Te perdí y te encontré (9)
Durante el trayecto a la oficina no pude evitar llorar, pensar que este día debía ser alegre, debíamos estar Fernanda y yo celebrando el primer cumpleaños de nuestra hija. Aún no soporto la idea de vivir sin ella, no quiero, no puedo.
La misa estaba programada a las 9:00 a.m. en el panteón, no pude evitar recordar todo lo que hacía un año ya había pasado. Entre los asistentes se encontraba mi familia, la familia de Fernanda y algunos amigos muy íntimos. Al finalizar recibí abrazos de todos los presentes, no veía a mis suegros desde un año atrás, cuando el caos llegó a mi vida.
-Qué te puedo decir hija- los ojos de Solange, mamá de Fernanda se llenaron de lágrimas- creo que no hay forma de explicar lo que siento… sentimos.
-Lo sé Solange- traté de permanecer tranquila- No sabes cuánto la extraño…- Me abrazó y traté de contener las lágrimas.
-Me gustaría conocer a mi nieta… hace un año que no la veo y sólo estuvo conmigo unas horas- no tenía idea de eso, me había olvidado por completo de mi familia política.
-Disculpa, en estos días te visitaremos- susurré.
-Estaríamos felices de que vayas a comer a casa un día de estos- un nudo llenó mi garganta
-Solange… comprenderás que para mí es muy difícil… todo eso, las comidas en tu casa, las fiestas, me pone mal. Disfrutaba de eso, sí… pero con Fernanda- No podía ocultar lo que me provocaba la idea de pasar una tarde con ellos.
-Te entiendo Camila, no te preocupes- frota mi hombro.
-Hija- llegó mi suegro, nos abrazamos y las lágrimas brotaron de mis ojos como lluvia.
-Fernando que gusto- los dos estábamos tratando de no romper en llanto.
-Me alegra saber que haz continuado con tu vida-
-Si por mi fuera en estos momentos estaría con ella, en esa misma tumba- mis lágrimas avanzaban por mis mejillas lentamente- pero tengo alguien por quien vivir, una parte de Fernanda está en mi hija, y ahora voy a cumplir todo eso que le prometí a tu hija- llegó mi cuñado y me abrazó sin decir nada, ese chico amaba a su hermana.
-Me retiro, en estos días llevo a la niña…- limpié mis mejillas y comencé a caminar lentamente hacia el estacionamiento.
Durante el trayecto a la oficina no pude evitar llorar, pensar que este día debía ser alegre, debíamos estar Fernanda y yo celebrando el primer cumpleaños de nuestra hija. Aún no soporto la idea de vivir sin ella, no quiero, no puedo.
A eso del mediodía recibí una llamada de Julieta
-Hola Jul, ¿todo bien con Fernanda?
-Tu hija está bien, quiero saber ¿cómo estás?
-¿Qué te puedo decir? Quisiera desaparecer en este instante, anestesiarme, dejar de sentir esto…- parecía como si me hubieran golpeado hasta casi morir -¿Quieres que vaya por la niña?- quizá tenía cosas que hacer.
-No, te espero en mi casa para comer como habíamos quedado… Bueno si aún quieres ir…
-Gracias Jul, ahí te veo… Y una vez más gracias por cuidar de mi hija- colgué y un sueño profundo invadió mis ojos, los sentía pesados, quizá por el llanto.
Un teléfono vibrando me despertó, era un mensaje de texto de Julieta, me daba su dirección y un “te esperamos”. Eran cerca de las dos de la tarde, terminé rápido y avisé a Alonso, quien expresó mucha alegría al saber que iba a comer con Julieta.
Conduje hasta su casa, sin ánimo de más.
Al llegar a casa de Julieta miré a mi hija dormida, me parecía increíble que no protestara al estar con ella, de hecho me parecía increíble la confianza que me daba al dejar a mi hija a su cuidado.
-¿Cómo te fue?- preguntó con un poco de temor a mis respuesta
-Hablemos de otra cosa…por favor
-¿Te gusta el spaggetti?- preguntó de inmediato cambiando el tema
-Mucho- susurré observando a mi hija.
-Que bueno, temía que no
-Oye ¿no se supone que deberías estar trabajando?- pregunté extrañada, pasó todo el día con mi hija y al parecer no fue a trabajar.
-Fernandita y yo fuimos un rato a la oficina, luego me salí para ir de compras y venir a preparar la comida- explicó
-Mmmm- me puse a pensar
-¿Qué?- pregunta inocentemente
-Si yo fuera tu jefe ya estarías fuera de la compañía…- me interrumpe
-Entonces ¿ya te haz despedido?- mi rostro se tornó inexpresivo, no entendí- Las ventajas de ser la dueña
-Tú eres la dueña?- pregunté asombrada, nunca tuve contacto con el dueño, solo con Julieta
-Sí, pero shhh- coloca su dedo índice sobre sus labios- nadie lo sabe, finjo que el dueño es un empresario muy ocupado el cual ha dejado la empresa a mi cargo y yo delego funciones a los demás- Me dejó sorprendida
-¡Wow! Me dejaste sorprendida, ¿pero qué pasa cuando hay problemas?-
-Bueno en la compañía trabaja mi mejor amiga y asistente, ella me comunica todo y básicamente es ella quien mueve la empresa, yo prefiero la vida cómoda-
-Ya veo- le digo algo sarcástica-
-¿Quieres vino?- pregunta levantándose del sofá
-Claro, por favor- se va y regresa con dos copas y botella en mano-gracias
-El spaggetti ya no tarda… espero- sonríe- salud- la miro seria- por tu hija- bebo el vino hasta terminar el contenido de mi copa.
-Tú no concibes la vida sin trabajar… cierto?- pregunta tranquilamente
-No, la verdad no. Desde muy pequeña mis padres me enseñaron que solo trabajando eres una persona digna, mi padre dejó una frase muy marcada en mi vida “el trabajo dignifica al hombre” y creo que tiene razón- serví más vino en mi copa- cuando eres homosexual tienes que esforzarte en ser muy bueno en todo para que la “sociedad” en la que vivimos te pueda respetar. Es lo que no me agrada de este país. Aunque bueno, en mí no hay problema con eso, siempre me ha gustado destacar en lo que hago-
-Ya veo, por el contrario a mí no me gusta trabajar, bueno sí, pero quisiera ser una empleada más que al término de su horario se va feliz a disfrutar del resto del día… pero también me gusta vivir bien, así que tengo que trabajar más-
-Preferirías que tu marido te mantuviera mientras vas al club, al gym y de compras?- pregunté
-Jajaja bueno sería increíble eso, pero sin marido- las dos reímos
-Siempre quise que Fernanda sucumbiera ante mis deseos, que no trabajara, ella decía que esas ideas eran del siglo pasado y siempre estuve orgullosa de ella, siendo tan capaz, tan autosuficiente, tan ella- suspiré
-Creo que ya debe estar listo el spaggetti- se incorporó y fue a la cocina.
Sirvió y me aclaró que mi hija ya había comido, así que la dejamos dormir. Comimos hablando de trivialidades y bebiendo vino tinto. Al terminar me despedí de ella con un beso en la mejilla y tomé a mi hija entre mis brazos, nos acompañó hasta el auto, subí a Fernanda a su porta bebé en la parte trasera del auto y nos fuimos.