Te perdí y te encontre (13)

...mi cabeza daba vueltas, me sentía mareada, acto seguido se acercó lentamente a mis labios y simplemente me besó, todo se detuvo en ese instante, yo me detuve ahí...

Los siguientes días fueron oscuros, trataba de negarme a mí misma algo que era evidente. Julieta me interesaba, era una mujer hermosa, llena de cualidades, con un gran compromiso por su trabajo y sobre todo amor en cada cosa que hace. Trataba de regañarme por pensarla, pero a la vez me lo permitía un poco.

Traté de ser coherente entre mi mente y mi actuar, me limité a los asuntos propios de  trabajo que Julieta y yo teníamos. Trataba de esconderme de ella y que Alonso fuera en mi representación.

Pasadas dos semanas hubo un problema en una de las máquinas de impresión, estuve un rato en el taller analizando la situación y buscando una solución. No hubo más que hablarle a un técnico para que se encargara, teníamos impresos que entregar, cuando vi la orden de impresión tragué saliva, Alonso me pidió que yo misma me disculpara con el cliente pues íbamos a demorar algunos días en entregarle.

Me fui a mi oficina para tomar valor y hablarle a Julieta. Enseguida tomó mi llamada.

—Jul ¿como estas?—

— Hola Camila—su voz era tranquila como siempre —bien, me da gusto oírte—.

—Espero que lo que te voy a decir no te disguste- suspiré -o al menos no tanto—.

—¿qué ocurre?— inhaló profundamente.

—Verás, tuvimos un problema con la producción de tu impresos y al parecer van a tardar un par de días en solucionarlo— expliqué

—¿y bien?— musitó.

—Bien Jul, quiero disculparme contigo, esperaste sea el único incidente durante nuestra colaboración—.

—Pues solo aceptaré una disculpa si a cambio me invitas a cenar con tu hermosa hija—

En ese momento recordé cuál fue la primera palabra que escuché decir a Fer, todo en mí se paralizó.

—Jul, por favor no me hagas esto más difícil de lo que ya es— suspiré

—Por favor Cam— clamó con tierna voz.

—Bien, ¿te vemos mañana?—

—Claro, ¿prefieres tu casa, la mía o fuera?—

—afuera—. aclaré de inmediato

—Tranquila, no hago daño— suspiró —algo bueno tenía que salir de esto—

Colgué la llamada y proseguí con mi día. Algo sí tenía claro, en menos de 30 horas la vería.

Mi tarde concluyó con bastante trabajo, casi no tuve tiempo de pensar y eso es algo que se agradece. Por  la noche ya en casa decidí darle un baño a mi hija, puse un poco de música y canté para ella. Era la primera vez que cantaba desde que Fernanda habas fallecido, habían pasado dos años de aquellos días grises, y aunque aún no eran del todo coloridos, sabía que debía vivir. Debía al menos tratar de sobrellevar la vida, por mi hija.

Fer se quedó dormida durante el baño, la recosté y me dirigí al balcón de su habitación, cerré por fuera y me dispuse a fumar un rato, la brisa de la medianoche recorría mi piel, por más que hubiera deseado, no podía llorar, no estaba en mí, algo más fuerte que yo no me lo permitía. Me sentía melancólica, pero ya no dolía igual, incluso temía olvidar por completo a mi Fernanda.

La mañana la pasé con Fernandita en mi oficina, estaba mucho más tranquila cada día, hasta se llevaba bien con Alonso, aunque no me podía separar de ella porque lloraba sin parar. Quedé de acuerdo con Julieta para vernos en un restaurant, algo así como un punto medio entre su casa y la mía. Llegué un poco antes para acomodar a Fer en su asiento, aunque comenzaba a caminar debía cuidarle demasiado.

Minutos después llegó Julieta, me saludó con un corto beso en la mejilla y otro a mi hija quien se alegró en cuanto escuchó su voz. Balbuceaba algunas palabras, otras sí las lograba pronunciar, como mamá, o julleta. Me avergoncé de eso, supongo que debía guardar mis pensamientos muy dentro de mí para que mi hija no repitiera lo que me escuchaba decir a menudo.

Estábamos en un restaurant a la carta, la comida era italiana aunque las especialidades eran las pastas. Terminamos pidiendo lasagna mientras conversábamos a cerca de un tinto varietal. El lugar era abierto, había muchísimas plantas naturales que hacían casi imposible que la personas de una mesa vieran a las de otra, en general era un lugar tranquilo y discreto aunque muy acogedor.

Julieta tomó todo el tiempo del mundo en comentarme a cerca de sus sueños en la vida, su amor por la vida humana y lo agradecida que estaba con Dios por dejarle vivir. Por mi parte le expresé mi falta de fé en algún Dios pero mi respeto absoluto a todo lo que creyera, al final de cuentas esa era nuestra esencia, todo lo que creíamos era lo que nos conformaba como personas y eso nos hacía únicos en la vida.

Le conté un poco más respecto a mi vida, pasadas algunas copas de vino decidí abrirme por completo con ella.

—Amaba con locura a Fernanda—.suspiré—De hecho no sé hasta que punto la amo, no te niego, la extraño demasiado— Julieta me observaba atenta.

—Daría la vida por volver a sentirla—, continué —por volver a sentirla cerca de mi— di otro trago de vino —Pero vamos, sé que es imposible.

—Camila no tienes que…—

—No—interrumpí —quiero hacerlo— acoté —quiero que conozcas todo de mí, eres libre de irte en el momento que así lo desees—me observó con mirada de confusión y afirmó con un movimiento de cabeza.

—Cuando murió estaba segura de que me iba a ir con ella, quería desaparecer, es algo que en verdad a nadie le deseo, de corazón te lo digo—. suspiré —es un dolor profundo que se adhiere a cada centímetro de tu cuerpo y que no sabes cómo quitarlo, deseas que sea como una prenda para arrancarla pero por más que intentas no se va—. desvié la mirada unos segundos —Meses después de su muerte y muy a pesar mío, supe que no iba a revivir, por más que me pasara la vida bebiendo o llorando, no la haría volver—.

Algunos segundo pasaron, Julieta me miraba expectante pero no hablaba.

—Puede sonar loco, pero vi a Fernanda en uno de mis días de borrachera, ella me pidió que regresara a trabajar, que cuidara de nuestra hija— una lágrima brotó de mi ojo derecho —así lo hice, traté de concentrar toda mi energía en ella, fijar metas en su vida, quizá no soy una madre ejemplar, trato de hacer lo que puedo, en verdad no sé cómo educar a un ser pequeñito—

Julieta seguía escuchándome sin pronunciar palabra alguna.

—Después llegaste a mi vida, primero como una relación de trabajo y ahora como una gran amiga— su sonrisa se torció —Vamos, no me mal interpretes Jul, pero no es fácil para mí verte de otra forma—.

—Camila— bebió de golpe el contenido de su copa —cuando te conocí tenía claras dos cosas—; suspiró conmigo —quería hacer negocios contigo, y deseaba estar cerca de ti—

Sus palabras retumbaron en mis oídos y me fue imposible articular palabra alguna.

—Hace un tiempo, para ser sincera no mucho, un ángel del cuál no sé nada, me salvó, una persona me trajo de nuevo a la vida, no tuve tiempo de agradecerle y aunque no fue decisión suya, no sabes cuánto le agradezco a ese ser humano, a su familia y a Dios por esta oportunidad—. Me miraba fijo mientras jugaba con su copa, miró unos instantes a un lado y después volvió a posar sus ojos en mí—

—Jul yo…—

—Aún no termino Cam— cortó de golpe.

—En ese momento me prometí que aprovecharía cada instante, cada segundo de mi vida, me prometí y le prometí a ese ángel que haría lo correcto, seguiría mi corazón y sería inmensamente feliz— se acercó a mí —Te necesito para eso— mi cabeza daba vueltas, me sentía mareada, acto seguido se acercó lentamente a mis labios y simplemente me besó, todo se detuvo en ese instante, yo me detuve ahí.

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