¿Te gusta mi polla? ¿Qué?

Esto me pasa por venir a bares de niñatos. Menos mal que me he contenido, porque si no se lleva un par de hostias el gilipollas.

-          ¿Te gusta mi polla?

-          ¿Qué?

-          Eres marica, ¿no? Seguro que te gusta mi polla.

-          Estás flipado, chaval.

-          A las cuatro te espero en la puerta del bar.

-          ¡Que te jodan, payaso!

Esto me pasa por venir a bares de niñatos. Menos mal que me he contenido, porque si no se lleva un par de hostias el gilipollas.

Soy joven, 27 años. Pero el bar está lleno de críos que no llegan a los veinte.  Desde hace una temporada venimos un rato todos los sábados. Justo desde que a un colega le dejó la novia. Le gustan las chavalitas y aquí se pone fino.

Yo, que iba tan tranquilo a mear. Y se me pone este tío en el baño de al lado a vacilarme. Ya me sonaba de otros sábados. Un niñato más.

Vuelvo con mis colegas y decidimos ir a otro bar. Me olvido del asunto al instante. La noche va bien. Unas risas, unas cervezas… Pasan las horas y cada vez estoy más animado. Animado y cachondo. De momento no estoy teniendo mucha suerte.

Salgo a fumar a la calle. Le veo pasar con otros tres amigos. Parece que no me ha visto. Me rebasa, anda unos metros y se gira. Sonríe, con una mano se toca la gorra y con la otra se agarra el paquete. Mi polla reacciona al momento. Esa chulería del niñato me está poniendo a cien.

Ya lo he decidido, si no pillo con nadie, a las cuatro iré. A partir de entonces ya no me lo puedo quitar de la cabeza.

Lo visualizo constantemente. Mulato, guapo de cara, alrededor de 165cm., 50 y pocos kilos. Un niñato con cara y cuerpo de crío. Pero su polla no guardaba relación con su estatura.  Cuando me preguntó en el baño si me molaba su polla se la estaba sobando. La tenía morcillona y era un buen pollón.

Gorra negra con letras plateada puesta de lado, camiseta de tirantes blanca pegada al cuerpo, vaqueros cortos, deportivas fosforitas. Cejas depiladas, labios carnosos. Dilatadores en las orejas y piercings en la ceja y en el labio, todos de colores llamativos. Tatuajes por el pecho, brazo y pierna. Muy cantoso. Un ligero toque colombiano al hablar. Todo con un aire de chulería y autosuficiencia que me hacía gracia, porque no tenía ni media hostia. Pero no sé por qué me estaba volviendo loco y los pantalones me iban a explotar. No era para nada mi tipo.

Los minutos se me estaban haciendo eternos. Quería que mis colegas se marcharan. Dan las tres, cierran los bares. Alargamos la última cerveza en la calle. A menos cuarto deciden ir a una discoteca. Pongo una excusa para no ir, estoy muy cansado. Les da igual, están pedos y van a su rollo. Mejor para mí, así no me comen la oreja para que les acompañe.

Enciendo un cigarro y me dirijo al bar de antes. La calle es larga y hace una ligera curva. Está prácticamente vacía. Un camión de limpieza, algún camarero sacando la basura y unos tíos que no se tienen en pie. Los bares cierran a las tres. Y son ya casi las cuatro. Todo el mundo se ha ido a las discotecas o a casa.

Le veo apoyado en la pared. Entre la verja cerrada del bar y un portal. No sé qué pinto allí. Pero esa chulería me atrae.

-          Hola.

-          Hola.

-          Ya sabía que ibas a venir jaj.

Esa risa de autosuficiencia. Me entraron ganas de darle dos hostias. A la vez quería seguirle el rollo. Tiré el cigarro y no dije nada. Se giró, saco unas llaves y enfiló hacia el portal que quedaba a unos metros.

Le sigo, entramos. Se ven unas escaleras estrechas de madera y un ascensor nuevo. Es un edificio antiguo rehabilitado. Estamos en el casco viejo de la ciudad. Subimos andando al segundo piso, abre, entro detrás de él. Me empuja a un lado y cierra con llave dejándola cruzada. Con la luz de las farolas que entra por las ventanas se orienta y vamos a su habitación. No se oye nada.

-          Siéntate.

Mientras se acerca al escritorio y enciende una lámpara, yo me siento en el borde de la cama. No digo nada. Es un borde y me gusta que se crezca. Se coloca en frente de mí a medio metro, se quita la gorra,  sube la camiseta y se la coloca detrás del cuello. Vuelve a ponerse la gorra. Me mira directamente a los ojos y sonríe. Sigue desabrochándose el cinto y lo vaqueros. Deja que caigan al suelo. Lleva unos gallumbos de pata ancha. Tiene la polla tiesa y parece que va a romper la tela.

Da un pequeño paso hacia mí. Nos quedamos a escasos centímetros. Mi cabeza a la altura de su polla. En esos momentos ya estoy a cien. Y él lo sabe. Tiene un cuerpo de crío y un pollón de caballo. Con sus manos en la nuca.

-          Dale.

Podría haber ahorrado saliva. Tenía intención de empezar. Tiro de los gallumbos hacia abajo y su polla casi m golpea la cara. Fijo que mide más de veinte centímetros. Y el contraste con su pequeño cuerpo parece que sea mayor. Parece que es todo polla. Morena, el capullo rosáceo, huevos oscuros sin vello. Sólo tenía un poco vello muy bien recortado encima de la polla.

Abro la boca e intento meterme todo lo que puedo. Al mismo tiempo él empuja ligeramente sus caderas contra mi cabeza. Suspira. Noto como se acaba de poner totalmente dura dentro de mi boca. Comienzo a mamar despacio, saboreo cada centímetro. Coloca sus manos en mi nuca y yo las mías en sus caderas. Voy a disfrutar mucho de esta mamada.

Despacio empieza a moverse y me folla la boca. El tío huele muy bien. Y su polla… uff. Se nota que lleva tiempo cachondo porque su capullo sabe a lefa y de sus huevos sube un olor intenso. De vez en cuando para y me la mete entera hasta los huevos. No puedo reprimir alguna arcada. Me asfixia.

De repente tira con fuerza de mi nuca y comienza a follarme la boca como un salvaje. No tengo que hacer nada. Sólo disfrutar e intentar no asfixiarme. Ha empezado y no va a parar hasta correrse. Mi saliva cae por las comisuras y cae hasta sus huevos. No se oye nada más que sus suspiros y el característico sonido de una polla entrando en una boca llena de saliva.

En un momento dado bruscamente me retira las manos de sus caderas, pero continúa sujetándome firmemente la cabeza. Parece que no quiere que le toque. Las pongo en el borde de la cama. Estoy disfrutando, aunque la situación es un poco humillante. O precisamente por eso. Me está follando la boca como podría estar follándose un melón al que le haya hecho un agujero.

Continuamos así unos diez minutos. Sin previo aviso la saca, me agarra con la mano izquierda el cuello y con la derecha se pajea. En unos segundos siento varios trallazos de lefa en mi cara. Me la pringa entera desde el pelo hasta los ojos, las mejillas… tengo la boca cerrada y me cae por las comisuras. Menuda corrida se ha pegado. Aprieta con fuerza mi cuello y con el capullo todavía chorreando presiona mis labios para que abra la boca. Cumplo con su deseo y la abro ligeramente. De una envestida me la mete entera. La sigue teniendo dura y continúa follándome un par de minutos. Sabe deliciosa con mi saliva mezclada con su lefa.

Se retira un poco. Yo instintivamente me incorporo para que no salga de mi boca. Quiero seguir, él parece que no. Ha tenido suficiente, me da un empujón que hace que caiga de espaldas sobre la cama. Es un puto niñato pringado que va de chulito. Pero el que está lleno de lefa tirado en la cama muriéndome de ganas por seguir comiéndosela soy yo.

Vuelve a quitarse la gorra, se baja la camiseta, otra vez se la coloca de medio lado. Veo como se deshincha su polla a cada segundo que pasa. Se la he dejado reluciente. Se sube los gallumbos y los vaqueros. Sigo tirado en la cama. Del bolsillo de atrás saca un móvil.

-          Dame tu número y pírate.

-          Déjame algo para limpiarme.

Coge un rollo de papel higiénico que hay sobre el escritorio y me lo tira.

-          Tu puto número y cierra la boca

-          664 73…

-          Date prisa que me están esperando en la discoteca.

Me limpio a todo correr como puedo y voy a la entrada. Está esperando con la puerta abierta y cara de impaciencia. Al pasar me da un empujón y acabo en el descansillo. Cierra la puerta con llave y desaparece saltando escaleras abajo. Segundos después se oye como abre y luego se cierra la puerta del portal.

Ahí estoy yo. Con la polla a reventar, la cara todavía algo sucia de lefa seca. Y con una sonrisa de gilipollas. Me ha tratado como una mierda, ni me he corrido, pero aún así me siento de puta madre.