Te pudo pasar a ti, pero me pasó a mí (13)

Diego y Carlos se despiden, Pablo podrá dedicarle todo su tiempo a Diego, y este no lo olvidará jamás.

Capítulo 13 – El regalo

Cuando me desperté, pude ver con cierta dificultad por la luz, entre mis rodillas a mi amo abriendo el baño. En su interior estaba Carlos, recién duchado y sin correas ya en muñecas y tobillos, tampoco llevaba el collar. Giré la cabeza a la izquierda con la esperanza de que me encontraría con el primo del amo, pero la cama estaba vacía, y su ropa tampoco estaba. Me dolían las piernas de mantener esa postura tan forzada pero aún así, prefería la jaula a estar colgado de la cadena o atado al aspa gigante.

-Vístete – le ordenó mi amo a Carlos.

Carlos salió del baño y fue hasta la estantería de los artilugios, donde se encontraba toda su ropa, o al menos la ropa que había traído echa una bola en el suelo. Mientras Carlos se la ponía, mi amo me abrió el candado de la jaula.

-Ya puedes salir, no sé porqué te metí ahí, si cabíais los dos en la celda – dijo con un atisbo de disculpa en su tono.

-Da igual amo, no pasa nada – dije tratando de quitarle importancia.

Salí como pude apoyándome con los pies en el suelo y arrastrando el culo hasta que estuve fuera. Me puse en pie y me quedé mirándole esperando una orden.

-Entra en la celda – me dijo señalándomela con la llave del candado.

Fui hasta la celda y entré cerrando yo solo la puerta, en ella me encontré una bolsa distinta a la que había el día anterior, aunque no me atreví a curiosear.

-Vamos date prisa - le dijo Pablo a Carlos – te espera tu amo arriba para llevarte a casa.

Carlos terminó de atarse las viejas zapatillas y se incorporó.

-Ya estoy amo – dijo.

-Pues venga – dijo mi amo caminando hacia la escalera.

El que había sido mi amigo esos días le siguió y me hizo un gesto de despedida con la mano. Yo devolví el gesto y los vi subir hasta perderlos de vista. La curiosidad mandó sobre mí, me senté en el suelo, sacando los pies por fuera de la celda en busca de un poco de comodidad, y decidí investigar qué secretos guardaba aquella bolsa.

No era ni más ni menos que el desayuno, una botella de batido de chocolate y dos medias lunas. Por la cantidad de batido que quedaba supuse que Carlos se había ido ya desayunado, me sorprendió que hubiese sido capaz de dormir con tanta actividad en la mazmorra aquella mañana, pero la noche había sido muy larga. Me comí las dos medias lunas y vacié la botella de batido, fueron dos manjares exquisitos que disfruté con cada bocado y cada trago.

Al terminar el suculento desayuno me quedé relajado, con la mirada perdida, observé mi polla al fin libre de ataduras, empecé a magrearla, a jugar con mis huevos, enseguida ganó tamaño y eso me animó a comenzar a pajearme. Con la mirada clavada en mis pies que aun vestían los calcetines del día que empezó todo, cerré los ojos y traté de recordar cómo de placentera había sido aquella primera vez en la que sentí gran placer al ser follado por el otro perro rubio de mi amo.

El primo del amo y sus apestosos calcetos, el chico que trajo mi amo al que colgó de la cadena, y como no, follada de culo que le propiné a Carlos, y la que recibí de su amo contribuyeron en aquella paja, y fue eso último lo precisamente provocó que abriese los ojos. Tuve los reflejos de ponerme la mano delante de la polla y recibir mi propia corrida. Dos cortos aunque densos chorros de mi lefa me empapaban la mano. Me la acerqué a la mano y empecé a lamérmela y a limpiármela bien saboreando por primera vez mi propio producto. Había estado degustando la leche de varios tíos y ni siquiera conocía la mía. Por fin pude entender porqué tanto a Carlos como al otro perro, así como a todas mis antiguas novias les gustaba tanto mi polla.

-¡Hola! –dijo mi amo bajando las escaleras.

Me sobresalté, me había dado un susto tremendo, me encontraba a años luz de aquella celda navegando en las cada vez más tranquilas aguas de mis pensamientos. Encogí rápidamente las piernas para que quedasen dentro de los límites de mi calabozo.

-Hola amo.

Parecía haber salido, pues llevaba la ropa habitual de la calle, vino hasta la puerta de la celda y se sacó la llave. Me abrió y me indicó con la mano que saliese.

-Toma, usa el baño, ahora vengo – dijo tendiéndome una llave.

-Si amo – dije recogiéndola.

Mi amo se volvió a marchar y me fui hasta la puerta del baño, abrí la puerta, y con la llave puesta en el pomo me encerré dentro. Hice uso de él, con gran alivio, y también me di una reconfortante ducha. Cuando estuve seco y preparado, en vista de que la puerta no se abría salí del baño, giré la llave y me quedé junto a la puerta esperando a que bajase.

-¿Ya estás? – me dijo de pronto.

Yo giré la cabeza a la izquierda para mirar, una vez más me había sorprendido, como siempre que bajaba en calcetines era tremendamente silencioso, también se había quitado la camisa abierta y el vaquero y los había sustituido por su habitual pantalón corto y camiseta corta.

-Sí, ya estoy amo.

-Bien, vete a la cama – dijo mirándome de arriba a abajo.

Obedecí tal y como me dijo y me subí a la cama. Me coloqué boca arriba como sabía que le gustaba a mi amo y extendí los brazos a las esquinas, sabiendo de sobra lo que vendría a continuación.

-Hoy que estamos solos vamos a divertirnos tu y yo – dijo atándome la mano derecha a la esquina de la cama.

Me limité a sonreírle y a mirar cómo me ataba, mi polla se había vuelto a poner juguetona pese a la reciente paja. Cuando terminó de atarme la mano se subió a la cama y me ató la otra muñeca.

-Vaya, no tuviste suficiente ayer con la mamada que te hizo el perro de mi amigo ¿eh? –dijo mirándome la polla.

-No amo – dije un poco cortado.

-Bueno, eso tiene solución –dijo con un deje de misterio en su voz.

Se movió por la cama hasta llegar frente a mis pies y me dio un ligero toque con la mano en uno de ellos.

-Levántalo.

Lo levanté hasta la altura de la cadena que colgaba de aquel lado, mi amo me lo ató y se giró en busca del otro pie, que ya le esperaba junto a la otra cadena. Cuando finalizó se puso en pie sobre la cama y se quitó el pantalón corto, dejando al descubierto su enorme polla, con una erección casi completa.

-Bueno dime perrito, ¿qué te gustaría ahora? –dijo empezando pajearse.

Me quedé mirando su polla, se me hacía algo raro lo que iba a decir, pero… me lo pedía el cuerpo.

-Chupártela –dije bajito.

-No te oigo perro.

-Chuparte la polla amo, eso es lo que quiero- dije de forma decidida y alzando la voz.

-Muy bien, si eso es lo que quieres, eso tendrás – dijo con una leve sonrisa.

Se puso a horcajadas sobre mí y empezó a golpearme la cara con su inmensa polla, que pronto logró alcanzar los 22 centímetros.

-Dime perrito – dijo dejando de golpearme -, qué polla te ha gustado más, porque ya llevas unas cuentas.

Me quedé pensativo por un instante, tratando de recordarlas, dudaba entre la de Carlos y la de mi amo, pero la respuesta fue obvia.

-Tu polla es la que más me gusta, amo.

-Abre la boca – me ordenó.

Se descapulló, su polla lucía brillante y cabezona, con una pequeña gotita en la punta. Me la metió entera y lo primero que hice fue lamerle esa gotita. A continuación le pasé la lengua por todo el capullo en círculos y succioné en busca de más, pero todavía no había más. Seguí mamando con más empeño hasta que por fin algo de lubricación salió y mi amo cerró los ojos y gimió en un claro gesto de dar por bueno mi trabajo.

-Mmmm que bien lo haces ya perrito, cómo has mejorado.

Aquellas palabras produjeron un extraño efecto en mí, por un lado me gustaba que se me reconociese aquel trabajo, pero por otro no quería ni oír hablar de eso, sin embargo, el primero de los efectos aplastó al segundo y se la chupé con mayor dedicación. Su polla casi goteaba, parecía a punto de correrse.

-Ufffff ya ya ya para para perrito ya está bien – dijo extrayéndola de mi boca.

Estaba brillante y babeante y tenía un aspecto estupendo. Mi amo se quitó de encima de mí y fue de rodillas hasta mi culo, que permanecía cerrado y vacío después de que el amo de Carlos me sacara el consolador.

-Bueno veamos qué tal ha funcionado la dilatación todos estos días, ahora que no tienes nada dentro.

Tenía toda la razón, me la iba a meter sin dilatación previa, y era la primera vez, por un momento sentí algo de miedo. Noté su babeante polla pegarse a la entrada de mi culo, se la sujetó con ambas manos y empezó a presionar.

-Aauu me duele amo.

Apretó más y por fin su inmensa cabeza me penetró.

-AAAh.

-Está un poco cerrado, pero servirá – dijo el amo mirándome- o… ¿prefieres que pare?

-No por favor amo, sigue – le dije un poco dubitativo.

-La verdad es que no te veo muy convencido – dijo sacándola de mi culo – yo creo que lo dejamos para otro rato.

-Nooooo amo por favor, vuelve a metérmela te lo suplico, no me dejes así – dije visiblemente ansioso.

-Está bien.

Aunque estaba casi convencido de que el amo sólo estaba jugando conmigo no quería arriesgarme y quedarme a medias, me apetecía disfrutar de su rica polla. El amo volvió a acercarla y me la clavó, esta vez entró algo más que su capullo.

-Auuuu.

Pese a mi quejido el amo empezó a apretar más, notaba cómo me la iba metiendo lentamente, me estaba doliendo, cosas que no había pasado la anterior vez, trataba de soportarlo y no quejarme.

-Estas algo cerrado perro – dijo con cierta cara de satisfacción – si te hubieras puesto el consolador ayer cuando te folló mi amigo ahora no te estaría doliendo.

Cerré los ojos y esperé a que el dolor parase, ya sí fue, justo cuando noté los huevos pegando a mi culo. Sin embargo, el dolor regresó en cuando se puso a follarme el culo.

-AAAAh AAAAAAh – grité.

Aumentó la velocidad, poco a poco las nalgadas que me estaba dando unido al aumento de lubricación de su polla hicieron que el placer se abriese camino a través del dolor y por fin pude disfrutar. Cerré los ojos y eché la cabeza para atrás.

-Esto si te gusta ¿eh perrito?.

-SSSiiiii Sii amo, me encanta no pares, sigueeee.

No paró, continuó dándome envestidas a cada cual más rápida y más contundente, las nalgadas eran más sonoras. Noté sus manos agarrándose con firmeza y fuerza a mis piernas, eso hizo que abriese los ojos y le mirase directamente a los suyos, eran color miel y era la primera vez que me fijaba en eso, tenía una cara de placer posiblemente parecida a la mía. De pronto, me apretó las piernas con más fuerza y cerró los ojos.

-MMMMM siiii sisi ufffff – gimió mi amo.

Una sensación de humedad y calor me invadió, otra gran corrida estaba poblando mi culo. El amo me dio un par de envestidas más y la sacó.

-¿Te ha gustado? – dijo metiéndomela otra vez más casi hasta el fondo.

-Oooooh siii mucho amo – dije cerrando los ojos otra vez.

-Sii ¿eh perro? – dijo sacándola otra vez.

-Mucho amo.

Caminó de rodillas otra vez hacia mi cabeza con la polla completamente babeante y manchada en su lefa.

-Venga perrito, límpiamela, y espero que hagas un buen trabajo – dijo poniéndomela encima de la boca.

Yo saqué la lengua y se la lamí entera de arriba hasta abajo. Hice especial hincapié en sus huevos, que pese a que no estaban manchados me apetecía lamérselos. Mi amo se la agarró y me la volvió a meter en la boca, aproveché para lamerle la punta y dejarla totalmente reluciente.

-Muy bien perrito, así se hace – dijo poniéndome la mano en la cabeza y acariciándomela.

-Gracias amo.

-Te has portado muy bien, te mereces un premio por esto – dijo poniéndose en pie.

Con su polla aún algo empalmada caminó hacia la estantería, se agachó y abrió una de las dos puertas que el mueble tenía abajo. Desde mi posición traté de observar qué hacía o porqué revolvía en el interior del armario, aunque no tardó en desvelarse el misterio. Se puso de pie y se giró portando algo grande en la mano, era un gigantesco consolador de aproximadamente 25 centímetros, poco más grueso que su polla, y de un color verde que me llamó especialmente la atención.

-Aquí está tu premio – dijo acercándose a la cama.

Yo no entendía cómo eso podía ser mi premio, era gigantesco, incluso dudaba de si me entraría entero.

-Pero amo… es muy grande – dije con algo de miedo.

-Hay dilatación y lubricación de sobra, pero si quieres… dijo haciendo un amago de darse la vuelta con el peculiar consolador y volverse al armario.

-No… no… está bien, lo que tú quieras amo –dije resignado.

Mi amo se subió a la cama justo enfrente de mi culo y acercó la punta del consolador a la entrada.

-Uffff.

Di un espasmo en cuanto me tocó con él, estaba frío. El amo lo presionó y entró sin ninguna dificultad. Poco a poco lo fue empujando.

-¿Ves?, entra sin dificultad – dijo mirándome con una media sonrisa.

Continuó metiendo, estaba casi metido del todo cuando de repente mi polla, que había permanecido algo morcillona durante todo el rato, empezó a levantarse, parecía tener vida propia.

-Uuuuuuuuffffff – dije cerrando los ojos.

-Ya no entra más – dijo el amo.

Yo me moví y abrí los ojos, me extrañó ver algo del consolador por fuera de mi culo, y mi polla completamente tiesa.

-Este es tu regalo – dijo tocando algo en el consolador.

De repente abrí los ojos y la boca , con una gran cara de sorpresa por lo que estaba pasando, no era un consolador al uso, si no un vibrador, y uno muy potente.

-AAAAAAAAAAh AAAAAAAAah AAAAAAAAAAAh.

Mis gemidos eran solo comparables al placer del que estaba siendo víctima, el amo sonreía y disfrutaba mirándome.

-Te presento a tu punto G – dijo de pronto.

Yo le miré completamente asombrado, cerré los ojos, era brutal, mi polla comenzaba a dolerme de lo dura que se me había puesto. Mi amo cogió el consolador y empezó a menearlo.

-AAAAAAAAAhh AAAAAAh paaraaaa paraaaaa no puedoooo paraaaaa

No podía creer lo que me estaba pasando, el placer era indescriptible hasta que no pude más.

-AAAAAAAAAAAAAAAAAAAAah aaaaaaaaaaaaaaaaahh MMMMMMMMMMMMm Siiiiiiiii.

Empecé a correrme bestialmente, el primer chorro aterrizó sobre mi cara, el resto en mi pecho y barriga, pero el placer no cesaba.

-AAAAAAAah paraaa paraaaaaa.

Por fin el amo con una gran sonrisa paró el vibrador y lo extrajo lentamente. Se bajó de la cama y lo guardó en el armario de abajo. Yo trataba de reponerme de semejante orgasmo, era de lejos el mejor y más placentero que había tenido en mi vida, aún respiraba entrecortadamente y tenía el pulso acelerado.

-¿Te ha gustado mi regalo perrito? – dijo apoyándose sobre la estantería.

-Muchísimo amo, ha sido genial, me ha encantado.

-Me alegro.

Sin decir más recogió su pantalón corto y se lo puso. Creí que me desataría de la cama y me metería en la celda, pero no fue así.

-Te dejo que descanses, hasta luego – dijo marchándose escalenas arriba.

La corrida sobre mi torso y cara empezaba a secarse, pero estaba completamente exhausto y me importaba poco, cerré los ojos y volé sobre los últimos recuerdos, era algo que no quería olvidar jamás.