¿Te mola mi trabuco?

Como tantas otras veces desde el segundo ya se oía la bronca de mis vecinos del cuarto. Es otra de las ventajas de no tener ascensor y vivir en un cuarto, que te ahorra sustos y sorpresas. Pero lo que encontré supueró todas mis suposiciones y me inundó de placer.

C

omo tantas otras veces desde el segundo ya se oía la bronca de mis vecinos del cuarto. Es otra de las ventajas de no tener ascensor y vivir en un cuarto, que te quita un poco la sorpresa. Era algo normal, las broncas, digo. Son una familia de esas con 7 hijos o más en un piso de unos 70m2. Igual que el mío y yo lo veo pequeño. No sé ni cómo no se habían matado ya entre ellos. Y no eran una de esas familias súper simpáticas o cariñosas de las que salen en la tele, ¡qué va! Estos estaban de broncas todos los días. Ni el padre ni la madre trabajaban, vivían de las ayudas sociales y a la hora de ir al colegio solo hacían que salir niños por la puerta. El mayor de los hijos tendría unos 18 o 19, creo que era de otro matrimonio anterior de la madre, o así, porque se llevaba bastantes años con toda la demás prole. Y era con el que más brocas había.

Al llegar al rellano el panorama era de película. El padre en la puerta gritando como un energúmeno, la madre detrás de él llorando y gritando, no se le entendía nada de lo que decían y en el rellano, solo tapado con una toalla y medio enjabonado el mayor de los hijos, que no paraba de insultar a su padrastro, —puto, mediamierda, amargao, vago, que no vales pa na, desgraciao, ruina que eres una ruina —creo que estaban discutiendo porque se había acabado el agua caliente a la mitad y no había dinero para el gas o algo así, no sé.

El padrastro lanzó un puñetazo que no le dio por los pelos y arrastrando de los pelos a la madre cerró la puerta de golpe, dejando al niñato allí plantado, mojado, tiritando de frio y rabia y solo tapado con una toalla rodeándole la cintura.

Al darse la vuelta casi me arroya. Me tuve que agarrar a la barandilla para no caer. Y solo dijo un —¡y tú qué! ¡Quita!

No le hice mucho caso, le dije que pasase a casa y que acabara de ducharse y vería a ver si tenía algo de ropa que ponerse. Levantó la vista y me miró a los ojos y su expresión se relajó. Pasó del modo ataque al modo persona, ¡menuda fierecilla!

Lo hice pasar al cuarto de baño y le indiqué cómo funcionaba la ducha y cuál era el champú, cuál el gel y cuál el suavizante… al girarme había dejado caer la toalla y estaba totalmente desnudo. Jamás había visto una polla como aquella, mediría unos 22cm o más y no estaba dura del todo, solo algo morcillona por el frio. El niñato tenía un cuerpo perfecto, músculos marcaditos, sin exagerar, ni un pelo en todo su cuerpo, por no tener no tenía ni barba. Muslos bien torneados, abdominales marcaditos y un culo redondito y respingón. Lo que se dice todo un efebo. Mediría lo mismo que yo sobre 1,80 y era moreno. También me fijé que tenía las uñas de los pies de un tamaño descomunal, largas a más no poder, debería hacer siglos que no las cortaba.

Se me escapó un —¡Coño!

A lo que él respondió con una media sonrisa, —¡Qué! Te mola mi trabuco, ¿eh?

—¿Cuánto hace que no te cortas las uñas de los pies?

—¿El qué?

—Que como no te cortes las uñas de los pies vas a coger una infección o algo.

—Qué pasa que eres médico o algo…

— algo… podólogo… anda dúchate y ahora te corto las uñas. Por cierto, me llamo Manuel.

— ¡Vale! Yo Jonatan, pero te ha molado mi trabuco, a que sí —al tiempo que balanceaba su enorme polla con su mano arriba y abajo.

No le contesté, me fui a buscar el juego de herramientas que tenía de repuesto en casa, ya que allí había faena para rato. Iba bastante ofuscado, yo nunca he sigo gay, ni nada parecido. Tengo ya 44 años y no estoy para tonterías, estoy dos veces divorciado y me gustan las mujeres o eso creo. Aunque me vaya muy mal con ellas.

Mientras estaba en mi habitación buscando los útiles me llamó una clienta pesada, y así estaba cuando escuche que a Jonatan salir del baño y llamarme. Contesté un simple «aquí» y colgué el teléfono diciéndole a mi clienta que tenía un cliente pesado y que no todos eran tan comprensivos como ella —hay que ser un poco pelota— Y así apareció en la puerta de mi habitación Jonatan, desnudo y tapado solo con la toalla de antes. Se paró en la puerta, chorreando y mojándome todo el suelo —Oye, tú, no ves que me lo estás mojando todo…

—ok, tranqui colega…— y dicho esto dejó caer la tolla y se puso de pie sobre ella diciendo —Ea! Ya está.

De repente vio la cama y se le iluminaron los ojos. ¡Claro! en un piso pequeño con 7 niños una cama de matrimonio de 2 metros, como la mía, es un superlujo. Y diciendo un «otia que flipe de cama» se lanzó a ella. Y allí se quedó despatarrado con cara de felicidad. Me encogí de hombros y empecé a cortarle las uñas de los pies. Se dejó hacer sin quejarse mucho y manteniendo la expresión tonta de su cara. Cuando acabé me levanté esperando que él también se levantara, pero solo me miraba.

—Oye Manué, que digo yo… que bueno…que, bueno ahora que somos colegas. Pues, eso, que algún día me podrías invitar aquí a tu casa… a dormir en el flipe este de cama.

Me quedé con la boca abierta, no sabía que contestar. Empecé a imaginarme cosas y mi cabeza daba muchas vueltas, así que sin cortarme un pelo le pregunté: —¿Tu que pasa que eres maricón o algo?

—No, ¡qué va! A mí me gustan las chavalas y follármelas que mola. Pero no siempre puedo, y ando mu cachondo y en mi casa no hay sitio. Maricón es el Ricart, un colega, bueno no tanto, que me la chupo a mí y al Javi a la vez y nos corrimos en su boca y eso, to el asco. Ese no va con tías.

Yo estaba con la boca abierta. No me lo podía creer, tenía a un efebo en mi casa, ofreciéndose para no sé muy bien qué y noté como mi polla empezaba a moverse lo cual me dejó más perplejo aún.

—Qué bueno que no pasa nada— siguió diciendo, se le notaba nervioso y yo estaba en shock —esto no sería eso, solo unas pajillas, nos desfogamos y ya está, sin besitos ni mariconadas. Y a dormir anchotes.

Y reaccioné, ¿en serio se me iba a meter un cuerpazo en mi cama para hacernos y unas pajas? Una paja me la sé hacer yo solo, no necesito un niñato de cuerpo perfecto como él para eso y menos con un pollón enorme. Y le contesté muy chulo —Mira chaval, tú lo que pasa es que te mueres de ganas de que te reviente el culo a pollazos —a esto sí reaccionó bien, era algo que conocía, las demostraciones de fuerza.

Y medio sonriéndose me contestó: —pero me das besitos en la nuca mientras, ¿no? Al tiempo que empezaba a pajearse aquella enorme polla que empezaba a crecer.

La mía empezaba a apretar en el pantalón, así que me la saqué. No serían sus 25 centímetros, pero ya estaba sobre los 18 y además la tengo muy gorda. Una gota de precum calló de mi cipote y le indiqué con el dedo que se acercara. Se deslizó por la cama hasta llegar a mi altura, se sentó de forma que mi cipote se quedó apuntando a su nariz. Le cogí el pelo, lo tenía rapado por los lados y largo en el centro. Pensé que así era más cómodo de coger y que todos los que se peinan así ahora es porque les mola chupar pollas. Le metí la polla en la boca y empezó a succionar. Sería la primera vez que la chupaba, pero he visto putas con menos arte. ¡Joder! Aquel puto adolescente con su boquita pequeña me estaba haciendo ver el cielo. Me pajeaba arriba y abajo y relamía el glande sin que mi polla dejara nunca de tocar alguna parte de su cara. Con la otra mano me tocaba los huevos. La mejor mamada de la historia. De repente, note las convulsiones y le cogí fuerte el pelo con las dos manos para que no apartase la cabeza, quería correrme en su garganta, necesitaba correrme en su boca. Protesto un poco, pero solo un poco, se le notaba respirar fuerte mientras mis chorros de lefa iban entrando en su garganta y él los tragaba. Después de todo no le dio mucho asco, porque seguía succionando y su legua no paraba.

Cuando acabó y empezó a bajarme el empalme, me tumbé en la cama boca arriba. Mientras él me insultaba y decía de todo. No le hice mucho caso. Sabía que solo estaba enfadado porque lo había disfrutado y eso le hacía igual que a su colega el maricón, eso era lo que realmente le molestaba. Seguía allí diciendo palabrotas, sentado a mi lado. Así que alargue mi mano le cogí otra vez el pelo y lo acerque a mi cara.

—Mira putita, yo no tengo la culpa de que te haya gustado, ¿por qué no dejas de gilipolleces y seguimos?

Abrió mucho los ojos, me cogió la cara con las dos manos y me besó con mucha pasión, me metió la lengua hasta dentro y se subió encima de mí. Se sentó sobre mi polla que aún estaba flácida. Mientras me besaba metí mi mano entre los dos cuerpos y le cogí la polla y empecé a pajearla. Suspiró de gusto al tiempo que decía: «ves cómo te gusta mi trabuco». La verdad es que, si me gustaba, era una polla magnífica, grande, gorda, tersa, suave, y llenaba toda mi mano.

—¿Y a qué esperas para metérmela en la boca, maricón? —Le contesté muy chulo.

Se subió y se sentó sobre mi pecho, dejando su polla recostada sobre mi cara. Me la metí en la boca, pero me costaba manejarme bien con todo aquel montón de carne. Así que me moví y lo lancé a un lado. Soy bastante más fuerte que él. Una vez lo tuve tumbado boca arriba me dediqué a chuparle la polla a conciencia. No me gusto el precum, estaba como amargo. Pero me acostumbré rápido. Me encantó chuparle los huevos, eran suaves y se movían raro y él suspiraba de placer. Solo decía «sigue, sigue», «más más» y me cogía fuerte del pelo. Después de un rato empecé a cansarme y se me ocurrió que para que acabara rápido lo mejor sería hacer un poco de trampa. Así que le metí el dedo corazón por el culo, hasta el fondo. Gimió y yo empecé a follarle el culo con el dedo. No aguantó ni 30 segundos, noté las convulsiones y empezó a salir leche de aquella polla como si fuese una fuente, menudo lechero. Me tragué la que pude, pero me quedó la boca llena, así que me acerqué a su boca y le di un beso blanco. Se la tragó toda.

Estábamos tumbados de lado él dándome la espalda y mi polla apuntaba a ese culito respingón. Yo he visto tetas más grandes que ese culo, con las dos manos lo abarcaba todo. Tenía la cabeza ligeramente vuelta y yo lo besaba, también lo llamaba «maricón» y le decía que se había tragado mi leche y la suya, «maricón», «putita». Él solo decía que «sí». Acerqué mi polla a su agujerito y él puso su culito en posición. Le puse mucha saliva, aquello era estrecho y yo estaba súper excitado, así que la tenía más grande que nunca.

Poco a poco, fui haciendo fuerza y metiéndola. Él gritaba y mordía la almohada y yo seguía empujando. Se me hizo eterno meterla entera. Cuando la tuve dentro me paré y empecé a besarlo para relajarlo y para esperar a que su culo dilatase. Notaba las palpitaciones en mi polla y aunque me pusiesen a mil no era plan de destrozarlo, teníamos que disfrutar los dos. Empecé a tocarle la polla, para excitarlo y porque me gustaba aquella verga enorme. Él dijo rápidamente: «te gusta mi trabuco, ¿eh?».

—El que tiene una polla metida en el culo eres tú, maricón de mierda —le dije.

—Ummm sí —contesto, gimiendo de placer, mientras sacaba la lengua y me besaba con placer.

—¿Qué diría tu colega el Ricart si te viese ahora?

—Que soy una perra, una puta guarra de mierda, que soy un maricón, me encanta…

Me excitaba mucho escucharlo, la tenía tan dura que me dolía, pero ya no notaba las palpitaciones así que empecé a moverme poco a poco. Gemía como una perra en celo. Mi ritmo fue aumentando de velocidad y al final aquel culo tragaba polla a un ritmo bestial. Lo subí encima de mí y con las dos manos acompañaba su cadera para hacer muy profundas las penetraciones. Él empezó a pajearse con las dos manos, tenía polla de sobra para eso y más.

Estábamos a punto los dos, pero como intentó darme un beso y no pude los tumbé en la cama boca arriba, le puse las rodillas sobre el pecho y tumbándome sobre él se la metí hasta el fondo. Siguió pajeándose. Pero ahora nos podíamos besar. Solo decía «más, más» y «así, así». Entonces se empezó a poner rígido y me apretó mucho la boca contra la mía y se corrió, nos llenó el pecho a los dos de chorros de leche, y la cara y todo, era un verdadero lechero. Noté todas las convulsiones en la punta de mi polla y no pude soportarlo, me corrí dentro de su culo. No sé cuántos chorros solté, pero fueron muchos.

Me dejé caer a un lado de la cama y él se me abrazó de lado. Tenía una sonrisa preciosa en la boca. Y repitió eso de «te ha molado mi trabuco, ¿eh?». Y mientras nos besábamos nos quedamos dormidos…

——Continuará——

Gracias por vuestros comentarios me ayudan a seguir.