Te deseo...
Si llega la noche y no se encuentran nuestros cuerpos... si llega la mañana y nos duele la falta del olor del otro en la almohada... Si eso pasa, amor mío, si eso pasa...
Ojalá pudiera abrazarte fuerte para quitarte esa inseguridad tan aplastante que siento en tus palabras. Ojalá mis labios se pudieran fundir con los tuyos para que respiraras el aliento que exhalo. Ojalá poder poner la mano allí donde late tu rabia y sentirte fuego y brasas. Ojalá...
Ojalá...
Desesperado te siento, amante mío… Tuya la ansiedad que hago mía, tuyo el deseo que prende mi alma.
Que no te duela mi ausencia, que más de una vez he faltado, y los reencuentros de dos sexos que se llaman como los nuestros, eternamente a encontrarse a altas horas de la madrugada, por muchas noches que no choquen no dejan de arder en la fragua de Vulcano. Sigo ardiendo aunque me faltes, sigo viva aunque me muera...
Los reencuentros son mejores, las gargantas tienen hambre. Y el líquido que moja mis bragas, por más que se seque en ellas sin encontrar consuelo, siempre estará fundido con el olor de tu polla. Allí, donde te recuerdo... allí, donde tengo tu esencia cincelada por tus manos expertas... En ese trozo de carne que tan bien se acopla a tus deseos, y a las partes de tu cuerpo que ofreces sin reservas...
Esa gota que se escurren ahora de tu miembro endurecido es el regalo que me haces al leerme con la pasión que te ofrezco. Esa dureza que intuyo en tu entrepierna es la que me dice, que además de lujuria, aunque no lo quieras, mi imagen es mucho más evocadora en tu mente que unas simples tetas. Y eso me basta para sentirme satisfecha.
Por eso no me digas te quiero nunca, no me vale de nada...
Dime solo: te deseo...
Porque hay, sin duda, almas gemelas... Pero nuestras almas, además, son una...