Te dije bésame y me dijiste que no (9)

Los Ángeles, nueva vida, viejos problemas. Y amor, mucho amor...

Somos como Brad Pitt y Angelina Jolie. Estamos igual de buenos. Somos actores. Respetados en nuestra profesión y tenemos hijos (aunque no naturales). Y como ellos hemos pensando planificar nuestra agenda en función de los rodajes para hacer que cuando uno esté en plena faena el otro pueda dedicarle tiempo completo a los chicos.

Compré una casa en Mission Hills con parte de mis ahorros y las indemnizaciones de los seguros de vida que mis padres tenían contratados. Como dije mi padre no era tonto... y mi madre tampoco. Todo atado y bien atado. La hipoteca que firmé con el banco la pagaríamos con el alquiler de mi apartamento en Madrid. Teníamos todo el verano por delante para acostumbrarnos a esta nueva vida.

Alex no vive con nosotros. No porque yo no lo desee ni porque él no se muera por compartir el mismo techo sino porque es todavía muy pronto y porque hemos de procurar que el cambio para mis hermanos sea lo menos difícil posible. Hacerse a la idea de vivir en otro continente, de adaptarse a unas costumbres diferentes, a un idioma distinto y a una situación tan alejada de lo que hasta hace tan solo unos meses era su día a día requiere de todo su esfuerzo y mi completa dedicación.

Aún así mi vaquero se pasa más tiempo junto a nosotros que en su apartamento de soltero. Y solemos follar casi a diario. Siempre que no se requiera que al día siguiente el taladre un par de culos. Porque entonces es conveniente abstinencia y recato para lograr buenas eyaculaciones.

El caso es que a día de hoy me encontraba en pleno mes de julio en pantalón corto, camiseta de tirantes y descalzo subido a una escalera pintando de lila la habitación de Olivia. Menos mal que la había convencido de que sus muebles fueran blancos y no rosa princesas como había querido conseguir. Aquello habría sido el mayor atentado a la estética que se hubiera cometido desde la cúpula que hiciera Mikel Barceló para la ONU.

A mi lado ese macizo que tenía por novio pegaba en la zona ya seca unas pegatinas con motivos florales también de color blanco. Mi hermana sería una señorita con clase y no una pomposa cría vestida de color chicle de fresa. Mi madre no me lo hubiera perdonado nunca. Teníamos la casa llena de amigos de profesión que solícitos se habían ofrecido a echarnos una mano para tener acondicionada la vivienda cuanto antes. Los pequeños estaban en el jardín sin hacer ruido lo cual de por si ya era preocupante. Miré por la ventana que daba a parte de la zona donde estaban ellos y fruncí el ceño al no verles. Suspirando dejé mi sitio. Noté la mirada de Alex, antes de abandonar la estancia le dije que salía un momento.

Will y John, dos de los tipos más atractivos del panorama porno mundial andaban colocando libros en la estantería del salón. Más de la mitad en español y de los que por las miradas que les dirigían no entendían nada. Desde donde estaban se podía divisar a Edmund y Trevor en la cocina mezclando un nuevo bote de pintura para el sótano. Tenía muchos y sugerentes planes para ese lugar en que pondría una habitación de invitados e incluía a Alex en más de la mitad de esos planes. Me asomé a la puerta que daba al jardín y llamé a mis hermanos. Silencio. Salí al exterior y volví a llamarles. Silencio de nuevo. Mi corazón empezó a latir frenéticamente y casi me da un infarto cuando un potente chorro de agua fría me golpeó el rostro y el estómago. Boqueé un par de veces intentando recuperar la respiración y tragué el equivalente a lo que debían ser 20 litros de agua, por lo menos. Y entonces oí a dos críos del averno reírse a carcajadas. Agarré yo mismo la manguera que había al lado de la puerta, abrí el grifo y enchufé hacia el seto de donde salían las carcajadas. 10 minutos después los tres estábamos rebozados de color verde hierba y barro. Nos dolían los costados de reírnos y disfrutábamos de las miradas incrédulas de aquellos dioses del Olímpo que nos veían desde la misma puerta por la que yo había salido sin dar crédito a lo que contemplaban.

¡¡Bendito Dios qué delicia oír a los críos reír de esa manera!

A Jacob le estaba costando un mundo hacerse a la nueva situación. Estaba poniendo todo de su parte, lo sabía pero estaba distante y casi siempre callado. Sorprendentemente Olivia había asumido el mando de la situación y era ella la que se había autoerigido en guardiana de su hermano mayor. Mente detrás de aquel ataque despiadado que sacó la mejor sonrisa en el rostro del crío. ¡¡¡Demonio de niña!!! Mucho me temía que un futuro no muy lejano tendría que vigilarla con pies de plomos.

¡¡Madre del amor hermoso ocuparme de la adolescencia de una niña!! Solo de pensarlo me daban escalofríos.

Les ayudé a levantarse del suelo y les mandé al baño de la habitación de mi hermano a que se lavaran y cambiaran de ropa. Un rato después el crío reapareció con una toalla en la cabeza y me tiró otra a la cara. Yo seguía en el patio más mojado que un pez fuera del agua aguantando las bromas de mis amigos. Alex alargó la mano y con un dedo retiró una gota de agua sucia que me resbalaba por la mejilla. Me estremecí ante el contacto. Nuestros ojos se encontraron. Leí en ellos que lo que más deseaba en estos momentos era arrancarme la empapada ropa y follarme en aquel lugar para hacer perder la candorosa virginidad al césped que rodeaba la casa. Nuestros cuatro macizos amigos captaron el mensaje y se retiraron del lugar llevándose con ellos a mi hermano.

No es que fuéramos a hacer nada porque con toda la casa llena de gente y sobretodo con dos niños despiertos no era ni el momento y ni el lugar de empezar a protagonizar nuestra propia y personal película erótica pero eso no evitó que mi rubio me atrajese hacia él mojándose él mismo en el proceso. Acercando sus labios a mi oído me susurró que le humedecía

. Me reí por lo bajo sintiendo mis mejillas sonrojadas. Pudiera parecer increíble que con todo lo que he vivido aún consiga sentirme como un colegial pero sí. Eso era lo que me sucedía con Alex. En ningún momento de los que estaba a su lado y aún no estándolo no dejaba de sentir esas mariposas en el estómago. Esa sensación irreal de que aquello era demasiado perfecto para poder estarme sucediendo de verdad.

Te vas a enfermar si continuas con la ropa mojada sobre el cuerpo

. Volvió a murmurar.

Te pediría que me la quitaras tu mismo.

Le respondí. Y los dos nos echamos a reír. Apoyando su frente contra la mía me dio un recatado beso en la punta de la nariz para después cogerme de la mano y entrar en la casa otra vez.

Esa tarde noche frente a una mesa con unas cuantas y suculentas pizzas de todo tipo, vegetariana para John, tropical para Dave y Trev y carnívoras para el resto de los comensales acabamos la jornada antes de separarnos hasta el día siguiente. Cuando me acosté en la cama con Olivia a mi lado (su habitación a medio arreglar hacia que tuviéramos que dormir juntos) aún no se me había borrado la sonrisa de la cara.

A las 3 de la mañana me despertaron los gritos aterrados de Jacob. Una hora después sostenía el cuerpo tembloroso y lloroso de mi hermano entre mis brazos. Olivia dormitaba a los pies de la cama habiéndose negado a dejarle.

Y yo con la terrible sensación de que no sabía qué hacer adueñándose de mi.

Síndrome del Hermano Mediano. Así lo llamó la psicóloga que me recomendó uno de los iluminadores con los que más había coincidido en los set de rodaje y con quien, debido a ello, había desarrollado una buena y amigable relación. Me dijo que son

niños que se caracterizan por crecer sin la presión constante de ser el hijo mayor y sin el manto sobre protector que recibe el más pequeño. Pero no por ello son más felices, sino que tienden a sentirse ignorados por sus padres, al ver que sus logros y triunfos no reciben la misma atención que los de sus hermanos. Por ello tienden a ser rebeldes, y a comportarse mal, como una manera de conseguir la tan buscada atención de sus padres.

En el caso de Jacob me sorprendió más aún averiguar por los informes médicos que le envío su médico de cabecera en Madrid que ya estuvo siendo tratado por lo mismo hasta el año pasado. Mis padres nunca me hablaron de ello y ahora me estallaba en la cara.

El peque se sentí una especie de bicho minúsculo ensombrecido por los “éxitos” de su hermano mayor, es decir, yo y por la forma dicharachera, afable y entrañable de Olivia. Manera de ser que hacia que casi siempre fuera el foco de atención y tuviera siempre pendiente de sus palabras y actos a todo el mundo. Y él en el medio.

En el caso de mi hermano no optaba por la vertiente rebelde sino por la retraída y tímida acentuada por todo lo sucedido en los meses anteriores y por un hecho al que puso voz y palabras por primera vez desde que sucedió la tragedia. Mamá le encargó proteger a Olivia en el momento del accidente y, de alguno modo cuando vio que la niña ya no estaba al despertar de la inconsciencia en el vehículo sintió que había fallado en la única cosa realmente importante que mamá y papá le habían confiado. A Olivia, le decían su corazón y su mente, la querían más que a él y le habían responsabilizado de su bienestar. Se la llevaron de su lado y no pudo hacerlo. Y les falló. De alguna manera sentía que no podría hacer nada durante lo que le restaba de vida para compensarles.

Los informes médicos de España decían que antes de todo eso, mientras estaba siendo tratado Jacob había mejorado mucho bajo la atenta supervisión de nuestros padres pero la recaída era brutal y, hasta cierto punto lógica. El estrés de todo lo sucedido era demasiado intenso y doloroso para la mente de un chaval de 11 años que se había pasado toda su infancia sintiéndose en la sombra. La mujer me dio unas pautas para empezar a ayudarle. No tuve ninguna duda... por mi parte no quedaría el hacer todo lo que estuviera en mi mano para sacarle del pozo en el que parecía haberse refugiado mi pequeño.

Olivia ya tenía su cuarto así que Alex pudo abrazarme esa noche en la oscuridad de mi habitación. Acurrucados en la cama bajo una suave sábana de algodón. Regándome el cuello de besos le oí afirmar que sacaríamos a flote a nuestro niño

. Y me eché a llorar.

Instantes después con los dos sentados en la cama y apoyados en el cabecero me cogió el rostro por la barbilla y me miró. Yo le sonreí levemente y suspirando suavemente hablé:

  • Lo siento mucho, Alex...
  • ¿El qué sientes mucho exactamente?
  • Que hayamos empezado una relación y tengas que cargar con mis problemas. Nadie en su sano juicio querría comenzar una relación amorosa y verse metido de lleno en los conflictos de la familia de su pareja. Yo... te quiero pero entendería que...
  • Cesc, ¿qué parte de las palabras

nuestro niño

, no has entendido? Escúchame una cosa. He estado enamorado de ti mucho tiempo y sino me atreví a decirte nada jamás fue porque tenía miedo de sufrir de nuevo. Estuve metido hace tiempo en una relación con un compañero de trabajo y nos fue horriblemente mal. Sabía que sentía algo más que cariño por ti pero tenía reticencias y me asustaba que saliera mal. Sin embargo el día que el tipo de tu consulado vino a darte esa horrible noticia que te dio y te vi, absolutamente destrozado, me di cuenta de una cosa... - le escuchaba en silencio, con mi brazo pasado por su cintura y la cabeza apoyada en su hombro. - me di cuenta que le tenía más terror a que te fueras y no volvieras que a que algo pudiera salir mal entre tu y yo. Pensar en la posibilidad de no volverte a ver me mataba. No habría sido necesario que Álvar me pidiera ayuda porque para mi estuvo claro... me iría contigo así tuviera que suplicarte que me dejaras acompañarte. - se detuvo momentáneamente. - En tu país sois más avanzados que nosotros por mucho que ahora esteis viviendo aquí para evitar que los críos sufran la presión de las habladurías. Sois más avanzados y allí hombres como tu y yo podemos casarnos y adoptar hijos. Aquí llegar a eso queda lejos y hace tiempo renuncié a tener una familia propia. Por mucho que fuera algo que desease no lo conseguiría. Entonces voy y me enamoro de ti, la tragedia te golpea y de rebote me regala dos niños a los que he aprendido a amar tanto como te amo a ti. - Me besó suavemente en los labios. - Jacob no es mi hijo pero es lo más parecido que voy a tener jamás. Mi corazón, mi mente, mi alma... todo lo que soy están al servicio de su felicidad y de la de Olivia. Y por encima incluso de eso de la tuya. Sé que si ellos son felices, tu lo serás. No puedo pensar un regalo mejor que ver tus ojos brillar y tu cara sonreír resplandeciente cuando camines a su lado durante el resto de sus vidas. - Le miré en silencio durante un par de minutos empapándome de él. Después con un leve empujón le tumbé en la cama, incliné mi rostro sobre el suyo uniendo nuestras bocas. * Creo que jamás llegarás a ser completamente consciente de que lo significas todo para mi, Alex... mi Alex. - Mis labios descendieron por la piel de su cuello en una caricia etérea que le hizo estremecer. Contuve la respiración y de nuevo le miré en silencio. * Ámame, Cesc... intenta hacérmelo comprender. - murmuró él aferrándose a mi cuerpo.

Y me puse a la tarea.

Su lengua dibuja pequeños círculos sobre mi piel. Sus dedos se internan imperceptiblemente entre mis muslos. Reptan por mi abdomen, hacen parada para presionar mis pezones. Gimo y jadeo. Ahora sus labios han seguido viajando hacia el sur, una incursión en mi ombligo para continuar por el leve recorrido de bello que va creciendo a medida que se aproxima a mi entrepierna. Se desvía hacia la ingle izquierda y la recorre. Vuelvo a gemir. Sube de nuevo para encaminarse hacia el lado derecho. Mismo proceso, mismo resultado. Gimo mas alto.

Ahora es todo su cuerpo el que se pega al mio. Nuestras erecciones se acarician, se buscan. Se encuentran y lloran al hallarse. Nuestras caderas bailan una danza tan antigua como el tiempo. Abro mis piernas para abrazarle con ellas. Estaría por jurar que en estos momentos sin tan siquiera habernos unido parecemos uno. Un único ser.

Mi boca regresa a unirse a la suya y cuando se separa levemente le oigo pedírmelo. Déjame hacerte mío . Normalmente él es el pasivo y yo el que da. En la vida real y en las películas es lo que sucede habitualmente, no puedo decir que no desease que llegara este momento. Me inflama la sangre imaginarle dentro de mi. Sentirle en mi interior. Asiento.

Entonces se pierde de nuevo camino de esa zona que ya ha recorrido anteriormente pero esta vez la incursión se desvía hacia mi parte trasera. Eleva mis piernas para permitirse mejor acceso y yo me las sostengo para ayudarle.

Y cuando le siento la descarga de electricidad que me recorre es una explosión que me estremece. Gimo escandalosamente. Noto los dedos de Cesc buscando mi boca y se los lamo para tener algo dentro que me acalle. Porque sino todo el barrio residencial van a saber que tienen dos degenerados por vecinos.

El sigue con su tarea. Volverme loco, hacerme arder de deseo. Retorcerme de placer. ¿Sabéis esa teoría que dice que hacer el amor y follar no son la misma cosa? Pues ahora mismo somos el ejemplo perfecto. Hay lujuria, hay pasión, hay calor, hay deseo exhalando por cada poro de nuestra piel. Pero también hay amor en cada movimiento, en cada encuentro de labios, en cada cruce de miradas, en cada susurro y cada respiración. Podemos haber follado con mil y una personas, pueden quedarnos otras tantas a quien follarnos pero solo con él haré el amor y solo él me hará el amor.

Le ruego que me haga físicamente suyo. Y lo hace. Me ha preparado también, penetrándome con varios dedos y lubricando mi entrada y luego su propia polla que el esfuerzo por adentrarse es mínimo. Por fin me siento completo. Lleno de una manera que desconocía que podía sentirse. Y ruego porque sea más rudo, que no tenga miedo a hacerme daño. Que le necesito enérgico, salvaje.

En mi mente dos únicas palabras; mi amor, mi amor, mi amor . En mi boca, mi Cesc, mi Cesc, mi Cesc... Me aferro a su poderosa espalda, clavo mis uñas en su piel rogando a quien nos esté viendo que aumente la velocidad y la intensidad. Lo hace sin tan siquiera ser necesario que traiga el deseo sobre la cama.

Muerdo la almohada. Siento mi polla dolorida de la inusitada dureza que ha cobrado. Rozando con el vientre de mi chico, temblando a punto de correrse. Exudando líquido preseminal, él lo recoge con sus dedos y los vuelve a meter en mi boca para que pruebe mi sabor. Seguidamente sustituye sus dígitos por su lengua. Su sabor y el mío formando uno nuevo, original. Le oí una palabra extraña hace unos días mientras leía uno de esos extraños libros que le gustan a él en latín, hoy parece que su significado es sinónimo de lo que acabamos de crear. Una suerte de ambrosía de los dioses que a nosotros dos nos vuelve inmortales. Sonrío extasiado, ¡ay que ver las absurdidades que se me ocurren en pleno polvo!

Y me corro ahogando mi grito en su boca. Segundos después el sigue mi camino. Sus poderosos brazos sosteniendo su peso para no caer encima mío y hacerme daño. No me importa. Le atraigo contra mi.

Quiero que sigamos siendo uno durante toda la noche. Esto no acaba aquí... es tan solo un hito en el camino.