comenzó a besar la rodilla y pierna de Irene, que estaba demasiado ocupada chupando la lengua del canoso, este, nota como el aliento de Irene se va haciendo más inciso y pesado, más rápido y audible. El gordito ya lame y besa las pantorrillas de Irene, el otro no se cansa de chuparle la lengua y morderle cuidadosamente los labios. Ahora Irene ya no busca recuerdos sexuales pasados, ya los tiene muy presentes. - Tengo algo de frío - Repetía Ana desde el banco. - De aquí no se mueve nadie hasta que esa no salga - Le dijo Cris mirándola fijamente. - Esta no sale de ahí en años - Rió divertida Carla. Irene se dejaba llevar, el mareo y la confusión de sentir esas dos bocas y esas cuatro manos en su cuerpo ya habían ganado la batalla a cualquier pensamiento razonable. El canoso estaba besando la parte superior de sus pechos, mientras el gordito e había puesto de rodillas delante de sus piernas y ahora besaba y lamía la parte interior de estas. Irene había llevado la cabeza hacía atrás para disfrutar de esta nueva experiencia. Justo en el momento en el que estaba dejando escapar un suave y joven gemido sus labios fueron sellados por otros carnosos y viciosos, una mujer de unos 50 la estaba besando, abriendo toda su boca y metiendo su lengua hasta atrás. En un acto reflejo Irene sacó la suya lo que produjo en la madura mujer unas ganas irrefrenables de llevarse la lengua de Irene a su casa; la chupó, lamió y comió hasta límites insospechados, dejando a Irene aún más indefensa ante las acometidas sexuales del local. Nuestra joven amiga notó como su sujetador bailaba demasiado para estar abrochado y de reojo, vio como el canoso lo había desabrochado y ahora bailaba cerca de su ombligo, los pechos de Irene, como el Guadiana, aparecían y desaparecían dentro de la boca de su amante. El gordito trataba de desabrochar el mini pantalón de la chica, pero apenas podía encontrar el botón que compartía el término "mini" con la prenda. Irene ya desesperada por saber que iba a sentir, en un rápido y ágil movimiento se lo desabrochó y elevando el culo dejó que el gordito le quitara a la vez pantalón y tanga. "El verano pasado en las vacaciones, en aquella playa tan bonita, me quité la parte de arriba del bikini y metí la parte de abajo por dentro de mis nalgas, dejándola en un tanga y la gente me miraba, los chicos se paraban para pedirme fuego... y me gustaba esa sensación". Irene no paraba de motivarse. Su desnudez, su perfecto cuerpo y su juventud hizo que muchas personas que solo estaban mirando en la habitación, se percataran de ella y se acercaron a ver el espectáculo. La mujer que la estaba besando también se separó de ellos, ahora alrededor del pequeño sofá había un circulo bastante concurrido de personas que miraban a nuestros tres amigos. El gordito le había abierto las piernas y sin entrar del todo, pasaba su lengua traviesamente por el depilado sexo de Irene, dando lametones de arriba a abajo, solo con la punta. El canoso se había quitado su ropa interior quedando completamente desnudo. Le había tomado la mano a Irene y se la había llevado a su ya dura verga. Nuestra amiga la había tomado con pasión, pero sin movimiento, estaba aún perdida dentro de la situación. El canoso después de comerla la boca le tomó la nuca y despacio fue bajando su cabeza hasta que la boca de Irene chocó literalmente contra el glande brillante de su amante. Esta sin pensarlo, se lo besó y comenzó a chupar su cabeza, dura y dulce por los líquidos pre seminales. Irene levantó la vista en busca del dueño de esa dulce polla que estaba tragando pero solo vio caras y ojos clavados en ella. "Una vez me enrollé con un tío en un pub, me metía mano por todas partes y los tres amigos de este nos miraban muy excitados y riéndose con el espectáculo que les estábamos dando a todos" A su alrededor la gente se apretaba los unos con las otras, desnudos, vestidos, miraban y se excitaban con el precioso cuerpo de Irene devorado por dos hombres. El canoso le sacó la verga de su dulce boca. El mareo ya no era tal, ahora era vertiginoso placer. Su mente apenas podía sentir unas manos, unas lenguas, unas caricias o unos besos. El gordo le seguía comiendo su sexo, de manera magistral en cada embestida de su lengua Irene gemía y trataba, asustada por su propio placer, de cerrar las piernas, pero las fuertes manos de su veterano amante se las mantenían abiertas. Primer orgasmo: la sensación de correrte con una boca bebiendo o chupando tu placer es algo indescriptible, no os descubro nada nuevo, pero cuando aparte de eso tu grito queda ahogado porque tu mente está ocupada masturbando una buena polla, eso ya es imperial. A Irene el orgasmo producido por la lengua del gordito le pilló masturbando la gran polla del canoso. A medida que los gemidos subían de volumen, el movimiento de su manita aumentaba la velocidad. A los pocos segundos y con convulsiones aún en su cuerpo, sus dos amantes se pusieron frente a ella y con un rápido y ágil movimiento se enfundaron sendos condones. - No, por favor - Fue lo único que débilmente pudo susurrar Irene. Pero sus manos la delataban, sus manos sobre sus rodillas mientras mantenía estas abiertas. El primero fue "su" canoso, entro en el coño de Irene fácil, muy fácil, comenzó a bombear y no lentamente. Tomó sus píes y se los subió a sus hombros. Así comenzó a follarla, hasta el fondo. El cuerpo de Irene se movía frenéticamente en cada embestida y sus "ah... ah... ah...ah..." entrecortados resonaban en toda la sala. Solo fueron unos minutos, el siguiente en penetrarla fue el gordito, con una polla más corta pero muy gruesa la tomó de nuevo. Este le abrió las piernas mucho y comenzó a moverse con embestidas cortas pero muy profundas. Cuando Irene cerraba los ojos estaba en el cielo, cuando los abría y descubría en que situación estaba.... ¡que coño! También estaba en el cielo. Su "tortura" se alargo durante varios minutos, en los cuales los dos hombres se la turnaron. El coño de Irene estaba mojado, dilatado y a punto de llegar a un nuevo orgasmo. Este no llego hasta que entre los dos hombres no la levantaron y la colocaron sobre un reposabrazos del sofá, boca abajo y con su culito en pompa. Allí tuvo su segundo orgasmo. No supo con quien lo tuvo, por que Irene ni miraba para atrás. A Irene no le importaba quien se la metiera. A Irene solo le importaba gozar y saber qué y cómo se lo diría a sus tres putas amigas. Notaba como manos se posaban en sus nalgas, en su cintura, en sus hombros, tirando de ella hacia atrás. Sentía ese tacto conocido del látex del preservativo. Sentía como se corrían sus amantes, una, dos, tres, cuatro veces... así hasta perder la cuenta. Levantaba la vista y cada vez veía menos gente delante suya. Agudizaba el oído y sentía cada vez más gente detrás suya. Dedos expertos que abrían sus nalgas para poder metérsela mejor. Alguna que otra palmada en sus preciosas y duras nalgas. Irene ya no sabía que sonido hacer, los "oooh, haayyyy, uuuyyyy, oooggghhh" y demás expresiones guturales se le habían acabado. Sintió embestidas fuertes y bestiales; leves y suaves. Alguna que otra mano furtiva buscando sus pezones. Nuestra joven protagonista perdió la cuenta de sus orgasmos en el cuarto. Sin atreverse a mirar atrás. Irene sabía que no se la habían follado solo sus dos amantes iniciales. Irene sabía que por su coño habían pasado más pollas, bastantes más. Con su entrepierna dolorida de tanto placer y tanta carne, Irene descubrió que solo quedaban en la sala ella y los dos hombres. - Te ha gustado? - Le preguntó el canoso Irene incorporándose con la ayuda del gordito respondió: - Ha sido una experiencia de puta madre - Dijo exhibiendo orgullo. - Entonces ¿te veremos más por aquí? - Le dijo el gordito ofreciéndole una toalla Irene solo sonrió mientras buscaba su ropa. Ya vestida, Irene atravesaba la pista central de la discoteca, las miradas se centraban en ella. Eran una mezcla de aprobación... y admiración. Irene conocía bien esa clase de miradas. La invitaron a un par más de copas y apurando la última con su cigarro en la otra mano, Irene se despidió de ellos dándole un beso a cada uno en los labios. Antes de salir del local, Irene se agenció tres tarjetas con el número de teléfono y la página web. Salió por la puerta. Vestida. Sonriendo. Saludando. Caminando como una modelo en una pasarela. No se detuvo, pasó al lado de sus amigas y dejó las tarjetas encima de las piernas de Cris. Se aseguró de que cuando dijo las últimas palabras ellas las escucharan: "Deberíais de probar a ser folladas por varios tíos... se os quitaría esa cara de frío que tenéis".