Te invito un café

Hola, nunca me había atrevido a escribir, este es mi primer relato. Espero les guste, por favor sean muy sinceras con sus comentarios. Gracias por leerlo.

El sol comenzó a salir, un pequeño rayo entró por mi ventana indicándome que era la hora de levantarme. Con mucho pesar así lo hice, caminé hasta mi baño y me dí una buena ducha para quitarme el sudor de la noche, ya que el calor es insoportable, (mi país es un eterno verano). Me vestí normal como siempre cuando voy a trabajar, ( un pantalón pegado a mi cuerpo, una blusa sin mangas ahorcada en el cuello que me dejaba libre los hombros y la parte alta de la espalda, con un sugerente escote delante y mis habituales zapatillas.

Cabe decir que esto pasó el año pasado a un mes de cumplir mis treinta y dos años, ahora ya tengo treinta y tres. Yo no tengo un cuerpo de infarto, pero, tengo lo mío a pesar que soy madre de dos hijos, porque toda la vida he hecho deportes, así que no me quejo jaja, además soy una persona muy sociable, de muy buen carácter y buenísimos sentimientos, ( demasiados diría yo...)

A ella la había conocido unos años antes, en aquel entonces trabajábamos juntas y enseguida nos hicimos amigas. A mi esposo no le gustaba para nada nuestra amistad, porque ella era demasiado coqueta y a pesar que tenía novio no dejaba de coquetearle a todos. Pero bueno ella era mi amiga y eso él tenía que respetarlo. Ella era unos años menor que yo, pelo largo negro, y un tremendo cuerpazo, pero lo que más me gustaba de ella, eran sus ojos negro, con una mirada penetrante y sensual a la vez, que si te le quedas mirando por unos minutos seguidos, llegan a hipnotizarte. En más de una ocasión la ví como me miraba y a que yo sabía que ella había estado con mujeres no le daba importancia, pensaba que eran ideas mías, aunque en mi mente me gustaba pensar que si lo hacía.

Tenía cada vez más problemas en mi matrimonio, mi esposo me celaba hasta de mí sombra y las discusiones eran cada vez más seguidas, hasta que decidí ir a pasar uno días a casa de mi mamá. Después de pensarlo muy bien, decidí terminar con él, me dí cuenta que ya no lo amaba como antes, si, lo quería, era lógico, llevábamos catorce años juntos y era el padre de mis hijos, pero ya no sentía nada más por él. Así que lo busqué y le dije lo que había pensado respecto a nosotros. No fue fácil, pero, ya mi decisión estaba tomada.

Salí de allí con mis ojos empapados en llanto y con el corazón apretado, fui directo a casa de mi amiga, tenía que desahogarme con alguien. Mientras le contaba lo sucedido, no dejaba de llorar y ella me abrazaba fuerte y besaba mi cabeza, me decía:

  • tranquila, todo va a estar bien, yo estoy aquí.

Y así abrasada a ella mi respiración se fue calmando poco a poco y dejé de llorar. Me sentía demasiado bien en sus brazos. Cuando ya estaba totalmente calmada decidí volver a mi casa. Después de ese día nada volvió a ser como antes. Ella me llamaba a cualquier hora y por cualquier cosa, cuando estábamos juntas o solas, me abrazaba, me daba besos en la cara o en la frente, rozaba mi cuerpo ya de forma descarada y yo me quedaba paralizada, sentía un escalofrío recorrer mi cuerpo y casi, casi dejaba de respirar. Cuando volvía en sí y lograba reaccionar la veía mirándome y se reía con una risa llena de picardía, pero, yo hacía como si nada pasara y seguía en lo mío. Días después ya se quitaba la ropa delante de mí, para cambiarse o ir a darse una ducha, y yo hacía una vez más como que no me importaba y volteaba a ver para otro lado para que mis ojos no me delataran. Al final ella era mi amiga no?

Aquel día salí para mi trabajo, llegué muy temprano, hice algunos pendientes y adelante otros, me sacó de mí computadora el sonido de mí móvil.

  • Hola. - respondí.

  • Hola que haces? - era ella

  • Estoy trabajando.

  • A ya...- un poco desanimada.

  • Sucede algo?

  • No, es que....

  • Me vas a decir o no?

  • Si no estás muy ocupada, podrías venir?

  • (?)...

  • Te invito un café!!!

Lo dudé un poco, sentía algo raro en esa llamada.

  • Por favor? Casi en tono de súplica.

  • Ok, en treinta minutos estoy ahí.

  • Bien te espero entonces.

  • Bye.

Terminé lo que estaba haciendo, salí de mi oficina y fui al parqueo, me monté en mi moto y salí a su encuentro. En el camino me decía: a lo mejor necesita algo? Solo quiere hablar, me invitó un café y no es la primera vez. Llegué estacioné mi moto y subí. Al llegar la puerta estaba abierta, me paré y acomodé mi blusa tenía el escote un poco torcido, no vi cuando llegó ella, alcé la vista y la ví me estaba mirando fijamente con esos ojos que me hipnotizaban y se mordía el labio inferior, me quedé una vez más paralizada y un escalofrío recorría todo mi cuerpo, la miré y solo pude pensar que yo era la que quería morder ese labio.

  • Qué diablos estás pensando? A tí no te gustan las mujeres.- Me dije para mis adentros, y en ese mismo momento volví en sí.

En verdad nunca me habían gustado las mujeres, pero, no dejo de reconocer un buen cuerpo cuando lo veo.

  • Te vas a quedar ahí parada toda la tarde? O vas a pasar?- escuché.