Te dije bésame y me dijiste que no (6)
Sexta parte... Sé que no tiene demasiado sexo y prometo escribirlo. Aún así espero que os esté gustando. En este capítulo hay amor, mucho amor.
Unai desayunó con nosotros. Mientras le calentaba la leche a Olivia podía sentir las miradas que se lanzaban los dos gallitos del corral en que se había convertido mi cocina. Hasta mi hermana parecía haberse percatado de la mal disimulada guerra fría que se habían declarado los dos sin decir ni media palabra.
No puede evitar sonreír ante el tono de llamada que emitió el teléfono de nuestro imprevisto invitado. De repente el móvil empezó a berrear el famoso Quiero, quiero besarte de Tequila. Como pareció ajeno a cogerlo seguidamente le llegó el mensaje de llamada perdida. De nuevo el mismo grupo pero esta vez entonando Dime que me quieres . ¡Qué cabronazo mi querido ex! No deseaba una confrontación entre la persona a quien tanto había querido y a la que tanto amaba ahora pero en mi actual situación aquella lucha silenciosa por mi persona podía resultar hasta entretenida. Aunque bien sabía yo que era ficticia.
Puse el tazón de cereales delante de la peque y le acaricié el pelo. Lo miró fijamente sin hacer ademán de ir a empezar.
No soy Ferrán Adriá pero se me puede considerar un experto mezclando leche y trigo... - me miró con gesto confuso. - Cómete los cereales, Oli. - Frunció los labios.
Pero mami siempre me hacia un zumo de naranja...
Podías haberlo dicho.
Lo estoy haciendo... - la miré con gesto resignado.
Antes...
Pero lo estoy haciendo ahora... - noté la vena de mi sien palpitar.
Olivia, ¿va a ser todas las mañanas así?
Si me haces el zumo... no.
¡Cómete los cereales!
¡Hazme...
Vuelve a decir la palabra zumo y estarás bebiéndolo mañana, tarde y noche hasta que se te salga por los oídos. - Y de repente Olivia estampó el cuenco contra el suelo. Se levantó de un salto del taburete, salió llorando con una última sentencia que me dejó clavado en el sitio. - No eres ni serás nunca ni papá ni mamá... ¡ojalá te hubieras muerto tú!
Y el silencio, las miradas retadoras entre aquellos dos monumentos de hombres acabaron en ese mismo instante. Una eternidad después Unai murmuró como quien habla sin hablar.
¿Acabas de perder una discusión con una niña de 8 años?
No... - y abandonando la estancia para seguirla me volví a mirarles. - ¿en qué lugar me dejaría eso ante vosotros?
Me detuve indeciso delante de su habitación. ¿Demasiado pronto, demasiado tarde? Si en algo había tenido razón la enana es que no soy ni papá ni mamá. No sé ni por dónde empezar. Y aún tengo a Jacob ingresado esperando que en no más de dos días le operen para tratar adecuadamente el traumatismo abdominal que le seguía manteniendo la mayor parte del día sedado. Ya me habían dicho que no era una intervención exenta de riesgos pero que contaban con que era un niño sano con un muy buen estado físico. Daba gracias a su afición futbolera que le había llevado a jugar en el equipo alevín del barrio. En su habitación, orgullosos, los trofeos que había ido ganando. Enmarcados por sus jugadores favoritos, sus ídolos. Más de una vez me había parado a mirarlos. Buenos especímenes de hombres. Ese Cristiano Ronaldo, siendo sinceros, tenía unos buenos muslos capaces de sostener su propio peso durante la eternidad de tiempo que me hubiera gustado que me follara. Jacob era a un niño al que solo le gustaba el fútbol y que no entendía de rivalidades por eso aún siendo del equipo rival tenía un póster de la estrella de los merengues.
Noté una presencia en el pasillo. Alex.
Let your sister be quiet... is all very recent, she is scared, angry and she wants it back to their parents. Give it time, Cesc. - suspiré nervioso.
Alex, ¿tienes hermanos?
No tan pequeños pero sí... tengo dos hermanas. Una mayor y otra más joven.
¿Y odias cuando algo les hace daño y tu no puedes hacer nada para ayudarlas? - asintió. - ¿Y qué haces cuando sucede eso?
Procurar hacerles ver lo mucho que las quiero... - se acercó a mi y pasó sus brazos por mi cintura. Aprovechó que era un poco más alto que yo para apoyar la barbilla en mi hombro. - Básicamente lo que estoy haciendo contigo.
¡Jo, me gustaba pensar que ese trato era exclusivo para mi!
A ellas las digo lo mucho que las quiero, sí... pero no les hago el amor. Eso es solo para ti. - Y me besó dulcemente en la mejilla. Me estremecí sintiéndome inusitadamente feliz. - Como te digo dale tiempo. Tu has llorado ríos de lágrimas y las que aún verterás. Deja que ella llore las suyas a su manera... aunque tienes que asegurarte de que sepa que cuando necesite unos brazos que la consuelen nos tendrá para arroparla. - Ante aquellas palabras ahora fui yo quien le besé quedándome con mi frente apoyada en la suya.
Alex... - murmuré tomando aire lentamente. - ¿vas a quedarte conmigo?
Si me lo permites, es lo que me gustaría. Pero hay un tipo recogiendo trozos de loza en la cocina que puede opinar distinto.
Quiero a Unai, mucho. No te lo voy a negar pero la distancia acabó con nuestra historia y él lo sabe. Alex, cuando pases tiempo con él te darás cuenta de una cosa...
¿De qué?
Ya te percatarás aunque a decir verdad está siendo divertido.
¿El qué?
Verte celoso.
Yo no estoy celoso... - murmuró mohíno. Reí suavemente.
Yo lo estaría, Unai conserva esas innegables cualidades que me hicieron enloquecer.
¡Pues qué bien! - Y ahí estaba de nuevo ese tono mosquedado. Le estreché contra mi.
Con todos los tíos que has visto que me han follado y te pones celoso ahora.
Esos tíos no eran tu primer amor, con ellos no tenía que competir...
Y ahora tampoco. Ahora tampoco. - le besé en los labios. - ¿sabes una cosa? - negó con la cabeza algo sonrojado. - Que te quiero, mi señor estrella del porno. Y que mi corazón te lo ganaste el día que te pedí que me besaras y me dijiste que no... - Alex me miró embelesado.
No hemos podido ser más estúpidos, bebé.
Cierto.
Tanto tiempo perdido...
No lo veas de esa manera. Piensa que quizá no era el momento adecuado. Como decía mi madre nunca se llega tarde a nada. Las cosas suceden cuando tienen que suceder.
¡Qué sabia tu madre!- - sentí un pinchazo en el corazón y me mordí los labios. - Eh, bebé... shhh... no llores más, por favor. - Y aumentó la presión de los brazos para acurrucarme en su regazo.
Tengo miedo... - murmuré apenas.
Estoy aquí... y aquí permaneceré. A tu lado.
Me separé de él y abrí con suavidad la puerta del cuarto de mi hermana. Estaba echada sobre la cama temblando ligeramente. Sacudida por un llanto acongojado. Tragué saliva y sentí la mano de Alex apretando la mía. Dándome fuerza. Me acerqué a ella y me senté a su lado.
¿Me acompañas a ver a Jacob? - murmuré. - A él le agradará verte. Está asustado y te necesita para poder ser valiente. - Ella giró la cabeza mostrándome su congestionado rostro.
Pero es mayor que yo... no puede tener miedo.
Es mayor pero eso no es motivo para que no lo sienta. - las lágrimas seguían cayendo por sus mejillas pero parecía más calmada. Entre suspiros y mordiéndose el labio se incorporó.
Cesc, tu eres mucho más grande que nosotros... ¿tu tienes miedo?
Mucho. - frunció el ceño.
Oí hablar a Sofía cuando pensaba que yo dormía. Por teléfono, con alguien al que llamaba honey ... - sonreí divertido. - le decía que los tíos están intentando que no nos quedamos contigo. - ¡Joder con Sofí! Decidido a usar la sinceridad con la niña como arma para ganarme su confianza se lo confirmo asintiendo. - Ces... no es verdad lo que dije en la cocina. Lo siento... no quiero que estés muerto pero echo mucho de menos a papi y a mami. Me asusté tanto cuando oí a mamá gritarle a Jacob que me sujetase. Y cuando cierro los ojos sigo oyéndola pero no quiero que te separen de nosotros. No quiero... no quiero. - Y se echó en mis brazos llorando de nuevo desconsoladamente.
No lo harán, Oli. Te lo prometo, te lo prometo... - y por mi cara también rondan libres las lágrimas. Mi pequeña incapaz de comprender que daría mi vida porque no tuviera tan amarga experiencia en su biografía. - Te quiero mucho, mi peque... os quiero mucho y no permitiré que nada ni nadie me separe de vosotros. Te lo prometo. - Levanté el rostro al oír un ruido. Alex salió de la estancia dejándonos intimidad para consolarnos en un dolor que tan solo nosotros, que acabábamos de perder a los pilares de nuestros mundos podíamos entender.