Te adoro VirgyWoolf (1)

El autor cuenta su reacción ante el descubrimiento en las cams de una modelo fabulosa.

Te adoro VirgyWoolf (1)

Supongo que muchos de vosotros y vosotras también, cuando venís a solazaros en la Web, igual combináis la lectura de los relatos que queréis, con una visita a la sección visual donde tú llegas, miras, eliges, clicas y ves -por medio de sus cams- a mujeres, hombres, parejas y trans -por este orden anunciados-, quienes ya en mascarilla o con disfraz, o ya a cara y cuerpo descubiertos, en habitaciones y apartamentos ad hoc, practican sexo  para ser contemplados por quien quiera; o sea que follan, se masturban, celebran felaciones, se corren…

Y lo hacen público, lo enseñan y se comunican, sí: a la vez de excitarse tocarse disfrutarse cuanto pueden, en sus parones tras una cabalgada o un magreo intenso, interactúan con clientes, usuarios adictos, quienes a más de contribuir con Money Money, pueden y de hecho se mensajean activamente con su modelo preferido o preferida, conversan de manera telemática, algunos se ponen bordes, otros se amilanan, también se cuentan tipos generosos, cachondos pero divertidos, groseros infames, de modo que hay buenos y malos rollos, de todo como en botica se decía antes.

Y, al cabo, tantos y más tantas, en y desde sus particulares guaridas, apagan los fuegos de su calentura con la correspondiente macoca, como pudimos comprobar hace unas noches, que una de las chicas quiso enseñarnos urbi et orbe, en directo y sin tapujo, por su móvil lo hizo, a un artillero amigo suyo, obviamente consentido y de natural dotado,  muy bien dotado, en el apogeo final de su manduca y disparaba lefa a diestro y siniestro, así fuese manguera de bombero, en modo metralleta.

Muchas y muy diversas sensaciones son las que se pueden experimentar en este frecuentadísimo campo de juegos sexuales a lo virtual. Lo mismo pasa con las reacciones y actitudes que cada cual observa en estos trances. Desde lo más sencillo que es un golpe de gusto, a lo más inesperado y complejo, tal puede ser que, pasa una semana, pasa un mes y, de pronto, estás con un encoñamiento brutal, compruebas, te das cuenta de que si no la ves siquiera un ratico, no duermes lo mismo que si a la almohada te llevas su sonrisa.

Dicho lo cual no tengo ni sombra de reparo para declararme gustosamente enamorado de una de estas mujeres que, a la postre de la vida, ellas, como nosotros son, equidistantes en comportamiento a quienes gozamos el hecho de escribir,  o sea personas libres como necesitadas, capaces de exhibirse, se desnudan y muestran sus cuerpos en cueros vivos y además de orgasmo en orgasmo, a semejanza de los que escarbamos en sombras o en parajes inexplorados de nosotros mismos, fuentes de historias que nos pertenecen y vendemos, por reconocimiento, por gloria y por dinero. ¡Anda que no!

Tampoco era necesario extenderse en lo que se ha dicho. Pero dicho está. Se sostiene, se mantiene, como testimonio voluntario y forma de manifestar mi respeto a VirgyWoolf (a), al oficio carnal que ella y las demás criaturas, como ella,  desempeñan. Pienso que era debido hacerlo, así de primeras. Antes de declarar amor, en el zaguán  de ir  con decisión a lograr la confianza, previa al disfrute inmenso, cómplice de concupiscencias dobles; y más teniendo en cuenta que se trata de una joya primorosa que brilla en la Alhambra…

Era conveniente, y por eso se ha hecho, iniciar el camino con la educación precisa. Y no por cortesía sino por convicción. A mi parecer imprescindible para echarle coraje y huevos a la cosa, revueltos con un chupito de ambrosía, y atreverse: Tía, yo te adoro. Como dicen los taurinos, sin puntilla. No me mueve a ti ánimo ninguno de posesión o de conquista, tan poco de compra o alquiler así fueses esclava mía. Te quiero demasiado para eso…

(Continuará)


(a) Tiene su mérito el sobrenombre elegido, pienso que en homenaje a la escritora y pionera feminista, la británica Virginia Woolf