Te Quiero, Sergio

Vida y milagros de un putarrón verbenero y descontrolado que no conoce límites.¡Que puerca!

Me llamo Gina. Tengo 28 años. Soy rubia, con una larga y rizada melena. Mi cara es redondita, con mofletes y una sonrisa entre infantil y pícara. No soy muy alta ni muy baja. Estoy orgullosa de mi cuerpo carnoso, de mis tetas grandes y jugosas, de mi culo redondo y macizo, de mis muslos duros y prominentes. A menudo muchas chicas me critican a mis espaldas, se que andan cuchicheando y diciendo que soy basta, poco fina y gorda. Me da igual lo que digan. Se que lo hacen por envídia. Las mujeres como yo gustamos más a los hombres, se pongan como se pongan los modistos de alta costura.

Nací en el seno de una familia pudiente, rodeada de lujos. Eso hizo mi infancia mas facil, pero también mas aburrida. Cuando llegué a la adolescencia, me convertí en la pesadilla de mis padres. Estaba loca por probar cosas nuevas, y no paraba de meterme en toda clase de follones. Bebía, me drogaba con coca, follaba con cualquier chico del instituto, y también con chicas, y hasta con algún profesor. Una vez a los 16 años fui a un bar de moteros y acabé completamente borracha, y fornicando como una posesa con todos los parroquianos.  Alguien avisó a mis padres, que vinieron a recogerme. Creí que mi pobre madre se iba a morir del disgusto…

A veces me sentía culpable por ser así, pero no podía controlarme, me gustaba tanto la fiesta, el desenfreno, las pollas… sobretodo las pollas, suaves y tiernecitas… mmm…

Entonces, al llegar a los 20 años, conocí a Sergio, y mi vida cambió. Sergio era diferente de los demás chicos. Era muy guapo y muy amable. Follé un par de veces con el, pero el no lo hacía de forma dura como los otros, sino suave, lenta, con muchas caricias y besos… nadie me lo hacía así, y descubrí que me gustaba. El me decía que debía dejar la vida que llevaba, que me estaba destrozando a mi misma, y los demás lo único que hacían era utilizarme.  Cuando me hablaba así, me enternecía mucho. Era la primera vez que alguien parecía preocuparse por mi. Caí rendidamente enamorada de el, y decidí que se habían acabado mis días de pendoneo, y que era hora de sentar la cabeza y casarme con el hombre que me amaba de verdad.

¡Que estúpida que fui…! Si, si, al principio todo muy bonito… pero luego, con el tiempo, se fue instalando la rutina, la monotonía…  Me di cuenta demasiado tarde de que me había hecho una fantasía sobre Sergio que no se correspondía con la realidad. Me lo imaginaba como un “príncipe azul”, pero con los años vi que no era mas que un tipo soso, fatuo y aburrido.  Sus muestras de cariño, al principio tan dulces, acabaron volviendose repetitivas, desganadas y tediosas.  No tuvimos hijos y nunca hacíamos nada productivo. Nuestra vida era un continuo ir y venir de fiestas de alta sociedad, tertulias de salón, bodas y toda clase de eventos formales aburridísimos, sosísimos, solo para que Sergio pudiese codearse con el “hijo-de-tal” o negociar con los gerentes de la “empresa-no-se-que”.  A mi cada vez me hacía menos caso, salvo para recordarme que debía sonreir siempre y ser educada, y reir las gracias de todos aquellos idiotas ricos con los que socializábamos. El sexo era casi inexistente, y cuando lo había era pasable en el mejor de los casos. Sergio se negaba a experimentar cosas nuevas que yo le proponía, y no le gustaba ninguna postura que no fuese la tradicional. Empezé a pensar que quizá se casó conmigo solo por el dinero, que todo aquel amor del principio no era mas que puro cuento para seducirme y cazar la fortuna de mi padre. Pensar eso me ponía furiosa. Me sentía encarcelada, y añoraba cada vez mas mis años salvajes de juventud.

Una noche, en una de esas cenas, mientras Sergio a mi lado le hacía la pelota a algun influyente pez gordo, yo estaba deprimida como de costumbre, bebiendo para olvidar. Me fijé en el hombre que tenía frente a mi en la mesa. Era un tipo treintañero, con entradas y un poco obeso, pero algo en el me producía una sensación morbosa. Quizá por ir algo bebida me deshinibí un poco mas, pero el caso es que se me opcurrió quitarme el zapato y extender mi pierna por debajo de la mesa, hasta tocarle su paquete con mi pié. Lo hice justo en el momento en el que el estaba bebiendo de su copa. Se sobresaltó, y yo, giñándole un ojo le dije:

-¿Qué te pasa? ¿Se te ha ido el líquido por mal sitio…?- Y le sonrei pícaramente. El contestó que si, y noté que se ponía rojo como un tomate. Eso me excitó de un modo que creia ya olvidado.

El resto de la velada seguí provocandolo, jugando con mi pié en su entrepierna, echandole miradas lascivas, comiendo lentamente de mi plato, insinuandole una felación… el tonto de mi marido no se daba cuenta de nada, y el hombre estaba cada vez mas azorado… cuando acabó la cena y nos despedimos todos, al darle la mano, le pasé discretamente un papelito con mi número de móvil…

A los pocos días, Francisco, que así se llamaba aquel hombre, me invitó a comer en su casa de campo. Acepté, y desde luego que comí… comí como hacía tiempo que no lo hacía… la polla de Francisco no era muy larga, pero si bien gorda y dura, tenía un olor fuerte, y sabía bien jugosa al paladar… ¡Oh, que ganas tenía de volver a probar una buena polla! Nos pasamos toda la tarde jodiendo y poniéndonos ciegos de cocaina. Hicimos cosas que casi se me habían olvidado que existían. Me puse sobre la cama a cuatro patas, con mi culo bien salido, y el me azotó con la correa de su cinturón. ¡Oh, si, que gusto! No podía parar de mover mi culo en círculos mientras le pedía que siguiera ¡¡Mas, dame mas fuerte, oh si, mas fuerte, destrózame!! Seguidamente, me clavó su polla en todo el agujero del culo, lo que me provocó dolor  y al mismo tiempo me excitó todavía más

-¡¡Si cabronazo, rómpeme el culo, ohhh, que rico, como me gusta que me folles, así cariño, empuja, empuja mas fuerte mi amor…!!

-¡¡Que guarra eres!!- Gruñia Francisco, y luego sacó su pene encabritado para correrse sobre mis nalgas. Recogí parte dee su semilla con los dedos para llevarmela a la boca. Mmmmmm… delicioso.

Los días siguientes, inicié una doble vida con Francisco. Los dos nos veiamos en secreto y nos íbamos de juerga a los tugurios de la parte baja de la ciudad, donde nadie nos conocía. Conocíamos a toda clase de macarras y zorras, con los que solíamos hacer tríos e intercambios. Fue fácil ocultarselo todo a Sergio; entre sus defectos, estaba el no ser muy listo. Bastaba con decirle que me iba con amigas o cualquier otra excusa banal, y el lo aceptaba sin muchas preguntas, el muy imbécil. Mi desprecio hacia el aumentaba cada día mas.

Mientras, Francisco y yo nos atrevíamos a ir cada vez mas lejos. Nos habíamos aficionado a la práctica del

Dogging.

Llevábamos nuestro coche a las afueras y nos poníamos a follar con las luces internas abiertas, para que todos los mirones nos pudiesen ver bien y hacerse buenas pajas. Una noche, tras el polvo, vi entre los arbustos a un señor mayor, tendría unos 65 años o mas. La expresión de su cara, con los ojos casi fuera de sus órbitas, me hizo reir. Salí del coche y me dirigí a donde estaba. El hombre se asustó, pero yo le tiré de su chaqueta y le hice salir de los arbustos. Me agaché frente a el, le desabroché la cremallera, le saqué la polla y me puse a mamarsela viciosamente. Al principio el pene del anciano estaba desinflado, pero poco a poco noté como iba creciendo dentro de mi boca. Me subí la minifalda y con los deditos de la mano izquierda, me puse a masturbarme mientras se la chupaba al abuelito, que estaba a punto de desvanecerse de placer. Al poco rato, un grupo de desconocidos se nos acercaron y nos rodearon mientras se pajeaban. Yo, alternativamente, se la iba chupando a varios de ellos. Uno de ellos se colocó tras de mi y se puso a follarme en la postura del perrito. ¡Oh, que feliz me sentía! Miré un momento hacia el coche, y vi que Francisco se masturbaba disfrutando del espectáculo. Me puse como loca y le grité al que me estaba follando que me la metiese por el culo. Mientras me daban por culo, yo, mas golosa que nunca, me metí en toda la boca los cojones podridos del puto viejo, al tiempo que los otros que nos rodeaban me sobaban las tetas, me lamían y me babeaban por todas partes.

-¡¡Oh, si, hijos de puta, os voy a dejar a todos las pollas secas, quiero vuestra puta lefa en mi boca!!

Recibí la generosa corrida del abuelo. Mmmm… que rico, ese sabor concentrado de años… luego, se fueron corriendo todos sobre mi…  me sentía la mujer mas puta de la tierra, y me encantaba…

Me di cuenta de que era este estilo de vida el que me llenaba de verdad. Jamás debí casarme, jamás debí enamorarme. El amor es para los cuentos infantiles. Mi destino en este mundo no es amar, sino joder y que me jodan, ser la fulana mas sucia y perra que pueda aguantar este maldito mundo. Decidí que me divorciaría del capullo de Sergio. Sabía que sería un escándalo tremendo entre toda la sociedad, pero me daba igual, a esas alturas ya me importaba todo una mierda. Es mas, decidí que mi ruptura con Sergio iba a ser sonada, épica. Estos ricos son tan fáciles de escandalizar… no se cuando concebí esta idea loca, en algún viaje de alguna droga dura, quizá… pero me decidí a llevar a cabo mi malvado plan. Iba a humillar a Sergio frente a toda la sociedad, todo el mundo sabría la clase de zorra asquerosa que es su mujer. Me iba a vengar de el por los años que me robó. Mientras maquinaba los detalles de mi plan, iba sintiendo una perversa satisfacción que me recorría todo el cuerpo. Mi parte mas racional me decía que lo dejara, que era una completa locura. Pero me sentía casi guiada por una fuerza instintiva, oscura y primitiva. Una vez mas estaba fuera de control… pero dejarse llevar es una sensación tan deliciosa… si… me voy a divertir…

Convencí a mi padre y a Sergio de que se iba a celebrar una fiesta muy especial en la mansión de campo de Francisco, a la que asistiría gente importante. Contaba con la complicidad de Francisco para montar aquel teatro… Francisco tampoco era lo que se dice un lumbreras, y estaba totalmente a mi merced, haciendo siempre lo que yo le decía. Subimos a la limusina a media tarde yo, Sergio, mis padres y alguna pareja amiga mas,  y nos dirigimos a la mansión. Llegamos y bajamos, entramos y nos dirigimos por el vestíbulo hacia el gran salón, que tenía la puerta doble cerrada, y dos mayordomos de etiqueta a cada lado.  De detrás de las puertas salía un ruido como de tumulto. Mi padre se extrañó.

-¿Qué es ese ruido…?

-Ya lo vereis…- dije sonriendo malignamente.

A una señal mía, los dos criados abrieron las puertas, dejando ver el espectáculo que ocultaban.

La amplia estancia había sido despojada de muebles, y estaba ocupada por una multitud de gente desnuda enzarzada en una salvaje orgía. Francisco y yo conseguimos a todos estos “invitados” a través de los contactos que hicimos en nuestras correrías. Los habíamos traido al mediodía, y les habíamos dado barra libre de bebida y drogas, y licencia para llevar a cabo cualquier práctica que deseasen, de echo, cuanto mas extrema mejor. Eché un vistazo a mi alrededor; vi lluvias doradas, látigos y esposas, dobles penetraciones, lesbianas frotándose unas contra otras, tríos bisexuales, cera líquida derramada sobre los cuerpos, quemaduras con hierros candentes… en un rincón había un asno al que varias chicas acariciaban y mimaban, succionaban la punta de su inmenso miembro y le besaban en el morro, tragándose sus babas… no lejos de allí, una morena de espléndido cuerpo mantenía las piernas bien separadas ofreciendo su dulce coño a un ejemplar negro de podenco, que lamía con su lengua frenética llevando a la chica a la locura y el éxtasis… había hombres y mujeres de todas clases, jóvenes, viejos, guapos, feos, gordos, deformes, incluso un par de enanos…

-Pero… pero ¿Qué diablos es todo esto?- Protestaba mi padre- ¡Gina! ¡Exigo una explicación! ¿Se puede saber que demonios pasa aquí?

-Una fiesta sorpresa, papaito…-Dije, echándome a reir después.

Sergio era incapaz de articular palabra, estaba en pleno shock.

-¡Que bochorno! ¡Vámonos!-Dijeron la otra pareja que nos acompañaba, mientras se apresuraban a salir por la puerta.

-Oh, vamos… no seais así… ¿Por qué no os animais y os uniis a la diversión…?-Decía yo provocativa.

Mi madre sufrió un colapso nervioso. Mi padre la sujetó para que no se callese, y se dirigió otra vez a mi.

-¡Te has vuelto loca! ¡¡Completamente LOCA!!

Tiene razón, creo que me he vuelto loca. Ver a mi madre desmayarse no me da ninguna pena, incluso me da risa. Me siento totalmente libre de ataduras, y sin ningún límite. Soy capaz de cualquier cosa.

Sergio seguía plantado con cara de idiota, intentando hablar pero no le salian las palabras. Mi padre se disponía a salir llevando a mamá a cuestas -¡Salgamos de esta casa de locos, Sergio!-le grita.  ¡Ah, no! Sergio no se va a ir, ni hablar, he preparado lo mejor para el.

Tras un silbido mío, entraron al salón los galanes musculosos a los que había contratado. Eran cuatro.  Dos de ellos agarraron a Sergio y lo inmovilizaron. El intentó zafarse, pero ellos eran demasiado fuertes. Mi padre intentaba enfrentarse a ellos, pero uno de los maromos se puso a propinarle una paliza brutal.  Mientras, otro trajo un sillón y un rollo de cinta aislante, y puso el sillón en el centro de la estancia.. Obligaron a Sergio a sentarse, y empezaron a adherirlo con la cinta al sillón. Por fin, Sergio logró hablar.

-¡Gina! ¡Basta, por Dios! ¡Diles que paren! ¿Pero que te pasa? ¡Basta, soltadme, cabrones!

Había llegado el momento. Comencé a desnudarme sensualmente, como haciendo un striptease. Sergio se quedó otra vez sin habla, con la boca abierta. Una vez desnuda, me coloqué de rodillas, y dos de los musculosos se me aproximaron sacando sus pollas enormes y erectas. En medio de ellos dos, me metí sus vergas en la boca y las mamé ritmicamente, primero una, luego la otra, luego otra vez esta, e incluso había momentos en que me metía ambas vergas a la vez, deseando engullirlas de un trago. Oí un llanto, el de Sergio. Le miré. Estaba llorando desconsolado, mientras murmuraba:

-¿Por queeee…? ¿Por qué haces esto…? Eres… eres una puta… eso es lo que eres… una puta, si… una puta…

Esas palabras aun me enardecieron mas. ¿Quieres ver lo puta que puedo llegar a ser? ¡Ahora verás! Me puse a succionar los rabos de los cabrones aquellos con todas mis fuerzas, tanto que ellos no podían resistirlo y aullaban de goce. Les pasaba mi lengua a toda velocidad por sus glandes, y me comía sus deliciosos cojones, haciendo ventosa con mi boca insaciable.  Ordené a uno de mis machos que se tumbará al suelo. Me monté sobre el, y otro se puso encima de mí, formando un sandwich. Sentí mi coño y mi culo inundados de carne, y otro de los hombres me acercó su polla para llenar mi único agujero libre, mi boca. Los tres hacían movimientos duros y embestidas fuertes, haciendome sentir a punto de reventar. Me puse a gritar frenética.

-¡¡¡Joder, destrozadme viva, reventadme el puto coño y el culo, folladme hasta matarme mamones calientes, hasta el puto fin del mundo!!! ¡¡¡Siiiiii…!!!

Me corrí dos veces seguidas como una perra en celo. Luego, se me corrió el hombre que estaba en mi boca. Hice que los otros dos sacaran sus pollas y me las pusieran encima, para que se me corrieran sobre las tetas.

Sergio seguía llorando como un niño, atado al sillón. Sus lamentos me hicieron reir. Me levanté, me acerque a el y me senté sobre sus piernas. Lloraba y repetía sin cesar:

-Eres una puta… si… eres una puta, eso es lo que eres… puta… puta…

Le tomé la cara con ambas manos, y le di un besito poniendo carita de inocente.

-Mmmmm… Sergio… ¡Cariño…!

Y riéndome a mandíbula batiente, le abrazé y me balanceé con el como si estuviésemos sobre una mecedora, mientras el repetía una y otra vez con su voz rota por las lágrimas “puta… puta… puta…”

Mientras, a nuestro alrededor seguía la orgía enloquecida. Me llegaban los gritos de una de las chicas que estaban con el burro, había conseguido excitarlo y ahora este se la estaba follando encabritado como si fuera una hembra de su especie, rebuznando ferozmente.

Me levanté y sacudí la cara de Sergio con un golpecito de mi cadera, y me puse frente a el a bailar lascivamente, moviendo el vientre y las caderas, haciendo gestos obscenos, sacando la lengua y moviéndola a todo velocidad, poniendo cara de guarra, haciendo morritos y muecas de golfa. Busqué a mi padre con la mirada. ¿Dónde estaba…? Oh, que mas da. La orgía estaba en su punto mas álgido. Era una auténtica bacanal desenfrenada, parecía que en cualquier momento se manifestaría el dios de la lujuria ahí en medio. Se había perdido todo control; las mesas se caian, los cristales de las ventanas se rompían, había gritos enardecidos, juramentos, risas estentóreas, aullidos de dolor y placer, el suelo estaba cubierto de semen, orina y excrementos… oh, si… aquello era al mismo tiempo el infierno y el paraiso… y yo seguía bailando… bailando para Sergio… cada vez mas rápido, con mas energía, moviendo el culo en un frenesí desatado… miraba a Sergio a los ojos, y le decía que si con la cabeza… “Si, Sergio, soy una puta… soy la reina de las putas…” me entró como un ataque de risa histérica, y movía la lengua mientras me reia… recordé entonces que el plan no había terminado… aun quedaba mas…

Dos de los maromos musculados se acercaron a mi con lo acordado para esa parte de la función. Uno, con una pluma de avestruz, que usó para acariciar mi pezón derecho, provocándome un placer muy sensual… mmmm… si… el otro, con una cesta de botellas de vino, que debía ir vaciando consecutivamente sobre mi pezón izquierdo… Oooohhhh, si… es maravilloso… me volvió a entrar la risa histérica, y volví a mover la lengua enloquecidamente. Mi cuerpo entero temblaba de puro goce.  Entonces, repentinamente, sentí  que alguien me atacaba por detrás… era una de las muchas chicas de la orgía, que se animó a hacerme un beso negro… ¡Oh, dios…! Continuaba moviéndome mientras recibía todas esas sensaciones…  y para acabar de redondear, se me acercó uno de los enanos, que llegaba a la altura de mi entrepierna, y se puso a lamer mi coño… ¡¡Oh, si…!! Me balanceaba en medio de todas esas lenguas, de toda esa estimulación, y me sentía morir de gusto… mi cabeza empezó a recordar cosas de mi pasado… mis primeras experiencias, como niña putita… cuando me tiré a aquel profesor… cuando me follaron los moteros en aquel bar… la cara que puso mi madre al verme… ¡¡mmmmmmmmmhhh…!! Tenía la mente llena de imágenes sucias, felaciones, cunnilingus, dobles penetraciones, flagelaciones, guantazos en la cara, alfileres en las tetas, sexo con caballos… me siento transportada a una nube de lujuria mas allá de este mundo… ¡¡Oohh, si!! ¡¡Quiero que esto no acabe nunca!! Maaaaaaaass… quiero maaaaaaaaaas… mas placer… quiero mas placer… Maaaaaaaaaaaaas… ¡¡¡Quiero mas placer!!! ¡¡¡MAS PLACER!!! ¡¡¡OH, SI!!! ¡¡¡MAS!!! ¡¡¡MAS DEPRISA!!! ¡¡¡VAMOS!!! ¡¡¡MAS DEPRISA!!! ¡¡¡TODOS A LA VEZ!!! ¡¡¡TODOS A LA VEZ!!! ¡¡¡MAS DEPRISA!!! ¡¡¡DADME MAS PLACER!!! ¡¡¡SIIIIIIIIII…!!!

¡¡¡OOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOHHHHHHHHH!!!

El brutal orgasmo me deja estupefacta y mareada unos segundos; Entre espasmos, mis piernas no me sostienen y caigo de rodillas…

Sergio ya no llora. Ahora está en plena crisis nerviosa. Grita a pleno pulmón mientras intenta liberarse, me llama puta, guarra asquerosa y otros sinónimos. Forcejeando, se cae al suelo con sillón y todo. Fuera de si, empieza a soltar espumarajos por la boca mientras se golpea la cabeza contra el suelo. Ya no es capaz de decir nada inteligible, solo balbucea y grita.

Me echo a reir. Queda el toque final. Me levanto, y me coloco encima de el, en cuclillas. Acerco el coño a su estúpida cabeza, ya sin razón… y meo… MEO…

¡Cuánto te quiero, Sergio…!