Te pudo pasar a ti, pero me pasó a mí (11)

Diego se lleva una gran sorpresa al reencontrarse en aquel lugar con un viejo conocido.

Capítulo 11 – Viejos conocidos

La luz que inundaba hasta el último rincón de aquella mazmorra no me dejaba dormir. Me desperté después de ni sé cuánto tiempo echado mi celda, cambiaba de postura una y otra y otra vez más en busca de un esquivo sueño que se negaba a llegar.

Mis estériles intentos de dormir se acabaron en cuanto oí la puerta de arriba abrirse. Abrí los ojos para acostumbrarme a la luz y no tardé en ver a alquilen bajar las escaleras. Por la indumentaria, una bata y unas zapatillas de estar en casa, supe antes de verle la cara que era mi amo. Bajaba portando una bolsa de un supermercado en su mano derecha. Nada más llegar abajo abrió la puerta del baño y luego vino hasta mi celda.

-Hola perro – dijo mientras me abría la puerta.

-Hola amo.

-Tienes cinco minutos de baño ¿entendido? – dijo abriendo de par en par la puerta.

-Si amo, enseguida.

Me levanté y fui corriendo al baño, cerré la puerta y procedí con la rutina habitual siempre que entraba ahí, una rápida ducha y las necesidades más apremiantes. Cuando terminaba de colocarme los calcetines, como también era rutina, la puerta se abrió.

-Venga sal de ahí, y vuelve a la celda – me ordenó.

Cuando salí y enfilé la celda vi que la bolsa que trajo estaba dentro, tirada en una esquina. Entré, y el amo cerró la puerta con llave.

-Hasta luego – me dijo sin más.

-Adiós amo.

Volvió a subir las escaleras y todo quedó en silencio. La curiosidad no tardó en moverme y cogí la bolsa para ver que había dentro, y la sorpresa fue cuando vi que había comida, una botella de batido de vainilla, un par de sobaos y un sándwich envuelto en plástico. La alegría me recorrió cada centímetro de mi cuerpo, aunque una reflexión me hizo quedarme un poco paralizado, ¿y si mi amo me había dejado comida porque tenía pensado tardar mucho en volver?. Decidí beber un pequeño sorbo del batido junto con los sobaos en lo que estaba siendo un excelente desayuno, y guardar el resto.

Continuando con la política de racionamiento, cuando llegó la hora de comer, o al menos la hora en la que mi estómago quería alimento acudí de nuevo a la bolsa, decidí comer únicamente la mitad del sándwich acompañado de algo de agua y seguir pasando el tiempo. Cada minuto era eterno, en silencio con la única visión de la mazmorra, echaba de menos al amo, me aburría.

La puerta sonó de pronto y el corazón me dio un vuelco, no fue tanto por oír la puerta, si no porque se escuchaban voces, una de ellas era del amo la otra no la había escuchado nunca, otra vez traía a alguien desconocido.

-¡Vamos! ¡Baja! – se escuchó procedente de arriba.

La voz no era la de mi amo y el tono era muy autoritario, no sabía qué podía pasar, primero vi a mi amo bajando las escaleras, llevaba unos vaqueros, una camisa abierta y unas deportivas blancas, como era habitual cuando salía. Le acompañaba de cerca un chico que me era muy familiar.

-¡Carlos! – dije poniéndome inmediatamente de pie y agarrando los barrotes.

No me lo podía creer, era el chico que había sido subastado antes que yo, bajaba cabizbajo con las manos atadas a la espalda con unas esposas, venía vestido con unos viejos y rotos pantalones vaqueros, una gastada camiseta y unas zapatillas nike muy usadas. Detrás de él bajaba un hombre de unos 30 años aproximadamente, más alto que Carlos, sobre el metro noventa y algo, de pelo moreno y corto, y cuyo cuerpo delataba que era gran aficionado a los gimnasios. Venía con una camiseta blanca de manga corta muy ajustada, un vaquero negro y unas botas.

-Que tu perro prepare al mío – dijo aquel tipo a mi amo cuando llegaron abajo del todo.

No sabía a qué se refería, no le quitaba a ojo a Carlos, buscaba su mirada, pero no la encontré, miraba al suelo triste. Desde luego no tenía nada que ver con aquel chico rebelde y peleón que conocí.

Mi amo se acercó a la puerta de la celda con la llave en la mano y la abrió.

-Venga sal de ahí – dijo con un tono al que no me tenía acostumbrado.

Le obedecí inmediatamente, salí de la celda y esperé instrucciones. El que sin duda sería el amo de Carlos le quitó las esposas, pude ver cómo al echar éste las manos hacia delante tenía las muñecas marcadas, de lo que seguramente serían las correas como las que yo llevaba.

-Desnúdalo – me dijo señalando a Carlos.

Yo le miré un poco desconcertado, en ese momento el otro amo cogió las correas que había en la estantería junto con el collar y las tiró al suelo, cerca de donde estaba Carlos.

-Y le pones esto – dijo el amo de Carlos.

Aunque un poco dubitativo caminé hasta donde estaba el nuevo perro y le cogí de la camiseta.

-Hola – le dije bajito.

-Te he dicho que le desnudes perro, no que hables con él ¿entendido? – me dijo mi amo con mal tono.

-Sí amo – le dije bajando la mirada.

Carlos levantó la cabeza y también los brazos, aunque tenía la mirada algo perdida, le saqué la camiseta y la tiré al suelo. Tenía el torso con alguna que otra marca, seguramente de algún fustazo que se había llevado. Me agaché a sus pies y comencé a desatarle las zapatillas, estaban viejas y rotas, seguramente habían pertenecido al otro amo. Con su ayuda se las quité, aparecieron unos calcetines blancos que ya había visto, al igual que yo, había conseguido conservarlos. Las puse junto a la camiseta, le desabroché el pantalón y al quitárselo pude ver que no llevaba nada más, y al contrario que yo, ya no tenía puesta la jaula en la polla. Aunque estaba totalmente rasurado. Le quité el pantalón y también lo puse junto al resto de la ropa.

-Las correas, de prisita – me dijo el otro amo.

Pude ver cómo los dos amos me miraban realizar aquellas tareas, cogí las correas de las muñecas y se las até, procuré no apretárselas mucho, tenía marcas y no quería hacerle daño. Cuando acabé con esas continué con las de los pies, dejando collar para el final.

-¿Qué tal se ha portado tu perro? – le preguntó el otro amo a Pablo.

-Bastante bien, mereció la pena pagar tanto, ¿y el tuyo?.

-Para haberme costado cien mil euros podía haber sido un poco menos desobediente, pero le he metido en cintura, como puedes ver.

Terminé de ajustarle el collar y me separé a unos centímetros, esperando instrucciones de los amos.

-¿Les dejamos que se diviertan un poco y que jueguen? – le preguntó mi amo al otro.

-Claro – le respondió este - ¿qué propones?.

-Pues

Mi amo fue a la estantería abrió una de las puertas de abajo y sacó dos enormes candados, le dio uno al otro amo y vino hacia mí.

-Mira hazle esto a tu perro, ¡de rodillas, manos atrás! – me ordenó.

Inmediatamente me coloqué de rodillas y puse las manos atrás. Noté cómo pasaba el candado por las anillas de las correas de mis muñecas y tiraba de ellas un poco para abajo. Pasó el candado también por las correas de mis tobillos y tras un clic más ruidoso de lo normal, quedó cerrado. Probé a moverme levemente, no podía separar mis pies de mis manos y era bastante incómodo.

-Aaaah, ya, ya, entiendo – dijo el otro amo.

Se puso detrás de Carlos, este le esperaba con los brazos atrás, le colocó el candado y le soltó una patada en las piernas que lo hizo ponerse de rodillas. No dijo nada, no se quejó, sólo se dejaba hacer. Desde luego el otro amo lo había domesticado bien. Le ató los pies y las manos igual que los tenía yo y miró a Pablo.

-¿Y ahora? – le preguntó apoyándose sobre el hombro izquierdo de Carlos.

-Túmbale de lado – le respondió mi amo.

Le dio un empujón y Carlos quedó tumbado apoyado entero sobre su hombro derecho. Mi amo se sacó el llavero repleto de llaves y me quitó la jaula de la polla. Creí que me dejaría el anillo de atrás, como en la anterior vez, pero también me lo quitó. Me dolió un poco, llevaba mucho tiempo puesto, incluso lo tenía algo enrojecido, pero por fin, mi polla era libre.

-Qué cabrón eres – dijo el otro amo dirigiéndose a Pablo – ¿aún no le habías quitado esa mierda que les ponen?.

-Se me había olvidado – dijo con algo de sarcasmo.

Me tumbó sobre el hombro izquierdo, me colocó frente a Carlos y nos juntó, en cuando vi lo que trataba de hacer separé un poco la cara, mi cabeza quedaba justo enfrente de la polla de Carlos, y mi polla enfrente de su boca.

-Sácame una cuerda de ahí abajo – dijo mi amo al otro.

Este abrió la puerta, rebuscó y sacó una cuerda bastante larga.

-A ver perritos – dijo mi amo – el juego consiste en chuparle la colita al otro perro, así que abrid la boca y meterlos la polla del otro en la boca.

Apenas terminó de decirlo, mi polla ya estaba en la boca de Carlos, era increíble lo sumiso y domesticado que ya estaba, yo abrí la boca y me metí su polla, que estaba completamente relajada.

-Ayúdame con esto – le dijo mi amo al otro.

El otro miraba tan sorprendido como lo estaba yo, se pusieron a trabajar juntos y en unos pocos instantes Carlos y yo estábamos atados juntos en lo que parecía un 69 algo forzado.

-¿Le has dejado correrse? – le preguntó mi amo al otro.

-En absoluto – le respondió.

-Les dejaremos que se diviertan entonces ¿no?.

-Claro – dijo con una sonrisa – será divertido.

Pablo se puso a nuestro lado y me dio una pequeña patada en el culo, cerca del consolador.

-Vais a empezar a chupar la polla que tenéis en la boca, y hasta que no estéis completamente secos, no os desataremos.

Mi polla comenzó a crecer en cuanto Carlos me dio el primer lametazo, el primero de muchos, me costaba concentrarme en mis instrucciones, pero empecé a trabajar la que tenía en mi boca. Tras unos pocos lametones empezó a crecer en mi interior, debía medir unos 16 centímetros más o menos, le descapullé con los labios y seguí chupando.

-Jajajajaaj – reía el otro amo – qué idea tan buena.

-Sentémonos – dijo mostrándole la cama con una mano – y miremos.

No tardé en empezar a lamer las babas de la polla de Carlos, esta rica, me estaba gustando, además el trabajo que me hacía era excepcional, aunque no tan bueno como el del otro perro rubio que tenía mi amo. Yo continué lamiendo y lamiendo, hasta que de pronto noté cómo se me llenaba la boca con su leche. No paró, ni siquiera gimió, estaba corriéndose pero seguía haciendo su trabajo, yo tragué lo que pude, aunque algo se me escapó. Seguí chupándosela, ya que él aún no había acabado con la mía, creí que no tardaría en correrme pero estaba aguantando bastante.

-Mira tu perro ya se ha comido la lefa del mío – dijo el otro amo.

-Ya veo, y eso que al principio no le gustaba – dijo Pablo.

Carlos aumentó su ritmo hasta que no pude más, cerré los ojos y me dejé llevar, me corrí brutalmente en su boca, a cada chorro que lanzaba me recorría la punta del capullo con su lengua, proporcionándome un fantástico orgasmo.

-MMMMMM – gemí con su polla en mi boca.

El gemido quedó enmudecido por tener la boca llena. Al contrario que a mí, a él no se le cayó ni una sola gota de mi lefa, que no fue poca. Ambos seguimos lamiéndonos los restos, su polla recuperó algo de erección, incluso volvió a babear, pero mi amo ya se había puesto en pie.

-No ha estado mal, yo creo que ya se han divertido lo suficiente ¿no crees? – dijo mirando al otro amo.

-Cómo tú veas – le respondió con expresión de estar pasándoselo bien.

Mi amo se levantó de la cama, nos desató y dejó que nos separásemos, alejándonos el uno del otro de nuestras respectivas y recién exprimidas pollas. Se sacó un llavero y abrió los dos candados que nos tenían maniatados en aquella incómoda postura. En cuando me vi libre me coloqué de rodillas y me estiré un poco, Carlos por el contrario, no se atrevía ni a moverse.

-Oye Pablo ¿qué te parece si nos vamos a tomar una copa y luego volvemos? – dijo el otro amo levantándose.

-Me parece buena idea – dijo mi amo-.

-Pues venga.

-A ver levantaos – nos ordenó a ambos mi amo- entrad en la celda.

Yo miré la celda y comprendí que no habría mucho espacio para los dos, pero tampoco tenía pensado decir ni una palabra, me puse en pie antes que Carlos y caminé hasta el interior de la celda. Carlos recibió una patada de su amo como incentivo, entró, se puso junto a mí y Pablo cerró la puerta con llave.

-Venga, vamos – le dijo mi amo al otro.

Uno y otro amo subieron las escaleras juntos, y tras el ruido metálico que hace la puerta al cerrarse todo quedó una vez más en silencio. Silenció que se rompió de pronto cuando al moverme, toqué con el pie la bolsa con las provisiones que me había bajado mi amo. El ruido hizo que también Carlos mirase la bolsa.

Me agaché a cogerla y saqué de ella el medio sándwich que había dejado a la hora de comer.

-¿Lo quieres? – le dije a Carlos extendiéndoselo.

Dudó si cogerlo, aunque finalmente lo tomó de mi mano, se sentó y lo devoró como si llevase días sin comer. Me senté en el poco espacio que quedaba con las piernas encogidas, bebí un poco del batido del desayuno y también se lo ofrecí, aunque parecía demasiado ocupado en degustar tan insípido sándwich de jamón y queso.

-¿Té ha gustado? – le dije tratando de ser cortés, a fin de cuentas era un "invitado" en mi celda.

-Me ha gustado mucho más tu polla- dijo mirándomela.

Su voz no era como la recordaba, aunque quizás sería porque la última vez que la había escuchado estaba rota de tanto gritar tras su captura. Me sorprendió aquella declaración, incluso me puse algo rojo, ya iban dos, junto con el perro rubio que me decían lo mismo de mi polla.

-Gracias… la tuya no está mal – le dije.

Y lo peor de todo es que no lo decía por cumplir, no cabía ninguna duda de que estaba descubriendo una gran acción por las pollas y la leche que expulsaban.

-¿Qué tal es tu amo? – me preguntó.

-Me trata bien.

De hecho estaba dando por buena la afirmación que días atrás me dijera el rubio, es un buen amo y nos trata bien.

-¿Y el tuyo? – le pregunté fijándome en las marcas de su pecho – ¿te pega?.

-Sólo si me lo merezco, cada vez menos – me dijo sumisamente.

Hubo un rato de silencio, incluso habría apostado porque los dos estábamos pensando en lo mismo, pero fue él quien decidió hablar primero.

-¿Me dejas chupártela? – me dijo mirándome a la cara y luego a mi polla.

-Claro – dije abriendo un poco las piernas y estirándolas, hasta sacar los pies por fuera de los barrotes.

Llevaba varios días con la polla presa en aquella horrible jaula transparente, y no estaba dispuesto a rechazar semejante ofrecimiento. Carlos se puso de rodillas sobre mí, se la metió en la boca y comenzó de nuevo el lameteo. No tardó en ponérseme durísima a pesar de haberme corrido hacía pocos minutos. Llevaba muchísimos días sin una triste paja, y la mamada, aunque genial había sido insuficiente.

-MMM joe tío qué bien lo haces.

Tenía mis dos manos apoyadas en el suelo y me limitaba a contemplar cómo aquel chico, cuyo destino compartía después de haber sido los dos secuestrados, me hacía una placentera mamada. Desde luego el mito que circulaba que los tíos la maman mejor que las tías, estaba comprobando a ciencia cierta, que era verídico, los dos tíos que me la habían chupado hasta el momento, lo habían hecho mucho mejor que la mejor de las tías.

De pronto Carlos paró y se puso en pie.

-¿Qué pasa? – le dije mirándole desde abajo.

-Espera

Me dio la espalda y se puso encima de mí, poco a poco fue bajando su culo hasta que entendí lo que buscaba, meterse mi polla en el culo.

-Oye… no es necesario que

-Sí, quiero hacerlo, ¿a ti no te ha gustado cuando te la han metido?.

La pregunta se quedó sin respuesta, ya que la interpreté como retórica. Noté cómo su culo presionaba con mi polla hasta meterle la punta.

-De verdad… no es necesario – le repetí.

-Sí que lo es – me dijo mirándome- quiero disfrutar de esto voluntariamente, para saber qué se siente.

La respuesta me dejó sin palabras, a mí se me había llegado a pasar por la cabeza algo similar en las muchas horas que pasaba solo encerrado en la celda. Carlos se dejó caer hasta que toda mi polla estuvo dentro, entró sin problemas, desde luego, y al contrario que yo, ya había terminado su plan de dilatación.

Empezó a moverse de arriba a abajo con mi polla en su culo, poco a poco, sus gemidos cada vez eran más visibles.

-Ufff tiooo que gustooo- me djio.

Me dejé llevar y también me apunté a la fiesta que se celebraba en mi entrepierna, cerré los ojos y le agarré de las caderas a acompañándolo en el sube y baja. Aumentó el ritmo hasta el punto de saltar literalmente sobre mí.

-AAAAaaah ahhhh no pudo más no puedo más – le grité.

El siguió igual a pesar de mi aviso. Comencé a correrme de nuevo, esta vez con mayor placer que la vez anterior.

-OOOOOOOOOOOOohh tío, qué buenooo – le dije.

Carlos fue bajando la intensidad hasta que paró completamente, se puso de pie y empezó a pajearse.

-Oye no irás a correrte aquí dentro – le dije observando cómo se pajeaba – nos ganaremos una bronca.

-Yo también lo necesito, ¿qué quieres que haga?.

-Hazlo en mi boca – le dije queriéndole devolver el favor.

-¿Seguro? – me preguntó.

Pero mi respuesta fue abrir la boca. Acercó su poya hasta casi metérmela y no tardó en lanzarme dos paupérrimos chorros de lefa.

-Ufff – gimió.

La saboree y me la tragué por completo.

-Gracias tío – dijo sentándose.

-De nada, para eso están los amigos.

Ambos nos quedamos sentados con la mirada clavada el aspa gigante, y aunque no hablamos en un buen rato, los parecíamos tener la misma inquietud, ¿qué vendría ahora?.