Te dije bésame y me dijiste que no (12)

Encarando situaciones.

NOTA DE AUTOR; ¿Fin? En función de lo que opinéis así haré una cosa u otra.


Es un apartamento en la zona alta de Manhattan. Propiedad de un cincuentón adinerado y con cierta relevancia en la ciudad. Siempre ha habido rumores de una sexualidad desviada pero el tipo no se mete con nadie así que nadie se mete con él ni sus gustos. Hasta ahora que ha sobrepasado los límites. En la discoteca que estuvimos se celebró una especie de “subasta” de personas, lo único es que la mayoría de los subastados no sabían que lo estaban siendo. Entre ellos Cesc, que tan solo estaba bebiendo unas copas. El camarero dijo que se encontraba sentado en un taburete con la mirada perdida en su combinado de tequila. Sin molestar a nadie hasta que se convirtió sin saberlo en el objetivo de ese... de ese...

La policía ha entrado en su piso echando la puerta abajo. Dexter no me deja acceder hasta minutos después en los que él mismo sale en mi busca al rellano y me ruega que pase dentro acompañándole. La escena que contemplan mis ojos cuando llegamos a la habitación más alejada hace que tenga que volver la cara y vomite hasta la primera papilla que me diera mi madre cuando era un bebé. Tomo aire y con pasos dubitativos entro para ir acercándome.

Me arrodillo ante su cuerpo. Mis manos se extienden automáticamente hacia él que está siendo atendido por los sanitarios. Estos me contemplan apesadumbrados. Le oigo gemir, llorar... y llamarme.

Me inclino sobre él y le susurro al oído.

  • Estoy aquí. No llores más, estoy aquí. - sus cansados pero aún maravillosos ojos azules se clavan en los míos y entonces se refugia en mis brazos entre los que le estrecho proporcionándole la seguridad de que ha regresado al lugar del que nunca debió desear alejarse. Nuestro amor.

Dos horas después le contemplo desde la butaca en la que estoy sentado en la habitación del hospital. Le han ingresado para monitorizarlo durante un tiempo ya que era bastante evidente cuando le encontramos que estaba bajo los efectos de algún estupefaciente. Además las arañazos y marcas de dientes que se podían ver en su espalda, brazos y trasero evidenciaban que en aquel lugar había acontecido algo más que una escena de sexo convencional. Casi me daba miedo saber qué había sucedido exactamente.

Cesc dormía y, de vez en cuando murmuraba algo. En esas ocasiones me acercaba a él, le acariciaba el cabello y le susurraba que estaba a su lado. El sonido de mi voz parecía sosegarle. Una suave sonrisa dolorida asomaba a mis labios cuando lo notaba. Quizá, por muy grave que fuera lo que había pasado, podríamos hacerlo servir como palanca de cambios. Cambios hacia mejor y que volvieran a poner las cosas y a nosotros en el lugar del que nunca debieron moverse. O no... la cabeza me reventaba de dolor de tanto darle vueltas.

Oigo una voz carraspear en el umbral. Lucas.

  • No sabes cómo lamento toda esta situación... Alex, yo...

  • Él mismo se metió en la boca del lobo... que se le fue de las manos es más que evidente pero sabía que se la estaba jugando.

  • ¿Le vas a... - le miré.

  • No sé lo que haré. El me dijo que no mostré confianza en lo nuestro pero ni de lejos mis palabras y mis actos se asemejan a esto. Le amo tanto que me duele en el alma esta situación. Ahora me necesita y me tendrá, una vez recuperado... no sé lo que haré.

  • Si vuestro amor es sincero superará esto por muy duro o difícil que parezca. - Veo algo en su expresión. - Es lo que deseo... y, por mi parte, te prometo que jamás volverá a repetirse nada entre nosotros.

  • Quizá en el futuro nos encontremos en una situación en la que me de igual si sucede o no. - murmuro pesaroso. Me duele el corazón de tanto amor... pero también de tanta traición. Suspiro y me vuelvo hacia la cama. Veo que Cesc ha cambiado de posición y está acurrucado de lado. Detecto un temblor casi imperceptible. Rodeo el lecho, me doy cuenta de que aprieta los ojos y tiene las manos aferradas a la parte superior de las sábanas. Las lagrimas mojan sus mejillas. Levanto la vista hacia Lucas que parece haberse percatado de lo mismo, asiente y abandona el lugar. Me acuclillo al lado de mi moreno, le beso el rostro secando la humedad. - He dicho quizá, Cesc... ahora ocúpate de recuperarte. Cuando volvamos a casa veremos qué hacer. Mientras tanto seguiré aquí, a tu lado. - No dice nada, se mantiene en silencio en una posición en la que su propio cuerpo sirve de escudo protector.


Imbécil. Gilipollas. Idiota. Cabrón. Estúpido. Malnacido. Sinvergüenza. Cretino. Miserable. Calla la puta boca y no te atrevas a decir que lo sientes porque lo que has hecho es tan impresentable que no te mereces ni una sola de sus miradas. Mucho menos sus labios sobre tu piel. Esos labios que te hacen estremecer. Esos labios que vas a perder a menos que tengas el maldito coraje de reconocer que la has cagado a base de bien. A ver ahora cómo lo arreglas, pedazo de imbécil. La oportunidad de ser feliz y la tiras por el retrete.

Cierro los ojos intentando acallar esas voces que hablan verdades tan dolorosas. Porqué lo hice. Le amo. Más que a mi vida. No quiero estar con nadie más que no sea él y sin embargo lo hice. Me dejé follar por Lucas y por el árabe ese del que ni tan siquiera sé el nombre. Y luego lo otro... una convulsión me hizo boquear buscando aire pero solo conseguí vomitar.

Las manos en mi frente me recuerdan a cuando era niño y me encontraba en similar situación con mi madre acunándome con su mesura y sosiego. Ahora no era mi madre, era la persona más maravillosa que me había regalado la vida. Él.

El cuerpo seguía doliéndome. Las imágenes golpeaban mi mente. Temblaba como una hoja. Y todo se movía a cámara lenta y en brumas. Las voces lejanas. Oí al que debía ser un médico hablando con él. Oí las palabras síndrome de abstinencia. ¿Cuánto Rohypnol me había suministrado ese maldito degenerado? Y a todo esto, ¿quién se quedaría con los niños si la situación se alargaba demasiado? Un nuevo mareo me invadió al ser consciente de que tenía que poner todo de mi mismo si no quería que al otro lado del océano se enteraran de lo sucedido y en un tris se los llevaran de mi lado.

Ni siquiera fui consciente de haber hablado. Si es que a decir no en repetidas ocasiones se puede considerar hablar.

Me dolía la cabeza, me dolían todos los músculos, me escocían los ojos. La boca me sabía a rayos. Y había cierta parte de mi anatomía que aún notaba el profundo desgarro al que se me sometió.

¡¿Cómo pude ponerme en esta situación?!

Y vuelvo a vomitar.

Las horas transcurren lentas entre cambios de sueros, palabras susurrantes, gestos de consuelo y labios que a veces son anhelantes y otras todo lo contrario, titubeantes. ¿De qué puedo culparlo?

Imbécil. Gilipollas. Idiota. Cabrón. Estúpido. Malnacido. Sinvergüenza. Cretino. Miserable.

Gánate el derecho a que siga amándote. Lucha por él como él ha estado luchando por ti desde que decidió que eras lo más importante de su vida. Solo fueron celos... no dudó de nuestra relación, no dudó de ti. Solo fueron celos... justificados o no significaron que le importas. Que te quería de verdad. ¿Qué aún me quiere de verdad?

Alex... dime que me quieres. Dime que no te irás. Perdóname... por favor, no te alejes. Sin ti no soy nada. Estoy perdido sin ti. Esta vez irremediablemente perdido, solo y muerto.

Y esa salmodia llenando mis oídos. No llores más... no llores más.


Parece que apagar las luces de su cuarto tras haberle ayudado a acostarse en su propia cama consiguieron que por fin se relajara. Las laceraciones físicas habían prácticamente desaparecido pero las de su corazón y su mente no lo parecía.

Dexter le pidió que denunciara a ese tipo pero Cesc se negó en redondo aunque yo le pedí que lo hiciera. La mera idea de que pudiera volver a las calles me hacia temblar pero él solo pensaba en una cosa. En el riesgo de que le arrebatasen a Jacob y Olivia. Siendo sinceros yo también sentía pavor ante esa idea. Aún así y comprendiendo sus motivos el amigo de Lucas nos aconsejó que pidiéramos ayuda. Y lo hice.

Jean Constine entraba por la puerta de la casa a las 10 de la mañana del día siguiente.

Cuando salió de su cuarto vino a buscarme a la cocina. Mientras bebía el zumo de naranja que le había preparado hablamos.

  • Cesc es fuerte, Alex. Y se repondrá, va a llevar su tiempo pero lo hará. Tiene muchos motivos por los que desear salir adelante. Muchos y poderosos motivos pero no te voy a mentir ahora está bastante mal. Sin embargo con mi ayuda y sé que con la tuya volverá a estar sonriendo e iluminando los lugares en los que esté con su presencia. - me mordí el labio pensativo. - Tiene mucho miedo pero aceptará lo que decidas. Sabe que ha actuado de la peor manera posible y no te culpará ni te reclamará que te vayas... cree que no te merece después de lo que ha hecho...

  • ¿Tu que opinas, Jean?

  • Que merece mucho la pena luchar por lo que tenéis. Que es una prueba muy dura la que tenéis que afrontar pero que merece la pena pelear por sobrepasarla. Os merecéis el uno al otro la felicidad que podáis daros. No os empeñéis en negárosla... - Dejó el vaso en el fregadero. La acompañé hasta la puerta donde la despedí afablemente. Era una buena profesional y una buena persona. Se notaba que les tenía cariño a los chicos y a Cesc... y a mi. Sonreí suavemente. Realmente éramos afortunados. Teníamos muchas personas a nuestro alrededor a los que les importábamos y que nos querían. De hecho llegar a casa y que el teléfono empezara a sonar con las voces de amigos preocupados fue todo uno. Trevor, Edmund, John, Will...

Procuré volver a la rutina que teníamos antes de todo aquello. Salir a trabajar y regresar a casa con él. Estaba casi a punto de finalizar agosto y se encontraba mejor pero muchas veces aún le veía con la mirada perdida. Como si todas las pesadillas que había vivido desde primeros de años poblasen su cabeza al mismo tiempo. Para mi no era una mejoría sustancial pero tampoco podía negar que algo era algo. Lo que no me esperaba era lo que sucedió la noche del viernes antes del fin de semana que volverían los críos.

Abrí la puerta tras haberme pasado el día fuera y me encontré con una casa en penumbras y música sonando tenuemente. Y las paredes regadas de carteles con la letra de la canción del que debía ser el grupo español que la interpretaba...

Y esa mesa con candelabros, preparada para algo más que solo cenar. Cesc parado junto a una de las sillas con la mirada baja. Nervioso.

Dejo las llaves en la mesa de la entrada y me acerco a él sin decir nada. Me detengo delante suyo. Le cojo la barbilla y le levanto el rostro. Sus ojos brillan a punto de echarse a llorar.Se muerde el labio inferior. Suspiro, levanto mi mano y le acaricio la barbilla. Pego mi frente a la suya (siempre me ha encantado esta postura, la siento especialmente íntima).

  • No vuelvas a repetir algo así porque si lo haces no habrá segundas oportunidades. Yo también te quiero, te sueño y te necesito. No me voy a rendir, voy a luchar por ti. Porque me ames y no dudes de lo mucho que te amo yo a ti. Que no dudes que eres lo más bonito de mi vida. Entiende mis celos... aún me es difícil creer que estemos juntos, que me veas con la adoración que me ves. Prometo no ser demasiado posesivo pero comprende que me muero ante la idea de que alguien pueda ocupar tu corazón. No tanto tu cuerpo como tu corazón. Eres mi vida, Cesc... y mi vida es lo que más valoro. - él suspirótremulamente. Le estreché contra mi y aspiré ese aroma tan suyo.

  • ¿Me perdonas? - parecía sorprendido.

  • ¿Tu me quieres?

  • Más que a mi mismo. - afirmó sin dudar siquiera un segundo.

  • ¿Me perdonarías si la situación hubiera sido la misma? - volvió a asentir enérgicamente. - Comprendo todo lo que has pasado... porque he recorrido el camino junto a ti y puedo entender, me ha costado pero lo he hecho, que te sintieses sobrepasado por todo. No sé cómo hubiera reaccionado yo pero por eso mismo no puedo ser demasiado intransigente. Mientras me prometas que si vuelves a sentirte así, acudirás a mi para que lo solucionemos juntos.

  • Lo haré.

  • Bien en ese caso estoy más que dispuesto a recoger los trozos de nuestra relación y reconstruirla para que sea más fuerte y firme. ¿Vas a ayudarme?

  • Dalo por seguro.

  • Entonces no hay más que hablar. Tan solo queda comernos lo que has hecho, compartir esta noche e irnos juntos a la cama. Aunque solo sea para dormir abrazados. Porque tenerte así, junto a mi, en las noches es lo que más he extrañado. Dormir y despertar contigo.

Y efectivamente eso hicimos. Recostarnos en nuestra cama, abrazar a Cesc contra mi, mientras él posa su cabeza en mi hombro y le notó besarme la piel del cuello.

  • Gracias.

Le estrecho contra mi.

  • Duerme, mi niño. Duerme y sueña conmigo. - Poco después le oigo respirar suavemente. Una lágrima resbala por mi mejilla y antes de dejarme vencer por el sueño miro hacia la luna que brilla creciente en el cielo y que vislumbro a través de la ventana. - Duerme, mi niño. Duerme y sueña conmigo. Como yo soñaré contigo.

Lo prometo, Jean. Lucharé. Por mis niños pero sobretodo y ante todo por él. No me voy a rendir.No me dejaré vencer por el desasosiego ni me dejaré ahogar por las responsabilidades. No las he pedido pero son las que me han tocado y si soy un hombre adulto con algo de sentido común (de ese que siempre me dijo mi madre que empleara y que en todo lo sucedido decidí ignorar) no me queda más que levantar la cabeza (junto al resto de mi cuerpo) y tirar hacia delante.

Si alguna vez me siento desfallecer o sobrepasado pediré ayuda. Me apoyaré en mi sostén y juntos conseguiremos superar todo lo que se nos ponga por delante. A punto he estado de destruir lo más bonito que podía tener. He sido un imbécil y todos esos insultos e improperios que me dediqué resultaron más que merecidos.

Ahora queda ponerse en pie y encarar el futuro. Y pensar que vendrán baches, que habrá tropiezos pero que no habrá nada que no podamos superar si nos mantenemos juntos. Si lo hacemos y somos una familia.

Eso es lo que la vida me ha dado. Un amor como el universo de grande y una familia propiaa la que amar por lo que me reste de vida.

Eso es lo que voy a hacer.

Amarlos.

Sostenerlos.

Ser su sostén.

Caminar a su lado.

Velar por ellos.

Cuidarlos.

Y volver a amarlos.

Durante cada día de lo que me reste de vida.


Olivia y Jacob irrumpen en casa como una manada de potros salvajes al galope. Riendo, dándose empujones y tirando en su alocada entrada una silla. Cesc les mira desde la puerta por la que  él pasa de forma más sosegada. Sonríe y es, de nuevo, una de esas sonrisas más brillantes que el sol. Algo ha cambiado definitivamente.

Los dos siguen derrochando energía cuando de manera imprevista, por lo menos para mi, se lanzan a mis brazos gritando mi nombre. Miro al pequeño sorprendido, parece ser que aquí no es solo su hermano mayor el que ha cambiado. Les devuelvo el abrazo emocionado.

  • Te quieren mucho... - habla Cesc acercándose a mi. Me sonrojo. - ¿Te he dicho alguna vez lo atractivo que te pones cuando te acaloras? - y me ruborizo aún más. - Y cada vez más atractivo. Creí que eso era un imposible.

  • No me van los imposibles.

  • Eso no es cierto. Yo te voy... - me rió suavemente.

  • Tu no eres imposible simplemente eres desquiciante pero también lo más bonito que ha pisado la faz de la tierra. - y ahora al que se le colorean las mejillas es a él y estallo en carcajadas. Se acerca a mi y me sostiene el rostro entre sus manos. Y entonces me habla en voz baja.

Voy a...

Amaros.

Sosteneros.

Ser vuestro punto de apoyo.

Caminar a vuestro lado.

Velar por vosotros.

Cuidaros.

Y volver a amaros.

Durante cada día de lo que me reste de vida.

Y, por fin, siento que las piezas del puzzle vuelven a colocarse de forma correcta. Formando la imagen de esa familia que siempre soñé tener y que de alguna manera parece que me he merecido. Y sonrió. Y siento que sí, que no hay vuelta de hoja... ahora sé lo que es la felicidad. Y sé  que tiene nombre propio, la felicidad se llama Cesc y tiene apellidos, Jacob y Olivia.

Acerco mis labios a su oído.

  • Gracias.