Taxista de noche
Mi vida, algo monótona, cambia dramáticamente cuando cuatro chicas suben a mi taxi.
-Son diez con treinta y cinco.- Le comuniqué a mi pasajero. El hombre, salió de mi taxi tras recibir los cambios y dado que ya había terminado mi turno, me puse en marcha al garaje privado en el que tenía una plaza. Deje el coche bien aparcado y me dirigí a mi casa, a dos manzanas del garaje.
Cuando entré estaba todo oscuro, como era de esperar, ya que eran las ocho de la mañana. Fui directo al cuarto, donde dormía mi novia, con la cual vivía desde hacía un año. Llevábamos saliendo desde los veinte y, el año pasado con veinticinco años decidimos dar un paso en nuestra relación.
Yo con veintiséis años sigo manteniendo un cuerpo atlético a pesar de mi trabajo como taxista y mi altura, de más de metro ochenta. Tengo el pelo castaño oscuro y unos ojos marrones.
Mi novia que se llama Rocío, por el contrario es bajita, de pelo rubio y ojos azules. Tenía un buen cuerpo, pero últimamente se está dejando, cogiendo unos cuantos kilitos.
Llevamos una vida un poco rutinaria, aunque solemos aprovechar cualquier escusa para hacer una escapadita. Lo cual nos gusta y le da un toque bueno a la relación. Obviamente no repetimos el sitio al que vamos a menos que nos haya gustado mucho. Pero un día nuestra relación cambio.
Era una calurosa noche de noviembre. Viernes de fiesta, y yo currando. Iba con el taxi para aquí y para allí, recogiendo y llevando a gente. Pero sobre las tres de la mañana, se hizo la tranquilidad. Yo esperaba en una parada de taxis, pero nadie venia. Tuve que esperar alrededor de media hora, hasta que alguien toco suavemente en la ventanilla.
Cuando me giré, vi a una joven con los labios pintados de rosa suave. Pelo rojo, seguramente teñido, y liso, ojos de color miel, de baja estatura, poco pecho, por no decir nada. Vestía con una camiseta azul de tirantes, bastante pegada con los que marcaba la poca curvatura que le proporcionaba su sujetador, unos leggins negros, completamente pegados a sus finas piernas y unos zapatos de tacón alto. Baje la ventanilla y la mire a los ojos.
-¿Podemos subir?- Preguntó con voz dulce.
-Claro.- Entonces miré hacia atrás, y vi a otras tres chicas, que parecían tener algunos litros de alcohol en el cuerpo.
-Venga, subid.- Les indicó la joven. -Pero yo voy delante, que por fin puedo.- Se rió abriendo la puerta. No pude evitar mirar su pequeño trasero, mientras se sentaba. Esperé a que todas las chicas entraran.
-¿Adonde os llevo?- Pregunté mirando a la joven que tenia a mi lado.
-Pues primero a la calle Domínguez, numero cincuenta.- Me contestó con una sonrisa preciosa.
Aceleré y tras dar la primera curva, nos topamos con un semáforo en rojo. El coche estaba en completo silencio. Era un silencio incomodo, sobre todo al haber miradas de todos hacia todos. Hasta que fue la joven de mi lado la primera en hablar.
-Yo me llamó Diana.- Se presentó, seguramente empujada por el alcohol de su cuerpo.
-Encantado. Yo soy Toni.- Le contesté, volviendo a acelerar. Pero poco después tuvimos que volver a detenernos.
-¿Quieres que te las presente?- Sonó a pregunta, pero no esperó mi respuesta. -La tetona es Lucia.- Me explicó señalando a la tenia detrás de mi, como si nada. Tuve que mirar por el retrovisor para verla.
Lucia era la que tenía pinta de estar más ebria, tenía el pelo negro y unos ojos oscuros. Vestía una minifalda vaquera, junto a un top negro, que dejaba ver un vientre plano y que no escondía unos increíbles pechos, siendo la que tenia los pechos más grandes, y unas botas negras. Le hice un gestó para saludarla, que ella me devolvió a duras penas por culpa del alcohol o por simple pasividad. No parecía molesta por el comentario de Diana.
-La de al lado Marta.- Siguió Diana.
A Marta también se le notaba ebria, pero no tanto como a Lucia. Era rubia y de ojos azules. Tenía un vestido de palabra de honor, que apretaba contra sus pechos de tamaño medio, de color verde oscuro, que le llegaba hasta la mitad de los muslos y calzaba unas sandalias con algo de tacón. De nuevo, la salude por el retrovisor.
-Y la última es Carla.- Finalizó Diana.
Carla que era la que parecía la más sobria de las cuatro, estaba sentada detrás del asiento del copiloto. Era morena, con el pelo completamente liso y largo, ojos castaño claros, con unos vaqueros ajustados, una camiseta marrón de un solo tirante, a la que le costaba marcar el poco pecho que tenía.
Tras aquella presentación exprés, continuamos el viaje. Pero de nuevo fue Diana la que rompió el silencio que se iba prolongando en el coche.
-Bueno, Toni... ¿Cuál de las cuatro te pone más?- Me preguntó directamente. Pude notar como en ese momento, las otras tres chicas ponían cierto interés en escuchar mi respuesta.
-Yo... eh... bueno...- No sabía que contestar. Me había metido en un marrón increíble.
-Seguro que es Lucia... Con esas pedazo de tetas que tiene la cabrona...- Comentó con cara triste. -Ya verás cuando me crezcan a mí. Se van a olvidar de ti.- Le dijo a Lucia a modo de reto.
-Acabas de cumplir dieciocho años y mira como estas... No te van a crecer mucho mas.- Le contestó Lucia desde atrás.
-¿Así que hoy es tu cumpleaños?- Le pregunté a Diana, tratando de desviar el tema de la conversación. -Pues felicidades. Y dieciocho ya...
-Si dieciocho.- Afirmó ella, un poco afligida. -Pero mira mi pecho. Casi no tengo.- Me comentó llevándose las manos a los pechos.
-No necesitas tener un mucho pecho para ser guapa o sexy o que los chicos te miren.- Le expliqué, tratando de animarla.
-¿De verdad?- Me preguntó mirándome con cara triste, aunque yo no la podía mirar, ya que estaba conduciendo.
-Claro.- Ella pudo ver como sonreía para afirmar mi respuesta.
-Grac... Es que encima eso.- Se enfado de pronto Diana. -Claro entre sus melones y que se lía con otras tías, los chicos solo piensan en ella.- En ese momento miré por el retrovisor. Me excité, no pude remediarlo. Lucia y Marta se estaba dando el lote a la vez que sus manos buscaban sus pechos y las piernas de la otra.
-Chi... chicas... Parad, por favor. No podéis hacer eso aquí.- Les pedí a duras penas, sin poder evitar echar unas cuantas miradas, a aquellas dos jovencitas de dieciocho años liándose en mi coche.
-Perdona, Toni...- Empezó a hablarme de forma sensual, Lucia, sin dejar de acariciar a Marta. -¿Podrías llevarnos a un sitio apartado, donde podamos divertirnos?- Me preguntó, guiñándome un ojo.
-Por poder puedo...- Realmente no sabía lo que contestaba. Aquellas niñas, estaban consiguiendo desequilibrarme. -Pero yo no quiero nada.- Finalicé medio tajante, pero tampoco resultando muy convincente.
-Gracias.- Me dijo Lucia guiñándome un ojo, de nuevo. Y acto seguido, sin poder quitarme de la cabeza aquella imagen de Lucia y Marta, liándose y acariciándose, puse rumbo a un lugar apartado, pero dentro de la ciudad.
El lugar era un parque industrial, cerca del monte, por lo que había muchos árboles, caminos oscuros, y párquines al aire libre. La particularidad de este sitio, era que esa localización al aire libre daba la apariencia de muy visible. Pero por la noche, gracias a las sombras de los árboles y los edificios, era un sitio fácil para esconderse. Y más aun el lugar al que las llevaba.
Un apartado parquing donde a veces solíamos ir mi novia y yo, a relajarnos y disfrutar si se podía. Tuvimos bastante suerte, ya que no había ni un solo coche en aquel momento. Aparqué en la zona más alejada y escondida.
-Ya hemos llegado.- Anuncié. Lucia y Marta no tardaron en volver a lo suyo, ante la atenta mirada de Diana, la de Carla, y por más que me pesase, la mía. Era un bonito espectáculo de ver, y el bulto que asomaba en mi pantalón lo confirmaba.
-Jijiji...- Comenzó a reír por lo bajo, Diana, siendo yo el único en darme cuenta.
Al girarme hacia ella, vi como me miraba a los ojos, y luego con su mirada señaló mi entrepierna. Avergonzado por la situación, desvié la mirada y traté de taparme de forma disimulada. Lucia y Marta, seguían a lo suyo, y yo temía perder la cabeza.
-Por favor... Si no os importa salir... En el coche, no.- Les pedí, con cierto tartamudeo, de nerviosismo. Marta me miró divertida, y Lucia sin mirarme, salió a fuera. Una vez las dos fuera siguieron a lo suyo, y dentro del coche hubo un silencio incomodo.
-Lo siento, Di. No aguanto.- Trató de justificarse Carla, la que parecía la mas fría y seria del grupo. Y tras aquellas palabras salió del coche, lo rodeó por detrás y se unió a sus amigas, las cuales la recibieron encantadas.
-Siempre igual.- Se quejó Diana a mi lado.
-Tranquila...- La verdad es que no sabía porque se quejaba. Si quería podía salir y unirse, y si no le gustaba, pues... No se...
-Pueden tener a los tíos que quieran, y si no acaban con uno, se lían entre ellas como desesperadas.- Parecía recriminarles.
-¿Quizás sean lesbianas?- Le comenté. No me pareció un buen tema de conversación, pero la pobre chica me daba pena.
-Tú no les has visto tragarse las pollas a pares.- Dijo ella con tono jocoso. -Como mucho son bisexuales, pero lesbianas... Ni en bromas.- Aquel comentario me excitó un poco más. Imaginarme a aquellas tres niñas en una orgia...
-¿Tu sabias que iba a pasar esto?- Le pregunté tratando de desviar un poco, el tema.
-Me lo podía imaginar. Pero pensaba que se cortarían llegados el momento o que esperarían a llegar a la primera casa.- Contestó Diana resignada.
-Y... tu… no...- Empecé algo nervoso. -Tu no... A ver, no sé cómo decirlo sin resultar brusco.- Le comente, al ver su mirada clavada en mi.
-Pregunta lo que quieras, ya total, entre el alcohol y estas petardas, no me importa.- Comentó resignada, Diana.
-¿A ti no te gusta... unirte a ellas?- La pregunta era algo indiscreta, y más aun habiéndola conocido unos minutos antes, pero había algo en esas cuatro niñas, que me había trastocado.
-¿Yo? Jajaja...- Empezó a reírse como si hubiera contado un chiste. -No te miento si te digo que lo he probado, pero no me acaba de agradar del todo.- Me confesó. Y tras aquella afirmación empecé a sospechar que el alcohol estaba subiéndole poco a poco, aun más.
-¿Y cuanto suelen tardar? Lo digo, por el dinero.- Le comenté, cambiando el tema, ya que no quería perder los papeles.
-Por eso no te preocupes. Lucia es una niña rica.- Dijo como si nada Diana, acomodándose en el asiento. -Tenemos para un buen rato.
Lo minutos fueron pasando, y Diana y yo empezamos a escuchar algún que otro gemido, desde fuera del coche. Por el retrovisor lateral, podía ver a Marta y Carla, como cada una jugaba con un pezón de Lucia. La verdad es que era muy excitante, y de nuevo, en mi entrepierna apareció el bulto que señalaba mi erección. De nuevo, este hecho no paso desapercibido para Diana.
-Te ponen cachondo, ¿Eh?- Me preguntó sin tapujos. Definitivamente, su ebriedad había aumentado.
-...- Yo no sabía que responder. Eran ocho años más jóvenes que yo y me encontraba completamente excitado.
-Es normal. Con los melones de Lucia...- Comentó con tono triste. -Nadie me mira a mi.- Parecíamos volver a la misma conversación de antes.
-Yo... no pienso eso.- Contesté, tímidamente, atrayendo su atención por mi respuesta.
-¿Quieres decir?- Quiso saber mirándome a los ojos.
-Tú eres mucho más guapa que Lucia.- Sentencié volviendo a mirarla. Quizás hasta ese momento no me había dado cuenta, o no me había querido dar cuenta. Pero Diana era guapísima. Tenía unas facciones preciosas, su piel morena contrastaba en la cara con aquellos labios rosas, su cuerpo era esbelto y fino, resaltado por sus ropas ajustadas, estilizado gracias a aquellos tacones.
-Lo dices, por decir.- Se quejó Diana, como una niña pequeña a la que le gastan una broma.
No sabría decirlo exactamente, pero quizás aquel aspecto y actitud de niña pequeña era lo que más me atraía. Me sentía un degenerado y un mal novio.
-Lo digo de verdad.- Le confesé poniendo mi mano sobre la suya, la cual descansaba encima de sus muslos.
-Gracias Toni.- Me agradeció volviendo a mirarme. Tras unos segundos se lanzó contra mí y me abrazo por encima del cuello. Yo pasé ambas manos por su costado hasta su espalda y le devolví el abrazo.
En ese momento quedé embriagado por su aire juvenil, por su aroma. Aquel pelo liso y rojo, no desprendía olor a amoniaco, sino más bien un olor dulce y atrayente. Estábamos pasando demasiado tiempo abrazados y temía descontrolarme, por lo que con un suave tirón le hice ver que era hora de separarnos. Pero mientras lo hacíamos nuestras mejillas se rozaron provocando que ambos nos ruborizásemos, pero mantuvimos la mirada puesta en el otro. Como atraídos por un imán, los dos nos acercamos al otro hasta juntar nuestro labios.
Fue un beso apasionado y morboso. Mis manos ya no solo la abrazaban, sino que la agarraban de sus caderas, mientras que ella me agarraba el pelo. Nuestras lenguas no se detenían ni un segundo, jugando la una con la otra. Tras unos minutos nos separamos lentamente y nos miramos a los ojos completamente en silencio.
-Diana… Yo…- Empecé a balbucear. No tenía claro si iba a disculparme o pedirle más. Me daba vueltas la cabeza, tratando de centrar mis pensamientos, pero Diana fue más rápida… o quizás el alcohol la empujo a volver a besarme. Mis defensas, si es que me quedaban alguna, se desmoronaron y le devolví el beso con todas mis ganas.
Durante este beso, más largo que el anterior, Diana me empujo lentamente hasta mi asiento y ella, con mucha elasticidad, se sentó a horcajadas sobre mí sin detener un segundo el beso. En esta nueva posición, ambos parecimos encendernos y sus dedos se entrelazaban en mi pelo de forma más salvaje mientras mis manos recorrían su espalda, para finalmente descender hasta su apretado trasero.
De nuevo nos separamos lentamente y en silencio, relamiéndonos por el beso. Una nueva mirada a los ojos bastó para que ambos dejáramos de pensar, y mientras ella buscaba quitarme la camiseta yo buscaba quitársela a ella. Pero entre que no quería que yo viera su poco pecho y que ella quisiera quitarme la camiseta, acaba ganando aquel pequeño “combate” y levante los brazos dejándole que me desnudara el tronco. Sus manos acariciaron mis pectorales y mi estomago, ligeramente marcados por los músculos, y con poco vello.
-Ummm… Desnudo ganas mas…- Me susurró Diana sin dejar de mover sus manos.
-Seguro que tu también.- Le contesté, sorprendiéndola. Pareció dudar, pero finalmente acabó cediendo, y llevó sus manos para levantar su camiseta. -No, espera. Déjame a mí.- Le pedí deteniendo sus manos. Con cierto nerviosismo comencé a levantar su camiseta, aprovechando para acariciarle. Diana había levantado sus brazos, para que la camiseta saliera más fácil.
-Qué vergüenza…- Dijo Diana completamente roja y tapándose.
Bajo sus brazos podía ver que no llevaba sujetador. Su piel, ligeramente, morena le daba un tono exótico que me encantaba. Con delicadeza y sin parecer brusco le agarré de las muñecas y tire de ellas para que dejara de taparse. Diana no ofreció resistencia alguna y frente a mi tuve su cuerpo desnudo.
Sus pechos eran pequeñas curvaturas coronadas por reducidas aureolas y unos pequeños pero duros pezones. En aquel momento me excité más con aquellas vistas que con los enormes pechos de Lucia. Tenía la mirada clavada en el torso de Diana, la cual estaba cada vez más roja de vergüenza ante mi pasividad al ver sus pechos. Pero pronto cambio la de cara sorprendiéndose, ya que la había obligado a echarse hacia atrás apoyándose en el volante y soltando sus manos.
-No te tapes, por favor. Voy a disfrutar como nunca.- Le avisé soltando sus muñecas, para acto seguido descender mi cabeza hasta su estomago, por el cual pase mi lengua a vez que le daba suaves besos y algún que otro pequeño mordisco.
Diana llevó sus manos hasta mi cabeza y empezó a acariciarme dejándose llevar por mi tratamiento. Mis manos resbalaban por los laterales de Diana de arriba abajo, mientras que tras un rato en el ombligo de Diana, empecé a ascender pasando mi lengua por el canalillo de esta. Alcancé su cuello y le di un ligero mordisco, provocándole a Diana un suave gemido.
-Nadie me había tratado así de bien…- Me susurró con la respiración acelerada.
-Eso es porque no saben disfrutar de ti.- Le expliqué con una sonrisa, provocando que Diana también me sonriera. Y acto seguido descendí hasta sus pechos, los cuales agarré haciendo que los pezones pareciesen estar a punto de salirse, y me llevé uno a la boca, lamiéndolo y rozándolo con los dientes mientras que el otro lo pellizcaba con suavidad.
-Toni… ¿Qué esto?- Me preguntaba completamente excitada y casi fuera de sí, con la respiración rapidísima y entre gemidos cada vez más altos. -Me vuelvo loca, Toni… No pares… ¡Ah!- Y con un vigoroso grito de placer Diana alcanzó su primer orgasmo de la noche.
Tras su orgasmo reduje el ritmo de mi legua y los pellizcos que le proporcionaba, manteniendo así su excitación pero sin aumentarlo desmesuradamente, hasta que al final me detuve.
-Veo que tienes sensibles los pezones.- Le comenté a la vez que le pasaba un dedo por uno de ellos, provocando un mueca en el rostro de Diana, pero no una mueca de dolor sino de placer.
-Si… Siempre…- Me contestó tratando de regular sus respiraciones.
Pero entonces algo nos llamó la atención en la ventanilla de mi lado. Cuando Diana y yo, no giramos nos quedamos sorprendidos al ver allí pegadas a las tres amigas de Diana mirándonos con los ojos abiertos. Sin llegar a entenderlo, baje la ventanilla ya que parecían querer hablarnos.
-¿Así que tú puedes hacer guarrerías en el coche y nosotras no?- Me inquiría Lucia con burla.
-Ventajas de ser el dueño del coche.- Le contesté en el mismo tono.
-Ja, ja.- Rio exageradamente.
-¿Por qué les estamos molestando?- Preguntó de pronto Carla. -Vamos, a mi no me gustaría que me molestaran.
-Pues porque si la “pechos planos” va a tener polla, ¿Por qué yo no?- Dijo con aires de superioridad Lucia. Pude sentir como Diana se entristecía acomplejada por el tamaño de sus pechos.
-Pues muy fácil. El que tiene la polla prefiere a la “pechos planos”.- Y tras decir aquello volví a subir la ventanilla ante la atónita mirada de Lucia. Tras lo que volví a mirar a Diana, la cual me miraba con los ojos llorosos.
-Toni… Gracias…- Y se lanzó contra mí en un apasionado beso. -Desde que a Lucia le crecieron esos melones, siempre me ha llamado “pechos planos”, pero ahora cuando lo has dicho tu… No me ha molestado. Casi más bien, me ha gustado.- Finalizó con una sonrisa de esas que enamoran. -Por eso, voy a darlo todo para que disfrutes.- Me avisó mientras empezaba a mover sus caderas adelante y atrás rozando su vagina con el bulto que tenía en la entrepierna.
Fue en ese momento cuando sentí húmeda mi entrepierna, por lo que sorprendido bajé la mirada y me sorprendí al ver mis vaqueros completamente mojados. Yo no había eyaculado por tanto…
-Lo siento…- Dijo con cierto tono de preocupación y algo decepcionada Diana, al ver mi pantalón mojado. -Es que hay veces que cuando me corro, expulso mis fluidos exageradamente, y entre los leggins y lo que me has hecho, nos hemos mojado enteros.- Me explicó completamente ruborizada.
-Tranquila, preciosa.- Le dije acariciándole la cara para darle un beso. -Pero si eso es verdad, tengo ganas de probarte.- Respondí con picardía a lo que ella respondió con una risa un poco nerviosa. -Vamos a fuera, a darle envidia a Lucia.- Le propuse a Diana, cosa que ella aceptó en seguida.
Primero bajo ella del coche por mi puerta y luego yo. La temperatura de la calle era muy agradable y tal y como esperaba, la semi oscuridad reinante y lo apartado del sitio, eran un buen lugar para el sexo ocasional.
Para nuestra sorpresa las tres chicas habían vuelto a lo suyo en la zona del maletero. Yo cerré la puerta y puse a Diana contra el coche obligándole a poner el culo en pompa. Y sin darle tiempo a nada agarré los leggins por los lados, en la zona de la cintura, y empecé a hacerlos descender por sus suaves y preciosas piernas hasta dejarlos a la altura de las rodillas.
Me encanta ver desde atrás a una mujer con sus pantalones, o la ropa que lleve a la altura de las rodillas o los tobillos, poniendo el culo en pompa y pudiendo notar sus fluidos, los cuales habían empapado el tanga de color azul oscuro que llevaba puesto, ahora mismo Diana, y ver como estos resbalaban por sus piernas.
Completamente excitado agarré el culo de Diana y lo disfrute dándole besos, suaves mordiscos y acariciándolo. Tras darle un pequeño azote, agarré de las tiras de aquel tanga de color azul oscuro, y lo deslicé hasta la altura de los leggins, dejando a la vista una vagina joven, depilada y rosadita, que no dejaba de emanar fluidos. Sin dejar que se perdiera un poco mas de aquel “agua divina”, lamí sus piernas saboreando sus fluidos, hasta alcanzar su entrepierna.
-Oh, Toni… Qué bueno…- Empezó a gemir Diana, a la vez que me agarraba la cabeza tratando de hundírmela un poco más en su entrepierna. Mi lengua recorría toda la vagina, a veces entrando en su interior y a veces dedicándose por completo al clítoris hinchadito de Diana. -No aguanto más…- Me dijo, aumentando la intensidad de sus gemidos, hasta terminar con un nuevo grito de placer, el cual acalló a las otras tres chicas, a la vez que llenaba mi boca con un reguero interminable de fluidos que yo trataba de beber.
Los movimientos de mi lengua y mis labios, en su afán por no despilfarrar aquel delicioso manjar, provocaron nuevos rozamientos en la vagina de Diana, haciendo que su orgasmo se alargara más de lo que era capaz de soportar y haciendo parecer que sus fluidos eran interminables. Al final, entre tanto placer, sus piernas, apoyadas en los tacones, comenzaron a fallarle, y yo decidí detenerme por su bien.
-Toni… siii, ah… Me muero… Me muero de placer…- Me decía Diana extasiada por aquel segundo, y al parecer interminable, orgasmo el cual le tenía sacudido todo el cuerpo y con la sensación de parecer que hiperventilaba, por la rapidez de su respiración. Con cuidado le ayude a sentarse en el suelo con los leggins y el tanga aun en sus rodillas.
-Joder tía, ¿Tan bueno es?- Preguntó al lado de Diana, Marta, para nuestra sorpresa. -Estas temblando todavía.- Decía sorprendida.
-Ya lo creo… Pero también soy yo, que soy muy sensible.- Le contestó Diana recuperándose. -A la mínima que me hacen algo, me corro en seguida y como si no hubiera un mañana.- Explicó con una sonrisa divertida.
-Y como me encanta que seas tan sensible.- Le dije provocando que ella sonriera. Pero entonces ambas se percataron del bulto de mi entrepierna.
-Toni… Ahora me toca a mí satisfacerte.- Dijo a duras penas y poniéndose de rodillas para empezar a acariciarme sobre el pantalón mojado.
-Di… ¿Me dejas ayudarte con eso?- Le pidió Marta poniendo cara de niña buena.
-Lo siento, pero es mío.- Dijo segura de sí misma. Marta se puso triste y parecía que iba a marcharse.
-Es que nosotras también queremos una buena polla y nos das envidia.- Volvió a intentarlo Marta, tratando de chantajearle emocionalmente.
-Si queréis podéis mirar, pero Toni es mío.- Volvió a afirmar pero me excité cuando le propuso que podían mirarnos. Marta se levantó y fue a por Lucia y Carla que vinieron en seguida. Las tres estaban prácticamente desnudas.
Lucia solo llevaba puesto un tanga rojo, Marta tenía el vestido verde en el estomago con los pechos y la vagina al aire, sin señal alguna de su ropa interior, y Carla aun llevaba puesto el sujetador pero no había rastro del resto de la ropa.
Diana parecía haber esperado a que sus amigas llegaran hasta nosotros para empezar a desatar el cinturón, como queriendo regodearse de ellas. Tras soltarlo, vino el botón del vaquero y después la cremallera. El pantalón cayó al suelo sin esfuerzo alguno y todas se sorprendieron al ver con más claridad el bulto de mi entrepierna.
-Que grande…- Susurró Marta mientras se llevaba una mano a su propia entrepierna.
Sin más dilación, Diana me desnudó completamente y dejo a la vista de todas, mi erecto pene. Debo de admitir que tuve suerte con la genética en ese aspecto, ya que tenía un buen miembro, sin llegar a ser una monstruosidad. Un miembro del que poder fardar sin asustar a las mujeres.
Lucia y Marta abrieron la boca como queriendo introducírsela y Carla se relamió. Pero fue Diana la que empezó a masturbarme lentamente con sus suaves manos. Disfrutaba de mi pene con cuidado y delicadeza, haciéndome disfrutar de cada movimiento, aprovechando para acariciar mis testículos.
Las otras tres chicas solo podían conformarse con mirar y autosatisfacerse, aunque a medida que Diana cogía velocidad en sus movimientos, ellas empezaron a ayudarse con sus placeres. Cuando Diana empezó a lamer la punta de mi miembro Carla masturbaba a Lucia mientras tenia uno de sus pezones en la boca a la vez que Lucia lamia la vagina de Marta.
Sin darme cuenta, Diana había empezado una lenta pero gratificante felación que acompañada con la sinfonía de placer de las otras tres chicas, me estaba llevando al séptimo cielo. Diana fue cogiendo velocidad y seguridad en sus movimientos, provocando que mi excitación aumentara.
-Diana… Eres increíble…- Le felicitaba mientras ponía una mano en su cabeza y le acariciaba el pelo. Ella en señal de gratitud continúo a lo suyo, mientras podía ver como Carla estaba de pie apoyada en el coche con una pierna levantada y la cabeza de Lucia, que estaba de cuclillas, en su entrepierna, mientras Marta, que se había tumbado en el suelo, hundía su cabeza en la vagina de Lucia.
-Toni… ¿Me follarías?- Me preguntó de pronto Diana masturbándome lentamente.
-Por supuesto.- Le contesté con seguridad. La coloqué en la misma posición de antes, justo al lado de Carla. Tras humedecer un poco la punta de mi pene empecé a empujar contra Diana, penetrándola lentamente.
La vagina de Diana era estrechísima lo que me provocada grandes oleadas de placer, y una vez que tuve todo mi miembro dentro suyo, empecé a sacarlo. Antes de hacerlo del todo volví a empujar contra Diana, y así varias veces, hasta que mantuve un ritmo lento pero constante de fuertes y a la vez suaves penetraciones.
-Ah… ah…- Diana no tardo en empezar a jadear y gemir de placer, lo que atrajo la atención de todas, sobre todo la de Carla, que no pudo evitar besar a Diana. Esta, al principio, pareció luchar por separarse de Carla, pero el alcohol y la excitación acabaron por provocar que se dejara besar por su amiga, mientras yo iba ganando muy poco a poco velocidad.
-¿Luego me follaras a mi?- Me preguntó Lucia sorprendiéndome por la espalda. -Tengo un mejor coño que esas dos “pechos planos” que se están liando ahí.- En su tono podía notar todo el morbo y provocación que había en kilómetros a la redonda, pero no quería dejarme vencer por ella.
-Antes me follo a las “pechos planos” de aquí delante, como estoy haciendo ahora.- Le contesté lo que atrajo la atención de Diana y Carla, que detuvieron sus besos, aunque Diana no pudo detener sus gemidos, ya que yo seguía bombeando contra ella.
-No, no… Toni solo me folla a mi…- Consiguió decir Diana.
-Ya has oído.- Le volvía contestar a Lucia mientras enfocaba mis esfuerzos en hacerle tener un tercer orgasmo a Diana, mientras Lucia y Marta se iban hacia la zona del maletero a ahogar sus penas entre ellas.
-Toni… otra vez…- Gemía Diana. -No te pares... Ummm…- Me pedía mientras empezaba a sentir como montones de fluidos se escapaban de su vagina, chorreando sus piernas y las mías, hasta que explotó en un nuevo orgasmo con otro grito de placer. -Carla… Déjame con Toni…- Carla, tras darle un nuevo beso, se alejo hasta las otras dos chicas dejándonos solos.
Aunque ya no embestía a Diana, seguía penetrándola con lentitud haciendo que sus fluidos siguieran saliendo sin parar. Pronto, sus piernas comenzaron a temblar y me detuve en secó para darle la vuelta y cogerla en el aire contra el coche. Con algo de su ayuda le quité de una de sus piernas la ropa, que aún estaba en sus rodillas, quedando está colgada de la otra pierna.
-Quiero más… Toni…- Me pidió Diana y yo que no quería detenerme apunté en su vagina y volví a mover mis caderas penetrándola. Diana me abrazó con piernas y brazos, clavando sus uñas en mi. En poco tiempo me encontraba embistiéndola con fuerza, provocándole un cuarto orgasmo, pero esta vez no me detuve un segundo mientras ella se corría prologando aquel éxtasis mas de lo que era capaz de soportar y sus gemidos eran balbuceos incompresibles.
En cualquier momento parecía que iba a quedarse inconsciente por el placer, pero yo no me detuve. Estaba demasiado cerca de mi orgasmo, que ver el estado de Diana no hizo más que provocarme a continuar.
-Toni… Me muero… De verdad… Esto es demasiado… pero es increíble…- Balbuceaba Diana que se le escapaba la saliva por la comisura de los labios. -Nunca me… habían… follado así…- Seguía diciendo hasta que empecé a sentir el cosquilleo de mi orgasmo.
-Diana… Me corro…- Le avisé.
-En… las tetas…- Me pidió.
Obediente, cuando sentí que ya estaba a punto de eyacular, me detuve, apoyé a Diana en el suelo y comencé masturbarme. No tarde ni cinco segundos en empezar a expulsar mi semen en fuertes chorros que fueron a parar a sus pechos, los cuales acabaron completamente bañados. Por si no fuera poco Diana se restregó el semen por su torso, para dejarse caer contra el coche y cerrar los ojos completamente rendida.
Preocupado me acerqué hasta ella y tras comprobar que respiraba me alivio ver que se había quedado dormida en un sueño muy profundo. Con cuidado la cogí y la llevé hasta el asiento del copiloto, donde la senté y la vestí a duras penas. Cerré la puerta y me giré en busca de las otras chicas, aun desnudo.
-Está bien, nos vamos.- Les avisé acercándome hasta la zona del maletero.
-No, sin antes de que nos folles.- Dijo Lucia convencida.
-Eso.- Repitió Carla.
-¿Pero por qué insistís tanto?- Pregunté yo cansado de pelear con ellas.
-Porque nos da envidia Di. Nosotras también queremos una buena polla.- Me dijo Marta.
-Pues no va a ser hoy.- Sentencié yo. -Me voy a llevar a Diana, con o sin vosotras. Elegid.- Les amenacé dirigiéndome hacia la puerta del conductor. Para cuando me vestí pude ver a las tres chicas ya vestidas que me habían rodeado.
-Quizás hoy no, pero otro día nos follaras, así que danos tu número para llamarte otra noche que necesitemos un taxi.- Me dijo Lucia mientras las otras asentían.
-Lo que digáis.- Dije suspirando, al ver que no se iban a callar de ninguna forma, y les di una tarjetita en la que ponía mi nombre y mi numero.
Una vez todos montados en el coche, llevé a cada una a su casa excepto a Diana que se quedo en casa de Carla a dormir, ya que no tenía cuerpo para llegar su propio cuarto una vez llegara a su casa. Al final la factura la pago Lucia, como me había dicho Diana, pero después de lo ocurrido, decidí rebajárselo.
Baje las ventanillas del coche y deje que el aire entrara y me despejara. A medida que el calentón me bajaba y mi cabeza iba recuperando su cordura, fui dándome cuenta de lo ocurrido. Había engañado a mi novia de toda la vida con una joven de dieciocho años delante de sus amigas de la misma edad, y lo peor de todo es que seguramente volvería a verlas.
Antes de que mi turno hubiera acabado decidí volverme a casa, para pensar en lo ocurrido y tratar de despejar la mente. Por suerte en unas horas Roció se tendría que levantar y no cruzaría con ella ninguna palabra. Pero en mi cabeza había algo más, o mejor dicho alguien más, que no se esfumaba de ninguna manera.
Quería llegar rápido a casa para tomar una ducha y meterme en la cama y reflexionar sobre todo, porque para mí desgracia, a partir de ese día mi vida no seria igual.