Te soñé

Ella era un sueño. Estaba ahi para llamar mi atención y enloquecerme con su mirada.

Estuve soñando con ella. La había imaginado de largos cabellos rubios, matizados con mechones negros, de ojos azules penetrantes y mirada esquiva más aun, triste persiguiendo cada movimiento mío. De silueta estilizada, brazos fuertes y piernas poderosas, curvas, su cuerpo tenía curvas que me había hecho caer en la tentación, sin embargo hoy sólo me embrujaban sus ojos, sus brazos como enredaderas sobre mí y su deseo de poseerme.

Los sonidos de la noche ensordecían y yo me hundía cada vez más en su mirada soñadora y maliciosa, moviendo mi cuerpo al compás del suyo y éste de la música de la fiesta privada, en la oscuridad sus labios trataron impasibles, de tocar los míos durante toda la canción pero aún así, tan como estaba la evité. Aunque moría por un beso suyo, contuve la pasión y continué sintiendo sus pechos contra mí, la calidez de mi abdomen y las estrellas que pasaban esa noche por allí, sé que no se repetirán.

Ella estaba allí para mí, con su pantalón y top ambos de color azul y brillante los dos, me remontaban al paraíso, y sentía cómo a través de sus brazos en mi cintura y de vez en cuando en mis hombros el vértigo se apoderaba de mí. Ella evitó mis labios al darse cuenta de que ellos no la deseaban y me susurró adiós.

Antes de terminar la cortina, se fue arreglando su desprolijo cabello y también un lagrimón que salió más que nada por caprichoso, salí tras ella y esperé a que me atendiera en la puerta, frente a todos y que me mandara a la mierda.

Fue amable y nunca me trató mal, ella quería algo y estaba ahí para conseguirlo. Yo no era más que un objeto de su deseo, pero que bien me hacía sentir eso, era todo lo que ella buscaba y le costaba llegar a mí, el vértigo esta vez estaba, pero sin causar demasiado arrebato en mí ser.

Yo, unos cuantos metros al frene de su puerta la esperaba charlando con una invitada a la fiesta, conocida mía. Ésta me hizo una seña cuando ella abrió la puerta y dirigió la mirada hacía mis espaldas, tenso mi cuerpo no atinó más que a doblar y mirarla brillar, nuevamente ella era mía y me disponía a no quebrantar aquella extraña relación que nos unían y mantenía vivos nuestros tristes corazones.

Partimos a mirar la noche, seguir la luna y sentir el calor de los cuerpos. Partimos por allí, en su auto para internarnos en el deseo-amor, el desenfreno de la pasión.

Fabricante de mentiras.