Te llamas Mujer

Eres tantas... eres una.

Atraviesas mi piel con tu mirada de hembra cautivada; seduces con tu olor mis hormonas; la sangre que emana por mis venas se pierde en mi rostro, coloreando el lienzo de nuestros primeros besos.

Tus labios suaves y dulces se mueven con delicadeza sobre los míos; es irresistible el roce de tu lengua húmeda y tibia, que comienza acariciando y termina taladrando la calma de mi pasión.

El deseo se apodera de mí cuerpo; no pienso, no razono; solo siento, vivo y muero en ese cuerpo de sirena; en esa piel de terciopelo, blanca, oscura o canela, que se eriza con el paso de mis dedos.

El surco de tu espalda me lleva hacia la locura… voy recorriendo tus curvas lentamente, disfrutando del deleite que le otorgas a todos mis sentidos.

Susurras algo en mi oído, pero no lo entiendo… no me importa, el tono de tu voz y el murmullo de tus suspiros, son suficientes para encender más la hoguera que crece en mi abundante humedad.

Tus senos adoptan múltiples formas en mis manos… grandes, pequeños, redondos, caídos… la diferencia está impresa en todas partes de ti y a la vez no existe, porque eres una.

Siento tu cabello entre mis dedos, percibo su aroma y me pierdo en él… observo sus destellos dorados como el sol; rojos como la sangre; negros como la noche; no importa su color, siempre que su aroma femenina y su suavidad eleven mi lívido insaciable.

Siento mover tus caderas sobre mí y no hay peso alguno que estorbe mis movimientos… es distinto, es único, es especial y divino.

La liviandad de tu cuerpo sobre el mío, me permite girar quedando sobre ti para poder observarte y sentirte a la vez… a mi merced. Comienzo a bailar encima de tu desnudez y siento como el fuego se esparce entre las dos para fundirnos en una.

Tu sexo se frota contra el mío, absorbiéndose mutuamente, besándose, succionando la incontrolable cascada que brota de nuestro deseo compartido.

Bajo suavemente arrastrando mis labios sobre ti, transitando una vía conocida que me hace llegar a la cúspide de tu ser, al centro de tu alma corporal. No hay forma que detenga mi paso ya marcado.

El nuevo ritmo comienza con la punta de mi lengua, al compás de tus caderas ansiosas, acelerando poco a poco sobre el botón que derrumba tu única barrera de cordura; lo aprieto con mi boca, reconociendo sus sabores y perfumes diversos, pero iguales a la vez.

Incursiono dentro de ti, buscando lo que me falta para hacerte ver todas las estrellas. Lo encuentro y lo aprisiono con mis dedos, lo acaricio, lo golpeo y lo hago mío, mientras no puedo dejar de mirar como tus expresiones de delirio cambian con mis movimientos. Dolorosamente dejo de observarte para volver a chupar al detonador de tu cuerpo y mis dedos invasores se acoplan en tus entrañas, al son de tus fuertes gemidos.

Tus uñas en mi espalda me estremecen, ya eres mía. Subo hasta tus labios para darte a probar de tu orgasmo derretido en nuestro cálido lecho y vuelvo a mirar tu rostro, esta vez totalmente descompuesto y con vestigios de placer. Te veo hermosa como siempre, en diversos rostros, con distintas sonrisas que embelesan mis pupilas y con tantos nombres que no logro retener en mi memoria… solo uno engloba el importante papel que desempeñas en mi vida… te llamas MUJER.