¿Te gustaría ser mi despedida de soltera?
Me asombró por completo el título del mail.
¿Te gustaría ser mi despedida de soltera?
Me asombró por completo el título del mail.
A Cecilia la conozco desde hace unos 2 o 3 años. Es amiga de un gran amigo mío. El día que la conocí me gustó. Morocha, con hermosas facciones, alta, con un par de tetas enormes y en su lugar. En esa época yo estaba intentando superar una separación y venía saliendo con cuanta chica pudiera. Me fijé en ella y ella me habló mucho durante toda la cena en la que nos conocimos. Otro dato que me dejó mirándola mucho fue que en el pantalón, justo a la altura de la cola, tenía una ruptura, cosa que al principio de la noche intentó disimular, pero luego se relajó.
El problema era que Cecilia tenía novio. No estaba esa noche, pero existía. Eso me acobardó, pero nos caímos muy bien. Luego en otras reuniones nos volvimos a encontrar varias veces, siempre con muy buen trato, de vez en cuando hablábamos por whatsapp o facebook, o me compartía canciones o videos que quería que viera, pero nunca pasó de eso.
La esposa del amigo que nos presentó, nunca sabré por qué, siempre intentó juntarnos. Sin éxito, ya que ella seguía de novia y luego yo empecé a salir con una chica. Pero esa tensión, al menos de mi lado, siempre estuvo.
Según la esposa de mi amigo Cecilia no estaba enamorada de su novio, pero estaba bien. Nada le daba motivos para no seguir. El chico no le traía problemas y la acompañaba bastante.
Hace poco tiempo nos volvimos a encontrar, cada uno con su pareja, y me enteré que estaba por casarse. No me estaba invitando, por no tener una relación tan cercana y por el presupuesto que implica un casamiento. Pero me lo contó, casi al pasar. Le pregunté si estaba contenta y me dijo que sí, pero la razón era que podría pedirse un mes de licencia para viajar. O sea, el futuro marido era casi un accesorio. Nos despedimos una vez más y en este último tiempo no la había vuelto a ver.
Hasta que hace una semana me desperté, abrí los mails como todos los días, y encontré un mail con su remitente y con el asunto: "Te gustaría ser mi despedida de soltera?". Abrí volando el mail... Decía "Toto: Me parece que nosotros tenemos algo pendiente que nunca se desarrolló, que nunca se mostró, pero lo siento. Y después de casarme va a ser mucho más complicado... entonces te pregunto: ¿querés ser vos mi despedida de soltera? Mi novio viaja este fin de semana, si querés nos vemos. Tenés mi número. Besito, Ceci"
No debo haber terminado de leer la última parte que corrí al teléfono. Ni en la mejor fantasía hubiera imaginado leer un mail así. Tremenda mujer, siendo tan concreta, tan clara en una invitación a pasar una noche.
Hola, bombón.-me atendió.
¡Bonita! ¡Qué linda sorpresa encontré en mi bandeja de entrada!
Después de mandarlo me dió bastante inseguridad... Vane siempre dijo que te gustaba, pero como nunca hablamos nada...
Y bueno, no me daba para decir mucho si estás de novia y te estás por casar...
Sí, me imaginé. Por eso te escribí yo. Bueno, ¿qué opinás?
Opino que llevo todos los ingredientes, voy esta noche y cocino.
Me encanta.
Bueno... me encantó leer ese mail.
Me va a encantar que vengas.
Corté, me fui a bañar y salí al trabajo. El día me pareció eterno, pero finalmente pasó. Llegó la noche y me fui para su casa, llevé una pasta fresca, ingredientes para una rica salsa y vino.
Me abrió la puerta vestida normal, con un saquito, una remera blanca que le quedaba increíble, unos jeans negros y descalza. Tenía, como casi siempre, los anteojos puestos.
Me saludó con un beso en la mejilla y estaba un poco nerviosa. Se reía mucho y despacito. Es mucho más fácil ser osado atrás de una pantalla que cara a cara. Entramos a su casa, puso música y me dispuse a cocinar. En un momento ella se fue para el living, inevitablemente le miré la cola y, qué lindo reencuentro, ahí estaba: aquel pantalón con esa pequeña ruptura en la cola que tanto me gustó cuando la conocí. No pude evitar mencionarlo.
Hmmm... me acuerdo de ese pantalón.
Es el que más uso, pero está un poco roto...
Sí, eso es lo que me hace recordarlo tanto -dije mientras me acercaba. Ella se rió, y se inclinó para ver si lograba ver el agujerito del que hablaba. Le señalé el lugar tocando la piel de su cola. Suave y firme. Ella se sobresaltó un poco y se rió. Yo jugué un poco acariciando los bordes del agujero y le pregunté si realmente le gustaba mucho ese pantalón.
Sí, pero bueno, está medio roto... si se termina de romper compro uno nuevo. -mientras decía esto yo iba jugando y agrandando el tajo, haciendo que apareciera más cola frente a mi, y cada centímetro que rompía iba explorando su piel. Ahí me topé con su bombacha blanca, que acaricié también. Ella se dejaba, tenía las mejillas rojas y sonreía mucho. La miré una vez más y terminé de romper el pantalón. Empecé a morderle la cola, a lo que ella respondía acercándomela más. Apretaba, jugaba con su bombacha, mordía, besaba esa cola lindísima. Ella se dio vuelta, me enfrentó y me hizo levantar. Nos besamos con furia. Me desabrochó el cinturón me abrió el pantalón y sacó mi pija, que por supuesto estaba completamente dura. La agarró fuerte y, como si fuera una manija, me llevó hasta su cuarto agarrándomela.
Llegamos al cuarto, había poca luz y se recostó sin soltarme. Al recostarse, su remerita se levantó un poco y mis manos fueron derecho a su panza. Empecé a acariciarla y a subir -más rápido de lo que hubiera querido, pero estaba muy caliente- hasta sus tetas. Por fin estaba acariciando esas tetas gloriosas. Eran más grandes de lo que parecía, no me entraban en las manos, y firmes, duras, con unos pezones duros, chiquitos y rosados. Ella gemía e intentaba acariciarme. Le saqué la remera y el corpiño al mismo tiempo y empecé a comerle las tetas. Ella mordía fuerte su labio inferior y jugaba con mi nuca. Sin dejar de besarlas, mi mano derecha fue hasta su concha. Estaba la bombacha y empecé a acariciarla por encima. Empapada. No podía creer que todo este tiempo ella había querido tanto como yo pasar una noche así. Corrí la bombacha un poco y le metí un dedo. Ella gritó un poco. Empecé a jugar con su clitoris y ella se retorcía. Mientras tanto yo seguí mordiendo sus pezones. Después le saqué la bombacha. Estaba ahí, hermosa, completamente desnuda y entregada. Yo con la remera puesta todavía. Tenía una concha preciosa, con una fila de pelos muy prolija y muy mojada. Despacio fui dejando sus tetas para hacerle sexo oral. Pero necesitaba estar en contacto con sus tetas, por lo que ahora mis manos se ocupaban de ellas. Entre gemidos ella se reía de mi fijación, decía que se las iba a gastar. Terminaba de reirse y seguía gimiendo. Estaba fascinado con su cuerpo y escuchándola. Pero necesitaba más. Me levanté para ponerme un preservativo, momento en que ella aprovechó para chupármela. Lo hacía maravillosamente. Esa boca carnosa tenía que generar todas esas cosas, y así era. Pero fue breve. Los dos estábamos ansiosos por seguir adelante.
Me dejó para que me pusiera el preservativo y se recostó con las piernas abiertas. Me incliné para besarle la panza y las tetas nuevamente y a medida que iba subiendo hasta su cuello y cara la iba penetrando. Ella gemía, tomaba aire y lo contenía, como si se asustara. Me abrazaba fuerte y sus piernas me rodeaban también. Estuvimos cogiendo no más de media hora, los dos transpirados, diciéndonos cosas a cada rato, quejándonos por no haber pasado por esto antes.
Cambiamos de posición, ella se puso arriba y sus tetas se movían increíbles. Yo las agarraba cada vez que podía, me sentaba un poco para chuparlas y me volvía a acostar para relajarme y disfrutar de este monumento de mujer. Ella me dijo que estaba por acabar, a lo que le dije que yo también y me pidió que esperara, que quería acabar ella primero. Me aguanté como pude y explotó, se mordió los labios con fuerza, cerró los ojos y se quedó temblando un instante. Empezó a recuperar su respiración y me dijo que ella acabó encima mío y sería una pena que yo acabara dentro del preservativo. Se rió con un poco de maldad, me hizo levantar, me sacó el preservativo y se puso a hacerme una cubana. Mi pija se perdía entre sus tetas, aparecía y desaparecía y volvía a aparecer. Mientras tanto me miraba a los ojos. Yo intenté seguir conteniéndome, pero hace rato que no daba más. Se lo avisé y aceleró sus movimientos ayudada con las dos manos esta vez. Me vacié en sus tetas. Las llené. Ella sonreía y me miraba fijo.
Me imaginé que ibas a disfrutar terminando así -me dijo.
Yo no me imaginé cuánto.
Se fue al baño a limpiar un poco, yo me recosté y ella volvió con un piyama. Supe desde el principio que esto iba a ser cosa de una sola vez. Le pregunté si quería que me fuera o le molestaba que me quedara.
- ¿Lo decís porque me vestí? No... es porque soy pudorosa. Si no tenés nada mejor que hacer, quedate... Carlitos vuelve el domingo a la noche. Y me caso la semana que viene... nadie dijo que una despedida duraba una sola noche... -sonrió y se dio vuelta en la cama, dándome la espalda con picardía.