¿Te puedo pedir un favor?

Cómo conseguí hacerlo con mi tía.

¿Te puedo pedir un favor?

Empezaré presentándome, soy un chico de 20 años, nacido en Barcelona. Por motivos de seguridad, cambiaré los nombres de los protagonistas de esta historia.

Digamos que me llamo Carlos, soy alto, moreno y delgado, me gusta el deporte. La otra protagonista de este relato es mi tía Eva: de unos 40 años, la mujer de mi tío; ella es alta, de largo cabello rubio precioso que le cae hasta los hombros; tiene caderas anchas y unos labios muy sensuales. Pero lo que más me gusta de ella son sus tetas, unas grandes tetas (tamaño 100 de sujetador) con unos pezones rosados muy morbosos que me vuelven loco. Siempre han dicho que me parezco mucho a mi tío cuando él era joven, pero lo que más me gustaba de eso es que mi tía decía que estar conmigo le encantaba porque le hacía sentirse joven otra vez.

Esta historia ocurrió en las últimas vacaciones de Semana Santa cuando estábamos toda mi familia en los Pirineos esquiando. Al tercer día de esquí yo me hice daño en un tobillo y el médico me recomendó un día de reposo sin esquiar. Así que el día siguiente me lo pasé en el bar mientras mi familia iba a esquiar, pero por la tarde empezó a nevar mucho y mi tía Eva decidió volver a su hotel mientras el resto seguía esquiando. Yo ya estaba cansado de estar allí sin hacer nada y me fui con ella a su hotel, ya que estábamos en un hotel diferente y yo no me iba a quedar sólo en el mío, pensando que quizás conseguiría hacer algo con Eva, aunque sabía que eso era casi imposible.

En el hotel nos fuimos a su habitación, que era una doble comunicada puesto que ella dormía en una con su marido y sus hijos en la otra. Una vez en el hotel ella se metió en su habitación y yo me quedé en la de sus hijos viendo la tele. Al cabo de un rato yo me aburría y fui a la habitación de Eva a ver que hacía, cuando entré ella estaba tumbada en su cama viendo la tele con la ropa de esquí aún puesta. Cuando entré me dijo:

Eva: - ¿Qué tal Carlos? ¿Cómo va?

Carlos: - Pues la verdad es que estoy algo aburrido, además me duele lo del pie.

Eva: - Lo entiendo, yo también estoy cansada, me duele la espalda. Creo que voy a pedir que me hagan un masaje en el spa del hotel.

Yo ahí vi mi oportunidad de tocarle su precioso cuerpo puesto que en mi familia era conocida mi habilidad para dar masajes; así que le dije:

Carlos: - Pues Eva si quieres ya te hago el masaje yo, que no me importa.

Eva: - Gracias Carlos eres un cielo, pero prefiero que me lo hagan en el spa que estaré más cómoda.

Yo no iba a dejar pasar esa oportunidad así que insistí:

Carlos: - Pero puedo hacértelo yo primero aquí mientras te dan hora en el spa y después vas a que te lo den allí también.

Vi que Eva tomó en consideración mi oferta mientras me mantenía en vilo, finalmente me respondió:

Eva: - Está bien Carlos házmelo. Pero espera aquí mientras me cambio.

Carlos: - Está bien Eva.

Entonces ella se levantó y se fue al lavabo a cambiarse. Cuando volvió al cabo de unos minutos tenía puestos unos tejanos y una blusa muy sexy en la que se marcaba su sujetador y sus enormes tetazas.

Eva: - Bueno Carlos ya estoy lista, empecemos.- Y se tumbó en la cama boca abajo.

Yo empecé a darle el masaje pero estaba incómodo porque la blusa no me dejaba masajearla bien, así que se lo dije:

Carlos: - Eva no puedo hacerte el masaje bien con la blusa puesta, ¿te importaría quitártela?

Eva: - Está bien Carlos, sabía que esto acabaría pasando.

Entonces se levantó y quitó la blusa desabrochándose los botones dándome la espalda. Cuando acabó se volvió a tumbar boca abajo y me dijo que continuara. Allí ya empecé a disfrutar más puesto que podía tocarla directamente y fui masajeando su espalda poniéndome de rodillas en la cama con sus piernas entre las mías. Entonces ella me dijo:

Eva: - Espera un momento Carlos, voy a desabrocharme el suje y así te será más fácil masajearme la espalda.

Se llevó las manos a la espalda y se lo desabrochó; al quitárselo, se le cayeron los tirantes por los laterales y se le empezaron a ver un poco las tetas aplastadas contra la cama. Yo me atreví a algo más y de vez en cuando bajaba las manos por los laterales de su espalda y le tocaba una parte de los pechos. Estuvimos así unos veinte minutos más hasta que le llamaron por teléfono a la habitación para decirle que el masaje sería al cabo de hora y media. Después me dijo:

Eva: - Muchas gracias por el masaje Carlos, ha sido muy relajante y me ha gustado mucho.- Y me dio un beso en la cara muy cerca de los labios. Después añadió:

Eva: - Si no te importa Carlos, ves a la otra habitación que me tengo que poner el albornoz para ir al masaje.

Yo volví a la habitación contento por haberle tocado las tetazas aunque algo triste por no haber tocado nada más. Me volví a tumbar en la cama a ver la tele hasta casi quedarme dormido cuando se abrió la puerta de la habitación y entró Eva:

Eva: - Bueno Carlos aún queda una hora para mi masaje pero voy a ir tirando para allá a ver si me cogen antes.

Yo me había quedado embobado mirando ese cuerpo que deseaba tanto apretado bajo ese albornoz, hasta que decidí a jugarme el todo por el todo con Eva puesto que esa era una oportunidad inmejorable si quería conseguir algo con ella.

Carlos: - Eva, espera un momento. ¿Te puedo pedir un favor?

Eva: - Claro que sí Carlos, pídeme lo que quieras.

Carlos: - Está bien pero no te enfades conmigo por lo que te voy a decir ¿vale?

Eva: - No creo que nada de lo que me pidas me haga enfadar pero vale, te lo prometo.

Carlos: - Verás Eva es que yo nunca… - dudé en seguir hablando porque no me atrevía a pedírselo pero sentía demasiada atracción por ella así que le dije- … es que yo nunca he visto a, a una mujer desnuda y me preguntaba… -tragué saliva- … me preguntaba si tú me podrías ayudar.

Eva: - Vaya Carlos, no sé, esto es muy raro, no entiendo como podría ayudarte yo, ¡soy tu tía!

Carlos: - Ya lo sé Eva pero es que tenerte aquí así tan cerca con ese corto albornoz me ha dejado bastante caliente.

Eva: - Mmmm, Está bien Carlos, lo haré pero con dos condiciones: la primera es que esto quedará entre nosotros, será nuestro secreto, ¿vale?

Carlos: - De acuerdo Eva. ¿Y la segunda?

Eva: - La segunda es que no me podrás tocar nada, sólo mirar. Si intentas hacer algo, lo dejamos. Siéntate en la cama y mira.

Yo hice lo que me dijo y me senté en la cama enfrente de ella. No me lo podía creer: ¡iba a ver desnuda a mi tía Eva, la musa de todas mis fantasías sexuales desde pequeño! ¡E iba a ser un espectáculo sólo para mí!

(CONTINUARÁ)