¿Te imaginas que me follas el culo aquí mismo?

Durante unas semanas me tuve que ir a vivir con unos amigos mientras encontraba algo acorde a mi sueldo. Al llegar al piso mi amiga Verónica estaba esperándome.

Normalmente salgo de trabajar a las siete, aunque aquella tarde me demoré casi una hora. Había llegado a la oficina con la casa a cuestas, ya que esa misma mañana tuve que abandonar el piso donde vivía, y durante unas semanas me instalaría en el apartamento de unos amigos hasta que encontrase algo acorde a mi sueldo.

Esperé frente al ordenador hasta casi las ocho, cuando Verónica me avisó de que ya estaba en el piso y podía ir a dejar mis cosas. Al llegar al apartamento, Verónica me recibió con ropa de deporte y notablemente sudada. Llevaba puestos unos leggins fucsias, una camiseta de tirantes ajustada que hacía que se le marcasen los pezones y el pelo recogido con una coleta. Nos dimos dos besos de cortesía que ella acompañó con un caluroso abrazo. Olía fuerte sin llegar a ser desagradable.

-Me alegro mucho de que estés aquí -dijo.

Dentro del piso me enseñó la habitación y el que sería mi cuarto de baño durante el tiempo que allí permaneciera.

-Coge una cerveza de la nevera y siéntate en el sofá del salón -me sugirió al tiempo que se quitaba la goma del pelo y lo sacudía orgullosa– Yo me doy una ducha rápida y ahora te acompaño.

A los pocos minutos Verónica salió de la ducha envuelta solo por una pequeña toalla que dejaba parte de su culo al descubierto. Para llegar a su habitación tenía que cruzar el salón. Lo hizo sin ninguna prisa, marcando perfectamente cada paso; era un andar casi militar que reforzaba el poder de atracción de su trasero medio descubierto. Me sonrió y entró en su cuarto dejando la puerta ligeramente abierta. Entonces comenzó a desvestirse de espaldas y pude verle el culo en su totalidad. Era perfecto, capaz de dominar a cualquier hombre, jamás había visto un culo así fuera de los videos porno. Decidió esconderlo con unos panties cortos verde pistacho, sin bragas, y en la parte superior se puso una camiseta blanca básica, por supuesto, también sin sujetador. Disimulé que estaba viendo la televisión cuando salió de la habitación y se dirigió a la cocina a por cerveza. Según la vi venir hacia el sofá con la bebida en la mano pensé en todos los videos porno que había visto y empezaban de forma similar.

-¿Cuánto tiempo llevas sin ver a Carla? -me preguntó nada más sentarse a mi lado.

Carla era mi novia y al mismo tiempo una de las mejores amigas de Verónica. Hacía unas semanas que se había ido fuera de la ciudad para realizar unas prácticas de tres meses de duración.

-Hace ya casi un mes que no la veo.

-Vaya, lo tienes que estar pasando realmente mal -dijo acariciando mi hombro derecho.

-No te lo voy a negar -contesté.

En la pared al lado del televisor y, por tanto, frente al sofá en el que estábamos sentados, había colocado un espejo. Verónica lo miraba de reojo y tiraba de su camiseta para abajo marcando aún más sus senos.

-¿Te puedo hacer una pregunta indiscreta? -se levantó la camiseta y dejó sus pechos al aire- ¿Crees que mis tetas están bien puestas o se están empezando a caer?

Sus tetas eran también perfectas. No demasiado grandes pues tendrían la forma de una pera madura, pero aún la ley de la gravedad no había hecho efecto alguno sobre ellas.

-Están bastante bien -conseguí decir a duras penas.

-Perdóname, que tonta soy -dijo mientras se volvía a colocar la camiseta-. Tú llevas casi un mes sin ver a tu novia y yo aquí enseñándote las tetas para ponerte aún más caliente.

-No te preocupes -contesté tembloroso.

-Sé que no debería decirte esto, pero creo que entre nosotros hay la suficiente confianza -hizo una pequeña pausa y se mordió el labio-. Antes, en la ducha, me toqué pensado en ti. Me imaginé como tendrías el pene después de tantos días sin sexo y me corrí casi al instante -de nuevo hizo otra breve pausa, pero esta vez comenzó a tocarme la entrepierna por encima del pantalón-. Vaya, tu pene es casi como me lo imaginaba. Que afortunada debe de sentirse Carla de poder llevárselo a la bosa.

Llegados a ese punto mi miembro ya no aguantaba más, quería salir de aquel pantalón a toda costa. No hizo falta desearlo mucho porque Verónica bajó la cremallera de los tejanos y trató de rescatar mi pene de entre los calzoncillos.

-Tú me has visto las tetas, yo solo quiero comprobar si tu pene es tan grande como parece -dijo mientras me masturbaba dentro del pantalón-. Quiero que esté bien contento cuando lo libere.

Los primeros instantes la excitación fue tal que a punto estuve de correrme. Tuve que centrar todas mis fuerzas en detener la eyaculación hasta que Verónica decidió sacar mi miembro al exterior.

-Es más gorda de lo que esperaba -dijo-. Solo un último favor, ¿puedo llevármelo un poco a la boca? Necesito comprobar a qué sabe.

Verónica se arrodilló frente a mi polla y muy cuidadosamente se preocupó de sacar también mis testículos por entre la cremallera de los tejanos. Empezó a masturbarme con más virulencia al tiempo que amagaba lametones alrededor de mi pene.

-No te preocupes, el resto no llegarán hasta las diez.

Y entonces su pequeña boca, con la que mil veces me había besado las mejillas, comenzó a chupar primero mi testículo derecho y a continuación el izquierdo. Se recreó en ello durante varios minutos mientras continuaba masturbándome con su mano diestra. Repitió la acción varias veces. Sin prisa. Primero el derecho y luego el izquierdo. Y a cada cierto tiempo dejaba a su lengua ir por libre y trataba de chuparme ambos huevos a la vez.

-Para comer una polla de verdad antes hay que preparar bien el terreno.

Me desnudó por completo de cintura para abajo y volvió a arrodillarse frente a mi miembro. Me moría de ganas de que me mamase el pene y se atragantase con él, pero a ella aún no le parecía conveniente darme esa satisfacción. Verónica quería que todo estuviera listo antes de llevarse mi polla a la boca y yo no sabía cuánto tiempo más aguantaría sin eyacular, aunque sabía que no podía desperdiciar la oportunidad. En multitud de ocasiones había fantaseado con una mamada de Verónica, incluso cuando me acostaba con Carla, en ocasiones, cerraba los ojos y me imaginaba que en realidad estaba penetrando el pequeñito coño (pues así lo suponía) de Verónica. Aún no sé de dónde, pero saqué fuerzas para aguantar lo que vino.

Una vez desnudó mis piernas al completo, y sin dejar de masturbarme en ningún momento, Verónica comenzó a lamerme la carne que separa los testículos del ano. A Carla no le gustaba descender hasta esos lugares así que llevaba años sin experimentar aquella sensación.

-Dicen que el punto G está en culo y como mejor se llega a él es con la lengua.

De repente sentí cómo su boca humedecía mi ano e intentaba entrar en él. Verónica agarró mis testículos con su mano izquierda y su lengua trató de adentrarse hasta lugares insospechados de mi culo. Permaneció así durante varios minutos. Diría que al mismo tiempo viví los mejores y, a la vez, los peores instantes de mi vida. El placer que sentía era indescriptible, las ganas de correrme también.

Cuando al fin despegó su boca de mi culo, tenía un pelo en la lengua cuya procedencia era difícil de dilucidar y en un claro acto de sumisión se lo quitó sonriente, con su mano izquierda, mientras la derecha continuaba inamovible sacudiendo mi pene.

-Vaya. No me esperaba que fueras a aguantar sin correrte -dijo mientras volvía a lanzar amagos de lametones sobre mi pene-. Voy a tener que esforzarme más.

Su mano abandonó por primera vez mi miembro y aprovechó para quitarse los panties dejando su parte inferior también al descubierto.

-¿Te gusta mi culo? He estado haciendo sentadillas antes de que vinieras -se giró para que pudiera observar su trasero en toda su magnitud-. ¿Te imaginas que me follas el culo aquí mismo? Pero no podemos hacer eso. Carla es mi amiga y se enfadaría mucho si se enterase.

Verónica cogió de nuevo mi pene con su mano diestra, aunque esta vez estaba de espaldas, y lo arrastró sobre su culo. Poco a poco fue moviendo su trasero al ritmo que deslizaba mi polla sobre él.

-¿Tienes ganas de correrte? Dime que sí -me rogó.

Asentí como pude con la cabeza.

-Córrete en mi cara -dijo-. Quiero que me la llenes entera.

Otra vez más se volvió a arrodillar frente a mí. Intenté agarrar mi pene para apuntar hacia su cara, ya no podía aguantar más. Sin embargo, ella rechazó mi mano y comenzó a masturbarme con la suya.

-Quiero ser yo quien se lleve el premio.

Su boca no se quedó parada esperando la lefa, sino que partió de mi ano hacia los testículos donde permaneció dando lametones hasta que no pude más y le avisé de que me iba a correr.

Entonces levantó la cabeza con los ojos bien abiertos y la lengua bien afuera mientras que su mano derecha dirigía mi pene hacia su cara.

Me corrí sobre ella de forma salvaje, no recuerdo haber expulsado nunca tanto semen. Desde la barbilla hasta la frente se podían observar gotas de lefa. Incluso una de ellas había impactado en su ojo derecho y a consecuencia de ello estaba medio cegado.

Cerré los ojos pensando que todo había terminado, pero entonces sentí su boca sobre mi pene. Verónica cumplió con su palabra y, tras haberme corrido, me realizó una mamada. La excitación fue tal al sentir sus pequeños labios húmedos sobre mi miembro que volví a eyacular a los pocos segundos. Ella mantuvo el pene en su boca durante toda la corrida y a modo de colofón hundió mi pene en su garganta hasta que sus labios chocaron con mi entrepierna.

Ahora sí que todo se había terminado y no podía ni siquiera moverme del sofá. Ella se puso los panties que permanecían tirados junto al televisor y se arrodilló brevemente para besar primero mi testículo derecho y a continuación el izquierdo. Luego se metió mi pene, ya del todo flácido, en su boca. Mi miembro resucitó al instante y quedó empalmado observando cómo Verónica se metía en su habitación. Antes de irse por completo me dijo:

-Ojalá algún día me puedas follar el culo.

Y esta vez sí, cerró la puerta la habitación.