Te dije bésame y me dijiste que no (4)

Un recuerdo muy vivido y una putada de situación. Cuarta parte y aquí si que hay un polvo en condiciones.

Sabía que había algo más tras su presencia. Pero no era el momento ni me sentía preparado. Aún así no le quería lejos. De alguna manera me calmaba. De alguna forma estaba siendo el único capaz de mitigar tanto sufrimiento.

Y volví a derrumbarme cuando me tocó ir al anatómico forense a... ¿reclamar los cuerpos y, despedirme? Cuando les vi una sola pregunta martilleó mi cerebro; ¿qué haré sin vosotros?

Inexplicablemente acabamos en mi apartamento y mientras me dejaba caer en el sofá Alex que se había mantenido en un discreto segundo plano cuando visité a mis padres, manteniéndose en silencio pero no abandonándome ni un segundo, me habló.

  • En el hospital compré unas infusiones de valeriana, te prepararé una y mientras lo hago deberías ducharte. Pienso que después sería bueno que durmieras algo antes de volver al centro de salud e ir luego al cementerio. - Su español era inexplicablemente atractivo. Las veces que lo había oído siempre me produjo mucha curiosidad ahora me hacía sentir querido. Lo hablaba fluidamente pero se notaba que no era ni de lejos el idioma con el que se sintiera más cómodo por eso entre nosotros solíamos hablar en inglés. Ahora sabía que mi cansado cerebro no podría juntar apenas palabras en mi idioma materno menos en el suyo. Fui a rebatir su afirmación.

  • Pero tengo que...

  • Álvar cogió los teléfonos de tus amigos. Entre todos se ocuparán de que las cosas funcionen como deben. Tu debes descansar y pensar en qué harás cuando den el alta a tu hermana. Pero eso después de unas cuantas horas de sueño.

  • ¿Qué sucede que a ti te han encargado que te ocupes de mi? - había un tono mordaz en mis palabras. Tono del que me arrepentí al instante.

  • ¿Y qué si fuera así, Cesc? - fue su respuesta. - Estoy aquí porque quiero pero sí Álvar me pidió ayuda. Tu y tus hermanos vais a necesitar a vuestro lado a gente que os apoye. Quiero estar entre esas personas. - Fui a hablar pero me acalló con un gesto. - Me dijiste que no tenías fuerzas para otro tipo de respuesta. La que hay tras mis palabras, sé que es cierto pero también sé que llegará el momento adecuado y cuando lo haga las escucharás. Por ahora haz lo que te pido, dúchate mientras te preparo algo de comer y la infusión. Y luego duerme. Esa preciosa niña que tienes por hermana y ese crío que está luchando tanto te necesitan entero. - Tragué saliva nervioso notando en mis ojos el escozor de las lágrimas contenidas. Alex se dio cuenta y se sentó a mi lado. - Ahora no vas a empezar a tener vergüenza de expresar tu dolor ante mi, ¿verdad, Cesc? - Y de nuevo me vi envuelto por sus brazos. Apoyando la cabeza en su pecho, notando latir su corazón me dejé ahogar por el llanto. Un niño perdido, eso era yo. Un niño huérfano perdido sin sus padres.


Mis dedos recorrieron la foto. Parado en medio de la que fuera mi habitación hasta hacía unos años. Intacta. Tal cual estaba el último día de las Navidades pasadas que fue cuando dormí por última vez en aquella casa.

Él tumbado en la cama conmigo sentado en su pelvis y mis labios probando su sabor. Bebiéndome cada centímetro de su piel. Parando de vez en cuando para morderme el labio inferior intentando contener el mar de pasión que inundaba mis venas. Sus mejillas arreboladas, sus ojos brillantes de deseo y curiosidad.

Unai siendo mío por fin. Tras meses de seguir sus pasos. De recorrerlo con la mirada. De soñarle. El primer tío a quien había deseado hacer algo más que follármelo. Con los 17 años de una adolescencia vivida sin la menor contención. Probando todo sin miedo pero eso sí, como siempre me decía mi a veces repetitiva madre, con sentido, Cesc, con sentido . Y sí, por curiosidad, entre otras cosas probé de todo, incluso intentar tirarme a una tía. No sentí nada en absoluto, de hecho a los 15 minutos de despelotarse estaba saliendo por la puerta del baño echando pestes por la boca. Herido su orgullo de zorra que se había pasado por la piedra a medio instituto.

Yo tan solo a un cuarto de los chicos que me recorrían el trasero con gestos evidentes de querer arracarme la roma y follarme en el mismo suelo. Porque sí, reconozcámoslo, me gusta el sexo. Y me encantaba disfrutar de él sin vergüenza alguna. Así que eso es o que quería hacer con aquel adorable muchachito que tenía encima del colchón de mi cama.

Unai que me tenía loco desde hacía meses. Al que sutilmente le había restregado la polla por el trasero cuando volvíamos apretujado en el metro camino de cada tras acabar la jornada en el instituto. Al principio parecía molesto, luego reticente, después asustado y, al final, caliente como aceite hirviendo. Ponerle como una moto había acabado funcionando.

El primer tipo que dijo estar enamorado de mi afirmó que era un cerdo hijo de puta. Un calienta pollas más. No creo que sea cierto. No me lío con cualquiera ni obligo a nadie a hacer nada que no quiera. Si caliento o me calientan actúo en consecuencia.

He visto, he vivido el amor con mayúsculas. En la forma en que mis padres se miran. En como ella le hace el nudo de la corbata cada mañana, en como él siempre le recorta los artículos que creía podían interesarle para que los pudiera leer cuando regresase de llevar al crío al cole. En como le acaricia el rostro cuando se piensa a salvo de miradas indiscretas. Casi 20 años de matrimonio y seguían bebiendo los vientos el uno por el otro. Según palabras textuales de mi señor padre se había ligado a la mujer más hermosa y sensual que había pisado las aceras de Barcelona. Con ese cabello azabache, esos ojos azules como el cielo, esa piel blanca perfecta y esa mala leche cargada de inteligencia, educación y dulzura a dosis exactas. Recuerdo que alguna vez le contesté bromeando que un ser perfecto como él no podía estar más que destinado a una mujer perfecta como ella. Él negaba con la cabeza y decía que la había necesitado para completar las imperfecciones que acarreaba sobre las espaldas.

Quizá por eso no me gustaba, ni me gusta, implicarme demasiado con mis rollos. Porque ando buscando un amor como el suyo. Un imposible. En aquella habitación, con Unai a mi merced empezaba a creer que en él podía encontrar algo similar. Era guapo a rabiar. Con ese pelo rubio y esos ojos pardos tan inocentes y hermosos.

No me cansaba de devorar sus labios. De sentirle excitarse y respirar agitadamente. Una gota de sudor asomó por su frente, la bebí con deleite mientras mis manos se perdían por debajo de la camisa del uniforme. Aún hoy recuerdo la tibieza de su piel.

En apenas unos minutos le tuve desnudo y yo con él. En los 40 Principales sonaba en esos momentos The Cure cantando Friday Im In Love. Irónicamente era viernes, nuestros planes para la noche se habían ido al garete por una soberbia tormenta típica de principios del verano. Acabando el curso y reconociendo que por delante estaban por llegar meses en los que no nos veríamos nos animamos a llegar más lejos. Cuando se lo propuse sentía unos nervios impropios de mi y el revoloteo de las mariposas en mi estómago. Hoy soy más de grupos como Marea así que recurriendo al título de una de sus canciones se lo pedí claramente; "Duerme conmigo" , y me dijo que sí.

Bajé las escaleras de la estación de metro de Sol de un salto. Podía haberme matado pero la adrenalina de ese momento no me permitía medir los riesgos. Acabé tirado en el suelo oyendo la risa de Unai que sonreía divertido al comprobar que no me había hecho daño y que estaba loco... por él.

Y seguí recorriéndole con la lengua. Deteniéndome en su pecho, mordiéndole los pezones y haciéndole gemir suavemente. Frotó su entrepierna contra la mía. Ahora el que repitió su sonido fui yo. Sus manos se perdieron en mi cabello, bajaron por mi cuello para seguir por mi espalda y mis costados. Y hacerme estremecer.

¡Cómo estaba el cabronzado! ¡Cómo le daba la gana! Al final no me iba a quedar más remedio que acompañarle los fines de semana a jugar al tenis como me había pedido incontables veces. Además solo de imaginarle en las duchas después de un partido me daba más motivos para claudicar. Únicamente me había echado para atrás que eso implicaría no empalmar la noche del viernes con la mañana del sábado. Era un deportista nato y le gustaban la vida sana y los madrugones. Viéndolo ahí ahora concluí que podía llegar a acostumbrarme. Por él lo haría. Sí, aquello tenía pinta de ser diferente. Quería que lo fuera.

Y ahora retorcidos. Nuestras piernas entrelazadas. Sudando aún teniendo la ventana abierta y estando funcionando el ventilador del techo. Le miré a los ojos. Pareció comprender la pregunta implícita en mi, así que procedió a incorporarse y quedar sentado con la espalda apoyada en el cabecero de mi cama. Empapando con la pegagosidad de su piel el poster de George Michael al que yo por entonces ya consideraba un icono de mi mundo gay.

Me senté sobre su miembro que se adentró en mi sin el mayor problema a pesar de que aún conservaba la estrechez de una virginidad no perdida hacía demasiado tiempo. Hasta hacía bien poco era yo quien tomaba a mis amantes. A día de hoy mi profesión ha hecho que no lo sea tanto pero algunos de mis compañeros y ocasionales compañeros de cama no es la primera vez que me dicen asombrados que mi ano parece el de alguien que no haya follado jamás.

Aún recuerdo la expresión de Trevor cuando compartimos fluidos la primera vez que rodamos juntos. El beso que le di fue tan real como su propio gemido de placer al sentirme tan condenadamente estrecho. Justo como gemía sin control Unai que se aferraba a mi cuerpo y me penetraba una y otra vez enloquecido. Apretando los dientes, luchando por contener las palabras que se moría por gritar. Y le susurré al oído; dilo . Clavó sus uñas en mi espalda reclamándome como de su propiedad. Y habló.

Y recuerdo la felicidad absoluta que sentí mientras le notaba venirse en mi aún con la barrera del preservativo por medio. Y como su afirmación me hizo eyacular a mi de manera incontrolada sobre su piel.

Fue un te quiero que duró dos años y medio. Un te quiero vencido solo por la distancia. Aún en los inicios de mi carrera profesional él me quiso tanto como yo le quise a él. Por eso levanté la mirada de la foto al oír su voz grabada en el contestador automático de mis padres. Verle de nuevo no sé si embrollaría más las cosas pero era parte de ese pasado que con la muerte de mis progenitores se estaba difuminando con inusitada velocidad. Necesitaba aferrarme a esos días y él era el único que quedaba de esa época.

Por el gesto preocupado e Alex pude darme cuenta de que sabía que Unai sería un escollo difícil de salvar. ¿Es que acaso el vaquero de Wyoming iba a resultar que estaba tan enamorado de mi como yo de él?