Tarsán de la Jungla (4)

Episodio IV. Las lanzas de los Celión

Sintió una mano cálida acariciándole el muslo... Dormía con un pequeño pantaloncito de lino, blanco; panza abajo sobre el saco. La mano se deslizaba por su muslo brevemente, pero con intensidad... Se movió, en ese espacio entre sueño y despertar, tirando de su cuerpo hacia abajo, para que esa caricia llegase a sus nalgas...

-Profesor...-, oyó. Una voz susurrante y grave, de hombre... El nabo se disparó contra el saco, quedando aprisionado entre este y su pequeña barriga. -Profesor Winslow...-, escuchó de nuevo, ahora sí, con la mano masculina más cerca de su culito...¿De quién era esa voz...? Y la luz...la luz ya no era la de la noche; con los ojos cerrados, el profesor Winslow percibía la claridad...la mano... la voz grave...el nabo empalmado...

-Profesor, por favor, despierte...-, ahora ya no había duda. Se deslizaba rápidamente de ese espacio fronterizo entre la realidad y el sueño. Abrió los ojos poco a poco.

-¿Kamuf...? ¿Qué...qué haces aquí...? ¿Qué pasa...?-, dijo, aturdido, el profesor.

-Señor... perdone, señor, pero debía despertarle; tenemos problemas-, informó el guía. -Es mejor que salgamos de la tienda.

El profesor se vistió rápidamente, mientras preguntaba qué pasaba.

-Bueno-, aclaró Kamuf,-parece que no estamos solos en la jungla; tenemos visita, señor.

-¿Visita?

-Es mejor que salgamos; el señor Walter y la señorita Jane ya están fuera...

-De acuerdo, de acuerdo-, aceptó, preocupado, el profesor Winslow.

Salieron de la pequeña tienda. "Por la reina madre", se asustó el profesor, "parece que Kamuf tenía razón. No estamos solos...". Walter y Jane, abrazados, saludaron al profesor con una inclinación de cabeza; estaban delante de su tienda. Walter estaba recuperado de la torcedura de tobillo; los porteadores, parecían completamente paralizados, y ahora, delante de la tienda del profesor, estaban igual de quietos él y Kamuf. Y, justo detrás de los restos de la hoguera de la noche anterior, también muy quietos, ocho hombres les observaban. Eran indígenas, altos y negros, y sin una sola prenda de ropa de corte occidental. "Desde luego, no son de un poblado abierto al mundo; es posible que sea la segunda o tercera vez que ven a hombres blancos...", se dijo el profesor. Efectivamente, los ocho hombres, jóvenes, alrededor de los 20 años, portaban taparrabos, y algunos de ellos, además, una especie de peto que les cubría el pecho. Lo que sí llevaban todos eran lanzas, y dos de ellos, sendos escudos, tintados con vivos colores. No les apuntaban con las lanzas; las sujetaban apoyándolas en tierra; no parecían amistosos: su mirada era de superioridad.

-¿Qué podemos hacer?-, preguntó, susurrando, el profesor a Kamuf. -¿Crees que serías capaz de entenderte con ellos...?

-Hum...Conozco algunos dialectos, prácticamente desaparecidos actualmente; intentaré utilizar el kualek; puede funcionar, estamos en la zona sur del continente.

-Bien, amigo...Por favor, sea prudente-, y, diciendo esto, guiñó un ojo a Walter, indicándole que Kamuf iba a intentar un acercamiento.

Kamuf se acercó, caminando tranquilo, hasta la hoguera. Uno de los hombres del grupo, de los que llevaban el peto, también se acercó: ahora, uno estaba frente al otro, separados por el pequeño círculo de brasas.

-xxx xx xxxx xxx xxxxx xx (Hola; somos ingleses, y formamos una expedición pacífica).

-¿xxxx xxx xxxxxxxx? (¿Hacia el cementerio de elefantes?)-, interrogó el indígena, que parecía el cabecilla.

-xxx xxxx xx x xxxxxxx xxx (No, no; buscamos una especie floral determinada)-, dijo Kamuf, y el indígena relajó el gesto ceñudo. También Kamuf se sintió tranquilo; sin duda, a esos indígenas les preocupaba el cementerio de elefantes. Kamuf sabía que existía, también algo mítico, y le alegraba comprobar que aún, en el siglo XX, había tribus que se ocupaban de salvaguardarlo.

El profesor, Walter y Jane, y los porteadores, que pese a ser indígenas no conocían los dialectos africanos, esperaban, inquietos, sin entender una palabra.

-xxxx x xxxxxx xx xxxxxxxx xxxxx xx xx (Marchad en paz, pues. El pueblo Celión os presenta sus respetos y os desea suerte).

-xxx xx xxxxxxxxx xx (¿Celión? ¿Sois la tribu Celión...?)-, se sorprendió el guía.

-xx xx (Así es).

"¡Es increíble!", se asombro el buen guía, "increíble....". Y no pudo evitar soltar una risotada, que fue acompañada por el cabezilla indígena; esto tranquilizó a la expedición: Walter y el profesor se miraron inquisitivamente, aunque aliviados. Incluso Jane lucía una tímida sonrisa observando al grupo de negros, que habían adoptado una posición más amistosa.

-xx xxxxx xxx xxxx xxxxx (¡Nos encantaría conocer vuestro poblado...! ¿Sería posible acompañaros y, pasar allí la noche?)-, preguntó Kamuf, entusiasmado.

-xx xxxxxxxxxxxx  xx x  xxxx xx x x xxxxx (Por supuesto, nuevo amigo, por supuesto; pero no sé si, siendo occidentales, debería informaros sobre nuestras costumbres...)-, reparó el cabezilla.

-xxx xx x x xxxxxx xxx xx x (Tranquilo, amigo, tranquilo; ya les informaré yo. Pero te aseguro que no pondrán reparos, ja, ja...)-, contestó Kamuf.

-xx xxx xxxxxx xx x (Especialmente, confío en que no los ponga el ejemplar del bigote)-, señaló el indígena en dirección al profesor, que esperaba paciente.

-xx xxxxxxxxxxxxxxx xxx xxx x x (¿Ese...?¡Menos que ninguno, compañero!¡Menos que ninguno!)-, y soltó otra carcajada.

-xxx xx xxxxxxx (De acuerdo; vengan con nosotros; será un honor compartir la noche con ustedes)-, finalizó el cabecilla, volviendo con el resto; formaron dos filas de cuatro hombres, siendo los cabezas de las filas los dos del peto, y esperaron a que Kamuf hablase con su grupo, para guiarles a su poblado.

Kamuf volvió con el profesor, y corriendo se acercaron también Walter y Jane.

-¡Bueno, Kamuf!-, exclamó la joven,-¡estás hecho un experto en la jungla, incluso en estos parajes!¡Felicidades!

-¡Ja, ja...! Gracias, señorita Jane-, contestó el negro, agradecido.

-Bueno...¡estoy con el corazón en un puño!-, se quejó el profesor. -Dinos, amigo Kamuf, ¿qué ha pasado...?

-Nada malo, profesor, al contrario, ¡al contrario!-, empezo Kamuf, contento.-Es la tribu Celión, y es casi un milagro que nos la hayamos encontrado...Caray, nunca les hubiese situado en este punto del país, sino mucho más al norte... En fin, es igual. El caso es que, en mis años en Oxford, cualquiera de mis compañeros hubiese dado su fortuna por conocerles: los Celión, profesor, Walter, y, especialmente...Jane-, indicó, con aire misterioso el guía, -son un objetivo para los antropólogos, arqueólogos, etc... ¡y nosotros vamos a poder vivir sus costumbres!

-¿Especialmente yo...?-, preguntó, fascinada, Jane.

-¿Especialmente mi sobrina, Kamuf?-, inquirió el profesor.

-Sigue, Kamuf, sigue...te lo rogamos-, intercedió Walter.

-Claro, claro...disculpen, es que esto me hace revivir mis sueños en la universidad; estoy muy emocionado... Pero voy al grano: especialmente por usted, Jane, porque esos antropólogos, arqueólogos, y hasta filósofos y sociólogos han estado buscando esta tribu, desde la selva africana hasta América, en el Amazonas, sin éxito... Y es que, según los estudios de los que disponemos, es la única tribu que considera, sin aprendizaje social (como ocurre en el mundo occidental), a la mujer, no sólo como un par del hombre, sino como algo superior, tanto emocional como intelectualmente. ¡Y nosotros vamos a tener la oportunidad de comprobarlo, caballeros!

-¡Ja, ja, ja, Kamuf!-, rió Jane, -¡sí que son buenas noticias!

-Lo que faltaba para que la niña se me suba a las barbas...-, rezongó, bromeando, Walter, recibiendo una palmada de su prometida en el hombro.

-Sí que es curioso... -admitió el profesor.

-El caso es que les he pedido pasar la noche en su poblado, y han aceptado encantados. ¿Qué les parece?

-¡Fantástico, fantástico!-, canturreó Jane, entusiasmada con la idea; Walter no tuvo más remedio que admitir, divertido, que ella mandaba, y que adelante.

-Muy bien...¡Al menos, descansaremos tranquilamente esta noche!-se alegró el profesor. -Vamos, Kamuf, vamos con ellos.

-De acuerdo, ¡adelante!-, exclamó el guía, contento. Decidieron que los porteadores no vendrían, sino que se quedarían allí, preparando el campamento para el día siguiente.

El grupo se puso en marcha, siguiendo a los ocho miembros de Celión hacia el poblado.

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"El ejemplar del bigote... el ejemplar del bigote..."; Kamuf daba vueltas a esas palabras, mientras avanzaba por el camino, con los de Celión delante y el profesor a su lado; le miró fugazmente: era un hombre atractivo. Alto, con una incipiente barriguita, pero aún fuerte y cachas. Y guapo, con su bigote poblado y salpicado de algunas hebras grises... Hubiese querido explicar al profesor...bueno, más de lo que había explicado al grupo, pero no sabía cómo: a fin de cuentas, el profesor Winslow era un lord inglés, algo estirado y, a pesar de estar en 1938, victoriano y reprimido. Kamuf le había tomado afecto en esta aventura, y reconocía que...bueno, que esa manguera que bombeaba líquido preseminal a litros, le ponía como a un burro. Sabía que su amigo, el profesor, iba a disfrutar, a disfrutar como un cerdo, de la noche en Celión, pero, en fin... renunció a avisarle: tenía miedo de que se asustase, el hipocritillo...

Y es que, lo que había contado Kamuf, sólo era un resumen simplista de la estructura social de la tribu: era cierto que los celinienses consideraban a la mujer por encima de ellos, debido a la maternidad: se habían percatado que sólo la mujer podía, realmente, engendrar hijos, y que bastaba con administrarle su semilla. Y esta era la diferencia fundamental de la tribu con el resto: no realizaban el acto sexual con la mujer, sino que le introducían su semilla de forma manual. Así, las mujeres eran cuidadas y respetadas excepcionalmente en la tribu: al desaparecer el sexo heterosexual, no se producían relaciones de violencia, posesión, etc... Percibían a la mujer como una herramienta divina para aumentar la tribu. Además, no existíendo sexo heterosexual en la tribu...sí existía... hum, del otro. Y a paladas... No era cierto que otros investigadores no hubiesen llegado a contactar con los Celión, no: lo que pasaba es que los pocos que lo hicieron... ¡habían salido corriendo, por miedo de acabar con el culo más ardiente que una estufa! "Uf....", se dijo el negro, excitado, "va a ser una noche larga...larga y dura, je, je...".

Llegaron al poblado indígena cuando el sol se ponía. Los cuatro ingleses se quedaron atónitos: en una explanada, rodeada de vegetación y manantiales de agua, unas diez o doce casa se abrían en círculo: construcciones de piedra con techos de paja, adornadas con múltiples flores. Unos niños corrían, jugando, vigilados por dos bellas mujeres, ataviadas con una especie de túnica, anudada al cuello, con la espalda a la vista y larga hasta la rodilla; los hombres llevaban taparrabos, que se anudaban en las caderas, tapando el paquete y el trasero. Algunos trabajaban, y otros preparaban pequeñas hogueras para asar lo que sería la cena. Las mujeres sólo se ocupaban de los niños, y parecían dirigir a los hombres. El ambiente, con el frescor del atardecer, las flores en las casas y las risas de los niños, era un bálsamo para los corazones de los expedicionarios.

-xxx xx xxxxxx xxxx xx (Vamos, os presentaremos a la jefa del poblado)-, habló el cabecilla con Kamuf.

-Vamos, amigos,- se dirigió este al grupo, -nos van a presentar al jefe del poblado. Una mujer, obviamente.

Les acompañaron hasta una de las construcciones; dentro, una mujer, de extremada belleza, hablaba con dos hombres, ataviados también con petos. "Los petos son una forma de graduación, de poder", se dió cuenta el profesor. Cuando la mujer advirtió su presencia, se levantó, y haciendo una elegante reverencia, habló, dirigiéndose a Kamuf:

-xx xxxxxx xx xx x xx xxxxxx xxxxx xxxxxxxxx (Sed bienvenidos y disfrutad de nuestra hospitalidad, amigos occidentales).

Kamuf tradujo esto al grupo; todos se sonrieron, y, con una reverencia, saludaron a la dama.

Dos horas más tarde, todo el grupo cenaba, junto a una de las hogueras, en compañía de la jefa de la tribu, el cabecilla, y algunos indígenas más. Jane había aceptado una de las túnicas de las mujeres, y la llevaba puesta, con el pelo recogido. Walter y el profesor también habían sido agasajados con taparrabos hechos a mano, pero no habían tenido el valor de ponérselos, y seguían con sus camisas y pantalones. "Este no se corta de nada, desde luego...", pensó, criticando, el profesor mirando a Kamuf, que sí había aceptado el ofrecimiento; "joder...es indecente que se ponga este minúsculo taparrabos delante de mi familia", se decía, contemplando a Kamuf, sentado, y tensando al máximo la tela vegetal del taparrabos debido al tamaño de sus genitales. Incluso, el profesor había pillado alguna mirada de Walter y de Jane, "de Jane, mi sobrinita, ¡por el amor de Dios!", al paquetón del negro guía. Con el pantalón inglés, podía disimular, pero con aquello...el cabrón parecía satisfecho de mostrar que estaba bien armado.

A pesar de todo, estaba contento, cenando pescado asado y dejándose acariciar por el perfume de flores que traía la brisa.

-xx x x xxxxxxx xxx  (Es tiempo de que las mujeres se retiren, amigos)-, avisó la jefa del poblado a Kamuf, -xx xx xxxxxxx xx xxxxxxx (que disfruten de la noche, caballeros).

-xxx x xxxxx xx x (Lo haremos, lo haremos; sólo una cosa),- aclaró el guía, -x xx xxxxx xx xxxx xxx  xxxxxxx (no creo que el joven inglés quiera participar...de sus costumbres; lo mejor sería que acompañase a la joven a dormir).

-x x xxxx xxx xx x xxxxxxxxxx (De acuerdo; una costumbre extraña en nuestro poblado, pero como ustedes deseen)-, y, levantándose, cogió a Jane de la mano.

-Señorita Jane, las mujeres se retiran, y es costumbre que los hombres se queden despiertos, vigilando el poblado, hasta algo más tarde.

-¡Oh...! De acuerdo, no quiero desairarles. Buenas noches, tío, Kamuf; Walter, luego nos vemos.

-Eh...-, terció Kamuf, -he conseguido licencia para el señor Walter: les he explicado que está accidentado, lo del pie, y que le convendría descansar...

-Muy buena idea, Kamuf, muy buena idea-, aprobó el profesor.

-Pero...desearía quedarme con vosotros, Winslow-, se quejó el joven.

-Es mejor que acompañes a Jane, Walter, y descanses. Agradecemos tu compañerismo, pero estaremos bien. Buenas noches,- se despidió el profesor.

Las mujeres de la tribu, más Walter y Jane, se recogieron en dos de las casas, junto con los niños. Sólo los hombres estaban fuera, recogiendo los restos de la cena, hablando y riendo.

-Bueno, Kamuf-, preguntó el profesor, -¿en qué consiste lo de la vigilancia...?

-Ahora lo verá, profesor. Ahora lo verá...

El cabecilla se levantó, colocándose detrás del profesor, que permanecía sentado. Se agachó y, poniendo sus manos en los hombros del hombre, le acarició, dándole un agradable masaje en el cuello.

-xx xx xxxxxx xx xxxxxx (Uf...menudo tío. Estoy deseando meterle mano)-, dijo el cabecilla.

-Dice que le está preparando para la vigilancia, quitándole las tensiones-, tradujo Kamuf.

-¡Oh...! Bien, bien... Lo cierto es que es muy agradable...- aprobó el profesor, dejándose llevar por la sensación de aquellas manos masculinas acariciándole la nuca.

-xx xxx xxxxxxx xx xxxxxxxx (Mmm.... joder....nos lo vamos a follar por todos los sitios, mmmm...)

Estas palabras estaban excitando a Kamuf. Tanto, que la mitad del cipote se le estaba saliendo por un lado del taparrabos. El profesor, con los ojos cerrados, no había reparado en eso, ni tampoco en que tres indígenas más se habían acercado al grupo.

-Mmmm....qué bien; va a ser una vigilancia muy...¡Coño!¿Qué es esto?,-había abierto los ojos: enfrente de él, los tres negros se acariciaban el paquete por encima de los abultados taparrabos, mirándole con caras de machos calientes: -¡Kamuf! ¡¿Qué está pasando aquí!?, -pero era tarde; Kamuf ya tenía todo el rabote fuera. Permanecía sentado, y la potente polla le golpeaba el estómago. -¡¡Kamuf!!

-¡Oh....! profesor, lo siento...debí avisarle...Relájese, relájese....-, contestó este, mientras se sacaba también los huevos del taparrabos, apartando la tela.

El cabecilla, que seguía acariciando al profesor, se acercó más, deslizando sus manos por el pecho de este, hasta llegar a la entrepierna; el profesor sintió las manos manipulando la bragueta, y el aliento del negro en su cuello y sus orejas.

-¡Uhh.....!¡Qué hace, indígena desvergonzado...!¡Qué hace....!

Pero el negro no paraba; consiguió desabrochar el pantalón, y bajárselo hasta la mitad de los muslos. Inmediatamente, le agarró la picha, que comenzaba a ponerse morcillona.

-¡Ohhh....me la está cogiendo el muy cerdooo....!-gemía el profesor; de pronto, se encontró delante de sus narices los bultos enormes de los tres negros, que habían ido avanzando hasta él; parecían que iban a reventar, con enormes pepinos marcándose a través de la fina tela; uno de ellos tenía una enorme mancha húmeda dónde se apreciaba el capullo.

-¡Uf!¡Este...es como usted, profesor...ja, ja, ja....!¡Ya está..ah...babeando...!-, rió Kamuf, señalándole.

-¡Ohhhh...!-gemía el profesor; ahora, el cabecilla le lamía el cuello y la mandíbula, mientras, poco a poco, le acariciaba el garrote, ya totalmente crecido, -¡ohhh...es demasiado, Kamuf, demasiado...ufff......!

Los tres negros volvieron a acariciarse los rabos por encima, y el de la mancha soltó de golpe un chorrito transparente, que quedó colgando del taparrabos.

-¡Guauuuuu!-, exclamó el profesor, -¡no me puedo contener, no puedooooo....!-, y, aprovechando que tenía las manos libres, le agarró el paquete, y a otro con la otra mano, masajeándolos con fuerza. -¡Qué duras!¡ Qué pollas más duras, Kamuf!

-¡No me diga....ohhh...no..me diga...!-gemía el negro, meneándose el rabo. El tercer negro, se dirigió a Kamuf. -¡Esooo...vente, vente para aquí, semental....!

El indígena no se hizo de rogar; de un manotazo,se arrancó el taparrabos: la polla, negra y dura, saltó contra la cara de Kamuf.

-xxx x x x x xxxxxxxx xxx x x (¡A chupar, mamón!¡A chupar!)

No le hizo falta más órden: Kamuf la agarró al vuelo con la boca, metiéndose lo que podía, brindándole una buena mamada; el indígena pegaba golpes de culo, para que el rabo entrase más hondo.

-¡Uuuooohhhhh!¡Kamuf...qué..te...han...metidoooo....!-gemía el profesor, pero sin soltar los dos paquetes. El negro que tenía detrás, le levantó de golpe, agarrándole de las axilas. -¡Ohh... qué haces...qué haces, cabróoonnnn...!-decía el profesor, extasiado. El cabecilla le giró, y, abrazándole, le propinó un apasionado beso, metiéndole la lengua hasta la garganta: sus pollas chocaron una contra otra.

-¡MMMMMMM!!! ¡OOhhhh...joder, qué fuerte!¡Qué fuerteeee, maricónnnnn!-gimió Winslow, cuando pudo coger aire; el indígena cogió su polla y la del profesor a la vez, pajeándolas con fuerza, -¡UAAAAHHHHH!¡Siento tu polla...latiendo...OOHHHH...contra.... la.... míaaAAAAHHH!!-bramó, empezando a soltar sus torrenciales andanadas de precum. Los dos negros, a los que ahora el profesor daba la espalda, se arrodillaron detrás suyo: uno se dedicó a lamerle las hinchadas pelotas, con fuertes lengüetazos. El otro, se entretuvo con el prieto culito del profesor, acariciándole el agujerito con los dedazos.

-¡UUUAAAAHHHH!!-gemía de gusto el profesor, sientiendo en sus cojones la lengua del muchacho. Y, de golpe, aulló: -¡¡¡¡¡¡COOOOOÑOOOOOOOOOOOO!!!!¡¡¡¡MII CULOOOOOOO!!!!!¡¡¡QUÉ HA-HACÉIS........!!!!!- y es que, el otro negro, se había ensalivado bien dos de sus dedos, y había empezado a tantear el ojete caliente del profesor, metiéndoselos hasta dónde podía. Era la primera vez que al buen profesor le tocaban el trasero, y la sensación era increíble.

El negro, dándose cuenta, en vez de dos dedos, se ensalivó cuatro y se los intentó meter.

-xx xx xxxxx xxx xxxxxx xxxx xxxxxx (¡¡Disfruta, machote!¡Qué cuando te meta el rabo, no lo cuentas!)

-¡OOOOOUGHHHHHH!!!!¡¡¡QUÉ GUSTOOOOOOOOOHHHHHH!!!-aullaba el profesor; el cabecilla continuaba agarrándole y agarrando a la vez las dos pollas; estaba demasiado cachondo desde por la mañana, y sólo falto que el otro negro, que se había cansado de chupetear los huevos del profesor, le lanzase una chupada a los suyos.

-xxxx xx xxxxxxxxxxx xxxx (¡OOOHHH!! ¡¡Me va ha hacer correrrrrr!!!)-, gimió, temblando y apretando aún más las dos trancas. El indígena agachado, al oír esto de su compañero, decidió regalarle una buena corrida, y se metió (lo que pudo) los cojones del negro en la boca. Esto fue demasiado:

-xx x xxxxxxxxxxx xxxx xxxxxxxxxxx (¡HALAAAA!!!¡¡ME CORROOOO!!¡ME CORRROOOOOO!!-y, gritando en la oreja del profesor, empezó a chorrear leche encima de la polla de Winslow, que latía deseando hacer lo mismo.

-¡OH!¡OH! ¡TE ESTAS CORRIENDO, NEGRAZOOOO!!¡¡TE CORRES ENCIMA DE MI POLLA, OHHHHHHH!!-gimió el profesor, que puso su mano sobre la mano del negro que cogía las dos pollas, agitándolas. -¡UUUFFFFF!!!¡¡¡¡MENUDA LECHAAAADAAAA!!!- el profesor sintió que sus cojones se contraían, que subían para arriba. Que se iba a correr bien, vaya. Esto hizo que relajase aún más el culito, que seguía siendo follado por los dedos del otro negro, que de golpe entraron casi hasta la falange.

-¡UUUUUOOOOOOOOOOOOOOOOOOHHHHHHHHHH!!!!!!!-aulló el profesor al sentir esa penetración, -¡AHÍ...VAAAA.....MI.....LECHEEEEEEEEEEEEE!!!- gritó, disparando semen como si fuese un surtidor

-¡ESPERE!¡ESPERE PROFESOR, QUIERO SENTIRLAAAAA!-era Kamuf, que dejaba de mamar la polla del negro para arrarstrarse rápidamente entre las piernas del profesor, sin dejar de pelársela como un mono. Se encontró con el otro negro, que debajo de los dos hombres, pajeándose a lo bestia, recibía en su cara, en su boca, las corridas de los dos tíos.-¡Esto es demasiado...demasiado, ooooohhhhh!-gimió Kamuf, cachondísimo: necesitaba chupar polla; no se lo pensó, y, agachándose,se metió en la boca el cipote del negro. Fue rozarla, y el pobre negro, bañado de leche, empezó a disparar en la boca del guía.

-¡UOOOOOOOOHHHHH!-seguía el profesor, -¡MI CULITOOOO, MI CULITOOOOO, ME ARRRRDEEEEEEE!-, y es que el otro negro se había incorporado, había agarrado al profesor por los hombros, y ahora le daba pequeños golpes con la punta del capullo en el orificio caliente del macho maduro.- ¡OOOHHHHH!!!¡¡¡JOOODERRRR....SIENTO EL RABO GOLPEÁNDOME EL CULOOOOOO!!!- aullaba el profesor, que, a pesar de la reciente corrida, seguía cachondo como un burro.

-¡MMMMM!!!-, se incorporó Kamuf, después de tragarse la ración de leche del otro negro, que se tumbó, cansado, entre todos, -¡me parece que le quieren dar por el culo, profesor!!!¡¡¡Se lo van a follar, SE LO VAN A FOLLARRR!!!, -esta idea excitaba sobremanera al guía, que se pajeaba con grandes manotazos el cipotón.

-¡¡¡¡NOOOOOOO!!!!- se quejaba Winslow, pero caliente en el fondo, -¡¡¡SI ME FOLLA ALGUIENNN....QUIERO QUE SEA TU POLLZAZAAAAAA!!!¡¡¡TU POLLAZAAAA, KAMUUUFFFF...!!-se desveló el profesor, con el rabo de nuevo tieso y lanzando precum a lo bestia; el negro que descansaba debajo, se estaba poniendo perdido. El otro, que abrazaba frente a frente a Winslow, seguía aguantándose de pie, sujetándose en los hombros del profesor, sudando.

-¡SI ME HAN DE ROMPER..OHH...EL CULO, QUE SEAS...AHHHH...TUUU, CABROOONNNN-, seguía el profesor, dirigiéndose a Kamuf, mientras el otro negro, aún aguantando, seguía dando golpes, cada vez más bestias, con su ariete en el ojete del otro.

-¡¿¿YOOOOO??!!!- se sorprendió Kamuf, poniéndose ya al rojo vivo, -¡QUIERE MI POLLAAA, PROFESORRRR...!!!!¡¡LO SABIA, LO SABIA....!!¡¡¡QUIERE ESTE PEDAZO...OHHHH DE CIPOTEEEEEHHHH!!!! NEGROOOOOOOOO!!!!!!- e, imaginándose dando por el culo a ese macho bigotudo, y recibiendo él ahora parte de la ducha de líquido preseminal que estaba ofrciendo el profesor, no pudo aguantar más: -¡UOOOOOO!!!!!!¡¡¡¡SE LA VOY A METERRRRR!!!¡¡SE LA VOY A METERRRR...¡¡AAAAHHH!!!  HASTA QUE LE SALGA POLLAAAAHHH...POR...LA....BOCAAAA!!!-y, fuera de control, la polla empezó a eyacular como si bombease lentamente una fuente de blanco esperma. Kamuf no paraba de agitársela, porque estaba muy salido, y de buscar con su boca los chorreones de precum que iba lanzando el profesor, pero si había de romperle el culo, no sería ese día: los huevos negros se estaban vaciando por completo.

De golpe, el negro que estaba detrás del profesor dándole pollazos con la puntita en el culo, paró. El cabezilla se apartó con un salto del grupo; el que descansaba debajo, chorreando líquidos de todos, se levantó, ágil como un animal selvático. El profesor, atontado de tanto placer, y con la polla tiesa babeante, se puso blanco. Y Kamuf, que aún la tenía en la mano, pensó: "¡¡mierda!! Tenemos un problema...".

-¡¡¡Profesor!!!¡¡¡Kamuf!!!-, se alarmó, vestido con la camisa caqui y los pequeños pantalones de hilo que usaban para dormir, más uno de los rifles en las manos, Walter.

-¡Oh, Dios!¡Walter....!-gimió el profesor, subiéndose los pantalones a toda prisa.

-¡¡Winslow!!! ¿Qué te han hecho, quién ha sido?? ¡Dios, te han violado, estos degenerados te han violado!¡He escuchado los gritos desde la cabaña!!!-, gritó, enfurecido, apuntando con el rifle a los indígenas.

-xxx xxx xxxxxxxx xxx (¿Violar? ¡Eso es una grave ofensa a nuestro pueblo!¡Coged las lanzas!)-, oyó Kamuf que decía el cabecilla, airado y belicoso.

-¡¡Profesor!!¡¡Señor Walter!!¡No hay tiempo para explicaciones!!¡¡Es mejor salir de aquí corriendo!! -, avisó Kamuf.

Los indígenas eran buenos folladores, pero aún mejores guerreros; en pocos minutos, cuando el grupo inglés había empezado a correr, avisando a Jane y saliendo a todo trapo, estaban más cerca de ellos de lo que pensaban. Kamuf lamentaba, mientras corría veloz, que esto hubiese acabado así: el profesor no había tenido tiempo de explicar nada, pero sabía que tampoco lo haría. Walter cerraba el grupo corriendo, con el rifle en la mano. Mirando hacia atrás, tropezó, y cayó de bruces en la tierra roja.

-¡¡Walter!!¡¡WALTER!!-, gritó Jane, que coría sin entender muy bien qué había pasado.

-¡MUCHACHO, MUCHACHO!-, paró el profesor, alarmado.

-¡No se preocupen por mí!!¡¡Jane, corre, vete, vete!!!,- ordenó el mozo, valiente. El grupo de celinienses había llegado a su altura, con las lanzas en ristre. Walter estaba tendido en el suelo, a punto de disparar; el profesor, Kamuf y Jane, paralizados de miedo, a unos metros. Y los de Celión, delante de Walter, dispuestos a usar sus lanzas...

-¡¡EEEEEEEEEEOOAEEEEEEEEEE!!

El aullidó traspasó la selva; un sonido fuerte, grave, que parecía provenir del cielo. Las copas de varios árboles se agitaron, a unos metros. "¿Qué pasa...?", se preguntó nervioso el profesor; observó cómo los celinienses se habían quedado petrificados, y retrocedían. Y de nuevo:

-¡¡EEEEEEEEEEOOAEEEEEEEEEE!! -, pero esta vez más profundo, y más cerca. Y, de pronto, como un rayo, algó voló por encima del grupo de ingleses; algo que parecía columpiarse a gran velocidad a través de las lianas que colgaban de los árboles...¿Era un animal...?

-¡¡WALTER!!!!!¡¡¡¡¡¡WALTEEEEEEEEEER!!!- aulló Jane; aquello que se lanzaba de liana en liana, de un salto, había pasado por encima del joven y, agarrándole por los brazos, se lo había llevado; todo en un abrir y cerrar de ojos. Los de Celión habían retrocedido corriendo, asustados, y ahora, sólo Kamuf, el profesor y Jane se encontraban en mitad de la selva, asustados, perplejos y aterrorizados: Walter, el mozo de los fuertes muslos dorados, había desaparecido...

FIN EPISODIO IV