Te odio por hacerme amarte tanto (2)
Discupen por favor la ortografía, espero y les agrade, pues es una hostoria que yo considero interesante, y ya pronto llegará lo esperado. Por favor comentes. Un beso y gracias por su atención =)
A la mañana siguiente, me levanté con mucho ánimo, esperando que mi adorada amiga Monse ya se presentara a clases, la extrañaba en verdad. Pero no llegó, así que me puse de acuerdo con las chicas del equipo, haríamos el trabajo de español, el día continuó como los demás.
Por la tarde, llegué al cyber a las 4:30. Chequé mis nuevos correos, conversé con algunos amigos, y pocos minutos después, llegó Silvia. Estuvimos buscando la información para la tarea, luego buscamos imágenes de temas que le interesaban, todo lo guardamos y nos fuimos a mi casa una vez que vimos que se aproximaban las demás compañeras. Al llegar a mi casa, Silvia se sorprendió de ver una mesa de billar, prometí enseñarla a jugar.
Hicimos el trabajo, Yessenia y Jessica se fueron, solo quedamos Silvia y yo. Mientras ella me contaba cosas que le habían pasado, yo solo podía ver sus hermosos ojos negros, su cara perfecta, una sonrisa tierna y sincera. Así nos anocheció, estábamos realmente cómodas estando juntas. Hasta que llegó el momento de despedirnos, se fue y yo me quedé pensando tonterías en mi habitación.
Así pasó toda la semana, el viernes por fin expusimos el ensayo, nos fue muy bien de calificación, y en ausencia de Monse, Silvia comenzaba a caerme mejor.
El fin de semana lo pasé como siempre, jugando con mi Play Station, escuchando música, leyendo, en fin. El lunes por la mañana me introduje en la regadera, y al estar bajo el agua recordé el sentimiento de rechazo que sentía por Silvia al ver que estaba en mi grupo, y luego lo comparé con lo que ahora sentía, creí que se podía dar una amistad, solo pensaba en eso. No me di cuenta a qué hora salí de la ducha y llegué hasta mi habitación, me vestí y fui a la escuela.
Monse se presentó a clases, la saludé. Pero ahora mis conversaciones, chistes y comentarios se dirigían a Silvia, quien respondía animada y bromeaba conmigo. En el receso Silvia me pidió que la acompañase a la cafetería por su desayuno, en el trayecto recordé que mi mente me pedía a gritos separarme de ella, y no permitir que ella estuviera cerca de mí más sin embargo, mi corazón pedía a gritos estar a su lado. Así que me deshice, o al menos reprimí ese sentimiento de rechazo y comencé a disfrutar de su compañía.
Los días pasaron, y Silvia y yo cada vez estábamos más unidas, no me parecía creíble como en una semana Monse fue desplazada del título de mi mejor amiga, siendo remplazada con Silvia, pero es que en verdad ella tenía algo que no me dejaba separarme un momento.
Cada día nuestra amistad crecía, ella iba a mi casa, yo a la suya, pero diario, sin excepción alguna nos veíamos, paseábamos abrazadas, era la mejor amiga que había tenido.
Diciembre llegó, y con él las vacaciones decembrinas, pero ello no fue un impedimento para que Silvia y yo siguiéramos en contacto; un día antes de la posada navideña, Monse y yo platicábamos
Monse: mi mamá me dijo que los papás de Silvia están divorciados
Claudia: pues dudé en decirlo- cuando voy a su casa, él nunca está, pero Silvia dice que es porque se pasa el día con su abuela
Monse: puede ser, pero no creo, porque dice mi mamá que la mamá de Silvia le contó que estaba muy mal su relación, y tal vez por eso Silvia sea tan aniñada sonreí al escuchar "aniñada" para mí, el término mejor era "tierna", porque ella en verdad me estaba causando demasiada ternura.
Claudia: pues si es así tenemos que apoyarla, que sienta que la queremos
La conversación terminó en eso, pues Silvia se aproximaba. Luego nos fuimos las tres a vagar, y de ahí cada quien a su casa.
Al día siguiente, en la posada Silvia llegó con los ojos rojos, era evidente que había llorado.
Se acercó a mí, y como una reacción instintiva, la abracé dulcemente, le acaricié el pelo, besé su cabello, no pregunté, solo expresé comprensión. En mis brazos lloró unos minutos, luego dejó de llorar, pero no me soltó, estaba súper cómoda en mis brazos, y yo no puedo negarlo, estaba extasiada al abrasarla.
Luego me dijo "lo siento" y se fue. Monse intentó seguirla, la detuve y le expliqué que hay veces que simplemente necesitamos un poco de soledad para aclarar lo que sentimos, le pedí a Monse que no la siguiera, y regresamos a la posada, la cual comenzaba animarse, así que nos dedicamos a disfrutarla, luego fui con otras amigas a tomarnos fotos con mi cámara, pues no nos veríamos en un mes.
La posada estaba finalizando, Silvia aun no llegaba, y yo bailaba animada con Julieta y Monse, estábamos bailando reggaetón, y anunciaron que llegarían los dulces, así que comenzamos a comerlos, de repente por la puerta vi entrar a una hermosa niña, que ya no lloraba. Sonreí al tiempo que me incorporaba, se dirigió a mí, me abrazó, intento hablar, yo se lo impedí diciéndole "al rato hablamos, ahora disfruta el momento".
El momento del intercambio navideño llegó, comenzaron con una chica llamada María José, de estatura baja, delgada, piel morena, una gran sonrisa y carisma; quien regaló una hermosa figurilla de porcelana a una chica llamada Paulina. Así continuaron hasta llegar a Mayra, una chica muy delgada, no muy atractiva quien me regaló una rosa envuelta en un cilindro de cristal y lleno de agua para conservar esta.
El momento llegó, tenía que entregar mi regalo, no sin antes hacerlos dudar de quien sería el propietario, bromee un poco, algo realmente normal en mí. Cuando por fin dije la verdad, esbocé con una gran sonrisa "eres tú" señalando con el dedo índice a Luis un chico de tez blanca, pelo negro, ojos café claro, estatura media, delgado y muy buena onda, pero mirando a Monse; y luego deje "sí, eres tú, Silvia" Silvia se levantó de la silla corrió hasta el centro del aula, no tomó el regalo, me abrazo intensamente.
La tuve entre mis brazos unos instantes, dibujando con mis dedos figuras en su espalda, ella tenía su cara en mi cuello, eso empezó a tensarme, y a excitarme, con muy pocas ganas la alejé de mí, y le di el regalo, ella tomó la gran bolsa de Tinker Bell, su caricatura favorita, me tomó de la mano y no sentamos juntas, la multitud aclamaba que desenvolviera el regalo, ella lo hizo sin dejar de mirarme a los ojos con esa hermosa mirada que transmite amor, del interior de la bolsa extrajo mucho papel cortado en tiras, para luego tomar entre sus manos un oso de peluche, blanco, muy suave y hermoso.
Me abrazó nuevamente, y me dijo al oído "gracias, te quiero". Le correspondí con una sonrisa, el intercambio siguió, y Silvia no quitó su brazo de mi espalada, seguíamos sentadas pero abrazadas, riendo de las bromas de Jessica antes de entregar el regalo verídico.
Al terminar la posada, Silvia me abrazó, mis compañeros se fueron, y solo quedábamos ella y yo, estuvimos abrazadas por más de media hora, ella comenzó a llorar, la tomé de la mano y salimos de la escuela, brazo derecho estaba en sus hombros, su cara estaba agachada, y con su brazo me abrazaba por la cintura.
Al llegar a un pequeño jardín solitario, le dije que si quería hablar, ella me contó que sus padres estaban separados, y que ese día se habían peleado, yo solo la escuché, la abracé e impedí que siguiera llorando. Luego son fuimos, por la calle íbamos abrazadas, como dos amigas.
Las vacaciones pasaron, yo la extrañaba, porque aunque nos veíamos a diario, no era en mismo lapso de tiempo. El primer día de clases de enero Silvia y yo llegamos juntas a la escuela. Me dediqué a tomarle fotos con mi cámara todo el día y al regresar a casa las pesé a la lap-top.
Así pasó un largo mes, hasta que llegó el mes de los enamorados, febrero.