Te quiero...II

...te quiero desnuda ahora.

Me vienes a buscar en coche y me haces subir y me dices:

  • Levántate la falda.

Yo me levanto despacio y subo mi falda hasta la cadera. Sé que algo he hecho mal. Me dices:

  • ¿Qué te he dicho?

Y yo agacho la cabeza y susurro:

  • Que no puedo llevar bragas.

  • No te he oído nena y quiero que me mires.

Te miro y repito que no puedo llevar bragas. Me pasas el pelo detrás de la oreja y dices con ternura:

  • Nena conmigo no las necesitas, quitatelas y dejalas extendidas en el salpicadero, que se vean bien.

Te obedezco, con la cabeza agachada y roja de vergüenza y las dejo extendidas como me has pedido. Arrancas el coche y ya estamos camino de tu casa.

  • Bien, ¿sabes que tendrás un castigo por esto no?

  • Sí lo...-agacho la cabeza.

  • Nena no te lo repito más: mi-ra-me.

  • Lo sé, lo siento.

  • No, aun no lo sientes,-tragas saliva- pero vas a sentirlo.

Por fin llegamos al portal de tu casa. Aparcas en la acera de en frente y me haces coger las bragas en una mano y cruzar la calle con ellas.

  • Por el semáforo- dices.

Tú cruzas al otro lado y me miras con una sonrisa. Está en rojo y la gente parada y yo con las bragas en la mano. Al otro lado de la calle esperándome estás tú. Estoy nerviosa, solo puedo agachar la cabeza, pero también excitada. El tiempo se me hace eterno, la gente comienza a cruzar. Por fin verde, quiero andar rápido. Te miro y me haces un gesto para que ande despacio. Cruzo y me das la mano. Por fin llegamos al portal, te entretienes para abrir la puerta. Veo como disfrutas, sobre todo cuando sale tu vecina del portal, escondo las bragas en tras mi espalda. Se va sin darse cuenta de mi cara, debo como un tomate.Por fin pasamos al portal, primero pasas tú y yo te sigo. Entramos y me dices:

-Te quiero...

Sé que esa frase no acaba ahí y sé no me equivoco.

  • …te quiero desnuda ahora.

Mientras me desnudo vas a tu habitación y vuelves con algo en la mano. Me tiras una bolsa y vuelves a decir:

  • Te quiero... con esto puesto en dos minutos. Entra en el baño.

Estoy desnuda con el vestido a mis pies y solo los zapatos de tacón alto, como a ti te gustan. Voy al baño como me ordenaste y me pongo lo que hay dentro de la bolsa: un conjunto rojo y negro de sujetador de media copa, tanga con medias y ligueros. Vuelvo a ponerme los zapatos rápido. Salgo al minuto y medio, no quiero hacerte enfadar. No, no más por hoy. Veo el salón lleno de velitas. Ya sé lo que me espera. ¡Maldita cera caliente! Me miras, sonríes y sigues encendiendo velitas. Me haces un gesto para que me acerque hacia ti. Y me pones un collar ajustable con dos cadenitas, con pinzas en los pezones. Y tiras de ellas y yo me arqueo intentando frenar el dolor. Me pones la mano en el hombro, me haces ponerme de rodillas.  Con tus manos sujetas las tiras de mi tanga hasta rasgarlo y sueltas los ligueros. Sacas algo de tu bolsillo, no puedo verlo. Y me enseñas una pinza. Agacho la cabeza, me va a doler.

  • ¿Ya sabes dónde va esta nena? Mírame.

  • Te lo rueg...aaaaah.

La colocas en mi clítoris. Duele y me muerdo los labios. Lo enganchas a las pinzas de mis pezones con otras dos cadenitas. Y tiras un poco más fuerte. Muevo mis manos en un acto reflejo. Sé que me estás mirando. Te levantas y pasas por detrás de mí, me pones unas esposas con las manos a la espalda y me inclinas hacia adelante. Apartas el pelo de mi cara y te alejas. Y vuelves a venir con una vela en la mano, te colocas a mi espalda. La cera cae. Chillo. Te tomas tu tiempo. Sigue cayendo. Yo chillo más fuerte, lloro. Intento levantarme hacia atrás, hasta que me tiran las pinzas. Vuelvo a agacharme y otra vez la cera.

Me muerdo el labio. Quema y apenas puedo moverme, o me dolerá más. Otra vez te alejas y vuelves con la vela. Y otra vez la cera caliente que hace que me retuerza de nuevo. Y de nuevo me tiran las pinzas. Me agacho y vuelves a echar cera. Así cae la cera de diez velas y solo entonces paras. Te pones delante de mí y me dices:

  • Levanta y mírame.

Me levanto como puedo. Sigo atada y me tiran las pinzas. Y me acercas a dos velas encendidas. Las dejas en la mesa que hay a nuestro lado. Tiras un poco de las pinzas, vuelvo a chillar aún más. Vas a mi bolso y sacas mis bragas, vuelves y me las metes en la boca. Me acaricias la mejilla, me das un beso y acto seguido tiras fuerte de las pinzas.  Las arrancas y mi grito queda silenciado por la improvisada mordaza. Me doblo y caigo al suelo, me encojo. Y cierro los ojos muy fuerte, me saltan las lágrimas.

-Nena,- dices tranquilo-  mírame y vuelve de rodillas.

Abro mis ojos, te miro y veo que tienes las velas en las manos. Te acercas rápido y sin esperarlo la cera cae en mis doloridos pezones ¡Joder! Y apenas sale un suspiro de mi boca por la mordaza:

-¡Iiiiiihh!!

Me saltan las lágrimas. Te arrodillas a mi lado y las secas. Me haces tumbarme. Me tapas los ojos con una cinta y me abres de piernas. Te acercas de nuevo y no sé qué vas a hacer, pero me acercas calor a la entrepierna y me empiezo a poner nerviosa y a chillar. Y lo que más me temía acaba pasando. Cae sobre mi pubis y va bajando por mi clítoris hasta mi coño. Y lloro más, chillo, pataleo, muevo la cabeza y me muerdo los labios. Sigo llorando

Te levantas y encojo mis piernas. Te acercas a mi cara y me acaricias. Me quitas las lágrimas

Y me dices:

  • Tranquila, lo peor ha pasado.

Decides quitarme la mordaza, yo me pego a tus pantalones como puedo.

Te digo:

  • Ya, tienes que seguir. Es un castigo.

  • Nena también hay que saber cuándo parar. Y tú necesitabas parar.

Me acaricias la cabeza, mi frente… Pero yo me dedico a acariciar tu entrepierna y muerdo la hebilla del cinturón para sacártelo.

  • Nena- levantas mi cabeza y suspiras- para.

Pero no te hago caso y no paro hasta desabrochar la hebilla. Tu polla esta dura, es lo que quieres, que la chupe. Y la acaricio más con la nariz mirándote.

  • Muy bien nena pero ahora ya no hay marcha atrás.

Y acto seguido sacas tu polla de los calzoncillos y la metes en mi garganta. De golpe, hasta que entra toda. Me dan arcadas pero no paras.

  • Mírame.

Y me sigues follando la boca. Hasta que te corres abundantemente. Pero casi no puedo respirar y caen unas gotas al suelo. Te apartas y dices:

  • Todo, nena.

Agacho mis ojos y miro al suelo. Unas gotitas ¡Mierda!

  • Desátame y las limpio.

  • No, nena -sonríes.

Quieres que lo haga con la lengua pero yo dudo.

  • Nena no me hagas repetirlo.

Saco la lengua y recojo las gotitas. Trago y me desatas. Me quitas los zapatos, las medias y el sujetador. Y te vas a la cocina y traes dos hielos para mis pezones. Te sientas y me ordenas poner mi cabeza apoyada en tus rodillas. Pasas el hielo por mis pezones, y yo suelto un gemido de dolor. Aún están muy sensibles. Terminas y bajas los hielos por mi tripa, mi ombligo, mi pubis… Sigues bajando hasta llegar a mi coño con los dos hielos. Los introduces, yo tiemblo. Empiezas a hacer círculos con la lengua por toda mi rajita. Subes hasta mi clítoris. Succionas, lo atrapas entre tus labios y haces que se frote con la lengua. Me estremezco, quiero escapar de ese placer y a la vez lo quiero tanto... Chupas el agua de los hielos derretidos hasta que no sale más y te alejas, dejándome al borde del placer.

  • Zorrita, zorrita, zorrita no seas impaciente.

Vas subiendo con la lengua y llegas a mis pechos, los chupas con delicadeza. Yo gimo de placer esta vez, subes por mi cuello, me besas, y llegas a mi boca y besas mis labios. Te tumbas encima de mí, y de nuevo tu polla está dura otra vez. Me das la vuelta curvando mi espalda quedando a cuatro patas. Abres mis piernas y metes dos dedos en mí. Los sacas y me dices:

  • Lame, despacio nena. Disfrútalo.

Acto seguido entierras toda tu polla en mí y me das un azote.

  • Cabalga preciosa. Quiero que te muevas nena, quiero ver como se mueven tus tetas putita mía.

  • ¡¡Aaaaah -gimo-  no puedoooooo más!!

  • Pued… -jadeas- puedes correrte nena.

Y yo me corro, arqueo mi espalda. Me muerdo el labio para no chillar y de repente tu mano acaricia mi clítoris.

  • ¡¡NO!!- digo girando mi cabeza hacia ti.

  • ¡Oh claro que sí! Disfruta, te lo has ganado.

Me retuerzo. Me recorre un hormigueo desde mi clítoris hasta mi cabeza que me hace estremecer.  Chillo, como nunca en mi vida he chillado. Y de pronto… me derrumbo, jadeó y sigo con espasmos. Tú no paras aún. Sigues agarrando mis muslos y frotando hasta que los espasmos desaparecen. Pero no te has corrido y empiezo a temer lo peor.

  • Sube más el culo.

Y lo peor ha llegado. Lo levanto todo lo que puedo y me abres con los pulgares de cada mano. Apoyas la punta y aprietas. Entra el glande de golpe. Agarras mis pechos y pellizcas los pezones. No los sueltas y tiras de ellos de nuevo.

  • ¡Aaarg! Duele.

-Tssh tranquila… - acaricias mi cabeza- ya sabes que lo peor ha pasado.

Otro empujón y entra entera. Y vuelves a sacarlo y das otra embestida. Y otra más. Y otra más fuerte que la anterior. Así hasta que agarras mis pezones y tiras de ellos a la vez que te corres dentro de mí. Yo chillo, arqueo mi espalda y me muerdo los labios para soportar el dolor.

-¡Joder! –gritas y te vacías completamente dentro de mí.

Respiras hasta reponerte y sales de mi interior. Te tumbas en el suelo y me acercas a ti, tus manos me rodean y pego mi espalda a tu pecho. Besas mi hombro y me acaricias la mejilla. Minutos después te levantas y desapareces. Al volver me coges en brazos. Llegamos a tu habitación y me dejas encima de una toalla que has puesto en la cama.

  • Gírate.

Te obedezco y me quitas la cera de mi espalda. Y pasas una esponja con agua fría por la superficie rojiza de mi espalda. Me estremezco y te miro.

  • Tsss tranquila –dices al acabar, acariciando mi pelo.- Gírate.

Me giro y quitas la cera de mis pechos y de mi coñito. Y vuelves a pasar la esponja de agua fría. Pero también la pasas por mis brazos y piernas. Me secas con otra toalla y te levantas. Te llevas el recipiente con la esponja, la toalla y tiras de una esquina de la toalla que has colocado debajo de mi cuerpo. Yo reacciono al entender que quieres llevarte también esa toalla y ruedo hasta quitarme de encima de la toalla. Me quedo de espaldas hasta que vuelves. Te tumbas y me acaricias las marcas de la cera sobre mi piel. Me giro y te quito la camisa que aún llevas puesta y me pongo a llorar, sin mirarte.

  • Nunca, nunca más lo volveré a hacer.

Me secas las lágrimas y haces que te mire.

  • Por la cuenta que te trae nena, por la cuenta que te trae.

  • Nunca, nunca…

  • Tsss tranquila nena, ya paso todo. Date la vuelta y duérmete.

  • ¿Me das un beso?

Me besas. Me giro y cierro los ojos mientras acaricias las marcas de mi espalda y susurras en mi oído:

  • Te quiero.