¿Te ha gustado?
Me ponen los profesores...
Se llama Nico, y también fue profesor mío en la facultad. Tengo una especie de parafilia con los profesores, lo sé, debería mirármelo. Yo no sabía que ellos dos eran amigos, me enteré después y eso hizo que Nico me pusiera aún más. Que tuviera fantasías con tríos. Pero Nico tenía una especie de código de honor de la amistad muy estricto, y aunque parecía evidente que yo también le gustaba me dijo claramente que mientras tuviera ese rollo raro con Rafa él y yo no podíamos tener nada.
Rafa y yo ya no estábamos juntos, él incluso me había encontrado sustituta bastante rápido. Y aunque le echaba de menos, mi lado golfo seguía más despierto que nunca… afortunadamente.
Así que allí estaba Nico, en mi casa, en mi cocina, besándome contra la columna y metiéndome la mano por dentro de los vaqueros. Ni siquiera había soltado la mochila que traía. Conseguí parar, controlar mis impulsos durante cinco minutos y llevar la mochila al dormitorio. Le enseñé el piso y volvimos al salón. Dije que iba a preparar café pero no llegué a hacerlo. Seguimos besándonos, notaba su lengua en mi boca, enredada con la mía. Cada persona tiene una forma particular de besar, y cuando beso a alguien nuevo siempre me llama la atención la manera en que lo hace. Nico parecía decidido, impaciente, como si llevara mucho tiempo esperando poder hacerlo. Me gustaba.
Volvió a meter una mano por dentro de mis vaqueros, por debajo de mis bragas, y metió un dedo en mi sexo. Puede parecer un poco precipitado pero yo estaba más que lista para recibirlo. Llevaba años lista para recibirlo. Los pantalones cayeron al suelo, y mi jersey, y su camisa, y poco a poco, entre besos, lametones, caricias y algún mordisco nos fuimos desnudando.
Me lo llevé al sofá. Yo estaba completamente desnuda, a él le quedaban los boxers. Me encantan los hombres con boxers. Así que decidí disfrutarlo un poco más. Él seguía metiéndome los dedos, ahora que estaba desnuda y no había nada que le impidiera el paso los metía hasta el fondo. Le empujé hacía el sofá y me senté encima de él, con las piernas abiertas, quería notar lo dura que se la estaba poniendo. Empecé a moverme, a rozarme, a jugar, mientras él intentaba atrapar mis pezones con los labios. No aguantamos mucho tiempo así. Me cogió por la cintura y me tumbó, se puso de pie y se quitó los boxers mientras yo le miraba. Levanté la vista, volví a mirar abajo y volví a levantar la vista. No dije nada, pero era la polla más grande que había visto en mi vida. Ahora entendía por qué ese empeño en meterme los dedos… ¡Había que abrir paso antes de que entrara eso!
Me moría por probarla pero no me dio tiempo, se me adelantó. Bajó por mi ombligo y empezó a lamer. Estaba a punto de correrme cuando llamaron al timbre. No abrí, pero perdí la concentración así que decidí que era mi hora de lamer. Me gusta el sexo oral, en los dos sentidos. Y parecía que a él también le estaba gustando. De vez en cuando levantaba la vista y veía como él me miraba. Pero quería tenerla dentro, así que me levanté y volvía sentarme a horcajadas encima de él, pero esta vez sin ningún tipo de barrera textil entre los dos.
- Ahora lo hacemos bien, sólo va a ser un momento-
Dije pensando en el preservativo que estaba en el brazo del sofá. Sé que no se debe hacer, y en realidad tampoco es que note una gran diferencia entre antes y después de poner el condón, pero me gusta saber, aunque solo sea un momento, que entre la otra persona y yo no hay nada, que está dentro de mí y su piel está en contacto directo con… lo que haya ahí adentro. Es una cursilada como otra cualquiera. Cada uno tiene sus cosas.
Me senté encima, me la metí, y fui totalmente consciente de que nunca había tenido dentro una polla de esas dimensiones. Era una sensación rara, no era dolor, pero parecía que me iba a salir por la garganta. Seguí sin decir nada. Le cabalgué, le follé, y miré su cara mientras lo hacía. Entre gemidos, escuché:
- Tengo que ponérmelo
Paramos un momento mientras se lo ponía. Me puso de espaldas contra el sofá y me penetró sin contemplaciones, empujó mi espalda hacia abajo y me puso a cuatro patas. Generalmente es una postura que me gusta bastante, pero después de un rato y con ese tamaño de instrumento empezó a ser más molesto que placentero, así que se lo tuve que decir.
- Para un momento, vamos a cambiar de postura
- ¿Pasa algo?
- No… es que… ¡Es muy grande! ¿Soy la única que lo piensa?
Escuché su risa en mi espalda, y me contestó que no, que no era la única. Desde luego ese día debió irse con la moral bien alta.
Me tumbó boca arriba, me levantó las piernas sobre sus hombros y volvió a metérmela. Así también entraba hasta el fondo pero me gustaba más.
- ¿Bien?- Me preguntó
- Sí – Contesté. Y pensé “Más que bien”. Creo que soy un poco masoca pero me estaba encantando a pesar de que parecía que me iba a partir en dos.
Entre gemidos, escuché cómo dijo un par de veces:
- Ufff!!
- ¿Ese “Uff” significa que te está gustando?- Le pregunté poniendo voz de inocente.
- Significa que me está encantando, que me voy a correr ya, y no quiero.
- No me importa, no pasa nada, de verdad.
- No, no quiero correrme tan pronto.
No sé que hizo, si pensó en la tabla del siete al revés o en la situación económica de España, pero el caso es que aguantó por lo menos media hora más, y cuando más emocionados estábamos…
- Uy, se te ha quedado el preservativo dentro.
- ¿Puedes sacarlo?- No me puse nerviosa, abrí las piernas y lo dije con bastante naturalidad, supuse que no sería muy difícil sacarlo, y por suerte pudo hacerlo sin muchos problemas
- Puedo coger otro, pero te va a volver a pasar lo mismo, te ha pasado eso porque te queda pequeño. O.. también puedo hacer que termines de otra forma- Pensé sobre la marcha, agachándome y acercando su miembro a mi boca.- ¿Quieres?
Os podéis imaginar la respuesta. Pasé la lengua por alrededor, dando lametones y mirándole a los ojos. Pagaría por saber qué pasaba por su cabeza en ese momento. No mucho, pero unos cuantos euros sí que estaría dispuesta a pagar por saber qué pensaba de mi.
Me gustaba cómo sabía, me la metí entera en la boca. Bueno, entera es un decir, porque era imposible, no me entraba ni la mitad. No tengo una boca muy grande, todo hay que decirlo, pero creo que me las apaño bastante bien. Disfruto haciéndolo y eso se nota. Levantaba la vista a veces, y veía como me miraba.
- Me voy a correr- me dijo
Yo seguí lamiendo y rechupeteando como si nada.
- Me voy a correr- Repitió, y me miró con un punto de intriga.
Me estaba avisando para que parara, pero seguí. Volvió a avisar, pero esta vez ya no era en futuro. Se corrió en mi boca, y me lo tragué. Volvería a pagar por saber qué pensó de mí en ese momento. No lo habría hecho con cualquiera, pero tengo que reconocer que me gusta hacerlo. Le conocía desde hacía muchos años y aunque no es que fuéramos íntimos, me salió así. Quise hacerlo. Y lo hice, me lo tragué. Estaba rico.
Le miré con cara de no haber roto un plato, me sonrió y nos quedamos abrazados en silencio un par de minutos mientras me hacía cosquillas en el brazo.
- ¿Qué hay que hacer para que tú te corras?- Me preguntó de repente
- Pues... no sé, lo que estabas haciendo antes de que llamaran al timbre estaba bastante bien
Me tumbó y volvió a bajar al epicentro de placer. Sacó la lengua y se dedicó a utilizarla con notable destreza. Yo intentaba no gritar de puro gusto. Le metía los dedos entre el pelo y le apretaba los brazos. Empecé no poder disimular los gemidos y a apretarle más los brazos. Lo estaba consiguiendo. Vi que me miraba, cerré los ojos y me abandoné. Dejé de pensar y me dediqué a sentir. Y llegué a lo más alto de la montaña rusa.
Le aparté y me quedé unos segundos con los ojos cerrados, disfrutando del momento. Al abrirlos le vi mirándome asomando entre mis piernas. Me di la vuelta y me eché sobre su pecho. Estuvimos así un rato, desnudos y abrazados, sin hablar.
- ¿Tú muy comunicativo no eres no?
- Jajajaja Tú tampoco estás hablando…
- Mmmm…¿ te ha gustado?- Lo sé, es una pregunta absurda, me di cuenta al segundo de decirlo.
- ¡Vaya pregunta! Pues claro… ¿y a ti?
Creo que no hace falta que diga cuál fue mi respuesta.