Te pudo pasar a ti, pero me pasó a mí (4)

Tras un incómodo y largo viaje en el maletero del lujoso vehículo, nuestro prota descubirá el que será su nuevo y cálido hogar.

Capítulo 4 - Hogar

Las vibraciones iniciales que se produjeron al empezar la marcha pronto dieron paso a suavidad y relativo silencio. Aquel coche en era más caro que probablemente cuatro furgonetas como las que me habían llevado aquel extraño edificio, y desde luego se notaba, lástima que el estar atado de pies y manos y estar metido en el maletero estropeasen el viaje. Viaje, que por otro lado prefería no hacer, ni en el maletero ni el mejor de los asientos posibles, ya que me sentía como un vulgar esclavo que había sido vendido en subasta al mejor postor.

No sé cuantas horas pasé metido en aquel pequeño espacio, casi a oscuras, salvo por una diminuta rendija cerca de los asientos por la que se colaba un minúsculo rayo de luz, cuya intensidad, que fue disminuyendo conforme pasaban las horas, me fue indicando que el día se terminaba. Estaba dolorido por las correas, por el dildo del culo, la boca me dolía de mantenerla presionando la mordaza, y los huevos comenzaban a molestarme por el artilugio que me habían colocado en la polla. El constante rugir del estómago me recordó que desde la cena que sirvió mi amigo Antonio, no había probado bocado.

Un golpe seco me despertó, me había quedado dormido, aunque no sabía por cuánto tiempo, miré el agujero que dejaba pasar luz, y vi más que la última vez, no tenía muy claro si había amanecido de nuevo o era luz artificial lo que se colaba. Traté de oír algo, pero no se oía nada de nada, me percaté que estábamos parados.

De pronto la puerta del maletero se abrió, la luz aunque no muy potente, me cegó por completo, llevaba muchísimas horas a oscuras y no veía absolutamente nada.

-¿Qué tal el viaje? –dijo la voz que del chico que me había comprado.

Aun amordazado era incapaz de articular palabra, con los ojos entornados conseguí poco a poco ir viendo lo que había más allá del maletero, había un chico frente a mí observándome, era joven como había parecido en la subasta, tendría sobre los 28 o quizás 29 años, era castaño, tenía el pelo ni muy corto ni muy largo, algo alborotado, y hasta donde pude ver llevaba una camisa de manga larga blanca con los botones de arriba desabrochados. Le miré a los ojos, los tenía verdes, tenía un rostro bastante juvenil y atractivo.

-MMMMMMMMM- me moví un poco y traté de decir algo que quería que sonase como "sácame de aquí".

El chico me desató la mordaza y me la quitó dejándola en una estantería próxima, pude ver que aquel sitio tenía techo, y parecía pequeño.

-Sácame de aquí por favor – le dije aprovechando que podía hablar.

-Te voy a desatar los pies, si intentas cualquier te pegaré un calambrazo con esto – dijo blandiendo el taser que mi captor le había dado.

Sacó un pequeño llavero y con gran acierto, pese a la gran cantidad de pequeñas llaves que portaba, me abrió el candado que mantenía juntos mis pies a la primera. Me agarró de los tobillos y tiró de ellos a fuera del coche, tenía bastante fuerza. Me quedaron los pies colgando por fuera apoyados en el paragolpes del vehículo. Acercó una mano a mi cuello y en cuanto encontró la anilla tiro de ella con fuerza hacia él haciéndome que saliese del maletero. En cuanto mis pies tocaron el suelo comencé a echar de menos mis zapatillas, a pesar de quedarme los calcetines, el suelo estaba frío. Mire alrededor, pude ver que estaba en un pequeño garaje, la puerta de salida estaba cerrada y al lado del vehículo del que había salido había otro más pequeño, tapado con una gran funda, por la silueta parecía un deportivo.

-Ahora vas a caminar – dijo poniéndose detrás de mí con el taser incrustado en mi espalda.

-No me hagas daño por favor.

Había estado pensando de qué forma podría huir y escapar de aquella pesadilla, pero pese a que había previsto que me desataría los pies, no esperaba salir a un sitio cerrado con el maldito cacharro de los calambres pegado a mi espalda todo el tiempo.

-¡Camina! – insistió aprendo más el taser.

Sin más elección comencé a caminar, me iba guiando con una mano puesta sobre mi hombro, me hizo rodear el coche hasta llegar frente a una estantería repleta de herramientas y pequeños trastos, me mandó parar frente a ella y tocó algo en un lateral, se oyó el ruido de un resorte y la estantería se separó de la pared por un lateral. El mueble estaba tapando una estrecha puerta metálica cerrada con llave. El chico la abrió de par en par. Al otro lado estaba todo oscuro, encima, la poca luz que daba una bombilla que colgaba del techo del garaje era tapada por la estantería que proyectaba sombra.

-¡Pasa! – me dijo.

Caminé hacia la negrura siguiendo las indicaciones, el suelo no estaba tan frió, iba a caminar un paso más hasta que me sentí un tirón del cuello que me hizo quedarme parado.

-¡Quieto!, no querrás abrirte la cabeza – dijo encendiendo una luz.

Unas empinadas escaleras que bajaban se hicieron visibles, si hubiese dado un paso más seguramente me habría roto el cuello. El chico se puso junto a mí, colocó la estantería en su sitio y cerró la puerta con llave.

-Vete bajando, despacio, yo te sigo.

-¿Qué es esto?, ¿suéltame por favor?

-¡Baja joder! – dijo apretándome tanto el taser q me arquee del daño que me infligía.

Empecé a bajar peldaños, poco a poco el oculto sótano fue abriéndose a mi visión. Cada paso que daba me enseñaba un trocito más, lo primero que vi fueron unas patas de algo, que al siguiente escalón tomaron forma, era un potro, casi idéntico al que me había encontrado hacía pocas horas. Lo siguiente que vi fue una pequeña celda incrustada en la pared, solamente tenía una puerta, no era muy grande, a continuación, haciendo esquina, una gruesa cadena que colgaba del techo sujetada a una polea con un gancho en el extremo. En ese punto me quedé completamente paralizado, no quería seguir descubriendo aquel lugar.

-¿Qué es todo esto? – le dije asustadísimo.

-Calla y continúa - dijo dándome un empujón

Seguí bajando y apareció una jaula, muy pequeña, no levantaría más de un metro del suelo, a menos de un par de metros apareció algo grande, una gran cama, con arneses en los extremos y cadenas sobre ella. Para entonces ya había llegado abajo, y doblando la esquina que faltaba había una inmensa "X" y a continuación, una estantería repleta de artilugios en los que ni me fijé, con lo que había visto tenía suficiente. Debajo de la escalera había una puerta cerrada con llave.

-Este será tu nuevo hogar – dijo de pronto

-¿Hogar?, ¿cómo que hogar?, suéltame joder.

Me revolví tratando de empujarle con la idea de huir escaleras arriba, y aunque conseguí zafarme de él en un principio, no le costó alcanzarme.

-AAAAAAAAAAAAAAAAAAhhhhh-grité y caí al suelo medio aturdido.

Una descarga eléctrica brutal me recorrió el cuerpo y me dejó completamente paralizado sobre el frio suelo de aquella mazmorra. Me arrastró por el collar y me metió en la celda, donde había un trozo de pan duro y un bebedero de perro lleno de agua.

-Ahí tienes tu comida de hoy, si te hubieras portado bien te habría desatado las manos – dijo cerrando la puerta de la celda.

-No… no… no me dejes aquí – dije con un hilo de voz aún aturdido.

-Me voy un rato, te dejo que comas, luego bajaré a explicarte las normas.

Se dio la vuelta y enfiló las escaleras. Llevaba en aquel momento además de la camisa, unos caros vaqueros y unas zapatillas blancas. Cuando le perdí de vista oí el ruido de la puerta de arriba cerrándose y me quedé a solas con mi trozo de pan.

Tardé un rato en reaccionar tras la fuerte descarga eléctrica, el corazón me latía a toda prisa y los músculos parecían no estaban dispuestos a cooperar demasiado. Me acerqué como pude al pan, estaba hambriento, sería algo menos de media barra convencional, no podía cogerla ya que mis manos estaban atadas a la espalda. Conseguí trizar con mis rodillas el chusco y poco a poco me lo fui comiendo ablandándolo a lametones y con pequeños mordiscos. Cuando terminé sorbí algo de agua del bebedero para perros y me quedé sentado mirando a la habitación.

Intentaba recapacitar sobre todo lo que había ocurrido hasta llegar allí y me seguía pareciendo todo un mal sueño. Miré aquel lugar, desde mi posición podía ver con total claridad, pues estaba enfrente de mí un aspa gigante con arneses en las esquinas, la cama, esa jaula, una estantería en el lateral junto a la puerta cerrada que no tenía ni idea de lo que contenía.

Pasó un buen rato, aunque no sabría decir exactamente cuánto, sin reloj, y sin siquiera una ventana en la que fijarme, el tiempo en aquel lugar podría decirse que se había detenido, hasta que un ruido que no identifiqué me hizo mirar a la escalera, debía ser sin duda alguna la puerta de acceso a aquella mazmorra. Lo primero que vi fueron unos pies con unos calcetines blancos, cortos, después unas piernas con unos pantalones cortos y el resto de mi anfitrión, con una camiseta. Estaba claro que se había puesto cómodo.

-Tío, sácame de este sitio, por favor, déjame ir – le rogué mirándole a los ojos.

-¿Tienes ciento cincuenta mil euros? - me dijo mirándome desde fuera de la jaula con las manos en los bolsillos.

-No – le dije un poco desconcertado.

-Pues entonces te quedas, eso es lo que me has costado y no estoy dispuesto a perderlo.

-Pero

-Nada de peros, más te vale mentalízate, tu vida como la conocías ha terminado, harás lo que yo te diga cuando yo te diga, aquí no tienes nombre, ni pasado, no tienes nada, serás mi perro y como tal te trataré, tu deberás dirigirte a mí como amo, ya que desde ahora, soy tu amo, ¿está claro?.

-No soy ningún perro puto cabrón, suéltame – le dije lleno de rabia.

Se sacó del bolsillo el taser y con gran rapidez, metió la mano sujetándolo entre los barrotes y me lanzó un fuerte calambrazo, que me dejó una vez másaturdido y medio paralizado.

-Aaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaah

-Veo que tengo trabajo contigo, habrá que domesticarte, pero tranquilo, cuando haya acabado serás dócil, no es la primera vez que hago esto.

Esas palabras me asustaron aún más, aquel niñato pijo y cabrón podía hacerme lo que le diera la real gana y no podría evitarlo. Abrió la celda y me agarró del collar, sin apenas fuerza para intentar si quiera resistirme me arrastró hasta el potro que había a pocos metros, me subió encima, me ató los pies a las patas, y a continuación me quitó el candado que me unía las manos.

-Será mejor que no te resistas – dijo mientras me fijaba la muñeca izquierda a la pata del potro.

-No, tío… por favor.

Sin mediar palabra me soltó un fuerte tortazo.

-Aaaaaaah.

-No soy tu tío, perro, soy tu amo, apréndelo – dijo cortante-

Terminó de atarme la otra mano al potro y se fue hacia la estantería. Pude ver de reojo, cómo cogía algo de la estantería, era un consolador, color carne, de unos 14 centímetros aproximadamente. Se puso delante de mí con él en la mano y me lo enseño.

-Me temo que no tengo lubricante – me dijo con una falsa cara de pena – tendrás que chuparlo bien, si no quieres que te duela.

-No, no aparta eso de mí -le dije sin abrir demasiado la boca.

-Ábrela boca o te suelto una descarga, tu elijes.

No quería más descargas aún no me había recuperado de la última, así que abrí la boca. Me metió el consolador y lo giró dejando que se empipase con mi saliva.

-Será mejor que lo chupes

Le miré, y con la otra mano estaba sosteniendo el taser. Le di unos lametazos, lo saboreé, no sabía a nada, salvo quizás a plástico, lo chupé con algo de asco y me lo sacó. Se puso detrás de mí y me sacó el dildo metálico que me metieron en el otro potro. Me había acostumbrado por completo a él.

-Ellos dicen que venís todos dilatados, pero a mí me parece poco – dijo cuanto terminó de sacármelo.

-No por favor, tío, no me metas eso

De pronto me metió la punta de golpe, un dolor horroroso me recorrió el cuerpo.

-AAAAAAAAAAAAaaaaaaah

-Te he dicho que te refieres a mí como amo, si te hubieras acordado de ese pequeño detalle habría tenido más delicadeza, ¿te ha quedado claro? – dijo retorciéndolo un poco.

-AAAAAAAAaah, si, sí,

-Sí, sí, qué… -dijo apretando un poco-

-Sí amo, si ha quedado claro, sácamelo por favor.

-Nada de eso.

Apretó más, esta vez lentamente, aunque el dolor seguía siendo insoportable.

-AAAAAAAAAAaaaaaaaaaaaah, aaaaaaaah, para para amo para, por favor.

-Pararé cuando te lo haya metido entero.

Siguió apretando más y más hasta que noté por fin se detuvo.

-Ya está dentro, este es pequeñito, ¿te ha gustado perrito? – dijo colocándose delante de mí.

-Nooo por favor amo sácamelo, de verdad me duele mucho.

-Se te pasará después de unas horas.

-¿Horaaaaas? Noooo nooo de verdad no me lo dejes puesto -le supliqué.

-Sí, eso se queda ahí.

De pronto se bajó un poco los pantalones cortos y salió una enorme polla, debía medir unos 22 centímetros aproximadamente, y era bastante gruesa.

-Ahora antes de irnos a dormir me vas a hacer una mamadita, a ver qué tal lo haces –dijo descapullándosela.

-No eso no por favor – dije con cara de asco recordando la que le había hecho engañado a mi captor.

-Ya lo creo que sí, abre la boca, ¡vamos!.

-No soy gay, de verdad no me va eso.

-Me importa una mierda si eres gay o no, abre la puta boca.

Me mantuve en mi negativa con la boca sellada mirando a otro lado. Empezó a pegarme con su inmenso miembro en la cara hasta que me pegó un tirón de pelos.

-Aaaaaaaaaaaaummmmpp

Aprovechó mi grito para metérmela, casi me atraganto, desde luego era mucho más grande que la de plástico y estaba algo húmeda.

-Empieza a chupar o te dejo calvo – dijo dándome otro tirón de pelos.

Por miedo le di unos lametazos chupé con mucho asco, aunque al menos estaba limpia y no sabía a pis como la de mi secuestrador.

-Mmmm eso es, tienes que perfeccionar la técnica, pero no lo haces mal.

Era probablemente la crítica constructiva más destructiva que me habían hecho jamás, me seguía dando asco, trataba de respirar por la boca para captar la menor cantidad posible de sabor.

-Sigue así – me dijo mirándome con una cierta sonrisa.

Yo lamía igual que si fuese un chupa chups o un helado.

-Mmmmm eso esooooooo

Empezó a correrse abundantemente dentro de mi boca, yo me atraganté, me puse a toser, conseguí sacármela y mirando a otro lado tosiendo y escupiendo toda la lefa que me había metido.

-¡Maldito perro desagradecido! –dijo levantándome la cabeza por el pelo.

-AAAAaah, para para.

-¿Escupes la leche de tu amo?, mañana te quedas sin comer, y no comerás hasta que aprendas a tragártela y a disfrutar de ella.

-Noo amo por favor no me hagas eso.

Y te quedas ahí toda la noche. Se metió la polla en el pantalón y subió por las escaleras, apagó la luz y lo último que oí ese día fue el ruido de la puerta al cerrarse.