Te perdí y te encontré (14)
Segundos después abrí los ojos, de golpe me topé con la sorpresa, aún cuando lo sentía, no era Fernanda, aún cuando sentí su cálido aliento y sus dulces besos en mi, era otra mujer quien me miraba expectante
Me dejé llevar unos instantes por la sensación, era como si todo el dolor que había sufrido desapareciera de golpe, como si una enorme tranquilidad llegara a mi vida. Fueron instantes únicos, simplemente dejé que sucediera.
Segundos después abrí los ojos, de golpe me topé con la sorpresa, aún cuando lo sentía, no era Fernanda, aún cuando sentí su cálido aliento y sus dulces besos en mi, era otra mujer quien me miraba expectante.
Sentí mil emociones recorrer mi cerebro, me sentía mareada, confundida, como si me hubiesen dado una tremenda golpiza. Me sentí romperme nuevamente, el dolor que sentí cuando perdí a Fernanda no se comparaba con el que estaba sintiendo en ese momento. Mi columna vertebral fue recorrida por un gélido escalofrío. Deseaba dejar de sentir, dejar de pensar.
Supongo que Julieta comprendió todo, unas lágrimas brotaron de mis ojos de forma inconsciente, ella se levantó de la mesa, se acercó y me dio un corto beso en la mejilla y sin más se fue. Mi hija me miraba confundida.
Pasaron los minutos, casi una hora después de que Julieta se había ido pedí la cuenta, firmé y me fui con mi hija, el mesero también estaba atónito, quizá creyó que éramos una pareja despidiéndose, o quizá eso pensaba yo.
Caminé unas cuadras con mi hija en brazos, parecía que ese hermoso ángel me leía la mente, no pronunció palabra alguna, ni siquiera hizo el intento por llorar, estaba imputada me imagino, al igual que yo.
Regresé afuera del restaurant luego de unos cuarenta minutos caminando hacia la nada, subí a mi hija al auto y conduje a casa de Solange, dejé a mi hija ahí sin muchas explicaciones, tenía la cabeza revuelta y no podía hacerme cargo, nuevamente era esa madre irresponsable, nuevamente era esa Camila de la que Fernanda no estaría orgullosa, esa que no querría jamás como madre de su hija.
Compré una botella de vodka y me dispuse a manejar sin rumbo, las lágrimas por mis ojos eran incontrolables, necesitaba sacar todo aquello que traía dentro, ya no sabía si le lloraba a Fernanda o a Julieta, esa confusión estaba matándome.
Perdí consciencia no sé en qué momento, dejé de pensar por unas horas, aunque me hubiera gustado perderla para siempre.
Una luz me despertó, hubiera deseado que fuese San Pedro, o ya mínimo Satanás, pero era Alonso. Era de día, calculo que quizá mediodía.
—Ya estoy harto de tus desmadres Camila—. Su tono de voz me desconcertó.
—¿Qué pasa Alonso?— estiré los brazos tratando de espabilarme.
—Son las dos de la tarde, no te has presentado a trabajar, tanto tu madre como tu suegra no paran de llamar y para colmo Julieta fue a buscarte—
—¡Oh!— bostecé ampliamente —muero de sueño, me iré a casa— hice un ademán por alejarlo de mi coche pero me detuvo antes de cerrar la puerta.
—Te vas a casa a darte un baño y regresas a trabajar, tenemos mucho por hacer— bostecé nuevamente —me iré detrás de ti—.
Conduje torpemente a casa, me sentía muy cansada aunque ya era notablemente tarde. Alonso venía detrás de mí en un coche de la empresa, en serio estaba molesto.
Me di una ducha rápida y cuando terminé de vestirme Alonso ya tenía unas pastillas y un agua mineralizada para mí. Bebí sin renegar y me fui con el a la empresa, dejé mi auto en casa. Paró en un establecimiento de comida y me compró un litro de consomé, me lo comí sin renegar con unas cuantas tortillas recién hechas y un refresco de cola.
Al llegar a la oficina me explicó los detalles que habían surgido ese día.
—Sí, bueno y ¿cómo es que Julieta me vino a buscar?—me miró confundido.
—No puedo creer que de todo lo que te he dicho sea sólo eso lo que te importa—. Bufó —De seguir así, todo se irá al carajo Camila—
Bajó del auto azotando la puerta.
—No olvides que yo pago ese auto— grité—
Se limitó a levantar su dedo medio hacia mí. Di un último sorbo a mi refresco y me dispuse a ir a mi oficina. Mi celular se había quedado sin batería y Solange debía estar preocupada por mí, conecté el teléfono apenas llegué a mi escritorio y salí de inmediato al área de impresión. Tardamos algunas horas en calibrar una máquina pero al fin se pudo.
Alonso y yo salimos a un pequeño establecimiento cerca de la imprenta para comer, esta vez algo más en forma. Cuando cruzábamos la calle de regreso miré el coche de Julieta estacionándose en la cuadra lateral de la empresa, Alonso me dio unas palmadas y caminó, con la mirada le supliqué que no me abandonara pero no me hizo caso.
Me acerqué al coche de Julieta, sabía perfecto que me buscaba, y sabía bien qué pasaba.
—Hola—saludé cuando bajó el cristal de su ventanilla
—¿me vas a esplicar qué pasó ayer?— su tono de voz era duro.
—¿justo ahora?— dudé— bien— titubee— ¿me puedo subir a tu auto?—
—Claro, es lo mínimo que espero—
Caminé al otro lado del vehículo y me subí al lado suyo, un silencio enorme inundó el lugar, Julieta miraba al horizonte. Pasados unos minutos ella habló.
—Perdóname por lo de anoche Camila, no debí besarte—. Un nudo enorme se formó de golpe en mi estómago y mi pecho.
—Julieta— respiré hondo —perdóname tú por mi actitud, sabes que no es fácil para mí—.
—Sí, por eso vine a buscarte, necesitamos terminar con esta situación—. temblé de miedo.
—¿A qué te refieres?— dije con un hilo de voz
—Necesitamos aclarar lo que sucede y lo que sucederá…—
—Dime— suspiré —afrontaré todo cuanto venga—
—Bien— hizo una pausa— Mira Camila, en verdad me interesas, y no sabes cuánto—. Se lamentó— Sin embargo no permitiré que esto afecte la relación profesional que mi empresa tiene con la tuya, si crees que no lo puedes manejar, dejamos el contacto de una empresa a otra en manos de tu asistente y yo— suspiré de nuevo, aliviada un poco.
—Julieta, no es que me afecte el contacto contigo, pero entiéndeme…—
—¿qué debo intender?—me interrumpió —¿que tu mujer se murió hace dos años y que te niegas a darte una oportunidad con alguien más?— sus palabras me hirieron profundamente.
—Tú no sabes nada respecto a Fernanda— bufé— no te atrevas a hablar de ella—
—Camila por favor— esta vez se giró para verme fijo— entiende, ella está muerta, y por más que quieras, jamás volverá— su voz se tornó más dulce —yo quiero algo contigo, me encantas y me fascinaría que podamos tratarnos más— hizo una pausa— si no quieres una relación ahora, mínimo no actúes como escuincla de secundaria—
La miraba seria, no estaba molesta, estaba asustada por sus palabras, me esperaba todo, menos eso.
—Jul— un hilo de voz salió de mí —A mi también me gustas, pero no sé, simplemente me siento culpable, sé que no debería, por favor dame tiempo, déjame organizar mis ideas— supliqué
—Cam— tomó mis manos entre las suyas— tranquila, te daré el tiempo necesario, sólo permíteme seguir viéndote— sus ojos me miraban de una forma hermosa, y ahí vamos de nuevo con la comparación con Fernanda.
Nos abrazamos y minutos después nos despedimos, cada día me tenía más desconcertada, me pedía una oportunidad, que olvidara a Fernanda y que lo intentáramos, lo que Julieta no sabía era que cada caricia, cada palabra, cada acción de su parte simplemente me recordaba más y más a Fernanda.
Aunque sabía que no eran la misma persona, algo en ella me la recordaba, me sentía culpable porque me sentía como con Fernanda, igual de feliz a su lado, y sinceramente creía que con nadie más volvería a sentir lo mismo.
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