Tattoo

Como todas las chicas de mi edad en esa época deseaba tener un tatuaje en la cadera, pero además del tatuaje tuve otra cosa deliciosa dentro de mi cadera.

Tattoo

Por Georgina del Carmen

Mi nombre es Mariela y actualmente tengo 18 años. Lo que ahora les comparto me sucedió hace tres años, cuando recién había cumplido los quince, como todas las chicas de mi edad en esa época deseaba tener un tatuaje en la cadera, por supuesto sin conocimiento de mis padres.

En la secundaria, en la que cursaba el tercer año, tenia una amiga que se había mandado hacer uno y se le veía estupendo, le pedí que me llevara a donde se lo habían hecho, me advirtió que el lugar no era muy agradable, pero no pedían que fueras mayor de edad o ningún tipo de autorización de persona mayor, además que cobraban a precios muy accesibles dada la escasez económica de aquellos tiempos.

El día previsto mi amiga me llevó al lugar, efectivamente era en una barriada y en unas casuchas muy feas y lúgubres, sin embargo el deseo de tener el tatuaje en mi cadera baja era mas importante que el aspecto del lugar.

Mi amiga se encargó del trato y me pasaron a un cuarto realmente deprimente, pero si el lugar era horrible mas lo era el tatuador. Era un hombre de no menos de cuarenta años, corpulento y muy fuerte, muy musculoso, que se notaba que el ejercicio era su pasatiempo, de rostro tosco, tenia barba y el cabello largo hasta los hombros y vestía unos jeans y una camiseta recortada que hacia resaltar su gran musculatura, luciendo los brazos llenos de todo tipo de tatuajes.

Me saludó sin mucha amabilidad y me preguntó dónde quería el tatuaje y cual seria la forma. Le expliqué que lo deseaba en la cadera baja, muy cerca de las nalgas y la figura seria una mariposa monarca multicolor y elegí una de un catalogo que puso a mi vista.

Enseguida me pidió que me acostara boca abajo en una mesa que para el caso tenía. Me indicó que me levantara la falda del uniforme escolar hasta la cintura. Me apenaba estar mostrando las nalgas, que devoraban mis pequeñas pantaletas tipo tanga, ante un total desconocido, pero fue más mi incomodidad cuando el tipo me dijo que me bajara las pantaletas para iniciar el dibujo de la imagen que me tatuaría. Muerta de miedo me bajé los calzoncitos a media pierna exhibiendole las nalgas, "sentía" la mirada del sujeto en mis glúteos, me puse muy nerviosa y el cuerpo me temblaba internamente y las manos me sudaban, por momentos me arrepentía de lo que estaba haciendo, pero ya estaba ahí, el deseo por tener el tatuaje era mayor que mi miedo.

Mi nerviosismo aumentó cuando sentí la mano del tipo sobre mis nalgas apoyándose para realizar el dibujo previo que realizaba con una especie de lápiz suave para dibujo. La frotación de su muñeca en mi trasero me fue llenando de pecaminosos pensamientos dada mi naturaleza cachonda, a unos minutos ya estaba disfrutando el exhibir mis nalgas ante aquel desconocido y el roce de su mano en ellas y sin poder evitarlo me fui poniendo cachonda al grado que sentía como mi vulva se iba mojando.

Inició la inyección de tinta con el aparato respectivo, ahora el mal encarado sujeto se apoyaba con una mano plenamente en mis nalgas y con la otra manejaba el inyector, con la mano que apoyaba se puede decir que me estaba acariciando el trasero, ante mi deleite, sin poder decir nada, dejando que hiciera bien su trabajo y por lo excitada que ya me tenia, al paso de los minutos el tipo se me antojaba mas cada momento, el estar enseñándole mis nalguitas a pantaletas bajadas, su apariencia ruda y sus caricias, quizá involuntarias, en mis posaderas me ponían extremadamente cachonda.

Para mi desgracia la sesión había terminado, solo me había hecho el trazo a tinta y me citó para una semana después para rellenar los colores. Ya sin temores, producto de la cachondez, me levanté aun con las pantaletas bajadas y mostrándome por el frente le dejé ver mi panocha apenas cubierta por escaso vello púbico y me subí las tangas lo mas lentamente que pude para que se recreara la pupila y calentarme un poco más. El tipo no me quitaba la vista de mis partes desnudas lo que acrecentaba mi excitación y me le exhibía con plenitud.

Durante la semana de espera no podía apartar de mi mete al rudo tipo de los tatuajes, tuve varios sueños húmedos con él, dormida y despierta, y le dediqué varias masturbaciones. Reflexioné en el sentido de que a mi amiga le había puesto un tatuaje semejante en una sola sesión, entré en dudas y sin decirle nada a mi amiga caí en cuenta de que el fulano lo que buscaba era volverme a tener semi desnuda frente a él y poder tocar mis partes, enloquecí de emoción ya que yo también deseaba mostrarme nuevamente con él.

Llegó el día y me presenté al lugar, ahora de manera premeditada no le pedí a mi amiga que me acompañara, quería ir sola por aquello de que surgiera "algo" con el fulano. De manera intencional me vestí con un pantalón ajustado y a la cadera sin llevar pantaletas debajo.

Cuando llegué, el tipo fue menos rudo que la vez anterior, me hizo las preguntas de rigor acerca de dolor, hinchazón y la toma de antibióticos que me recomendó. Luego me hizo subir a la mesa pidiéndome que me recostara boca abajo, antes de que me dijera que me bajara los pantalones y las pantaletas me adelanté al decirle que me quitaría los pantalones por completo para no arrugarlo ni que me molestaran las piernas.

Sentada sobre la mesa, procedí a quitarme los pantalones, para lo cual levantaba exageradamente las piernas de tal manera que el rudo hombre pudiera ver mi juvenil vulva, pero no por ello menos candente, y quizá hasta mi diminuto culito, el sujeto no quitaba su morbosa mirada de mi cuerpo ante mi provocativa complacencia y evidente excitación. Por la ausencia de pantaletas no hubo ningún comentario.

El tipo vestía una camiseta igual que la vez anterior y los pantalones de unos pants que le quedaban holgados y hacían evidente la erección que mis devaneos le habían provocado, el "bulto" era de enormes proporciones lo que me dejaba adivinar que tendría una verga colosal y por tanto deliciosa. Ya para entonces mi raja estaba babeante de los flujos que expelía y denunciaban mi calentura, así mismo constantemente volteaba a mirar el bulto de la verga del tatuador, quien sabedor de mis miradas se lucia poniéndola a mi alcance visual.

Por fin me acosté y reinició el tatuaje y empezó el agasajo, fingía, con mi complacencia, revisar el dibujo, mientras pasaba sus manos por mis nalgas, esta vez no se había puesto los guantes que se usan en estos casos y sus caricias eran más directas y más candentes. Como la vez anterior con una mano rellenaba los colores y limpiaba la poca sangre que me brotaba y con la otra me tocaba impúdicamente las nalgas, todo mi cuerpecito vibrada de placer, me tenía al borde del orgasmo con solo tocar mi desnudo trasero.

Varios minutos después terminó de aplicar los colores, pero continuaba manoseándome, ahora no se conformaba con pasar su mano por mis glúteos sino que buscaba la separación de mis nalgas para tocarme el culito y con el dedo medio mi babeante raja sexual. Yo, entre jadeos inevitables, sacaba la cadera tratando de facilitar su mórbido manoseo con lo que le estaba autorizando tácitamente para que disfrutara de mi cuerpo.

El tipo con toda intención acercó a mi rostro el "bulto" que tenia bajo los pants. Ya decidida a todo, sin el menor recato, llevé mi mano a su entrepierna y le agarré la verga frotándosela, sin decir nada el fulano se bajó los pants poniendo ante mi incrédula vista la vergota más grande que para entonces había visto. Instintivamente la sujeté del tronco subiendo y bajando la piel en pleno chaqueteo y acercando lentamente mis labios a ese hermoso monumento al placer.

El sujeto ya me estaba dedeando descaradamente, metía y sacaba sus dedos en mi vagina y los alternaba penetrando mi culito y con la otra mano metida en el escote de mi blusa buscaba mis chichitas bajo las copas de mi sostén. Ya no había motivo para fingir, así que empecé a besuquearle la punta de su formidable camote y poco a poco le iba chupeteando un palmo más hasta meter lo mas que me cabia en mi boca mamándole, con una de mis manos le acariciaba los güevotes y con la otra me separaba las nalgas para que me dedeara a placer.

Si sacar su vergota de mi boca, me puse de lado para que me prodigara caricias en mi panocha y me frotara el clítoris y de vez en vez llevara su dedo hasta mi culo metiéndomelo todo.

No pronunciábamos palabra solo jadeos, gemidos y solo se escuchaba muestra agitada respiración. Me sacó la vergota de entre mis labios y me colocó empinada, aun sobre la mesa, en la clásica pose de "perrita", con ambas manos yo misma me separaba las nalgas y en menos de que lo escribo su vergota fue penetrando en mi juvenil vagina hasta quedar solo sus güevos fuera, el vaivén de su vergota en mi sexo era interminable y a poco me hizo derramar en un exquisito orgasmo.

  • Que rico me coges... No pares sígueme cogiendo –. Eran las primeras palabras que salían de mi boca durante toda la faena. Sacó su enorme tolete de mi sexo y lo puso en mi culo sin empujar. – Si enculame, métemela toda en mi chiquito-, Le autorizaba a penetrar mi culito con aquel supremo instrumento de placer. Ni tardo no perezoso hizo presión en mi colita, mi ano se abrió dando paso a su vergota que lentamente se alojaba en mi recto e intestino. Sin piedad su vergota entraba y salía de mi pequeño ano, que si bien no era la primera vez que me cogían por atrás si era la vergota más grande que hubiera recibido.

  • Cógeme, enculame, disfruta mi culito –. Le pedía a gritos sin dejar de mover mi cadera al compás de sus embestidas en mi chiquito, en tanto aquel salvaje desconocido con una mano me frotaba las chiches y con la otra el clítoris, pronto me llegó un orgasmo mas y al poco rato otro. El tatuador estaba por terminar, su agitación me lo indicaba.

  • Vente en mi boca, quiero saborear tu leche, dame tu esperma –. Le suplicaba. Súbitamente sacó su falo de mi culo y haciéndome girar lo metió entre mis labios y en cuanto estuvo dentro me inundó la boca de semen que tragaba presurosa la gran cantidad de leche que le brotaba de su hermoso rabo. Cuando terminó de eyacular le colmé la verga de besos y lengüetazos levantando todos los residuos de su leche y mis jugos.

Todo había terminado, sin embargo el tipo me citó en tres días, según él, para ver como evolucionaba el tattoo, realmente lo que me quería decir es que regresara para que me volviera a coger. Regresé cinco ocasiones más y en todas ellas me dio unas cogidas tan salvajes como placenteras. Ya no regresé cuando me dijo que me quería coger en compañía de dos tipos más, en principio había aceptado, me parecía muy cachondo ser cogida por tres hombres mayores a la vez, pero luego me arrepentí y nunca mas le volví a ver.

Georgina del Carmen

Los datos para la elaboración del presente relato fueron proporcionados por Mariela 87, quien asegura son verídicos y autoriza su redacción y publicación. Por lo que lo pongo a su consideración.