Te pudo pasar a ti, pero me pasó a mí (10)

Pablo despacha al chico nuevo y tras acompañarle a la salida, centrará toda su atención en Diego.

Capítulo 10 – Todo llega

Levanté el cuello como el que lo levanta después de dar una cabezada en el sofá. Tenía el cuello completamente destrozado de haber dormido con la cabeza inclinada hacia delante. Entorné un solo ojo y vi al amo Pablo con su uniforme habitual de andar por casa, una camiseta, pantalón corto y unos calcetines, nada más. Estaba abriendo el candado de la jaula del chico nuevo que esperaba a cuatro patas frente a la puerta, no sabía cómo había sido capaz de darse la vuelta pero lo había conseguido.

-Sal de ahí, venga – le dijo el amo.

-Sí Señor.

Torpemente consiguió salir de la jaula y ponerse junto a Pablo.

-Entra ahí y lávate – le ordenó señalando con el dedo la puerta del baño, que estaba ligeramente abierta.

El perro caminó a cuatro patas hasta la puerta, la abrió y entró dentro. El amo le dijo que tenía cinco minutos y cerró la puerta con llave. La dejó puesta y vino hacia mí, me desató la mordaza de la boca y me la sacó.

-Muchas gracias amo, muchas gracias – dije respirando por la boca y cerrándola por fin, después de tantas horas.

-Qué te parece mi nuevo amiguito – me preguntó como si le interesase de verdad la respuesta.

-Parece majo – le dije tratando de buscar una respuesta que no me metiese en líos.

-Majo… y que tal la chupa el majo – dijo con algo de sorna.

-Muy bien amo, excelente – dije con convicción.

La mamada de antes… o del día anterior o de cuando fuese, había sido del todo excelente. Reparé en que empezaba a perder la noción del tiempo, los días, con la luz encendida me costaba saber si había pasado un día, día y medio, o tan solo una hora.

-Bueno, abre la boca, voy a despachar a este, y en un rato estoy contigo – me dijo poniéndome la pelota roja frente a la boca.

Como me indicó, la abrí y me la ató nuevamente alrededor de la cabeza, no tuve la más mínima oportunidad de pedirle que no me la pusiera. Cuando terminó giró la llave del baño y abrió la puerta. El muchacho estaba esperando a cuatro patas con el pelo húmedo.

-Vete al potro – le dijo señalándoselo con el dedo.

-Sí Señor – le dijo iniciando la marcha.

Se colocó junto a él, y miro a Pablo esperando instrucciones.

-¡Súbete en él! – le dijo.

El chico se colocó en el potro torpemente con aspecto de no saber muy bien si estaba haciéndolo correctamente. El amo le ató los pies y las manos y se puso frente a él. Se bajó los pantalones cortos y su inmensa polla salió disparada.

-¿Esto es lo que querías no perro? – le dijo frotándole la cara con ella.

-Sí Señor, ¿se la puedo chupar?

-Está bien – dijo poniéndole la polla frente a la boca.

El perro empezó a darle lametazos. El amo se la sostenía con una mano mirando con cara de placer la escena.

-Mmm no está mal, un poco más –dijo metiéndole el capullo entero en la boca.

Empezó a hacerle una mamada como la que me hiciese a mí, el amo estaba disfrutando de verdad, desde luego el chico era un auténtico experto en la materia.

-MMMM sí que es verdad que la chupas bien –dijo el amo cerrando los ojos.

Siguió mamando y mamando hasta que el amo dio medio paso para atrás y se sacó la polla de la boca del chico. Se terminó de quitar los pantalones cortos con los pies y fue al culo del chico.

-Habrá que batir ese record tuyo ¿no, perrito? – dijo el amo acariciándole el culo.

-Lo estoy deseando Señor – dijo el chico girando al cabeza.

Le agarró el consolador que portaba en el culo y empezó a sacárselo relativamente deprisa, el chico no hizo ni un solo gesto de dolor, cuando terminó de sacárselo lo dejó en el suelo, la dilatación era enorme, y el amo la aprovechó de inmediato para meterle la punta de su inmensa polla.

-OOOOHHH –gimió el muchacho – siga Señor siga.

El amo apretó lentamente, iban entrando todos y cada uno de los 22 centímetros de los que estaba dotado, aunque los últimos costaron un poco.

-AAuu despacio Señor.

-Lo haré como me dé la gana perro – dijo dando un empujón que acabó con toda su polla en el culo del chico.

-AAAAAAyyyyyy uffff, la tiene muy grande Señor.

-Mira el lado bueno, has batido tu record.

Empezó a darle embestidas a gran velocidad, el ruido de su pelvis golpeando las nalgas del muchacho se hizo monótono, el chico estaba disfrutando como un loco.

-AAAahAAAAh sigaa sigaa Señor

-¿Te gusta eh perro? – le dijo cogiéndole de las caderas.

-Siii siii no pare no pare Señor.

Pero el amo paró y se la sacó.

-Pararé si me da la gana ¿está claro? – le dijo con mal tono.

-Sí Señor, lo siento.

El amo empezó a pajearse y sólo paró cuando una inmensa corrida salió de su polla.

-MMMMMmmm – gimió el amo.

Varios chorros impactaron en el culo del chico y en su espalda, se la metió de un tirón y se la sacó.

-AAAAAAAuuu –se quejó el perro.

Pablo se puso delante de él y le colocó la polla delante de la boca.

-Te dejaré que me chupes los restos.

El chico le dio unos pocos lametazos tratando de aprovechar la mayor cantidad posible de leche, dejándole la polla completamente reluciente.

-Gracias Señor – dijo visiblemente agradecido – me encanta su leche.

-Me alegro – dijo el amo con total indiferencia.

Le desató del potro y de un empujón lo tiró al suelo, aún le resbalaba la lefa por la espalda. El amo cogió del suelo el chándal que llevaba cuando llegó y se lo tiró a encima.

-Quítate las correas y vístete – le ordenó.

-Sí, sí Señor.

El muchacho se sentó en el suelo y comenzó a sacarse las correas de los pies, mientras tanto, el amo se puso los pantalones cortos y miraba.

-¡Venga que no tengo todo el día! – le dijo.

El chico aumentó la velocidad y se sacó con cierta dificultad las de las manos y finalmente el collar. A pesar de tener la corrida del amo aún húmeda, se puso el pantalón del chándal, la camiseta y finalmente la sudadera. Cuando hubo terminado miró al amo en busca de la siguiente orden.

-Esa también – le dijo señalando a su polla.

El perro quitó la que le apretaba los huevos y la polla y volvió a mirarle.

-Lleva las correas hasta la estantería – le dijo el amo señalándola con la cabeza.

El perro se puso a cuatro patas y dio dos pasos.

-Puedes ponerte de pie si quieres, la sesión ha terminado.

Aunque dudando, se puso de pie, dio un paso y se quejó.

-Aaau – dijo parándose en seco y mirándose los pies – por favor ¿me puede devolver las zapatillas?, me duelen mucho los pies, y tengo que volver a casa andando.

-No.

-Pero Señor por favor – insistió.

-He dicho que no, y si me lo vuelves a repetir te vas sin calcetines y con unos fustazos de regalo.

El chico bajó la cabeza y cojeando y con visible cara de dolor caminó hasta la estantería, donde dejó las correas.

-¡Venga vamos! – dijo el amo caminando hacia las escaleras.

Le siguió con una incipiente cojera, trataba de no apoyar los pies sobre las plantas y tratar de ir medio de puntillas o sobre los empeines, pero debían estar muy doloridos. El amo y él subieron las escaleras, antes de perderle de vista el chico me hizo un giño de ojo y me quedé de nuevo solo.

El silencio se hizo dueño y señor de la mazmorra durante las siguientes horas, no ocurría nada, yo seguía atado al aspa gigante con la mordaza en la boca, la jaula de la polla y el consolador de 20 centímetros. Había sido testigo de excepción de lo que, al parecer, era una sesión amo-sumiso. Aquel muchacho moreno a pesar de todas las cabronadas de las que había sido víctima se fue contento, aunque sin zapatillas, cosa que no quería probar en mis carnes, y todo por no darse cuenta que tenía que estar a cuatro patas, aunque a mí no me trataba con tanda dureza, quizá fuese verdad lo que dijo el otro pero rubio a fin de cuentas, que era un buen amo y que nos trataba bien

Un portazo me sacó de un duermevela poco profundo. De nuevo el cuello me dolía por haberme dejado caer la cabeza hacia delante. Aquella postura era incomodísima donde las haya, aunque visto lo visto, la de la jaula diminuta tampoco parecía ser muy cómoda. El amo volvió a aparecer escaleras abajo y vestía la misma ropa que antes, caminó hacia mí y sin decir nada me desató del aspa y me quitó la mordaza.

-Ya puedes quitarte de ahí – me dijo sacándose una llave del bolsillo.

-Claro amo – le dije juntando los brazos, que se negaban a responder en un principio.

El amo abrió la puerta del baño y me hizo una indicación con la mano para que entrase.

-Cinco minutos – me dijo.

Entré y aproveché para darme una ducha caliente ver si era capaz de recuperar algo de movilidad en los músculos de piernas y brazos. Transcurridos los cinco minutos, la puerta se abrió.

-Súbete ahí – me dijo señalando la cama.

No me lo podía creer, podría tumbarme por fin en una cama, me sentía feliz por aquel pequeño gesto.

-Enseguida amo – dije sonriendo.

Caminé hasta la cama y me subí en ella boca arriba, igual que vi hacer al perro rubio. Era especialmente cómoda, ni muy dura ni muy mullida, me habría quedado dormido en ella durante horas, pero el amo tenía otros planes.

-Extiende el brazo – me dijo el amo desde la esquina de la cama.

Sin decir nada, extendí mi brazo derecho y no tardó en quedar atado al arnés de la cama. El amo rodeó la cama y cuando llegó al otro extremo, mi brazo ya le esperaba. Me lo ató y se fue a mis pies.

-Levántalos – me dijo subiéndole a la cama frente a mis pies.

Imitando la postura que tuviese el chico rubio días atrás, hice lo propio, levanté los pies y me los ató a las cadenas que colgaban, quedándome el culo completamente expuesto. En ese momento comprendí para qué me estaba preparando, no conforme con haberle petado el culo al chico que había ido ahí voluntariamente ahora quería el mío, que sin duda estaba muy dilatado, después de llevar tantísimas horas con el consolador de 20 centímetros dentro.

-Veamos qué tal esta ese culito – dijo cogiendo el consolador y tirando de él para atrás.

-Ufff – llevaba muchas horas y me estaba molestando.

Cuando lo había sacado hasta la mitad paró.

-Bueno está en su punto – dijo como si mi culo se tratase de un bollo en un horno.

Se fue hasta mi cara y se sacó la polla que descansaba algo morcillona dentro del pantalón corto. Se descapulló y me la puso en los labios. Sin pensarlo abrí la boca y dejé que me la metiese, empecé a lamérsela y a chuparla, noté como crecía en el interior de mi boca.

-No la chupas tan bien como el chico de antes, pero vas mejorando – me dijo con una sonrisa.

El sabor empezaba a no desagradarme, e incluso me gustaba cuando conseguía sacarle alguna gotita. Estaba disfrutando de aquello, aunque no tanto como él.

-Así está bien – dijo sacándosela de la boca, estaba totalmente empapada en babas mías y suyas.

Se fue hasta mi culo y de un tirón sacó la mitad restante del consolador que quedaba dentro. Aunque me dolió un poco reprimí el grito. Me metió la punta sin ninguna dificultad, pese a ser cabezona.

-MMM- gemí.

-Así me gustan, dilatados, que entren bien – dijo presionando.

Era genial, su polla tenía algo menos de grosor que el consolador y estaba entrando con total facilidad, el placer que me estaba causando era tremendo. Cerré los ojos y disfruté.

-Uffff

-Te gusta ¿eh perro?

-Si amo, tu polla es fantástica – le reconocí.

Continuó metiéndola hasta el final. Pensé que los últimos centímetros me dolerían pero ni siquiera. Estaba siendo especialmente delicado, aunque eso se terminaría pronto. Me agarró de las caderas y empezó a embestirme con gran fuerza.

-AAAAh AAAAAAh siii siii – gemí.

-Al final os gusta a todos – dijo.

El ruido al chocar su pelvis con mis nalgas era similar al que había escuchado un rato antes. Estuvo follándome durante largo rato, manteniendo incansable el ritmo, como se había corrido hacía no mucho tiempo tenía más aguante, incluso me pregunté si todo no estaría calculado.

-AAAAAh AAAAAAAh no paresss no paresss – dije con los ojos cerrados disfrutando de aquella magnífica polla.

Aumentó el ritmo –más si cabe- y de pronto noté cómo un líquido caliente me anudaba todo el culo.

-UFFFFFFFFFFf siiii ooohhhhh – gimió el amo.

Siguió corriéndose mientras me follaba, cada vez más despacio hasta que paró. Me la sacó lentamente y me la metió de nuevo.

-Uffff me encantaa – grité.

-Claro que sí – dijo sacándola.

Lo que creí que había sido de nuevo su polla penetrándome resultó ser el consolador entrando de una vez más. Le miré como no entendiendo el porqué me lo volvía a meter, si ya me había petado, y él pareció leerme el pensamiento.

-Será mejor que lo tengas dentro algo más de tiempo.

-Claro amo – le respondí sin más.

Se guardó su gran herramienta en el interior del pantalón corto y procedió a desatarme los pies que me colgaban de sendas cadenas, pensé que me los ataría a la cama pero no fue así, me desató también los brazos y me hizo un gesto.

-Levántate de la cama.

Me incorporé de un salto y esperé instrucciones.

-A la celda – dijo señalándola con un dedo.

-Enseguida amo – le dije caminado con la cabeza baja.

Después de haber pasado tanto tiempo en el aspa gigante estar en la celda sería incluso placentero y gratificante, aunque habría preferido quedarme en aquella estupenda y cómoda cama, aunque fuese atado. Entré en la celda y cerré la puerta sin siquiera pensarlo. El amo llegó con su llave y certificó el cierre, y sin decir nada se marchó de la mazmorra.

Me senté a descansar, estaba agotado, repasaba mentalmente lo que había disfrutado siendo sodomizado por mi amo y mi polla se puso juguetona en su jaula transparente. Después de un rato oí la puerta de arriba y el amo bajó, traía una caja de pizza, la metió entre los barrotes y me miró.

-Ahí tienes la cena perro, que la disfrutes- dijo dándose la vuelta.

Se volvió a marchar una vez más. Estiré el brazo para coger la caja, era de tamaño grande, la abrí y encontré algo menos de la mitad de una pizza barbacoa y una porción a mayores mordisqueada, aún estaba caliente, y eso fue el segundo mayor lujo que tuve aquel día, tras disfrutar de la magnífica polla de mi amo.