Te Amaré por Siempre

Recuerdo aquel día como si hubiese sucedido ayer, fue el día que te conocí. Mamá te llevaba en brazos, y en el instante en que te ví, me enamore loca y perdidamente de ti.

29 de septiembre de 1991

Recuerdo aquel día como si hubiese sucedido ayer. Aquella mañana permanece vívida en mi memoria a pesar de los años, como algo imborrable. Y no es para menos, ya que ese fue el día en que te conocí.

Yo estaba en casa de tía Virginia, cuando papá y mamá llegaron contigo. Me había tocado esperar en casa de la tía ya que así lo prefirieron papá y mamá, pero no te preocupes ya sabes lo que sucedió, y estar o no presente cuando tu llegada al mundo no me detuvo a amarte como lo hice.

Como te seguía contando, mamá te llevaba en brazos y al acomodarse en un sillón, al fin te vi.

Eras el bebé más hermoso del universo, tu pequeña cabecita llena de cabellos negros como el azabache, y tu tez tan blanca como la luna salvo en tus mejillas donde se convertía en dos esferas encendidas en fuego, tan sólo verte me basto para enamorarme loca y perdidamente de ti.

Aunque moría de ganas, mamá no me permitió cargarte, decía que era muy chica y te me podrías caer, recuerda sólo tenía 6 tal vez ella tenía razón.

Coloqué uno de mis pequeños dedos en una de tus muy diminutas manitas, y lo envolviste enteramente en ella, luego lo llevaste a tu boca intentando succionarlo, me pareció la cosa más tierna y graciosa que jamás había visto. Pero lo más importante vino después, mientras hacías esto, fuiste abriendo tus pequeños, quiero decir, tus enormes ojos encontrándose fija y directamente con los míos. Unos ojos enormes y hermosos, con largas pestañas a juego y ese color, ese intenso color negro brillante y cautivante.

Tus ojos me embriagaron, me hechizaron en cuerpo y alma, desde ese momento supe que viviría para ti, que sería tuya siempre, y que haría y daría cualquier cosa por ti, hasta mi vida, algo que no hice y me lamento.

Pasaba todo el tiempo posible contigo, cuidándote, mimándote y queriéndote como nadie. Estaba con mamá mientras te alimentaba, bañaba, cambiaba y hasta cuando te arrullaba para dormir, esta era mi tarea favorita.

Y así fuiste creciendo mientras yo, siempre me mantuve a tu lado, no estaba dispuesta a perderme de un solo momento de tu vida.

Al tener un año dijiste tu primera palabra, fue: "Emma", mi nombre, me alegre muchísimo. Mamá atribuyo a que era un nombre sencillo de recordar para ti, yo creo que mamá estaba celosa. En fin, ese acto no fue cualquier cosa para mí, ni para ti, al momento de escuchar mi nombre salir de tu boca supe que me amabas tanto como yo. Fue algo que me dijiste después.

Pasaron los años sin piedad, tú continuaste creciendo y yo también, la naturaleza del ser humano. Nos convertimos en los hermanos más unidos, en los mejores amigos, jugando siempre juntos y contándonos todas nuestras cosas.

Y así llego mi cumpleaños número 18, y luego de eso vino mi partida a la universidad, tú tenías 12 en ese entonces. Estaba muy triste la verdad, era la primera vez que nos alejaríamos por mucho tiempo, jamás estuve lejos de ti por más de dos días hasta entonces, aunque volvería en vacaciones o algún fin de semana.

El día que me dejaron en la capital instalada, tu expresión era nostalgia pura y eso me partía el alma.

  • ¿De verdad tienes que quedarte acá? – Me preguntaste con lágrimas en tus preciosos ojos.

  • Sí Julián, tengo que hacerlo, es por mi futuro, en unos años te tocará a ti – Dije con voz quebrada y limpiando las lágrimas de tus mejillas.

  • Te extrañaré – Dijiste sollozando.

  • No más que yo – Dije rompiendo en llanto y abrazándote con fuerza.

El tiempo pasó rápido pero no en vano, yo siempre con tu rostro y tu voz en mi mente, ya que el tiempo que estaba en casa no era suficiente, te pensaba todos los días, imaginando qué harías, si tal vez necesitabas mi ayuda con alguna tarea de matemáticas o castellano. Jamás me atreví a pensar en alguna niña para ti, ninguna sería lo suficientemente buena.

Paso el año volando, sin darme cuenta ya había acabado el curso y me preparaba para el siguiente año, tú tendrías 13 y yo 20 cuando eso.

Unos meses después de comenzar el segundo año de la carrera, conocí a alguien de la facultad, la verdad el me encontró yo no lo estaba buscando, era un chico agradable, extrovertido y muy guapo, Felipe, si sabes quién es, aquel trigueño, alto y atlético de ojos pardos; lo odiaste, lo sé.

Él me conquisto Juli, no pude hacer nada para evitarlo y que conste que no le fue fácil, pero debo confesarte que por mucho que me atrajo y lo quise, jamás lo amé como a ti.

Antes de que comenzara el verano nos hicimos novios. Y a volver a casa por las vacaciones de verano, él vino conmigo. Recuerdo aún tu rostro de rabia y odio hacía él, estabas tan celoso que no lo podías ocultar de tu cara.

  • Lo siento mamá, sé que debí haberte dicho que Felipe vendría conmigo.

  • No hay cuidado, sabes que siempre he insistido en que traigas algún amigo – Dijo mi mamá muy contenta ya que nunca me había visto ningún novio hasta entonces. Jamás me interese mucho en chicos ya sabes porqué.

  • Debiste haber avisado – Dijiste con rabia, pocas veces me hablaste de esa forma – Si Emma puede llevar a alguien yo también puedo.

  • Esta bien cariño, jamás te lo he prohibido – Dijo mamá con gracia.

Así partimos de veraneo los cuatro acompañados de los dos nuevos invitados, Felipe y Valeria esa vecinita a la que tanto le gustabas pero nunca le hiciste caso, rumbo a Margarita.

Al llegar a la casa, mamá como siempre una mujer conservadora, dio un cuarto a Valeria y a mí y otro para Felipe y tú.

Al día siguiente decidida a darme un buen baño en la piscina, me coloque mi bikini violeta, ese que decías me quedaba fabuloso. Yo sin ser una miss contaba con un cuerpo bien proporcionado lo que siempre me falto fue estatura, bueno aun sigue siendo así. Con mis senos bien puestos y grandes pero sin exagerar, una cintura esculpida y plana, una cola firme que quitaba el aliento y unas piernas no muy largas pero sí fibrosas y torneadas. Sí me sentía divina en aquel traje de baño.

Salí al área de la piscina, tú tonteabas con Valeria, e inmediatamente pusiste tu mirada en mí sin apartarla.

Felipe también me miró de arriba abajo apenas salí, comiéndome con la vista, su mirada totalmente diferente a la tuya. Una mirada de hombre, de deseo. La tuya de admiración.

  • ¡Que preciosa estás Emma! – Dijo Felipe con voz excitada.

  • Yo creo que deberías cubrirte un poco, estás mostrando demasiado – Dijiste celoso. En verdad eran tan evidentes tus celos, amaba eso.

Con una sonrisa picara en los labios hice caso omiso a tu comentario, y me recosté en una tumbona a llevar sol, tú furioso te lanzaste a la piscina y comenzaste a nadar sin interrupción.

Felipe estaba a mi lado, y aunque ambos llevábamos lentes de sol sentía su intensa mirada sobre mi cuerpo. Así que quise jugar con él y también contigo, nunca pretendí ser mala pero no supuse te pondrías como lo hiciste.

Me puse de espaldas y le pedí a Felipe me colocara un poco de aceite bronceador por todo el cuerpo. Se coloco aceite en las manos y lo esparció por mi espalda delicadamente, masajeando también mis hombros, lo hacía muy bien, luego coloco un poco más directamente sobre mi región lumbar, masajeando del centro hacía afuera subiendo por mis costados hasta rozar mis senos ligeramente. Sus caricias eran magnificas, lograban erizar toda mi piel. Cuando bajo a mis pies sentí flotar, los masajeaba divinamente, fue subiendo sus caricias por mis pantorrillas y en ese momento mi sexo comenzó a vibrar y mi mente a volar, imaginándome siendo penetrada allí mismo ante todos por Felipe. Fue subiendo por mis muslos, en los que unto más aceite, y a los que froto con ligera fuerza con sus dedos pulgares en toda su extensión, de arriba abajo, primero uno y luego el otro. Para luego sobarlos con cada mano en uno, yendo acercándose a la cara interna, una de mis zonas más vulnerables. Estaba completamente excitada y sus mimos fueron más osados. Sus caricias subieron tan alto hasta rozar ligeramente mis labios vaginales cubiertos por la tanga, lo que me arranco leves gemidos y me hizo abrir mis piernas para recibir sus tocamientos, los froto varias veces aumentando mi calentura. Luego esparció rápida y suavemente el aceite por mis nalgas pellizcándolas un poco, atento a tu mirada y la de papá que había entrado en ese instante al área de la piscina. Hasta ahí llego el juego.

Me quede un tiempo llevando sol y pasando el rato, ya que me sentía muy acalorada. Sin darme cuenta me quede dormida, al despertar me encontré sola, así que decidí meterme al agua. Nade un rato y luego apareció mamá a hacerme compañía y trayendo algo de merendar, se recostó en una tumbona a llevar sol.

  • ¿Y los demás? – Pregunte.

  • Tu papá se llevo a Felipe, lo necesitaba para traer unas cosas y los niños en el salón con los videojuegos.

  • Ah vale – De seguro papá le estaba dando aquellos discursos de "hombre a hombre" al pobre Felipe, pensé.

En ese momento apareciste por la puerta, te metiste a la piscina y te acercaste a mí, estabas molesto.

  • ¿Valeria te ha ganado en el juego Juli? – Te pregunte burlona.

  • Tenemos que hablar – Murmuraste molesto para que mamá no escuchara.

  • ¡Wow!, que serio – Te dije tratando de relajar la situación.

  • Es en serio, ¿Por qué te dejas manosear de esa forma por ese tipo? Cualquiera que te viera pensaría mal, pensaría que eres una fácil – Exclamaste exaltado. Tus ojos brillaban por el enojo.

  • Será porque es mi novio, no crees. ¿Quién me viera? Sólo estaban tú y Valeria. A menos que tú me creas una fácil. ¿Eso me crees? – Te pregunte ya molesta por el asunto – Además no es para tanto.

  • No, no jamás te vería de esa manera, eres mi hermana – Dijiste derrotado.

  • ¿Entonces?

  • Es sólo que…, que sí es para mucho, que sí importa. Yo no quiero que nadie te toque Emma, nadie – Contestaste con voz ahogada.

En tu mirada había mucha rabia y celos, y en el fondo amor puro, algo que aún no entendías. Al final de esa contestación quisiste decir "Nadie más que yo", lo sé porque me lo explicarías años más tarde.

Después de nuestra discusión decidiste que no me hablarías más, estabas dolido así que me ignorarías a toda costa, ¿Hasta cuándo? Hasta cuando lo creyeras necesario, eras tan obtuso.

Y así fue no me dirigiste la palabra ni al día siguiente, ni al siguiente, ni al siguiente a ese, era una estupidez, y hacerte entrar en razón era una pérdida de tiempo. Estaba frustrada y enojada, así que preferí no insistir, ya se te pasaría, pensé.

Hasta mi madre se preocupo y me pregunto qué había sucedido entre nosotros, el porqué de la pelea.

  • No lo sé mamá, tu hijo está loco de un día para otro se arrecha conmigo – Le conteste desanimada y sin mucha explicación.

Ya harta de la cuestión decidí echarlo a un lado y seguir, sabía en algún momento te dejarías de tonterías.

Así pasaron dos semanas. Faltando tan sólo una semana para volver a casa, papá decidió que debíamos pasarla en la Isla de Coche. Al llegar nos alojamos en el Hotel Punta Blanca, siempre que habíamos ido había querido quedarme allí, era verdaderamente hermoso.

Todo ese ambiente afrodisíaco me sedujo, por lo que decidí algo, romper mi palabra de completa devoción y entregarle mi virginidad a Felipe; si le quería, ¿Por qué no?, pensé. Lo vi a él como el indicado, y lo fue. Él fue el adecuado para descubrir y explotar mi sexualidad, era un gran amante. Y tú el indicado y el único para entregarle todo mi amor.

Así pues al día siguiente sucedió. Esto nunca te lo conté por eso quiero hacerlo ahora. Mientras disfrutábamos de la preciosa bahía, tome a Felipe de un brazo y nos alejamos de los ojos paternos con la excusa de dar un paseo. Antes de irme te observe esperando alguna protesta; tu expresión era puro coraje.

Jamás le dije de mis pretensiones a Felipe pero presiento él las sabía. Después de un pequeño muelle o lo que fuese aquello, dimos con un lugar solitario y alejado, era intimo, era perfecto.

Felipe acaricio mi rostro y luego me beso en la boca tiernamente, poso sus manos en mis caderas y yo rodeé su cuello con mis brazos, nos besamos intensamente penetrando en mi boca con su lengua. Luego me tomo en brazos y me deposito con cuidado en la arena, colocándose sobre mí. Guió sus labios por mi garganta lamiendo mi cuello, mi respiración estaba completamente desbocada. Se deshizo de mi brassier de un tirón, cubriendo mis senos con sus manos y acariciándolos. Con su dedo índice hacía espirales alrededor de mis senos de afuera hacía adentro, cada vez que llevaba al pezón mi cuerpo estallaba. Luego hizo lo mismo con su lengua, alternando con cada pecho, contorneándolos en todo su diámetro hasta el centro, rodeando mi pezón con sus labios.

  • Hmmm… – Suspire sin evitarlo y mordí mi labio.

Chupo mi pezón con deleite y mientras succionada apretaba mi busto con sus manos, pasaba de uno a otro. Arrancándome gemido tras gemido. De nuevo fue bajando sus labios recorriendo mi torso, lleno de besos mi ombligo, y con una mano fue acariciando mi vientre, ésta fue dirigiéndose a mi pubis. Froto uno de sus dedos en mi rajita sobre la tela de mi tanga. Yo a esas alturas estaba súper empapada. Metió sus dedos por el borde superior de mi tanga y la fue deslizando hacía abajo, descubriendo mi monte de Venus completamente rasurado y mi rajita. Llegando hasta mis pies, me saco la tanga, los beso y chupo mis dedos gordos de los pies. Así fue acariciando y besando mis piernas alternadamente hasta llegar de nuevo a mi pubis, al que beso, al instante fricciono mi clítoris, froto y froto con insistencia, rápidamente fue su lengua quién abarco mi clítoris lamiéndolo repetidamente, mi cuerpo se agito.

  • Ahhh, Felipe – Gemí – Sigue, sigue, no pares, me encanta - Estaba muy excitada.

Su dedo no perdió actividad y bajo hacía la entrada de mi raja haciendo círculos con el.

  • Hmm… Me vuelves loca. – Deseaba que me penetrara de una vez, era una tortura.

Y lo introdujo al fin, hasta el fondo, lo metía y sacaba, hacía círculos con el en mi interior. Después fueron dos, y en este punto su boca succionaba mi clítoris con ansias cual ventosa.

  • ¡Aaaahhhhhh! – Grite a todo pulmón. Perdiendo el control de mi misma, estaba en el cielo.

No lo pude resistir más, estalle. Me vine en el fue mi primer orgasmo del día, sublime. Al recobrar un poco el aliento Felipe volvió a apoderarse de mi boca para besarme con pasión. Se acomodo sobre mí, mientras ayudándose con una mano colocaba la punta de su pito en la entrada de mi rajita.

  • Aaauughhh – Grite con cierto dolor.

Con un movimiento de pelvis me ensarto la punta. Sentí como se abrían mis entrañas. Espero un momento y volvió a moverse hacía dentro, clavando la mitad de su miembro en mí. Sin esperar esta vez, embistió de nuevo lento pero profundo.

  • Hmm… - Gimió

  • ¡Ahhh! Con cuidado Pipe – Gemí entre dolor y placer. Ya le estaba cogiendo el gusto.

Esperando unos segundos, comenzó a moverse en un mete-saca lento y profundo. Sacaba su pene casi por completo dejando sólo la punta y luego con un movimiento me penetraba de una estocada.

  • Ohhh… Sí, más fuerte, más rápido – Gritaba descontrolada. Era puro placer ahora.

Él también bufaba, me encantan esos gemidos de hombre.

Sentía el orgasmo cerca, en cualquier momento explotaría en placer. En ese momento Felipe acelero sus embestidas, el vaivén de su cadera era frenético, bien muy rápido y fuerte. Lo acompañe con un movimiento de pelvis acompasándome a los suyos. Y Al fin llego.

  • ¡Aahhh… AHHh… AAAAHHHH…! - Grite fuerte sintiendo mi cuerpo convulsionar del fuertísimo orgasmo. Clave mis uñas en su espalda y él tapo mi boca ahogando mi grito, precaviendo que nos pudieran escuchar.

Su orgasmo ya estaba próximo, gruñía y rugía fuerte.

  • Hmm… Sigue Pipe, vamos cogeme duro, lléname el coño de leche – Estaba muy salida y de verdad quería sentirlo por primera vez.

  • Uff… HMM… – Gemía él.

Acelero a un nivel descontrolado, sentí como su verga se ensanchaba dentro de mí. Se corrió dentro en mi interior, bañando mis entrañas con su semilla.

  • OHhh… Toma, toma – Bufo cayendo derrotado y jadeante sobre mi pecho. Acaricie sus cabellos

Sentía como su miembro iba perdiendo rigidez en mi interior y su leche rebosar de mi vagina, me sentía plena, me sentía mujer.

Luego de recuperar el aliento fuimos a la playa a nadar un rato. Nos abrazamos y besamos dentro del mar, decididos a una segunda ronda.

Rodeé sus caderas con mis piernas quedando mi rostro a la altura del suyo ayudados por la ligereza que te da el mar. Me empale todo su pito a la primera. Tomándolo de los hombros para sostenerme, comencé a subir y bajar mi cadera, acelerando de a poco mis movimientos y alternando con movimientos circulares.

  • Ahh… Ahhh, Sí, sí – Gemía mientras rebotaba sobre él.

Cambiamos de posición, me encontré despaldas a él con su pubis pegado a mis nalgas mientras me cogía desde atrás, yo reculaba aumentando el placer. De nuevo inundo mis entrañas. Tuve dos orgasmos más, fue exquisito.

Nos pusimos de nuevo nuestros bañadores y volvimos a donde estaban nuestros padres.

  • Han tardado – Dijo mi mamá adivinando la situación.

  • Si es que hemos encontrado un lugar divino para bañarse – Alegue. No podía ser más falso, en aquella isla toda la marea era igual.

En fin mamá no pregunto nada más, así que no había nada más que hablar sobre eso. Y a todas estas tú seguías ignorándome, aunque sé que morías porque te dijera lo que habíamos hecho.

A la noche después de cenar, estuvimos a solas Pipe y yo. Era una noche estrellada, muy romántica.

  • Lo de esta tarde fue muy especial – Dije de manera estúpida, sin saber que más decir.

  • Si, fue estupendo, tú estuviste magnifica.

  • Me alegra que mi primera vez fuese contigo – Le confesé.

  • Ha sido un honor.

Felipe siempre fue un tipo muy encantador, siempre sabiendo que decir.

Después de eso paso la semana y regresamos a casa, cada quien a su casa, de nuevo éramos la misma familia, pero tú y yo no éramos los mismos que partieron. Tú seriedad permanecía, aun decidido a no dirigirme la palabra. Y como una ráfaga de ideas descubrí cual era la solución, terminar con Felipe, pero no haría, ni lo hice, no en ese momento, aunque me doliera seguir con esto, con tu desprecio, aun quería pasar más tiempo con él.

Transcurrieron las últimas dos semanas de mis vacaciones de verano, así que me toco volver. De nuevo te decía adiós, pero a ti parecía no importarte. Me sentí muy dolida hasta te rogué dejaras aquella tontería pero no lo hiciste.

De nuevo en la universidad, todo permaneció igual, clases aburridas, profesores malintencionados, noches largas de guardia en el hospital, bueno tal vez no todo, ahora tenía a Felipe, el fue grandioso, siempre cariñoso, encantador y sin mencionar que es fabuloso en la cama. Cuando podíamos pasábamos largas noches de sexo, fue toda una experiencia. Y ese tal vez fue el problema, que a la final lo que había entre él y yo sólo se basaba en sexo, ya que era lo más que le podía ofrecer además de mí cariño. No lo amaba ni lo amé y él se percato de eso, así que por el bien de ambos sobre todo el suyo propio, lo nuestro acabo.

Ese año las vacaciones de verano se atrasaron por problemas en la universidad, así que en vez de volver a casa en agosto, volví en septiembre. Había estado todo un año sin volver a casa, te extrañaba tanto, pero me dolía la idea de volver y saber que no me hablarías.

Habían pasado dos meses desde que termine con Felipe y en la casa nadie sabía, iba con la idea de que al enterarte volverías a mí y algo así paso.

Apenas entre a la casa viniste a mi encuentro, me abrazaste muy fuerte alzándome del suelo, y estrujándome en tus brazos. Tenías ya casi 15 y te estabas convirtiendo en todo un hombre, me sacabas ya más de una cabeza de altura y tu espalda era el doble de ancha, estabas guapísimo. Sentí celos de las chicas que pudieran interesarse en ti.

  • Me alegra que hayan vuelto a ser los mismos dos hermanitos de antes – Dijo mamá al vernos.

Luego de eso me tomaste de un brazo y literalmente me arrastraste hacía mi cuarto, estabas muy entusiasmado.

  • Mira – Dijiste señalándome un cuadro donde se apreciaba un hermoso prado lleno de colores que ocupaba la pared, encima de mi cama. Quede alucinada.

  • ¡Es hermoso Julián! – Exclame emocionada – Y es tuyo además – Dije al percatarme de la firma.

  • Sí, estoy tomando clases de arte por la tarde. Me gusta mucho.

  • Al fin le dijiste a los viejos que quieres ser artista, ya era hora – Dije empujándote de un hombre.

  • Lo hice – Tus ojos brillaban de la emoción.

  • Lamento tanto no haber vuelto en todo el año, pero creo que no hubiese soportado tus miradas de desprecio.

  • No hay cuidado Emma, el culpable de eso fui yo. Y el que tiene que disculparse soy yo por la forma tan estúpida que me porte contigo. Lo siento – Dijiste arrepentido.

  • Jeje. Te amo hermano – Exclame riendo – Y claro como has de saber lo mío con Felipe termino supongo que eso no tuvo nada que ver.

  • ¡Terminaron! No lo sabía, lo siento – Dijiste de una forma poco creíble.

Como expreso mamá volvimos a ser los mismos de antes, hasta terriblemente más unidos, más bien éramos inseparables. Y así de allí en adelante, a donde yo iba tú venías conmigo.

Recuerdo ese año pase tu cumpleaños contigo como hacía tiempo no pasaba, estabas tan contento, me dijiste que no podía haber mejor regalo que tenerme a tu lado. Unos años después me dirías lo importante que fue ese verano para ti, ya que en ese verano te diste cuenta de lo mucho que me amabas.

De regreso en la universidad me preparaba para terminar lo que quedaba del tercer año. Y de allí en adelante todo fue sucediendo tan rápido, mes a mes, veranos, navidades, todo; hasta ya encontrarme finalizando el quinto año. Sí, habían transcurrido dos años de nuestras vidas.

Y en ese tiempo tú seguiste siendo tú y yo seguí siendo yo. Recuerdo que esos años jamás desaproveche la oportunidad de volver a casa y estar contigo. Siempre conservamos el contacto, nos llamábamos, nos escribíamos, siempre manteniéndonos al tanto de todo. Yo no volví a intentar nada con ningún otro chico, tú eras el hombre de mi vida, así que no tenía nada que buscar.

Algo que siempre me hace reír al recordarlo, aquellas veces que me hablaste de cierta chica que querías hacer tu novia y yo me moría de celos al escucharte hablar de otra, luego me dirías que era sólo un invento para ponerme celosa, debo decirte que te funciono de maravilla, también me aclaraste que la única mujer que querías para eso era a mí.

Llego diciembre y ya había acabado el curso, me preparaba para mis vacaciones largas, hasta febrero. Mientras tanto sólo pensaba en la navidad, siempre ha sido mi época favorita y la de aquel año fue sin duda inolvidable. Esa navidad te note más atento y apegado conmigo de lo usual.

Siempre fuiste muy cariñoso pero desde ese entonces te comportaste como un novio más que como un hermano. Para ese tiempo ya te habías convertido en todo un hombre de la cabeza a los pies. Eras divino.

Tus roces eran distintos ahora, al abrazarme tus manos se colocaban en lugares antes impensables para ti, como mi cadera, mi región lumbar y hasta en mi cola. También tus besos, ahora eran más cercanos a mis labios y más duraderos, tus caricias, todo había cambiado. En especial tu mirada, que hasta lograba ponerme nerviosa. En ella ahora no sólo había amor, también había deseo. El deseo y la atracción de un hombre hacía una mujer.

‘Ha sucedido, tu hermano te ama y te desea igual que tú a él. ¡Ya es hora, ya es hora de ser la mujer de tu hermano! – Me dije a mi misma excitada’

Así que mi comportamiento cambio, seguí tus juegos de provocación, empezando por ponerme ropa más ligera y atrevida, y buscando tus roces un poco más descaradamente. Quería que te dieras cuenta que yo también deseaba lo mismo, que tampoco te veía nada más como un hermano y que tus sentimientos eran correspondidos.

Una semana antes de navidad nuestros padres celebraban su aniversario así que como de costumbre desde hacia seis años salían de la ciudad y pasaban el fin de semana juntos, dejándonos solos en casa a nuestras anchas.

Ese viernes después de que nuestros padres se fueron, con mis amigos y yo planeamos salir a rumbear un rato por la noche, la verdad que tenía muchas ganas de divertirme y embriagarme, y que mejor oportunidad. Como ya sabes me gustaba pasar rato contigo así que te obligue a venir conmigo, en realidad sé que no hacía falta, hubieses ido hasta el fin del mundo a mi lado.

Nos alistamos y salimos en el carro hacía el club, Dejà Vú, así se llamaba el local, recuerdo en ese época era todo un boom. Llegamos a eso de las 11 p.m., mis amigos nos esperaban ya. El lugar estaba repleto, la música retumbaba en todo el local y los tragos iban y venían.

  • ¡Mujer! Nunca me dijiste que tu hermano estaba tan bueno – Comento una de mis amigas echándote el ojo al momento en que me acerque a donde estaban todas ellas, mientras tú te quedabas con los chicos. En ese momento sólo me provoco partirle la jeta a mi amiga, estaba celosa pero me resistí, además no se puede negar lo obvio.

  • Jejeje, recuerda es menor de edad, además es mi hermanito, mucho cuidado – Dije entre en serio y entre broma.

Te saque a bailar un par de veces, procurando incitarte con mis movimientos y mis roces, al voltearme pegaba mi culo a tu pubis y meneaba mi cadera al ritmo de la música.

La noche siguió su rumbo y ya a las 3 a.m. el alcohol había hecho de las suyas, estaba descontrolada, pero nada importaba la estaba pasando a lo grande. Tú al contrario estabas más bien sobrio, nunca te gusto tomar demasiado.

Volvimos a la casa a eso de las 4 a.m., por supuesto tú condujiste. Estaba bastante ebria y con dificultad me mantenía de pie, me recosté una pared mientras abrías la puerta de entrada.

  • ¡Que noche tan divertida! – Dije con tono alegre por el alcohol al entrar en casa.

Con problemas intente subir las escaleras, al tercer escalón tropecé y casi caigo de bruces sino es por ti que lograste sostener antes de caer, me alzaste y me llevaste cargada a mi habitación, recostándome en la cama. Te sentaste en el bordillo y colocaste mis pies en tu regazo para sacarme los tacones, acariciaste y masajeaste mis pies, mientras, yo me incorpore y quede sentada a tu lado, apoye mi cara sobre tu hombre, tú giraste tu rostro y nuestro labios quedaron a escasos centímetros, podía sentir tu aliento y tu respiración ya agitada.

Con una mano temblorosa cogiste mi rostro y acariciaste mis labios con tu pulgar, yo lo bese tiernamente, rápidamente fue sustituido por tus labios que simplemente se afincaron sobre los míos, al sólo contacto sentí quemarme por dentro, estaba excitada, esto hizo que empezara a jadear. Comenzaste a besaste suavemente en los labios, luego pusiste tu mano en mi pecho y me hiciste recostar en la cama, mientras me seguías besando, te colocaste sobre mí. Nuestro beso se intensifico, mi lengua tomo confianza y se introdujo en tu boca buscando tu lengua. Tus manos no perdieron actividad, recorriendo mis muslos y mis costados, metiéndose bajo mi blusa y frotando mí estomago. Sentía el bulto de tu entrepierna coger dureza por debajo del pantalón y restregarse contra mi ingle.

Cuando tus manos se posaron en mis costados y de ahí sobre mis senos, después de haber apartado el sujetador, las estrujaste con fuerza y me pellizcaste los pezones, no pude evitar gemir del enorme placer y morbo que me provocaba todo aquello.

‘Va a pasar – Me dije a mí misma’

Pero nada paso, no aquella noche. Al escuchar mis gemidos te detuviste en el acto, apartaste tus manos de mi cuerpo como si se tratase de candela pura, y me miraste fijamente. Estabas asustado.

  • No, esto esta mal. Perdóname – Murmuraste con voz temerosa y negando con la cabeza.

Te quitaste de encima de mí y saliste con prisa de mi cuarto en dirección al tuyo, a lo lejos escuche la puerta cerrarse de un portazo.

Me quede sola mirando al techo bajo la tenue luz de mi lámpara de noche. Sin poder controlarlo comencé a llorar, me sentía mal y culpable. Yo lo tenía todo claro, pero tú no del todo, sé que había muchas barreras que derribar. Sin darme cuenta me quede dormida.

Al despertar en la mañana encontré la casa vacía, te habías ido seguramente evitando encontrarte conmigo y tener que explicar toda la situación de la madrugada.

Para distraerme me puse a asear la casa y preparar el almuerzo. Llegaste a casa pasado el mediodía, me saludaste secamente y te dirigiste a la cocina. Te seguí de cerca y me apoye en el marco de la puerta observándote mientras te servias la comida.

  • Necesitamos hablar – Te dije.

  • Ahora no – Me contestaste serio y sin mirarme a la cara.

Saliste de la cocina rápidamente hacía tu cuarto, de nuevo te seguí y entre sin avisar.

  • En serio, no quiero hablar ahora Emma – Me dijiste apenas entre y sin quitar la vista de la televisión.

  • Estás así por lo que paso anoche, ¿No es así? – Pregunte autoritaria – No tienes porque disculparte, ambos

  • No, si tengo – Dijiste interrumpiéndome – No se supone que deba haberte besado, tampoco se supone que… que te… - Miraste al suelo sin poder concluir la frase.

  • ¿Qué? – Pregunte.

  • ¡Que te ame Emma! – Exclamaste alzando la voz y mirándome al fin a los ojos – No es sano.

"- Y ahora quiero estar solo, así que por favor… – Dijiste con autoridad señalándome la puerta."

  • Pero Julián

  • Emma, por favor – Me pediste mirándome a los ojos. En ellos observe una tristeza inexplicable. Era evidente que librabas una lucha en tu interior, sobre lo que esta bien y lo que esta mal, tus ojos siempre te delataron.

Salí de la habitación y decidí no perturbarte más, sé que estabas confundido y estar solo te ayudaría a pensar.

Pasada la tarde salí a correr por el vecindario hasta que anocheció, volví a casa, tú seguías encerrado en tu cuarto. Me metí a bañar. Al salir me anude una toalla al pecho y me coloque otra en el cabello, me fui a mi cuarto a vestir, ya me tocaba preparar la cena. Cerré la puerta al entrar. Mientras me colocaba un poco de crema en las piernas, entraste abriendo la puerta de un golpe. Me puse de pie de inmediato por el susto. Nos miramos intensamente y luego te aproximaste a mí, quedando muy juntos, me cogiste la cara con ambas manos, me besaste en la frente, y luego alzando mi rostro me plantaste un beso apasionado en la boca. Te deshiciste de la toalla de mi cabello y después desataste la que cubría mi cuerpo. Recorriendo luego con tus manos mi cuerpo desnudo y acariciando cada centímetro de mi piel.

Alcé tu franela y tu te ocupaste de tu pantalón quedándote al igual que yo, desnudo. Me recostaste en la cama posándote sobre mí, tus labios fueron bajando por mi cuello hasta mi pecho. Con tus manos apretaste mis senos, amasándolos de forma brusca pero deliciosa y tironeando mis pezones. Atacaste mis tetas con tu boca, mamabas de mis pezones cual profesional.

  • Ohhh… Hmm… – Gemía sin parar. No percibía nada más en ese momento, éramos sólo tú y yo.

Una de tus manos bajo hasta acariciar mi monte de Venus, y luego un dedo fricciono mi clítoris.

  • Ahhh… – Grite encantada.

Tu boca abandono mis senos y tu lengua bajo por todo mi torso hacía mi pubis. Con la ayuda de tus dedos dejaste al descubierto mi hoyo, para que tu lengua paseara de abajo hacía arriba por toda mi raja. Tu lengua se introdujo en mí, con un movimiento de mete-saca inexperto pero divino, mientras tu dedo pulgar frotaba mi clítoris. Sentía mi orgasmo venir.

Cuando acompañado de tu lengua metiste un dedo en mi hoyito moviéndose dentro de mí estalle en un orgasmo interminable.

  • AHHHHHH… – Grite a toda voz, aplastando tu cabeza contra mi coño mientras me corría en tu boca.

Te subiste sobre mí nuevamente y me besaste con pasión, probando mi propio sabor en tus labios. En ese momento escabullí una mano a tu pene, al simple tacto lo sentí bastante largo y grueso, estaba completamente duro. Lo meneé un poco y la dirigí a mi coño, frotándola por toda mi raja, y luego meter apenas la puntita del glande en mi hoyo. Al instante de sentir mí calidez embestiste con ímpetu mi coño, clavándome la mitad de tu falo.

  • Auuggghhh… – Chille de dolor. Tu verga era más gruesa de lo que pensé – No tan fuerte.

  • Lo siento – Te reprochaste jadeando.

Esperaste un poco, rápidamente te seguiste moviendo, esta vez más despacio pero sin detenerte, hasta que estuve completamente clavada a ti. Me sentí llena al límite.

Comenzaste un movimiento cadencioso de mete-saca, rodeé mis piernas a tu cadera, y meneé mi pelvis acompasando tus movimientos.

  • Ahhh… Ahhhh… – Gemía con fuerza, mientras tu bufabas de placer.

  • Ohh Emma… – Gemías

Fuiste tomando confianza y tus penetraciones y embestidas fueron más rápidas y profundas. Tu respiración y tus penetraciones se aceleraban más y mas, tu orgasmo estaba cerca.

  • Hmm... Damelo, damelo – Gritaba excitada.

  • Ohhh... Me vengo, me... – Gritaste eyaculando dentro de mí, y dejándome la vagina a rebosar de tu leche.

Te saliste de mí, echándote a un lado de la cama para no aplastarme, giraste mi rostro en dirección al tuyo y nos enrollamos en un largo beso y apasionado abrazo. Giramos sobre la cama hasta de nuevo quedar sobre mí, nos miramos fijamente.

  • Te amo – Me dijiste mientras acariciabas mi rostro. Me sentí tan afortunada, sentí que estaríamos juntos toda la vida y que no había nada que nos separara.

  • También te amo Julián – Dije con una enorme sonrisa y lagrimas en los ojos. Estaba tan feliz.

Me fui al baño a asearme un poco. Al volver al cuarto estabas sentado en el bordillo de la cama, cerré la puerta tras de mí y apoye la espalda sobre ella, tú me observaste de forma penetrante de pies a cabeza y sonreías, era evidente que te gustaba lo que veías.

  • Eres tan hermosa – Dijiste con ese brillo especial en los ojos – Lamento no haber durado demasiado. Era mi primera vez – Explicaste con esa inocencia tuya.

  • Lo sé y no hay cuidado te has portado como un experto, y ya habrá tiempo de satisfacerme el resto de la noche – Dije con mirada picara.

Dicho esto, me acerque y me arrodille frente a ti, abrí tus piernas y me coloque entre ellas, tu pene estaba entre rígido y blando, lo agarre y al instante comenzó a crecer entre mis manos, la verdad que era bastante largo y grueso pero sin ser exagerado, mediría unos 19 cm. Descapuche su glande y comencé a menearlo con una mano mientras con la otra acariciaba tus guevos. Acerque mi rostro a tu entrepierna y procedí a lamer tu verga de la base a la punta y viceversa, ensalivándola entera y lamiendo insistentemente el frenillo. Tú gemías sin parar y clavabas los dedos en el colchón. Luego envolví tu glande en mis labios, y succione y succione cual ventosa.

  • Ahhhh… Si, que bien la chupas – Gritaste. Estabas en el cielo.

Fui tragando más y más, chupando sin parar. Mi cabeza tomo un ritmo de sube-baja entorno a tu pene y cada vez que bajaba se introducían más centímetro de el. De verdad que tenías una verga de grandes proporciones, eras un Adonis. Estabas tan excitado, tu pelvis comenzó a moverse buscando mi boca, y esta mamaba sin parar tu verga.

  • Vamos perra, traga más – Murmuraste halándome del cabello y haciéndome tragar entero tu pene.

Me costaba respirar y me vinieron arcadas, entonces me soltaste.

Recupere el aliento y volví a la carga, trague de nuevo tu verga entera, esta vez por mi propia cuenta, succione con fuerza, y lo repetí varias veces. En una de esas sentí tu cuerpo estremecerse y tu pito ensancharse dentro de mi boca, me tomaste con fuerza de la nuca.

  • AHHHHHHHH… – Gruñiste fuertemente mientras te venías en mi garganta

  • Wow, fue fascinante, eres increíble – Exclamaste después de que tu respiración se normalizo. Yo sólo sonreí.

Luego me senté a horjadas sobre ti y con un empujón te hice recostar sobre la cama. Frote mi pelvis contra la tuya varias veces, tu verga se puso en condiciones nuevamente. La meneé con mis manos, luego alcé mi cadera y puse tu pene en la entrada en mi coño, puse mis manos sobre tus pectorales y con un solo movimiento me empale tu miembro.

  • Hmm… – Gemí en el acto.

Me moví elevando la cadera hasta casi sacar tu verga por completo para luego hundirla en mi interior de una sola sentada. Mi movimiento de sube-baja se volvió vertiginoso hasta estar rebotando sobre tu entrepierna.

  • Ahhh… Ahhh… – Gemíamos al unísono.

Cambie, ahora meneaba mi pelvis de adentro hacía afuera y a veces de forma circular. Acelere el ritmo, de nuevo sentía venir mi orgasmo.

Enfurecidamente comencé a brincar como posesa sobre tu verga, ya venía.

  • AHHHHHHHH… Me corro – Grite clavando mis uñas en tu pecho.

Mi segundo orgasmo de la noche y uno de los mejores de mi vida. Termine agotada sobre tu pecho casi desmayada, había sido tremendo, que placer, que morbo. Aún sentía tu verga dura dentro de mí.

Giraste en la cama quedando encima de mí, te pusiste de pie frente a mí y me arrastraste cogiéndome de las caderas hacía ti. Mi culo quedo en el aíre y mis pies sobre el suelo, me agarraste las piernas colocándolas alrededor de tus caderas, al instante las enrolle a tu alrededor. Dirigiste tu verga a mi agujero y me penetraste hasta el fondo.

  • Hmmm… Sí cogeme fuerte, trátame como una perra – Gemía excitada.

  • Lo prefieres fuerte. ¿Ah putita? Pues así lo tendrás – Dijiste desafiante y me embestiste de forma frenética. La cama se estremecía y crujía sin parar.

  • Ahhh… Ahhh… Si, si fuerte – Dije fuera de mi mientras me azotabas las nalgas con tu mano.

  • Te gusta rudo, ¿No perra? Ahora te voy a llenar el coño de leche, ¿Cierto qué lo deseas?

  • Sí…AHhhh… Córrete, córrete dentro de mí – Gritaba.

Y me penetraste violentamente sin parar, tu sudor caía sobre mí. Me sentía mareada, apunto de desmayarme, era demasiado placer para soportar.

  • AHHHHHHH… – Gruñiste.

  • AHHHHHHHHHHHH… – Grite a todo pulmón explotando en un intenso orgasmo al mismo instante que tú. Tus descargas de semen estallaban en mi interior como detonaciones constantes de placer. Mi goce fue absoluto y supremo. Me desmaye quedando embargada por el éxtasis del mejor orgasmo de mi vida. Esa noche soñé contigo y conmigo, haciendo el amor toda la noche y por la eternidad

Al despertar en la mañana acurrucada a tu lado, me dí cuenta que no había sido un sueño todo era real. Jamás me sentí más feliz. Tú aun dormías, bese tus labios y me levante con cuidado para no despertarte. Fui al baño y me metí a la ducha, al momento escuche la puerta del baño abrirse y te metiste conmigo en la ducha.

  • Buenos días – Dijiste de forma picara acercándote a mí, besándome en ambas mejillas y luego tiernamente en los labios – Mi amor.

  • Buenos días – Dije yo sonriendo.

Recorriste mi cuerpo con tus manos, y yo hice lo propio con el tuyo. El agua corría por nuestros cuerpos desnudos.

Me volteé quedando despaldas a ti y apoye mis manos en la pared, me abrazaste desde atrás mientras me besabas en la nuca para luego irme penetrando lentamente.

  • Hmmm… – Gemí débilmente.

Comenzaste un vaivén lento pero profundo, yo reculaba para recibir al máximo tu verga. Y así estuvimos haciendo el amor en la ducha hasta que ambos nos vinimos. Nos duchamos y enjabonamos mutuamente nuestros cuerpos.

Así pasamos todo el día domingo haciendo el amor por toda la casa, en la cocina, en la sala y hasta en el cuarto de papá y mamá.

Al día siguiente llegaban nuestros padres, así que arreglamos la casa y preparamos el almuerzo para su llegada. Luego nos echamos juntos en el sofá de la sala viendo la televisión esperando a que llegaran.

  • ¿Qué va a pasar con nosotros Emma? – Me preguntaste inquieto mientras acariciabas mi cabello.

  • ¿Por qué lo preguntas? – Pregunte yo.

  • Es obvio que te amo y tú a mí. No quiero estar alejado de ti

  • Nunca estaré lejos de ti – Te interrumpí – Si es por la universidad sabes que el año que entra es mi último año, apenas lo termine volveré para quedarme y estaremos juntos. Hemos esperado tantos años creo que podremos soportar uno más.

"- Sabes que no podemos contarlo a nadie, jamás nos entenderían – Te dije."

  • Lo sé, en realidad la única persona que me importa que sepa cuanto te amo eres tú – Dijiste sonriendo.

Nuestros padres volvieron y todo siguió como siempre al menos delante de ellos, pero en la oscuridad de nuestras habitaciones vivíamos nuestro amor y pasión secreta.

Cuando navidad llego, todos nuestros familiares vinieron a casa como de costumbre, a nosotros no nos tocaba más que fingir. Nadie sospecharía que entre dos hermanos tan unidos se escondía una pasión oculta.

Esos meses fueron inolvidables, lamentablemente llegaron a su fin y me tocaba volver, mi último año al fin, me graduaría de médico cirujano, volvería a casa y estaríamos juntos en adelante.

Todo ese año al más mínimo escape de la universidad volvía a casa para estar contigo.

Unas semanas antes de mi graduación en noviembre, recibí la mejor noticia de mi vida, tenía seis semanas de embarazo, no fue un gran sorpresa, era lo que yo deseaba desde que lo nuestro había comenzado, un hijo de los dos, por eso hacía unos meses había dejado las inyecciones.

El día de mi graduación cuando estaban todos nuestros familiares en casa celebrándolo, te lo conté.

  • Tengo algo que contarte – Te dije después de alejarnos de la gente.

  • ¿Qué pasa? – Preguntaste preocupado.

  • Es que… – Dije mordiéndome el labio – ¡Estoy embarazada! – Te confesé emocionada – Me enteré hace dos semanas.

Tus ojos se iluminaron del entusiasmo.

  • ¿Es en serio Emma? ¡No lo puedo creer! – Exclamaste contento, abrazándome con fuerza y alzándome del suelo.

"- ¿Pero qué le diremos a papá y mamá? – Me preguntaste."

  • Eso es lo de menos, ya nos inventaremos algo – Dije despreocupada - ¡Vamos a ser papas!

A las doce semanas ya era inevitable no contarles, por muy holgada que utilizará la ropa era cuestión de tiempo para que se dieran cuenta que mi vientre estaba creciendo. Así que les conté. Por supuesto te deje fuera de todo este asunto, aunque me pediste una y otra vez que contáramos todo, yo me negué rotundamente, las cosas eran difíciles para ponerlas mucho peor.

No fue fácil decírselo a nuestros padres. Ya sabes como son de conservadores, así que les costó digerir todo aquello, que su hijita había quedado embarazada sin casarse, eligiendo por cuenta propia ser madre soltera, ya que no quería involucrar al "padre" en esto porque no le importaba que lo supiera. Si esto les había caído como un balde de agua helada, ¿te imaginas que fuese hecho la verdad? Que el padre era su hijo menor. Wow, eso los hubiese matado a ambos.

A más del segundo trimestre de mi embarazo ya no me juzgaban, entendieron que ya tenía 25, y que era una mujer, además les alegraba la idea de ser abuelos.

Cuando Bárbara nació todo era perfecto, sus abuelos estaban encantados, yo la adore y tu también, la amaste apenas verla, jamás le faltaría amor, eso estaba claro.

Aunque para nuestros padres tú eras sólo el tío que adoraba a su sobrina, para ella y para mí eras su papá y siempre lo serás.

A los siete meses de haber nacido Bárbara, todo iba de maravillas, nuestras vidas no podían ser más perfectas, yo era residente en una clínica de la ciudad y tú habías comenzado la universidad en la carrera de Artes Plásticas sin tener que irte lejos.

Y en ese momento todo se quebró.

Por alguna razón no te encontraste bien, tu salud comenzó a deteriorarse. No entiendo cómo paso, siempre fuiste muy sano y atlético, ¿O tal vez no?

Empezaste a perder peso, fuerzas y apetito. Tu piel empalideció y no quedo de otra que hospitalizarte en una clínica, era terrible verte así.

Después de cantidades de exámenes de laboratorio y biopsias, se reveló que era leucemia mieloide aguda en estado bastante avanzado, nos explicaron que no importaba que tratamiento o quimio se realizara sólo terminaría empeorando tu situación, que era inevitable. Sentí que mi mundo se derrumbaba. Cómo era que había encontrado la felicidad y luego me la arrebatarían de esa forma tan egoísta. Me preguntaba una y otra vez, por qué, siendo tu tan joven, con tanta vida por delante esto tuviera que pasarte a ti y a mí. Culpe a Dios, culpe al mundo, me culpe a mi misma por no poder hacer nada.

No hacía falta que nadie me lo dijera, ya lo sabía. Esta vez no era una persona, o la distancia, ni siquiera el tiempo lo que nos alejaría. Era la maldita muerte inevitable y destructora, jamás te volvería a ver, me sentía a morir.

Después de cuatro largos meses de más exámenes, visitando médicos y clínicas, nos encontrábamos en una habitación de hospital, solos. Tú dormías y yo te observaba a un lado de la cama. Nuestros padres habían salido con Bárbara. Sabes, creo que mamá lo sabía en ese entonces, ella veía como nos mirábamos, y notaba en su consuelo algo distinto. Creo que una mamá lo sabe todo de sus hijos, ¿no?

Mientras divagaba en mis pensamientos sin darme cuenta tomaste mi mamo y la apretaste. Abriste tus ojos y nos miramos por un rato sin decir nada. A pesar de la enfermedad, tus ojos jamás dejaron de brillar, y su hermosura siempre permaneció, como la primera vez que los había visto hacía 19 años.

  • ¿Y Bárbara? – Me preguntaste sonriendo débilmente.

  • Esta con papá y mamá – Respondí imitando tu sonrisa pero sin gracia alguna.

Haciendo una pausa me preguntaste:

  • ¿Sabes cuál es mi sueño más anhelado? – Yo negué con la cabeza – Casarme contigo. Luego te llevaría lejos a ti y a nuestra hija, sin importar nada sólo para ser felices por siempre – Reíste débilmente mientras yo sonreía con lágrimas en los ojos.

"- Entonces, qué dices Emma, ¿Te casas conmigo ahora mismo? – Me preguntaste mostrándome dos anillos que habían en tu palma."

Las lágrimas rebosaron de mis ojos.

  • Sí, claro que si – Dije sollozando.

Agarraste mi mano izquierda y me colocaste el anillo y yo hice lo mismo contigo.

  • ¿Ahora puedo besar a la novia? – Murmuraste.

Me incline sobre ti, tome tu rostro y te bese tiernamente en la boca.

  • Me parece que antes debí pedir tu mano, ¿no? – Ambos reímos ante la idea.

Tú respiración fue profunda por un rato, te faltaba el aíre.

  • Emma escúchame… – Tu voz sonaba como un murmullo – Todo estará bien, no estés triste por mí – Hiciste una pausa y continuaste – Dile a papá y a mamá, que los quiero mucho y que fueron los mejores padres que se pueden pedir. Dile a Bárbara que sea una buena niña y que me perdone por no estar con ella, para ayudarla, aconsejarla, y protegerla de cualquier chico que le haga daño, dile sobretodo que la adoro.

  • No, no Julián – Dije sollozando y abrazándote fuerte.

Tu respiración era muy pausada y profunda.

  • Y tu mi vida, no pude enamorarme de nadie mejor, porque no lo existe, mi compañera, mi amante, mi propia hermana. Mi vida fue la mejor porque te tuve a ti, y no me arrepiento de nada. Adonde quiera que vaya, Emma, te amaré por siempre – Tu voz se iba apagando con cada palabra.

  • Y yo te amo a ti. Te llevaré eternamente en mi corazón – Dije aun llorando. Te bese de nuevo en la boca suavemente quedando nuestros rostros a escasos centímetros.

"Te amo" pronunciaste y tu voz sonó como un susurro, tus ojos se fueron cerrando y que tu respiración se detuvo poco a poco. Esas fueron tus últimas palabras antes de irte, y aún las escucho en mi oído cada vez que me levanto y que me voy a dormir.

Hoy hace un año de tu partida, y en mi mente y mi cuerpo sigue latente tu presencia, tu voz, tus caricias y tus besos. Sé que jamás podré amar a alguien más, siento que soy tuya aunque ya no estés. Te extraño mucho.

Bárbara, tu hija, tiene casi dos años, ya camina y habla como una cotorra, siempre le hablo de ti. Debo contarte que heredo esos enormes, negros, hermosos y brillantes ojos tuyos. En ella me parece verte a ti, con esa felicidad siempre característica, y verla me recuerda cada noche contigo; el fruto de nuestro amor prohibido.

Mamá y papá están bien, te extrañan también. Como creía mamá suponía lo que paso entre tu y yo, y me hizo confesarle todo, cuando acabe no me lo reprocho como temía, al contrario nuestra relación siguió igual, hasta mejoro. Ella cuida a Bárbara cuando no estoy, me parece que saber que es hija tuya, la emociona.

Hoy iremos los cuatro al precioso prado en el bosque que tu mismo elegiste para que esparciéramos tus cenizas. "Para permanecer y florecer" como tu mismo dijiste.

Allí enterraré esta carta, a lado del arbolito de Araguaney que sembramos en tu memoria, esperando que de alguna forma la recibas. Esta es nuestra historia, espero que te haga feliz leerla, como a mi me hace feliz recordarla y recordarte mi amor.

Te Amaré por Siempre.

Atentamente, Tú hermana.

FIN

Nota de la Autora: Este es mi primer relato, si se tomaron el tiempo de leerlo, espero les haya gustado.

Siempre me han encantado los relatos de amor filial entre hermanos, y más cuando se mezcla un poco de romance. Acepto toda crítica que me ayude a mejorar. Adiós y gracias.